El primer año en la universidad mágica estaba siendo extraño, no en el mal sentido de la palabra.
Era raro no tener a Albus todo el tiempo con él, pero despegarse de su siamés le había abierto un poco la mente. Y quizás, el corazón.
Ese dolor que siempre sentía en él parecía haberse ido, y ahora estaba lleno de tertulias, de nuevos compañeros, de fiestas que empalmaba con clases, clase que empalmaba con cafés, y cafés que acababan en besos.
Ese año conoció a Eddy, era tímido, era listo, y estaba loco por Scorpius. Por una vez, pensó que podría funcionar, funcionar de verdad con alguien.
Albus tenía sus propios compañeros, sus propios horarios, pero siempre trataban de verse. De ir a la Biblioteca juntos, de ir a la fiestas a las que a Scorpius le encantaba asistir.
De hecho, él y Eddy se llevaron muy bien. No había que ser un lince para darse cuenta que compartían muchos rasgos entre ellos.
Ni siquiera fue consciente de que la noche del solsticio había llegado, un grupo de sus nuevos amigos habían hecho una fiesta en el pequeño apartamento de uno de ellos.
Le había dicho a Albus que estaría allí, pero en realidad hacía horas que había dado por sentado que este no iría.
En el fondo, aquellos eran los amigos de Scorpius, no los suyo. Y le pareció bien, Eddy estaba con él, aunque era tan intolerante al alcohol que ya estaba durmiendo la mona en uno de los sillones. Scorpius iba a comprobar de vez en cuando que su novio se encontraba bien. Y que seguía durmiendo como un tronco.
Estaba bailando cuando sintió su mano en el hombro. Era Albus, y Scorpius sintió tal alegría al verlo que saltó a sus brazos siendo abrazado de vuelta.
—Viniste—le dijo, mucho más ebrio de lo que él se imaginaba que estaba.
—Es la noche del solsticio, no podía faltar, ¿verdad?
Scorpius miró a su amigo, sin soltarse del abrazo que se había convertido en un torpe baile donde movían sus pies.
—Albus—dijo tan bajito Scorpius que dudó si lo había dicho en verdad. Albus lo abrazó más fuerte, y Scorpius metió su cara contra su cuello. Un lugar donde se estaba demasiado bien.
No sabía cuánto tiempo estuvieron así, minutos o horas, le daba igual, se sentía el mejor lugar del mundo. Pero como todo lo bueno, para poderlo diferenciar de lo malo, tenía que terminar.
—Es muy tarde, solo quería venir a saludarte.
Scorpius comenzaba a notar que los efectos del alcohol eran más duros que los que creía.
El suelo se le hizo una pista de patinaje absurda, sobre todo cuando Albus le soltó y se separaron.
Albus buscó a Eddy encontrándolo en un sillón.
—¿Quieres que te ayude a llevarlo a casa?
Scorpius miró a su novio, y se sintió una persona horrible porque en los brazos de Albus se había olvidado de él por completo.
—No te preocupes, yo puedo con él.
Albus le sonrió, pero Scorpius conocía todas sus sonrisas y esa era una un poco triste.
Se iba a ir, pero Scorpius corrió, tratando de no caerse hacía la cama de su amigo, el anfitrión de la fiesta. Tomó algo de la cama, y volvió hasta la entrada de la casa donde Albus estaba esperándolo cuando le dijo que le diera un minuto.
Albus llevaba un abrigo largo, pero su cuello, ese donde Scorpius había estado tan a gusto estaba desnudo. Le colocó su bufanda, la bufanda de Slytherin de Scorpius.
—¿Tu bufanda?—preguntó Albus confuso.
—Hace frío.—Se encogió de hombros, ese año en realidad no había pensado ningún regalo para Albus.
—Te la devolveré mañana.
Scorpius sonrió, y solo asintió.
—Cuando sea.