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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Yoshiki miró hacia al cielo, estaba despejado, no había ni una nube en el azul de la bóveda sobre sus cabezas. Miró al piso cubierto de petalos de color rosa, todo el paisaje se pintaba de ese color mientras los petalos de los cerezos caían al ritmo de la brisa de primavera. El paisaje era único, tanto como la escena que estaba viviendo en ese momento, miró a su alrededor, la risa de una chica lo hizo sonreír inconscientemente, la sonrisa se desvaneció casi al instante a lo que procuró ser discreto. 

 

Una chica de cabello dorado había sido la causante de aquello, Sara, quien ahora se encontraba sentada frente a él en ese pequeño mantel que habían colocado para la reunión que se llevaba a cabo. Era difícil ver lo que Yoshiki estaba pensando en realidad, aparentaba estar contento de estar ahí rodeado de sus amigos, apenas en unas semanas se celebraría el torneo de Guren, tampoco quería evidenciar su anticipación por este, sus planes para ganarlo, para que la chica rubia que en ese momento tenía a un niño en sus brazos por fin se fijara en él.

 

—¿Qué te pasa, estás muy pensativo? —Otro chico se sentó a un lado de Yoshiki, su estridente cabello rosa resultaba entre los demás—. ¿Estás nervioso por el torneo? —Le preguntó sin dejar de ver a dos niños que jugaban sobre ls petalos de cerezo, uno de apenas dos años con cabello castaño y otro de cuatro con el cabello tan negro como la noche. 

 

Yoshiki negó sonriendo—. Hemos estado esperando esta oportunidad, Hide. Todo se acabará en el torneo —cerró los puños ocultando que lo había dicho con doble intención. 

 

—Así es, nadie será juzgado por su técnica o familia —Hide asintió—. Yuu, ten cuidado —le gritó al infante que trataba de correr cargando una katana enfundada, la espada de su padre—. Tal vez así a mi hijo no se le ocurra ser un peleador —se rió. 

 

El otro lo miró sorprendido—. ¿En verdad no te molestaría si tu hijo decide no ser un peleador? —Se burló. 

 

Hide rió—. Sería extraño, pero quiero que Yuu decida lo que quiere hacer, sin tener que preocuparse de ser señalado por su apellido —alzó la mano señalando a la chica de cabello rubio—. Ve a Sara, es hija de uno de los mejores peleadores de Japón, pero su madre es extranjera, solo por eso decidieron que su técnica no era tan buena cuando es de las mejores peleadoras que he visto. Sin mencionar que está casada con Sugizo —Yoshiki trató de no hacer una mueca ante la mención—, no se ve bien que alguien de su familia se case con un asesino a sueldo y son felices. Eso es lo que debería de contar, su hijo debería crecer sin esos prejuicios, punto —miró al pequeño niño que acompañaba a Yuu—. Se los debemos a ellos. 

 

Yoshiki se quedó callado, cada día le costaba más trabajo seguir con aquella farsa, pretender que quería lo mejor para sus amigos, que participaba en Guren porque compartía los mismo ideales que sus amigos. Era difícil no gritarle al mundo que lo único que ocupaba su cabeza eran sus ganas de matar a ese hombre que se había dicho su amigo y se había atrevido a casarse con la mujer que él quería. Todo hubiera sido perfecto en su vida si Sugizo no se hubiera atravesado en su camino, sería él quien estuviera casado con Sara, sería él quien fuera el padre de su hijo. Pero debía tener paciencia, porque pronto todo lo que había imaginado sería una realidad. 

 

-x-

 

Reita recordaba esa historia, Yoshiki se la había contado mucho tiempo atrás, cada vez que quería vanagloriarse de sus días pasados, la forma en la que había traicionado a sus amigos. No era su historia favorita, sin embargo después de su plática con Uruha no podía quitársela de la cabeza. Su jefe jamás le había dicho el nombre de aquel bebé que se encontraba con ellos en el día de campo, siempre le había contado que era un hijo del que había tenido que deshacerse y después había tenido a Uruha una vez que Sara se casó con él, pero comenzó a pensar que había cosas que no cuadraban completamente.

