Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hielo por VinsmokeDSil

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, hola! 

Normalmente publico fanfics de one piece, pero últimamente he pillado un vicio a la serie del GTA roleplay de Auronplay y Perxitaa y he caído en la tentación del Volkacio!

Va a tratarse de un fic largo, con los grandes éxitos del Volkacio, trama original y mi propia trama. Con esto quiero decir que puede que algunos de los momentos que pasan en la serie los cambie de orden para adaptarlos a la trama que tengo pensada para mi fic, que habrá muchas cosas iguales pero va a ir diferenciandose a medida que avance. 

No sé si alguien de ésta página lo ha visto o les shippea, pero me parece que la categoría más adecuada para el fic es la de videojuegos. 

Dicho esto, voy a ir publicando el capítulo a medida que tenga los capítulos, lo que significa que no puedo asegurar la periodicidad. Si en un futuro cambio de opinión, lo haré saber, de mientras, se irán colgando al día. 

Aviso también que, al ser Volkov ruso y otaku, va a contener varias palabras en ruso y muchas referencias a animes (intentaré explicarlas todas en las notas de abajo, si queda duda de algo siempre podéis preguntarmelo por review)

Espero que os guste!

Notas del capitulo:

Aquí viene el primer capítulo! 

Como ya he dicho, al tratarse de un fic largo, éste capítulo y seguramente los siguientes van a ser muy introductorios, e iré introduciendo la trama despacio. 

Aun así, prometo que en cada capítulo va a haber acción y momentos que a todos los fans de SpainRP les guste! 

Cabreado.

Hasta las pelotas de ese gilipollas.

Así era como estaba el comisario Viktor Volkov. Treinta y cuatro años, Comisario de la ciudad de los Santos. Llevaba diez años en la ciudad, más o menos los mismos que llevaba trabajando como policía. Ya estando de alumno, el Superintendente del cuerpo era Conway, él mismo le hizo las oposiciones.

Tanto a él como a Alexander Ivanov, su binomio.

Había pasado mucho desde aquello, pero se podía decir que estaba más unido a esos dos que a nadie más dentro del cuerpo. Las habían pasado de todos los colores, habían recibido multitud de balas los unos por los otros, y estaban dispuestos a dar la vida por ellos.

Su dinámica siempre había sido la misma: él e Ivanov trabajaban y su jefe les insultaba o les pegaba con la porra. Alguna noche en el talego también se habían llevado, la mayoría por culpa de Ivanov y sus ideas de bombero.

Pero eso había cambiado en los últimos meses. Conway conoció a esos sujetos, dos individuos que habían llegado hacía poco a la ciudad y que, sin entender muy bien cómo, se habían ganado el cariño del Superintendente.

Claro que esa palabra en el viejo tenía otra definición. Cualquier otra persona ya estaría en la federal o en el fondo del mar, solo para que dejaran de molestar, pero no Horacio ni Gustabo. Qué va.

Esos dos se libraban de todas y cada una de sus gilipolleces. El superintendente incluso se estaba planteando meterles en el cuerpo, sabiendo que se juntaban con bandas y que habían cometido un atraco siendo sapos. ¿Cómo lo sabía? Porque él mismo fue quien les abatió.

Pero ahí estaban. Y Volkov estaba harto.

Hasta las pelotas del gilipollas de su jefe y de ese par de payasos que se aburrían demasiado y se entretenían tocando los huevos. Algo que se les daba realmente bien.

Demasiado bien.

No entendía qué veía el Superintendente en ellos. Eran unos pringados, unos parguelas que acababan de llegar a la ciudad y pensaban que podían hacer lo que quisieran.

Conocía a Conway, eran muchos años trabajando bajo sus órdenes. Sabía cómo acostumbraba a trabajar, tenía su propio modo de hacer las cosas. Y uno de esos, era el secuestro falso que se había sacado de la manga para comprobar la lealtad de esos dos.

Solo Jack Conway era capaz de paralizar a toda la puta ciudad por uno de sus juegos. El secuestro del Superintendente ni más ni menos.

Como una puta cabra.

Pero eso no fue lo peor ni de lejos. Encima al viejo le había petado la patata. Y le atropellaron. Se agarró a la vida como una lapa, pero con otro de sus episodios.

