VI
Abandonar la caja de cobro les había tomado más tiempo del que hubiera imaginado. La chica, con el afán de retenerlo allí todo lo humanamente posible, se había movido con una lentitud irritante mientras intentaba hacerle conversación. Pronto, el pitido de los comestibles siendo registrados comenzó a mellar en la poca paciencia que le quedaba. Además, Jiwoo, a su lado, sólo sonreía con cordialidad hacia la mujer, en completo conocimiento de su irritación.
Uno de los dos debía ser el educado, ¿verdad?
Kayden supo, entonces, que jamás saldría a hacer las compras de nuevo. O al menos no volvería a acompañar a Jiwoo a la caja para pagar.
Si pensaba en retrospectiva, más de una persona de las que había en el supermercado se había detenido al menos una vez a verlo. Kayden estaba en completo conocimiento de su atractivo, además era un maldito extranjero, ¿cómo no iba a llamar la atención?(1) Más de una mujer cuchicheaba a su alrededor y lo señalaba. ¡Incluso vio a algún hombre detenerse de repente y mirarlo con una expresión pasmada!
Sí, Kayden era guapo, más que guapo, ¡era el más jodidamente guapo! Y aunque mayormente no le importaba ser el centro del universo (casi siempre lo era adónde fuera que iba, si era honesto), en esa circunstancia estaba al tope de su tolerancia.
Tamborileó los dedos sobre sus brazos cruzados, mirando hacia ningún lugar mientras Jiwoo intentaba ser cortés con la mujer al decirle que se apresurara. Kayden se mordió la lengua porque, joder, ¿no podía simplemente mandarla a la mierda y listo? Pero a Jiwoo no le gustaba eso y él debía aguantarse el desfile de groserías que raspaba contra sus dientes para salir.
—Aquí tiene. —Escuchó que la fulana decía, por lo que giró para ver en qué podía ayudar a Jiwoo—. Muchas gracias por su compra. Espero verlo pronto.
Y eso había sido dirigido a él. No a Jiwoo. A él.
Qué infame mujer, ¿cómo se atrevía a ignorar a Jiwoo de esa manera?
Gruñendo e ignorándola por completo, tomó las bolsas con las compras de las manos de Jiwoo y las cargó él. Escuchó a Jiwoo despedirse de la cajera y agradecerle el servicio brindado, pero él ya estaba saliendo del asfixiante lugar.
La brisa nocturna lo golpeó con tal fuerza que soltó un suspiro mientras se estremecía. La rabia, no obstante, continuaba asida con mano de hierro a su cuerpo.
—¡Señor Kayden! Déjame ayudarte. —Jiwoo intentó tomar algunas de las compras, pero él movió el brazo para evitarlo.
—Está bien, yo puedo. —Tampoco pudo evitar que su voz saliera quizá un poco irritada.
Jiwoo caminó a su lado, removiéndose incómodo, sin saber qué decir. Kayden lo conocía demasiado bien para saberlo.
—¿Por qué pones esa cara? —le preguntó, mirándolo de reojo.
La ciudad, aunque algo ruidosa pese a la hora, estaba tranquila. Jiwoo miró a un dueño paseando a su perro un momento, antes de sonreír con suavidad.
—Lo siento.
Deteniéndose de repente, Kayden lo miró con una ceja levantada. Jiwoo se detuvo unos pasos más adelante y giró apenas para verlo; lucía triste de una manera que le oprimió el pecho.
—¿Por qué te disculpas ahora? —Torció la boca, acortando la distancia con una única zancada.
—Te obligué a acompañarme a hacer las compras, y ahora estás enojado.
—¿Piensas que estoy enojado porque me pediste que te acompañara? —Qué situación más complicada. Kayden estuvo tentado a frotarse la frente, pero sabía que eso sólo lo haría parecer más molesto e irritado. Resopló, en cambio, llenándose los pulmones con el fresco aire del crepúsculo—. No estoy molesto contigo, Jiwoo.
De hecho, Jiwoo era la única razón por la que él, el Gran Kayden, podría alguna vez aguantar una situación tan aberrante como la que había pasado en ese jodido supermercado.
—Ya te había comentado antes que ser tan popular es jodidamente irritante —habló entre dientes, obteniendo la atención de Jiwoo y sus dorados ojos todavía luciendo arrepentidos—. ¿Ves lo que ocurre? La gente hace lo que sea con tal de llamar mi atención, hasta ser groseros y unas pequeñas mierdas con otros. Como esa mujer lo fue contigo.
Algo pareció hacer click en Jiwoo, porque Kayden lo vio reflejado en el repentino brillo de sus ojos dorados. Incluso sus mejillas se ruborizaron de un momento a otro. Contra la luz rojiza del atardecer, se veía simplemente adorable en muchas formas.
—¿Te enojaste por mí?
Cuando lo decía así sonaba un poco extraño. Aunque era verdad. Ver cómo esa mujer ignoraba a consciencia a Jiwoo y a sus intentos de ser amable, sólo para llamar su atención había provocado que la bilis subiera por su garganta. Kayden había estado a nada de ponerla en su lugar, y lo único que lo detuvo fue pensar que a Jiwoo eso no le habría gustado.
Sólo por él se mantuvo alejado e intentó ignorar la situación de todas las maneras posibles.
—¡Tch! Claro que me enojé por ti. —Retomó su paso, sintiendo cómo Jiwoo corría para darle alcance—. Debes dejar de ser tan amable cuando alguien está siendo grosero contigo. Ya te advierto que la próxima vez no seré tan condescendiente.
—¿La próxima vez? —La sonrisa de Jiwoo iluminó inclusive al mismísimo nacimiento de la noche; Kayden, de hecho, tuvo que entrecerrar los ojos porque tenía demasiado brillo como para ser real—. ¿Vendrás conmigo de nuevo?
—No digas más tonterías y apurémonos —respondió, en cambio—. Te mostraré el excelente cocinero que puedo ser.
—¡Sí, señor!
Ahora que Jiwoo lucía más tranquilo y animado, Kayden sentía como su propio enojo era drenado rápidamente. Era el efecto Jiwoo. No se podía quejar.
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