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Boku no Drabbles por Dra-chan

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Notas del capitulo:

MiriTama para el alma :3

Tamaki recuerda perfectamente cada momento que ha vivido junto a Mirio.


Podría sonar como una exageración teniendo en cuenta la cantidad de años que llevan juntos, pero para él no lo es.


Mirio marca el inicio de una etapa muy importante en su vida. Como si fuera justo el momento donde comienza a vivir de verdad.


Hay momentos más significativos que otros, aunque eso no le resta importancia a ningún otro.


Pero si hay algo que recuerda de forma muy vivida son los días en que, de niños, dormían en la casa del otro.


Han sido muchas las ocasiones en las que, abrigados por el manto oscuro de la noche comparten confidencias. Aun ahora de mayores de vez en cuando lo hacen.


Lo que hace esos momentos tan memorables es la protección que siempre le ha brindado Mirio con su sola presencia.


Tamaki tiene pesadillas constantemente. Son pesadillas de todo tipo considerando el miedo con el que vive él su día a día. Pero, a veces, hay una recurrente. Tamaki se ve a sí mismo, en tercera persona, en el sueño. Está rodeado de oscuridad con una luz que sólo lo alumbra a él. Se acerca de a poco a su otro yo, intrigado por el sonido de masticar que hace eco en el lugar.


Hay crujidos y sonidos de chapoteos húmedos. Se aterra cuando está lo suficientemente cerpa para verse con sangre chorreando de su boca, el líquido rojizo oscuro escurre entre sus comisuras, algunos pedazos de coágulos pegados en su playera, dejando manchones oscuros y chorreantes. Su mandíbula se mueve furiosamente mientras mastica con ansias, devorando pedazos de carne y huesos de un cuerpo que reposa en sus brazos. Es ahí generalmente cuando despierta, con un grito de horror atorado en la garganta al darse cuenta que el cuerpo que sostiene es el de Mirio.


La última imagen que alcanza a ver es de sí mismo hundiendo la mano en el pecho de Mirio, arrancando sin problemas su corazón aún palpitante y cómo, con una sonrisa atontada, lo lleva hasta sus labios y muerde con fuerza.


Le toma muchos años superar esa visión, asustado de lo que pueda significar. Cuando Mirio duerme junto a él y despierta de ese atroz sueño, llora amargamente entre sus brazos, incapaz de explicarle lo que vio y queriéndole decir que él nunca le haría algo como eso.


Pero entiende, al final y después de mucho pensar, que no es que quiera comerse a Mirio, no al menos literalmente. En un principio es porque quiere ser como Mirio. Tener su alegría y optimismo, quiere ser más Mirio y menos Tamaki.


Los sueños se detienen durante un tiempo cuando logra aceptarse tal y como es, cuando acepta que no hay nada de malo en ser como es.


Sin embargo, los sueños vuelven en la pubertad, cuando Mirio comienza a despertar en él un tipo de hambre diferente. Le costó más tiempo entenderlo, años en realidad, cuando entendió que no quería comerse el corazón de Mirio, sino que quería conquistarlo, hacerlo suyo. Era su primer año en la UA y Tamaki no creyó que fuera el momento más prudente para ser atormentando por esos sentimientos.


Pero la pesadilla era tan recurrente que afectaba su salud física y mental.


Eventualmente, una noche en la que Mirio durmió en su casa, todo se desbordó y Tamaki pensó que sería el final de sus años de amistad porque para él el pensamiento de ser correspondido era casi surreal.


No fue así. La sonrisa siempre radiante y su “yo también te amo” cambió todo su mundo para bien.


No tenía más pesadillas –en realidad cambiaron por bastantes sueños húmedos- y la vida parecía aterradoramente brillante.


Al menos así fue hasta que les tocó vivir en carne propia una pesadilla real.


Tamaki se sentía horrible al no poder consolar de forma alguna a Mirio tras la pérdida de su quirk y de Nighteye por mucho que le dijera que su sola presencia era suficiente.


Era mucho peor sólo verle sonreír como si tuviera garantía real de que todo estaría bien en el futuro, confiado en las palabras de su maestro. Si había alguien que merecía más que nadie tener su quirk es Mirio. Todo su esfuerzo desperdiciado. Si Tamaki pudiera le entregaría todo a Mirio, aunque éste se negara.


Pero no podía y egoístamente lo que más lamentaba es su pérdida de tiempo juntos. Ahora sin quirk no tenía motivos para estar en la UA al menos hasta que se encontrara una forma de remediarlo y Tamaki no recuerda cuándo fue la última vez que pasaron tanto tiempo separados. Desde el día que se hicieron amigos sus padres no estaban seguros si perdieron un hijo o ganaron otro de tanto tiempo que estaban en la casa del contrario.


