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¿Quién eres? por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo los personajes para crear nuevas historias.

 Estaba increíblemente despierto a la primera hora de clase, tan despierto que hasta logró participar asombrando a la mayor parte de la clase, generalmente estaba demasiado cansado como para eso. Al menos lo hacía sentir un poquito mejor el que Yugi fuera igual que él, uno no podía estar despierto, estudiar y hacer la tarea con el trillón de juegos que tenía a su disposición.

Se había dormido demasiado temprano para su gusto, lo disfrutó pero era algo a lo que no estaba acostumbrado. No estaba tan mal.

Cuando llegó la hora del almuerzo juntaron sus mesas como siempre, Yugi y Ryou sentados a cada lado de él. Lo peor de todo era que no podía parar de fulminar con la mirada a Kaiba que hoy estaba más tranquilo, ni siquiera tenía su computadora, solo estaba leyendo un libro e increíblemente comiendo algo más pesado que solo un sándwich.

No importaba el hecho de que él no era quien lo había denunciado, el simple hecho de que hayan creído que era un tramposo lo tenía enojado y como no sabía quién era el “sacerdote” ni el tonto “Faraón” o ninguno de los otros administradores, tenía que agarrárselas con alguien que sí conociera.

Kaiba creó el juego, así que la culpa era de Kaiba.

El CEO se sintió cohibido, notaba que alguien lo miraba, así que levantó la vista para mirar alrededor. Cuando sus ojos se posaron en los feroces de Joey este apartó la mirada. No entendía qué estaba pasando y tampoco le importaba realmente. Volvió a su libro.

-¿Qué sucede Joey? –preguntó Yugi.

-Es ese estúpido juego –escondió enojado su cabeza entre sus brazos-. Ayer un tonto llamado “Sacerdote” me quiso denunciar.

-¿Eh, por qué? –le preguntó Ryou. Hace un par de días él se había sumado también al juego y no lo hacía para nada mal.

-Según él porque hago trampa, porque avanzo muy rápido y tengo mucha “suerte” –dijo enojado-. Apuesto a que es solo de envidia.

-¿Dijiste Sacerdote? –preguntó Yugi y Joey asintió, no quería volver a oír ese apodo-. Lo he visto con el Faraón un par de veces, no juega mucho la verdad, solo vi jugar un duelo una vez y ganó fácilmente. Por lo que me comentó, está para seguir a los sospechosos de hacer trampa, así que supongo que es por eso.

-Eso lo explica, pero no explica su manera de acusarme. Vaya a saber de quién se trata…

-Tengo una idea. Hoy cuando hable con el Faraón le explicaré tu caso. Te sacará de la lista negra si sabe que te conozco –Yugi le sonrió, que dulce.

-No viene mal tener unos contactos por aquí y por allí. ¿Y qué es eso de que siempre hablas con él? –le preguntó curioso y Yugi se sonrojó. Ryou se rió-. ¿De qué cosas hablan a través de un juego?

-No lo sé. Solamente salió. Un día hablamos y luego se nos hizo costumbre –Joey lo miró extrañado. ¡Era una persona que no conocía! A veces la inocencia de Yugi superaba sus límites-. De todas formas probablemente nunca nos vamos a conocer, él vive en Egipto.

Vio una cara de tristeza plasmada en el rostro de Yugi, era claro que quería conocerlo. Pero a Joey le aliviaba saber que no había forma de que se aprovechara de la inocencia de su amigo.

-Bueno acepto tu oferta de que hables con él. No quiero tener que decirle a Kaiba que soy fan de su juego –señaló al castaño con el pulgar.

Era realmente una idea que estaba contemplando y que no le gustaba para nada.

-De todas formas hay algo que me dejó con duda, ese Sacerdote poseía un Dragón Blanco de Ojos Azules. ¿Cómo alguien que no juega nunca puede llegar a tener uno de los monstruos más poderos del juego? –preguntó con curiosidad.

-¿Un dragón blanco? ¿De verdad? – preguntó entusiasmado Ryou-. Dicen que solo hay cuatro de esos en el juego y tres los tiene Kaiba, hay gente que busca al cuarto perdido.

