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Crisantemo por Zils

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XVI

 

Kaien no creía lo que veía. Definitivamente estaba soñando. Sí, tenía que ser eso. ¡Un sueño tan lindo!

¡Saltaría de emoción!

Si pudiera, claro...

La cosa es que, frente a él se desarrollaba la escena más tierna que hubiera visto jamás: su pequeño Zero y Kaname cocinaban juntos perfectamente sincronizados, rodeados por una agradable aura de comodidad. Para otros no tendría nada de especial: solo eran dos amigos preparando la cena; pero él, quien conocía la historia de esos dos y era un romántico empedernido, sabía perfectamente que aquello ¡era un enorme paso hacia el amor!

Si tan solo tuviera su cámara...

— ¡Shhh!—Yuuki, a su lado, lo miró molesta. Ambos estaban apachurrados en el marco de la puerta, semi ocultos por las sombras, espiando a los chicos. Un pésimo escondite, en realidad; pero cumplía su función de dejarles copuchar.

El problema era que Cross se revolvía como gusano.

Kaien no podía evitarlo, estaba muy contento de ver esa interacción tan natural entre ambos. Después de años mirando a Kaname suspirar en los rincones y a Zero evitando al sangre pura como a la peste, se resignó a la eterna espera para ver su relación florecer.

¡Pero la espera había terminado! Y vaya que sí valió la pena, aunque todo fuera a pasos de tortuga.

—Si tienen tiempo para estar de chismosos, entonces ayuden aquí. —Zero gruñó desde la cocina, cansado de los murmullos de su excéntrica familia.

El respingo que pegaron padre e hija al escucharlo, fue digno de película de terror. Habiendo sido descubiertos, no les quedó más opción que salir de su escondite y enfrentar la mirada acusadora de Zero.

—S-sí, b-bueno, nosotros...emm...—Balbuceó Yuuki, avergonzada de verse con las manos en la masa, intentando buscar una justificación lógica donde claramente no la había.

— ¡Ya nos vamos!—Kaien chilló y jaló a Yuuki del brazo. Ya habían caído, lo único que podían hacer era correr para conservar su dignidad.

Kaname y Zero soltaron un suspiro al unísono al verlos desaparecer.

—No entiendo cómo lo soportas. Si no fuera porque son prácticamente mi familia, hace rato se habrían llevado un buen golpe por chismosos. —Zero comentó con falsa molestia. Enojarse con ese par era prácticamente imposible, pero aun así le incomodaba sus acciones.

Kaname sonrió. ¿Qué podría ser más importante que compartir ese momento con su destinado? Aunque le avergonzaba un poco que Cross y su hermana los vieran, ellos no eran su prioridad. Tenía la oportunidad de ver de primera mano las habilidades culinarias de Zero, así que su mayor preocupación era no quedársele mirando como un idiota enamorado.

—Creo que es cosa de costumbre.

—Dudo que pueda acostumbrarme a eso. —Zero negó con aire teatral—En fin, ¿Puedes probar esto? —señaló la cucharita con el curry que estaban preparando. Esa tarde Yuuki había elegido el menú, al parecer le hacía ilusión que ellos le prepararan su platillo favorito.

Kaname tomó la cucharita deleitándose con su aroma. La delicada mezcla de especias picó en su nariz, antojándole a probarlo, cosa que hizo de inmediato. —Delicioso.

Zero, tras recibir su aprobación, tapó la olla. Comenzó a pasearse por la cocina buscando los cubiertos, mientras Kaname lavaba los trastes que habían utilizado. Se sorprendió pensando que eran una buena dupla. Ni siquiera tuvieron que hablar mucho; Kaname sabía lo que hacía, se acoplaba a su ritmo para complementarlo.

Fue inesperadamente relajante.

—No imaginé que te manejaras en la cocina.—Zero comentó casual, con esa sinceridad espontánea que brotaba cuando estaba junto a Kuran.