 

El rubio nunca había dudado de la palabra de su jefe, jamás sería capaz de dudar de alguna orden o misión que le encomendara, si Yoshiki le pedía algo, Reita lo cumplía sin hacer preguntas, o escuchaba sin dudar de su verdad, para él, su jefe no tenía por qué darle explicaciones, ni mucho menos. Nunca siquiera se había planteado en traicionarlo, en pensar que era malo o una persona despiadada, en ningún sentido de su vida, más que en uno: Uruha. 

 

Se había dado cuenta mucho antes de que Guren diera comienzo que repudiaba lo que su jefe le hacía al castaño y que si en algún momento se le fuera la mano o hiciera algo que pusiera la vida de Uruha en peligro, Reita no tendría más remedio que traicionar a Yoshiki y sacar al chico de ahí. Aquello lo había resuelto hacía mucho tiempo, el castaño era como su hermano, además de Tora, el único que lo había hecho sentir parte de una familia y ser apreciado. 

 

Shiroyama había aparecido a poner la cereza en el pastel, estaba consciente del peligro que representaba que esos dos se liaran, pero le aterrorizaba más que todo fuera una treta del pelinegro para matar a Yoshiki. Shiroyama merecía esa venganza, pero para que aquello sucediera sabía que primero iba a tener que pelear con él, después de todo había sido Reita quien había asesinado a su novia aquel día. Se frotó los ojos mientras su cabeza daba vueltas ante tantas posibilidades, de pronto sentía que el torneo iba a terminar por destruir su forma de vida y tal vez no sería nada agradable. 

 

Caminó por el pasillo esperando encontrar la oficina de su jefe vacía, la estúpida tarea que le había encomendado Uruha de saber quién era ese hombre. Sabía su nombre, su estilo de pelea, lo que significaba en la vida de Yoshiki, no se lo había querido decir porque necesitaba primero entenderlo él, ¿cuál era el alcance real de su identidad? Y sobre todo, si sus sospechas resultaban ser ciertas, ¿qué haría Uruha entonces? 

 

En eso estaba cuando lo vio pasar, su figura ágil y esbelta cruzó uno de los pasillos; el parecido con Tora era evidente, también las diferencias. A pesar de que tenían la misma sangre corriendo por sus venas, donde Tora podía ser amable y serio, Kai era cínico e implacable, disfrazado detrás de esa sonrisa de chico bueno. Estaba seguro que esa sonrisa debía ser la perdición de más d e uno, contándolo a él, pensó. Descartó el pensamiento de inmediato y sin entender muy bien por qué, fue tras el hermano menor de los Amano. No supo si el otro había notado que lo seguía o tal vez estaba muy concentrado en continuar su camino. Lo siguió hasta el jardín de atrás donde Kai se encontró con Ruki, Reita por su parte permaneció oculto entre la puerta y la pared, ya había anochecido, había poco ruido alrededor. 

 

Sabía que debía irse de ahí, pero la curiosidad pudo más con él; tragó saliva en cuanto ambos peleadores comenzaron a besarse sin ningún tipo de ternura de por medio. Quiso apartar los ojos, mientras los otros dos se quitaban la ropa casi con prisa y por supuesto trató de ignorar el calor que le recorría el cuerpo al tener una vista más clara de cada parte del cuerpo descubierto de Kai, lo suaves que debían ser sus piernas, quería que fueran sus manos y no las de Ruki las que se aferraran a su espalda. Tragó saliva al darse cuenta lo peligrosos que eran sus pensamientos, la erección atrapada en su pantalón se lo confirmaba. 

 

—Te estás volviendo loco —se dijo a sí mismo cerrando los ojos, pasando la mano superficialmente sobre su miembro. El gemido que profirió Kai, hizo que su cuerpo se tensara con anticipación. Quería volver a asomarse, saber que había hecho Ruki para hacerlo gemir así, quería hacerlo él mismo. Tomando la poca fuerza de voluntad que le quedaba, se alejó del lugar sabiendo que si continuaba ahí sería difícil contenerse. Se alejó tan rápido como pudo, sin mirar atrás, sintiendo un calor insoportable, cuando se sintió lo suficientemente lejos se recargó en la pared tratando de tomar aire—. ¡Carajo Suzuki! —Se recriminó, la erección no había cedido. 