El Dragón Blanco de Ojos Azules es uno de los primeros monstruos creados del juego. Es uno de los mejores diseñados y así como uno de los más poderosos. Su talento especial era variado pero el más conocido es que el monstruo es igual de poderoso se invocara en el mapa que se invocara. Aunque era más que nada poderoso en Egipto, se decía que ese era su origen a pesar de que pertenecía a Seto Kaiba, su creador.

A Joey no le sorprendía que Kaiba haya guardado uno de los mejores monstruos para él. Después de todo él era el administrador del mapa del bosque, al cual Joey pertenecía. Lo raro era que nunca se lo veía por ahí, jamás jugaba su propio juego. Probablemente era porque no tenía tiempo.

Así que cuando su personaje se movía era por obra de Mokuba Kaiba, el famoso hermano pequeño de Seto. Él solo estaba para controlar y tampoco era muy bueno jugando así que casi nunca veías un duelo con el avatar de Kaiba, el cuál con sentido se llamaba “Emperador”.

-Nunca había notado que él lo tenía. ¿Estás seguro de eso? –preguntó Yugi y Joey asintió frenético.

Esa criatura era impresionante, sería difícil olvidarla y más confundirla. Daría lo que fuera por tener esa carta, haría una muy buena combinación con su dragón negro de ojos rojos. Ahí sí que sería imparable.

-Jamás pesé que él tendría el dragón restante. Pensé que Kaiba se lo guardaba para él o que estaba escondida en alguna misión imposible –agregó Yugi.

-¿Cómo creen que lo haya conseguido? Si ustedes dicen que no juega mucho -se preguntó Ryou.

-No lo sé, era una persona media rara. La próxima vez que lo vea, le diré que me pase el truco. Así quizá consiga más cartas fuertes para unirlas a mi dragón.

Joey no lo quería admitir pero estaba realmente nervioso, se había unido mucho a su Dragón, no soportaría perderlo. Le había costado un montón obtenerlo también.

+ - +  - + - + - +

Esa noche en el trabajo no se había podido concentrar, solamente pensaba en poder volver a jugar a “Magic & wizards”. No cenó  cuando llegó a casa, se fue directo a la habitación, prendió su computadora y mientras esta comenzaba andar luchó contra su uniforme del trabajo para sacárselo.

-Bien, veamos -dio inicio a su cuenta y enseguida vio a su avatar con su especial Dragón Negro a su alrededor.

Joey se alivió, después de todo suponía que si te denunciaban, directamente ya no podría si quiera entrar al juego. Aliviado jugó como siempre tratando de patear traseros. Acababa de ganar un duelo y conseguir una nueva carta cuando el Sacerdote apareció y detrás de él su increíble Ojos Azules. Joey gruñó de espanto. Y él que pensaba que todo estaría bien. El mundo estaba conspirando en su contra.

En la parte inferior izquierda recibió un mensaje. Decía:

“No eres un tramposo. No has hecho trampa”. Releyó para estar seguro de que había leído bien.

“¿Vaya, en serio? No lo había notado. Gracias por decirme algo que ya sabía”.

Joey ahora de verdad quería que él se fuera, le molestaba su presencia. Primero venía y lo acusaba y ahora  venía y le decía que no era un tramposo, como si él no supiera eso. Era lo que había tratado de decirle.

“El Faraón dice que eres confiable. Así que no tendrás ningún problema”.

¡Yugi! Debió ser obra suya. Él dijo que hablaría con el Faraón. ¡Ese era un buen amigo! Le debía una, lo llevaría a comer hamburguesas todos los días por el resto de la semana. Jamás había creído que ser amigo de Yugi contaba como tener contactos, pero para este juego al parecer si contaba.

De todas formas sigo creyendo que tienes demasiada suerte de tener ese Dragón Negro de Ojos Rojos”.

“Ya, habla el que tiene un Dragón Blanco de Ojos Azules. ¿Cómo lo obtuviste?”

Demoró en conseguir una respuesta y debía de admitir que por un momento creyó que le diría que el mismo Seto Kaiba se lo había otorgado. Por más que Yugi y él hayan investigado nadie había observado un duelo en el que el campeón se llevara tal preciado monstruo.

