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No Identity por Moonlight4uok

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Notas del capitulo:

Me encantaría poder compartir mis ilustraciones junto a cada fic que subo, pero bueno... :/ ¡Disfrutad! 

—¡Suéltenme! ¡Soy inocente, lo juro!

 

Se quejaba un sujeto corpulento y de tez morena, arrodillado en el piso y sacudíendo su cuerpo de forma violenta con el fin de deshacer el agarre que ejercían sobre él un total de tres hombres a sus espaldas.

 

Un joven de tez pálida y melena azabache, cuyos mechones oscuros caían gracilmete cubriéndole parte del rostro, se encontraba en frente de ellos. Vestía una especie de túnica negra. En su expresión era notorio el agotamiento y el desgaste en sus ojeras.

 

—Acabemos con esto.

 

Dijo frío y se acercó aún más al hombre que parecía convulsionarse en medio de la vieja despensa.

 

Extendió sus manos hacia aquel sujeto, para comenzar a pronunciar alguna oración en un lenguaje inentendible.

 

—Vüel otè œrign nø selz malę... (Veolot erign no selez malée) 

 

Era el primer intento y falló. Se encontraba muy debilitado y casi sin energía después de un considerable número de rondas cazando a aquellos parásitos.

 

Chasqueó la lengua con fastidio, cuando un molesto mareo lo tomó por sorpresa.

 

—¡Mi señor! ¿Se encuentra usted bien?

 

Lo llamó uno de los hombres con notoria preocupación. El más joven negó y le restó importancia a su condición. Volviendo a repetir aquellas palabras con mayor fuerza, en un repentino cambio de ánimo.

 

—Vüel oté œrign nø selz malę!

 

Fue entonces que el cuerpo del hombre que antes permanecía arrodillado, comenzó a cambiar, sus huesos y articulaciones comenzaban a deformarse, provocando un sonido bastante grotesco mientras lo hacía. Negándose a la conversión. 

 

El azabache presionó al metamorfo.

 

Sólo así y entonces su cuerpo comenzó a cambiar, transformándose en alguien diferente,  pasando por adoptar la apariencia de una joven pelirroja que parecía agonizar en el suelo, luego en un pequeño niño y así hasta llegar al extremo de adoptar la forma de todo tipo de animales silvestres. Siempre rodeado de una niebla oscura y ligeras ráfagas de viento. Cuando se halló convertido en un lobo salvaje  de pelaje gris oscuro y caninos afilados, no dudó en voltear la cabeza con violencia para morder al sujeto que lo inmovilizaba por sus, antes hombros humanos.

 

—¡Argh!

 

El hombre lo soltó y la sangre oscura manchó el suelo cubierto de paja, el nauseabundo olor metálico se hizo presente dejando aturdidos a los presentes. Todo pasó tan rápido, que ninguno tuvo tiempo de reaccionar antes de que el feroz lobo tratara de atacar nuevamente, abalanzándose sobre el azabache.

 

Más, el sujeto que antes sujetaba los pies humanos de la criatura, pudo atrapar una de sus patas, justo antes de que pasara a mayores.

 

—¡Sujétenlo! Resistan, sólo un poco más...

 

El lobo luchaba por soltarse y atacarlo, su hocico cubierto de baba y espuma, mientras le mostraba sus amarillentos colmillos y caninos afilados, luchando por alcanzarlo. El muchacho no se movió ni un centímetro, sin dejar de pronunciar aquello similar a un mantra y unos segundos antes de que el lobo pudiera si quiera alcanzarlo. Este ya se había transformado en una especie de niebla negra bastante densa y neutra, similar a una nube oscura flotando en medio de la habitación, sin llegar a disiparse por completo.

 

Sólo entonces, el cuerpo del azabache pareció desvanecerse en un instante, cayendo de rodillas al suelo, interponiendo sus manos para evitar lastimarse.

 

Uno de los tres hombres se apresuró en socorrerlo.

 

_ ¡Mi señor!

 

Más el joven sólo se volteó a mirar al otro par de hombres antes de dar una orden.

 

_ Llévenselo de aquí, está herido. Vamos, tiene que atenderlo un médico ahora mismo... Es una orden.

 

El hombre lastimado aceptó la ayuda de su compañero, aún reacio a la idea de dejar sólo al hechicero. El más alto de los tres, se apresuró en llevarse al herido del lugar y aquel que se quedó, ayudó al joven a ponerse de pie, haciendo que pasara el brazo por sobre sus hombros para poder apoyar parte de su peso y no caer.

 

El hombre canoso, lo ayudó a tomar asiento en una pequeña silla de madera en aquel cobertizo viejo y lleno de paja. El más joven echó la cabeza para atrás, cerrando los ojos unos segundos, mientras inhalaba y exhalaba de manera profunda y pesada.

 

El hombre sólo podía mirarlo con preocupación y el menor lo sabía. Dejó caer su peso hacia adelante, inclinando levemente su cuerpo en un suspiro profundo y cansado.