 

—¿A ti qué te pasa? —La voz de Tora fue terriblemente inoportuna. 

 

Suspiró tallandose los ojos—. Estoy pasando por un severo caso de estupidez —contestó tratando de tranquilizarse—. Creo que no tener sexo me está afectando —bromeó. Tora alzó una ceja, cruzó los brazos y también se recargó en la pared para escuchar lo que el otro le estaba diciendo—. Comienzo a ver a los peleadores atractivos —chasqueó la lengua. 

 

Para su sorpresa su amigo no se rió como esperaba—. Parece una plaga que se esparce rápido —fue todo lo que contestó. 

 

—Si hablas de Uruha —sentenció Reita. 

 

El otro se alzó de hombros—. Tal vez, tal vez no. Lo que me molesta de todo esto, es que siento que me estoy distrayendo, de pronto estos temas de colegiales parecen mas importantes que nuestro trabajo —dijo verdaderamente molesto. 

 

—¿Cuál? Por el momento solo tienes que enfocarte en vigilar que las reglas se cumplan, no creo que sea tan difícil —dijo Reita temiendo lo que Tora podía decirle. 

—Tal vez, pero estás de acuerdo que no es momento para romances escolares —se giró a verlo, le pegó en el hombro—. Vamos Suzuki, tu eres el que mejor se controla de los dos, ese peleador debe ser todo un caso si es capaz de distraerte. ¿Quién es?

 

Reita se quedó en blanco, de nuevo el remordimiento alojandose en su estómago, ¿cómo podía decirle quién era Kai?—. Nadie importante, es una estupidez —atinó a decir—, mejor olvidarlo. Tengo cosas más importantes en que pensar. 

 

—Claro, mañana tienes que pelear —dijo Tora sonriendo. 

 

El rubio se quedó pensando de pronto, no era la pelea en lo que estaba pensando, aunque debería. Tenía tantas cosas en la cabeza que ni siquiera recordaba que debía pelear al día siguiente—. Tora —se atrevió a decir, sabía que de estar en lo cierto en cuanto a Yoshiki muchas cosas iban a cambiar. El otro lo miró esperando a que continuara—, ¿harías lo que fuera por Uruha? —La pregunta pareció asombrarlo, pues no contestó de inmediato, Reita solo se alzó de hombros y comenzó a jugar con las manos—. Te he dicho millones de veces que defenderé con mi vida a Yoshiki, incluso cuando tú mismo has puesto en duda nuestra lealtad. Solo quiero que sepas que aquello no ha cambiado, moriría antes de traicionar a Yoshiki, pero sería capaz de hacer arder el mundo por Uruha —lo miró a los ojos dándole a entender lo que pasaba por su mente, esperando que de alguna forma su amigo se diera cuenta de que una catástrofe podría estar cerca, para su alivio Tora asintió. 

 

—Entonces estamos en la misma página —fue todo lo que dijo, un acuerdo sin escribir entre los dos. 

 

Tuvo que esperar a la madrugada para intentar entrar a la oficina de Yoshiki de nueva cuenta, su jefe no la había dejado en ningún momento hasta casi la medianoche. Sabía que no llevaba prisa, que podía hacerlo cualquier otro día, solo que entre más lo pensaba peor se ponía. Caminó apenas haciendo ruido, no había nadie pero no quería hacer escándalo, tenía que ser prevenido y lo hubiera logrado de no ser porque nuevamente se topó con Kai. Esta vez no lo vio de lejos, se encontraron frente a frente apenas a escasos metros de la oficina de Yoshiki. 

 

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó Reita en voz baja, lo tomó por el brazo o intentó tomarlo por el brazo, la velocidad de reacción de Kai era extraordinaria y alcanzó a moverse antes de hacer cualquier contacto. 

