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El candidato al trono por ami4alice

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Notas del capitulo:

Es un maratón para llegar al capítulo que voy en Wattpad. ¡Disfruten!

El territorio de Leslik era bastante amplio, era rodeada por montañas y selvas, aunque también tenía un amplio recorrido llano. Limitaba con Arak y Petik, dos territorios de exportación de minerales y sembradío. En las montañas cercanas se podían hallar una gran cantidad de minerales, aunque los residentes nunca usaban más de los necesarios. También, sus suelos eran adecuados para sembrar cualquier tipo de vegetal o fauna, una potencia económica, pero que se mantenía en sus orígenes humildes. Lo más civilizado que tenían eran sus casas de cemento para evitar que fuesen destruidas tan fácilmente, de resto, en todo lo demás resaltaba su aire nómada.

Los de la nobleza y alta alcurnia los catalogaba como unos salvajes por la forma en que vivían sus ciudadanos, pero a pesar de eso, en realidad se daban una buena vida, aunque una vida de pobre si se comparaba con los lujos que existían en la capital. No solo eso, habían logrado mantenerse alejados de las políticas del imperio debido a su capacidad de adaptación y los increíbles guerreros que surgían para proteger a su gente, además de los animales que entrenaban. Parecía como si Leslik tuviera un pacto invisible con la naturaleza que le rodeaba, ellos residían allí, pero jamás malograban sus alrededores.

Para cualquiera retratista aquel paisaje sería digno de plasmar en un lienzo en blanco. La parte económica no era el único beneficio de Leslik. Repentinamente, su pequeña caravana fue detenida, lo que le hizo alterar sus nervios, al parecer, ya comenzaban a iniciar los problemas. Se asomó por la ventana para ver al conductor que repentinamente se había detenido.

-¿Qué sucede?

No recibió repuesta  más que un gesto con su mentón, señalando hacia el frente.

Allí los vio, no muy lejos de ellos un grupo de personas paradas, reteniéndolos en el lugar, pero Dewis pudo notar algo, esa gente no era residente de Leslik. Suspiro con pesadez, lo que le faltaba, que una tribu nómada decidiera darle la bienvenida a aquellas tierras. Bajo los susurros nerviosos de sus sirvientas decidió bajar del vehículo para poder enfrentarse a aquellos hombres, cuando se bajó de su transporte se percató que había arqueros a su alrededor. Una emboscada, fue lo único que cruzo su mente.

» ¿Qué es lo que desean?

Su tono fue alto, para que fuese escuchado por los que estaban detenidos más adelantes, no se dejaría intimidar por las flechas que apuntaban a su cabeza.

Hubo silencio. Entonces, uno de los hombres junto a su caballo se acercó a donde él se encontraba parado. Bajando al poco tiempo del animal.

-¿Qué trae a un noble por estos lares?

Enarcó una ceja ante aquellas palabras, antes de girarse a ver su caravana. ¿Se veía como un hijo de papi derrochando el dinero al viajar despampanantemente?

-Creo que hay una equivocación aquí –soltó frunciendo el ceño -. No soy ningún noble, me dirijo a Leslik.

No podía dudar en ese instante, ni relajar la expresión. Las sirvientas le miraban desde el vehículo nerviosas, se notaba en sus gestos y movimientos.

Ahora fue el hombre quien enarco una ceja, dándole también una mirada a la caravana. Antes de decir cualquier cosa, su risa llego a sus oídos, sorprendiéndolo por un escaso momento. El hombre agito su mano en negación antes de fijar su mirada en el chiquillo que tenía enfrente. Se enderezo y se paró enfrente de él, buscando intimidarlo con su presencia, por lo menos así lo entendió Dewis.

-¿De verdad? –su tono cantarín le molesto -. ¿Con todo lo que llevas? De todos los que he visto pasar por aquí, eres el más ostentoso. Dime… ¿Qué tesoros guardas?

Usureros. Dewis chasqueó de manera baja en su frustración, había ido directo a una trampa. Ya sospechaba él que no debió ser una buena idea seguir las sugerencias del consejero sobre el camino que debía tomar hacia Leslik, pero fue un consejo que le dio en público, así que él no podía rechazarlo. Recibir una recomendación del consejero directo del actual emperador debía ser un honor. Debió esperarse eso, ese hombre era el que menos deseaba que se volviera candidato a emperador.

