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Crisantemo por Zils

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IX

 

Cuando Zero se marchó, también lo hizo la amiga de Yuuki. Wakaba Sayori era una persona observadora, reservada y paciente; ella sabía perfectamente que no podría hacer más por su amiga que alertar a quienes más le cuidaban. Le gustaría hacer más, por supuesto, pero, por el momento, la situación escapaba de su control.

Ichijo se acercó a Kaname apenas vio a Sayori marcharse.  Había visto el intercambio a lo lejos; por lo que no le pasó desapercibida la urgencia de Kiryuu al salir o la expresión preocupada de su amigo.

De inmediato supuso que se trataba de Shizuka. Estaba listo para prestar apoyo a Kaname de ser necesario. Aunque bien sabía que el matar a la sangre pura era la parte más  fácil del proceso. Lo que venía después era lo que realmente le asustaba. Kaname, durante años mantuvo un perfil bajo en su papel de rey; era el Consejo quien realmente dirigía la sociedad vampírica, y para ellos el tener a un rey accesible resultaba cómodo. Si Kaname tomaba una postura autoritaria, aun cuando estuviera en su derecho, le verían como un obstáculo. 

A Ichijo le preocupaba ese futuro.

Pero primero debía enfrentar el presente.

— ¿Ocurrió algo, Kaname?—Takuma preguntó con cautela una vez llegó al lado de su amigo.

—Es ella. Es probable que tenga a Yuuki.

—Iré de inmediato. Le diré a Aido que venga conmigo.

Kaname negó— Necesito que te quedes aquí. Que nadie se entere.

Oh.

—Entendido. —Takuma asintió mientras veía a Kaname saltar desde el costado del balcón.

 

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

El lugar, a pesar de haberle pertenecido, le parecía desconocido. Simplemente había olvidado esa habitación, como muchas otras cosas. Decían que la memoria de los vampiros era prodigiosa; en su caso, luego de tantos años, su memoria se transformó en un pantano donde los recuerdos se fundían con el conocimiento obtenido, formando una masa difícil de diferenciar.

A veces, todo le resultaba tan…extraño. Hasta que sentía la presencia de su destinado y el mundo cobraba sentido nuevamente.

Lamentablemente, Shizuka no tenía esa conexión con la realidad.

Kaname admitía que, así como odiaba a la sangre pura por haber dañado a su alma gemela, también sentía empatía hacia ella. Él también cometió muchos errores y dejó que su odio cayera sobre inocentes; también amó y perdió, y buscó desesperadamente remanentes del pasado en su presente.

La diferencia entre ambos era que esa sangre pura no tendría la oportunidad de redimirse.

—Sigues siendo ese pequeño niño. No pareces uno de nosotros. — Shizuka sonrió suavemente, dándole la espalda. Ella en cuanto lo sintió allí supo sería su fin. — Planeaba ir tras de ti luego de obtener a esa niña. Es muy dulce a pesar de su tenacidad.

Kaname avanzó hace ella. No quería alargar más el momento; Zero necesitaba sangre para curar esa dolorosa herida en su brazo. Además, sentía la tristeza filtrarse desde su vínculo, dejándolo aún más intranquilo.

Rápidamente su brazo derecho atravesó la espalda de la sangre pura, tomando el palpitante corazón en su mano. La acción le trajo desagradables recuerdos; reminiscencias de una guerra donde muchas veces tuvo que hacer lo mismo.

—Él no volverá. Aun cuando intentes buscar reemplazos. —murmuró—Los que han muerto, no volverán.

Él lo sabía perfectamente.

Shizuka exhaló suavemente por la repentina acción. El dolor era algo a lo que estaba acostumbrada. Sin embargo, las palabras de Kuran Kaname le dañaron de una forma insospechada.

Por supuesto, ella sabía que él jamás volvería, pero le fue imposible no verlo en la actitud indomable de Zero, o en la escucha atenta de Ichiru, o en la ternura tímida de Maria. Lo cierto era que, lo buscaba en todos lados. No fue su destinado, ese que hace muchos años había muerto sin siquiera conocerlo, dejando un vínculo deshecho a su paso; pero sí fue el único a quien amó. Su primer amor.

No estaba lista para superarlo. Nunca lo estaría.

Kaname, con cuidado, clavó sus colmillos en ella, bebiendo ávidamente. Durante mucho tiempo se debatió entre beber directamente la sangre de Shizuka para traspasarla a través de su sangre hacia Zero, o, guardarla en frasquitos y dársela directamente. A fin de cuentas, la primera opción ganó, por el simple hecho de que le molestaba en demasía que Zero bebiera de otra persona.

