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Boku no Drabbles por Dra-chan

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Notas del capitulo:

Y vuelta a empezar con las parejas (:

1

 

Si hay algo de lo que se puede jactar Midoriya Izuku es del poder de observación que posee y la habilidad de analizar a detalle cosas que a veces para los demás podrían parecer insignificantes. Ha tenido muchos años de práctica con ello.

 

Cuando recién comenzó a tener una especie de relación con Bakugo, notó de inmediato como éste ponía especial atención a sus manos llenas de cicatrices, a su brazo perpetuamente lastimado. Notó cómo clavaba intensamente su rojiza mirada en las heridas cicatrizadas, a veces acariciando con algo que se puede llamar ternura, paseando la punta de sus dedos por las líneas irregulares, la piel lastimada y cerrada a la fuerza.

 

Nunca ha encontrado la convicción para preguntarle qué tanto ve en ellas, qué piensa cuando acaricia sus manos. Si de pura casualidad piensan lo mismo, como cuando el mismo Izuku a veces ve sus manos para recordarse los errores que no debe cometer en el futuro, que debe fortalecerse para no herirse a sí mismo y poder darlo todo en la batalla sin ser un estorbo.

 

Siendo más joven nunca encontró especial interés o propósito en los tatuajes, pensaba que era herirse sin sentido, alguno por adornos a veces no tan bonitos. Es un arte precioso, sabe apreciar, pero pasar horas siendo apuñalado por una aguja sólo por ese placer le era incomprensible.

 

Ahora, cada que mira sus manos y recuerda las batallas, la gente que salvó, las cosas que hizo para llegar a ese estado se pregunta si las personas tatuadas en su mayoría llevan los tatuajes como recordatorio de algo en su vida, cosas que deben llevarse en la piel de forma visible para nunca olvidarlas y que sean una advertencia, o algún otro significado, para los demás.

 

No lo sabe y no tiene a quién preguntarle al respecto porque él sólo tiene cicatrices por todo el cuerpo que a veces, el sólo recuerdo, siguen doliendo.

 

2

 

Hay cosas, también, que no nota. No porque no ponga atención sino porque son más difíciles de ver. Bakugo es un bastardo que sabe ocultarlo con maestría conociendo el poder de observación de Izuku así que no es hasta que Todoroki, en toda su inocencia, le hace la observación.

 

—¿Te mordió un insecto? —comenta su amigo, picando ligeramente con su dedo un área en específico en el cuello de Midoriya.

 

Lleva su mano al lugar, extrañado porque es invierno y no hay tantos insectos en esa época del año. No ha sentido ninguna molestia o picazón a lo largo del día. Toma su celular y pone su cámara como si fuera a tomarse una fotografía de frente para poder ver la zona.

 

—¿Estás bien, Midoriya-kun? —es Iida quien pregunta ahora al ver que todo el color en el rostro de Izuku lo abandona y queda extremadamente pálido.

 

Eso definitivamente no es el piquete de ningún bicho y recuerda perfectamente cómo Katsuki se entretenía mucho en esa zona la noche anterior.

 

Voltea el rostro a todos lados buscando al culpable hasta que sus ojos chocan con la rojiza mirada de Bakugo quien, el muy bastardo, sonríe complacido al darse cuenta que descubrió su pequeña fechoría. Los colores vuelven al rostro de Midoriya en forma de un furioso sonrojo.

 

Regresa la mirada a sus amigos, aunque por dentro desea ir y estamparle un puñetazo a Bakugo por cabrón.

 

—No es nada —responde intentando calmarse—. Todoroki-kun, ¿podrías darme un pequeño pedazo de hielo? Para bajar la hinchazón.

 

Cree recordar que el frío ayuda para desaparecer rápidamente esa clase de marcas, aunque nunca creyó que tendría que poner a prueba ese tipo de conocimiento.

 

Todoroki le hace el favor sin hacer más preguntas y continúan con su día de forma normal.

