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20 recuerdos de ti por Verde Lima

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Sucker // Jonas Brothers

 

 

—No, así no es como tienes que llamarme—dijo Nico con su voz más profunda.

El omega le miraba con los ojos llenos de rabia, se mordía los labios para no complacerle, para no hacer lo que tenía que hacer.

Nico tenía la nariz atestada de su olor, dulce, picante y el más excitante que había olido en su vida.

—Dilo, y te daré lo que quieres.—Se frotó su propia erección enfundada aún bajo la tela de su pantalón de traje.

Escuchó el suave gemido del omega, sus pupilas dilatas, y cómo su entrada chorreaba necesitándole cada vez más.

Lo había encontrado con los pantalones humedecidos y deshaciéndose de ellos para darse algún tipo de consuelo.

Se acercó a él tomándole de la barbilla angulosa, era condenadamente atractivo, sin tener nada que ver con ese celo que les había cogido desprevenidos a ambos. Acarició la suave piel de su barbilla llevando su dedo pulgar a los jugosos labios hinchados de tanto morderlos.

Empujó contra ellos, y él los abrió, sintió como lo aprisionaba succionándolo. Nico iba a reventar, pero su lado alfa tenía claro lo que quería

—Dilo.

Los ojos dilatados, llenos de sombras de placer le miraron, solo un poco más, pensó, solo un poco más y lo harás.

Pero solo recibió un quejido lastimero, una pequeña súplica que le hacía sentir más débil, pero se dio valor y se mantuvo firme.

Retiró sus dedos de su lengua juguetona y se cruzó de brazos apoyándose contra la mesa. El fastidio en los gestos del omega no se iba, le estaba llevando tan al límite que no sabía qué consecuencias tendría eso después.

A Nico ahora no le importaba, solo quería tener al omega como él quería, como ambos necesitaban.

Aún llevaba la camisa y la chaqueta de su carísimo traje, se deshizo de la chaqueta ante los ojos Nico, desanudó la corbata, y fue abriendo la camisa botón a botón. La cantidad de feromonas que exudó Nico ante la visión del cuerpo delicioso del omega los dejó a los dos un poco fuera de combate por unos segundo.

Lo devoró con los ojos, su suave piel, su cuerpo fino y estilizado, sus pezones rojos y abultados necesitados de atenciones. Su vientre plano pero que sabía podría acabar completamente abultado al finalizar el día. Y su miembro, pequeño, rosado, hinchado. Era un ejemplar perfecto de omega, y era para él. Solo tenía que decirlo y le daría lo que él quisiera.

Los fluidos que dilataban su ano escurrían por sus muslos, y Nico solo quería lamerlo hasta quedar saciado, quería girarlo sobre su regazo y abrirle las nalgas para ver aquel punto abierto y comérselo.

Pero ambos necesitaban ese momento, uno que había llegado al fin.

El omega borró de su rostro los restos de arrogancia, del control al que se obligaba en un estado como aquel. Se lo quitó, como se había quitado la ropa.

—Te necesito, Alfa—dijo completamente sincero.

Nico lo alzó en brazos en solo dos pasos, el omega hacía cedido a lo único que lo satisfacía en su celo, entregarse voluntaria al alfa. Ser lo que eran, un alfa y un omega a punto de copular.

Las piernas del omega le rodearon la cintura humedeciendo la tela de su pantalón, daba igual, ahora daba todo igual. El alfa le besó, le besó como se merecía, con toda la dedicación, con la misma necesidad que él sentía en sus entrañas.

No necesitó muchas maniobras para abrir el cierre de su cinturón, para bajar sus pantalones, para introducirse enorme en el omega. Para que este se retorciera de placer gimiendo con felicidad en sus ojos.

—Alfa, alfa—gemía contra su oído—soy tuyo, alfa.

El alfa arremetía queriendo llegar más profundo, la diferencia de sus tamaños era descomunal, y sentía el pequeño miembro del omega que ya no cumplía ninguna función reproductora, hinchado.

Aunque la fuente de su placer estuviera dentro de su ano, lo acarició también allí, sabiendo que su orgasmo sería descomunal si seguía emitiendo aquel olor tan adictivo.

El omega le ofreció su cuello, le ofreció marcarlo y reclamarlo como suyo delante de cualquiera. El alfa lo hubiera hecho, lo quería hacer, no había nada más que quisiera hacer que marcarlo, atarlo y hacerle una camada de cachorros.

Pero solo le rasguñó la zona con sus dientes, sin llegar a clavarlos. Lo suficiente para que el omega alcanzara su orgasmo y se llevara con él al alfa que se anudó a él mientras se corría.

El cuerpo pequeño, agotado y recibiendo la cantidad de semen abundante en su interior le hizo cargarlo con más cuidado, las ropas en el suelo sirvieron como un improvisado nido. Lo abrazó todo el tiempo que estuvo llenándolo, apretándolo con su nudo y sintiéndolo gemir contra su cuello medio inconsciente.

Lo calentó con sus brazos para que no perdiera el calor con su desnudez. Lamió sus lágrimas, sus gemidos y quejidos, besó sus labios, susurró palabras de consuelo hasta que el omega se quedó dormido.

Cuando la bola en su miembro se aflojó liberándolos, sacó su miembro despacio, muy despacio, pero sin separarse lo más mínimo solo moviéndolos pegados contra su pecho para que el omega estuviera más cómodo.

Su semen junto a los fluidos remanentes saliendo del omega los humedecieron a ambos, pero aquello ahora no era importante.

