Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Inuyasha gimió gustoso mientras abrazaba su almohada la cual sentía tibia y aterciopelada, se sentía bastante bien después de su siesta. Sus energías se sentían renovadas y se permitió suspirar relajado. Su aliento chocó con su almohada e Inuyasha se dio cuenta de que por más fantasioso que fuera ese mundo, las almohadas no se estremecían y mucho menos, respiraban. Lentamente, dejó de abrazar lo que fuera que estuviera abrazando y dio un respingo al darse cuenta que se trataba del Rey Demonio. Obviamente, la vergüenza tiñó de rojo su rostro.

Por instinto, Inuyasha empujó al demonio pero solo provocó que su cuerpo se impulsara hacia atrás y antes de caer, fue sostenido nuevamente por el Rey Demonio. Una caída podría traerle graves consecuencias por su estado, pero no quería seguir en esa posición tan comprometedora.

―¡Se supone que no ibas a tocarme más de lo necesario!. ―Exclamó Inuyasha con clara vergüenza.

A pesar de su exaltación, Inuyasha fue ayudado a ponerse de pie tranquilamente. Antes de seguir refunfuñando, Inuyasha vio al Rey Demonio tomar su armadura rota y acercarse a la puerta. 

―Gracias. ―Murmuró el señor de los demonios antes de abandonar el lugar.

Cuando estuvo solo, Inuyasha se sentó en la camilla y colocó su mano sobre su pecho; sintió su corazón latiendo acelerado. Trató de calmar su respiración errática y pensar con claridad. Últimamente, ese tipo no hacía más que confundirlo y guiarlo en una montaña rusa de emociones.

El Rey Demonio era capaz de herirlo, pero también era capaz de ayudarlo. Desde que Inuyasha había llegado a ese lugar hacía ya unos meses atrás, había vivido más experiencias que en su mundo. Aunque estaba confinado dentro de ese tenebroso castillo, se había sentido más vivo que en su vida normal. En ese lugar Inuyasha se había sentido amado, todos lo respetaban y adoraban. Tenía un hijo que si bien todavía no terminaba por aceptar, le brindaba una tranquilidad inigualable cuando lo veía con bien y tenía uno más en camino. La hechicera lo trataba bien, la pequeña Rin igual y en ese lugar con el único que había tenido problemas era con el rey. Pero Inuyasha no quería detenerse a pensar que una vez que el segundo príncipe llegara a ser mayor en un par de meses, tendría que volver a relacionarse sexualmente con el Rey Demonio y esta vez, debía cooperar.

Inuyasha ya ni siquiera había notado desde que punto había dejado de temer al Rey Demonio, o desde cuando podía llegar a provocarlo sin temer a su ira. No sabía desde cuando sus pensamientos empezaban a flaquear cuando se trataban de él. Su mano se posó en su vientre y suspiró, era realmente difícil todo lo que pasaba a su alrededor. Cuando planeaba levantarse e ir a buscar algo de comer, la puerta se abrió y varias doncellas aparecieron con comida.

―Alteza, su majestad ordena que coma lo suficiente y descanse lo que resta del día. Ya no necesita seguir ocupándose de liderar ahora que ha regresado. 

Inuyasha solo se dedicó a comer, realmente estaba hambriento. Quería pensar que ese hombre solo había mandado decir esas palabras por obligación y nada más, no quería empezar a distorsionar sus propios pensamientos por tonterías. Pero, por más que Inuyasha lo intentó, no pudo evitar reprimir una tenue sonrisa que apareció en cuanto dio el primer bocado.

Y así pasaron dos semanas en las que Inuyasha no fue capaz de sostenerle la mirada al Rey Demonio cuando se topaban de repente. Y realmente parecía que estaban destinados a encontrarse en cada oportunidad.

Finalmente, el nacimiento del segundo príncipe llegó y se hizo el mismo procedimiento. Lo último que había visto Inuyasha antes de cerrar los ojos por la poción suministrada, había sido al Rey Demonio quien lo había encontrado retorciéndose de dolor en su habitación. El demonio se mantuvo cerca durante todo el proceso e Inuyasha pudo mirarlo con los brazos cruzados y recargado contra el muro de la enfermería. Inuyasha cayó ante los efectos somníferos de esa poción creada por Kagome. El nacimiento aunque antinatural, se llevaría a cabo y la segunda calamidad surgiría.

