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El clan por FiorelaN

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Notas del capitulo:

POR FAVOR, LEE LAS NOTAS DE AUTOR DEL FINAL

Capítulo IV: “Traidor”

 

El ambiente era sumamente cálido, el lugar era acogedor y la situación era muy reconfortante. Todo estaba siendo absolutamente perfecto, sin nada que pudiese arruinarlo.

Un joven de cabellos rubios y ojos azules estaba sentado sobre un suelo alfombrado, muy cálido y cómodo frente a una chimenea encendida que daba calor a todo el lugar. La luz del fuego era la única iluminación que existía en aquella cabaña llena de magia.

Otro chico de cabellos rojos se le acercó al rubio, se sentó a su lado y tenía algo en su mano.

—Mira, te traje esto. Pensé que podría gustarte—le dice el pelirrojo al rubio tendiéndole una caja de color rojo con un moño dorado.

El rubio, sorprendido, tomó la caja y en sus mejillas se pintó un leve sonrojo.

— ¿Qué es esto? —preguntó con curiosidad mientras quitaba el moño que amarraba la caja.

La abrió lentamente y sus ojos se iluminaron al ver que había unos bombones de chocolate dentro. No pudo evitar sonreír levemente mientras que su corazón comenzó a latir sin que pudiese controlarlo. Se sentía en una película romántica. ¿Romántica? ¿Romanticismo? Sacudió sus ideas.

—” ¿En qué demonios estoy pensando? Esto no es romántico. Es simplemente un detalle tonto y cursi. Él es sólo un amante y nada más…”—pensaba—O tal vez…”—miró la caja por un momento y volvió a sonreír—”Bueno, eso es lo que soy yo para él, porque, para mí, él es… el hombre perfecto. Hace tiempo que lo he aceptado, pero sé que él no me quiere”.

— ¿No te gustó? —preguntó inquietado, pero sin demostrarlo en su rostro, el pelirrojo al ver que no respondía.

El rubio dibujó una sonrisa traviesa en su rostro.

— ¿Qué pasó, mi buen amigo? ¿Nos pusimos románticos de pronto? —rio un poco con una expresión divertida en su rostro.

—Deja de jugar y dime si gasté dinero en vano o no—le respondió con algo de molestia y un poco de decepción.

—Sí—le respondió borrando todo rastro de diversión mientras acariciaba la caja—Me gustan los bombones de chocolate—sonrió con un leve sonrojo en su rostro—Como a casi todo el mundo—borró toda expresión y se puso de pie para dejar la caja sobre la mesa de cristal de la sala en la que estaban.

— ¿No comerás ninguno? —le preguntó el pelirrojo mirando las llamas sin expresión en su rostro, pero con interés por saber la respuesta.

—Luego. Ahora solamente quiero disfrutar el momento un poco. ¿No crees? —le dijo un poco juguetón sentándose a su lado y tratando de acercar lo más posible su cuerpo al del otro jovencito.

—Bueno, al menos, te gustó el obsequio—le dijo tratando de desviar las intenciones del rubio y sonriendo un poco, como en pocas ocasiones lo hacía.

El rubio rio un poco dándose cuenta.

—Oye, ¿qué sucede? Hoy estás muy extraño, y podría decir que estás muy dulce conmigo—sonreía de forma ladina notando la extraña actitud de su acompañante, pues él no era de tener esos detalles ni con su abuela— ¿Acaso te estás enamorando de mí? —le preguntó bromeando y riendo.

El pelirrojo lo miró directo a los ojos, haciendo que el rubio cesara su risa y se sonrojase un poco.

—Tal vez—respondió con seriedad pasando sus ojos por cada rincón del bello rostro del rubio.

El ojiazul se sonrojó aún más por la abrupta respuesta, por la seriedad con la que respondió el pelirrojo y porque jamás en la vida habría pensado que esas palabras saldrían de la boca de un chico tan psicópata, frío y sin corazón.

—Sasori…—susurró su nombre el rubio sin poder formular otra palabra más.

— ¿Qué? —preguntó el otro tratando de recibir una respuesta que le alegrara la vida de parte del rubio.

Esperó alrededor de un minuto. El otro jovencito de ojos azules desvió su mirada hacia las llamas que calentaban aún más su cara, la cual tenía una expresión pensativa, aunque, por dentro, también estaba enloqueciendo con la situación que se había formado. No sabía qué responder y deseaba que esto no fuese sólo una broma del pelirrojo.

