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Crisantemo por Zils

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XV

 

—Es la primera vez que la veo tan feliz junto a otras chicas. —Ichiru, a su lado, comentó sin apartar la mirada de su destinada. Maria conversaba animadamente con Yuuki a unos metros de distancia.

Resultó ser que, para su sorpresa, la vampiresa era absolutamente diferente a las nobles de la clase nocturna que Zero había conocido. Maria era tímida y risueña, emitía un aura maternal que daba seguridad al hablar con ella.

A nadie le extrañó que ambas chicas hubieran hecho buenas migas en una sola noche. Yuuki era sociable por naturaleza y Maria, que era más tímida, se vio atraída por su entusiasmo. Lamentablemente para ellas, su amistad se mantendría por correspondencia, al menos durante unos meses, hasta que se aseguraran que Maria estaba en óptimas condiciones para asistir a la Academia. Por eso, estaban aprovechando hasta el último minuto mientras esperaban que llegara el auto de la familia Kurenai.

— ¿Aún crees que los vampiros son seres despiadados sedientos de poder? ¿Aún los odias?—Ichiru preguntó suavemente.

La pregunta tomó a Zero desprevenido. ¿Los odiaba? Hace unos meses atrás no hubiera dudado en responder “”, pero los recientes acontecimientos le obligaron a ver las cosas de un modo diferente, a aceptar la existencia de excepciones.

Cambiar un pensamiento arraigado por experiencias traumáticas era difícil.

—Acepto que pueden haber excepciones.

Ichiru sonrió, satisfecho con su respuesta—Cuando éramos niños, cada vez que los maestros cazadores decían que los vampiros sólo eran bestias que debían ser exterminadas, tú preguntabas “¿por qué?”

Zero recordaba esos tiempos. Tal vez, el cuidar constantemente de su hermano le dio una mirada más sensible del mundo, una que le permitió cuestionar a sus maestros y esa manera que tenían de ver a los vampiros.

—Y ellos respondían: “porque si no los matas, ellos te matarán.”

—Y tú gruñías porque no era la respuesta que querías. —Ichiru refutó.

Yagari fue quien más luchó contra ese pensamiento. Zero por respeto a Kaito, un compañero aprendiz quien perdió a su familia por un nivel E, comenzó a guardarse sus dudas para sí mismo. Pero en su interior seguía cuestionándose.

¿Realmente los vampiros eran tan diferentes de los humanos? ¿Eran simples bestias que devoraban todo a su paso? ¿Demonios que jugaban con los humanos para su diversión? ¿No existía un solo vampiro amable o bondadoso en el mundo?

El pequeño Zero tenía demasiadas preguntas que nadie quería responder.

Hasta que llegó ese día.

Fue un 3 de noviembre. Estaba oscuro y llovía. Él debía volver rápido a casa, así que tomó un atajo por el patio de la escuela. Sostuvo el paraguas con fuerzas, deteniéndose cuando una presencia conocida se cruzó en su camino; era Naoko–san.

Ella era una hermosa mujer que trabajaba en una panadería cercana. Zero desde el principio había sentido algo diferente en ella; sabía que se trataba de un vampiro, pero decidió callar. Naoko era lo más parecido a un ángel que él hubiera conocido: amable, dulce, risueña; todos la adoraban. Él creyó firmemente que podía confiar en ella a pesar de ser un vampiro. 

Ese fue su error.

La Naoko–san en su camino no era esa mujer dulce que le saludaba con una radiante sonrisa; era un ser grotesco que únicamente quería atacarlo.

Zero estaba aterrado. No entendía como alguien tan amable como Naoko se convirtió en esa bestia aterradora. Quiso correr y, al mismo tiempo, rogarle que volviera a ser ella misma.

Cuando ella se abalanzó sobre él directo a su cuello, vio su muerte reflejada en esos ojos rojos.

Yagari llegó a tiempo para salvarle, pero perdió su ojo a cambio. Zero aún se recriminaba por eso. Si en ese momento no hubiera sido tan ingenuo, su maestro aún conservaría su visión.

Años más tarde Hio Shizuka destruyó su familia, sometiéndolo a la agonía de la transformación.

Zero se convenció de que los vampiros y su afán por destruir, eran el problema.

