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Soy Viento de Noche por Silvia_Riffie

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Notas del capitulo:

Soy una maquina que puedo decir, honestamente la culpa es de guaripolo, mi muso, que no dejaba de tocarme los cojones que no tengo para escribir historias nuevas, mientras recuperaba la cuenta de DropBox.

Minato Namikaze era un hermoso doncel, de esbelto cuerpo hecho para ser amado, de trasero redondo, grande y suave, piernas que llamaban a la lujuria, un abdomen plano, pezones rozados y sensibles; cabello largo  sedoso y rubio y unos hermosos ojos azules, todos acompañados de una nívea piel.


Era toda una belleza, que sonreía con gran proeza, de movimientos delicados y suaves que conquistaban a todos, era un doncel perfecto, hijo del gran general Reiji Namikaze, el honorable marqués, quien poseía gran poder político y militar, tenía tanta influencia por ser quien lideraba las tropas y ganaba batallas, que incluso la familia imperial le temían, pero el marqués Namikaze tenía un desbordante deseo de poder y ambición. Lo único que le interesaba era eso, y a pesar de todas las esposas que tuvo apenas y pudo tener un solo vástago que para su decepción fue un doncel con una concubina de ascendencia nordica, una esclava a quien siempre despreció a pesar de haberle dado su única descendencia. Nunca mostro afecto o preocupación por Minato, siempre lo despreció por ser un Doncel a la hora de obtener más poder que el que tenía lo entregó a manos del emperador, que lo deseó desde la primera vez que lo vio, porque Minato era una hermosa joya.


Tuvo un matrimonio que no deseó, fue coronado emperatriz consorte y fue envidiado por todas las mujeres y donceles del maldito harem, tenía al menos cuarenta personas dentro del harén y todos deseaban su cabeza.


El emperador del sol naciente, Kurama Uzumaki, deseaba a Minato, y hasta cierto punto lo quería, pero siempre había una joya nueva que aparecía en su camino, el gustoso le daba una probada. Aunque siempre volvía a los brazos de su perla dorada, para amarlo de la manera que solo el emperador sabía.


Minato sentía amor por él emperador, lo adoraba, era su esposo, su único amante, quería complacerlo, ser su más fiel amado. De pequeño solo soñó ser su amado esposo, fue criado para complacerlo.


Pero nada era fácil en un harem todos quería poder, usaban sus vientres e hijos como una fábrica de hacer dinero y poder, escalar posiciones, y él, Minato, siempre sería el blanco de todos a derribar, a diferencias de muchas otras y otros en el harem que ya le habían dado príncipes y princesas a su majestad incluso antes de convertirse en emperador. Él para variar se demoró años en quedar en cinta, perdió muchos bebé, fue envenado cientos de veces para evitar su gravidez.


Tuvo que realizar la terrible acción de beber veneno en dosis leves durante años para ser inmunes a ellos, al fin pudo quedar embarazado pero lo escondió de todos, para evitar ser asaltado una vez más. Así pudo dar a luz a su pequeño Menma, pero se lo quitó la madre de Kurama, horas después de su nacimiento, la reina madre se lo arrebató del pecho para criarlo en el palacio de los príncipes, apenas podía verlo dos veces al día para amantarlo cuando era un bebé, ahora con casi tres años no lo veía nunca. Su pequeño príncipe tenía todo el futuro y presente programado por la Reina madre.


Diez años de su vida desperdiciados al lado del emperador y el harem, siendo el objetivo atacar de todos, incluso de su primo querido Kaseiyo Namikaze, quién como único varón de la familia Namikaze quería el título de marqués, haciendo alianzas para destituir al marqués actual por su vejez y así obtener su posición.


A través de artimañas lo lograron, la media  hermana, hija nacida de una concubina irónicamente igualmente la madre de ésta era de ascendencia nórdica, Misato Namikaze  traicionó a su hermano para ascender a su hijo al poder, drogándolo por meses para trastornarlo hasta conseguirlo. Sin el alero de su padre, Minato perdía el poco poder que su padre le daba, aún si era el consorte y tuviera un hijo.