—Deidara—lo llamó tratando de obtener una respuesta.

— ¿Sabes? No estoy para juegos, así que, si esto es una broma, más te vale parar ahora antes de que me enoje—le advirtió el rubio con una seriedad que le daba a entender que no era una simple amenaza.

Sasori esperó unos segundos antes de dar una respuesta. Se tomó unos cuantos segundos para pensar qué responder, pues no quería arruinar todo, pero… ¿qué era ese “todo”? ¿Una simple vida de amantes que había logrado conseguir tener con el rubio que lo había enloquecido desde el primer día que lo había visto?, porque eso era todo lo que había podido obtener, ni siquiera su amistad. El rubio era realmente muy duro de conquistar y había podido obtenerlo por el lado de la lujuria, ya que Deidara esa parte la llevaba sin control.

Por otro lado, Deidara quería que las palabras que había soltado el pelirrojo fueran ciertas, porque había estado esperando ese momento por mucho tiempo. Había obtenido que Sasori fuese su amante, lo cual no había sido muy difícil, pero no lograba ir mucho más allá por lo frío y distante que era. Jamás le había demostrado ningún sentimiento de ninguna clase y sólo podía notar su desinterés por casi todo, y en la lista de las cosas por las que sí mostraba algo de interés no estaba. De eso estaba completamente seguro.

Sasori no era bueno demostrando ningún sentimiento. No sabía cómo acercarse a la gente, aunque jamás le había importado acercarse a nadie y se había vuelto frío, sin corazón y bastante indiferente a los problemas, vidas y tristeza de los demás desde la muerte de sus padres cuando él había sido un niño de seis años. Aunque su abuela había hecho todo para que no creciera de esa forma, no había podido obtener nada, ya que su trauma era más fuerte.

— ¿Hay algún problema en lo que te dije? —preguntó el pelirrojo mirando el fuego sin ninguna expresión en su rostro.

—Quiero saber si es un juego o es real el hecho de que me dijiste que tal vez te estás enamorando de mí—dice con seriedad pasando a mirar el rostro hermoso de Sasori.

—Si fuese cierto, ¿tendrías algún problema con eso? ¿Dejaríamos de frecuentarnos y me ignorarías? —le preguntó tratando de despejar sus dudas.

Deidara comprendió de inmediato que no se trataba de ninguna broma. Estaba completamente feliz por dentro, pero trataba de que no se notase por fuera, aunque le era muy difícil y no pudo evitar que se le dibujase una sonrisa en el rostro.

—No, no haría eso—le respondió, a lo que el pelirrojo pasó a mirarlo con sorpresa.

— ¿Y por qué no? —preguntó con curiosidad.

Hacía un año entero que conocía a Sasori y seis meses que llevaban siendo amantes sin pensar ninguno de los dos que podría obtener algo del otro.

Por alguna razón, aunque se mantenía frío e indiferente ante el resto tanto como lo hacía ante el rubio, Sasori le había dado un trato especial desde el primer minuto en el que lo había visto, porque sabía que el rubio era alguien especial y en sus ojos hallaba sentimientos que creía enterrados en lo más profundo de su corazón. Era feliz desde el primer momento en el que había podido tener más cercanía, aunque hubiese sido de forma meramente física. Ya no estaba por la labor de esconder lo que sentía desde hacía unos días y venía teniendo pequeños detalles que esperaba que el rubio notase, pero el más vistoso había sido regalarle bombones, una clara señal de pretender algo más que sólo pasión.

Deidara estaba inseguro ante lo que pensaba hacer en respuesta a la pregunta de su hermoso pelirrojo, pero éste le había asegurado que no se trataba de ninguna broma, entonces… ¿por qué no podía moverse? ¿Por qué tenía una incertidumbre que no se calmaría hasta recibir una afirmación con todas las letras?

Como si Sasori pudiese leer sus pensamientos le dijo:

—Ya te he dicho que no es un juego…—llevó su mano donde estaba la del rubio para tomarla con una delicadeza que creía extinta en su ser.

El rubio se sorprendió. No podía creer lo que estaba pasando y no pudo evitar sonrojarse ante las acciones de Sasori.