Fue fácil consumirse por el odio en medio del dolor. El niño de ese entonces odiaba a todos: a los vampiros que arruinaron su vida, a su hermano por traicionarlos, a sus padres por no protegerlos, a la asociación que no llegó a tiempo, a Cross que se empeñó en salvarlo y, sobre todo, a sí mismo.

Si no fuera por Yuuki, quien se empeñó en sacarlo de ese vórtice, Zero seguiría luchando contra sí mismo, completamente hundido en la miseria.

Ichiru, presintiendo sus pensamientos, continuó hablando. —Tú querías entenderlos. Saber por qué dañaban a los humanos. Querías comprenderlos, cuando se suponía que debías odiarlos…Me sorprendí mucho cuando de un día para otro decidiste que todos los vampiros eran peligrosos.

—Lo aprendí por las malas.

—Pero las cosas han cambiado. No todos los vampiros son peligrosos, así como no todos los humanos son confiables. Es cuestión de suerte con qué clase de personas te encuentres.

Sí, finalmente había llegado a esa conclusión.

—Dicho eso, hay algo importante que debes saber. —Ichiru se tomó unos segundos antes de continuar. —El novio de Shizuka-sama no era un nivel E registrado, por lo que era imposible que saliera en el listado de la asociación. Aun así, estaba en el listado de niveles E que les dieron a nuestros padres.

Zero frunció el ceño. El tema de Shizuka era algo que había dado por zanjado; tras la muerte de la sangre pura y el reencuentro con su hermano, se permitió avanzar. Sin embargo, esa información traía nuevos actores al escenario, significaba volver a empezar.

Volver a buscar culpables…

— ¿Quieres decir que algún miembro de la Asociación adulteró la lista?—especuló.

—Probablemente. — Ichiru asintió. —Shizuka-sama tenía un prometido, un tipo que sólo la quería para su diversión. La encerró en una celda por años bajo la excusa de que era peligrosa. Un sangre pura que utilizaba sus conexiones con el Consejo vampírico para obtener más poder. Ese sujeto era el objetivo último de Shizuka-sama, ella estaba segura que ese sangre pura estaba tras la muerte de su novio.

—Y crees que ese sujeto tiene alguna relación con la asociación, lo que le permitió adulterar la lista.

—No lo creo, estoy seguro. —Ichiru afirmó severo—Es fácil conseguir información para una sangre pura y la sociedad nocturna está llena de secretos a voces.—se giró, mirándolo directamente por primera vez desde que comenzó su conversación.—Te cuento esto para que estés preparado. Shizuka-sama creía ese vampiro comenzaría a moverse y estoy seguro que vendrá a esta academia.

—Acaso, ¿busca algún tipo de venganza por Hio?

Ichiru negó—Dudo que le importe Shizuka-sama. Tu destinado, en cambio, es alguien a quien sin dudas querrá.

Zero soltó una lenta exhalación.

Otro sangre pura tras Kuran.

Al parecer, tendría que acostumbrarse a que otros vampiros persiguieran a su destinado.

—Sabes quién es.

Ichiru, suspiró. —Kuran Rido. 

Entonces, Kaname tenía familiares con vida…

Zero sabía lo básico sobre los Kuran, como todos los cazadores. Era una obligación saber sobre la familia sangre pura que reinaba en la sociedad nocturna, ya que sobre ellos recaía el deber de cumplir el tratado de paz; así que Zero sabía la información básica sobre sus miembros, quienes habían fallecido o estaban en letargo.

Kuran Rido figuraba dentro de la lista de en letargo.

Antes de que pudiera preguntar más al respecto, un auto negro apareció a lo lejos, indicándoles que era hora de despedirse.

Los padres de Maria fueron personalmente a buscar a su hija; en cuanto bajaron del auto se lanzaron hacia su ella para abrazarla. Maria tuvo que repetirles varias veces que se encontraba bien antes de que la soltaran; y, para sorpresa de Zero y Yuuki, los nobles se abalanzaron sobre un abochornado Ichiru.

—Gracias por cuidar de nuestros pequeños—agradeció el patriarca Kurenai a Cross, quien había salido justo a tiempo para recibir a sus invitados, tras deshacer el abrazo con su yerno.

—Ha sido un honor. —Kaien sonrió, con esa actitud amable que lo caracterizaba.