Dos horas antes

– ¿Cómo se llama? –Preguntó el comisario, viéndoselas venir – ¿cómo se llama usted? –Su jefe seguía sin responder – ¿No le suena Jack?

El Superintendente se encontraba tumbado en la camilla, balbuceando palabras sueltas. No estaba demasiado seguro ni siquiera que le estuviera escuchando. Él e Ivanov estaban con él, preocupados por su reacción cuando despertara.

Porque seguramente haría falta alguien para reducirle.

–Jack… –murmuró. Parecía que sí que le oía.

–Usted se llama Jack Conway. –siguió Volkov.

–Jack Conway… –volvió a repetir, pero no dijo nada más.

Parecía sumido en un estado de semiinconsciencia, prácticamente despierto. No sabía en qué año estaba, no recordaba nada de la guerra y ni siquiera sabía su nombre

–Volkov, yo no soy médico, pero tenemos un caso claro de amnesia –dijo Ivanov, recitando en voz alta lo que todo el mundo tenía en mente.

A Volkov no le gustaba usar más palabras de las necesarias, él era un tipo serio, sobretodo en el trabajo. Y ahora estaba de demasiado mal humor como para responder a Ivanov, ya que lo mínimo sería un “cállate gilipollas, eso ya lo veo”.

 –Actualmente usted es Superintendente en esta ciudad. –dijo el comisario, ignorando a su compañero.

–Hmm… –gruñó el viejo. No parecía importarle demasiado.

– ¿Sabe lo que es “Superintendente”? –volvió a preguntar Ivanov. Solo él era capaz de preguntar algo así.

–Sí… –respondió Conway.

Aquí fue cuando Volkov se dio cuenta de que debía de sentirse realmente mal, porque si no, mínimo le hubiera taseado.

La doctora les dio su diagnóstico, hablando del estado de su jefe.

– ¿Y cuándo va a recuperar la memoria? –preguntó Volkov, queriendo acabar con éste circo cuanto antes.

–Debería saber si le han pegado un golpe. Si es así le hago una resonancia.

El comisario ruso no podía responder a esa pregunta, solo había dos personas que pudieran hacerlo. Dos tipos que conseguían sacarle de sus casillas.

Ya desde que habían aparecido en el hospital, dejando al Superintendente a manos de los EMS, había tenido ganas de soltarles una paliza. Tanto él como Ivanov.

Anda que no habían disfrutado restregándoles que Conway les había comprado un Audi… y, tal como el búlgaro había dicho, “a ellos ni un chicle”. Qué va. Porrazos como mucho. Esos eran sus regalos usuales.

Y luego, el imbécil de la cresta va y suelta que eran mejores agentes que ellos. Esos dos capullos que ni siquiera habían entrado al cuerpo, mejores que dos comisarios. Iban de héroes por la ciudad cuando todo había sido un puto montaje para ponerles a prueba.

Un puto montaje en el que el Superintendente parecía haber sufrido un infarto y algún golpe en la cabeza.

Por lo tanto, en esos momentos, su humor no era el mejor.

– ¿Le han dado un golpe en la cabeza sí o no? –les volvió a preguntar el comisario ruso.

 Decían que no, que ellos no sabían nada de ningún golpe. Que seguramente fueron los secuestradores o la misma policía al perseguirlos.

“Ya, claro, como si los nuestros fueran a hacer algo tan imprudente.”

Obviamente, mentían. Pero no podía decirles porqué lo sabía.

– ¿Te acuerdas en qué año estamos? –preguntó Ivanov al Superintendente, una vez volvieron a estar dentro de la sala.

–1974 –respondió éste.

"Der'mo"

–Corre –dijo Ivanov a la médico que le atendía. –Cierra la puerta. Cerrad el hospital.

Empezaba el show…

Claro que, ya que iban a liarla por culpa de su jefe, quizá podía desquitarse un poco.

–Por ahí hay unos comunistas rusos, Conway.

– ¿Dónde?

–Ahí fuera, en el hospital. Hay uno que va vestido como Buzz Lightyear –dijo, pensando en el atuendo de Horacio.

Ese jodido era el que le había vacilado, yendo de poli súper duro, diciendo que era mejor agente que ellos.

A ver ahora como se espabilaba con eso…

– ¿Dónde está mi fusil? –iba a disfrutar de su pequeña venganza.

–Ahora en ese estado no puedo dejarle ningún fusil. Le voy a presentar un comunista. –Iba a disfrutarlo mucho.