Si movía sus manos, estaba seguro que recibiría una flecha en su cabeza, era demasiado arriesgado para hacer un movimiento estúpido. Su mirada seguía en el otro hombre, aunque tenía que mirar hacia arriba por la diferencia de estatura. Tenía once años, faltando poco para cumplir los doce y con sus malas estadísticas, seguía viéndose como un niño de diez. En cambio el otro hombre era mayor, debía suponer que rondaba los treinta años, alto y robusto, con cicatrices que demostraban que él tenía el poder. Apretó los dientes antes de dejar escapar un suspiro.

-¿Qué tesoros podría tener un crío de once años?

En respuesta le soltó esa pregunta, en un tono despectivo. El hombre rió de nuevo.

-Podemos averiguarlo.

-Hazlo, pero solo.

El hombre dudo, estaba siendo muy colaborativo, aunque tal vez intentaba ocultar el miedo y aguantándose las ganas de orinarse en sus pantalones.

» ¿Miedo de un crio de once años?

El tono en que lo dijo enojo al hombre, pudo verlo en su expresión.

-Jamás.

Camino con paso seguro, siendo seguido por Dewis, quien les hizo un gesto a las sirvientas para que se quedaran dentro del carruaje. Ellas obedecieron cerrando la puerta cuando dio unos pasos hacia el hombre mayor. Al llegar al segundo carruaje de carga, detrás del que él estaba minutos antes, el hombre se detuvo, inspeccionando con la vista lo que se veía por encima. Se giró a Dewis para señalar con su dedo pulgar.

» Este será el primero.

Dewis se encogió de hombros ante aquellas palabras.

El hombre tendría que agacharse para poder remover lo de encima y ver lo que había adentro, cuando lo hizo, Dewis se encontraba detrás de él. El mayor llevo su mano a las cosas y removió un poco, dándose cuenta de algo que no se veía a primera vista. Lo único que había allí era paja.

Él podía ser muchas cosas, pero no era ningún idiota, aunque tenía la apariencia de un crío de once años, su mente era la de veinte, así que se percataría de la trampa del consejero, es por eso mismo que mando todas las cosas que había pedido, las importantes, por otra ruta y él decidió ser la carnada con una caravana falsa. El hombre se enojó y se levantó de golpe furioso, iba a gritar, Dewis se dio cuenta de ello, aunque detuvo cualquier acción, llevando repentinamente su mano a su cuello. Al ver la leve sonrisa que se mostraba en los labios del crío, finalmente gritó.

-¡Tú! ¡¿Qué has…?!

El hombre regreso al piso, afincándose en una rodilla. Así agachado quedaba al mismo nivel del mocoso.

-Tienes dos opciones. Largarte o morir.

Fue directo al punto, no tenía para perder el tiempo, como le dijo a su madre, dos años podían pasar volando si no se colocaba las pilas.

-¿Crees que podrías ganar?

Se le formó una sonrisa en sus labios, era imposible que el mocoso ganara, estaban rodeados por sus hombres. Aunque el muriera por lo que sea que le hizo, no iba a salir de aquel lugar. El menor inclinó su cabeza en un acto inocente.

-Allí no solo hay paja.

Abrió sus ojos con sorpresa antes de girarse al carruaje, llevo una mano a este para afincarse, pero cuando la acerco pudo ver un polvo extraño en su mano, gas venenoso. ¿Quién demonios era ese mocoso?

»A la primera flecha que lancen o espada que alcen, el gas será liberado y todos tus hombres morirán.

-¡Eso…!

No termino la frase al ver la mirada, una que jamás vería en un simple niño de once años.

-Antes de iniciar el viaje les inyecte a mi servidumbre el antídoto.

Una trampa.

Allí se dio cuenta de que los que cayeron en una trampa fueron ellos y no aquel mocoso.

-¡Ava!

El líder de los bandidos dirigió su mirada a su mano derecha, que le llamó al ver que se encontraban muy quietos. Todos estaban esperando una orden de su parte, atacar o retirarse. ¿Valdría la pena?

A ellos no le importaban mucho las cuestiones políticas y aunque le ofrecieron un buen pago por encontrarse allí para emboscar a ese mocoso, no significaba nada si nadie salía con vida de esa situación. Además, su visión se le estaba nublando y sus pensamientos se perdían en la nada, aunque de algo estaba seguro, minutos antes ese mocoso le hizo algo. Su sonrisa, que fingía inocencia se lo decía. Al final lo medito y tomo una decisión, respiro hondo para decirla en voz alta.

