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No es una persona celosa, claro que no, piensa Kirishima mientras arremete con fuerza en el interior de Kaminari, quien se deshace en gemidos bajo su cuerpo. Sólo es un poco posesivo, y nada más. No le gusta pensar que alguien le dirige miradas intencionadas a su novio. Suyo.
Denki, por supuesto, es libre de elegir con quién estar. Eso nadie puede discutirlo. Y eligió estar con Kirishima, por alguna estúpida razón que él agradece mucho. Así que los ligeros toques a su brazo, las sonrisitas tímidas y los sonrojos bobos están demás cuando se los dirigen con clara intensión de coqueteo.
Aumenta el ritmo de las estocadas, abrumado y excitado. Sólo el conoce cómo el cuerpo de Denki se contrae cuando toma su miembro y comienza a masturbarlo al ritmo de sus embestidas. Y espera ser el único que las conozca. El futuro es incierto, pero es un hombre optimista.
—Eijiro… —gime cariñosamente Kaminari en su oído, aferrado con sus manos a su cuerpo.
Le encanta el sonido de su voz desbordando lujuria, y le encanta también plagar su cuerpo de pequeñas mordidas, marcando como si fuera su territorio conquistado. Denki se enoja siempre, es obvio, las miraditas que recibe cuando va a bañarse don incómodas, pero hace mucho que intentó convencer a Kirishima de detenerse. No puede detenerse, no porque quiera marcarlo como su propiedad -que sí quiere, pero Denki no es una cosa para poseerlo- pero a veces está tan absorto en su placer y sus dientes son tan puntiagudos que las cosas simplemente pasan.
Y hoy pasa, por pura casualidad, obviamente, que la mordida es cerca de su cuello, más arriba de su clavícula, justo en el punto en que el aroma de Denki es tan potente que le vuelve loco. Sus dientes se cierran sin pensarlo en la zona, creyendo que de esa forma va a saborear ese olor que le vuelve loco. Hay un ligero sabor metálico, en realidad, porque muerde un poco demasiado fuerte.
Eijiro sabe, aunque Denki lo niegue, que le gustan sus mordidas. Lo sabe con las contracciones de su cuerpo asfixiando su polla, llevándole al orgasmo. Lo sabe en la forma en la que el miembro del rubio da un espasmo antes de correrse con fuerza entre sus dedos.
Sabe, también, el terrible regaño que viene a consecuencia de eso.
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No importa, sin embargo, puede lidiar con uno, o dos, o muchos regaños, porque Denki es demasiado vago como para ocultar sus marcas. Le hace curarle y ponerle una bandita cuando han terminado de tener sexo y Kirishima lo llena de mimos y besos que derriten el corazón de Kaminari.
Pero al día siguiente el rubio olvida por qué llevaba una bandita y simplemente va a clases como si nada.
Kirishima no es una persona celosa ni maliciosa, lo jura. Nunca disfrutaría del dolor ajeno, no es tan mezquino como lo podría ser Bakugo, por ejemplo. Pero disfruta un poco la mirada desilusionada que Jirou le da a la marca de su mordida en el cuello de Kaminari.