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Demons por RLangdon

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Un ruido ensordecedor le laceraba los oídos. Sentía los parpados pesados y el cuerpo rígido, entumecido. Tenía los labios resecos y la mente aturdida. Y cada vez que intentaba recordar cualquier cosa, el incesante martilleo mental se repetía hasta que Naruto se veía forzado a abandonar el intento.
 
Aquello era, sin duda alguna, como dar vueltas en un laberinto sin salida. Quizá se topara con algún espejismo que le proyectara una puerta falsa, la respuesta a sus interrogantes estaba cerca. Y sin embargo, cuando Naruto intentaba tocarla, cuando estaba cerca de rozarla con los dedos, desaparecía, sin más.
 
Alrededor no había nada, pero no estuvo seguro de estar solo, así que decidió forzarse otro poco. Lentamente separó los párpados, sus pupilas se dilataron por breves instantes. No hubo pinchazo, pero el dolor de sus muñecas lo obligó a levantarse de golpe para inspeccionarlas mejor. La improvisada alcoba se encontraba tal como había estado el primer día que Naruto llegó ahí. Sabía que, si se asomaba a la ventana, vería el sembradío a punto de marchitarse. Las hojas amarillentas estaban próximas a desprenderse de las raíces que las mantenían fijas en la tierra. Naruto hizo un esfuerzo más por salir de la cama, resintiendo hasta el mínimo movimiento de sus articulaciones.
 
Al estar de pie junto a la ventana, pudo mirarse mejor las muñecas. Casi al instante, perdió el aliento. Desde la coyuntura de las muñecas hasta el reverso del codo, había profundas cicatrices enmarcando su piel, unas más pequeñas que otras, pero todas denotaban el rojizo tono de irritación. Naruto recordaba vagamente haberse rascado mientras dormía.
 
Se preguntó al mirar por la ventana, si había sido él quien lo hizo. La respuesta fue casi instantánea.
 
Recorrió la hilera de cicatrices con la yema del dedo índice, sintiendo la aspereza y un leve ardor que se extendía por debajo de la maltratada dermis. Alzó de nuevo la mirada, adaptándose a la tibieza de los haces solares que se intensificaban con el paso de los minutos, reflejándose en su rostro como diminutas esferas de luz.
 
Naruto aspiró el aire exterior y cerró los ojos. Más allá del sembradío se encontraba la casa de Kakashi. Podría ir con él, pero... ¿realmente quería hacerlo, o era acaso la desesperación por ver a alguien la que lo motivaba a querer salir de su encierro?
 
Decidió bajar. Caminó resueltamente con la piyama aun puesta y los pies descalzos. No quiso detenerse a comer nada, tampoco se detuvo a mirar el calendario. La misma rutina venía repitiéndose por demasiado tiempo como para tropezar en los mismos errores de antaño. Por primera vez tomó la decisión de seguir sus impulsos, tal como Itachi le recomendara anteriormente.
 
No podía seguir siendo tan ignorante. Ahora comprendía mejor que quizá Itachi tuviera razón acerca de Jiraiya. Las primeras semanas le había pasado desapercibido pero actualmente no podía. No existía ningun motivo para creer que Ero Sennin volvería por él. Ni siquiera lo había llamado, sabía en donde estaba y aun así no iba a visitarlo, a decirle que todo estaba bien o, caso contrario, que surgió algún incidente y por ello no había tenido tiempo de informarle nada. Sin embargo era demasiado tiempo ya para que cualquier justificación fuera valida. La pregunta era si Orochimaru se había enterado de eso, puede que fuera igual de ignorante que Naruto, que tuviera la esperanza de volver a ver a su amigo y siguiera esperándolo. No había más razones para que el amigo de Jiraiya aun lo aceptara en su casa y continuara tratándolo como a un huésped, preparando sus alimentos y asegurándose de que llegara temprano a dormir. Porque Orochimaru estaba atento a sus acciones, siempre lo estaba. Al menos las últimas semanas lo había demostrado al estar pendiente de sus comidas y horas de llegada.
 
Era ridículo porque Naruto ni siquiera se aventuraba a ir más allá de la casa de Kakashi. Del lado opuesto del sembradío, solo había avanzado hasta el robusto roble que proyectaba una placentera sombra vespertina. Junto a ese árbol, Naruto había creído ver una casa, sus lagunas mentales fueron las responsables de ello. No existía tal cosa, así como tampoco debía existir el supuesto anciano que creyó ver. Todo lo había dejado en el pasado, junto a la necesidad de que alguien lo rescatara.
 