—Bien, entonces nos vamos.

Maria le dio un último abrazo a Yuuki como despedida, para luego acercarse tímidamente a Zero.

Ella se removió nerviosa antes de hacer una pequeña reverencia. —Cuídate, Zero-san.

—Igualmente. —Zero correspondió el gesto, con una ligera sonrisa. —Dejo a Ichiru a tu cargo.

— ¡Lo cuidaré!—Maria exclamó entusiasmada, para luego  aferrarse al brazo derecho de su alma gemela y subir al auto junto a sus padres.

Cuando el auto desapareció a la distancia, ellos entraron a la residencia del director.

Zero nuevamente tenía mucho en qué pensar.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

Un remolino de emociones tormentosas se atoró en su pecho al ver la lúgubre fachada de la mansión familiar. Senri detestaba ese lugar. Esa mansión representaba el inicio del tormento de su madre y el fin de su propia infancia.

Sucedió en otoño, cuando aún era un niño inocente que gustaba de hacer travesuras: su madre perdió a su destinado.

Hayami era una madre amorosa, dedicada y protectora. Senri era su tesoro, no permitía que nadie se hiciera cargo de él aparte de ella. Al principio, Hayato y Fumiko, líderes de la familia Shiki, creyeron que su hija rechazaría a su nieto, algo lógico considerando que Hayami había sido obligada a casarse y odiaba a su esposo; para su sorpresa no fue así.

Hayami adoraba a su bebé.

Senri creció rodeado del amor de su madre, de sus historias sobre almas gemelas y sus años de actriz. Era un niño feliz, juguetón y curioso, que llenaba la mansión de con sus risas.

La familia Shiki se consideraba realmente afortunada.

Hasta ese día, cuando, durante una cena familiar, su madre enloqueció. Senri nunca había escuchado gritos tan desgarradores como los que emitió su madre esa noche. Ella destrozó todo a su alrededor, atacó a sus padres y a sus tíos, incluso se dañó a sí misma. Él vio todo tras los brazos de su abuela.

Después de eso, le prohibieron ver a su madre durante un mes. Y ya nada volvió a ser lo mismo. 

Senri comenzó a odiar ese vínculo que le había arrebatado a su madre; ese vínculo que, años más tarde, también rompió a Takuma.

Él no entendía cómo algo positivo podía salir de ese vínculo inútil.

Las puertas dobles frente a él se abrieron, como si hubieran presentido su llegada. En el vestíbulo, su tío, Shiki Isamu, le esperaba con una sonrisa de negocios en el rostro.

Senri se preparó mentalmente para rechazar cualquier oferta e irse lo más pronto posible.

—Gracias por venir, Senri. —saludó.

—Ha pasado tiempo, tío. —Senri correspondió el saludo.

Isamu, asintió, para luego hacerle un gesto con la mano para que le siguiera.

— ¿Cómo están las cosas con Hayami? —Isamu preguntó mientras le guiaba a través de los pasillos de la mansión.

—Bastante bien, en realidad. Aún quedan cinco empleados.

—Me alegro.

Lo dudo.

Bajaron a través de los silenciosos pasillos de piedra, hasta el piso inferior. Senri tuvo un mal presentimiento cuando divisó una imponente puerta de hierro al final del pasillo.

—Tío. No estoy interesado en tomar tu lugar. — fue directo al grano, buscando terminar cuanto antes la visita.

Isamu le miró sorprendido unos segundos, antes de volver a esa sonrisa condescendiente—Oh, te equivocas. Esto no es sobre tomar mi lugar, aún me quedan bastantes años para cumplir mi deber. Esta reunión, Senri, es para mostrarte uno de los secretos de la familia Shiki…Ya estás en edad de saberlo—su tío se detuvo frente a las puertas dobles, abriéndolas de par en par.

Una presencia aterradora, junto a un denso aroma a sangre, se coló a través de la puerta.

Allí, en el centro de esa lúgubre habitación de piedra bajo una especie embudo, se hallaba un ataúd rebosante de sangre. De inmediato supo que ocurría allí.

—Nosotros, como familia consorte, tenemos el deber de proteger a tu padre.

Senri se acercó al féretro. Entre ese mar de sangre, ni siquiera podía distinguir una figura humana, solo una masa viscosa que le pareció repugnante.