-¡Bajen las armas!

Para sorpresa de sus hombres, la orden no fue la esperada. Las flechas fueron quitadas, dejando de apuntas a las carruajes.

Aunque el hombre trato de levantarse, regreso al suelo, diferente a lo que sentía normalmente, en ese instante sentía su cuerpo débil, como si su fuerza de costumbre se hubiese perdió por completo. Vio a sus hombres agitarse al verlo regresar al suelo, así que hizo un gesto con su mano para que se calmaran. Llevo su vista al mocoso, su despreció se veía en sus ojos, jamás olvidaría ese momento, en el que un crió le jugo sucio.

-No me mires así, que harás que no quiera darte el antídoto.

Con esas palabras lo certifico, antes le hizo algo, pero ¿cómo? ¿Cuándo? Él no vio ningún movimiento de parte del crió.

-Si muero tú serás el menos beneficiado –creyó que sus palabras le darían ventaja.

-Claro.

La respuesta no fue la que espero y tensó su cuerpo cuando el crió se inclinó hacia él. Aunque quería no pudo desviar la mirada de aquellos marrones ojos como la miel.

De pronto, sintió como su cuerpo recuperaba la fuerza. Se incorporó, certificando que tenía pleno control sobre sus movimientos y pensamientos, a pesar de eso, no se sentía para nada aliviado, jamás llego a ver algún movimiento de parte del mocoso. Chasqueó antes de comenzar a caminar con rabia hacia donde se encontraban sus hombres adelante.

-¿Qué paso? ¿No te ibas a llevar los tesoros?

La confianza de aquel crió le molestaba, que presionara los dientes era un reflejo de aquello. Aun así siguió con su recorrido hacia su caballo, donde se subió bajo la mirada de sus hombres, sobre todo su mano derecho que veía desconcertado todo.

-Ava… ¿Qué ha pasado? –pregunto acercándose al caballo de su líder -. Así no recibiremos el pago.

-No es necesario esa mierda –dijo con molestia entre dientes -. ¡Nos vamos!

La orden fue directa y segura y a sus hombres no le quedó más que acatarla. Así como fueron rodeados, dejaron de estarlo, quedando el camino despejado por completo. Dewis miró su mano un instante, antes de abrirla y cerrarla un poco, repitió ese movimiento, dejándose ver en uno de ellos, una pequeña aguja disimulada. Sonrió satisfecho para caminar de regreso al carruaje.

Se había arrepentido de haber matado al candidato a emperador, pero al final seguía siendo un asesino, porque ese hombre no fue el único que llego a matar por la persona que amaba, solo fue el primero, aunque obviamente no estaba orgulloso de admitir algo como eso. Al no tener madera para caballero, decidió buscar otra forma de tener la ventaja y esa fue usando la cabeza. No tenía fuerza, pero tenía agilidad, eso le ayudaba bastante cuando se hablaba de matar a alguien sin que se diera cuenta. Un suave roce, que en realidad era un gesto para pinchar sin que se dieran cuenta, así entraba el veneno en su sistema hasta terminar con su vida por completo. Una forma cruel y cobarde que había usado, además de mejorarlo al punto de forma parte de él.

Para alcanzar el nivel que tenía cuando tuvo veinte le llevo mucho y tampoco es que buscara hacerlo con un mal propósito, si fuese por él no lo usaría, pero sabía que tenía la desventaja. Tenía que usar todas las herramientas a su alcance para poder sobrevivir, aun si eso significaba perfeccionar una técnica para el asesinado.

Fue emboscado por sus sirvientas, que aun cuando estuvieron a solas y el carruaje se puso en marcha, seguían completamente nerviosas.

-Fue algo bueno que no quisiera nada.

Una de ellas, Teffy, dejo escapar aliviada. Ninguna de ellas tenía idea sobre lo que Dewis hizo a sus espaldas, ni lo que acababa de suceder y lo mejor es que las cosas se quedaran así, que siguieran pensando que solo era un inocente niño de once años.

Que pensaran así, le seguía dando la ventaja.

.

.

.