“Lo gané”.

Joey suspiró de fastidio. ¡Eso no le decía nada! Ya lo sabía. Él quería saber en cuál de todas las misiones existentes en el juego tenías la posibilidad de ganar cartas tan poderosas.

El personaje se dio la vuelta y comenzó a andar hacia el interior del bosque espeso. Joey vio cómo su maravillosa oportunidad se iba, apretó las flechas con fuerza obligando a su guerrero a moverse y perseguirlo.

“Espera”. Insistió escribiendo como pudo. “Dime dónde lo conseguiste”.

“Te he dicho que lo gané, no es tu asunto”.

El rubio juraba que nunca había conocido a una persona tan insolente en este juego; primero interfería en un duelo frente a un tramposo (lo había salvado pero eso eran detalles), luego lo acusaba a él también de ser un tramposo y ahora lo hacía recorrerse todo el mapa rogándole para que le dijera su secreto.

Seguro que se veía tonto. Además cada vez se acercaban más al portal que los llevaría al desierto. Cada mapa contaba con tres portales que llevaban a otro mapa, era necesario ir hasta uno si querías cambiar de lugar. A menos que seas un administrador, claro.

“De todas formas alguien como tú no podría obtenerlo”. Le volvió a escribir.

-Engreído, quién se cree -murmuró Joey.

Al cruzar al portal se encontraron en el amplio desierto. Al personaje le sentaba mejor ese aire; su piel morena combinaba con el dorado de la arena y sus ojos azules con los de su Dragón. Su túnica volaba con el aire artificial.

“No puede ser más difícil que luchar contra las arpías en la sima de las montañas nevadas del Himalaya”. Respondió Joey. Esa era su manera de demostrarle de qué estaba hecho, no había conocido a nadie aun que conociera el paradero de esa misión y menos a alguien que la lograra pasar.

Ni siquiera Yugi.

Le había costado muchísimo pero había logrado ganar.

Al fin se detuvo y le respondió.

“¿Tú lograste pasar a la ‘MujerArpía’?”  Le preguntó y Joey sonrió ególatra y triunfal.

“Yo mismo”. Su sonrisa era de oreja a oreja. ¿Quién era el perdedor ahora? Se puso a pensar en cómo era que este conocía esa misión. “¿Pasaste esa misión?”

La “MujerArpía” era un avatar que había escalado a la cima a tal punto de hacer negocios y colocarse como una de las misiones más recientes. Era una chica, la mejor a la que se había enfrentado hasta ahora y luego de lograr ganarle ella le contó cómo había llegado hasta ahí, ese era el mejor contacto personal que había conseguido hasta ahora.

La caverna donde se esconde está ubicada en una de las puntiagudas montañas del Himalaya y allí uno debía enfrentarse contra su ejército de Hermanas Arpías, su conjunto de monstruos era increíble y difícil de superar. Fue uno de los duelos más difíciles y largos que Joey enfrentó.

“No. Pero la conozco. No esperaba que alguien como tú pudiera contra alguien como ella”.

“Me subestimas”.

“Quizá lo hice un poco”. Admitió. “¿Cómo lo lograste?”

Joey se anotó un punto, quien sea la persona detrás de ese personaje, era un hueso duro de roer.

“No me rindo muy fácilmente, más bien nunca cuando se trata de un duelo. No digo que fue fácil tampoco, ella es buena”.

“Lo es”.

A continuación le preguntó detalle por detalle sobre cómo había logrado dar con la misión, cómo ganó el duelo de monstruos y qué ganó de ese enfrentamiento. Antes de darse cuenta había pasado media hora hablando con esa persona  y no la había pasado tan mal. De vez en cuando le contaba sobre algunas otras misiones y opinaban sobre las que ambos habían ya pasado. A Joey le pareció extraño que no hubiese ni una sola misión que haya logrado superar y que él no conociera, a pesar de no haberla hecho. Se preguntó si sería por ser la mano derecha del Faraón.

Capaz que ese era el motivo.