Finalmente la realidad lo azotaba con fuerza. No había nadie ahí para él. Estaba solo. Itachi y Kakashi podían brindarle compañía, atención y todo lo que un amante es capaz de otorgar. Pero no podían devolverle sus recuerdos, no se sincerarían con él, y tampoco esperaban que Naruto lo hiciera. Ellos no podían ayudarlo, y él no pensaba seguir insistiendo.
 
Abrió la puerta a medias y escuchó un ruido proveniente del segundo piso. Naruto se mantuvo inmóvil en su lugar, sosteniendo la puerta y agudizando más el oído. El débil gemido volvió a escucharse, tan claro como el suave graznido que resonó afuera de la casa. Entrecerrando los ojos, y sin ser capaz de creer en sus propios sentidos, salió y se adentró un poco en el maizal.
 
Decenas de voces murmuraban incansablemente dentro de su cabeza, todas diferentes pero todas ellas repitiendo lo mismo. Era como un mantra, un pedido que Naruto no podía identificar por más que se esforzara. Estaba consciente de que terminaría con dolor de cabeza si se tomaba la molestia de escucharlas. Alguna de ellas debía ser la de Kyuubi, seguramente le diría que era un inútil y que lo dejara tomar su lugar.
 
Jamás, se dijo Naruto al cruzar el último tramo de hojas secas.
 
El fuerte ladrido de un perro lo hizo sonreír ligeramente. El animal corrió en su dirección, y Naruto le palmeó la cabeza varias veces. Dándose cuenta después de que el resto de canes venían en su dirección, estaban todos menos uno.
 
La sonrisa se acentuó en los labios de Naruto al contemplar al mayor recargado en la vetusta puerta de su vivienda, sosteniendo un cilindro entre los dedos, permitiendo que la espiral de humo ascendiera sobre él.
 
-Hola- Naruto no resistió el impulso de correr hacia él para abrazarlo con todas sus fuerzas, siendo recibido al instante con la misma efusividad que él proclamaba. –Mentiría si te dijera que no te esperaba- vociferó Kakashi, hundiendo la colilla del cigarrillo en la tierra. Naruto lo miró fijamente, esperando el mismo reproche que le hiciera Itachi días antes. Estaba enterado de que ellos dos tenían cierta rivalidad pero no podía evitarlo. Los necesitaba a ambos.
 
-Vienes a estudiar historia o...- Kakashi le sostuvo la barbilla entre el dedo índice y pulgar, forzándolo a levantar aun más la mirada. -¿Prefieres fisonomía?- Naruto cerró los ojos cuando la inminente cercanía de los labios se hizo presente. Se perdió por breves segundos en la dulzura y aclamante lascivia que le proveía aquel lujurioso beso. Rodeó el cuello de Kakashi con ambos brazos y se sintió ser sujetado de la cintura con ansias desbordantes.
 
A tropezones, Kakashi lo condujo al interior del apartamento, pero Naruto logró apartarse a tiempo, momentos antes de prever las intenciones del joven por tumbarlo en el sofá. Un suspiro de frustración brotó de los labios de Kakashi.
 
Naruto se arrepintió por haberse dejado llevar de esa manera. Sentía que tenía algo que hacer ahí pero no recordaba que era, ni siquiera estaba seguro de saberlo antes. Era una simple corazonada la que lo había llevado a ese lugar. Ciertamente quería ver a Kakashi pero también había una duda al respecto ¿Qué era lo que no se atrevía a preguntar?
 
Y entonces lo recordó, con la misma rapidez con la que un relámpago atraviesa la inmensidad del cielo en medio de la llovizna. Lo supo al ver inconscientemente la cicatriz que recorría el párpado del mayor. Su corazón se desbocó y, Naruto dejó de respirar durante algunos segundos. Temeroso de preguntar, se dejóo caer en el sofá y juntó ambas manos sobre las rodillas.
 
-Veo que me he apresurado- comentó Kakashi, sin desear disculparse por ello. No se arrepentía, aunque parecía que Naruto si.
 
-No es eso- negó rápidamente, y exhaló profundo, como si tratara de convencerse de lo que iba a decir después. –Sensei- el aludido lo observó con detenimiento. -¿Quién te hizo esa cicatriz?- Naruto pasó saliva con pesadez al terminar la oración. No sabía si aquello había sido un sueño o no pero si estaba seguro de querer averiguarlo cuanto antes. No podía seguirlo prolongando.
 
La pérfida sonrisa de Kakashi, le dio a entender que ya esperaba que se lo preguntara, y que, posiblemente, creía que se había tardado en hacerlo.
 
-¿Realmente necesitas saberlo?
 
