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Mi mejor Yule por Sh1m1

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Era su tercer año en la facultad de psicomagia, y Scorpius nunca pensó que llegaría a pasar más horas en la Biblioteca de la facultad que en la Biblioteca de Hogwarts.

Estaba agotado, pero contento porque había avanzado realmente bien en sus estudios, el examen sería solo dos días después, antes de Navidad.

Usó la chimenea al final del pasillo, y se dirigió a su apartamento.

Su padre le había regalado un apartamento realmente bonito muy cerca de la Universidad, la red flu nunca había llegado bien a Malfoy Manor, herencia de siglos de Malfoy paranoicos. Por lo que tenía que dar varios saltos desapareciéndose hasta llegar a su hogar.

Pero sabía que no solo era por eso, su padre le había dicho que estaba en la edad de vivir muchas cosas, muchas experiencias que una casa paterna no tendría porqué ver. Aunque ese siempre sería su hogar.

De hecho, ahora casi veía más a su padre pues el hombre le invitaba a comer al menos tres veces a la semana cerca del Ministerio.

Su apartamento era genial, y demasiado grande para él solo. Por eso cuando encontró a Albus con una mini estación de pociones y la alfombra de nuevo quemada de su salón, no le extrañó.

Jamás se le hubiera ocurrido tener otro compañero de piso que no fuera Albus.

Estaba tan concentrado, con una mata de pelo negro largo que se había dejado como dos cortinas gruesas sobre sus calderos que ni siquiera se dio cuenta de que Scorpius había llegado.

Su padre decía que a Albus en realidad le deberían llamar Severus, por su más que extraño parecido, sino en apariencia, sí en maneras.

Eddy le había dejado definitivamente cuando se enteró de que vivirían juntos. En realidad, Scorpius se estaba empezando a hartar de Eddy, pero había sido su pareja más duradera y le echaba mucho de menos.


Scorpius estaba cansado de tanto estudiar, así que solo se dejó caer en el sofá siendo ignorado por su mejor amigo. O al menos, eso era lo que él creía.

—Mi madre nos ha mandado pastel de carne—dijo Albus sin levantar la vista—. Me he comido más de la mitad, lo siento.

Pastel de carne de la señora Weasley, el preferido de Scorpius, por eso sí levantaría su culo cansado del sofá. Pero una de las ventajas de no vivir solo no era solo no tener que hablar solo con retratos, sino que te tenían una bandeja recalentada esperando por ti y que te llegara flotando con un vaso de zumo de calabaza enorme.

—Gracias, Al, sabes cuánto te quiero, no sé que haría sin ti.

Albus levantó al vista, y miró a Scorpius, con esos ojos tan verdes, tan cargados y levemente enrojecidos por las pociones.

—Yo también te quiero, Scorpius.

Scorpius sonrió, no podía negar que nunca podría haber elegido mejor compañero de piso.

Comió, Albus volvió a sus calderos y casi se estaba quedando dormido cuando recordó qué día era.

—Al—gritó espantando a su amigo—. Casi se me olvidaba.

Se levantó a su habitación, y volvió con un pequeño frasquito con un hilo plateado.

—¡Feliz Yule!—Le abrazó llenándose el pelo de los vapores de las pociones.

—Pensé que ya no harías estas cosas.

—Bah, sabes que siempre son tonterías, y en mi casa es una tradición—dijo Scorpius sin querer darle importancia, aunque para él siempre lo había sido. El regalo más importante de todo el año, pues lo pensaba muy detalladamente siempre.


—¿Un recuerdo?—dijo Albus girando el botecito entre sus dedos.

—Vas a reírte cuando lo veas.—Abrió la boca en un fuerte bostezo Scorpius.

—Gracias.—Le abrazó Albus, otra de las cosas geniales de vivir con Albus, es que le abrazaba, muchas veces. Y a Scorpius le gustaban sus abrazos.

—Hasta mañana—se despidió.

Albus seguiría con sus pociones hasta bien entrada la madrugada, y Scorpius se despertaría pronto para volver a estudiar.

Cuando Albus escuchó la puerta cerrarse de Scorpius, trajo un nuevo caldero de su habitación. Un poco de agua y unas gotas de extracto del árbol de la memoria. Todo eso con un hechizo avanzado que convertía el líquido en gas, creaban un pensadero.

Albus arrojó el hilo plateado en él e introdujo su rostro.

Scorpius tenía razón, lo primero que Albus hizo fue reírse.

Scorpius y él habían salido de su primera clase de cuidado de criaturas mágicas en su primer año, estaban cubierto de mierda de trol y Hagrid aún les estaba pidiendo perdón a todos.

—¡Flipante!—dijo Scorpius riendo como un loco, pero Albus recordaba que a él le resultó muy humillante que todos los alumnos mayores se rieran de ellos.


Se centró en el recuerdo, con sus ojos de adulto. Eran tan pequeños, y Albus no era capaz de apartar los ojos de su amigo. La sonrisa contagiosa, los ojos brillantes por cada cosa que descubría, con él cualquier pequeña cosa se convertía en algo grande.

Por él, estar lleno de mierda de trol era incluso divertido.

Estaban yendo hasta los baños de Slytherin entre risas cuando un grupo de alumnos de quinto empezaron a meterse con ellos, sobre todo con Albus. No recordaba exactamente lo que había pasado, pero el recuerdo lo trajo claro.

—Como vuelvas a meterte con mi amigo, haré que la mierda de trol no esté sobre ti, sino dentro de ti.

Scorpius era más pequeño que él, y sin embargo, se adelantó a defenderle de un grupo de chicos más mayores sin cuestionárselo.

Los otros se fueron y los dos se quedaron a solas, Albus solo recordaba el sentimiento de humillación, pero no recordaba que esa fue la primera vez que Scorpius lo reconoció como su amigo, su mejor amigo.

Le pasó el brazo por el hombro, estaban asquerosos, pero Albus se sintió bien con ese gesto. Y algunos alumnos de quinto encontraron varios regalitos al día siguiente en sus desayunos.

Albus salió del recuerdo y del pensadero, tras la puerta de su habitación estaba Scorpius, y a pesar de todo, nunca habían roto esa promesa.

Sacó el recuerdo para meterlo en el mismo frasco en el que venía, en su habitación, en un apartamento que si no fuera por Scorpius hubiera tardado mucho más en conseguir, tenía una caja. Dentro de ella, estaban todos los regalos que Scorpius le había dado en esos años.

Colocó el recuerdo bien cobijado, la palomita del primer año estaba un poco torcida pero en cuanto le vio comenzó a revoletear y querer picotearle.

Albus se sentó sobre su cama, con la caja en las rodillas, y con el corazón en un puño. Scorpius era su mejor amigo, pero también era algo más.

Cerró la caja, cerró su corazón, y siguió con sus pociones. No cambiaría por nada lo que ellos tenían, y menos por una remota posibilidad.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Dos días, solos nos quedan dos días.

 

Este Scorbus va muy lento, lo sé, pero lo siento muy así. Una relación de años entre amigos, y quién sabe, ¿algo más?

 

Hasta mañana.

Besitos

Shimi


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