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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Cuando la luz del día apareció finalmente, Inuyasha se dirigió hacia la sala del trono, en su camino se le unieron los príncipes y se había percatado del ambiente tenso, también de que Izayoi en ningún momento lo miró, Izaya miraba el suelo de manera distraída e Inu no Taisho miraba al frente con la expresión imperturbable. Inuyasha no dijo nada, solo siguió avanzando y pensando en lo que se diría en aquella sala. 

Al llegar, Inuyasha notó tres sillas individuales y elegantes situadas frente al trono de piedra, el Rey Demonio estaba en medio de aquellos asientos con los brazos cruzados y una expresión similar a la de su primer hijo. No había ni un miembro de la corte, ni Kagome o guardias, solo eran ellos cinco. Con una señal hizo que los príncipes se sentaran en aquellas sillas e Inuyasha en el trono, él se mantuvo de pie y caminó distraídamente, como si buscara un buen comienzo para la plática que tendrían. No pasó mucho cuando se detuvo y todos miraron en su dirección.

―Hay mucho qué hablar, pero iniciaremos tocando lo primordial. ―Expresó el rey. ―Como bien lo saben, su madre no pertenece a este mundo y solo está aquí para concebir a las Cinco Calamidades. Por ende, una vez nazca el quinto príncipe y por acuerdo mutuo, él se va a ir y no van a evitar que lo haga. ―Antes de que interrumpieran, el rey los hizo callar. ―Y ya que he aclarado eso, es su turno de hablar. Quiero escuchar lo que piensan al respecto, digan lo que opinan sin temor a represalias.

Inuyasha se sorprendió ante lo dicho, pero no fue capaz de hacer o decir algo, cosa que parecía empezar a ser recurrente en él. Nunca imaginó que ese hombre les diría aquello con una expresión tan seria, pero su mirada recayó en los niños. Inuyasha notó a Izayoi mirando el suelo, a Izaya manteniendo la mirada en algún punto lejano pero con los puños apretados y a Inu no Taisho con la expresión al frente, pero notó cierta sombra dolorosa en su mirar. Nadie se atrevió a decir algo y pasados unos minutos eternos, Inuyasha pensó que nadie diría nada y él explicaría a los niños la situación con más tacto que el padre. Sin embargo, Izaya se levantó de su lugar y aún sin atreverse a alzar la mirada, decidió expresar su opinión.

―¿No soy... Somos, suficientes?. ―Susurró lo suficientemente fuerte como para que Inuyasha le escuchara, pero el rey no lo dejó interrumpirlo. ―Cuando fui a la ciudad con el primer hermano, vi muchas cosas, vi familias y eran como la nuestra. Hermanos, padre y madre, todos juntos siendo felices pese a lo malo que ocurría a su alrededor. Yo pensaba que éramos así, que viviríamos de ese modo. Pero acabo de enterarme que no será así y que he estado viviendo en una fantasía. ―Izaya miró a su madre, el príncipe al decir aquello supo que de haber podido, quizá estaría llorando ante el dolor vuelto ira que sentía. ―Si soy sincero, no quiero que se vaya porque egoístamente, quiero eso que vi allá, yo también quiero tener una familia. Y he tratado de comprender que no pertenece a este lugar y que no podemos obligarlo a quedarse, pero no puedo. ¿Es malo que quiera tener a mi madre a mi lado?.

A Inuyasha no se le permitió interrumpir, el rey no lo dejó. Debían hablar y decir lo que pensaban, cada uno tendría su turno para hacerlo. Por esa razón el Rey Demonio dejó que las crías se desahogaran, todo antes de partir al frente. Pero vio cuan afectados estaban todos, Izaya temblaba y sus puños se apretaron tanto que podría herirse pero se curaba tan rápido que no lo parecía. Los demás también estaban en silencio, pero esta vez Inu no Taisho se levantó apenas Izaya había tomado asiento.