“Debo irme”. Le escribió de repente el Sacerdote cortando la conversación sobre los monstruos de origen insecto. Joey debía de admitir que se desilusionó un poco, había aprendido tanto charlando con él.

“Está bien. Yo debería hacer lo mismo, pero seguiré jugando”. Respondió y es que al otro día tenía clases en la mañana y no le quedaban muchas horas para dormir.

“Ve al este del desierto, encontrarás cinco pirámides, fíjate detrás de la segunda. Hay una nueva misión allí. Luego me cuentas cómo te fue”.

Joey no tuvo tiempo ni de agradecer, aunque no estaba muy seguro de querer agradecer. La cosa era que enseguida se esfumó en el aire saliendo del juego.

+ - + - + - + - + - +  

Cuando la primer alarma sonó al otro día fue ignorada como siempre, pero la segunda que usualmente al menos lo hacía abrir un ojo, no pudo con ni siquiera eso. Por más que sonó, Joey seguía durmiendo como un tronco. Luego de media hora, cuando debería ya estar sentado en su pupitre esperando a que el profesor entrara por la puerta, él estaba enrollado como burrito en sus frazadas. Al final un mensaje de Yugi lo despertó, siempre dejaba su celular cargando debajo de su almohada durante las noches.

“Joey, ¿te dormiste o te sientes mal?”

Se rio al leerlo, él lo conocía bien. Lamentablemente solo se había dormido, estaba en problemas.

No desayunó, apenas se vistió y lavó los dientes. Su cabello estaba más desordenado de lo normal, tenía la marca de la almohada plantada en sus cabellos rubios. Por más que andaba como un loco en su bicicleta sabía que no había forma de que pudiera llegar menos tarde de lo que lo hacía.

Al final recibió un regaño, castigo después de las clases y tarea extra. Lo bueno: lo dejaron entrar a clase, si es que eso se podía considerar bueno.

-Toma – Yugi le alcanzaba una bolita de arroz.

-Gracias –la tomó y enseguida se la metió en la boca, estaba deliciosa.

Por haberse ido tan rápido no había tomado su almuerzo, ni siquiera su billetera. Ahora moría de hambre, suerte que tenía amigos que le compartían. Tea le alcanzó otro trozo de su bento.

-¿Qué te quedaste haciendo anoche? –le preguntó Tristán.

-Jugando, es obvio –respondió Joey mientras bostezaba.

-Sí, pero nunca te quedas tan dormido –agregó Ryou y también le compartió un poco de su comida que Joey aceptó con gusto-. ¿Tuviste un duelo interesante o diste con una nueva misión?

-Es un secreto, pero sí, viene por ahí –afirmó mientras se llevaba un dedo a los labios. No estaba muy seguro de decir la ubicación de la nueva misión, a decir verdad la vio un poco rara, como si no estuviera abierta al público aún.

Además no había podido pasarla y eso le daba mucha rabia. Se los diría cuando pudiese pasar esa misión.

-¿Entonces pudiste jugar? –preguntó Yugi.

Joey lo abrazó, dejándolo sin aire, a veces se olvidaba de lo pequeño que es.

-¡Sí! Y todo gracias a ti. Eres el mejor amigo que alguien puede tener, te llevaré a comer hamburguesas todos los días a partir de hoy, bueno no, mañana –hizo que se secaba una lágrima mientras lo soltaba y este comenzaba a buscar aire-. ¿Qué fue lo que le dijiste?

-Solo le conté cual era la situación y que yo daba toda mi confianza a que no hacías trampa. Y dijo que como eres amigo mío trataría de arreglarlo –dijo por lo bajo mientras se sonrojaba.

-Parece que le caes bien a ese amigo tuyo, Yugi -se burló Tea y en la mesa se rieron provocando que Yugi se pusiera aún más rojo, pero también sonrió.

Últimamente Yugi hablaba de ese Faraón todo el tiempo, al parecer ahora se enviaban mensajes por privado, para que no haya la necesidad de tener que encontrarse en el juego. Así que veían de vez en cuando a Yugi sonriendo o riendo por algún mensaje, él decía que así era más fácil, por la diferencia horaria.