Volkov fue a la puerta, yendo a buscar a ese par de idiotas.

–Volkom, déjenos entrar –dijo Gustabo.

–Volkov –les corrigió este. Estaba harto de esos americanos, no sabían pronunciar ni un nombre que no fuera en inglés.

–Eso, Volkom –“encima cachondeo…” –Volkom. Déjenos entrar, que vea una cara conocida, igual si nos ve, empieza a recordar.

–Sí, sí… Pasen… Lo primero que tienen que decirle es “Somos los comunistas. Arriba el comunismo, viva Stalin”  –dijo el ruso, que ya casi podía oír los gritos de dolor de esos dos al soltar eso.

Ni se imaginaban lo que disfrutaba Volkov viendo como Horacio alababa el comunismo enfrente de Conway. Casi le dio pena el de la cresta, al fiarse tanto de él. Solo casi.

Porque él y Ivanov seguían aliados en su pequeña venganza personal.

Lástima que el viejo consiguió huir del hospital en un puto tanque. Quizá no fue buena idea dejar pasar a los “comunistas” sin que le hubieran puesto una camisa de fuerza.

Sin saber exactamente como, consiguieron llevarle otra vez al hospital y esposarle, aunque seguía siendo demasiado difícil retenerle. Solo Jack Conway podía seguir escapando de dos comisarios y demás agentes estando esposado. Y sin camiseta.

– ¡Capullos!

– ¿Volkov, te acuerdas de cómo le hicimos volver la última vez? –dijo Ivanov, mirándole.

– ¡Hijos de puta!

Conway les iba insultando, pero estaban tan acostumbrados que no le hacían ni caso.

–No estuve.

–Pues ese día, me encañonó enfrente del hospital, me disparó, me abatió y le llevamos a comisaria. Y mientras estaba esposado, Leónidas le aporreó de tal manera, que recuperó la memoria.

– ¡Capullos, soltadme de una puta vez!   

Volkov no respondió, le parecía una idea de mierda y una estupidez.

–Os voy a matar. ¡Os voy a matar! –claro que, la verdad era que apetecía aporrearle.

– ¿Sabes quién es Leónidas? –preguntó Ivanov a su jefe.

El oficial estaba enfrente de ellos, había llegado hacía poco. Era uno de los que había perseguido a Conway por la ciudad, con el tanque.

– ¿Se acuerda de mí, Super? –preguntó, ya preparado con la porra. Se notaba que tenía demasiadas ganas de repetir la última experiencia.

Claro que, tampoco podía culparle. Estaba seguro que cualquier agente de la malla se ofrecería a “curar” la amnesia del superintendente. Él incluido. 

Eso sí, antes querían pasárselo bien un rato. No les costó demasiado convencer a Leónidas que se esperara a darle, ya que antes tocaba presentarle al jefe a “los comunistas que querían conocer las coordenadas de su pelotón para bombardearlos”.

La verdad era que Horacio y Gustabo se habían ganado el asco de toda la malla.

Por fin, consiguieron que Gustabo y Horacio entraran. Ahora tenían al viejo esposado, ya no huiría. Y bien calentito, hablando de esos rusos que tanto odiaba.

–Conway, ¿me escucha? ¡SOY SU CAPITÁN! –dijo Horacio.

– ¿Tú? ¿Mi capitán? –Volkov estaba seguro que el viejo se lanzaría de cabeza a atacar a ese payaso. Incluso esposado. Con los dientes, si hacía falta.

Eso iba a ser muy bueno…

– ¡Sí! De la decimotercera, así que ¡CÁLLESE LA BOCA YA! –vaya, parecía que Buzz Lightyear sabía escuchar. Ahora vendría cuando…

Silencio.

¿Por qué Conway no hacía nada? ¿Ni insultar? ¿Ni amenazar?

–Así me gusta, calladito. ¿Vas a seguir las órdenes o no?

“Vale, esa no la he visto venir”, pensó Volkov.

Pero esto era… era… ¡era oro puro!

– ¡Dile que se ponga a hacer flexiones! –le dijo a Horacio, en un susurro demasiado emocionado.

– ¡Póngase a hacer flexiones, y cuéntelas en voz alta! ¡Rapidito! –gritó Horacio, cómplice en la idea de Volkov.

