Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Desde que el Rey Demonio y el primer príncipe había partido a la batalla, las cosas solo se habían complicado para el reino de los demonios. Desde demonios atacando humanos solo para terminar muriendo por los llamados exterminadores y humanos atacando las pequeñas aldeas demoníacas causando incontables muertes para ambos bandos. Tanto humanos como demonios terminaron muriendo o sin hogar, pero con la llegada de su líder, todo empezaría a calmarse. Pero en el castillo del Rey Demonio, las cosas seguían tan tensas como al principio.

Inuyasha quien ejercía su labor como el líder, debía ayudar a los refugiados y heridos de las tantas batallas por territorio. Debía reubicar a los civiles que acudían a él por ayuda y encontrar formas viables de que no se volviera un caos. Y no solo eso, el concejo parecía olvidar que su reina tenía limitaciones por pertenecer a la raza humana. En varias ocasiones Inuyasha no había probado alimento o dormido por tratar de hallar soluciones a los problemas que se habían formado. Muchos olvidaban que a diferencia de los demonios, su Reina Humana tenía necesidades diferentes. Pero Inuyasha nunca se quejó, todo lo hacía por deber y a pesar de eso, siempre hacía tiempo para Izaya.

Con el pasar de los días, el segundo príncipe iba creciendo. Al principio había resentido la lejanía de su padre pero como el tiempo pasaba rápidamente en él, empezaba a olvidarlo. Aún así, Inuyasha encontraba tiempo para ver a Izaya cada noche y relatarle historias acerca de su padre, deseando que no lo olvidara. Antes de que el príncipe durmiera, Inuyasha le contaba alguna anécdota del padre y al niño le gustaba escucharlo. No importaba cuan cansado o hastiado estuviera, Inuyasha siempre tenía algo que contar para el segundo príncipe y ver la gran sonrisa del pequeño hacía que su esfuerzo valiera la pena. Incluso Kagome se les había unido al ver las intenciones de Inuyasha, ella solía contar cosas simples pero agradables acerca de su convivencia con el rey. Pero siempre evitaba hablar de su niñez y su pasado lejano, en algunas ocasiones Inuyasha terminaba con más preguntas que respuestas. No preguntó acerca de sus dudas por mucha curiosidad que tuviera.

Cuando Izaya se volvió un adolescente, ya no recordaba su convivencia con el Rey Demonio. Pero gracias a las historias que Kagome e Inuyasha le contaban, había desarrollado una gran admiración por su padre y unas inmensas ansias por que el mes llegara a su fin. Como Inu no Taisho lo había hecho en su momento, Izaya también empezó a esforzarse al máximo para alcanzar a su hermano y enorgullecer a su padre. Pero a diferencia de su hermano, Izaya era bastante vivaz y enérgico, tanto que solía hacer enojar a sus tutores e instructores de combate. Para Kagome, Izaya era una copia exacta de Inuyasha y ansiaba ver la reacción del rey al notarlo. Porque Izaya solía hacer lo que le venía en gana y no respetar la autoridad, justo como Inuyasha lo hacía. Y en cuanto a su don, Izaya se volvió el primer discípulo de Kagome para aprender el arte de la magia curativa con los conocimientos de una hechicera que solo había sido superada por su maestra y su antecesora.

Gracias al entrenamiento intensivo, Izaya demostró que su don era la curación y que podía curar heridas graves. Su poder curativo era incluso más fuerte que el veneno creado por los magos y que podía hacer que su don curara varios demonios a la vez sin esfuerzo. Justo en ese momento, Izaya entrenaba en el patio de entrenamiento. Planeaba curar a los guardias que había herido durante el combate.