―Vine al mundo para darle mi protección y lealtad, incluso mi vida si me la pidiera. Nací con la mentalidad de que si usted quería un arma, yo lo sería y derramaría la sangre de todo aquel que osara oponérsele. No me importaría si el mundo entero estuviera en contra de sus deseos, si eso pasaba, yo sería el arma y el verdugo; yo sería aquel que acabara con sus enemigos. ―Miró a su madre con seriedad. ―Mi único deseo es que siga sonriendo para mí y que con esa sonrisa, la sangre de mis manos se limpie. Yo no acepto que se vaya, yo acepto verlo ser feliz y no pido más que eso. Así que, sea cual sea su decisión, la aceptaré. 

Cuando dijo aquello, la mirada de Inu no Taisho bajó y volvió a tomar asiento. Inuyasha sintió ese apretón en el pecho con las palabras de ambos príncipes, ambos pensaban diferente pero querían lo mismo, lo querían a él. Y esa sensación no hizo más que aumentar, pero el Rey Demonio no le permitió hablar nuevamente. Todos necesitaban sincerarse, tanto Izaya como Inu no Taisho lo habían hecho y aún faltaban los demás. Inuyasha sabía que sus hijos sufrían, nunca había considerado amarlos tanto como lo hacía, comenzó a dudar de su decisión. Su lado racional y el emocional estaban en un constante conflicto. Vivir en un mundo extraño colmado de demonios pero siendo acompañado por un pequeño grupo de ellos que si bien fueron creados a la fuerza, se convirtieron en una buena familia o vivir en un mundo conocido y con humanos como él pero seguir siendo alguien solitario que no tenía a nadie a su lado. La familiaridad que no sentía en uno, estaba en el otro y la familiaridad que no había en el otro, estaba en uno. Inuyasha sentía que colapsaría, pero no dejó que sus pensamientos lo dominaran y vio como Izayoi se levantaba de su asiento todavía sin mirarlo.

―Al enterarme de la verdad tan repentinamente, creí que lo más cruel que alguien podía hacer, era hacerle creer a las personas a las que le importa, que estaría siempre a su lado y luego irse sin mirar atrás. Pero luego entendí que aunque parezca que las personas que amas no están al pendiente de ti o no puedas verlas, no significa que no te quieran. No podemos evitar esto, mas podemos reconocer que madre nos ama y que desea que estemos a salvo pese a que no podamos verlo. ―La princesa finalmente miró a su madre y con una sonrisa, prosiguió con sus palabras. ―Yo, al igual que el segundo, no quiero que se vaya pero sé que eso no será posible. No entiendo qué es lo que puede haber en aquel lejano lugar, pero no le reprocharé si quiere volver. 

Y la princesa le dirigió una inclinación a su madre por respeto, se sentó nuevamente tras haber dicho lo que pensaba. Hubo un silencio en la gran sala, Inuyasha analizaba las palabras recibidas y pensaba en su difícil situación, pero las palabras del Rey Demonio aparecieron.

―Soy un egoísta porque quiero que te quedes, sin importarme lo que tú desees y sé que eso es malo; debo dejar que tú decidas, no puedo aprisionarte como si fueras un vil objeto. Pero, cuando sonríes tan radiantemente, no puedo evitar desear tomar tu mano y nunca soltarla. También sé que tu deseo es irte, no te detendré; sé que cuando ese día llegue y te hayas ido, tu recuerdo continuará morando en los corazones de los cachorros y en el mío, no serás olvidado. Seguiremos adelante y mientras podamos recordarte, tú no desaparecerás de nuestras vidas. ―Tomó una pausa al verse observado tras empezar a revelar la verdad de su corazón, pero era necesario hacerlo. ―No estoy seguro de que si siento lo mismo que sientes por mí. Sé que siento afecto por ti y una intensa necesidad de protegerte, pero no tengo la certeza suficiente como para afirmar y nombrar este sentimiento. Por esa razón, alejarte es lo mejor que puedo hacer en este momento. Y solo me la he pasado haciéndote daño, causándote dolor innecesario. Tampoco estás a salvo aquí, no en un mundo tan peligroso como este y puedo concordar con los cachorros en eso, por esa razón no pienses que te obligaremos a quedarte y por favor, cuanto te vayas, no mires atrás; será menos difícil para todos.

