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Demons por RLangdon

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Tenía la boca reseca. Una especie de estertor entrecortado le subía por la garganta, con gusto a medicina y a...

La retina de sus ojos se contrajo cuando Naruto encontró nombre para el sabor agridulce esparcido en sus papilas gustativas. El dulce se debía a la miel. Era miel de colmena, la misma que había estado comiendo todos los días desde su llegada a ese lugar. En veces acompañada de panqueques, otras tantas en licuados. Pero el sabor siempre le pasó desapercibido, jamás notó una diferencia en el sabor dulzón que le impregnaba la boca...hasta ese instante.

La respiración se le entrecortaba por momentos. Las piernas le temblaban, amenazando con hacerlo caer. Fue por eso que se sujetó del frondoso abeto a sus espaldas, con una mano cubriéndose la boca y la otra fija en los vetustos pliegues que se expandían a lo largo del viejo árbol cuyas raíces enmohecidas se le enredaban en los pies. Naruto hizo un esfuerzo por no gritar para evitar delatarse. No estaba a salvo, nunca lo estuvo. Sin embargo su mente se rehusó a afrontar la realidad, todo el tiempo limitándose a evadirla, a fingir que todo estaba bien cuando claramente no lo estaba.

Había tantas señales, tantas respuestas. La mayoría surgidas desde su primera irrupción a una de las recamaras que tenía prohibidas. Lo supo al encontrarse con aquel polvoriento diario. Las imágenes lo azotaron tal como las decenas de espinas se incrustaban en su rostro a medida que Naruto se abría paso entre los altos matorrales.

Fue entonces que comprendió por qué su mente se rehusaba a rememorar los sucesos. Los mantenía sellados en su memoria, bloqueados tras la oscuridad de la ignorancia. Tal vez porque era demasiado para ser soportado por él, quizá su mente se habría fragmentado de haberlo recordado antes. Y quizá, Naruto no estaría ahí en ese momento, sino muerto. Pero ¿no lo estaba ya?...

Esa mañana era particularmente fría y gris. Ante sus ojos, no había objeto alguno que brillara, cualquiera que fuera su naturaleza. Parecía que una neblina se cerniera sobre sus ojos, impidiéndole disfrutar de la armonía y comodidad que le brindaría a un individuo el hallarse sentado en medio de tanta arboleda. Una fuente borboteaba gruesas cascadas de agua a pocos metros de donde se encontraba él. Naruto había acudido una sola vez a mirar lo que tan celosamente ocultaba la pieza de marmolina. Se trataban de pequeñas tortugas, todas ellas nadando en círculos, tal como él se sentía ahí dentro. No importaba el rumbo que Naruto tomara, siempre terminaría su recorrido en un perfecto circulo porque, no había escapatoria.

El centro estaba rigurosamente custodiado, cada eje y cada esquina gozaba de su propio vigilante. Algunos terminarían cabeceando pero gradualmente volverían a estar alertas, sin darle tiempo a escapar, sin brindarle a él la más mínima posibilidad de escape.

Ese día no iba a ser diferente, se dijo al levantarse de la fría banca de metal, impregnada con el sutil rocío de la mañana. El silencio en la institución resultaba en veces reconfortante, en veces perturbador. En ese momento a Naruto se le antojó mas como lo segundo. No había niños corriendo esta vez, no era día de visitas, los pacientes esperarían a lo sumo dos horas en el patio, posteriormente regresarían a la merienda, tras una buena dosis de píldoras muy bien disfrazadas, los enviarían a descansar un rato. A Naruto le sorprendía la capacidad que tenían algunos pacientes para identificar la más inverosímil anomalía en los alimentos. El mismo había aprendido gracias a otro de los pacientes cuyo nombre no recordaba. Ahí era mejor ser indiferente con todos o terminabas enloqueciendo junto a ellos. Había oído varias historias desde su llegada, pero ninguna tan angustiante como la suya. Estaba consciente de la muerte de sus padres, pero cuando se supo vinculado a ello, su mente se desconectó de la realidad. Dejándolo a merced de desconocidos que decían querer ayudarle.

Naruto había aprendido a identificar el sabor amargo de las comidas, adjudicándolo con los medicamentos. En ocasiones las píldoras no se disolvían bien dentro del vaso de jugo, otras tantas prefería ignorar el hecho debido al hambre. Pero ese día, decidió que no comería nada. Ya estaba cansado de estar todo el tiempo ausente, desconectado de los sucesos a su alrededor, era una persona, no un zombie. Tenía derecho a estar al tanto de lo que sucedía, a experimentar por cuenta propia lo que le deparaba cada sesión con los médicos, cada conversación nimia cuya finalidad retornaba a su pasado. Necesitaba saber, quería curarse. Por vez primera sintió enormes deseos de recuperarse.

Por eso, cuando recibió la bandeja con los alimentos del día, se aisló del resto para fingir que comía. Cuando en realidad, vertió el jugo de naranja detrás de una de las macetas con helechos. Tuvo que desmoronar el pan en pequeños trozos y dárselo a las palomas que recién bajaban al suelo en busca de alimento. Con la carne fue más complicado pero optó por botarlo dentro del cubo de basura al estar fuera de la vista de sus cuidadores. Al terminar, devolvió la bandeja limpia, se unió al grupo de "zombies" que circulaban por el patio, errantes, sin rumbo aparente que no fueran sus habitaciones. Esas pequeñas secciones que apenas contaban con una cama individual, un buró, y un baño.