Porque sí, el Faraón no solo vivía en Egipto en el juego, sino que también vivía allí en la vida real según lo que les había contado Yugi. Pero claro, no era un faraón, lamentablemente.

Así que no podían charlar los dos juntos a cualquier hora. De todas formas también les contó que él tenía la misma edad que ellos, así que estaba cursando el bachillerato y estudiaba en casa. Trabajaba con su padre en una empresa, asociada a Kaiba Corp.

En otras palabras, él sí podía quedarse despierto todo el tiempo que quisiera para jugar y charlar con Yugi. Como era el jefe y estudiaba en casa, no tenía horarios tan rectos.

La verdad es que tenía el mejor trabajo que podía existir para alguien como ellos que les gustaban los videojuegos. Parte de su trabajo consistía en tener el juego de “Magic & Wizard” bajo control, tener tiempo libre se lo permitía.

-Yugi, deberías al menos preguntarle su nombre. Tú le cuentas tu vida y él la tuya. Entonces, ¿por qué no hacerlo? –le dijo Ryou.

-No creo. Sería todo muy diferente. Aunque admito que me gustaría saber cómo es –admitió con una sonrisa escondida entre sus palillos.

-¿Por qué no le preguntas a Kaiba? Si trabaja para él, tan cercanamente como dices, entonces debe de conocerlo –recomendó Tristán.

Todos miraron a Kaiba, hoy estaba de nuevo tecleando en su computadora mientras comía su almuerzo. Se ve que tenía un don para darse cuenta cuando lo observaban; dejó lo que estaba haciendo y observó por el salón en busca, cuando los vio frunció el ceño con curiosidad.

Los cinco apartaron la vista de inmediato.

Joey reconocía que quizá Tristán tenía razón, o quizá no. Seto Kaiba conocía a todos los administradores, eran cercanos a él según lo que había dicho Yugi. Así que es obvio que los conoce.

Se preguntó si conocía al “Sacerdote”. No tenía una relación de amigos con él como Yugi y el faraón, llevaban dos días de hablarse y recién ayer charlaron como la gente, pero le mataba la curiosidad de dónde había sacado el Dragón Blanco de Ojos Azules que poseía.

-No creo que sea una buena idea –respondió Yugi.

-¿Por qué no? –Preguntó Tea, a ella también le había parecido buena idea.

-Primero porque no sé qué haría con esa información. Es decir, me dice su nombre y luego, ¿qué? ¿Le pido que me lo presente la próxima vez que vuelva a Japón? –Yugi dijo de forma sarcástica, los miró y el resto asintió, esa era una buena idea para ellos, pero al parecer no para Yugi-. Me daría mucha vergüenza y además…

Hizo una pausa.

-¿Además qué? –preguntó Joey.

-Además… me da miedo preguntarle a Kaiba. Creo que no le caigo bien, siempre pone mala cara –dijo por lo bajo.

Joey y Tristán soltaron una carcajada, Ryou rio por lo bajo y Tea como buena amiga se aguantó, pero las comisuras de su labios tiraban tensamente hacia arriba con ganas de unirse.

Está bien, quizá Kaiba lucía un poco bastante intimidante, pero esa era su cara usual, no sonreía mucho. Más bien nada. Así que miraba a todo el mundo de ese modo, Joey no se sorprendía de que Yugi pensase que era personal.

-Realmente no creo que vaya a decirte algo –dijo Tea-. Él es así, pero no creo que sea mala persona.

-Tea tiene razón -apoyó Ryou-, apuesto a que te lo diría.

-Puede ser, pero creo que me gustan las cosas como están.

Después de eso sonó la campana avisando la finalización de la hora del almuerzo. Volvieron a acomodar cada uno de sus asientos en su lugar y se prepararon para su siguiente clase.

+ - + - + - + - +

Ese día al llegar a casa después del trabajo se quedó a pasar un rato con su padre, solo lo veía los fines de semana y a la noche. Desde hacía un mes, apenas podía se ponía a jugar en su computadora, así que se sentía mal por dejarlo tan solo.