El resto del camino a Leslik fue más tranquilo, lo cual fue un gran alivio, Dewis prefería prescindir de tener que jugar sucio para poder continuar con su vida. Al llegar, ya los otros carruajes se encontraban en la casa donde viviría por esos dos años. La casa del noble que fue derrocado cuando buscó un beneficio propio de las tierras de Leslik. La mansión seguía intacta, allí residían las personas de la alta alcurnia que pasaban por el territorio o solo andaban de paso. La misma que podía recordar y en donde estuvieron los otros candidatos, la reconocía porque los dos describieron la hermosa entrada de la casa, donde reposaba un ángel de oro que parecía darte la bienvenida.

Se quedó mirando a aquel ángel de oro, con un arpa cubierta de diferentes diamantes, ciertamente era impresionante, sobretodo porque las puertas también acompañaban al ángel. Eran de un metal pulido, con piedras brillantes incrustadas, hacían la alusión de encontrarse caminando hacia el ángel, para que este te llevara a las puertas del cielo. Irónico.

Su vista paso de la puerta cuando notó el ruido a su alrededor, sus sirvientes habían comenzado a acomodar todo. La mayoría solo se quedaría por dos días y luego regresarían, solo sus tres sirvientes personales se quedarían con él el resto de la temporada que tenía que quedarse allí. Al final, luego de darle una mirada al trabajo de los demás, concluyó que no tenía nada que hacer en esa mansión, no es como si él pudiera cargar una caja o llevar algo hacia adentro, en realidad podía, pero se cansaría demasiado rápido y luego de lo que tuvieron que enfrentarse antes de llegar, prefería mantenerse en sus mejores condiciones.

Tomo la decisión de salir de los terrenos de la mansión, tal vez encontraría algo que le ayudaría con su objetivo en ese lugar. Levantó una mano para taparse un poco el sol, no había caminado casi nada y ya se encontraba cansado, aunque suponía que se debía al sol que le daba mientras caminaba. La mansión se encontraba demasiado alejada de las casa de los ciudadanos de Leslik, quizás para mantenerlos alejados, pero ahora presentaba una tortura haberla construido tan lejos. Pensó por un momento que debió haber traído un caballo como mínimo.

Se sentó en una roca para descansar y recuperar el aliento, además, ahí había un poco de sombra. Mientras estaba sentado sobre la piedra, se decidía en si lo mejor sería volver o continuar, no quería seguir caminando bajo ese sol, pero tampoco rendirse con lo que se propuso. Cerró por un momento sus ojos mientras se debatía internamente, se vio sorprendido por ello cuando fue jalado del cuello de su camisa. Se iba a defender cuando se dio cuenta que comenzaron a arrastrarlo y cuando descubrió quiénes eran sus atacantes, descubrió que se trataban de animales. Esa habría de ser su primera vez siendo arrastrado por animales, así que sintió curiosidad por ello. No puso resistencia y se dejó arrastrar, aunque se quejó por los arañazos y raspones del piso cuando el animal fue rustico.

Al momento en que el animal lo dejó, se sacudió un poco y al elevar la mirada, porque se encontraba sentado en el piso, sus ojos se encontraron con los de un león viejo. A su alrededor se encontraban más leones, además de otros animales, estaba seguro que sería comido fácilmente por esas bestias si ellos se proponían a comérselo. Dejo de imaginarse siendo destripado por aquellos colmillos cuando escuchó una voz.

-Hola niño amado.

Tensó sus hombros al oír como le llamaban de esa forma, a nadie le dijo sobre esa parte cuando estuvo con la sagrada escritura. Principalmente porque no entendía el motivo de ser llamado así.

-¿Eso es conmigo?

Escuchó un rugido a su derecha lo cual le hizo girar.

-No le prestes atención, ellos siguen siendo animales salvajes.

Regreso su mirada al león más viejo y se dio cuenta que la voz venía de ese animal. El animal pareció entender su expresión, así que continuó.

»Sí, soy yo el que ha sentido tu presencia y les ha pedido que te traigan.

-¿Por qué?

-Para preguntarte niño amado… ¿Qué te trae por aquí?

Dudo en si debía contestar, pero al final concluyó que el animal delante de él no estaba siendo descortés.

-Es una prueba –dijo -. He venido como prueba para ser aceptado como candidato a emperador.

Hubo un silencio, antes de que el rugido proviniera esta vez del león viejo delante de él. Eso causo que tensara sus hombros inevitablemente.

-¡¿Un niño amado como candidato a emperador?! –se quejó entre rugidos -. ¡¿Qué le pasa a la sagrada escritura?!

