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Emboscada triunfal por 1827kratSN

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—Las palabras son más poderosas que las armas —Canadá sonrió entusiasmado—. Se puede arreglar problemas sin sangre de por medio.

—Cuando lo dices, suena muy sencillo.

URSS le prestaba completa atención, por eso Canadá se sentía cómodo hablando con su futuro cuñado, entusiasmado hasta cierto punto.

—Tal vez deberías intentarlo, y tal vez se convierta la solución a todos tus problemas.

Canadá sonrió y URSS le correspondió con una sutil curva en sus labios. Se miraron un momento antes de que el pelirrojo continuará disfrutando del refrigerio en aquella bonita tarde.

—Bien... —URSS carraspeó—. Podemos empezar ahora.

—Claro, ¿con qué...?

El más alto sacó de entre su sacó una tela rojiza, misma que desenvolvió poco a poco para mostrar lo que escondía. Un pequeño frasco, con el corcho troceado sin cuidado, sin etiqueta o instrucciones, casi vacío, apenas mostrando un contenido oscuro en su interior.

Colocó aquel objeto frente al pelirrojo.

Canadá se quedó en silencio.

—¿Por qué intentaste envenenar a Mex ayer?

URSS habló con serenidad y Canadá lo miró un momento que pareció eterno.

Porque ambos sabían lo que contenía aquel frasquito, mismo que había sido ocultado entre la maleza en el borde más descuidado del palacio, pero que URSS encontró con mucha facilidad porque era obvio que Canadá no tenía experiencia ocultando la evidencia.

—Lamento que viera eso —jugó con sus dedos y luego ocultó sus manos—. Yo no... —boqueó—. No tengo justificativo, señor URSS.

—No estoy enfadado. Solo quiero saber.

Canadá evitó la mirada del monarca, se quedó callado, y por su mente pasó el recuerdo.

Porque el día anterior vertió el veneno en la jarra del ron más fuerte que sería destinado al invitado del palacio, lo mezcló siempre manteniendo una sonrisa, y se aseguró jovialmente que la bebida llegara al cuarto del destinatario sin contratiempos.

Fue silencioso, casi fantasmal con sus pasos por el palacio, entre la cocina, los pasillos. Porque cometer un error no tenía perdón.

Se descuidó solo cuando la noche cayó y nadie más entró a la habitación de México. Se retiró presuroso para deshacerse del frasco de su posesión, después correr a la habitación que compartía con su hermano para evitar sospechas, y relajarse con el descanso de esa noche.

Claro que se le hizo raro que en la mañana nadie gritara exaltado, o alguna noticia horrible se diera. Se tragó la decepción y furia cuando vio a su prometido caminar como si nada a saludarlo, jugar con su paciencia y retirarse para el desayuno. Pero no sería la primera vez que México previera su trampa y la evitara, había pasado antes, muchas veces, así actuó como si nada.

Nunca se imaginó que URSS descubriera todo, y seguramente fue él quien salvó a México de la muerte.

—Creo que debo retirarme —dio una leve reverencia con su cabeza—. Iré con USA para...

URSS sostuvo la mano del pelirrojo para que no huyera, y tiró suavemente de él para que volviese a su sitio. Pero Canadá negó, se quedó de pie junto al dueño de esas tierras.

—Me deshice del ron y no le diré a tu padre. No te preocupes.

—Eso me enoja más.

URSS sonrió divertido cuando Canadá manoteó su agarre, se liberó, alejó y le dio frente con esa mirada azulada llena de ira.

—¿Por qué?

—Porque no me dejó eliminar al único ser que provoca en mí tanta rabia.

—Tu rostro se ve hermoso aun cuando te enojas.

—Debo retirarme —Canadá se alejó más—. Por ahora no quiero ver a la persona que impidió la tan ansiada muerte de mi prometido —hizo una mueca—. Buena noche para usted, cuñado.

—Ey…

—No se preocupe, conozco mi lugar.

—Canadá.

—Apenas se case con mi hermano, abandonaré las tierras y no tendrá que lidiar con mis tonterías.

—Ya dije que no estoy enfadado.

—Si quiere puede usar la información que tiene en mi contra. No sería raro que alguien de tanto poder me traicionara o intentara sacar provecho de mi incompetencia —apretó los dientes—. Buena noche, señor.

Se fue enfurecido, perdido entre las decenas de fallas en su pasado. Se refugió en las quejas interminables de USA y en los planes que su padre le dejó como tarea. Compartió sus frustraciones, y casi rezó porque toda esa tontería se terminara de alguna forma.

Odiaba todo eso. Siempre lo odió, pero nunca le fue permitido opinar.

—¿Tanto te gusta el muchacho?

URSS sonrió y México soltó una carcajada.

—Es un niño muy divertido, debo admitir —bebió el licor limpio que URSS le sirvió—. Desde que era pequeño y su padre me lo ofreció en compromiso, ha sido muy ocurrente. Es muy divertido ver la rabia en su mirada cuando las cosas no le salen bien.

—¿Cuántas veces más ha intentado asesinarte?

—Más de las que imaginas —sonrió—. Nunca me aburro.

—Así que solo lo molestas por gusto… Por capricho.

—Soy el único que puede sacar el lado más oscuro del chico maple —se encogió de hombros.

—Así que no te interesa realmente.

—En absoluto —bebió otro poco—, pero perseguirlo y fingir que sí, hace de mis días más gratificantes —rio bajito—. No tienes idea de lo salvaje que se pone. No mames, ha intentado matarme desde que cumplió los quince.

Porque le gustaba presumir aquella barbaridad, pero solo con sus más allegados y URSS era uno de ellos.

—Sigo sin entender por qué le haces eso al pobre muchacho.

—Creo que sé por qué... Y le doy la razón.

—¿Me vas a contar?

—Solo si usted, compadre, me dice por qué tanto interés en el maplecito.

—Lo haré… Si prometes retirarte después.

—¿Me vas a echar? Así nada más… Qué grosero.

—Ya hemos incomodado mucho a los príncipes, y nos hemos divertido también.

Se miraron entre risitas.

—¿Voy a recibir un beneficio?

—Como siempre, México.

—Así hasta dan ganas de colaborar.


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