Pero apenas su padre se fue a dormir, se dio una ducha y enseguida  prendió su computadora para meterse en el juego.

Se dirigió al desierto, al este y detrás de la segunda pirámide. Tal como le había dicho el Sacerdote. Volvió a intentar pasar la misión, estaba seguro de que ya sabía cómo hacerlo.

Detrás de la pirámide había una entrada secreta que le costó hallar, dentro de esta se extendía un pasillo que parecía no tenía fin por la poca iluminación y estaba completamente grabado con jeroglíficos egipcios. Había trampas por doquier en el camino, que ya se había memorizado (después de caer en ellas cientos de veces) y al final se abría a una cámara. Allí había un sarcófago vacío.

Joey sabía dónde estaba la momia; al otro lado se abría otro pasillo que lo llevó a otra cámara  con un trono de oro al final y detrás en la pared un enorme ojo de oro. Para ser momia y estar muerta, era bastante lista, esta era la tercera vez que iba a batirse en duelo con ella.

Bueno, la tercera es la vencida.

 Y como predijo, ganó. La momia se deshizo en cenizas y la pupila del ojo en la pared se abrió en una brillante luz, allí flotaba una carta, mandó a su avatar a tomarla y apenas lo hizo apareció de vuelta fuera de la pirámide.

-Así es momia, esto pasa por querer conocerme –festejó Joey.

Se dirigió a uno de los pueblos, el que estaba fuera del palacio del Faraón, debía comprar algunas cosas. Todos los pueblos tenían los mismos almacenes en los que cambiabas cosas, según cada mapa y nivel claro, una tienda de cartas y un brujo que hacía pociones para diferentes cosas.

Cuando salió de la tienda vio al Sacerdote, se estaba yendo hacia el palacio así que lo siguió. En un momento se detuvo, seguramente cuando se dio cuenta de su presencia así que Joey le escribió.

“Pasé la misión, no estuvo para nada fácil. Fue de las más difíciles hasta ahora”.

“Pensé que demorarías más”. Respondió. Joey rodó los ojos, se preguntó si era costumbre suya subestimar a todo el mundo o solo con él. “¿Cómo estuvo?”

“Muy difícil. Por cierto, ayer cuando jugué estaba extraño. Lento y faltaban algunas cosas que hoy si estaban”. Avisó, pensaba que quizá era un fallo en el sistema.

“Eso es porque se lanzó hoy, lo de ayer era un demo, quería ver que tal te iba. Kaiba Corp. necesitaba que alguien lo probara”.

“Pues me alegra ser tu conejillo de indias. Me gustó”.

Joey pensó en Kaiba y por primera vez se le pasó por la cabeza el pensamiento de que quizá él sabía quién era en el juego, después de todo él podía saberlo si lo quería. Pero a la vez, ¿por qué Seto Kaiba se molestaría en eso? Probablemente le daba igual quien probara su simulador.

Además para él había muy pocas posibilidades de conocer a la persona detrás de la pantalla, por más que sepa su nombre.

De nuevo se sorprendió cuando se pusieron a hablar normalmente sobre el juego y aún más cuando nombraron otros. Joey curioso  se preguntó si respondería una pregunta personal.

“¿Eres de Japón?”

“Hablo japonés”. Le respondió. De alguna manera le estaba diciendo que sí sin decirlo.

“Eso no tiene nada que ver. Un amigo mío conoció por acá a alguien, él le hablaba en japonés y resulta que no es japonés. Ni siquiera en el mismo continente”.

“Sí, pero ese caso es uno en un millón. Si hablas japonés, seguro que eres japonés. Pero puede pasar. Asumo que tú también lo eres”.

“Lo soy”.

“De todas formas estuve un tiempo viviendo en otro lugar, vuelvo ahí de vez en cuando”.

No charlaron mucho más que eso ese día, él de nuevo se fue de repente y Joey moría de sueño, quería llegar temprano a casa también.

+ - + - + - + - + - + 

Pasaron otro par de semanas y entraron en el mes de Junio. Por más que Joey amaba el calor, realmente odiaba y amaba ese mes, en primer lugar lo amaba por lo que ya había dicho y porque tendría un descanso de la escuela en la Golden Week, pero lo odiaba porque se pasaba lloviendo.