Naruto dudó en responder. Kakashi no había dicho "quieres" sino "necesitas" y la verdad era que Naruto no necesitaba saberlo. Si había sido él, no lo recordaba y era muy improbable que lo hiciera si Kakashi se lo confirmaba, solo terminaría odiándose más, pero, por otro lado, era algo que quería saber, al menos esa pregunta quería que la respondiera. Por eso no pensó en responder esta vez.
 
-Si.
 
Sin estar convencido de la escueta respuesta, Kakashi se sentó a su lado. El cuerpo de Naruto se estremeció cuando el mayor le deslizó la mano por la rodilla, dejándola reposar ahí.
 
-Te responderé si me dices que son esas cicatrices en tus muñecas- farfulló.
 
Los labios de Naruto se curvearon ligeramente hacia abajo, un bosquejo de tristeza e incertidumbre. No lo sabía, quería saberlo pero le dolía recordar. No era algo que él controlara, simplemente no podía hacerlo, de lo contrario, no estaría en ese lio.
 
-Yo...no lo sé.
 
-No lo sabes... ¿o no me lo quieres decir?
 
-Supongo que yo las hice- respondió Naruto con mayor firmeza. Si quería obtener esa respuesta, tenía que demostrar seguridad, tanto en lo que decía como en lo que cuestionaba. Después de todo, Kakashi ya estaba al tanto de sus problemas psicológicos, al menos parecía intuirlo.
 
Por un momento, esperó oír algún tipo de reclamo, quizá que Kakashi lo reprendiera por semejante estupidez. Sin embargo y contra todo pronóstico, no dijo nada. Se quedó en silencio, mirándolo con atención, como si fuera de lo más interesante y, después, soltó la respuesta.
 
-Fue un accidente- aclaró Kakashi. –Sabes que no se debe conducir estando ebrio, ¿no?- un tanto confundido por el evidente sarcasmo, Naruto asintió, esperando que Kakashi le contara un poco más al respecto, sintió un alivio irreal invadirlo de lleno. Naruto sonrió conforme con la respuesta, sobre todo por saber que no estaba implicado.
 
¡Por supuesto que no lo estaba!, aquello era una locura. Ni siquiera conocía a Kakashi hasta después que el viejo lo llevo ahí. El alivio resplandeció mediante una suave risa.
 
-Gracias, Sensei- Naruto lo abrazó al levantarse. No recibió correspondencia inmediata pero si un firme beso en los labios que lo tomó desprevenido. –Ah, ¿y Pakkun? 
 
Ante la nueva pregunta, Kakashi vaciló. Tras un minuto de silencio, Naruto creyó que no le respondería. De todos modos tendría que ir regresando a merendar. Caminó hasta la puerta y el suave susurro lo detuvo.
 
-Murió.
 
-¿Murió?- Naruto parpadeó estático desde el alfeizar de la puerta. No se atrevió a mirar a Kakashi, un vago temor lo inundó repentinamente, había sido una imprudencia preguntar, pero por otro lado no comprendía aquello.
 
-Lo veré más tarde- sin animarse a cuestionar nada mas, Naruto hizo una sutil reverencia, se dio la vuelta y corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron.
 
Otra vez oyó voces, pero esta vez si podía identificarlas, eran nítidas, claras.
 
"No te atrevas a odiarte por esto, renacuajo"
 
Jiraiya. La voz fue tan clara y cercana que Naruto frenó su carrera. Un grito de dolor se atascó en su garganta segundos después de recibir el terrible pinchazo. En esta ocasión no fue en el brazo. Naruto renqueó hasta donde la hierba se encontraba al nivel del suelo. Se sentó sobre la húmeda tierra y se ladeó con cuidado el pie. Hilos de sangre resbalaron hasta impregnar la hierba de un tono carmesí y oscuro. Naruto cerró los dedos índice y pulgar sobre la punta de la gruesa espina y la fue retirando lo más despacio que le fue posible, maldiciéndose una y otra vez por no haberse puesto los zapatos. Su rostro se relajó inmediatamente al tener la espina en sus manos, no debía medir más de tres centímetros pero era indispensable desinfectar la herida, por mas insignificante que esta fuera.
 
Renqueó el tramo faltante, centrando la mirada únicamente en su pierna, levantándola de vez en cuando de la tela del pantalón para evitar pisar completamente. El recorrido debió durar el triple de tiempo, pero Naruto no lo resintió tanto como el dolor que se propagaba por la planta de su pie. Las voces habían desaparecido por fin. Se detuvo frente a la puerta y reprimió un gesto de dolor al pisar una diminuta piedrecilla.
 