Minato podía soportar todo, pero que trataran de ahogar a su hijo fue la gota que derramó su vaso y su calma, estaba harto de ser el muñeco de paja a golpear, de ser solo un instrumento de desfogar los deseos sexuales del emperador, por lo cual hizo un trato con la reina madre para proteger a su retoño, no volver aparecer en actos públicos, bajar la cabeza ante todos y no volver a tener otro vástago, y en el momento que ella lo decidiera debería tomar veneno, esa mujer lo odiaba, porque jamás lo quiso como consorte, lo sentía una amenaza por ser hijo del marqués, pero luego de su derrocamiento, Minato solo era una piedra en el zapato de toda la familia imperial y el harem.


Al desafortunado Doncel le dolía mucho su cabeza, demasiado, estaba terminando de escribir algunas cartas con las últimas indicaciones para el palacio de harem, el último poder que le quedaba, ya que con intrigas y mentiras lo habían puesto como si fuese igual de loco que su padre, cuando su único pecado fue amar a su emperador y querer ayudarlo a ser mejor de lo que ya era.


Ahora no solo perdía su estatus, sino que su majestad el emperador se estaba divorciando de él, para casarse con otra mujer que le daría más estatus, una que supuestamente Minato quiso asesinar, cuando obviamente fue al revés. En dos días se informaría a todo el imperio del divorcio imperial y caería a ser uno más en el harem, en lo más bajo, al nivel de un esclavo.


- Qué haces –


Minato ni siquiera levantó la mirada, era el emperador que ni siquiera ahora avisaba que iría a sus aposentos, por su puesto estaba siendo degradado a lo más bajo, no había porque tomarse tantas molestias con alguien que estaba en el lodo.


- Contesta el emperador te está hablando – Habló uno de los sirvientes con osadía. Ahora que tenía el poder de mancillar al consorte que jamás lo miró, una vez que cayera a lo más bajo del harén muchos podría disfrutar de ese lujurioso cuerpo.


Minato terminó de escribir las indicaciones, dejó la pluma sobre la mesa, en el preciso acto que dos sirvientes se acercaron para levantarlo con violencia. Se mordió los labios aún dolían los latigazos que su ya ex marido había ordenando en castigo por dañar a su nueva favorita, Mebuki Haruno.


- Quieres otros latigazos más, no tuviste suficiente – Kurama miró a su ex consorte, tenía ya el divorcio aprobado, solo faltaban pequeños detalles, y sería libre de él, se casaría con Mebuki quien le podría dar más poder del que alguna vez Minato le dio.  Aún así aceptaba solo para sí, que no quería dejar a Minato, lo seguiría teniendo en aprecio, lo deseaba como el primer día, era una hermosa flor de oro, además era padre de uno de sus hijos, un varón Menma de casi tres años, un hermoso chiquillo de cabello cobrizo como él, vigoroso, era su hijo favorito.


- Dejaré el palacio mañana a medio día, y me iré a los aposentos del harem – Informó – Estaba poniendo algunas cosas en orden antes de salir de aquí – Minato miró a quien juró amar, alto de cuerpo fornido, cabello cobrizo fuego y ojos añiles de un tono marrón fuego hermoso, era un varón guapo, pero solo era eso un hombre estúpidamente guapo, pero sin sustancia, demasiado manipulable y con ansias de poder que lo llevarían al ocaso. Tomó años darse cuenta que entregarle su corazón había sido una completa tontería.


Kurama odio la voz vacía de Minato, sus ojos azules, aquellas hermosas brazas de fuego azul, no lo miraban. – No tienes que irte de aquí este tu palacio –


- Ya no más – Minato le cortó – La realidad es que el palacio esmeralda es para tu consorte, y yo no lo soy más, solo seré uno de tus concubinos en el harén, pero este lugar es para tu nueva esposa – Levanto la cabeza para que sus ojos azules fríos como la misma nieve chocaran con los bellos ojos marrón atardecer – Espero que sea muy feliz en su nuevo matrimonio y que ella le de todo lo que este inútil doncel no pudo darle – Hizo una reverencia a su ex esposo.


- Quiero pasar la noche contigo –


Minato se mordió la lengua ahogando un jadeo de sulfuro, era sorprendente que fuese tan canalla para pedirle una noche más, el día que había salido el dictamen de su divorcio, era como la última broma cruel de ese maldito hombre.


- Si es su deseo – Minato no le importó que los sirvientes estuvieran ahí, que muchos de ellos lo desearan, desató su bata, la única prenda que cubría su cuerpo, aún su cuerpo palpitaba por todos los latigazos que habían en su espalda, pecho, brazos, piernas, incluso pies.