Luego de un rato, el llanto de una delicada criatura se escuchó y los habitantes del castillo celebraron por el segundo príncipe. Las mujeres que habían ayudado a Kagome con el nacimiento, se habían encargado de cuidar al pequeño príncipe en lo que su reina despertaba y descansaba. La poción de sanación que le habían suministrado, apenas surtía efecto y la herida que le hicieron empezaba a sanar a su ritmo. 

Inu no Taisho había sido quien recibió a su hermano, el Rey Demonio se había marchado en cuanto dijeron que el príncipe había nacido. Mientras cargaba el delicado bulto en sus brazos, el primer príncipe no pudo evitar mirar con lástima al pequeño, sabiendo la vida desdichada que llevaría. Pero se convenció de que no sería así, su madre estaba cambiando, todos estaban cambiando. Inu no Taisho se había dado cuenta de ello al ver a su padre esperar noticias de su madre con algo que según pudo notar, parecía impaciencia. No sabía que pasaría más adelante, pero se aseguraría de que el pequeño tuviera en claro que no solo eran armas para destruir a la humanidad, si no que también podrían hacer del encierro de su madre algo más llevadero.

―Tú, yo y los demás, haremos que madre deje de estar triste y ayudaremos a padre en su misión. Estoy seguro que cuando lo hagamos, dejaran de vernos como armas y madre nos amará como a sus hijos. Al menos en lo que dura su estadía aquí.

Las palabras amargas del príncipe solo fueron escuchadas por su pequeño hermano, ese sería un dolor que compartirían en cuanto trajeran la consciencia de su hermano a la fuerza, justo como lo habían hecho con él en su momento. Inu no Taisho acompañó a su hermano durante un rato, hasta que se le fue notificado que su madre había despertado.

Inuyasha había despertado y como si fuera un deja vu, trató inútilmente de encontrar al pequeño que había cargado durante un mes. Como había pasado antes, se levantó de la cama y antes de aproximarse a la puerta, esta se abrió dejando ver a los dos Príncipes de la Calamidad. Inuyasha se acercó con algo de inseguridad a ellos y descubrió el bulto envuelto en mantas, un niño idéntico a sí mismo, pero con una extraña peculiaridad. El pequeño príncipe no tenía las orejas puntiagudas como su hermano y su padre, tenía dos pequeños triángulos afelpados sobre la cabeza que Inuyasha comparó con las orejas de un cachorro recién nacido.

―Tan lindo. ―Murmuró Inuyasha apenas se le fue entregado el pequeño.

Inuyasha había tratado por todos los medios de no apegarse tanto al niño, lo había intentado, realmente lo había hecho pero había fallado. Él no quería que se notara que estaba feliz de tenerlo en sus brazos, un sentimiento que ya había sentido cuando cargó a Inu no Taisho por primera vez. Pero como se lo había dicho al primer príncipe, Inuyasha intentaría que fueran felices y llenarlos con el afecto que el Rey Demonio no les daría. Y estando en su habitación solamente con la compañía de sus hijos, Inuyasha decidió desinhibirse un poco. 

El segundo Príncipe de la Calamidad dormía, ya había sido alimentado e Inuyasha lo mantenía protegido en sus brazos. Porque por mucho que le irritara admitirlo, la satisfacción de cargar a los niños, sus príncipes, era algo que le gustaba. Inuyasha era observado en silencio por el primer príncipe, quien había dejado su entrenamiento para acompañarlo.

―Me hubiera gustado tenerte así por mucho tiempo, pero debías crecer. ―Murmuró Inuyasha y miró al príncipe. ―Siento que te arrebataron mucho. 