 

Kai sonrió—. Creo que no te importa —el chico trató de irse pero Reita le bloqueó el paso—. ¿Te importa? Me quiero dormir —él estaba hablando en un tono normal, por la hora y lo vacíos de los pasillos casi parecía que estaba gritando. O tal vez era el tono de desprecio con el que le había hablado, de pronto parecía que Kai hubiera perdido ese tono cínico, simplemente lo veía molesto. 

 

Reita lo miró sorprendido—. ¿A ti qué te pasa? ¿No te dejaron satisfecho esta tarde? —Se burló, Kai lo miró con pánico, pero alcanzó a sonreír, sonrisa que desapareció al instante. Aquello lo alarmó, parecía que había caído en su juego y se había salido de inmediato. 

 

—Tengo prisa, te agradecería si en un futuro no me diriges la palabra  —fue todo lo que dijo. Ese tono molesto aún marcado en su voz, como si le hubiera hecho algo imperdonable. 

 

REita luchaba entre llegar a la oficina de su jefe y averiguar qué le pasaba al castaño oscuro—. ¿Qué? ¿Tan rápido tu noviecito te prohibió hablarme? —Volvió a tirar el anzuelo. 

 

Kai suspiró acercándose mucho a él—. Para que lo sepas, que no soporte tu presencia no tiene nada que ver con Ruki, sino contigo y tu maldito jefe —le dijo con odio. 

 

Abrió mucho los ojos al notar que hablaba en serio—. Te dije que no era una buena persona —dijo sintiéndose avergonzado por primera vez de su trabajo—. He asesinado a mucha gente en nombre de mi jefe, he torturado y robado a su conveniencia —sin saber cómo la vergüenza había pasado a ofensa, él le había dicho a Kai desde el principio como era en realidad, ¿por qué tenía que afectarle lo que el otro pensara de él después de todo?—. Si te hiciste una idea errónea de mí, ¿de quién es la culpa? 

 

Kai entrecerró los ojos—. ¿Por qué no me dijiste que habías asesinado a la novia de Aoi? —Le preguntó seriamente. 

 

—¿Por qué habría de decírtelo? —Estaban estupidamente juntos, pero ninguno se atrevía a moverse—. Lo hice porque fue una orden, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría. 

 

—Y es por eso que te quiero lejos de mi —fue todo lo que Kai dijo. Comenzó a caminar para alejarse, sin entender muy bien por qué, Reita no quiso que se fuera, miró a todos lados esperando que aquello no se volviera una escena. Esta vez lo alcanzó a tomar por el brazo y sin dejar que se zafara caminó rápidamente hasta la oficina de Yoshiki. 

 

Ambos entraron, Kai se zafó de inmediato a pesar de que se había dejado llevar hasta ahí—. ¿Qué quieres de mí? —Era esa mirada que el castaño oscuro le dedicaba la que lo volvía loco, como si esperara que REita fuera recapacitar de sus crímenes y se volviera en contra de todo lo que conocía. Todo acerca de Kai le gustaba y le repudiaba al mismo tiempo, no le gustaba como ese chico parecía descolocarlo por completo con solo una mirada. 

 

Kai lo miró sin desviarse un segundo—. No lo sé —contestó honestamente—, Aoi no merecía eso, solo quería ser feliz lejos de las peleas —dijo contrariado—. ¿Por qué tenía que hacerle eso? ¿Por qué tenías que arrastrarlo hasta aquí? 

 

—No fui yo —respondió mirando al piso, no se arrepentía y había sido sincero cuando dijo que si Yoshiki se lo volviera a ordenar, lo hubiera hecho de nuevo. Sin embargo, algo más pasó en ese momento. Sintió verdadera empatía por Shiroyama, después de recordar esa historia en su mente durante toda la tarde. Aoi había tenido un padre que había muerto esperando que su hijo no se convirtiera en lo mismo que él y había sido Yoshiki quien lo había metido a Guren, por mero capricho. No sólo eso, lo había usado a él como su arma para lograrlo y Reita lo había hecho sin chistar—. Es decir, Yoshiki lo ordenó. 