Ivanov y Leónidas le miraban sorprendidos. Volkov casi nunca mostraba emociones, siempre se mantenía frío como el hielo de su vodka. Pocas veces conseguían sacar su parte humana. Pero ahora, parecía un niño con un juguete nuevo.

–Negativo, señor. No puedo. Me duele todo el cuerpo. –respondió Conway.

La verdad era que lo entendían. Ellos tampoco podían esperar a ver al viejo en ese estado.

–Hágalo por los Estados Unidos de América. ¡Aunque se rompa los brazos! ¡Aunque se rompa las piernas, tiene que hacerlo!

Al final, Conway acabó cediendo, como buen soldado. Esto era demasiado bueno para dejarlo así, y Volkov pensaba aprovecharse de ése momento. Se le olvidó por completo su plan inicial, no podía desperdiciar una oportunidad como ésta.

–Horacio, ¡dígale que se ponga a cantar! –estaba más emocionado que durante la última escena de One Piece Stampede.  

Y Conway volvió a hacerlo.

– ¡Aquí mi fusil, aquí mi pistola! ¡Una consuela la otra dispara!

Lástima de no tener un móvil para grabarlo.

–Su país estará orgulloso. –respondió Horacio, evitando tanto como podía sus carcajadas.

Ivanov y Leónidas habían tenido que apartarse un poco para poder echarse a reír, ya que les era totalmente imposible evitarlo.

Cuando Conway se levantó y volvió a la posición de descanso, esperando las siguientes órdenes mientras miraba a Horacio, Gustabo le llamó la atención.

–Volkom.

–Volkov. Comisario Volkov –se lo dijo hacía una hora ya, ¿no podía recordar su puto nombre? Maldito Gustabo con b.

–Volkov. ¿Cuánto le suele durar eso?

Su nombre pareció llamar la atención de su jefe.

–Volkov. ¿De dónde eres, Volkov? –preguntó éste, algo sudado por el ejercicio que acababa de hacer.

Bueno, parecía que ya tocaba su turno. Así que, con su mejor acento, respondió.

–Puesz, szoy de Ruszia.

Y Leónidas le dio la segunda hostia. La de “reiniciar sistema” del superintendente. Así que el viejo ya volvía a ser el mismo gilipollas de siempre.

Gustabo, esposado por Ivanov, fue quien explicó toda la situación a Conway. Claro que, desde su punto de vista, donde ellos eran los “héroes” y no los “examinados”.    

Lo que ocurrió después ya fue para pegarse un tiro. El dúo de idiotas seguían diciendo lo buenos que eran ellos y lo mala que había sido la actuación de la malla. Volkov intentó explicarle, tan disimuladamente como pudo, sus conclusiones como examinador.

Desde el punto de vista del comisario ruso, y siendo sinceros, su puntuación era bastante mala. No llegarían ni al aprobado. Y, para variar, Conway no le hizo ni caso.

Esos dos podían hasta sentarse en su puta silla y a él seguía tratándole como a su perrito, haciéndole ir a buscar una camiseta. Porque el tío seguía medio desnudo.

Volkov, Ivanov, Horacio, Gustabo y Conway se encontraban en el despacho de éste último, mientras los dos proyectos de delincuentes contaban su increíble hazaña. Se llevaron algunas ostias e insultos.

Ivanov y Volkov tenían ganas de echarse a reír.

Hasta que dejaron de tenerlas.

–Buen trabajo. –dijo el jefe.

– ¿Ha dicho buen trabajo? –preguntó el puto Buzz Lightyear.

–No, seguro que escucharon mal. –respondió Volkov, aunque él también lo hubiera oído. Era imposible que ese viejo decrépito dijera nunca esas dos palabras juntas.

Espera.

No. Eso no podía estar pasando. No. No era cierto. Sus gafas tenían que estar mal o algo. ¿ESO ERA UN PUTO ABRAZO?

Al estilo Conway, con insultos y faltas de respeto varias, pero… ¿ACABABA DE DARLES UN PUTO ABRAZO A LOS GILIPOLLAS DE HORACIO Y GUSTABO?

–Camarero, otra por favor. –dijo Volkov, sentado en la barra del Bahamas. El tipo volvió a llenar su vaso con vodka, licor favorito del ruso. Quizá era su quinta copa de esa noche.