—Entonces, está vivo. Que desagradable. —murmuró.

— ¡Que cruel! Decir eso de tu padre—exclamó un pequeño de ojos bicolor. Senri no se percató de su presencia al entrar. El niño estaba apoyado del otro lado del ataúd, por lo que no pudo verlo en primera instancia. —Aunque es cierto que es una vista desagradable. Su cuerpo llegó a su límite. ¡Pero no te preocupes! Para eso estás aquí…Estuve esperando por tanto tiempo a que crecieras.

Acaso él era…

Isamu hizo una profunda reverencia al niño. —Lamento hacerlo esperar, joven maestro.

El pequeño sonrió, para luego caer desmayado. Antes de que pudiera reaccionar, el cuerpo dentro del ataúd se levantó jalando a Senri hacia él.

Mi precioso hijo…Préstame tu poder.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

El dormitorio tenía un aire deprimente sin los revoltosos nobles en él. Y, si bien le agradaba tener un momento de descanso, también extrañaba el escándalo que armaban esos niños.

Kaname se preguntaba si en sus años de juventud se había visto como ellos, lleno de entusiasta vitalidad. Tan pronto como apareció el pensamiento en su mente, lo desechó. Su juventud no era algo que anhelara recordar.

Tampoco era lo más importante en ese momento.

Seiren estaba frente a él esperando paciente una respuesta.

Tras su visita al senado envió a Seiren a vigilar al Consejo. Una mera acción preventiva. Sin embargo, la sangre maldita que fluía en él poco a poco comenzó a tomar fuerza, haciendo sus sospechas realidad. Hasta el momento había ignorado ese hecho, con la esperanza de que Rido se mantuviera dormido los próximos diez años, pero no pudo seguir ignorándolo.

No cuando Rido había tomado el cuerpo de Senri.

Kaname giró entre sus dedos el rey negro del tablero de ajedrez, ese que representaba lo más preciado para él. Sopesó sus opciones: tenía mínimo tres semanas para que los nobles regresaran, el senado no haría ningún movimiento imprudente durante las vacaciones pues Rido debía adaptarse a usar el cuerpo de Senri, además de que ese sujeto adoraba la atención. Lo que le daba un margen de tiempo suficiente para hablar con Cross al respecto.

Si hubiera sido únicamente Yuuki a quien debía proteger, no tendría mayor reparo en abandonar ese lugar. Pero esa academia era tanto hogar de su destinado como de su hermana, y ambos lucharían con garras y dientes para resguardar ese hogar.

A Kaname no le queda opción más que proteger esa Academia.

—Mi señor. —Seiren le llamó suavemente sacándolo de sus cavilaciones—Yuuki-sama y Zero-sama se dirigen hacia acá.

Él miró a través del ventanal a su lado. Efectivamente, una alegre Yuuki caminaba al lado de Zero.

Kaname aguantó un suspiro. Zero se veía tan guapo en ropas casuales.

¡Pero ese no era el punto!

Primero, debía darle sus instrucciones a Seiren.

—Continúa vigilando a Senri y protege su cuerpo de ser necesario. —ordenó.

Ella hizo una reverencia, para luego retirarse a cumplir su misión. Una vez Seiren dejó la habitación, Kaname se apartó de la ventana para bajar a recibir a sus inesperados invitados.

Por su parte, Zero miraba escéptico la fachada del dormitorio de la luna. Lo primero que escuchó esa mañana al despertar fue un desafinado aullido que amenazó con romper sus tímpanos; Yuuki adoraba cantar mientras ordenaba su cuarto, pero se escuchaba terrible. Ella lo sabía, pero aun así seguía haciéndolo.

En resumen, fue un típico despertar de vacaciones.

Luego de un ligero almuerzo, cuando él pensó que tendría una tarde tranquila para romperse la cabeza con la información que le dio su hermano, Yuuki anunció que iría a buscar a Kaname y él, sin saber cómo, terminó por acompañarle.

—Es medio día, ¿sabes?—bufó desganado. Si bien, estaba acostumbrado a una vida diurna, el sol veraniego era su mayor enemigo.

—Lo sé, perfectamente.

—Y Kuran es un vampiro. Seguramente está dormido. —insistió.