Cuando todos vieron al príncipe juntar sus manos en un gesto solemne, que su cuerpo fuera rodeado de un torrente extraño de viento y extender sus manos en un solo movimiento, la matriz mágica que se formó a sus pies curó a todo el que estuviera encima. Todo aquel que estuviera sobre la luz dorada que emitía la magia curativa del segundo príncipe, terminaba renovado y sin ni un ápice de heridas. Luego de mucho entrenar y que tuviera una buena base, el príncipe pudo curar a sus congéneres de manera más eficiente y sin tener la necesidad de tocarlos para hacerlo. Gracias a eso, Izaya tenía un poco de respeto dado que nadie lo respetaba como a su hermano mayor. Izaya no conocía a su hermano pero era evidente que era sumamente respetado, eso solo ampliaba sus ansias de conocerlo y corroborar con sus propios ojos si era tan genial como lo pintaban. Luego de un rato entrenando y haciendo enojar a Jaken, su tutor, Izaya decidió que era buen momento para recibir algo de atención de su madre.

―Abuelo, iré a ver a mi madre. ―Lanzó a un lado la espada que usaba sin cuidado.

―¡No puedes ir a molestar a la reina cuando te venga en gana, mocoso mimado!.

―¿No?. ―Río y empezó a correr hacia el castillo. ―¡Solo observame, abuelo!.

―¡Que no soy tu abuelo!. ―Chilló el pequeño demonio mientras agitaba su báculo de madera. Izaya se perdió en la distancia sin prestarle atención. ―Espero que el amo bonito regrese pronto, este mocoso nos volverá locos a todos.

Mientras Jaken hacía que los guardias limpiaran el desastre que ocasionó el segundo príncipe, Inuyasha estaba en la sala del trono buscando la manera de resolver un nuevo desafío. Como lo había predicho antes, los humanos empezaron a golpear sus puntos débiles. Inuyasha tuvo que buscar una nueva forma de obtener víveres para el reino demoníaco sin que los demonios menores murieran de hambre dado que los humanos empezaron a envenenar las tierras de cultivo. Los productores de alimento habían sido atacados y se preveía una gran escasez de alimentos, las familias serían las más afectadas y las fuerzas armadas.

Inuyasha masajeó sus sienes ante su dolor de cabeza mientras escuchaba las ideas de la hechicera y las de más miembros del concejo. No había dormido en dos días y apenas había probado bocado, estaba cansado y por más que buscaba oportunidad para retirarse, aparecía un nuevo problema que se lo impedía. Realmente era difícil ser un buen gobernante, pensó Inuyasha para sus adentros. Y como si los problemas dentro de la sala no fueran suficientes, Inuyasha escuchó un escándalo afuera del lugar. Cubrió su rostro con las manos y suspiró con frustración; estaba cansado, estresado, hambriento y furioso, no deseaba ver a Izaya en ese momento o temía descargar todo eso con él. Inuyasha tuvo que contar mentalmente y serenarse, luego de eso pudo permitir la entrada al segundo príncipe.

―¿Pasó algo para que hayas interrumpido tus entrenamientos, Izaya?. ―Preguntó Inuyasha. Los ancianos del concejo solo atinaron a guardar silencio y mirar mal la interrupción.

―Yo solo... ―Izaya miró el suelo y rascó su nuca, río de manera nerviosa ante la pregunta. Se sentía demasiado infantil con su acción y más al escuchar los susurros. ―Quería verlo, ayer no pudimos reunirnos como en días anteriores.

―¿Y qué esperabas, niño?. ―Se adelantó uno de los demonios presentes. ―Estamos en plena guerra, los problemas son cada vez mayores. Nuestra reina debe enfocarse en su gente, tiene responsabilidades que cumplir en vez de perder el tiempo. 

―¿Que podría saber? Es solo un cachorro. Mientras su hermano está luchando valientemente, este niño no hace más que jugar y evadir sus responsabilidades. ―Habló otro. 

Varios más se unieron soltando comentarios cargados de ironía y su claro apoyo hacia el primer príncipe, Kagome solo empezó a hacer señales a sus compañeros para que se callaran. Mientras aquellos ancianos hacían que el segundo príncipe se cohibiera y deseara huir del lugar, estaban alimentando las ansias asesinas de una criatura más peligrosa que todos ellos juntos y eso lo tenía en claro la hechicera. Kagome supo que estaban perdidos cuando a alguien se le ocurrió llamar «débil» a Izaya de manera despectiva.