―No soy el único al que le quitaron algo, en esta interminable guerra muchos han perdido cosas peores que mi infancia. Hay algunos que perdieron sus hogares, seres amados y otros perdieron su libertad. ―Contestó. La última frase había hecho que desviara la mirada, ambos sabían porque. ―Una vez que los cinco seamos lo suficientemente fuertes y descubramos nuestros dones, haremos hasta lo imposible para que todo valga la pena.

―A veces me cuesta creer que solo tienes tres meses, puedes llegar a ser más maduro que yo. ―Inuyasha rió por ello. ―Pero tienes razón, hemos perdido muchas cosas, mas confío en ti y tus hermanos. Sé que lo lograrán, que no van a rendirse y que esos dones aparecerán. Todo será diferente una vez que esta guerra termine.

Inuyasha simplemente empezó a relatarle a su hijo las vivencias que ambos tuvieron cuando era pequeño. Pero Inuyasha se sintió mal al darse cuenta que eran muy pocas, Inu no Taisho solo había pasado dos semanas con él siendo un niño. Fue cuando notó que no habían disfrutado la compañía mutua por su propia negación y porque se lo arrebataron de los brazos muy pronto. Se prometió a sí mismo que no dejaría que eso volviera a pasar, Inuyasha haría que los príncipes no desearan amor porque él mismo iba a dárselos. Porque después de haber visto como Inu no Taisho arriesgaba la vida por su causa, hizo que su percepción cambiara. Y no dejaría que esa delicada cría en sus brazos pasara por lo mismo.

Obviamente Inuyasha iba a seguir negando que se refirieran a él como madre, pero si era sincero consigo mismo, no hacía más que dar una queja y hacerlo de lado. Nunca había llegado a reprender al primer príncipe cuando le decía de esa forma y esa era la razón por la cual este le seguía llamando como tal. Aunque Inuyasha esperaba que el segundo príncipe no lo llamara así, estaba seguro de que si esa fuera su primer palabra, estaría realmente orgulloso.

Y después de la rutina diaria, llegó la hora de dormir. 

Mientras Inuyasha dormía en su cama, no fue capaz de notar al invasor que entró a su habitación por la puerta. Había sido tan silencioso como la brisa que entraba por la ventana. Y en conjunto con la oscuridad, el visitante nocturno se acercó a la cuna preestablecida del segundo príncipe, donde claramente el pequeño dormía ajeno a la mirada brillante que se le era dirigida.

Nadie más que el Rey Demonio era capaz de entrar a la habitación de la Reina Humana de la Calamidad sin temor a represalias. Tampoco nadie era capaz de eludir a los guardias y al primer  príncipe como él lo había hecho, solo con el pensamiento fugaz de ver al pequeño segundo príncipe. 

Después de la escena entre él e Inuyasha tiempo atrás, el Rey Demonio había empezado a sentir curiosidad por él. Pero en ese momento estaba enfocado en el segundo príncipe, uno de sus vástagos y la segunda calamidad. El Rey Demonio esperaba que su segundo hijo fuera más manejable que el primero, que obedeciera sus ordenes sin titubear y que fuera fuerte como deberían ser las calamidades quienes serían mucho más poderosas que un demonio de alto rango. Tocó la mejilla del pequeño con uno de sus dedos, cual casualmente no poseía una garra afilada, solo para darse cuenta que se sentía blanda y cálida. Esa acción lo despertó, mas el pequeño miró fijamente los brillantes ojos en la oscuridad con curiosidad. Cuando el pequeño sujetó el dígito y se negó a soltarlo, el Rey Demonio supo que el segundo príncipe sería tan terco como su madre y quizá muy parecido. Cuando el príncipe empezó a llorar con fuerza al ser retirada la mano del adulto, el Rey Demonio supo que ese niño no solo compartía el aroma peculiar de Inuyasha, si no que también su temperamento. Al ver a Inuyasha maldecir adormilado y removerse, fue la señal para marcharse sin ser notado.

Gracias a esa pequeña visita, el Rey Demonio supo que el segundo príncipe podría ser una copia de Inuyasha y esperaba por el bien de su paciencia, que no fuera así. El mundo no soportaría una cría malhumorada, gritona y molesta. 

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).