 

—No te preocupes por mí, déjame aquí y sólo dame unos minutos. Estoy algo agotado, nada más.

 

Dijo en voz baja y con la mirada perdida, sentía que los párpados le pesaban y que su respiración se hacía más débil, acompañada de una molesta presión en el pecho. Todo en aquella habitación se notaba cada vez más distante y él sólo quería cerrar los ojos. Iba a perder la consciencia, era más que seguro.

 

—Lo llevaré con el amo Kim, por favor resista. 

 

 

___

 

 

—Me... gus-tan... gustan, las... flores... ¡Me gustan las flores! ¡Eso es lo que dice!

 

Vociferó con ánimo la niña en su lugar. 

 

—¡Excelente! Que lista eres, pequeña Yoon.

 

Respondió con voz cálida y animada el castaño. Mientras cambiaba de página al colorido libro infantil, sintiéndose orgulloso por el avance que había logrado enseñándole a leer a la pequeña de ojos dulces y rizos oscuros.

 

La niña rió dulcemente, encogiéndose de hombros debido al cumplido del mayor.

 

—Ahora, ¿podrías leer esto para mí? 

 

Le señaló un párrafo corto con el índice. La niña parecía totalmente concentrada, hasta que un fuerte estruendo resonó a las afueras del lugar, alertándolos a ambos.

 

—¿Qué es eso?

 

Preguntó la pequeña, curiosa, el mayor logró percibir cierto rastro de temor en sus bellos e inocentes ojos marrones. 

 

—... Seguro fue un gigante amigable que se tropezó mientras bailaba.

 

Mencionó el hombre en un tono relajado, una bella sonrisa rectangular se formó en sus finos labios, tratando de aligerar la tensión que se había formado de inmediato en el ambiente. 

 

Nuevamente una sonrisa se apoderó del rostro de la pequeña, pero justo antes de que pudiera decir algo, el gran portón del castillo se abrió de golpe. Afuera se podían escuchar las protestas, el gentío agitado, gritando y provocando escándalo, tan sólo unos segundos antes de que las mujeres del personal se asomaran a ver qué es lo que sucedía. Un quejido de dolor acompañado de murmullos llegaron hasta los oídos del castaño.

 

—Cariño, quédate aquí. Iré a ver qué sucede.

 

Le dijo a la pequeña dejándola con el pequeño libro abierto, asomándose al bulto de personas, no sin antes hacerle una seña a una de las mujeres presentes, para que se hiciera cargo de la pequeña. 

 

"¡Llamen al médico de la corte!" "Hay que prepararle una habitación" "El amo Kim estará muy preocupado"

 

Se escuchaba entre los murmullos angustiados de los empleados del castillo.

 

Enseguida el personal abrió paso, dejando pasar al de la cabellera castaña, quien se encontró con una escena desgarradora. 

 

Uno de sus hombres se sujetaba el brazo con fuerza, adolorido, traía una herida abierta que sangraba mucho. Mientras que otro sostenía entre sus brazos el delgado cuerpo de un joven de cabellera azabache. 

 

—Preparen una habitación, ya mismo. 

 

Ordenó con firmeza a un par de sirvientes que asintieron enseguida antes de desaparecer. Tras ellos, el hombre que sujetaba el cuerpo del príncipe.

 

—Que alguien se comunique, por favor, con el médico de la corte. Este hombre se está desangrado y necesita que lo atiendan de inmediato.

 

Expresó su preocupación enseguida.

 

—Llévalo a la enfermería, los enfermeros sabrán cómo detener la hemorragia hasta que llegue el médico.

 

El par de hombres y el resto del personal no tardaron en dispersarse cumpliendo con su labor de inmediato.

 

___

 

El castaño se asomó a la habitación, atisbando por el rabillo de la puerta, divisando al joven postrado en cama, siendo atendido por una joven y diligente mujer. Entró a la habitación, asomándose a la gran cama.

 

—Yo me encargaré de él, gracias. Puedes tomarte un descanso.

 

La mujer asintió dejando el trapo húmedo sobre el velador a un costado de la cabecera, antes de retirarse, no sin antes despedirse con una respetuosa reverencia.

 

El mayor tomó asiento al borde de la cama de edredones color carmín con bordados y esquinas doradas, además de almohadas blancas rellenas de suaves plumas. Tomó el trapo húmedo que la mujer había dejado sobre la mesita de noche y continuó con su trabajo, pasándolo por la frente del azabache, aún inconsciente. Así pasaron no más de un par de minutos.

 

Centró su atención en el rostro apacible y de rasgos suaves, levemente cubierto por algunos mechones de cabello oscuro, en contraste con su piel de porcelana.

 

Se le quedó observando unos segundos antes de inclinarse hasta quedar muy cerca de su rostro, pudiendo percibir así su respiración, era bastante tenue, calmada, pero estaba ahí. Se separó, volviendo a su lugar, no sin antes depositar un tierno beso en la sien del joven, presionando sus labios en un roce cuidadoso, no quería molestarlo.