Sí, era una idea posesivamente infantil, pero se permitiría ese pequeño capricho.

Solo por esa vez.

Según su teoría,  podría beber de otra persona mientras no hubiera probado la sangre de su destinado. Por el momento, estaba en lo correcto. Pero, si bien su cuerpo no rechazó la sangre, ésta le supo amarga, casi repugnante.

—Te envidio…Conocer a tu destinado, una persona a quien protegerías en cuerpo y alma…Pero no le has dicho y no lo harás. Fui yo quien implantó la semilla de odio en su corazón…Zero no lo aceptará—Shizuka murmuró sin malicia alguna.

Sus palabras no le afectaron, pues se las había repetido él mismo un millón de veces. Kaname dejó de beber al tiempo que destruía el corazón en su mano. Lamentablemente, no podía dejar que Shizuka viviera, y ella tampoco lo deseaba. Sostuvo con cuidado su cuerpo sin fuerzas, arrodillándose en el suelo junto a ella.

—Te espera un camino difícil pequeño rey.

El brillo abandonaba lentamente la mirada de la sangre pura. Pronto el cuerpo de Shizuka comenzó a agrietarse; cristales translúcidos que se transformaron en arena entre sus brazos.

Kaname miró el kimono manchado en sus manos. En su pecho palpitaba un agridulce sentimiento.

La muerte de otro camarada se sumó a su espalda. Pero había conseguido una cura para su destinado.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

—Suéltala. —ordenó Ichiru, sin mover la espada.

Zero esperó un momento, mientras sentía la presencia de Shizuka desaparecer por completo. Contrario a lo que imaginó, no sintió un vacío por la muerte de su creadora, tampoco sintió ira o satisfacción, sino una extraña combinación de resignación y alivio.

Por fin, un ciclo había terminado.

Soltó la espada, dejando caer su mano a un costado. Ichiru, quien esperaba más resistencia de su parte, le miró vacilante. La comprensión rápidamente tiñó su semblante; con esas heridas Shizuka poco podría hacer ante otro sangre pura, y Kuran Kaname no desaprovecharía una oportunidad como esa.

Ichiru, sin decir una palabra, salió de la habitación. Corrió por los pasillos en busca de la sangre pura. Fue un ligero rastro de su perfume lo que le hizo detenerse frete a una puerta al final del pasillo.

Temía lo que fuera a encontrar del otro lado.

Sostuvo la espada con fuerza, dándose ánimos para abrir la puerta. La manilla pesó toneladas en su mano. Cuando finalmente empujó la puerta, su respiración se detuvo.

En medio de la habitación, se encontraba el kimono manchado de quien consideró una maestra, cubierto de arena translúcida. Ichiru, se agachó, tomando con cuidado la prenda entre sus manos.

Era algo que podría suceder. Estaba preparado. Sin embargo, el saberlo de ante mano no lo hizo menos doloroso. A fin de cuentas, ella había cuidado de él esos cuatro años.

—No cumplió su promesa, Shizuka-sama. — Ichiru casi pudo verla sonreír ante su débil reclamo. 

Zero observó la escena desde la puerta, junto a Yuuki. Él aún estaba conmocionado por su conversación anterior; quería entender a su hermano, recuperar la relación perdida, pero sabía que no sería fácil para ninguno.

Había demasiado dolor de por medio.

Después de un rato, Yuuki se armó de valor para acercarse al hermano de su amigo. Se agachó a su altura y puso suavemente su mano en el hombro de Ichiru.

—Ichiru-san, vamos a hablar con el director. Debes quedarte con Maria-san ¿no? Ella seguramente te está esperando.

Ichiru se levantó y se dirigió a la salida en silencio. Zero y Yuuki le siguieron el paso.

En la entrada, Yagari sostenía el cuerpo inconsciente de Maria. De inmediato, Ichiru extendió sus brazos, recibiendo a la vampiresa en ellos. La apretó contra su cuerpo, sintiendo finalmente su relajante presencia. La había extrañado mucho esas últimas semanas. 

—Kaien, los espera en su oficina.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

—Zero…Zero… ¡Zero!

— ¡¿Qué?!

— ¡Por fin! —Yuuki exclamó cansada. — Te he estado llamando los últimos tres minutos. ¿Qué te tiene en las nubes?

—Nada.

— ¿Es Ichiru-san?—preguntó Yuuki con cautela. —Sigue en la enfermería junto a Maria-San ¿no?