—Deidara… Por más que suene increíble, que parezca irreal cómo un monstruo como yo, que parece no tenerle piedad a nadie y que solamente piensa en su propio beneficio… tenga un corazón—colocó su otra mano en la barbilla del rubio—, aunque parecía congelado y muerto, tú lograste derretir el hielo y resucitarlo…—acercó su rostro y apoyó su frente en la del otro jovencito, quien estaba sumamente sorprendido y con los ojos bien abiertos.

—S-Sasori…—tartamudeó su nombre.

— ¿Qué fue lo que me hiciste, Deidara…? —preguntó en susurro cerrando los ojos—Te has apoderado de todo mi ser y has irrumpido en mi interior como una enorme explosión que derribó los muros de mi soledad—abrió lentamente los ojos para encontrarse con unos hermosos ojos azules.

¿Qué era lo que sus oídos estaban oyendo? Era fabuloso y tan lindo, tan maravilloso que no deseaba que ese momento se acabara y deseaba estar toda la noche oyendo esas hermosas palabras de la boca del chico que le encantaba.

Sasori era unos cinco años mayor que el rubio, pero no le importaba estar con él, aunque eran cuidadosos de que Tsunade no los descubriera, ya que habría problemas si descubrían que Sasori frecuentaba a Deidara por ser menor de edad.

Solía saltarse la escuela algunos días para poder tener encuentros íntimos con el pelirrojo. Además, contaba con el apoyo de Hidan, quien lo cubría en la escuela y frente a Tsunade cuando llegaba una hora más tarde al orfanato diciendo que se había tenido que quedar castigado o haciendo actividades extraescolares.

— ¿Te vas a alejar de mí? —preguntó Sasori llevándose la mano de Deidara a su pecho.

—N-No…—tartamudeó en susurro estando hipnotizado en aquellos ojos café ceniza—Eres… hermoso—se mordió el labio inferior luego de decir eso involuntariamente, pues estaba totalmente hipnotizado por aquella belleza a la cual podría considerar un verdadero arte.

—Dei… —hizo sonrojar al rubio al decir el diminutivo de su nombre, el cual jamás había oído, y menos de sus labios— ¿Te quedarías conmigo por el resto de nuestras vidas? —preguntó con temor a la respuesta.

Por primera vez en tantos años, sentía miedo de nuevo, pero… ¿a qué? Obviamente, a recibir una negativa, pero también a lo que ello conllevaba: soledad. Le temía a sentir soledad de nuevo, porque, desde que había conocido al rubio, la había olvidado. No se sentía solo cuando estaba cerca de él y tampoco se sentía solo porque sabía que su amado Deidara simplemente existía.

— ¿Por qué querrías eso? —preguntó sin entender por qué el pelirrojo deseaba tenerlo en su vida por siempre.

Ahora veía que Sasori estaba enamorado, pero no sabía que podría llegar a desear que se quedara en su vida en vez de deshacerse de ese sentimiento, como sería lo normal en alguien como el pelirrojo.

—Porque… ya no tengo la fuerza necesaria para mantenerme alejado de ti y comienzo a necesitarte mucho más que para saciar mis deseos—le respondió acariciando su mejilla.

El corazón de Deidara latía cada vez más fuerte hasta el punto de llegar a pensar que se le saldría del pecho, aún más cuando Sasori llevó su dedo pulgar a sus labios y se los comenzó a acariciar.

Casi por inercia, el rubio puso una mano en la mejilla del pelirrojo y deshizo la escasa distancia que existía entre ellos para crear un beso que se sentía diferente de los infinitos besos que se habían dado en el pasado.

Era un beso suave, lento, más cálido y con una delicadeza que no creían existentes en ellos. Ambos lo notaron y sintieron una calidez en sus corazones que jamás habían sentido. ¿Era ese el calor del amor? Si así era, pues deseaban quemarse con él.

Qué dulces eran los labios de Sasori y qué cálidos eran los de Deidara. Ambos querían morir embriagados en aquella dulzura que se derramaba por aquel beso. No había otra cosa que desearan hacer, pero querían verse a los ojos con una mirada cómplice. Por ello se separaron unos escasos centímetros.

El pelirrojo miró esos ojos azules que se habían hecho cristalinos, que combinaban perfectamente con el rojo de sus mejillas. Era como estar viendo a un ángel.