Su cabeza no paraba de repetirle una y otra vez los recuerdos de ese día. Ese día de mierda. No había recibido ningún tiro, el Superintendente no le había pegado, y no había habido ningún delito demasiado grave.

En vez de eso, lo que estaba muy herido era su orgullo. El suyo y el de Ivanov, que habían intentado dimitir ahí mismo. Estaba claro que, si Conway daba un abrazo y felicitaba a esos dos por suspender una prueba que él mismo había organizado, cuando a ellos siempre les recordaba lo inútiles que eran, ahí sobraban.

Era mejor que esos dos fueran los comisarios, así ellos solo tendrían que ocuparse de hacer el capullo por la ciudad. Y de beber vodka. Como ahora. Su adorado vodka.

De acuerdo, luego el viejo se arrepintió y les dio un abrazo. Bueno, más bien se lo dio a él, porque Ivanov se había negado en rotundo. Pero, ¿qué culpa tenía Volkov? Le encantaban las muestras de cariño gratuitas, claro que eso lo negaría ante cualquiera.

Tenía una imagen que mantener dentro del cuerpo. Él era pura profesionalidad, no podía permitirse ir por ahí dando abrazos a lo loco. Pero claro, uno del Superintendente, alguien a quien admiraba y respetaba, de quien quería que se sintiera orgulloso… ya era otro tema.

Así que, Volkov hizo lo que mejor se le daba. Camufló sus emociones bajo una máscara de total indiferencia y siguió actuando con su habitual frialdad mientras les hacían las oposiciones a Horacio y Gustabo para entrar en el cuerpo.

Nunca había visto unas oposiciones tan penosas. Todo un espectáculo, hacía tiempo que no veía algo tan lamentable. Si fuera por él, les hubiera prohibido siquiera volver a acercarse a comisaria. Pero claro, eran los niños bonitos del Superintendente.

Y encima, ahora Ivanov ni siquiera le hablaba. Le había propuesto de salir a beber, después de hacerles ese chiste de oposiciones al binomio de idiotas.

Necesitaba desfogarse, revolcarse en el alcohol y la autocompasión con su compañero y amigo en el cuerpo. Seguro que él también lo necesitaba, el búlgaro tenía el ego mucho más inflado que él y le había sentado mucho peor la actitud del Superintendente.

E Ivanov le respondió con un respetuoso “vete a tomar por culo, ruso de mierda”. El puto búlgaro. Luego le dijo algo en búlgaro, ni idea del qué, pero seguro que nada bueno.

No entendía por qué los de la ciudad siempre creían que Ivanov era ruso, más cuando hablaba, si sus idiomas no se parecían tanto. Él era incapaz de comprenderlo. Pero claro, para los americanos, Europa del Este entera es un mismo país.

Ivanov sí sabía algo de ruso, ya que en algunas zonas de Bulgaria se hablaba, pero él no tenía ni idea. Ambos idiomas provenían de la lengua indoeuropea pero, ¿qué más daba eso? Para Volkov, el ruso y el búlgaro eran tan parecidos como el inglés y el alemán, ambas lenguas germánicas.

Se terminó la copa de un trago, disfrutando de la quemazón en su garganta.

–Otra. –dijo al camarero, que aún seguía enfrente de él.

–Caballero, ¿no cree usted que ya ha bebido suficiente? –dijo el camarero, con la botella en la mano.

–Te pago para que me sirvas las copas, no para que seas mi madre. –dijo el Volkov, ofendido. Por favor, era ruso.

Tenía mucho más aguante que seis copas de vodka con hielo.

Volkov necesitaba desfogarse. Le hubiera gustado hacerlo con Ivanov, maldecir un rato a esos dos, beber y desconectar con su amigo. Pero ya que el otro estaba enfadado con él, tendría que hacerlo solo.

Para él, tampoco era un problema. Estaba acostumbrado a la soledad, sabía disfrutar de ella. Y estar solo en el Bahamas, le permitiría hacer ciertas cosas que no haría estando acompañado.

–Hola –dijo una voz fina a su lado.

Una mujer se encontraba a su lado, sentada en el taburete, mirándole. Sonriéndole.

–"Priviet" –saludó en ruso, tal y como estaba acostumbrado, desviando la mirada a su copa.

El comisario no era que tuviera muchas ganas de hablar en esos momentos, quería seguir disfrutando de su bebida tranquilamente. Hacía falta algo más para conseguir llamar su atención.