—Digamos que tengo un rango amplio de conocimientos. —respondió Kaname, restando le importancia al asunto— ¿Cuándo aprendiste tú? Se nota que llevas mucho tiempo en esto.

Zero pensó un poco antes de responder— A los 9 años, más o menos. A Ichiru le gustaban los postres pero mamá no solía prepararlos, así que comencé a buscar recetas. Y ¿tu?

Kaname hizo un gesto negativo. —No lo recuerdo. Seguramente fue hace muchos años.

— ¿Sueles olvidar muchas cosas?—fue la curiosidad lo que llevó a Zero a preguntar algo más profundo.

Kaname en su mente respondió con un "".

—Cuando vives mucho tiempo, el pasado va perdiendo sentido hasta que simplemente olvidas. Muchos sangres puras sólo conservan un puñado de memorias.

— ¿Qué es lo que más recuerdas?

Muertes, hambre, guerras, dolor...

De repente, se le hizo difícil respirar. No eran recuerdos bonitos que quisiera contarle a su destinado; de hecho, entre más alejado Zero estuviera de su pasado, mejor. Le aterraba la idea de que Zero viera el monstruo que era y que se avergonzara de ser su destinado.

No podía cambiar el pasado, pero sí ocultarlo.

Hizo muchas cosas de las que no se sentía orgulloso, dañó a muchas personas, fue egoísta y disfrutó del dolor ajeno. Sí, en algún momento quiso redimirse, ayudar a los débiles en un intento de expiación. Pero no fue suficiente. Nunca era suficiente. Error tras error le llevaron a donde estaba, a ocupar un lugar que no le pertenecía.

Cuando se miraba en el espejo, sólo veía a un monstruo cubierto de sangre.

Y tras él, un campo de batalla lleno de cadáveres.

Kaname se regañó mentalmente. Estaba teniendo un lindo momento con su destinado, ¡sus inseguridades no podían arruinarlo!

Exhaló suavemente, sonrió y evadió la pregunta inicial, como estaba acostumbrado a hacer. —Es raro que estés interesado en eso.

Zero, comprendió de inmediato la evasiva. Había tocado, sin querer, un punto sensible; y, aunque bien podría seguirle la corriente y hacer como si no hubiera pasado nada, Zero quería reconfortarlo un poco.

— ¿Lo es? Tú sabes más de mí, que yo de ti. Quiero conocerte. Quiero saber quién es Kuran Kaname y poder entenderte. —una extraña mezcla de terror y alivio inundó su vínculo, y Zero supo que la situación sería muchísimo más complicada de lo que imaginó—Pero, por ahora, me conformo con que me digas que salsa prefieres. –levantó dos pocillos con salsas a la altura de su pecho.

— ¿Qué? —Kaname parpadeó descolocado por el abrupto cambio de tema y apuntó hacia una de las salsas al azar. — ¿Esa?

Zero, apenas aguantó sonrisa enternecida ante la reacción desconcertada de Kaname. ¡Cómo si él fuera capaz de obligarle a hacer algo! Zero era paciente, muy paciente, y entendía que muchas cosas no eran fáciles de contar.

Sí, admitía que en un principio pensó que Kuran había tenido una vida como un príncipe, rodeado de comodidades, sirvientes que harían todo por él y unos padres amorosos: un pequeño príncipe mimado. Sin embargo, cuando fue a la fiesta de los Aido supo que las cosas en la sociedad vampírica diferían mucho de su imaginación, y su perspectiva cambió.

El miedo que sintió a través de su vínculo, no hizo más que confirmar sus sospechas.

—Bien, con esto ya está listo. —Zero dejó el pocillo de salsa elegido a un lado— ¿Puedes llamar a Cross y Yuuki, mientras termino de arreglar la mesa?

Kaname asintió mientras secaba sus manos. Dudaba si debía decir algo o simplemente salir. ¿Sería raro si agradecía su comprensión? Supuso qué sí. Después de todo, desde un principio Zero le había dejado claro que se daría la oportunidad de conocerlo.