Un jadeó unánime hubo en el lugar al ver al consorte desnudo completamente frente a su majestad y los sirvientes, todos observando el bello cuerpo del doncel lleno de marcas de latigazos al rojo vivo. Muchos contuvieron la respiración incluso esas marcas no le quitaban la belleza que poseía, antes cuando era un consorte sería un crimen verlo desnudo pero ahora que estaba degradado a lo más bajo del harén, podía mostrar su cuerpo tanto como quisiera.


Se giró para mostrar aún más marcas de latigazos y se fue a la cama en donde se acostó sobre ella abriendo sus piernas – Aquí esta su puta su majestad, puede tomarme si lo desea – Aquella acción hizo soltar gemidos de deseos en casi todos los sirvientes y guardias que habían en el lugar.


Kurama soltó una maldición, Minato estaba siendo grosero, atrevido, diablos cómo lo calentó solo verlo hacer eso, gruñó – Salgan todos – Ordenó furiosos que otros ojos vieran ese delicioso cuerpo. – Mi dulce puta tendremos una noche de pasión – Dijo en cruel burla.


Se acercó hacia al que fue su marido, su consorte, su emperatriz, y lo tomó salvajemente sin importarle si Minato disfrutaba, si su cuerpo podía tolerar el acto sexual, solo importaba su deseo, era el emperador y solo importaba él.


Terminó dentro de Minato frustrado, el chico de solo veintidós años, se habían casado a los doce, no respondió, no hizo ademan de abrazarlo, de gemir para él, fue peor que una muñeca de porcelana, hermosa pero fría.


- Deja esta guerra Minato, no la ganaras, eres mío, aún si ya no eres mi consorte, eres el padre de mi hijo, estas dentro de los cuatro grandes concubinas. Sé que estás dolido, por eso tengo la piedad de perdonarte solo por hoy, pero acéptalo querido sin mí no eres nada, no sabes nada, solo eres un pobre doncel que fue criado para mi satisfacción, entre más pronto lo aceptes mejor – Se acercó a él para besarlo – Siempre serás mi favorito mi amor, no me obligues a tener que usar drogas para estimularte, siempre te desearé y por tenerte haré lo que sea…


Sin más se levantó al ver que Minato mantenía los ojos cerrados, sonrió con sorna qué podría hacer Minato contra él, nada. Aún así había ordenado que el príncipe Menma durmiera en sus aposentos solo por seguridad.  En caso que Minato se le ocurriera hacer una locura, después de todo, la locura era parte de la familia Namikaze, besó con fuerza los labios del rubio como una despedida.


Dejó a Minato en la madrugada a solas. Cuando se vio en intimidad escupió asqueado de haber pasado una noche más con ese maldito hombre. Suspiró tenía que pensar con la cabeza fría, se levantó y tomó una campanilla que hizo sonar, para luego incorporarse y tomar de la mesita de noche una pequeña botellita y beber de ella un liquido que impedía la gravidez, nunca más le daría un hijo a ese maldito hombre.


- Mi señor – Entraron cuatro sirvientas.


- Preparen el baño y ordenen aquí – Ordenó levantándose con dolor.


- Si su majestad – Las mujeres se movieron rápidamente. Dos de ellas fueron a la cama cambiando la ropa de esta que estaba manchada de sangre por las heridas del consorte y fluidos corporales.


Tomó un largó baño, tanto que se quedó dormido en la tina, hasta que una de sus sirvientas lo despertó con cuidado. Su majestad el emperador había enviado a un médico para curar sus heridas.


El médico trató cada herida con ungüento de la mejor calidad, uso las mejores vendas para cubrir sus lesiones y le dio algunas medicinas liquidas para aminorar el dolor.


Se retiro con zalamería, era uno de los tantos que habían ayudado a que cayera en desgracia, aún así Minato le dio la gracias por curarlo, sabía que en el ungüento o en las vendas no había nada malo, no así en las medicinas.


Su cabeza seguía doliendo más que antes de la visita del emperador, ya estaba terminando de amanecer cuando quedó libre de toda atención. Salió al jardín del palacio esmeralda sonriendo un momento ante el sonido de los pájaros, el sonido del arrollo a unos cuantos metros, y la suave sonata de las ramas al mecerse por la fría brisa de la mañana, amaba ese momento del día.