 

Se halló a sí mismo, una vez más al lado del azabache, su mirada recorrió la habitación tan sólo unos segundos antes de llevar una de sus manos al encuentro de la del chico, que se encontraba inmóvil sobre los mullidos edredones. Tomó su mano con delicadeza y comenzó a acariciar sus muñecas descubiertas, con el pulgar y la yema de los dedos, trazando líneas imaginarias a lo largo del dorso, sin llegar a la palma de sus manos, para luego jugar con sus largos y delgados dedos, tirando levemente y en repetidas ocasiones del precioso anillo de oro blanco que portaba en el dedo anular.

 

Decidió darle su espacio, justo cuando lo notó reaccionar ante el estímulo, doblando, aunque muy ligeramente el índice y corazón.

 

A la espera de que hiciera algo, cualquier cosa, muy pacientemente.

 

Cuando por fin el azabache abrió los ojos, antes cubiertos por sus largas pestañas. Poco a poco el más joven parecía más consciente y receptivo a los estímulos de su alrededor.

 

—¿Te sientes mejor?

 

Dice el castaño vagamente sin soltar su mano, aún. El azabache aún no lo miraba directamente. Necesitaba tiempo.

 

—Hm... Sí, necesitaba esa siesta.

 

Replicó con simpleza, restándole importancia al asunto, como si acabara de despertar de una corta siesta. El mayor lo miro con incredulidad.

 

—Quedaste inconsciente.

 

Espetó con notoria desaprobación y reproche en su tono de voz.

 

—Es casi igual que quedarse dormido.

 

El mayor sonrió con cierta amargura.

 

*Dormido, no podrías reinar más a mi lado...*

 

 

____

 

 

—La situación está fuera de nuestro alcance, no hay mucho que podamos hacer.

 

Habló uno de los guardias reales. El heredero más joven lo miró preocupado.

 

—Está bien, necesito a los guardias allá afuera.

 

La voz de un azabache se hizo presente, llamando la atención de ambos hombres. El joven aspirante a rey frunció el ceño.

 

—Se supone que estarías descansando.

 

—Es difícil conciliar el sueño con todo este escándalo. No podemos simplemente cruzar los brazos. Sé bien que tú harías lo mismo de estar en mi posición.

 

El mayor abrió la boca para decir algo, pero enseguida volvió a quedarse callado. 

 

—Alguien debe proteger el castillo.

 

El guardia llamó la atención de ambos hombres.

 

—Lo tengo cubierto. Ahora quiero que todos los guardias salgan allá y hagan lo posible porque nadie salga lastimado. El pueblo los necesita más que nunca. Nosotros estaremos bien.

 

El guardia miró al azabache con cierta preocupación y luego al castaño, éste último se mantuvo serio antes de asentir con la cabeza, otorgándole mayor solidez a las palabras antes dichas por el azabache.

 

El guardia se irguió antes de hacer una reverencia y salir de ahí.

 

Sólo entonces el príncipe se encogió de hombros y miró al más joven con cierta interrogante aún en el aire.

 

—¿Qué tienes en mente?

 

Expresó antes de cruzarse de brazos.

 

—¿Confías en mí?

 

—No dudes de eso.

 

Tras escuchar aquellas palabras, el azabache le dedicó una sonrisa cómplice antes de movilizarse y hacerse de las suyas.

 

Concentrándose en reunir la energía suficiente para lograr su cometido. El joven hizo un ligero movimiento con las manos, trazando figuras invisibles en el aire, cuando un ligero temblor se hizo presente. El príncipe trató de mantener el equilibrio, mientras el joven hechicero lograba hacer que una especie de barrera se levantase a su alrededor, una barrera casi invisible que enseguida se encontró cubriendo el castillo en su totalidad.

 

El príncipe miró a su alrededor asombrado por el alcance del poder del más joven. Pero esa mirada, pintada de asombro, pasó a ser una de completa preocupación al notar como el azabache se encorvaba ligeramente, notándolo encogerse en su lugar, parecía adolorido, exhausto. Antes de terminar con el encantamiento, se apresuró en acortar la distancia para atrapar su cuerpo, envolviéndolo entre sus brazos con el objetivo de protegerlo. 

 

—Está bien. Ya estamos a salvo.

 

Se escuchó la voz débil del azabache. El príncipe negó.

 

—Confió en ti plenamente. Pero no te aproveches de mi confianza. Te necesito con vida, a mi lado. 

 

Ambos hombres conectaron sus miradas, con sus rostros a escasos a centímetros de distancia. El príncipe aferrándose al cuerpo del contrario con recelo. Temeroso de lo que podría suceder si llegaba a soltarlo.

 

—Sabes que no sería capaz de hacernos daño.

 

—Lo sé, pero a veces me das a entender lo contrario.

 

↞——ℕ𝕠𝕀𝕕–𝕟𝕥𝕚𝕥𝕪———↠


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