 

Kai suspiró—. Y, ¿no tienes capacidad para traicionar a tu jefe, cierto? —Le dio en la clave de toda la deliberación que había tenido durante el día. 

 

—No lo entiendes, él me rescató de las calles, pude haber muerto. Le debo la vida —trató de justificarse.

 

—Entonces, ¿qué importa lo que quiera yo de ti? ¿Qué te importa si no quiero volver a hablarte por lo que hiciste? —Inquirió Kai volviendo a romper mucha distancia entre ambos. 

 

—¿Por qué te importa tanto a ti? —Se limitó a preguntar—. Yo sé quién es tu hermano, sin embargo estás más enojado por Shiroyama que por el hecho de que no te he dicho quién es. No sé por qué estás esperando que sea una buena persona o mínimo que esté de tu lado, no te debo nada Kai, además tú estás con Ruki, yo contigo no tengo nada que ver —los labios de Kai chocaron con los suyos en ese momento, su cabeza explotó. Estaban a oscuras, apenas la luz de afuera le ayudaba a percibir la silueta del otro, pero podía sentirlo como nunca antes había sentido a alguien, el calor de Kai se sentía diferente a cualquiera que hubiera pasado por su cama. Lo tomó con fuerza de los brazos, no quería que se escapara de ese beso, no quería que terminara. Su lengua se encontró con la de Kai y fue cuando se dio cuenta que no estaban peleando el uno con el otro, sino descubriéndose con paciencia. Aquello fue lo que hizo que se separaran, la intimidad del beso lo había hecho sentir mareado—. ¿Por qué? 

 

Kai alzó los hombros—. No lo sé, hay algo en mí que quiere tenerte fé, tus ojos, no eres como Yoshiki y se nota de inmediato —dijo—. Solo no quiero que te convenzas que eres algo que no eres.

 

Reita se pasó la mano por el cabello—. Tal vez no soy la persona que crees que soy —miró a su alrededor y prendió la luz—. Te dije que no estoy tratando de cambiar —sin mirarlo aprovechó para buscar lo que lo había llevado ahí en primer lugar, comenzó a revisar cajones ante la mirada curiosa de Kai—, eso no significa que quiera lo mismo para todos —abrió el último cajón utilizando su llave. Yoshiki le había dado una copia de todas las llaves, en caso de que algo le pasara, REita tenía la indicación de quemar todo. Como su jefe sabía que lo cumpliría a ciegas, le dio la llave sin sospechar que el rubio podría traicionarlo. Tomó el sobre amarillo y lo abrió rapidamente, su corazón palpitaba con fuerza, sin saber si era por lo que iba a ver o por el beso que acababa de compartir. 

 

—¿Qué haces? —Kai se acercó a él mientras vaciaba el contenido del sobre en el escritorio—. ¿Qué demonios? —Dijo cuando vio las fotografías. 

 

Reita fijó su vista en una en específico—. Yoshiki siempre me ha dicho que le es imposible quemarlas debido a la nostalgia. Uruha tiene muchas, que no tengo idea de dónde sacó, pero presiento que si viera estas, las cosas cambiarían —tomó la fotografía. 

 

—Ese bebé, ¿es Uruha? —Preguntó Kai desconcertado, el rubio asintió—. Ese no es Yoshiki, ¿quién es? 

 

—Su verdadero padre —contestó entendiendo todas las implicaciones. 

 

-x-

 

Reita abrió los ojos en cuanto la alarma resonó en su habitación, se giró y vio el cuerpo de Kai aún profundamente dormido a su lado. Habían caído dormidos después de que el rubio le hubiera contado toda la historia, se había rehusado a irse a su habitación hasta que le explicara lo que estaba pasando, no sin antes advertirle que no podía decirle a nadie lo que le iba a contar, ni siquiera a Shiroyama. Era una estupidez confiar en él, pero necesitaba hacerlo desesperadamente.