 

3

 

“Abre” dice el escueto mensaje que llega a su celular.

 

Generalmente Izuku deja la puerta de su habitación abierta para que Katsuki entre sin problemas cuando le avisa que pasará ahí la noche y el rubio suele hacer lo mismo, los dos intentando ser todo lo discretos posible. No tanto por mantener su relación en secreto, sino mantener los encuentros en secreto. Duda mucho que a la gente de la UA le haga gracia saber que los alumnos se escabullen por la noche para tener sexo.

 

No contesta el mensaje ni hace movimientos para abrir la puerta, dejando en claro su molestia. Tampoco había contestado el mensaje que Bakugo le había enviado más temprano avisándole que iría. Sabe perfectamente que el chupete en su cuello fue intencional, dejándolo a plena vista, quizás por el puro placer de ver en problemas a Midoriya.

 

Hay cosas que definitivamente no cambian y por mucho que ambos estén saliendo y sepa, más o menos, que Kacchan lo quiere, también sabe que su personalidad de mierda nunca va a cambiar.

 

“Sé que estás ahí, aunque la luz esté apagada. Abre o vuelo la puerta en pedazos” es el siguiente mensaje que recibe y podría sentirse amenazado, pero sabe muy bien que nunca haría algo como eso. Si hay algo que no se pueden permitir ninguno de los dos de ahora en adelante es tener más problemas dentro de la escuela. Como si a Aizawa no le hirvieran las ganas de correrlos a ambos a la más mínima provocación.

 

Sigue sin contestar e imagina que lo que pasará es que Katsuki se irá echando pestes sobre él y no le hable por un par de semanas. No sabe si su enojo lo vale, pero cree con firmeza que debe enseñarle a su novio, o lo que sea, que él no es su juguete. Ya no al menos.

 

Hay silencio por unos largos minutos, Katsuki no está haciendo explosiones, ni siquiera como advertencia. Izuku se siente muy complacido por saber predecir con simpleza las acciones de Bakugo por mucho que se las dé de rebelde. Se acomoda mejor en las mantas, donde ha estado todo este tiempo. Extraña un poco el calor de Kacchan, pero podrá soportarlo durante un tiempo si se sale por una vez con la suya.

 

Su celular vibra anunciando un nuevo mensaje y está muy tentado en ignorarlo.

 

La curiosidad le gana a los cinco segundos.

 

“Abre, por favor” lee y vuelve a leer unas cuatro veces para convencerse que sí, Katsuki le ha dicho por favor.

 

Se levanta de un brinco de la cama, no sin algo de vergüenza hacia sí mismo por caer tan fácilmente. Está segurísimo que le espera una buena pelea detrás de esa puerta, pero necesita aplacar la urgencia de ver a Bakugo.

 

Sorprendentemente no hay gritos en cuanto abre la puerta, sólo un rubio con un puchero enojado en el rostro que se deja caer sobre su hombro ni bien lo tiene a la vista.

 

—¿Kacch…? —va a preguntar, pero se queda a medias cuando Bakugo lo rodea de la cintura y carga con todo su peso.

 

Entra en la habitación, cerrando con el pie la puerta y acercándose hasta la cama donde cae como peso puerto. Izuku siente que todo el aire se le escapa del cuerpo porque Kacchan cae sobre él y con los años el chico sólo se ha hecho mucho más grande y pesado.

 

Va a intentar preguntar de nuevo qué es lo que pasa, pero se ve interrumpido por el suspiro agotado que suelta el rubio.

 

—No lo volveré a hacer —dice contra el cuello de Midoriya, dejando caer su cálido aliento contra la sensible piel.

