Al día siguiente, el primero en levantarse fue el joven doncel de cabellos lilas, tan sonriente y fresco, solo pensar en el día que tendrá.
Alistándose con sus ropas más discretas, pero bien arregladas, pues no irían a cualquier lugar, si no a un monasterio de monjes budistas.
Teniendo algunos pequeños recuerdos de su infancia, cuando su familia solía ir a estas tierras para pasar los días tranquilos.
Su padre lo llevaba para que conociera más de sus creencias, los alrededores, el pequeño jardín que poseen para que las personas visitantes disfruten de la meditación.
Tantas cosas hermosas que recordaba, pero que años atrás perdió.
Se quedaría mirando por aquella ventana un poco más, pero los recuerdos tristes los trata de alejar, dándose palmaditas en sus mejillas.
-No voy a llorar hoy- Se dijo a sí mismo, para dirigirse a un pequeño tocador, y comenzar a arreglar su hermoso cabello lila.
Cuando por fin se sitio cómodo, y le gusto su peinado.
Salió directamente para ir a visitar a su acompañante, esperando que se apresurara, pues siente tantas ansias por llegar, cuando no sabe por qué.
Tocando apenas la puerta, se dio cuenta que esta sin seguro y decide entrar.
-Camus ¿Estás listo?- Esa bella sonrisa, disminuyó cuando lo noto sentado en la orilla de la cama, suspirando, con sus bellos ojos violetas clavados en el suelo -¿Estás bien?- Después de todo son mejores amigos desde la infancia, le duele verlo así y más al saber lo que ha vivido.
-Si… Solo dame un minuto…- Suspiró, limpiando sus lágrimas, queriendo ocultar el dolor que sigue en su interior.
Se acerca con cuidado, para sentarse a su lado, dándole su apoyo como pueda –Si quieres… Nos quedamos aquí… O…- Intenta encontrar palabras y opciones para hacer sentir mejor al peliaguamarino –Podemos ir al lago, es mucho más lindo… ¿Quieres comer algo rico?- Le sonrió, tomando sus manos con delicadeza –Puedo pedirle a Aioros que valla al pueblo y que compre algo súper delicioso y…-
-¡¡¡DIJE QUE ESTOY BIEN!!!- Contestó molesto, apartando las manos del más joven con brusquedad, levantándose de la cama, para ir por un pañuelo y limpiarse con discreción las lágrimas.
-¿Camus…?- Esa actitud, esa forma de ser y sus memorias terminarían dañándolo, y no dejaría que se autodestruya aun con el dolor que conoce –No tienes que hacerte el fuerte todo el tiempo, a veces… Solo debes… Confiar en los demás y compartir un poco de tu dolor-
-Debo hacerme el fuerte y lo sabes…- Lo encara, con el ceño fruncido, pero sus manos están temblando por todo lo que soporta en silencio.
Para Mu, no significa nada que se altere el peliaguamarino, pero ya no sabe que más hacer.
Solo desea ayudarlo.
La forma de ser de este joven doncel, pensar en los demás antes que en sí mismo, es muy dura esa vida que escogió.
El silencio reino en aquella habitación de elegancia sencilla.
Hasta que uno de los dos, comenzó a entender que no todo se puede solucionar al intentar negarlo u olvidarlo.
-Dame unos minutos… Bajare para desayunar e iremos a donde tú quieras- Esos momentos en que su actitud tan a la defensiva y hermética se logra abrir un poco, solo después de dejar escapar su dolor.
Asiente en silencio, cerrando sus ojos con parsimonia –Entiendo…-
No diría o haría más, solo salió de la habitación del peliaguamarino, le va a dar espacio, el necesario y pensando en eso, baja al pequeño comedor, dispuesto a calmarse para disfrutar el día.
Mas alguien se derrumbó de nuevo, esta vez el suelo fue lo único que lo contuvo, sosteniéndose del escritorio, derramando mil lágrimas que guardo.