Deidara se encontró con unos ojos café ceniza que lo atravesaban desde todas las direcciones sin poder protegerse. Era simplemente hermoso y pudo notar un leve sonrojo en las mejillas del pelirrojo, lo cual era una rareza difícil de ver, la cual había capturado para siempre en una imagen mental.

—Si ya… no tienes la fuerza para alejarte de mí, ¿eso quiere decir que no me podré deshacer de ti jamás? —preguntó a modo de broma el rubio dibujando una sonrisa divertida en su rostro.

—Jamás—le respondió con seriedad.

—Entonces, acepto—le dijo respondiendo a la propuesta de quedarse a su lado por el resto de sus vidas.

Sasori sonrió felizmente como nunca lo había hecho, pero sólo duró un segundo fugaz antes de besar de nuevo los rosados labios del rubio por un instante, ya que Deidara se separó para poder hablar.

—Bien. Ahora ya soy tu novio, ¿no? —dijo divertido.

—Sí, eres mi chico. Sólo mío—respondió rodeando la cintura de Deidara con sus brazos y pegándolo a su cuerpo.

—Oye, eres muy posesivo—dijo juguetón mientras se sentaba sobre las piernas del otro—Me encanta—rodeó su cuello con los brazos—También eres mío.

—Nunca te vayas…—le dijo a modo de súplica mirándolo a los ojos con la angustia marcada en su rostro.

El corazón de Deidara se enterneció y se estremeció ante la súplica sorpresiva.

—Jamás me iré… Tampoco te vayas nunca. No quiero perderte, porque he estado mucho tiempo deseando tenerte de esta forma y no soportaría que algo alguna vez nos separe—confesó sus temores el rubio sintiendo ganas de llorar.

—Eso nunca sucederá. Nunca me perderás y no siento que sea pronto para decir esto, porque estoy muy seguro…—suspiró—Quiero formar una familia contigo y ser todo para ti, porque tú eres todo para mí, rubio insoportable—le dijo para luego besar su mejilla.

—Eres todo para mí, titiritero maniático—rio levemente con unas lágrimas asomándose y se acercó a su oído—Quiero esa familia contigo también… Te amo.

—También te amo…—le susurró en su oído y dejó un beso en su cuello muy feliz de que el rubio también quisiera una familia con él.

Una gran mansión a media luz era testigo de una reunión importante entre dos hombres. Uno de ellos estaba sentado en una cómoda silla frente a su escritorio y el otro estaba parado frente a él. Ambos fuertes y uno más poderoso que el otro.

—Dime… ¿Qué descubriste? —preguntó el que estaba sentado en su escritorio.

—Hay una rata entre nosotros—le respondió el otro, el cual tenía los brazos y el rostro cubiertos de cicatrices.

—Entonces, hay que cazar a esa rata—dijo el pelinegro con una expresión seria.

—Estuvo dándonos información a nosotros y también al Uchiha—menciona el hombre de las cicatrices.

—Me imagino que la información que nos daba a nosotros era especialmente seleccionada por el señor Uchiha para que no lo descubriésemos y se ganara nuestra confianza—se puso de pie—Supongo que nuestra rata tendrá un accidente. ¿Te encargarás de eso? —preguntó con voz calma yendo hacia la ventana de aquella habitación.

—Sí, señor—le responde.

—Por cierto, no quiero esperar a ver las noticias para conocer el nombre de nuestro amigo traidor. ¿Quién es? —preguntó fingiendo desinterés.

—Sasori—le respondió.

El pelinegro sonrió y rio levemente.

—Me lo imaginé…—dijo y suspiró—Bueno, vete. Nuestro amigo está esperando al ángel de la muerte. Preséntaselo.

—Sí—le respondió antes de salir de aquel lugar.

Un joven de cabellos negros y ojos ónice estaba tumbado en su cama tratando de quedarse dormido, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder conciliar el sueño. Además, era de día y apenas eran las cuatro de la tarde. Jamás se había ido a dormir a esa hora, pero su cuerpo ya no resistía más el cansancio y su mente no le permitía relajarse.

Su teléfono sonó. Era una llamada. Tomó el teléfono, vio el remitente y atendió.

—Kisame—pronunció el nombre de quien lo solicitaba.

— ¿Estabas dormido? —preguntó al otro lado del teléfono.

—Lo intentaba—respondió soltando un suspiro y llevando su brazo a la frente— ¿Qué ocurre?