–Privi… ¿qué? –preguntó ella, riendo confundida, echándose un mechón de pelo detrás de su oreja.

–Es hola en ruso. –respondió él, mirando al frente mientras daba otro trago.

Volkov no era un tipo simpático por naturaleza. No le salía bien eso de socializar, y por muy acostumbrado que estuviera a sus salidas nocturnas al Bahamas o cualquier otro lugar, las palabras seguían sin ser lo suyo.

Y menos si venían a hablarle mientras estaba en la barra. Prefería escoger él el cuándo y con quién.

–Así que ruso… Adivino que eso será vodka. –dijo ella, señalando su bebida.

–"Da" –respondió Volkov, esperando tener que volver a traducirlo.

–Lo sabía –dijo ella, riendo en voz alta. Sabía lo que Volkov había dicho perfectamente, sin necesidad de repetirlo en inglés.

Ahí estaba ese algo.

Volkov giró un poco la cabeza, para mirarla de lado, con algo parecido a una sonrisa en su rostro. Rubia, ojos azules, vestido negro ceñido. Sensual pero no vulgar. Y lo suficientemente lista como para entender algunas de sus palabras.

Perfecta.

Y ahí estaba una de esas actividades que le gustaba hacer sin que hubiera nadie conocido cerca.

–Camarero, otra. –dijo volviendo a mirar al chico.

–Caballero, todavía no se ha acabado la que le acabo de servir. –dijo este, temiéndose que más tarde tendría que aguantar otro borracho más.

–No es para mí, es para la señorita. –dijo éste, señalando a la mujer rubia, girando ligeramente su cuerpo para quedar encarado hacia ella. Ésta parecía contenta por la atención que recibía del ruso.

La chica acercó un poco el taburete hacia él, quedando más cerca, de tal forma que no tuvieran que hablar a gritos por la música.

Le miraba intensamente con sus ojos azules mientras el camarero le servía la bebida. Cuando tuvo su copa lista, en vez de coger la suya, tomó la que se encontraba entre los dedos de Volkov, acariciando ligeramente su mano.

Y dio un buen trago justo por donde él había bebido.

Volkov se rió ante ese atrevimiento. Su plan al salir esa noche era conocer a alguien y tener un lío de una noche, para desconectar del día de mierda que había tenido, y esa chiquilla de no más de veinticinco años parecía muy dispuesta.

–Pues parece que al final sí va a ser para mí. –dijo cogiendo la copa recién servida, mientras miraba divertido las reacciones de su cara.

–Rachel –se presentó ella, después de la ligera mueca de asco debido al gran trago que acababa de dar.

–Volkov. –dijo secamente, tomando otro trago.

–De acuerdo. ¿Y tú nombre? –la mayoría de sus ligues de una noche creían que ese era su primer nombre y no su apellido, pero parecía que esa mujer tenía un poco de cultura como para darse cuenta de la diferencia.

–Nadie me llama por mi nombre. –dijo, poniendo en marcha su plan.

Nada de intimar. Nada de información. Sexo y punto. No pretendía ir más lejos que eso en cuanto a conocerse en el ámbito emocional.

–De acuerdo, Volkov. –dijo ella, bebiendo otro trago, algo más pequeño que el primero –era para saber cómo te gustaría que te llamara… en privado.

La pausa fue claramente intencionada, y cargada de segundas intenciones. Volkov de normal prefería dar caza, sentía que tenía el control de la situación, pero era estimulante que de vez en cuando intentaran darle caza, decidir si dar esa oportunidad o no. Le daba una sensación de poder que le embriagaba más que el alcohol barato de la discoteca.

En la comisaría, era conocido por ser un hombre de hielo. Casi nunca mostraba sus emociones. No solo en la comisaría, todo el mundo que le conocía le decía que se “sacara el palo que tenía metido por el culo”.

Pero es que esa era su forma de ser. Él era un tipo serio, con pánico a la intimidad y a la complicidad. No quería encariñarse demasiado con nadie, ya había sufrido lo suficiente por eso, y no quería volver a pasar por algo parecido.

Pero eso no significaba que fuera incapaz de divertirse o bromear. Incluso de ligar en una discoteca.

Y teniendo en cuenta que era la única clase de intimidad que se permitía, había desarrollado mucha habilidad para esos momentos.