―¡Si no quieren que rueden cabezas aquí, será mejor que todos cierren la maldita boca!. ―El grito de Inuyasha los había callado a todos. Izaya solo pudo mirarlo embelesado, como si fuera un dios de la guerra capaz de imponer respeto con su presencia, justo así se imaginaba a su padre. ―¡Recuerden que este niño es el segundo príncipe y una de las calamidades! Izaya merece tanto respeto como su hermano, ¡él fue quien salvó a su rey de la muerte! ¿O es que acaso lo olvidaron? ¡Este niño les salvará el trasero, ustedes deberían besar el suelo bajo sus pies!. ―Hubo un silencio absoluto. ―Si vuelvo a escuchar que denigran a mi hijo, ¡haré que les arranquen la lengua! No olviden quien está a cargo.

Inuyasha sentía que se desmayaría ante su gran ira, se sentía como un volcán a punto de explotar. Se levantó de su lugar y le indicó a Izaya que saliera del lugar, no deseaba que siguiera rodeado de esas indeseables personas. Nadie fue capaz de retener a la Reina de la Calamidad, dejaron que se marchara y Kagome retomó la plática, aunque todos se mantuvieron tensos. Inuyasha e Izaya terminaron en el patio, bajo la sombra de un gran árbol. Inuyasha se había permitido recargarse contra él y cerrar los ojos, lo necesitaba. 

―Lamento causar tantas molestias. ―Susurró Izaya y terminó sentándose contra Inuyasha. Hablaba en general, aquellas palabras dichas por el concejo le habían afectado. 

―No hagas caso a lo que digan esos idiotas, la mitad de lo que dicen es útil y la otra mitad es basura sin sentido. ―Contestó sin abrir los ojos, usó sus brazos como almohada. ―Pero ellos no son nadie para hablar de ese modo sobre ti, así que no dudes en venir a verme cuando eso pase.

―¿Qué habría dicho el primer hermano si hubiera estado en esta situación?.

―Nada, tu hermano no suele hablar demasiado. ―Inuyasha se dedicó a recordar como Inu no Taisho era capaz de doblegar al concejo sin necesidad de decir más de una oración. ―Simplemente los habría mirado y con eso habría sido suficiente para callarlos o si no, destruir algo para demostrar su fuerza y lo que podría pasar si seguían molestándolo.

―El primer hermano es asombroso, quisiera ser como él. ―Masculló. ―Me gustaría ser tan fuerte y valiente como él.

―Inu no Taisho es fuerte gracias a su propio esfuerzo, él también tuvo sus momentos en los que tenía miedo y deseaba ocultarse. No es malo tener miedo, todos tememos a algo pero solo los valientes son capaces de enfrentarse a todo con sus miedos a cuestas. Inu no Taisho tenía miedo de decepcionar a tu padre y por esa razón se esforzó lo suficiente para demostrarle que era fuerte, solo así pudo llegar al nivel suficiente para pelear a su lado. ―Inuyasha abrió los ojos y miró a Izaya con una pequeña sonrisa cansada. ―No te rindas y verás que no solo alcanzarás a tu hermano, si no que también serás capaz de pelear a su lado. Ustedes serán imparables y seguirán siendo nuestro mayor orgullo.

Inuyasha no esperó que Izaya se levantará de golpe de su lugar, que gritara «gracias por sus palabras, me prepararé para conocerlos» y que saliera rumbo al patio de entrenamiento. Sin duda este niño era peculiar, pero era más extraño que poco a poco, la idea de llamarlo «hijo» no sonaba tan mal como al principio. Inuyasha pudo empezar a notar que con el pasar del tiempo, la idea de ser madre empezaba a sonar tan natural en él y que ya no le molestaba la idea de que los niños lo llamaran así. Los niños lo estaban cambiando demasiado rápido, ese lugar le estaba afectando más de lo que debería y a pesar de que ese cambio empezara a aterrarle, una pequeña parte de su corazón se estaba aferrando a él, a ese lugar y al sentimiento que le provocaban sus amigos, sus poco a poco reconocidos hijos y una pequeñísima parte, a sus raras interacciones con el Rey Demonio. 

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).