Entró a la casa y miró en derredor. Orochimaru nunca estaba por las mañanas así que no se molestó en llamarlo. Tenía que buscar el botiquín de primeros auxilios. Subir le tomó más tiempo del que pensaba pero, una vez tuvo el botiquín en sus manos, Naruto se dispuso a atender la herida. Se sentó a la orilla de la cama y humedeció un trozo de algodón con alcohol, después enroscó una de sus playeras para posteriormente morderla, mientras tanto deslizaba con delicadeza el algodón sobre la irritada piel rojiza
 
Nuevamente creyó oír algo fuera. Dejó a un lado el botiquín y salió renqueando de la recamara. Tan solo siete metros lo separaban de aquella habitación. Naruto entornó la mirada, repitiéndose que seria estúpido seguir sus impulsos esta vez, su mente le estaba haciendo una mala jugada, y él, como todo buen idiota, quería descubrirla, aun si las consecuencias eran mayores.
 
Arrastró el pie lastimado con mucho cuidado, apoyando una mano contra la pared a medida que avanzaba por el pasillo. Casi lamentó que Orochimaru no estuviera presente para reprenderlo y dejarle en claro cuál era su lugar en la casa. Las reglas por encima de la curiosidad.
 
Se detuvo a medio pasillo para verificar el repentino ardor en sus muñecas. Casi cae de espaldas al girar el brazo. Nada, no había cicatrices, pero si las marcas de cuerdas.
 
No es real, se dijo para tranquilizarse. Un pinchazo subsiguió al primero. Resintió el dolor y se sujetó el hombro, dejando de sostenerse de la pared pero sin querer renunciar a su recorrido.
 
El quedo gemido se repitió de nuevo. Las piernas de Naruto fallaron al hallarse a solo un metro de la puerta. Cayó de bruces en la madera, de pronto el cuerpo no le respondía, de repente no sentía nada...
 
Siguió arrastrándose, usando esta vez los dedos como apoyo, hincándolos en las ranuras de las tablas e impulsándose con las piernas, cuidando de no apoyar demasiado el pie izquierdo.
 
La luz del interior de la recámaraara que se filtraba por debajo de la puerta, lo cegó momentáneamente. Naruto inhaló profundo, el gemido se repitió. Su cuerpo se estremeció.
 
Empujó la puerta, estaba abierta...
 
Imposibilitado para levantarse, Naruto se apoyó sobre los codos y levantó la mirada. Su cuerpo se paralizó al instante, su semblante se desencajó al verse a sí mismo atado de manos en la cabecera de la cama.
 
Sus piernas temblaban. Naruto sintió las lagrimyas calientes correrle por el rostro pero no se atrevió a apartar la mirada por temor a que todo se desvaneciera de nuevo.
 
-Duele- musitaba el cuerpo sobre la cama. De pronto Naruto vio una silueta mas, una sombra que no debería estar ahí. Se impulsó por completo para arrodillarse, atento a lo que el individuo hacía.
 
-Será rápido, Naruto-kun- la jeringuilla se hundió en su brazo momentos después de la advertencia. –Solo una más.
 
Naruto dejó de mirar la escena, experimentando el mismo pinchazo que tantas veces atrás había resentido. Se apartó la manga y vio el diminuto punto rojizo debajo de su hombro. Los irises ámbar parecían inyectados en sangre bajo el reflector de la mortecina lámpara.
 
Los labios de Naruto se movieron, pero no logró articular nada. Viró el cuerpo, sin saber si había sido visto o no, sin estar consciente de ser él o alguien más. No era posible que él estuviera en dos lugares a la vez, pero su mente se había desconectado para intentar hilar la mínima coherencia al respecto.
 
Avanzó tambaleante hasta el barandal, donde se sostuvo con pesadez. Permaneció ahí unos minutos, rogándole a su cuerpo reaccionar pronto. La sensación de estar sedado desapareció poco después, permitiéndole a Naruto bajar uno a uno los peldaños.
 
"Un poco más" se decía cuando sentía que el cuerpo le fallaba, que las piernas flaqueaban y que todo en derredor se volvía borroso. Cuando finalmente estuvo en la puerta, tenía en claro lo que haría, el lugar al que iría.
 
Pero todo eso desapareció cuando Naruto vio frente a él la inmensa arboleda. Cientos de arboles se extendían alrededor de la casa. Árboles, arbustos, hierba, matorrales. Su mirada perpleja denotó más curiosidad que miedo. Donde antes había estado un maizal marchito, ahora yacía una vegetación totalmente diferente.
 
Pronto se dio cuenta de donde estaba, y aquel era el lugar en el que había estado desde el comienzo. No se trataba de una granja, y el paisaje que reinaba no era el del sembradío, sino un bosque.
 
Estaba en Konoha...
 

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