Scott Bruno se sentía el mundo caerse a sus pies, era una sensación del que no deseaba ser participe. Él no quería ser dependiente de una chica que ni si quiera aceptaba su verdadera naturaleza y de un idiota que no paraba de sonreír y coquetear como si la vida se le fuera en ella.
Pero su lobo gimoteaba por atención, tenía pegajosa su ropa interior y lo peor era que esa mujer no hacía nada por echarse encima.
Su madre estaría furiosa si supiera el comportamiento incompetente de su raciocinio. Luchar contra el calor era molesto; primero pues no era normal ser tan carnal, desear esas manos con uñas arregladas, arañando su piel.
--Scott-- el chico rubio le dirigió la palabra, todos sus sentidos agitados se centraron en ese hombre-- que piensas del cabello de Nickova
Pensaba que sería genial enrollar ese fuego liquido alrededor de sus dedos.
--La verdad, igual tenía otros gustos como decías tu mismo. Ninguno de los dos son mi tipo.
Sacó la gorra de que estaba agarrada del cinturón.. Bien, era un recordatorio de quien en realidad era, su vida normal. Su posición de cantante, de ser el más candente y deseado.
--Eres imposible. ¿Tu, miel? Haz sentido atracción por otra persona alguna vez
Dios, no llevaban mucho tiempo conociéndose y ya empezaban los bobos apodos. Su lobo quería un apodo también, no quería ser olvidado.
--Prefiero no hablar sobre ese tema. Soy yo o. Scott, hueles muy dulce.
--Lo hago. y tú no me pones un dedo encima. Que diablos contigo.
Vio a la chica de cabello pelirrojo hundir las manos en su vestido.
--Son por los años reprimiendo a mi loba. No esperen nada de mi, dudo alguna vez acostumbrarme a lo que está ocurriendo y tampoco sabría que hacer, nunca me he relacionado con un omega.
Scott le miró con la boca abierta. Su parte racional le decía que se pusiera furioso ¿Ella sabría darle placer?
Su parte animal surgió como un maremoto de posesividad. Él sería su primera vez, no le importaría enseñarle los lugares donde tocarlo y donde ella se sentiría bien. Esa idea le volvió loco del deseo.
Hizo el mayor acopio de fuerza de voluntad, para no rogarle. Scott no entraba en esa categoría de hombre, lo cierto era que Nickova era una mujer bastante extraña. Desde el cabello pelirrojo hasta los ojos temerosos.
--Sabremos esperar. Dios sabe que esperé mucho para estar sentado en este lujoso auto.
Declan primero estaba feliz por por haber una compañera, irradiaba felicidad por cada poro de ese cuerpo pequeño. Scott y Nickova eran casi de la misma altura mientras el chico rubio, formaba un caso aparte. El cabello se le curvaba en las orejas, las pestañas eran largas.
Dejando de lado, su manía de mostrar su felicidad, él podía lucir masculino.
--¿Que me dices, Scott? ¿Ya te has acostado con un alfa?
--Rayos, Te gusta hacer muchas preguntas.
El bronceado de su piel se ruborizó. Declan mantenía una mano en el muslo de la alfa.
--Gajes del oficio. Me da mucha curiosidad
Algo en sus huesos le decían que era su verdadera fachada, al ver esa mirada peligrosa que se asomó a través de esos ojos hazel se dio cuenta que en ese hombre había otras cosas. Se acomodó en el asiento, temiendo de su propia excitación que trataba mantenerla a raya.
Nickova mantenía la vista al frente, Scott pensó que ella ni si quiera estuviera respirando.
Muy en el fondo, aguardaba una pregunta en especifico, por parte de Declan. Sobre los líos de los conciertos, acerca el estricto estilo de vida traía consigo desde su entrada en el mundo del espectáculo. Pero, ese tipo solo se preocupaba por su vida sexual o la inexistencia de ella.
--Pienso que a Nickova no le interesa, aún no quiere abrir su mente a esas cosas. Le daremos tiempo.
--¿O quizás si le interesa?
Nickova tenía el rostro crispado, quizás sin darse cuenta. Declan volvió a reírse, de forma contagiosa y Scott cuestionó acerca de la verdad detrás de la felicidad exuberante. Cansado por desear, incomodo por su pantalón húmedo y derrotado por la idea de que Nickova no lo quisiera.
Se acurrucó en su propio calor, queriendo olvidar su miseria. Sentía un desgarro en el corazón, deseaba morir, llorar no serviría de nada. A punto de dormir, su rostro fue agarrado por la mano femenina y fue obligado a ver esos ojos color chocolate.
--Solo ven aquí, recuéstate sobre mi hombro.-- le dio un golpecito en la mejilla-- Prefiero tu aroma dulce que mortificado.
--Estás siendo muy amable, cuando dijiste que no sabrías como tratar a un omega.
--¿Qué querías que hiciera? Es desesperante verlo tan compungido
A Scott no le importó nada más que estar cerca de Nickova, sentir la mano de ella en torno a su cintura. Igual el vacío hondo y feo seguía en su cuerpo. Deseó ese día desde hace muchos años Fue un escandalo para una parte de su familia, cuando trajo los exámenes de la escuela, hasta él odió su destino, pero otro bando de la parentela lo tomó con grande
--Al menos sientes algo. Progresamos paso a paso. ¿También puedo acostarme en tu hombro?
Vio el rostro contorsionado por su propia batalla mental, la acarició, menos comprometida con el ambiente. Asintió con la cabeza y con calma, él se dejó caer en el regazo de Nickova. Más rápido que un rayo, las manos con uñas arregladas fueron al cabello de Declan.
--Que diablos--gruñó. Eso fue suficiente para que se volviera más húmedo, arrinconándose contra el cuerpo de ella.
--Si tú no vienes por mi, yo no tengo problema en ir hacia ti.-- la voz de Declan se fue perdiendo por el sueño.--Gracias por prestarme tus piernas.
Scott apreció el rubor creció desde el cuello hasta el rostro. Más allá de sus contradicciones, del miedo y lo malo que era para ella, Scott lo intuía. La loba aceptaba su presencia, la parte humana todavía no. En un último intento antes de dormir, recorrió con su nariz el cuello y le dio un beso allí. Todo iba a ir bien.