Finalmente prefirió salir en silencio en busca de su hermana y Kaien. Al poco rato, los cuatro disfrutaban de una agradable cena familiar.

Kaname podría acostumbrarse a eso.

 

 

*

 

*

 

*

 

 

Lo primero que sintió al despertar fue un agónico dolor que le impidió hilar pensamiento alguno. Cada célula de su cuerpo quemaba como si estuviera en el mismo infierno. Tenía la boca seca, los ojos llorosos y un denso peso en el estómago que empeoraba el dolor general.

Zero sólo había sentido algo parecido cuando Shizuka lo transformó.

Sintió terror al no saber qué demonios sucedía. Quiso gritar, doblarse sobre sí mismo, pero su cuerpo no respondía, estaba paralizado. 

Cálmate. Cálmate...

Sin posibilidad de moverse no le quedó más opción que observar el techo de piedra sobre su cabeza mientras rogaba que el dolor mermara.

Cálmate y piensa...

Zero se obligó a respirar. No podía dejar que el pánico le dominara. Necesitaba descubrir qué estaba sucediendo.

Por lo que alcanzaba a ver, parecía estar en una de casa de piedra. Había varios estantes rústicos de madera repletos de libros de cuero y cuadernillos amarillentos. A un costado, ocupando la extensión de la pared, había un mesón con instrumentos de laboratorio de un modelo antiguo, en los que aún quedaban restos de un líquido azulado.

Piensa...

No recordaba haberse lastimado, ni siquiera recordaba haber salido de la academia. Entonces, ¿Dónde estaba? ¿Cómo demonios terminó en ese lugar?

 

Las palabras de Yagari llegaron a su mente como un susurro críptico: muchos lo querrían usar para llegar a Kaname. Pero, que el supiera, era un reducido número de personas quienes sabían de su vínculo; todas ellas de plena confianza.

Nada tenía sentido.

Todo pensamiento se cortó abruptamente cuando su cuerpo comenzó a moverse contra su voluntad. El dolor explotó, haciéndole temblar. Zero sólo pudo contener la respiración mientras se levantaba del piso y caminaba hacia dios sabrá dónde.

Su cuerpo se movía por sí mismo, sin tomar en cuenta el enorme dolor que eso le producía, ni el mareo que amenazaba con anclarlo al piso.

Zero estaba aterrado y desconcertado; sólo podía gritar en su mente, buscando entender qué estaba pasando a su alrededor.

¡Ya para!

Su boca, de repente, se abrió dejando salir un trémulo susurro. —No funcionó...

Su garganta quemó por el esfuerzo al hablar. Pero notó algo extraño; la voz rasposa que escuchó no se parecía en nada a la suya, mas, le resultaba, hasta cierto punto, conocida.

— ¡Otro error, maldita sea! —el grito desgarrador que soltó dañó aún más su afectada garganta, asustándolo en el proceso.

Su cuerpo, sucumbiendo al dolor, se derrumbó entre hojas sueltas y libros abiertos. El cabello le cubrió parcialmente el rostro, cayendo en una cascada de ondas castañas, impidiéndole ver más allá.

¿Ondas castañas?

Zero, recapituló los últimos minutos en su mente. Sin dudas ese no era su cuerpo. Él era como un mero espectador, por lo que debería ser lógicamente un sueño, ¿no? 

Un sueño horrible y realista.

Simplemente tenía que pensar en despertar o esperar a que algo fuera le despertara. Simple. Seguramente el dolor que sentía era el recuerdo de su transformación.

Solo es un sueño...

Zero respiró más tranquilo.

Hasta que el despiadado dueño de ese cuerpo decidió levantarse nuevamente a pesar del lacerante dolor.

— ¿Qué estuvo mal?—susurró con voz lastimera aferrándose a un rústico mueble anclado en la pared.

No tengo ni la menor idea. Pero no te muevas, por favor.

Su cuerpo levantó la cabeza, otorgándole una nueva imagen de sus alrededores, particularmente del pequeño espejo colgado en la única puerta de la habitación.