Finalmente guardó silencio, los príncipes bajaron la mirada e Inuyasha sintió aquellas palabras cernirse profundamente en su corazón. Miró al Rey Demonio, este no lo miraba y los niños tampoco, pero podía ver el sufrimiento en ellos. Su corazón y su mente le decía con insistencia qué decir, había dos opciones. Ahora que ellos habían hablado, llegó su turno y se levantó, sintió la bruma de emociones atrapándolo.

―¿Qué es el amor si no hay dolor?. Me has lastimado y aún así, sigo conservando estos sentimientos por ti y pensando que tus buenas acciones conmigo opacan ese dolor. El amor es sin duda doloroso, pero como lo dijo nuestro hijo, también es lo más hermoso que hay y no harás que cambie de opinión. ―Miró a ese hombre, su mirada brillante y sus sentimientos empezando a ganarle a la racionalidad comenzaron a hablar por él. ―Si vuelvo a mi mundo, puedo continuar viviendo tranquilamente. Conseguir un nuevo trabajo, aplicar para una beca y continuar con mis estudios. Podré rehacer mi vida y vivir solo, eso es un buen plan. ―Su mirada ahora volvió a sus hijos. ―Pero, si regresara a mi mundo, no sé cómo podría retomar mi vida anterior. Yo ya no soy la misma persona, este lugar me ha cambiado y no me disgusta. No conozco sus costumbres, sé casi nada de ellas y lo que extraño de mi mundo es la familiaridad, un lugar donde me siento en casa. Yo sé que vivimos de diferentes maneras y que nuestra perspectiva es diferente, pero por eso quería que me enseñaran su mundo, quizá algún día podría entenderlo y aceptarlo.

Inuyasha prontamente tuvo cuatro pares de miradas en un matiz similar mirándolo, tres con esperanza y una con sorpresa. No estaba seguro de sus palabras, pero las palabras de sus hijos y las de aquel rey le calaron profundamente. Tanto que recordó las palabras que le había dicho al rey en su momento; «Escucha a tu corazón, cuando no haya nada más que puedas hacer».

―Dices que este mundo es peligroso, ¿pero qué mundo no lo es?. ¿Que me haces daño? Eso lo sé y también sé que yo lo elegí. Sabía de antemano los riesgos que corría al hacerlo, incluso a veces no sé si soy un estúpido por seguir esperando por ti y quizá lo sea. Tal vez era un estúpido por esperar algo que duele y tratar de amar a alguien que no quería ser amado, pero más estúpido es rendirse sin intentarlo. Yo nunca voy a perdonarte por todo el daño que me causaste, pero de nada sirve dedicarme a odiarte porque eso no arreglará nada. ―Su mirada se enfocó en los príncipes. ―Al principio odié la idea de tenerlos, deseaba escapar y que nunca nacieran, pero todo cambió cuando los conocí. Odiaba la idea de ser un fenómeno y ser llamado madre, mas no pude evitar amarlos tanto y más que a mí mismo. Ahora son todo lo que necesito para ser feliz. Mi vida no sería la misma sin ustedes, niños. 

Y antes que Inuyasha dijera algo más, tanto Izaya como Izayoi lo abrazaban, siendo observados por el primero y el rey. Ese abrazo tan emotivo hizo que Inuyasha sintiera lo mucho que lo amaban sus hijos, miró al primer príncipe y lo instó a acercarse, que compartieran un momento como familia después de tanta incertidumbre y al final, el príncipe abrazó a su madre, sintiendo ese amor que le profesaba. 

Mientras se abrazaban e Inuyasha les repetía lo mucho que los amaba, el Rey Demonio miró la escena, sería difícil el separarlos el uno del otro. No podía separar a una madre de sus hijos y no podía quitarles a sus cachorros a su madre. Pero ya el tiempo diría que pasaría, aún faltaban muchas cosas por venir.

Continuará...

 


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