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Crisantemo por Zils

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Notas del capitulo:

Disfruten la lectura!

 

II

 

Cuando entró al edificio del sol, los estudiantes cercanos quedaron estáticos durante unos segundos, para después estallar en murmullos emocionados. Kaname avanzó sin prestar atención al alboroto. Sólo había una persona en su mente.

Poco antes de entrar había sentido su presencia en el edificio, así que les dijo a los demás nobles que lo esperaran fuera. En lo posible, prefería evitar que Zero se topara con ellos y surgiera algún problema.

Entre el bullicio, identificó el inconfundible ritmo de los pasos de su destinado acercarse. Inmediatamente se concentró en ello  hasta que escuchó el sonido de su respiración y, segundos después, el inconfundible latido de su corazón.

Su propio corazón comenzó a latir más rápido.

No tardaron en cruzar caminos, y la anticipación que sintió se transformó rápidamente en angustia al verlo. Kaname sabía que Zero se encontraba en mal estado—lo sentía en su cuerpo—, pero verlo tan pálido y decaído le descolocó.

La situación era más crítica de lo que pensaba.

Antes de que pudiera pensar en algo más, las palabras salieron de su boca en un patético intento por llamar su atención.

—No esperaba verte aquí, Kiryuu —Mentira, sabía perfectamente dónde estaba su destinado cada momento del día. ¡Cuánto le avergonzaba ese hábito!— ¿Yuuki no está contigo hoy?

—Ella tiene clases extras hoy, Kuran. —Zero pasó por su lado, desinteresado, demasiado agotado como para discutir.

—Kiryuu. —le llamó, sin poder contener la preocupación—Cuídate.

Cuál fue la reacción de Zero a sus palabras, no lo supo. Kaname continuó su camino a la oficina de Cross sin mirar atrás, aguantando el impulso de volver sobre sus pasos y seguirlo. No quería arriesgarse a perturbar el ánimo de su destinado, no cuando estaba en ese estado tan débil.

Lo único que podía hacer para ayudarlo era encontrar a esa mujer.

Al llegar a la oficina del director, antes de entrar, se permitió un segundo de debilidad; su expresión se relajó y soltó un profundo suspiro. Presentía que la siguiente conversación no le agradaría. Bueno, hablar con Kaien Cross nunca le resultaba placentero. El cazador, además de ser un metiche, tenía esa molesta habilidad de desnudar el alma con la mirada. Una percepción aterradora que él, a pesar de sus miles de años de existencia, no podía igualar.

Se compuso antes de abrir la puerta. Su máscara de sangre pura perfectamente acomodada.

—Hola, Kaname. Tenía la sensación que vendrías aquí hoy. —Kaien de inmediato le saludó afable al verle entrar.

Kaname tenía la imperiosa necesidad de agarrar al hombre por los hombros y zamarrearlo por no hacer bien el único favor que le pidió. Se contuvo a penas, porque sabía que el pobre sujeto no tenía culpa de la terquedad de su destinado.

En cambio, fue al grano.

—No ha querido beber. —Esa era su razón principal para hablar con el director. Necesitaban que Zero bebiera sangre antes de que perdiera el control. Durante esos cuatros años, Kaname le dejaba a Kaien frasquitos con su sangre para estabilizar la condición de Zero.

Claramente, eso no había funcionado.

Kaien dejó cinco frasquitos de sangre intactos sobre la mesa. Correspondían a la reserva del último año—No. ¿Lo sentiste?

Kaname se mantuvo en silencio. ¡Por supuesto que lo sintió! Los ataques de Zero se mezclaban con su propia necesidad de alimentarse, dejándolo en una posición difícil.

—También rechaza las pastillas de sangre.

—Su cuerpo las rechaza. — Kuran aclaró — Las pastillas no son suficientes. Necesita sangre real.

Kaien suspiró abatido—No sé cómo abordar esto. Al menos antes la aceptaba. Ahora está empeñado en aguantar por sí mismo. Si sigue así no aguantará mucho… ¿No crees que es tiempo de decirle? Sería mucho mejor para los dos atravesar esto juntos.

—Ya hablamos de eso y la respuesta es no. Deja de insistir.

—Sí, lo hablamos hace un año. Muchas cosas pueden cambiar en un año. Zero es un buen chico. Ha madurado lo suficiente como para entender su vínculo.

—Kaien, él ni siquiera puede aceptar que es un vampiro y quieres que acepte el estar destinado a uno.

—Dale una oportunidad. Tiene el derecho de saber que… ¿Kaname?