Cerró los ojos absorbiendo el momento, luego caminó hacia su árbol favorito el de cerezos en flor, y cortó algunas ramas de él, dejó una a medio cortar y las otras las tomó.


Volvió de nuevo al palacio donde pidió que le trajeran el desayuno y los medicamentos que ese médico le había llevado.


- Mi señor – Llamó una de las sirvientas alarmada.


Minato le sonrió con una tranquilidad que hace mucho no tenía – Dime –


- Está seguro de beber estos medicamentos – Dijo visiblemente preocupada en un voz alta haciendo que los sirvientes que a esa hora entraban al palacio para terminar de sacar al ex consorte de ahí, la escucharan como también las demás sirvientas.


Minato observó como algunas de ellas y de ellos, espías de distintas partes se ponían nerviosos – Tranquila confió en el médico, su majestad lo envió, dudo que él deseé envenenarme y si es su deseo entonces lo cumpliré – Dijo pasivamente sonriendo con una tranquilidad que asustó a muchos.– Tsume, muchas gracias por toda preocupación – Tomó una de las galletitas y la comió lentamente.


Abrió las botellas que el médico le había dado y las vertió en su té de jazmín para beberlo posteriormente.


Kurama junto a varios diplomáticos y nobles sostenían una importante reunión, pronto deseaban expandir sus territorios pero para eso, tendría que invadir y declarar la guerra a otras naciones e imperios.


La puerta se abrió estrepitosamente – Su majestad, noticias terribles – Ingresó un eunuco – El emperatriz Minato, fue envenenado –


- Cómo – Kurama cambió su cara de furia por la interrupción a una de preocupación. – Cuál es su condición –


- Mi señor, su consorte ha fallecido – Dijo con miedo a que el emperador lo asesinara por llevar trágicas noticias.


- Cómo puede ser posible – Kaseiyo se levantó furioso de su asiento – Debe ser una equivocación, mi dulce primo no puede estar muerto – Se encaminó hacia la salida – Quiero respuestas, su majestad si es verídica la información de este eunuco, lamento informarle que el marquesado Namikaze no se quedará tranquilo hasta esclarecer este asunto – Terminó diciendo saliendo de ahí. Dejando a todos en un estado de estupor, aún con el cambio de marqués, la facción del marquesado Namikaze era demasiado influyente y sí él le quitaba el apoyo al imperio, la facción opositora a la familia imperial, tendrían más poder.


Kurama pensaba mil cosas por minutos pero sobre todo es que no podía ser posible que su más preciado enser estuviera muerto – Shukaku llama todos nuestros caballeros, quiero que cierren ya el palacio esmeralda, nadie entra o sale de ese maldito palacio, llama a tres médicos distintos –


Todos se movieron con rapidez, al llegar al palacio fuera de él había muchos sirvientes y hasta algunas personas del harem viendo que estaba sucediendo, Kurama apenas y le prestó atención.


Ingresó a la habitación de Minato, su ex esposo estaba tendido en la cama, pálido, fue a su lado, quiso tomar su temperatura pero estaba tibio más bien frío, y no respiraba. A su lado el marqués Namikaze aparentemente furioso por la muerte de su primo, ladraba órdenes de aquí para allá. Algunas sirvientas lloraban por la pérdida de su amo.


El emperador con impotencia escuchó a los tres médicos declarar muerte por envenenamiento de su querida flor de oro. Escuchó los detalles de los sirvientes de todo lo que había dicho y hecho Minato esta fatídica mañana, todos hablaron de Tsume temía que algunas de las medicinas tuvieran algún tipo de veneno, pero que Minato con tranquilidad había descartado aquello, porque y todos fueron enfáticos en decir que el propio emperador había enviado al médico, y en caso de que tuviese veneno lo tomaría gustoso y ese era el deseo del gran emperador.


- Por supuesto que jamás mataría a Minato, bajo ninguna circunstancia lo haría, era mi flor de oro, mi perla dorada, mi enser más preciado – Rugió ante la mirada acusatoria de algunos nobles, caballeros y el propio Kaseiyo Namikaze.


- Pero se divorció de él, y lo castigó por supuestos atentados, que nunca fueron bien comprobados, lo único que sé, es que mi primo fue injuriado una y otra vez, hasta el extremo de humillarlo a firmar el divorcio, para su conveniencia su majestad – Señaló Kaseiyo Namikaze, muy parecido a su primo, casi idénticos, rubio y de ojos azules, de facciones uno poco más toscas que Minato, mayor cuatro años que Minato.