– ¿Y a ti como te gustaría que te llamara? –dijo mirándola directamente a los ojos, intensificando su mirada.

Esa que sabía era capaz de derretir a cualquiera. La había practicado muchas veces delante del espejo, era la misma que ponía Takumi cada vez que miraba a Misaki.

Y en Rachel tuvo el mismo efecto.

La rubia se acabó el alcohol de un trago e intentó no toser.

–Éste vodka es una mierda. –dijo ella, intentando no perder la dignidad.

–Diez-cua… digo –´–°. –dijo él. Estaba tan acostumbrado a los códigos que a veces se le escapaban en ese tipo de situaciones.

–Eso… ¿era un código policial? ¿Eres policía? –preguntó ella con curiosidad.

Volkov no iba a implicarse con esa chica, así que cuanto menos supiera de él, mejor. No pensaba revelar esa información, parte de su vida privada, a alguien que ya no vería más lejos de esa noche.

–Soy un ruso con ganas de beber vodka de verdad. –dijo intensificando su mirada y rozando con suavidad la rodilla de la chica.

El comisario, por formación profesional, observó sus reacciones.

Bajó la mirada hacia los dedos que se paseaban delicadamente por su rodilla, sus pupilas dilatadas captando todos los detalles, sonriendo ligeramente y con la respiración acelerada. Podía observar la carótida latiendo en su cuello blanco, iba más deprisa que antes. Qué ganas de lanzarse a él…

Volkov veía que a la chica le gustaba el contacto, por lo que pasó de acariciar con sus dedos a hacerlo con su mano, subiendo ligeramente por su muslo.

–Vivo cerca de aquí, puedo invitarte a una copa si quieres. –dijo ella, volviendo a mirarle a los ojos y mordiéndose ligeramente el labio.

–De acuerdo, Rachel –dijo éste, sin bajar la intensidad de su mirada.

Volkov no pensaba decirle que él vivía a un par de calles, a menos de diez minutos caminando. No tenía pensado llevarla a su casa, como mucho hubieran ido a un hotel.

El ruso pagó las bebidas y salieron de la discoteca, en dirección al parking.

Fueron en el coche de ella.

–Espero que no me detenga por conducir habiendo bebido, agente. –dijo ella, poniéndose el cinturón antes de arrancar el vehículo. Así que no había dejado en paz eso… bueno, suponía que tampoco pasaba nada.

–Tiene suerte que no estoy de servicio, señorita. –respondió él, des del asiento del copiloto, con su mejor sonrisa. –pero si lo prefiere, puedo esposarla.

La chica no pudo resistirse a esa sonrisa y tuvo que desviar la mirada para ponerse en marcha cuanto antes.

Si no fuera porque Volkov realmente quería acostarse con esa mujer, le daría igual estar o no de servicio, no permitiría que condujera. Irían en taxi. Pero sabía que si se ponía duro con eso, seguramente perdería la oportunidad.

Y el ruso le tenía muchas ganas.

Muchas.

–Volkov… –sonrió ella, como si se tratara de un aviso.

–Dime –dijo él, disimuladamente, con inocencia incluso.

–Si haces eso no puedo concentrarme en la carretera. –dijo ella, sin dejar de mirar al frente. Por su tono de voz, se notaba que le estaba gustando.

–No estoy haciendo nada –dijo él, en otra sonrisa traviesa.

Como si no estuviera tocándole suavemente el muslo con la mano, subiendo cada vez más su mano, empezando a deslizarse por debajo de la fina tela del vestido.

–Si nos estrellamos será tu culpa –dijo ella, colocándose mejor. Disfrutaba mucho de las atenciones del comisario.

–No te preocupes, te quitaré la multa. –su mano siguió subiendo, muy despacio, disfrutando de la cálida piel de Rachel, que parecía erizarse al contacto.

Suspiró un poco, tomando una gran bocanada de aire que hizo que se le hinchara el pecho, acentuando un poco más su escote. Volkov no podía apartar sus ojos de ella.

Siguieron con ese jueguecito hasta que llegaron al apartamento de la chica. Menos mal que sí que vivía cerca, sino hubieran acabado acostándose en el coche.

Mientras Rachel intentaba abrir la puerta del apartamento, Volkov se abalanzó encima de ella, por su espalda. Se lanzó a besarle el cuello, ese que había tenido la oportunidad de estudiar y empezó a abrazarla por la cintura, recorriendo su cuerpo con sus manos.