Tocando su vientre, temblando por lo que su corazón ha callado y seguirá haciéndolo.
-Milo… ¿Por qué te tuviste que ir?- Hacia tiempo que no podía pronunciar ese nombre, sin ser reprendido o causar enfado en su actual marido.
Cubriendo su boca, llorando en silencio… Solo quiere dejar salir un recuerdo de una persona que amo tanto, pero… El destino se lo arrebató, además de a dos más.
Después del almuerzo, que ambos tuvieron, comenzaron su andar para llegar al monasterio, no sería tan largo, después de todo se encuentra algo cerca de aquella villa de campo.
Mu mirando por todos lados, sin importar su etiqueta o porte, asomarse por la ventana del carruaje, sonríe, el campo siempre le ha gustado, es mucho mejor que la fría ciudad.
Los cantos de los pájaros, la suave brisa, y el gran monasterio delante, solo imaginar si sigue siendo tan impresionante.
Una estructura circular, de una tonalidad rojiza, con verde y adornos dorados, parecían las puertas hechas de madera muy bien remachadas.
Cada detalle es impresionante.
-¡¡¡ES MUY BONITO!!!- Exclamo de nuevo el pelilila, sin tomar en cuenta que se encuentran ya en los terrarios del monasterio.
-Mu- Llamo su acompañante –Aquí debes hablar en voz baja- Cruzado de brazos, mirándolo de reojo.
Los ojos verdes se abrieron de golpe, algo apenado y sonrojado –Perdón-
Unos momentos después, fueron recibidos por algunos monjes de una edad avanzada, tranquilos, dando una pequeña sonrisa a los recién llegados.
-Bienvenidos- Uno de cabellos rojizos con unos mechones blancos.
-Gracias por recibirnos- El pelilila encantado de estar en ese lugar, mostrando ahora si su educación y la tranquilidad que posee.
-Nos alegra recibir a jóvenes interesados en conocer y buscar la iluminación-
-Sigue siendo tan hermoso como recuerdo- El doncel más joven es quien habla por ambos, y está bien su acompañante no es de muchas palabras.
-¿Venia de pequeño?-
-Sí, mi padre me traía de pequeño, éramos practicantes antes, solo que…- Baja la mirada, el que su figura paterna ya no este, le causa tanto conflicto.
-Entiendo- Sonríe, logra descifrar el sentimiento en el pequeño, conoce de eso –Si gustan, empecemos el recorrido, empezando por la Estupa de la Salud- Les indico con la mano que entraran.
El peliaguamarino asintió, comenzado a caminar delante, pero Mu se quedó un instante estático, para hacer una pregunta necesaria.
-Disculpé…- Algo preocupado por ser inoportuno, pero necesita saber algo urgente.
-¿Dime?- El mayor, amable en su hablar.
-¿El jardín del silencio… Aún está abierto al público?- Sonrió tímidamente, jugando con sus manos.
-Si- Asintió tranquilo -¿Le interesa ir allí primero?-
-Me gustaría… Pero… ¿Puedo hacerlo solo?- Se percató que pudiera estar haciendo demasiadas peticiones en un lugar ajeno, pero recuerda que dé más niños solía ir directamente allí, cada que iban –Digo… Solo si me lo permiten… Es que…- Baja la mirada, apenado.
Para quien los guiara, le parece una actitud muy adorable en ese doncel, incluso dedicando una sonrisa.
-Si sabes el camino, puedes hacerlo-
-Muchas gracias- Inclino levemente la cabeza, señal de agradecimiento –Prometo no hacer ruido-
-¿Mu?- De inmediato el peliaguamarino le cuestiono, pues lo dejaría solo en el recorrido.
-Oh… Camus… Perdón yo…- Mira a ambos castaños que los acompañan para protegerlos y mantener su bienestar.
-Nosotros podemos acompañar al joven Camus, pero usted no debería ir solo- Aioros entiende al pelilila muy bien, conociéndolo desde muy pequeño, sin embargo aún lo ve como un niño.