La lluvia no es muy cómoda para aquellas personas que se transportan en bicicleta. Muchas veces se empapó con la intención de llegar temprano al trabajo y siempre debía llevar otra muda de ropa con él.

Por otro lado, estaba disfrutando bastante de su día a día a pesar de la lluvia. Había admitido frente a los chicos sobre su no amigo, por medio del juego de Kaiba.

-Ahora hay otro más -suspiró Tea  haciéndose la melodramática cuando se lo contó, se rieron.

-Lo mío no es como Yugi, digo ni siquiera lo considero amistad. Hablamos principalmente del juego, parece tener cierto interés en lo que opino y sus consejos no vienen para nada mal. Quiero que me cuente su secreto para conseguir el Dragón Blanco de Ojos Azules –susurró lo último por lo bajo, para que el oído de Kaiba no lo cachara.

-Entonces, ¿no hablan de algo más personal? –le preguntó Ryou.

-No, sí, a veces –dudó-. Cómo dije no es como  con Yugi, no estoy completamente enamorado de una persona que no conozco –dijo por lo bajo riéndose y Yugi se sonrojó enseguida.

-Cállate… –le dijo Yugi.

Últimamente no dejaban de molestarlo con eso. Y es que en serio Yugi estaba en las nubes; no había día en que no nombrara al famoso Faraón, siempre le estaba escribiendo o enviando un mensaje con una sonrisa plasmada en la cara. Además él nunca negaba estar enamorado, solo se le subía el color rojo hasta las puntas de las orejas.

Joey cada vez tenía más ganas de preguntarle a Kaiba quien era ese “Faraón” y que se los presentara, estaba seguro que Yugi quería pero tenía miedo. No solo de Kaiba sino de no gustarle a esa persona, lo cual veía imposible.

-¿No habías dicho que Kaiba Corp. estaba planeando una competencia entre sus jugadores? –preguntó Tristán.

-Pues sí, lo confirmaron hace pocos días. Al parecer el juego tuvo más éxito de lo que se esperaba así que lanzaran un nuevo tipo de juego, no se sabe cómo es –respondió Yugi.

-Y al parecer es para una elite, solo los mejores de los mejores entrarán –susurró Joey. Debía de admitir que cada vez que veía a Kaiba con su computadora se preguntaba si estaba poniendo su nombre en la lista sin ni siquiera saberlo.

-Pero de todas formas, ¿qué tiene que ver? –preguntó Yugi, mientras que con sus palillos se llevaba la comida a la boca.

-Es obvio; si van a elegir a los mejores no dudo de que vas a ser uno de ellos y ese Faraón también, ya que es un administrador. ¿No? –dijo Tristán. No sabía mucho de juegos, pero con todo lo que hablaban sus amigos se terminaba enterando de un par de cosas.

En cualquier momento él también terminaría por crearse una cuenta en ese juego para ver qué era de lo que tanto hablaban sin parar esos tontos.

-Tristán tiene razón –afirmó Ryou-. Podría ser un lugar perfecto para encontrarse.

-Cierto. Estará lleno de gente, así que si él mintió y en realidad es un gordo, viejo y sin pelo, podremos agarrarlo a patadas –agregó Joey mientras lanzaba al aire dos puñetazos como si estuviera entrenando y luego abrazaba a Yugi por los hombros  sin dejarlo respirar.

-Estoy seguro de que no lo es –lo defendió Yugi-. No es el tipo de persona que miente, sé que no lo conozco de cara… pero lo conozco, estoy seguro. Si lo viera sé que no me decepcionaría.

A Tea le salían corazones por los ojos de escuchar a Yugi hablar, quería que conociera a ese Faraón. Quizá fuera peligroso y un engaño para ella al principio, pero de solo oír las historias de Yugi se le había formado una telenovela en la cabeza.

Necesitaba un final feliz.

-¿Crees que lo reconocerías si lo ves? –preguntó Tea, esa definitivamente sería una escena de lo más romántica.