Una vez más sus pensamientos fueron cortados de raíz.

El espejo le devolvió una vista impactante.

Ese es...

El cabello castaño caía en ondas desordenadas hasta su cintura, su cuerpo era extremadamente delgado y pálido; la ropa, de suave lino, estaba manchada de sangre seca...Lo que más le perturbó fueron sus ojos, esos bellos ojos castaños rebosantes de emociones contenidas, parecían muertos.

Era una imagen desgarradora de Kaname.

Zero sintió como su alma abandonaba su cuerpo al verlo. Una profunda angustia cerró su garganta.

¡¿Qué demonios estaba sucediendo?!

—Muérete. —susurró con voz temblorosa. Su bello rostro se contorsionó en una mueca de furia— ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué demonios sigues vivo?!

El espejo se rompió bajo su puño, salpicando sangre en todas direcciones. Kaname ignoraba el dolor, ignoraba su cuerpo tembloroso mientras desataba su ira contra los pedazos de cristal.

Y Zero solo podía gritar en su mente, impotente.

¡Detente!

¡Detente, por favor!

 

¡No te hagas daño!

—Zero...

¡Estoy aquí!

¡No estás solo!

—Zero...

Estoy aquí...

Por favor...

— ¡Zero!

Sintió como si fuera jalado bruscamente hacia fuera. Su respiración se detuvo mientras abría los ojos sobresaltado. Frente a él, Kaname, su Kaname, le miraba preocupado.

Estaba allí. Kuran estaba junto a él y estaba bien.

—Estás bien, solo fue una pesadi-

Zero lo atrapó entre sus brazos, interrumpiéndolo. Se aferró al sangre pura mientras controlaba su respiración, aliviado de verlo bien, saludable.

Jamás hubiera imaginado que sería tan angustiante ver a su destinado en ese estado. Se repetía una y otra vez que fue un sueño, una pesadilla.

Solo fue un sueño. Un sueño nada más.

Kaname, por su parte no podía estar más confundido. Esa tarde se habían reunido en la biblioteca del dormitorio de la luna para la clase de Yuuki, como acordaron el día anterior. En algún punto mientras estudiaban, Zero se quedó dormido. Todo marchaba bien, hasta que una suave sensación de miedo se coló a través de su vínculo. Al principio lo dejó pasar, dudando si despertar o no al menor; pero cuando el miedo se transformó en una angustia dolorosa supo que no podía dudar. Sin previo aviso se levantó de su lugar, bajo la confundida mirada de Yuuki e intentó despertar a Zero. Tuvo que llamarlo varias veces para que reaccionara y, cuando lo hizo, la expresión de desconcierto y alivio en su rostro fue aplastante.

Kaname intercambió una mirada preocupada con Yuuki. Estaba demasiado preocupado para alegrarse por ser abrazado por su destinado. Sin saber qué hacer, sólo atinó darle suaves palmaditas en la espalda mientras se dejaba abrazar. 

Tras unos segundos Zero se calmó y poco a poco soltó a Kaname. Un silencio incómodo se formó en la habitación. Yuuki, que se sintió el mal tercio de la película, se levantó de un salto de su asiento, buscando alguna excusa para dejarlos solos.

—Ehh...Y-yo, bueno. Creo que deberíamos tomar un descanso. ¡Sí, eso! Iré a preparar té. ¡Ya vuelvo!—antes de que pudieran objetar, ella salió corriendo de la biblioteca. Les daría un tiempo para hablar tranquilos y regresaría.

En la biblioteca, el silencio se mantenía. Fue Kaname, quien, tras unos segundos, se atrevió romper el silencio.

— ¿Quieres hablar de eso?

Zero negó suavemente. Si le decía que había soñado, estaba seguro que Kaname se asustaría. Además ni el mismo lo entendía del todo.

—Sólo fue una pesadilla...—murmuró Zero manteniendo la mirada fija en las manos de su destinado. Eran completamente diferentes a las manos esqueléticas que tenía en ese sueño; darse cuenta de eso le alivió un poco. Su mirada, entonces, escaneó su cuerpo por completo; asegurándose que no hubiera ninguna similitud con el Kaname de su pesadilla.