Cross le llamó preocupado, pero él ya no escuchaba. En cosa de segundos el dolor explosivo que conocía bien, se expandió por su cuerpo y la sed se volvió inaguantable. Otro ataque. Y por la forma en que su cuerpo temblaba, terminaría con consecuencias desastrosas. Zero perdería el control.

Sin dar explicaciones, tomó los frasquitos de la mesa y corrió por el edificio principal. Rápidamente ubicó la presencia de Zero entre los pocos estudiantes que deambulaban alrededor; lamentablemente no estaba solo. Yuuki estaba paralizada frente a él.

Le vio alzar su mano hacia ella, en un movimiento brusco. Kaname obligó a su propio cuerpo a ir más rápido. Justo antes de que Zero la alcanzara, su mano entró en contacto con la cabeza de su hermana. Yuuki cayó inconsciente al suelo y Zero, ante el inesperado panorama, recuperó un poco de lucidez.

La mirada escarlata se alternaba entre él y el cuerpo inconsciente de Yuuki, aterrada.

— ¿Kuran? 

No era momento para estar feliz por escuchar su nombre ser pronunciado por su destinado.

No, no es buen momento. Autocontrol, por favor.

Se apresuró a sacar uno de los frasquitos de su bolsillo y lo extendió hacia Zero—Toma. Bebe antes de que pierdas el control. —Zero no respondió, se mantuvo estático en su lugar, respirando apresuradamente y Kaname empezó a desesperarse— ¡Bebe!

Zero miró fijamente el líquido rojo sin hacer movimiento alguno, parecía hipnotizado. Los segundos pasaban y Kaname se exasperaba cada vez más. No tenía paciencia para eso. No cuando su cuerpo era atacado por el dolor de la abstinencia. ¡¿Por qué Zero era tan terco?!

¡Ahg! ¡Ambos morirían a ese paso y él todavía tenía mil cosas por hacer!

Kaname gruñó. Se dejó guiar por los impulsos. Adiós a la máscara de perfección. Tiró del brazo del menor y lo giró de modo que la espalda de Zero chocó contra su pecho. Con el brazo derecho lo mantuvo inmóvil, mientras que con el izquierdo sostenía el frasquito que destapó con los dientes. Apenas el aroma de su sangre llenó el ambiente, sintió la sed ajena descontrolarse. Vertió la sangre en la boca del menor. Cuando se terminó el primer frasco, lo tiró y sacó otro del bolsillo, repitiendo la acción.

Por suerte, Zero estaba muy sorprendido o embriagado con su sangre como para resistirse a eso. Cuando la sed desapareció, al igual que el dolor, soltó a su destinado.

Un pesado suspiro escapó de sus labios. Su mirada cayó al cuerpo de Yuuki, se sentía un poco mal por dejarla ahí tirada desde el principio. La tomó con cuidado entre sus brazos y borró los recuerdos de la última hora. No quería más traumas en su pequeña hermana; si en sus manos estaba el darle unos días más de tranquilidad, lo haría.

Antes de marcharse le dio una última mirada a Zero. Se veía tan perdido, tan frágil. Kaname sintió su corazón estrujarse dolorosamente.

No quería irse.

—La próxima vez podrías atacar a alguien…No te lleves al límite. Solo… No lo hagas, por favor.

Kaname, luchó contra el impulso de quedarse, de intentar consolarlo; su cuerpo le gritaba que se quedara a su lado, pero él no podía. No habría como explicar su “extraña actitud”; con lo que hizo ya era suficiente.

Volteó, caminando en automático por los pasillos del edificio. A medio camino se cruzó con Kaien.

— ¿Puedes encargarte? —Cross asintió, recibiendo a Yuuki en sus brazos.

— ¿Él…?

—No le hizo nada. Modifiqué su memoria, solo dile que se desmayó en el pasillo.

—Entiendo.

—Mañana te traeré más, por si lo necesita.

Cross se encargaría de Yuuki y Zero. Confiaba en eso. Kaname por su parte, tenía una clase llena de vampiros inquietos que tranquilizar.

Y su propio corazón que calmar.

 

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

 

Zero recogió lentamente los frasquitos vacíos. El vidrio era lo suficientemente resistente como para no quebrarse al caer. Todo lo contrario a su mente.

Todo era culpa de la clase nocturna y su maldito afán por molestarlo. ¿No podían darle un momento de paz? ¿Tanto les desagradaba su presencia? ¿Tanto le odiaban?

No. Los vampiros siempre habían sido igual. No podía esperar nada de ellos.

El problema era él.