Espero un par de minutos hasta que se calmara por sí solo.

-¿Eso es algo malo?

-El propósito de un niño amado no es el de ser emperador.

Su tono fue severo aun cuando seguía rugiendo.

-¿Entonces cuál es mi propósito? –comenzaba a alterarse un poco.

-Podría darte la respuesta –dijo más calmado -. Pero no puedo.

-¡¿Por qué?! ¿Por qué no?

-Para el comienzo de un nuevo emperador nace un niño amado –explicó, aunque Dewis seguía sin entender -. Dependiendo de… Un niño amado puede traer desgracia o salvación.

-¿Qué-?

No termino con su frase cuando escuchó su nombre a la distancia. Al girarse de nuevo al león viejo, se percató que se encontraba completamente solo.

-¡Señorito! –uno de los sirvientes hombres hacia acto de presencia -.Estábamos preocupados porque no regresaba.

Dewis miró al hombre y luego al lugar por un corto periodo, antes de levantarse de la hierba para irse con el sirviente hacia la mansión, habían sido demasiadas aventuras por el momento. Aunque ahora se encontraba más confundido que antes. ¿Qué significaba ser un niño amado?

.

.

.

Suspiró.

Un largo y pesado suspiro, ya que se encontraba realmente cansado en ese preciso instante. Sus manos tenían más ampollas que antes, su ropa estaba sucia, pero había algo bueno del desastre andante que era en ese momento. Ya habían pasado los primero seis meses de esos dos años que tenía como límite para hacer suya a Leslik, aunque al principio los ciudadanos se vieron reacios a aceptarlo, creyendo que venía por lo mismo de todo el tiempo, le costó mucho lograr ganarse a su gente.

Fue a través de un duro trabajo que se ganó la confianza de la gente. Aunque más que un candidato a emperador, lo veían como otro ciudadano más y no era extraño, porque cada día Dewis se dedicó a hacer lo mismo que todos los demás. Una forma para adaptarse a un nuevo ambiente era comportarse como los demás. Le toco actuar un poco salvaje aun en contra de las palabras de sus sirvientas, siendo las únicas allí para regañarle, ya que la mansión se sentía más grande cuando los otros sirvientes regresaron. Ahora lo que quedaba era implementar el plan para el beneficio de ambas partes, aunque aún no había logrado sugerirlo, no quería apresurar las cosas cuando ya se los había ganado.

Por eso mismo había suspirado. Seis meses y solo había logrado ser aceptado, nada más que eso. No era malo, pero tampoco bueno y menos para la clase de propósito por el que se encontraba allí. Comenzaba a pensar que quizás dos años era muy poco tiempo, pero no podía pedir más, tenía que obtener la experiencia y conocimiento de los otros candidatos que habían obtenido hasta el momento en solo dos años. Se preguntaba cómo se equilibraría esa balanza. Dos años no eran suficientes para los once años de los otros candidatos.

-¡Señorito! –Nath le regaño cuando le vio con esas pintas sentado en el sofá.

-Nath….

Llevo sus manos a los oídos, no estaba con el ánimo para recibir un regaño. Luego de tanto, termino tomando una ducha y para no seguir siendo regañado por Nath, tomo la decisión de irse a dar un paseo. Era seguro que él era el único que andaba por aquellos caminos con una sombrilla, pero sus sirvientas se preocupaban bastante por él y no deseaba ser regañado por desmayarse por una insolación.

La última vez que estuvo caminando solo, se encontró con aquel león viejo que le dijo esas palabras que solo lograron confundirlo más, pero decidió no prestarle atención al asunto. Ya hace seis meses de eso y no lo había vuelto a ver, así que olvido el tema por el momento.

Caminaba por el camino llano, hacia el acceso a la montaña, allí podría dejar de usar la sombrilla y poder dejar de verse como un loco. Las últimas veces que caminaba por ese recorrido, había algo que le llamaba la atención, pero cuando se acercaba a saber lo que era, siempre se terminaba quedando con las ganas ya que no daba nunca con nada. Esta vez se propuso a ser más silencioso, para descubrir si era un animal u otra cosa, no quería una sorpresita como la del día en que llego. Dejo reposada en un árbol la sombrilla, para caminar con delicadeza hasta donde siempre provenía el misterioso ruido.