-No creo que tan así. Pero si lo escuchara hablar, decir unas palabras… creo que lo haría –dijo sonriendo-. Tiene una manera muy formal de hablar. Como con mucho respeto.

-¿Cómo los viejos? –comparó Joey. A él los ancianos le decían todo el tiempo que debía cambiar su forma de hablar. Siempre le decían la típica frase de “los jóvenes de hoy en día…”.

Yugi se rio y asintió.

-Sí, algo así.

-Ves lo que te digo, él podría ser…

-No, no lo es –lo frenó Yugi-. Seguramente es por el modo en el que aprendió a hablar japonés.

-Si tú lo dices…. –Joey sabía que nada podía hacer cambiar de opinión a Yugi. Además él veía siempre el lado más hermoso de las personas. Era algo bueno de él, generalmente.

-De todas formas, si pasa algo nosotros te protegeremos –avisó Tristán mientras se paraba y tomaba a Joey por el cuello para que se uniera a él.

Al tomarlo desprevenido, Joey calló con silla y todo hacia atrás golpeando el banco a su espalda, este a la vez también se calló llamando la atención de toda la clase. Entre todos vieron como lentamente caía y golpeaba el banco donde usualmente se sentaba el gran CEO de ciudad Dominó.   

Con el golpe, el vaso de cartón que contenía café tembló y cayó bajo la atenta mirada de su dueño que había sido apartada de su computadora para ver qué sucedía. Joey agradeció que el café no cayera sobre la preciada laptop porque ahí sí que tendría un grave problema, pero aun así quedó enojado con Tristán cuando el líquido chorreteó de la mesa al piso.

-Yo no limpiaré eso –dijo simplemente Kaiba mirando de su café derramado a ellos.

-Yo lo hare -dijo Tristán suspirando luego de que Joey lo fulminara con la mirada. Él tampoco lo haría, no había sido su culpa.

Se levantó y salió del salón. Kaiba volvió a teclear en su computadora como si nada hubiese pasado.

+ - + - + - + - + 

Esa noche tuvo la oportunidad de cruzarse con el Sacerdote de nuevo. Lo que le había dicho a sus amigos era cierto, no hablaban mucho. No solo porque se iba de repente, sino porque solamente estaba disponible en la noche, por más que había tratado de ubicarlo en las mañanas  y tardes de los fines de semana, él no aparecía.

A veces solo estaba por muy poco tiempo, solo lo llegaba a ver, muchas de esas veces estaba observando duelos y la mayoría eran duelos de sospechosos de hacer trampa. Joey se sentía un acosador por internet, pero es que al ver al Dragón Blanco sabía que se trataba de él y tenía una continua necesidad de saber con él.

Esa noche estaba en la selva africana, al mapa perteneciente al administrador llamado “Guardián”.  No solía estar mucho por ese mapa, era el que menos conocía porque no tenía a nadie cercano que perteneciera a la Selva. Yugi pertenece al desierto, Ryou a las montañas nevadas y él pertenecía al bosque.

No tenía a nadie que le pasara consejos propios o le contara sobre misiones.

En fin, en medio de la jungla un Dragón Blanco resaltaba entre las demás bestias. Esta vez él lo había buscado. Joey se le acercó dejando lo que estaba por hacer para después.

“¿Qué te trae por aquí?” Le preguntó.

“Vengo a entregarte algo”.

Joey no se imaginaba qué le traería. Vio como a su baúl de objetos se agregaba algo. Lo abrió con curiosidad y vio como lo nuevo era una hoja de papel, cliqueó encima y esta se expandió a toda la pantalla. Un “pergamino” amarillento, doblado en una punta. Escrito con tinta azul y firmado por las iniciales S. K.

-La invitación -susurró Joey. Esa era una invitación cordial a un evento en Dominó por el mismísimo Seto Kaiba.

En este momento no era importante el hecho de que era uno de sus compañeros de clase al que veía todos los días de su vida lamentablemente. En este momento era la persona que lo elegía como uno de los mejores jugadores de “Duelo de Monstruos”.

Notas finales:

¿Les gustó el capítulo?

Gracias por leer!!

No vemos en el próximo cap!!!


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