- No voy a tolerar esta grosería – Rugió ante la acusación. Pero el marqués no parecía afectado en lo absoluto, su molestia por la pérdida de su primo era más grande que el temor hacia su majestad. Todos sabían que a pesar de la traición, Minato adoraba a su tía y primo cada vez que podía iba a sus tierras a verlos.


- Emperador, esto no es una grosería, esto es delicado, en demasía, la persona que fue su consorte hasta ayer, yace muerto aquí, esto es un crimen – Apuntó a donde estaba el cuerpo de su primo – La última persona que ingresó aquí fue un médico que usted envió, y luego de tomar la medicina que ese médico le entregó mi primo falleció. Es bastante por no decir oportuno que Minato esté muerto horas después de no ser su esposo, su consorte, por tanto nadie tendrá pena capital por lo ocurrido, pero que sepa que quién esté detrás de este terrible acto tendrá que pagar con su vida – El rubio suspiró – Me llevaré el cuerpo, y os ruego que no matéis  al médico hasta que yo pueda interrogarlo, dejaré a varios de mis caballeros aquí, pido que nadie tenga acceso a él, hasta mi regreso– Nadie se atrevía a contradecirlo, el marqués era tan poderoso como el emperador.


- Qué – Kurama se giró furioso hacia el marqués – No harás tal cosa –


- Su majestad, usted ya no es su esposo, usted degrado a Minato a lo más bajo dentro del harén, las reglas son claras si alguien fuera del consorte, y los cuatros grandes concubinas, fallecería, su cuerpo será devuelto a sus familiares –


- Minato estaba dentro de los cuatros grandes – Rebatió desesperado.


- No, mi señor – Dijo Shukaku, su más fiel asistente – Usted le quitó todo poder al ex consorte, y como la reina madre está cargo de la crianza del príncipe Menma, el fallecido joven Namikaze no tenía poder absoluto. Fue usted mismo quien le quitó todos sus privilegios en la orden que envió hace una semana a validar, luego de su divorcio entraría en vigencia. El marqués Namikaze está en lo correcto, ellos deben hacerse cargo de los juegos fúnebres –


- Muy bien, moveré de inmediato el cuerpo de Minato de aquí – Llamó a unos de sus caballeros para hacerlo, sin esperar que el emperador dijera algo – Tsume reúna las pocas pertenencias de mi primo para poder enterrarlo  junto  a ellas –


- Si mi señor – La mujer comenzó a moverse en el lugar buscando todas las cosas, que lastimosamente cabían en una caja pequeña de madera, no habían joyas, ni nada. Solo algunos pasadores para el cabello, una que otra piedra, y unos muñecos de cerámica que el propio Minato había hecho cuando tenía once años y supo que estaba comprometido, era la pareja que conformaban él junto al emperador. Los dedos torpes de la mujer hicieron que la delicada figurita se deslizara de sus dedos y cayera al suelo, haciéndose añicos.


- Qué demonios hiciste – Criticó Kurama, deseó matarla por haber roto el último vestigio de Minato, de su inocencia y amor profunda por él. Pero si lo hacía solo aumentaría la desconfianza, estaba metido en grandes problemas y quería saber quién había sido el responsable de tamaño crimen. Pobre Menma ahora quedaba completamente solo sin su padre.


El cuerpo fue envuelto en finas sedas y colocado con cuidado en una urna para ser trasladado a las tierras de los Namikaze. Mientras unos lloraban de dolor con la muerte de Minato otros no podían más de felicidad, al fin ese tonto rubio estaba frío y lejos del emperador. La más feliz era la reina madre y la nueva prometida del emperador.


Kurama ordenó una investigación a fondo sobre lo sucedido, muchos nobles lo miraban con suspicacia, sin saber si verdaderamente el emperador tuvo o no que ver con la muerte del joven Namikaze. La duda estaba en el aire, y la confianza de muchos se había fragmentado, si el emperador o alguien de la familia imperial se las había arreglado para matar a un ex consorte que era madre de uno de sus hijos, el único y le legitimo heredero al trono, qué les impedía hacerlo con otros.