Al estar cerca se vio sorprendido cuando vio que algo paso cerca de su cara, pero no se trataba de un animal. Dewis lo reconocía ahora, se trataba del filo de una espada lo que paso cerca de su cara, aunque esta no era exactamente el objetivo, lo supo cuando algo en el árbol le cayó en la cabeza, una rama.

-¡Eso duele!

No pudo evitar quejarse, llamando la atención del desconocido.

-¿El mocoso de la mansión? –cuando miro al desconocido, descubrió que era uno de los ciudadanos -. ¿Qué haces aquí?

Se notaba en su expresión que le molestaba que se encontrara allí. Dewis inclinó su cabeza, el hombre delante de él era Kokade, un chico más alto que él, pero eso se debía a que era mayor por cinco años, así que pronto cumpliría la mayoría de edad. A diferencia de los otros hombres de Leslik, su constitución era por debajo de la normal. Kokade era como su versión en Leslik, para nada se veía como uno de los ciudadanos de ese lugar.

No era moreno como los demás ciudadanos sino blanco, tan blanco que si vestía ropas de la capital se vería como un noble. Lo común en Leslik es que los hombres nacieran con piel oscura y las mujeres blancas, haciendo alusión a los dioses. Los hombres eran más rústicos, por eso tenían contexturas más anchas y gruesas. Un niño de once de Leslik se vería como uno de quince o más, dependiendo de cómo hubiese trabajado su fuerza. Pero Kokade no era así, era blanco y tenía una constitución pobre, haciendo que los demás no le tomaran enserio. Mismo problema, diferente lugar.

-Yo… Había escuchado antes un ruido, pero nunca alcanzaba a encontrarlo…

No dudo en ir con la verdad, mientras apartaba la rama para poder levantarse. El otro acentuó su ceño fruncido.

-¿Vienes a andar de bocón?

Dewis entendió de inmediato a lo que se refería y agitó su cabeza en negación, quizás demasiado exagerado.

-No, no. Solo quería saber… -dijo para llevar su mirada a la espada -. ¿Prácticas aquí solo?

Kokade llevo su mirada a la espada también, antes de moverla en su mano, jugando con ella. Lo primero que pensó sería que vería en primera fila un accidente, pero no fue así, Kokade tenía un mejor manejo de la espada de lo que pudo haber pensado.

-Hay que buscar la forma de que la gente te valore.

Entendió esa referencia.

-Pero es impresionante que puedas romper una rama tan gruesa… ¿Cuánta fuerza la aplicas?

-Fuerza no –dijo teniendo su mirada en él -. Agilidad.

-¿Qué?

Kokade le hizo una demostración y al verlo en directo pudo darse cuenta que lo que aplico con su movimiento no fue fuerza. Los espadachines, normalmente tendían a utilizar la fuerza en sus movimientos, sobre todo los caballeros, pero lo que hizo Kokade fue todo lo contrario. Él movió la espada de la manera correcta para que no fuese necesario aplicar fuerza para cortar la rama, la movió en el momento justo y la posicionó de tal forma que compensara la falta de fuerza. Al verlo Dewis entendió finalmente algo dentro de él.

-¡Eso es!

El grito por su parte sorprendió a Kokade.

» ¡Eso es lo que necesito aprender para poder avanzar! –estaba animado, al fin consiguió una solución a  uno de sus problemas -. ¡Por favor enséñame a manejar así la espada!

El ceño fruncido se acentuó en la cara de Kokade, pero no le prestó atención, tenía un nuevo objetivo.

-Ni de…

No llego a terminar la oración cuando se escucharon otras voces. Kokade se había interrumpido a él mismo para moverse a ocultar aquella espada, no fue extraño su comportamiento, solo las personas dignas de los ciudadanos de Leslik podían usar una espada y Kokade no era precisamente una. No paso mucho para que aparecieran las hermanas de Kokade, dos gemelas extravagantes, las que se llevaron las mejores cualidades de la familia. Ellas seguro eran las más deseadas en Leslik. Su cabello liso y amarillo como el oro, que parecía brilla hasta en la oscuridad, tez blanca y suave, labios rojizos y una tenía orbes azules y la otra verdes. El sueño de todos los hombres de Leslik.

-¡Aquí estas Kokade! -Kia, la mayor de las gemelas fue la primera en hablar, pero pronto su mirada se concentró en el otro hombre -. ¿Dewis?

-¿Qué haces aquí? –como si estuvieran conectadas, Kurai termino la pregunta.