Cinco días habían pasado desde el incidente de Shizuka. Ichiru y Kaien tuvieron una larga charla en su oficina. Lo único que supo de ésta fue que Ichiru podría quedarse en la academia junto a Maria hasta que ella despertara, y que, si decidían permanecer allí como estudiantes, él asistiría a la clase diurna como tercer prefecto.

Si su hermano estaba o no conforme con el acuerdo, no lo sabía. No había hablado con él desde la muerte de la sangre pura. Se decía a sí mismo que le estaba dando su espacio; lo cierto es que no sabía cómo actuar ante Ichiru.

—No se ha separado de ella.

Sin embargo, no era sólo la actitud de Ichiru lo que le tenía despistado. También estaba, eso: su vínculo. Se había acostumbrado a sentir las emociones de su destinado claramente, por lo que el sentirlo adormecido le era extraño. Inevitablemente se hallaba preocupado por su alma gemela.

—Me pregunto por qué Kaname-senpai no ha aparecido. ¿Has hablado con él?

—No. —después del baile no se reunió con él. Fue Ichijo quien se acercó, el día después del incidente, para entregarle los frasquitos habituales; su excusa fue que Kuran estaba muy ocupado con el Consejo de ancianos. — No somos tan cercanos como crees.

Yuuki le dirigió una larga mirada. —Serían buenos amigos. Lo dice mi intuición, así que no lo cuestiones.

Zero suspiró en respuesta, ya acostumbrado a los comentarios poco acertados de su amiga.

— ¿Crees que la muerte de Shizuka le trajo problemas?

—Lo dudo. Si tanto te preocupa, simplemente pregunta.

La mirada de Yuuki se iluminó, mientras se levantaba de un saltito de su asiento. Zero entendió que dijo algo incorrecto.

— ¡Tienes razón!—Yuuki le tomó del brazo, jalándolo junto a ella a través del salón de clases. — ¡Vamos a visitarlo!

— ¡¿Qué?!

—Preguntaremos que pasa y ya está. Te llevo conmigo porque seguramente no dejarías que fuera sola al “nido de los chupasangre”, ¿o sí?

—Manipuladora. Sólo quieres saltarte las clases.

—Por supuesto que no. Aprender sobre ondas electromagnéticas salvará mi vida algún día, estoy absolutamente segura. ¡Es una tragedia perder Física!

Zero no tenía energías para seguir protestando. Él sólo quería dormir, dormir, seguir durmiendo y hundirse en sus reflexiones.

Se dejó guiar por Yuuki hasta el dormitorio de la clase nocturna. Al ser medio día, no había nadie a la vista en la ostentosa residencia. Claramente todos estaban dormidos.

—Esto es una pérdida de tiempo. —hastiado, se recargó en el sofá en medio de la sala.

—Shh. Alguien habrá por aquí.

Tras cinco minutos de espera, las puertas dobles a un costado se abrieron revelando a Ichijo Takuma quien cargaba una pila de carpetas entre sus brazos. Yuuki sonrió triunfal, acercándose al noble.

— ¡Ichijo-senpai! —saludó.

— ¡Yuuki-chan! Qué sorpresa verlos aquí. —el noble saludó afable. Zero juró que esos dos eran el uno para el otro.

—Estamos preocupados por Kaname-senpai.

— ¿Estamos?—murmuró Zero.

Yuuki lo ignoró. — ¿Él está bien?

Ichijo pareció pensarlo unos segundos, antes de dirigirles una mirada amistosa. — En realidad, últimamente está decaído. Seguro se animará al hablar con ustedes. ¡Le avisaré que vinieron!

Vieron al vampiro subir las escalares y perderse por el pasillo, tarareando una animada canción. Yuuki entrelazó sus manos, satisfecha.

—Ves, fue buena idea venir.

Zero no lo creía. Menos cuando Aido Hanabusa y Kain Akatsuki entraron a la residencia.

 

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

Takuma entró despacio a la habitación del sangre pura. Todo estaba tal cual él lo había dejado hace unas horas: oscuro y ordenado.

—Kaname, Yuuki-chan y Zero-kun están aquí. —Al no obtener respuesta se acercó a la cama, donde su amigo yacía hecho un ovillo de mantas. Su cabello castaño era lo único que sobresalía de las cobijas. — ¿Kaname?—tocó suavemente su hombro, en busca de alguna respuesta, pero lo único que escuchó fue su respiración acompasada.

Kaname seguía profundamente dormido.

Abandonó la habitación sin hacer ruido. A fuera, Seiren seguía de pie en el mismo sitio; ambos compartieron una mirada preocupada.

