No sabía porqué lo estaba haciendo, tampoco sabía porqué Albus estaba tan molesto con él.
Tenía 15 años, era normal que saliera con chicas.
Rose le había dejado claro que no quería nada con él, pero había otras muchas chicas que querían mucho con él.
Scorpius había pensado que todo lo que vivieron el año anterior solo los acabaría uniendo, aunque fuera un secreto que nadie debía conocer, era una aventura que ambos recordarían por siempre.
Pero Albus solo bufaba cuando lo veía con su nueva novia.
—¿No te gusta Jessica?—le preguntó hasta la coronilla de aguantar sus bufidos a todas horas.
—No, no me gusta, ni me gusta Anna, si Sarah, ni todas las otras de las que ni recuerdo el nombre.
—Estás celoso.—Se enfadó Scorpius, y Albus enrojeció completamente—Si le pidieras salir a alguna tú también tendrías novia.
—Yo no quiero tener novia, imbécil.
Aquella fue la conversación más larga que tuvieron sobre el asunto.
En realidad Scorpius no quería tener tantas novias, pero es que ninguna acababa de gustarle del todo, como si algo fallara siempre.
Aún era joven, seguro que tardaría en encontrar a su alma gemela.
No le gustaba estar de nuevo con Albus así, pero lo malo era que aquella había comenzado a ser la tónica entre ellos.
¿Dónde habían quedado los días en los que eran inseparables? Donde dijeron que nada ni nadie los separaría.
Albus no quería ni verle, pero nunca se había quitado el guardapelo que le regaló.
Scorpius quería pensar que solo pasaría, solo debía pasar el tiempo y todo estaría bien, porque necesitaba a su amigo, le echaba muchísimo de menos.
Cuando Albus comenzó a salir con una chica bonita de Hufflepuff, Scorpius pensó que se alegraría.
No se alegró, no al principio, no cuando los celos volvieron a devorarle, estaba mal, Scorpius luchaba contra eso desde hacía un año, y no iba a dejar que saliera a la luz jamás.
Lo tapó, lo empujó hasta lo más profundo de su estómago de donde jamás tendría que salir.
Los cuatro fueron a Hogsmeade en una cita doble, a Scorpius le costó hacer pasar su té por la garganta cuando esos dos se besaron delante de él. Se olvidó de que él tenía a alguien a quien besar.
No le gustaban las citas dobles, no.
Ese solsticio Scorpius pensó que no le regalaría nada a Albus, total, seguro que a él le daban igual sus regalos y sus arcaicas tradiciones. Además, estaba muy entretenido con esa tejona de la que no pensaba ni aprenderse el nombre. Conocía a Albus, demasiado dulce para él.
Y entonces tuvo una idea, dejó un rollito de canela sobre la almohada de Albus, el mote cariñoso de la cursi de su novia.
Que Albus saliera de la habitación comiéndoselo le tocó las narices. Solo esperaba que se atragantara.
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