 

Izuku no puede evitar el escalofrío que recorre su piel, sus sentidos ya muy acostumbrados a reaccionar al toque de Katsuki sobre él. Se quedan así largos minutos, el abrazo nunca aflojando su agarre hasta que Midoriya hace un movimiento para intentar zafarse y Bakugo lo evita aplicando más fuerza, levantando el rostro hasta que queda de frente a Izuku y sus labios chocan en un beso que, en realidad, el pecoso pensó que sería rudo y lleno de pasión, pero no, es suave. Hay muchos labios y mucha lengua, sin embargo, Katsuki no le muerde como siempre, como si quisiera arrancarle un pedazo, sólo le acaricia y le saborea lentamente hasta que ambos quedan sin aliento y se separan, Kacchan volviendo a su lugar contra el cuello de Deku.

 

—No me molesta que lo hagas —dice Midoriya, rindiéndose en su intento por zafarse y tratando de recuperar el aliento—. Sólo, ya sabes, que no se vea.

 

Algo en lo que dice debe llamar la atención de Bakugo pues éste por fin le suelta y se aleja un poco para poder mirarse.

 

—No tiene sentido si no se ve —aclara el rubio después de unos segundos donde tiene su mirada clavada en Izuku—. El punto es poder verlo todo el tiempo.

 

—¿Ver qué? —pregunta Deku sin comprender de lo que habla.

 

—Mi marca —susurra Katsuki, acariciando la zona donde ya difícilmente se ve el chupete que hizo la noche anterior—. Estás lleno de marcas de otra gente, cuando sólo yo debería poder hacerlo.

 

Muy a su pesar, Izuku quiere soltarse a reír por las palabras de Bakugo. Dentro de él no está realmente sorprendido por lo que le dice, desde siempre Katsuki ha sido un niño caprichoso y envidioso y si de alguna retorcida forma considera a Midoriya como algo de su propiedad es lógico, de una forma extraña, que esté molesto por las cicatrices que tiene en el cuerpo. Siempre pensó que habría algo más profundo en su análisis y al final es más una rabieta.

 

—¿Preferirías habérmelas hecho tú? —pregunta para evitar reírse.

 

—¡Yo nunca…! —va a replicar el rubio, pero se detiene a media frase.

 

En ese momento le encantaría decirle que él nunca lo lastimaría, pero sabe que es mentira. En otro tiempo, sin todo lo que han vivido, de hecho sí, sí le habría dejado él marcas de ese estilo. Le sorprende que en su inmadurez anterior nunca llegara a ese extremo. No sabe si por auto conservación, conocedor de esa línea que no puede cruzar en sus arranques de ira, o porque va en contra de la idea de ser un héroe dañar a alguien que no sea un villano.

 

Se deja caer de nuevo sobre Midoriya, sin nada que decir al respecto ni cómo defenderse.

 

—Todas mis heridas me las hice yo mismo, Kacchan, son el resultado de mis propias decisiones.

 

—Ni siquiera tú deberías poder dañar lo que es mío —masculla Katsuki en respuesta desde su cuello.

 

Midoriya no puede contener más la risa, abrazando con fuerza el cuerpo sobre el suyo.

 

—Por ahora, puedes dejar marcas donde quieras Kacchan, mientras no se vean. Cada que… ya sabes… —carraspea un poco, abochornado, antes de continuar—, me quites la ropa podrás verlas. Sólo tú…

 

Bakugo se levanta de un salto de su lugar, arrodillándose entre las piernas de Izuku, bastante interesado por esa línea de pensamientos.

 

—¿Sólo yo? —le pregunta con un tono que intenta sonar inocente mientras acaricia sus muslos. Izuku sabe que no debería caer ante su tono, pero igual le sigue el juego.

 

—Sólo tú —confirma, abochornado al sentir el tirón que retira su pantalón y deja expuesta su piel.

 

—Bien, empecemos —advierte mientras sube las piernas de Midoriya hasta sus hombros, lamiendo una línea en la tersa piel antes de morder ligeramente.

 

Katsuki se toma muy en serio la idea de marcar cada rincón de piel que sólo él puede llegar a ver.


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