 

Claro, podía haber ido de inmediato con Tora, explicarle lo que había sucedido, pero no podía hacerlo hasta ordenar sus ideas. Lo mismo pasaba con Uruha, ahora que lo había confirmado, ¿cómo podría decirle que la persona que le había hecho tantísimo daño ni siquiera era su verdadero padre? Yoshiki podría matarlo por saber demasiado, estaba seguro que lo haría, sus siguientes pasos debían estar fríamente calculados. Por lo que resultaba una locura haber confiado en Kai, pero no había nadie más. 

 

Sin embargo, Kai lo miraba con la esperanza grabada en los ojos, convencido que Reita no era un monstruo, aunque él mismo lo dudara. Se levantó con esfuerzo tratando de no despertar al otro pero fue imposible, sus mismo sentidos lo alertaban del movimiento. 

 

—¿Ya te vas? —Ese mismo tono cínico había vuelto, el castaño oscuro ya no parecía molesto, al contrario él sonreía como si hubieran pasado la noche haciendo algo más que conversar. 

 

Reita asintió mientras se vestía—. La pelea es en quince minutos —anunció. 

 

—¿Dormimos tanto? —El otro se removió en la cama. 

 

—Pues nos dormimos casi al amanecer —sonrió sin querer—. Kai, es en serio —volvió a repetir—, si alguien se entera de todo lo que te dije anoche. 

 

Kai negó—. No te preocupes, no le diré a nadie, pero tienes que hacer algo al respecto o se lo diré a Aoi —advirtió—. ¿Esa es tu arma? —Preguntó casi sin aliento cuando Reita tomó la alabarda de la pared, medía dos metros y medio, y pesaba más de veinte kilos, no podía ver la hoja pues estaba cubierta con una funda de color amarillo. 

 

—Aún no decido qué hacer —dijo honestamente cargando el arma en el hombro. 

 

—Matar a Yoshiki es la opción más obvia —contestó Kai como si fuera lo más normal—. No debería ser difícil, la mitad de este torneo quiere hacerlo, incluyéndome. 

 

Reita lo miró fijamente, maldijo que el chico se estuviera metiendo tan profundamente en su ser. Se acercó a donde el otro permanecía sentado con las sábanas encima y sin pensarlo realmente volvió a besarlo, pensó que el otro lo rechazaría, pero lo correspondió tomando sus mejillas entre las manos. Se separó ligeramente saboreando el beso entre los labios—. Tora —pronunció—. El verdadero nombre de Tora es Shinji Amano —sin  querer ver la reacción de Kai ante la revelación salió de la habitación con la alabarda al hombro, tenía que ganar la pelea si quería tener la oportunidad de sacar a Uruha de ahí. 



Entró a la arena con el corazón latiendo con fuerza, había sido una locura decirlo aquello a Kai, pero tenía que confiar en él, tenía que darle armas para entender lo que podía pasar ahora que tantas cosas parecían estar cambiando. No había descansado en lo absoluto, no se sentía preparado para ganar la pelea, tenía que hacerlo o Yoshiki lo mataría o al menos lo castigaría de formas que no estaba listo para pensar. Se atrevió a mirar al público, en el palco estaba su jefe sonriendo satisfactoriamente, a su lado estaba Uruha con la mirada agachada, parecía que no era el único que había pasado una noche terrible. Su mirada siguió vagando entre los espectadores, no se sorprendió que Kai no estuviera entre ellos, seguramente había corrido a buscar a Tora, él hubiera hecho lo mismo pero no pudo evitar sentirse un poco decepcionado. Shiroyama, Matsumoto y otro peleador que reconoció como Kohara Shou estaban ahí, con una extraña expresión en el rostro. 

 

El anunciador entró seguido de su contrincante, Takahiro Sakaguchi, mejor conocido como Sakito se paró frente a él, tenía un látigo enredado en su mano y lo miraba con monotonía. Después de que el anunciador hablara y dejara la arena, Reita echó hacia atrás las piernas descubriendo la alabarda de la funda amarilla, antes de que pudiera hacer otro movimiento el látigo se enredó en su cuello haciendo presión. 