Tenía a la chica aprisionada contra la puerta, peleándose con las llaves para conseguir abrirla, y el ruso se lo ponía realmente difícil. Con sus besos y las caricias ya estaba consiguiendo excitarla.

Finalmente, consiguió abrir. Se dio cuenta Volkov antes que ella, ya que fue él quien empujó la puerta y la hizo entrar de golpe, estampándola contra la primera pared que encontró y cerrando de un portazo detrás de él.

La chica solo tuvo tiempo de girarse y encararle, alcanzando esos labios hambrientos que devoraban los suyos.

– ¿No querías que te invitara a vodka? –preguntó en un momento que pudo separarse del ruso, pudiendo todavía respirar de su aliento. Olía a alcohol y a tabaco.

–No tengo sed –respondió él, levantándole el vestido con ambas manos hasta su cintura.

–Mejor, porque no tengo vodka. –Volkov no le permitió hablar más, volvió a besarla con fiereza.

Con un movimiento, puso las manos en el trasero de la chica y la levantó, haciendo que ésta enrollara sus largas piernas alrededor de sus caderas, permitiéndole sentir así su erección.

Rachel gimió ligeramente. Se abrazaba a Volkov, recorriendo su ancha espalda con sus manos hasta llegar a su nuca, que agarró con fuerza y lo atrajo más a ella, acercándole más si era posible.

– ¿Dónde está tu habitación? –preguntó el comisario.

–Al fondo a la derecha –respondió en un susurro en sus labios.

Volkov estaba lo suficientemente fuerte como para llevar a la chica en brazos en la posición en la que estaban, aguantándola por el trasero. Tampoco era que ella pesara mucho, pero los brazos del comisario estaban realmente entrenados.

La chica no dejó de besarle en todo el trayecto. Si no atacaba sus labios, atacaba su cuello, lamiéndole y mordiéndole, excitando todavía más al comisario y consiguiendo sacar profundos gruñidos de su garganta.

En cuanto llegaron a la habitación, Viktor la lanzó a la cama y se situó encima. No iban a perder el tiempo, los dos iban a lo que iban.

Sexo de una noche. Revitalizante. Refrescante. Excitante.

Sin preocupaciones

Sin poner en peligro a nadie por ser demasiado próximo.

Para el comisario, esa era la mejor alternativa que tenía.

Lo mejor para evadirse, para disfrutar, para un buen orgasmo. Y lo mejor para sacarse de la cabeza las mierdas de su día a día, como por ejemplo, un gilipollas con cresta vestido de Buzz Lightyear.  

Notas finales:

 (Der'mo): Mierda

 (priviet): Hola

 (da): Sí

*Después de unos días de estar el capítulo colgado, me he dado cuenta que la página, una vez colgado el capítulo, no es capaz de dejar puesto el alfabeto cirílico. Mientras lo editaba sí que aparecía, por eso no me di cuenta antes. Por lo que en vez de cirílico, cuando Volkov hable en ruso, pondré directamente su pronunciación entre comillas. Ya sé que no es lo mismo, pero mejor que guiones o interrogantes. Intentaré hacerlo por todos los capítulos, pero si se me pasa alguna no dudeis en dejarme review para que pueda modificarlo

 

*One Piece Stampede es la última película que estrenaron sobre el manga/anime de one piece. No haré spoilers por si alguien no la ha visto, pero creo que no me equivoco cuando digo que la última escena (la del "fuego") fue la que más gustó a los fans, ya que tuvo un detallazo alucinante y fue muy épica. 

*Takumi y Misaki son los protagonistas del anime Kaichou wa Maido-Sama, un shojo romantico de instituto

 

Hasta aquí el primer capítulo! 

Como ya he dicho antes, es muy introductorio. He querido empezarlo por el secuestro al superintendente, donde en SpainRP se da a entender que es real pero yo he querido ponerlo como una prueba para estos dos con dramáticas consecuencias. 

A esto me refería cuando decía que iba a usar la trama original para adaptarla a mi fic. 

El personaje de Rachel es OC, no existe en el rol, pero era necesario para mi trama, y es muy posible que vayan saliendo más personajes que me saque de la manga (con poca interacción, llamémoslo cameos) 

¿Qué os ha parecido? Esperaré con mucha ilusión vuestras reviews! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).