— ¿Recuerdas el amigo que aceptaste en nuestro grupo para que te proporcionara información sobre tu tío? —le preguntó en un tono que al pelinegro no le gustó, pues sabía que se venían malas noticias.

— ¿Qué pasa con él?

Tú le dabas información sobre ti mismo que pareciese relevante para que tu tío no sospechase de él y se ganara su confianza, además de la tuya al darte información también. Un doble agente básicamente—explicaba el peliazul.

—Ve al punto, Kisame. Me estás poniendo tenso—exigió impaciente.

Tu estúpido informante no le daba sólo la información que le ordenabas darle, sino que también le daba la que estaba prohibida darle y otras cosas más que se supone que tu amigo no sabía. No tengo idea de cómo consiguió información sobre algunas cosas que solamente tú y yo sabíamos—soltó todo con enfado.

Itachi se pasó la mano por toda la cara sintiendo que todo no podía ir peor, lo cual hizo que se alterara bastante y sintiese mucho enojo ante la noticia, pero, por fuera, mantenía su estampa pacífica y relajada.

— ¿Qué hacemos? —preguntó Kisame.

Itachi pensó un momento. No podía dejar que todo eso siguiese como estaba y debía tomar medidas drásticas.

—Kisame…—pronunció el nombre del peliazul casi en susurro—A veces, las personas salen de casa sin revisar los frenos de su automóvil, lo cual es malo, porque nunca sabes cuándo podrían dejar de funcionar. ¿No crees? —le dijo con voz calma.

Entendido. Has tomado la decisión correcta, Itachi. Pronto tendrás noticias—le dijo antes de colgar.

Itachi dejó su teléfono sobre la mesa de luz y se puso una almohada sobre la cara harto de toda la situación. Desearía llevar una vida normal, pacífica y ordinaria. Aunque tuviese que renunciar a toda su fortuna y a todo su prestigio, lo valdría por un poco de paz.

Aunque pareciese que no, todo estaba saliendo de acuerdo con su plan. Sabía que el sujeto que había infiltrado en los hombres de Obito lo traicionaría. Precisamente, eso era lo que estaba esperando.

De todas formas, ni siquiera Kisame sabía que toda la información proporcionada, la que había descubierto por su cuenta y las cosas que le había confiado al peliazul nada más, era toda información falsa. La real solamente estaba en su cabeza y en lugares que nadie sabía.

Si Obito pensaba que lo que le habían proporcionado era real, entonces, podría desviarlo del camino a descubrir sus verdaderos planes, ya que Obito creía que su sobrino deseaba destronarlo y convertirse en el líder de Akatsuki, arrebatarle el sueño de tener el control de Konoha y, en un futuro, de todo el País del Fuego y tal vez de todas las demás naciones.

En parte, era verdad. Itachi deseaba quitarle el liderazgo de Akatsuki, pero para acabar de limpiar la ciudad, y eso lo conseguiría fácilmente asustando a los líderes de las grandes mafias, como ya estaba haciendo desde que era miembro de Akatsuki. Una vez que su propósito se cumpliera, acabaría con Akatsuki, les dejaría el trabajo de justicieros a quienes eran los verdaderos encargados de ese trabajo y comenzaría a vivir una vida normal alejando los peligros a los que estaba sometiendo a su querido hermano y a él mismo.

Debía deshacerse del gran peligro para su hermano, Konoha y las grandes naciones, antes de hacer lo que deseaba hacer hacía mucho tiempo: contarle la verdad a Sasuke y aceptar lo que éste decidiera hacer luego de saberlo todo. Deseaba revelarle a Sasuke quién era el asesino de sus padres, darle su nombre y permitir que su hermano juzgara a esa persona, pero aún no. Todavía no podía revelar el nombre del asesino: Itachi Uchiha, su propio hermano mayor.

 

Notas finales:

Notas de autor: ¡Hola! Espero que te haya gustado. Sé que este capítulo no tiene nada que ver con la trama de SasuNaru, pero esta historia no va sólo de la pareja. También va sobre lo que hay de fondo tras el asesinato de Fugaku y Mikoto, sobre el clan Uchiha, y por eso el fanfic se llama “El clan”.

Bueno, si te ha gustado, no olvides dejar tu comentario y sigue la historia para que te avisen que he subido nuevo capítulo.

¡Nos vemos en el siguiente! ¡DATTEBAYO!


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