Luca abrió lentamente sus ojos, reconociendo todo de nuevo. Su rostro pegado al pecho del alfa, su ano dilatado, saciado y una grata sensación de paz.

Él nunca había pasado su celo con ningún alfa, ni siquiera tenía un compromiso con alguno a pesar de su edad. Para la sociedad a Luca se le estaba pasando el tiempo para formar su propia familia, para tener sus cachorros, y retirarse de la empresa.

Luca no quería nada de eso, y mucho menos una unión forzada con una alfa por culpa de sus estúpidos instintos.

Los ojos oscuros del alfa le miraban, como esperando a que algo ocurriera. Trató de levantarse, pero sus piernas no le iban a poder sostener al menos por unas horas más. Estúpida naturaleza omega que les hacía débiles tras copular con al alfa para que estos pudieran reclamarlos una y otra vez sin que ellos pudieran hacer nada.


El alfa que le sostenía contra su cuerpo los incorporó cargándolo en brazos, a Luca le costaba mirarlo a los ojos, estaba tan humillado por todo lo que había ocurrido. Por no haber podido frenar aquel celo brutal que le había sobrevenido en su despacho; por haber cedido a las demandas del alfa y haberle suplicado; por haber mostrado su cuello para que le marcara.

Se espantó creyendo que este lo había hecho, pero cargado contra su pecho, el alfa lo llevó al baño de su propio despacho. Maniobró con la bañera que en rara ocasión utilizaba, y la accionó para que el agua caliente saliera, no le soltó en ningún momento, y tampoco le habló. Y Luca no podía saber si se alegraba o no. Hubiera preferido ser autosuficiente, tomar ese baño que le estaba preparando él solo, pero era incapaz, si el alfa se marchaba no podría más que quedarse hecho un ovillo en el suelo por horas.

Cuando la bañera se llenó y la espuma de jabón creó una capa densa sobre la superficie, el alfa entró cargándolo a él, sentándose juntos, y apoyando su espalda contra su pecho fuerte y caliente.

Suspiró agradecido por ese baño, por que no se estuviera mofando de él, por esos momentos de paz.

Estuvieron allí hasta más allá de que el agua se enfriara, su queja para no abandonar la bañera y la comodidad de su pecho, le dieron minutos extras. Pero cuando sus dientes castañetearon, el alfa lo sacó del agua, lo cubrió con una toalla, y le frotó para secarlo y arrancarle el frío.

Sentado sobre la taza del wc con una gruesa toalla seca miró como el alfa se secaba a sí mismo con una mucho más pequeña. Las mejillas de Luca se tiñeron de color, y apartó la mirada.

Nico era su secretario, un alfa de bajo nivel, bajo las órdenes de un omega del más alto de ellos. Heredero de la empresa, y un tiburón para todos.

Pero que había entrado en celo como un chiquillo, y además delante de un alfa. Aquello era su mayor terror.

Desnudo, pero seco, el alfa le alzó para llevarlo en brazos hasta el sofá de diseño de su despacho, el revoltijo de ropas donde habían estado anudados le hizo sentir un nudo en el estómago. Aún más cuando el alfa rebuscó en ella unos calzoncillos que se colocó. Luca lo seguía con la mirada hasta que llegó a uno de los armarios escondidos tras los paneles de madera noble tras su mesa.

Sacó una de las camisas blancas que siempre guardaba por si ocurría algún accidente. El alfa le vistió, dejándolo con la toalla aún en su parte inferior. Lo volvió a cargar en su regazo y le ofreció su calor natural.

Estuvieron así, sin hablar, abrazados hasta que Luca sintió que ya comenzaba a recuperar la movilidad de sus extremidades.

A pesar de lo a gusto que se sentía, se obligó a salir de ese abrazo, se levantó un poco dudoso ayudado por las fuertes manos del alfa, y él se dirigió solo hasta el mismo armario del que había sido tomada la camisa.

Cogió uno de los trajes y se colocó el pantalón aunque no tuviera una muda de ropa interior. La que estaba en el suelo era imposible de salvar.


Le costaba mirar hacia atrás donde el alfa rebuscaba entre los restos de ropa para tomar la suya completamente arrugada, la peor parte se la había llevado su chaqueta que llevaba doblada en las manos tapando las manchas del frontal de su pantalón. Sus propios fluidos que habían impregnado la ropa de su secretario.

—Mañana recibirá una compensación económica, y una carta de recomendación—le dijo a su subordinado sin mirarle.


El silencio era pesado, pero era lo que debía hacer.


—No es necesario, señor Ferrara, mañana vendré a recoger mis cosas.

Sintió la puerta cerrarse, y la fuerza que creía poseer se le escurrió necesitando apoyarse en la pared.

El teléfono sonó al cabo de unos minutos.

—Señor Ferrara, un coche estará aquí por usted en menos de 10 minutos.

Ahora sí que necesitó sentarse, su secretario había avisado para que fueran a buscarlo sabiendo que le sería imposible volver a su casa por sus propios medios. Eso no tendría que significar nada, ni los cuidados que le había prodigado después, ni que solo hubiera rasguñado la glándula de su cuello pero sin llegar a marcarle. Nada de eso era importante, no para alguien como él que no quería un alfa en su vida.

 


 

 

Notas finales:

Omegaverse, ais que tentación siempre.

La que iba a escribir estos oneshot más seguidos. En fin, poco a poco, como todo.

 

Besos

Sara




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