Las tierras de los Namikaze quedaban a más de medio día de distancia del palacio del imperio Rokudo. La madre de Kaseiyo, Misato Namikaze, corrió hacia el carruaje fúnebre, le habían enviado una carta por un mensajero que se había adelantado a todo lo que daba su caballo para avisarles a todos en la mansión.


La mujer lloró desconsoladamente sobre la urna de su sobrino, cosa que fue presenciado por muchos de los caballeros imperiales que habían ido a rendirle tributo al hijo del ex marqués Namikaze y como también algunos nobles. Su hijo el marqués tuvo que levantarla para poder llevar el cuerpo adentro.


Se limpió el cuerpo con cuidado y se vistió completo de blanco, se trenzó el cabello rubio, mostrando la juventud inmortalizada del trágico emperatriz.


Se hicieron todos los juegos fúnebres requeridos tanto por la iglesia como por el imperio para dar sepultura a Minato, lo único que en la última voluntad del menor estaba que fuese cremado, de esta manera sus cenizas volarían todas partes por siempre, así al fin sería libre. Algo que la familia cumpliría a petición de su fallecido familiar.


Fue el emperador junto a Menma, quien la verdad no parecía muy afectado, por supuesto que eso era así, apenas había tenido contacto con su padre en toda su vida, no se podía extrañar aquello que nunca tuvo.


Kurama se despidió de su amanten, antes que el cuerpo fuese trasladado a las instalaciones de cremación. El féretro fue sellado e ingresado al carruaje para su último viaje.


Días después se hizo la última despedida de Minato Namikaze en la quebrada de las tierras Namikaze debajo de la quebrada corría un río, el religioso dio su última bendición y fue el propio emperador que sin poder decir palabras esparció las cenizas de quien fue su esposo.


Muchos no creían el duelo del emperador, demasiadas cosas comenzaron a salir a la luz, los malos tratos y la decenas de intento de asesinato de muchos para contra Minato, haciendo que la oposición utilizará esto para incrementar la aversión que muchos tenían por la familia imperial, sobre todo los menos favorecidos, pobres y granjeros, Minato en sus diez años como emperatriz hizo mucho por ellos, era un santo a ojos de esas personas y eran los más molestos por lo sucedido. Kurama nunca se había percatado de cuánto poder en realidad tenía Minato, ni tampoco pensó nunca que Kaseiyo Namikaze sería tan protector de éste.


Pasó una semana de la muerte del ex consorte, y ya la investigación de su muerte había arrojado un fuerte veneno causante de la muerte de la perla dorada, una mezcla de semillas de ricina, Batraco toxina extraído de ranas, arsénico y botulina, todo un conjunto tenebrosamente letal, que podía matar a alguien en cosa de segundos.


El médico terminó revelando que el veneno fue entregado por la sirvienta de la reina madre, dijo que la madre del emperador había ordenado acabar con la molestia de Minato en el harén, que su presencia solo era problemática para todos.


La mujer enfrentó la ira de su hijo, quien no pudo ejecutarla pero la exilió al castillo negro, en donde pasaría el resto de su vida, lejos de todo y sin poder dañar a nadie. Aquello no fue bien recibido por todos, pensaron que la Reina Madre se había culpado para evitar que su hijo quedara como el verdadero autor intelectual de la muerte de Minato.


Transcurrieron las dos semanas más en aparente paz, pero la muerte de Minato había sido, la pieza que generó un movimiento más grande, los nobles no estaban contentos con los excesos del emperador y menos con el divorcio de Minato, menos después de saberse que muchas de las cosas que se le acusaban fueron intrigas de la madre reina y otras concubinas.


En tanto poco se sabía de la familia Namikaze que aún se mantenía en luto, ellos tenían una estricta tradición sobre el duelo, de hecho durante tres meses solo tendrían a tres sirvientes con ellos y a media docena de caballeros. En tiempos de duelo los Namikaze eran austeros, tres meses de estar solo en casa y tres más sin aparecer en fiestas o reuniones con mucha gente.


El marqués enviaba cartas continuamente, indicando algunas cosas o aceptando otras, pero no había más comunicación que esa. Aunque todo el imperio sabía que el marqués Namikaze adoraba a su primo y por la muerte de éste, no estaba en buenos términos con el imperio, cosa que tenía toda la oposición feliz.


Kaseiyo caminó con una  bandeja de comida hacia uno de los cuartos de la mansión abrió la puerta con cuidado de no volcar el contendido de la bandeja. Sonrió al ingresar, el solo escuchar las risas suaves y deliciosas del niño hacia que su corazón se llenara de calidez.