Kaname aunque se sintió nervioso por su escrutinio, no apartó la mirada. Se mordió el interior de la mejilla, conteniendo las miles de preguntas que tenía atoradas en la garganta. De ninguna forma quería presionar a su destinado. La confianza no se forjaba de un rato para otro, Kaname lo entendía mejor que nadie. Debía ser paciente; así que solamente asintió en respuesta.

Cuando Yuuki regresó con el té, el ambiente era mucho más relajado. Dejaron la clase de alemán por esa tarde, a petición de ella, y bajaron hasta el invernadero.

La clase nocturna tenía un hermoso invernadero a pedido de Takuma. Un día, Ichijo leyó en un manga sobre una escuela que poseía uno y se obsesionó con la idea. Molestó a todo el dormitorio para pedir firmas para su noble causa. Kaname, mitad divertido mitad molesto con el asunto, decidió abogar por su amigo y le pidió a Cross permiso para construir el famoso invernadero.

Una vez conseguido su capricho, a Takuma le duró una semana el entusiasmo. Y finalmente, Ruka quedó como la encargada del lugar.

Yuuki estaba fascinada con el invernadero. Revoloteaba de un lado a otro mirando cada planta, haciendo preguntas que Kaname contestaba con paciencia.

—No te acerques mucho a esa. —Kaname advirtió cuando Yuuki se interesó por unas bellas flores azules. Zero también se vio atraído las pequeñas flores con forma de campanitas.

— ¿Es peligrosa?

—Letal para los humanos. De hecho, esas no deberían estar aquí...—Kaname observó las flores detenidamente. Luego debería decirle a Ruka que las quitaran; por muy hermosas que fueran eran peligrosas en una escuela. — Su nombre es Aconitum napellus, una de las más de 340 especies de Acónito. Entre sus tantos nombres está el de "matalobos".

Zero se acercó un poco. Ese vibrante color azulado le pareció familiar.

— ¿Por qué Matalobos?—preguntó Yuuki.

—Hace muchos años un pueblo ganadero tuvo problemas con su rebaño. Todas las mañanas, al contar las ovejas, una docena de ellas desaparecían. Durante días los pueblerinos buscaron a los responsables; hasta que cierta noche vieron a un grupo de lobos atacar a las ovejas. —Kaname relató con paciencia. Había cierto toque de nostalgia en su voz cada vez que les contaba sobre alguna historia, como si él mismo las hubiera vivido— Los lobos trabajan en manadas y eran muy inteligentes, por lo que evadían las trampas con facilidad. Entonces, al médico del lugar se le ocurrió una idea: envenenar a los lobos. Eligió la planta más tóxica del lugar, el acónito, y rellenó el cadáver de un burro con ella. Al día siguiente, la manada de lobos yacía muerta entre el rebaño. Tal como anticipó el médico, los lobos comieron el burro y fueron envenenados por la planta.

— ¡Vaya! —Yuuki exclamó— A simple vista parece inofensiva, ¡Con lo hermosa que es!

—Las apariencias engañan. —murmuró Kaname.

 

Zero frunció el ceño, curioso. — ¿Y en los vampiros? ¿Puede tener efectos en ellos?

—No tiene efecto letal en vampiros, pero sí es muy doloroso. Dependiendo del nivel puede inhabilitarte por completo desde unas horas hasta un mes.

—Eres más peligrosa de lo que aparentas, ¿eh?— Yuuki le dio una última mirada a las flores y se dio la vuelta. — ¡Kaname-senpai sabe mucho de plantas!

Kaname simplemente sonrió, aceptando el cumplido.

Continuaron el recorrido plagado de historias y datos curiosos. Sin embargo, durante el resto del camino Zero no pudo quitar de su mente la expresión afligida de Kaname al hablar sobre el acónito.

Como si lo hubiese probado en persona...

 

 


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