 

-x-

 

Kai había perdido la cuenta de los minutos que había pasado en la cama mirando a la nada, después de que Reita se había marchado y había soltado semejante bomba. No alcanzaba a entender por qué lo había hecho, después de todo lo que le había contado la noche anterior, era más fácil para Kai chantajearlo para que le diera la información, es decir, no había pensado que se lo soltaría así sin más, pero lo había hecho. 

 

Estaba muy molesto con Reita después de que Aoi les había contado su historia, de verdad quería poner distancia entre él y el rubio había resultado todo lo contrario. Tampoco quería aferrarse a una falsa esperanza de que fuera bueno o al menos estuviera de su lado, simplemente había algo en Reita que parecía llamarlo, como una especie de instinto al que no podía decirle que no. Por eso lo había besado, volvió a tocarse los labios, jamás había tenido un beso como aquel, con nadie, ni con Ruki, tan personal, tan íntimo. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como una descarga eléctrica llena de anticipación. 

 

Se había decidido ni bien el rubio había salido por la puerta, pero decir era más fácil que hacer y se encontró con otro problema: la realidad era que quería ver a Reita. Debía buscar a Tora, sí, cuanto antes mejor, solo se sentía incapaz de abandonar a Reita en la pelea, no después de lo que había sucedido con ambos. No necesitaba ser un experto para darse cuenta que el rubio se estaba rompiendo en pedazos, dividido entre el jefe que le había salvado la vida y la persona que más quería proteger. Era claro que si Reita daba un paso en falso podría resultar en un desastre y una pelea podía ser un punto de quiebre. 

 

Se levantó esperando no haber perdido mucho tiempo y corrió por el pasillo directo a la arena, el público estaba haciendo bastante ruido a medida que sonidos de chasquidos reventaban por todos lados seguidos del sonido de la piedra rebotando contra el piso. Kai encontró una escena salida de una película, en cuanto entró: Reita tenía sostenida la alabarda, la cual era imposiblemente pesada para manejarse como si fuera una normal y sin embargo lo hacía con una sola mano, sangraba del brazo, de la pierna y alarmantemente del cuello. Sakito no estaba en mejores condiciones, con un látigo en la mano respiraba con dificultad, un enorme moretón adornando su mejilla. 

 

Kai se quedó atrás observando los movimientos de ambos, entendió porque el bullicio del público, Sakito apenas se movía y Reita era espectacularmente rápido para el arma que cargaba, cada ataque parecía que una enorme viga iba a caer sobre su contrincante, pero este evitaba la alabarda con un chasquido del látigo. Cada que Reita intentaba dar una estocada, sonaba el látigo y el ataque se desviaba, de la misma manera que la técnica de Miyavi utilizaba el sonido para hipnotizar a su víctima, Sakito usaba el chasquido del látigo para controlar el arma del rubio. Parecía una cuestión de magia, igual que con Miyavi, para Kai era bastante claro. 

 

—Es un brujo —escuchó decir a varios en el público—, como el chico de la guitarra. 

 

No era magia, Sakito estaba produciendo vibraciones tan fuertes al hacer sonar su látigo que chocaban contra la alabarda haciendo imposible que pudiera permanecer estática, el arma era tan grande que para el otro era muy fácil desviarla. Kai podía ver con claridad la técnica, porque su ojo era mucho más rápido que cualquiera, era una cualidad de un Amano después de todo. 

 

—Voy a matarte —dijo Sakito tranquilamente. 

 

Reita bufó—. ¿Realmente crees que tus truquitos con las vibraciones iban a retrasarme? —ladeó la cabeza, bajó la alabarda dándole una patada al mango de metal, se escuchó un clic, de la hoja de esta se desprendió lo que parecía ser una alabarda más pequeña. Sakito mostró expresión de sorpresa por primera vez—. He entrenado con Tora toda mi vida, tengo que ser rápido —sonrió y Kai con él. De alguna forma le estaba demostrando que le había dicho la verdad—. Yo apenas voy a empezar a jugar —le dio la vuelta a la albarda más chica, cargando ambas sin ningún esfuerzo. 





Notas finales:

se logró!!!!!!

BYE XD 

espero les haya gustado muahahha


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