- Cómo te sientes el día hoy, más repuesto – Preguntó Kaseiyo.


- Sí, muchas gracias, creo que el veneno salió por completo de mi sistema, no pensé que sería tan poderoso – Habló Minato sonriendo a su primo. Revelando que jamás había muerto, todo fue un delicado plan para liberarse de los grilletes del emperador como también así se liberaba la familia Namikaze.


- Me asuste bastante porque no te movías pasado los cuatro días, aunque el mago que me los dio dijo que le diera más tiempo, al séptimo día me estaba desesperando menos mal pudiste abrir los ojos esa tarde – Le dijo mientras le entregaba la charola para luego tomar al pequeño niño de casi tres años en brazos – Cómo esta mi pequeño campeón –


- ben tío – Dijo un hermoso niño de grandes ojos azules, cabello rubio torbellino.


- Eso es bueno mi Naruto – Besó la cabecita del pequeño.


- No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí – Minato miró a Kaseiyo con tanto amor y agradecimiento.


- Vamos no tienes nada que agradecerme, si no fuera por ti, no sería Marqués y mi madre todavía estaría bajo el yugo de nuestro padre –


Los Namikaze tenían muchos secretos, los más oscuros eran que el gran Reiji Namikaze abusaba de su propia hermana, quien dio a luz tanto a Minato como Kaseiyo, ambos eran hermanos. Usó una esclava para hacerla parecer la madre del rubio, le menor creyó por mucho tiempo que realmente era su madre hasta que la concubina cansada le reveló la verdad para después quitarse la vida harta de los abusos del antiguo marqués. Años les tomó tanto a Keisyo, Misato y Minato crear un plan para deshacerse tanto de su malvado padre y del ocioso emperador.


- Pero tu cuidaste a mi hijo – Minato miró a Naruto.


- Han sido los tres años más felices de mi vida, tener a mi sobrino a mi cuidado, madre es la abuela más feliz del mundo con tenerlo a su lado –


- Aún así gracias –


- No hay nada que agradecer, somos hermanos, en las buenas y en las malas – Revolvió el cabello de Minato que ahora estaba corto. Lo primero que pidió al despertar era cortar ese cabello que tanto adoraba el emperador, quería exorcizar de sí todo lo que ese asqueroso hombre amara de él.


- Qué crees que pasará con este imperio –


- Nada bueno, hermano, pronto habrá una terrible guerra  o una revolución civil, quién sabe – Dijo pensativo – Pero eso no nos afectará a nosotros, porque nos moveremos dentro de unas semanas, iremos al imperio del fuego, tío Jiraiya nos está esperando, aquí solo hay muerte para nosotros cuatro –


- Espero con ansias conocer el imperio del fuego dicen que es muy bello – Habló soñadoramente Minato comiendo sus tostadas, le dio una esquinita a su hijo Naruto, quien la recibió feliz.


La razón primordial de tanto viaje de ida y venida a las tierras Namikaze nunca fue para ver a su madre o su hermano, o al loco de su padre, sino para ver a su pequeño hijo Naruto.


Minato también tenía secretos, la verdad era que no solo escondió su embarazo para evitar se atentado, sino porque sabía perfectamente lo que pasaría con su hijo una vez naciera. Kaseiyo buscó una mujer que estuviera embarazada con casi el mismo periodo, pero que no quisiera el niño, así se hizo de una mujer pelirroja, quien irónicamente estuvo en un burdel de la capital con el emperador pero que jamás sería aceptada ella o su hijo bastardo en el harén, por su procedencia humilde.


Kaseiyo le pago por tenerlo, lamentablemente la mujer falleció en el parto, un día después Minato entró en parto, antes de que llegara la madre reina y sus sirvientas, Tsume cambio los bebés. Los Namikaze tenían el poder de moverse a grandes distancias en cosa de segundos y teletransportase si habían dos vínculos de magia, así como la que tenía Minato con los muñequitos de porcelana que Tsume por orden del propio Minato quebró para evitar que algún mago del imperio pudiese realizar la conexión. De Esta manera Kaseiyo le entregó a Menma quien sería el legítimo príncipe del emperador y el hijo de Minato sería solo de él, sin ningún tipo de peso a sus espaldas. Algo quizás egoísta, pero ese niño que debió morir, ahora tenía todo un palacio rendido a sus pies, sin nadie más que su padre, el cuidado del niño estaba en manos del propio emperador por miedo a que fuera atentado por alguien de oposición o en el harem.