Mirio se escurría de vez en cuando a los dormitorios, había aprendido a hacerlo bien aún sin su quirk y se quedaba a dormir en la habitación de Tamaki. Escapaba una vez todos estuvieran en clases. Tamaki estaba seguro que sus compañeros lo sabían, pero todos preferían ignorar la situación, ya sea por consideración o condescendencia, lo que fuera, les daba algunas noches juntos que para él eran insuficientes, pero de lo cual no se quejaría porque de cierta forma Tamaki entiende que en esa batalla el que pudo terminar atravesado hasta la muerte era el mismo Mirio y que su esfuerzo, aún sin quirk, no era un desperdicio por mucho que a él le doliera.


A veces, sólo a veces, le gustaría saber si Mirio tenía esos mismos pensamientos egoístas que él, donde se quejaba de lo injusto de la situación. Pero él no le compartía nada más que sonrisas, deseoso de no preocuparlo más de la cuenta como si Tamaki no se estuviera muriendo cada día por la ansiedad y la preocupación.


Todas las noches piensa en lo mismo, incapaz de dormir lo suficiente, aún a pesar del calor, de la vida y de Mirio a su lado.


Esa noche de nuevo intenta no moverse demasiado entre las sábanas, incapaz de dormir, y sin querer despertar a su acompañante. Sigue pensando en lo mismo de siempre y a pesar de estar tan cansado no le es posible detenerse.


Se tensa cuando siente movimiento a su lado y se queda muy, muy quieto, haciéndose el dormido para no preocupar más a Mirio por su falta de sueño. Quizás a éste le dieron ganas de ir al baño.


Pasan varios minutos donde no escucha nada más y sabe que Mirio simplemente se sentó en la orilla de la cama. Le intriga un poco, considerando que quizás se quedó dormido sentado mientras se ponía el calzado para ir al baño. Pero no tendría sentido, el baño está a pocos metros y tomarse la molestia de calzarse sólo para eso no le parece lógico.


El sollozo detiene el tren de pensamientos que corren por su cabeza. Es bajo, débil y por un segundo cree que lo soñó, pero no, el sollozo se repite. Es muy, muy débil, pero está ahí.


Tamaki se gira lentamente en la cama, tan lentamente que apenas hace ruido o movimientos perceptibles.


Puede ver la espalda de Mirio quien, efectivamente, está sentado al borde de la cama. Sus hombros suben y bajan lentamente, su cabeza escondida entre sus manos ahogando como puede los sollozos.


—¿Mirio? —pregunta incorporándose de su lugar, asustado.


Sin embargo, todo lo que hace Mirio es encogerse más en sí mismo y ahogar más sus sollozos. Tamaki no sabe qué hacer con esa reacción. No quiere preguntar si todo está bien porque es claro que no lo está. Intenta recordar qué es lo que hacía Mirio cada que él tenía una pesadilla e intentaba consolarlo hasta que se calmaba. Lo único que recuerda son sus cálidos brazos a su alrededor, ni una palabra, sólo su compañía y es lo mismo que le puede ofrecer en ese momento.


Se acerca lentamente, como si se acercara a un animal asustado. Su mano toca delicadamente su espalda y aunque Mirio se sobresalta un poco, no se aleja. Supone que eso es una buena señal. Con ambos brazos rodea el torso de Mirio por la espalda, recargando su cabeza en la amplitud de sus omóplatos. Quiere decir algo, pero cree que las cosas serían mucho peor porque las lágrimas comienzan a escocer en sus ojos y no hay necesidad de que los dos se pongan a llorar en ese momento. Él de frustración, Mirio quién sabe por qué razón.


Los minutos pasan tan lentamente que es agonizante, ninguno se aleja del contacto contrario hasta que, por fin, los sollozos de Mirio se detienen y comienza a moverse lentamente, sin romper el contacto. Se deja caer sobre la cama rodeado por los cálidos brazos de Tamaki quien de forma terca se aferra a su cuerpo.


—Sólo fue una pesadilla —le escucha decir en un débil susurro.


Y Tamaki lo puede entender totalmente, ¿cómo podría no tener pesadillas? Si el mismo Tamaki ha sido incapaz de llorar desde el día en que todo ocurrió. Mirio no es invencible, no es de piedra.


—Gracias —vuelve a decir Mirio tomando una de las manos de Tamaki entre las suyas—. Ya estoy bien, gracias —vuelve a decir, besando la mano que tomó.


No cree que esté bien, sinceramente, está lejos de estarlo en un futuro cercano, pero Tamaki se alegra de poder seguir estando a su lado, aunque sólo sea para sostenerle en los momentos donde no pueda más.

Notas finales:

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