Él fue quien perdió el control. Fue él quien estuvo a punto de atacar a Yuuki. Si no fuera por Kuran, él…Era un monstruo.

Se sentía miserable.

El sabor de esa sangre seguía fresco en su boca. Reconoció de inmediato la sangre de Kuran Kaname, la había probado antes, muchas veces antes, para su desgracia: dulce, embriagadora, cálida. Le hacía sentirse inesperadamente lúcido, a pesar de todo lo que pasó.

Sin embargo, el sentimiento de desagrado superaba todo. Otra vez estaba atado al sangre pura. En realidad, nunca dejó de estarlo.

Zero recordaba perfectamente su silueta, el sabor dulce de su sangre, su suave aroma a canela, incluso su presencia, en medio de la agonía luego de ser transformado. Kaname lo salvó a pedido de Cross Kaien. Y él, tras cuatro años, aún no sabía cómo actuar ante el sangre pura.

La primera vez que lo vio en la casa de Cross, sentado cómodamente al lado de Yuuki, le invadió una seguridad espeluznante. La presencia de ese vampiro le resultaba tan relajante, tan cálida, que le asustaba. Le asustaba sentirse así con uno de esos monstruos. Intentó apuñalarlo en un ataque infantil, en un burdo intento de destruir sus propios sentimientos. No resultó, obviamente. Kuran Kaname continuó provocando estragos en él y lo odiaba por eso.

En algún punto aprendió a vivir con su presencia, que estuviera orbitando alrededor de Yuuki y, en consecuencia, alrededor de él. A esa conexión amo-vasallo que inevitablemente se formó entre ambos a través de la sangre.

Se sentía seguro ante Kuran. Por sanidad mental, prefería pensar que la seguridad que sentía era una cosa vampírica de Kuran, que a todos les sucedía lo mismo con el vampiro.

Y ahora, otra vez fue Kuran quien lo ayudó. Detestaba la idea de estar en deuda con él, pero prefería eso antes que dañar a Yuuki.

—No puedo seguir así.

Se estaba convirtiendo en un peligro. Se convertiría en una bestia, un miserable nivel E que atacaría a cualquiera por sangre, en cualquier momento. Un solo paso lo separaba de eso.

No. Ya lo era.

En el fondo lo sabía. Esa verdad que por mucho tiempo eludió. Tenía que aceptarlo. No podía seguir desviando la mirada, ignorando el elefante frente a él. Lo cierto es que hace tiempo dejó de ser humano y jamás podría recuperar esa humanidad.

Aunque viviera rodeado de humanos, aunque estuviera en la clase diurna y se esforzara en controlar la sed, era un vampiro. Un nivel E, la escoria de esa especie.

Ya no tenía libertad. Esa libertad que alguna vez disfrutó de niño, se escurrió como arena entre sus dedos. No había minuto del día donde no le atormentara la idea de descontrolarse.

Su familia ya no existía, su humanidad no existía… Entonces ¿Qué le quedaba? ¿Una miserable existencia al borde de la locura? ¿Podía llamarle a eso “vida”?

¡Ni siquiera podía vengarse! Esa mujer, esa bestia que destruyó su mundo, era una sangre pura, su creadora, ni siquiera podría ponerle un dedo encima sin ser asesinado, o peor, ser reducido a un simple juguete.

¿Por qué seguía vivo? ¿Por qué Cross tuvo que salvarlo? ¡¿Qué esperanzas había para él?!

En su condición, sólo era un peligro. Sería mucho mejor desaparecer…

—Zero. —Kaien lo llamó desde el pie de la escalera. Suponía que ya se había encargado de Yuuki.

— ¿Por qué me salvaste?

—Zero, no olvides tus objetivos. Tienes que encontrar a Ichiru ¿no? —Cross lo tomó de los hombros en un ligero agarre. Si pretendía darle seguridad, no lo estaba logrando— No estás solo. Puedes confiar en nosotros: en mí, en Toga, en Yuuki, ella te aceptará si decides contarle…Incluso puedes confiar en Kaname. No estás solo.

Zero quería creerle, quería creer que eso era suficiente, pero sabía que no era así.

—Nada cambiará el hecho de que soy un monstruo. ¡Una maldita bestia que puede dañarlos! ¡Ni siquiera Kuran puede cambiar eso!

—Zero…

—Estoy cansado…

Kaien boqueó, buscando las palabras correctas que pudieran darle algo de consuelo, pero terminó cerrando la boca. Lo único que pudo hacer por su hijo adoptivo, fue extenderle la mano para que se levantara y caminar a su lado en silencio.

Para Zero eso fue suficiente.

 

 

 

 

 


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