-El monasterio es muy seguro- No dejaría que cuestionen ese aspecto bajo ningún término.
-No te preocupes Aioros, estaré bien- Sonrió, para dar confianza.
Suspiró, sabiendo que no era una buena idea, pero tampoco deseaba negarle muchas cosas, ya que pronto Mu se volvería el esposo de un hombre que le robara la libertad.
-Está bien- Le dedico una pequeña sonrisa cómplice.
Se podría creer que tendrían mayores reglas, pero los jardines abiertos al público, pueden ser visitados sin supervisión, en cambio el interior es otra historia.
Cuando tuvo la oportunidad, comenzó a caminar directamente hacia su destino.
Ese jardín… Para él tiene un gran significado…
Donde su padre y papá lo llevaban, para que aprendiera de sus creencias, comenzara con las meditaciones.
Pero lo que más amo fue… Que sus padres al ser casi de su misma edad, en ese jardín en una vista por separado o más bien… Cuando uno se escondía y otro solo miraba… Se conocieron, y a primera vista supieron que algo más existiría entre ellos.
Por esa razón… Shion no deseaba volver a ese lugar, todo le recodaba a su amado Dohko, y que nadie logro protegerlo, solo se lo arrebataron…
Miro el lugar tan precioso, como en sus recuerdos, la luz baña el lugar, brinda una paz tan intensa y hermosa, que asusta la posibilidad de alejarse de ese instante.
Todo cubierto por un pasto suave, con una fragancia a tierra mojada, dos árboles hermosos e imponentes, pero que brinda serenidad, como si te invitara a sentarte debajo, para meditar y entregarte a los recuerdos que deseas tener presentes.
-Siguen igual de bellos- Sin pensarlo Mu toco uno de los troncos, mirando hacia las hojas que tienen pequeños botones de flores.
-Padre… Me gustaría que estuvierais aquí…- Las lágrimas empezaron a brotar de sus esmeraldas, pero no bajo la cabeza en ningún momento, solo sonrió como siempre lo hacía –Quisiera escuchar tu concejo de lo que hare…-
Lanzo un suspiro, no aparta la vista en ninguno instante, es como si en este lugar pudiera estar conectado a su progenitor.
-Tengo miedo… Pero no quiero hacer enfadar a mi papá… Ya ha sufrido tanto desde tu partida… Solo quiero hacer lo correcto-
Habla lo más bajo posible, aunque sabe que en este lugar está prohibido hablar cuando hay personas meditando.
Agradece tanto que este solo, así podría desahogarse en donde nunca jamás lo haría.
Su hogar en la ciudad no opción, ni en la villa, solo aquí se siente seguro…
Sintiendo como la brisa se comienza a presentar, moviendo sus cabellos, y dejando que algunas hojas caigan, al igual que un pequeño botón de esa flor tan especial, llegando directamente hasta su mano que no toca el tronco.
-Es muy linda- Admira la belleza de la naturaleza y se siente en paz ante esta.
-¿Qué haces aquí?- Una voz un poco más profunda, se presentó detrás de él, casi como molesto –El acceso está prohibido para visitantes-
Esto solo alarmo al doncel, dando un pequeño brinco, girándose de inmediato, apenado por lo que acaba de declarar el contrario.
-Lo siento… Yo… Creí que…-
Justo en ese momento, el tiempo parece que se detuvo, los tiernos ojos verdes, se conectaron con un cielo tan desafiante, pero que solo al notar esa inocente belleza, que se presenta como un encanto del cual parece ser atrapado.
Ambos jóvenes, mirándose cara a cara, sin lograr pronunciar palabra alguna.
¿Por qué sus corazones están latiendo muy rápido?
¿Por qué sus mejillas se sienten calientes?
¿Por qué ver los ojos contrarios provoca una sensación muy extraña?
Ambos sin decirlo, se cuestionan una sola cosa.
¿Qué es este sentimiento?