Desde la muerte de Hio Shizuka, Kaname se había encerrado en su habitación. La primera noche nadie se atrevía siquiera a tocar la puerta por el aura tenebrosa que emitía. Seiren y él, fueron los únicos que entraron; Kaname les dio escuetas instrucciones y dijo que necesitaba descansar un tiempo. Una vez se durmió, nada le despertó.

De vez en cuando, su poder se salía de control, destrozando la habitación; otras veces—las que más le asustaban—parecía extinguirse, su presencia se reducía al mínimo. Él supuso que su estado era producto de asimilar el poder de Hio.

Ichijo estaba muy preocupado, porque realmente apreciaba a Kaname, no como su superior, sino como su amigo. Para empeorar la situación, su abuelo no paraba de presionarlo por el asunto de Hio. El Consejo se enteró rápidamente de la muerte de Hio; lo que no era de extrañar si consideraba que tenían ojos en todas partes. Ellos querían escuchar a Kaname, y él para ese punto, poco podía contenerlos.

Takuma se dirigió al salón principal, donde Yuuki y Zero estaban en compañía de Hanabusa y Akatsuki. Estuvo a punto de anunciar que Kaname estaba ocupado, cuando su mirada cayó sobre el tatuaje de Zero. Era extraño. Nunca le había prestado mayor atención, pero ahora que lo veía bien tenía una forma familiar. Takuma rebuscó en su memoria, estaba seguro que lo había visto antes, pero ¿Dónde?

¡Oh!

Una “o” se formó en su boca ante la repentina revelación. Claro que había visto algo similar varias veces durante esos cinco días. El tatuaje de Zero, era igual al difuso delineado en el cuello de Kaname.

Su mente hizo clik.

¿Cómo no se dio cuenta antes?

Kaname protegía a Zero, era algo que sabía perfectamente, pero jamás se le ocurrió que fuera por…eso.

— ¿Ichijo-senpai? 

Takuma dio un saltito al escuchar la voz de Yuuki. Rápidamente puso su más amable expresión y se acercó a ellos.

—Kaname quiere hablar contigo, Zero-kun.

— ¿Conmigo?

—Sí. Última puerta a la izquierda. —indicó alegre.

 

 

 

 

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Kaname se cubrió con las mantas, haciéndose ovillo en la mullida cama. Por eso detestaba beber de un sangre pura. Su cuerpo estaba acostumbrado a vivir al borde de la inanición, por lo que recibir una gran cantidad de poderosa sangre era demasiado para él. La asimilación lo dejaba en un estado soñoliento, aletargado. Era incapaz de sacar un pie de la cama.

En cuanto el cuerpo de Shizuka se desintegró, partió a su habitación y allí se quedó durante…Ni idea de cuánto había pasado, pero aún tenía mucho sueño.

Confiaba en qué Takuma se encargaría de la clase nocturna, y Cross se haría cargo del asunto de Ichiru y Maria.

Fue imposible para él no notar el parecido físico entre el sirviente de Maria y Zero; la máscara que utilizaba el chico dejaba bastante poco a la imaginación. Sin embargo, como desconocía las intenciones del muchacho, prefirió mantenerse al margen.

En medio de su somnolencia, sintió un conocido y agradable aroma. Se acurrucó contra la fuente del olor, recibiendo su confortable calor. Kaname supo que era uno de sus tantos sueños, cuando sintió a su destinado acariciando su cabello.

No le importaba que fuera un sueño, él era feliz y eso era suficiente. Podía acurrucarse como un gato contra su Zero imaginario todo lo que quisiera. Ya luego se despertaría y enfrentaría el mundo, incluyendo esos desagradables nobles del Consejo.

Le pareció escuchar al Zero de su sueño reír. Fue el sonido más hermoso que había escuchado. La calidez llenó su pecho, y Kaname pensó que no le importaría pasar el resto de su vida durmiendo si tendría esos dulces sueños.

De repente, su Zero onírico cesó las caricias en su cabello, alejándose de él. El frío le invadió de inmediato, junto a una incómoda inquietud. Extendió su mano, en un intento desesperado por alcanzarlo.

Un poco más, sólo un poco más…

No quería despertar tan pronto. Pero su destinado se esfumó y él despertó.

Cuando abrió los ojos, se topó con la oscuridad de su habitación. Estaba sólo, por supuesto. Kaname suspiró. Al menos, se dijo, su último sueño fue muy lindo.

Cinco días de descanso eran más que suficientes. Con renovada energía, se levantó para continuar con la vida.

 

 


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