Minato no lamentaba ninguna de sus decisiones, él no quería ser parte de ningún harén, no quería que su vida dependiera de un hilo cada día que pasaba en las tierras del emperador. Quería ser libre, conocer el mundo, viajar con Naruto, que este viera todas las opciones que tenía, que nadie lo obligara a nada que él no quisiera, libertado era lo único que todos en su familia querían. Nunca deseó ser un consorte, un emperatriz, odiaba serlo, era un cargo lleno de restricciones y reglas, lleno de peligrosidad. El solo deseaba una vida tranquila y feliz.


La decisión del marqués Namikaze cayó como balde de agua congelada sobre el emperador y los demás nobles, pronto podría haber una guerra, pero Kaseiyo informó que  se iría del imperio.


- No puedes – Gritó Kurama golpeando la mesa.


- Sí puedo, su excelencia y lo haré – Kaseiyo mantuvo la calma – Dejaré parte de mis hombres a cargo del marqués Shimura. Esto lo hago por mi madre, no quiero perderla, quedó devastada después de lo sucedido con Minato, y luego la muerte de nuestro tío – Su padre había terminado ahorcado en su demencia después de saber que Minato estaba muerto – Lamentablemente Emperador las cosas entre la familia imperial y nosotros el marquesado no están bien, quiero tomarme un tiempo para que las cosas vuelvan a estar tranquilas, y así perdonar aquellos que atentaron contra mi querido Minato, sepa usted que no lo culpo de no darse cuenta de quienes lo rodean, pero necesito descansar y encontrar la paz junto a mi madre – Sonrió a todos – Nunca me he tomado vacaciones desde que tomé el título de marqués y antes de eso, siempre apoyé a su majestad en todo, en cada incursión era el primero estar ahí, soy devoto a mi emperador, pero necesito cambiar de aires unos meses. Hace días no me siento bien, el perder a mi querido primo y a mi tío, fue más para mí  más de lo que podía soportar, y con el dolor de mi corazón dejaré al príncipe Menma enteramente a su cuidado mi excelencia, espero que al regresar se encuentro igual de sano que hoy –


- Está bien, pero infórmame periódicamente dónde estarás, y si expandimos con resultado de  guerra, deberás volver si eres llamado – Acepto molesto, no podía negarle nada a ese hombre, es más una parte de él se aliviaba que saliera del imperio por un tiempo, así ya la oposición no podría usar al marqués para sus fines egoístas.


- Alabado sea mi clemente majestad, mucha gracias por su consentimiento – Le hizo una reverencia, aliviado de tener el consentimiento del maldito emperador que tanto odiaba y que tanto dolor le había dado a su hermano.


Kaseiyo volvió a la mansión con aparente tranquilidad, sabía que algunos espías del emperador lo estaban siguiendo, le hizo una seña a su más fieles espías para que se encargara de ellos, al ser espías el emperador no podría decir nada de frente por la pérdida de éstos.


En casa todo estaba preparado, tanto Minato como Naruto estarían escondido en el doble piso del carruaje, a Naruto lo durmieron con magia para evitar que tuvieran mal rato en un lugar tan pequeño, Minato pidió ser adormecido igual, porque no sabía si podría lidiar con tanto estrés.


La hermosa madre de los Namikaze, Misato de hermoso cabello rubio casi platinado que tenía hebras grises subió al cómodo carruaje junto a dos perritos, Bisuke y Pakkun, eran en verdad los perros adiestrados del espía más competente de Kaseiyo y Minato, el joven Hatake Kakashi, hijo del mayordomo Sakumo, que en verdad también era un espía muy leal de la familia Namikaze.


Los perros estaban para despistar el aroma de Minato y Naruto, poder así pasar el control fronterizo y también para que no descubrieran el doble fondo del carruaje, serían los momentos más tensos de todos.


Suspiró aliviada Misato cuando pasaron el control, hacia el camino que iba al imperio del fuego. Al fin obtendrían, todos, la libertad que tanto ansiaron.

Notas finales:

Solo espero que lo hayan disfrutado, es un fanfic que no tendrá tantos cap, así que nada. Gracias por leer.


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