-Bueno…

Le dedico una mirada a Kokade, quien le fulmino con la mirada, si fuese un verdadero mocoso de doce años, seguro tendría miedo, pero él ya había visto varias cosas para no tener miedo de aquella mirada, él podía hacer una peor. Suspiro antes de proseguir.

» Estaba descansando dando un paseo y de casualidad me encontré con Kokade, me acompañó un poco… Espero no les moleste.

Les regalo una sonrisa y las dos mujeres dejaron escapar un par de suspiros de excitación. Como siempre, antes de darse cuenta, las dos chicas tomaban sus dos brazos, dos brazos para que cada uno pudiera tomar uno. Cualquier hombre se moriría por estar en su lugar, pero él no, él tenía otra especie de gustos y precisamente Kia y Kurai no eran su tipo.

-Para nada.

-Aprovechando que nos encontramos –dijo Kurai -. Los acompañaremos de regreso.

Kokade rodó los ojos ante el comportamiento de sus hermanas, esas mujeres solo actuaban dulce cuando algo les interesaba, sino tenían el interés, parecían el mismo demonio.

-Bien…

No quería ser grosero, pero honestamente se sentía incómodo.

-También –dijo de pronto Kia -. Los hombres pensaban ir a la siembra… ¿Vas a ir a ayudar?

¡Esos hombres no tenían límites!

Acababan de terminar de hacer una de las tantas tareas y ya iban a realizar otras. Ahí, precisamente ahí es cuando Dewis se daba cuenta de la diferencia de fuerza. Iba a contestar, ya estaban fuera del bosque y se encontraban en el camino llano, cuando de pronto algo llamo su atención.

Un carruaje se detenía de pronto no muy lejos de donde ellos estaban parados. Kokade se puso en guardia y sus hermanas tenían la mirada fija en el vehículo, analizando lo que podría pasar. En ese lugar ciertamente no eran muy bien recibidas las visitas, sus primeros días se lo confirmaron. Al principio estuvo en guardia también, porque era incomprensible el hecho de que allí estuviera un carruaje, pero al ver el escudo en la bandera en lo alto del carruaje, fue la sorpresa lo que comenzó a invadir su cuerpo.

La puerta del carruaje se abrió, dejándolo ver, al primer hijo varón de la familia Miskal y otro candidato a emperador. Seguía teniendo ese porte seguro, demasiado orgullo para un mocoso de doce años, pero así debía actuar un futuro emperador, seguro de sí mismo. A pesar de eso, había un aire amable, que no solo a él le afecto, los otros tres comenzaron a bajar la guardia.

Dewis no podía quitar la mirada de Kari Miskal, otro candidato a emperador, más aun por las prendas que llevaba. Llevaba un pantalón negro con botas altas, una camisa blanca con mangas tres cuarto y un chaleco negro, también llevaba guantes negros. Si no se hubiese bajado del carruaje, pensaría que venía a caballo por sus ropas. El negro hacia resaltar su plateado cabello al igual que sus ojos turquesa. Bajo del vehículo a sabiendas que le observaban, luego dio unos pasos hacia los otros, se relajó al estar cerca colocando un brazo en su cintura. Se veía tan endemoniadamente bien que tuvo que contenerse o iba a babear.

-He venido de visita. ¿Me regalas un poco de tu tiempo?

Ese tono de tenor siendo cortés era un encanto. En serio… ¿Cómo no pudo notar lo peligroso de ese hombre?

Agitó su cabeza ligeramente, soltándose del agarre de las chicas cuando notó que el otro no lo miraba a él sino al agarre que le estaban realizando. Dio un paso hacia él, antes de girarse a las chicas y Kokade.

-Lo siento Kia y Kurai, tengo que atender a mi invitado –se disculpó, antes de darle una mirada a Kokade -. Aun me debes una respuesta.

Kokade se encogió de hombros para darle la espalda y caminar en dirección de la siembra para seguir con su trabajo. Aunque se quejaron al principio, con un gesto y una sonrisa, Kia y Kurai también se fueron. Regreso su vista a aquellos ojos, que tampoco habían dejado de verlo.

¡Demonios!

Esos ojos le iban a matar, pero de una forma diferente a la que creía.

Notas finales:

Para este capítulo hay una imagen, pero no me deja subirla... Así que pasen a Wattpad donde la puede ver. <3 

Nos vemos en el siguiente capitulo~ <3


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