—Nop. Él mantiene un horario diurno. —Yuuki afirmó sin una pizca de inseguridad.

— ¿Cómo lo sabes?

—Bueno…—antes de que Yuuki pudiera responder, las puertas dobles se abrieron revelando la figura del sangre pura. —Te lo dije…¡Buenas tardes, senpai!

—Hola Yuuki, Zero. —Kaname les saludó con una suave sonrisa y se hizo a un lado permitiéndoles el paso.

Contrario a lo que Zero imaginó, el dormitorio estaba iluminado por la tenue luz solar que se colaba a través de las ventanas. Lucía mucho más acogedor que las veces anteriores.

— ¿Qué los trae por aquí?—preguntó Kaname, mientras cerraba las puertas.

—Pues…—Yuuki comenzó tímida. —Puedo escuchar a mi destinada, pero habla otro idioma. Hasta ahora he intentado aprender por mi cuenta pero es muy difícil. ¡Pero ya hemos hablado!

—Me alegra saberlo—Kaname acarició el cabello de Yuuki, contagiado de su entusiasmo. Realmente estaba feliz de saber que su hermana tenía un vínculo a tan temprana edad y que éste fuera tan conveniente. — ¿Qué idioma es?

—Alemán, ¿Puedes enseñarme? Papá intentó ayudarme pero no logro entenderle—Yuuki le miró esperanzada.

Kaname no podía negarse a sus peticiones. Menos cuando Yuuki le miraba con ojitos de cachorro.

—Lo haré. Aunque el alemán no es mi fuerte.

— ¡Gracias! ¿Podemos comenzar ahora? 

—Claro.

Kaname los guio hacia la biblioteca del dormitorio, el refugio de Hanabusa. Supuso que Aido no armaría un berrinche mientras que no le dijera con quien leyó sus preciados libros.

La habitación estaba en penumbras, así que Zero y Yuuki se encargaron de abrir las pesadas cortinas borgoña, mientras Kaname buscaba algunos libros para refrescar su memoria.

Tras unos cuantos minutos de lectura rápida, su mente se acomodó al idioma y estuvo listo para comenzar. Los tres se acomodaron en los sofás individuales de la estancia, y la primera clase comenzó.

Zero simplemente los observó, curioso. Kuran enseñaba con paciencia, explicando con ejemplos útiles cada nueva palabra. Cada vez que Yuuki le interrumpía con alguna duda, él buscaba un ejemplo ilustrativo que fuera del interés de ella. Así, fue una clase de alemán llena de referencias de grupos musicales y mangas shojo, para vergüenza y diversión de Yuuki.

Era una faceta que jamás había visto de Kaname.

Terminó viéndolos enternecido. La escena le recordaba mucho a cuando Ichiru y él estudiaban juntos, esas tardes rodeados de libros, tinta y risas. Podía sentir a través de su vínculo el cariño que profesaba Kaname hacia Yuuki.

Zero siempre supo que Kuran era protector con su destartalada amiga; muchas veces le vio observar con odio a los chicos que la pretendían hasta intimidarlos, y ni contar las veces que sus amigas, chicas desdeñosas que él siempre detestó, tenían traslados inesperados. Básicamente, todos en la escuela sabían que Yuuki tenía un guapo pero aterrador guardián.

En un principio, le pareció extraño que un sangre pura cuidara de una humana; creía firmemente que Kuran tenía intenciones ocultas. Pero en ese momento, mientras sentía las cálidas emociones de su destinado, comprendió que estuvo muy equivocado.

Kaname realmente apreciaba Yuuki, sin ninguna mala intención de por medio.

—Tomemos un descanso. —Kaname sugirió tras una hora y media de estudio. —Podemos continuar mañana, si quieres.

— ¡Sí, gracias!—Yuuki se levantó de un saltito. —¿También vendrás, Zero?

—No tengo nada que hacer de todas formas.

Además, quería conocer más a Kuran.

A diferencia del sangre pura, quien probablemente sabía todo de él, Zero no tenía mayor información sobre su destinado. Si iban a ser compañeros, tenían que conocerse mutuamente.

Y para eso debían convivir más.

Tomando la iniciativa, Zero sugirió.

—Si quieres, puedes cenar con nosotros.

 

 


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