A Naruto no le había sentado muy bien la estrechez de su recamara. Los primeros días durante la noche, sentía que se asfixiaba, había experimentado un terrible ataque de claustrofobia. Cuanto y más al mirar las ventanas cubiertas con barrotes. Le habían cambiado las cintas de las zapatillas deportivas por trozos de plástico. Según Jiraiya, era por su propio bien. Al menos veinte casos de suicidio se habían suscitado dentro de la institución. De ahí también derivaba la ausencia de cristales. Naruto había soportado la rutina en la que lo habían sumergido por aproximadamente dos meses, a partir de la décima semana, dejó de contar los días, viendo lejanas sus probabilidades por salir de ahí. Ansiaba salir, respirar el aire fresco y no el mismo aroma de rocío y tierra mojada por las mañanas, le urgía sentirse libre. Libre y lejos de todo.

Pero eso no iba a pasar. Estaba consciente de ello.

No tuvo prisa en volver a su recámara pero quizá fuera ese su fatídico error, el que modificaría su usual rutina, el que terminaría por flaquear con su estabilidad mental, el que lo arrastraría al borde de un abismo tan oscuro como la presencia que se alojaba dentro de él.

-Naruto, necesito que me acompañes un momento- la voz de Jiraiya sonó lejana, pero Naruto la diferenció muy bien en medio del desolado pasillo. Frenó sus pasos, sintiéndose extraño. De repente una diminuta chispa de esperanza se encendía en algún sitio de su racionalidad efímera. Jiraiya era el único en quien confiaba, el que le decía las cosas sin miramientos, pero procurando no herirlo demasiado. Fue él quien le aclaró que una personalidad ajena a Naruto (pero que formaba parte de sí mismo) había acabado con la vida de sus padres. Naruto tenía consciencia de la existencia de Kyuubi pero solo le había confiado ese secreto a Jiraiya. Al viejo pervertido que solía llevar revistas de extraña índole consigo, argumentando que un poco de placer matutino no le hacía mal a nadie. Naruto le había tomado simpatía rápidamente, quizá porque fue el único medico que no lo juzgó desde su llegada, porque mas allá de diagnosticarlo y medicarlo, procuró entablar una amistad con él, una sincera, franca y sin favoritismos de por medio. Jiraiya seguía al pie con las estrictas normas del hospital, pero, de vez en cuando, le comentaba a Naruto situaciones de relevancia. Cosas tales como las horas en las que el patio se encontraba vacío, desprovisto de guardias en el interior pero no en el exterior. Naruto podría salir a caminar si así lo quería, pero no podría escaparse aunque lo quisiera.

Aun así, le reconfortaba tener actividades por realizar que no siguieran ninguna clase de lineamiento. Fue Jiraiya también quien le comentó sobre el reciente interés de un joven que tenía parentesco con uno de los pacientes. Un familiar suyo se había suicidado hace poco, y él había tenido que presentarse para firmar las cartas que deslindaban al hospital por el fatídico hecho. Sasuke Uchiha no se encontraba catalogado en los casos simples que incluían ausencias o lagunas mentales, no padecía de trastornos de personalidad o episodios de paranoia. No, Sasuke Uchiha era un sociópata que se había perdido dentro de sí mismo.

Hasta que no lo soportó más, le había dicho Jiraiya. El recluido muchacho había reunido las medicaciones de dos semanas enteras. Un coctel mortífero que había consumido llegada la madrugada del sábado.

Ningún familiar más se presentó, solamente su hermano. Un joven extraño, reservado y amable. Pero destrozado por la pérdida de ese ser querido. Fue en una de las visitas que Itachi Uchiha hizo al hospital que, Jiraiya se lo dijo. El susodicho Uchiha pretendía recoger el resto de pertenencias de su hermano menor, en una de esas incidencias se topó accidentalmente con Naruto, fue un día en el que a Naruto no le importó consumir los alimentos debido al hambre, en el que supo de antemano que vagaría errante como un zombie, o en el mejor de los casos, dormiría hasta entrado el amanecer. Por ello no se dio por aludido, por ello lo ignoró y siguió de largo. Pero Jiraiya no lo hizo, él le comentó a Itachi que Naruto era otro paciente más, pero eso no detuvo la curiosidad de Itachi, por el contrario. Dijo querer conocerlo, querer dialogar con él.

Un encuentro fortuito llevo a otro, y para cuando Naruto quiso darse cuenta, Itachi ya formaba parte de su estilo de vida. Ese apuesto muchacho quería evitar que él cometiera un error tal como hizo su hermano. Quería, salvarlo de sí mismo.

Y a Naruto no le molestaba escucharlo. Tampoco le irritaban sus consejos, Itachi era diferente a los médicos que pretendían seguir un protocolo, Itachi realmente quería ayudarlo. Fue irremediable quererlo, fue inevitable quedar prendado de él, así como también lo fue guardar sus distancias.

-Por favor siéntate.

Naruto acató el pedido, cada vez más confundido por la seriedad impresa en el rostro demacrado de Jiraiya. El viejo pervertido solía ser espontáneo con él, bromeaba de vez en cuando para sacarle una sonrisa, aunque esta fuera forzada. Pero en ese momento, en ese preciso instante, no había alegría de ningún tipo en sus labios rígidos. Naruto se removió inquieto en el banquillo, sintiéndose de pronto cautivo, como en una de esas "entrevistas" que le hacían los médicos para determinar su avance o retroceso en el ámbito psicológico.

-Así que, Naruto-kun- la voz a sus espaldas lo obligó a girarse en redondo. Pronto Naruto estuvo bajo el atento escrutinio de un hombre de edad madura que, pese a su edad, no presentaba evidentes signos de adultez, no como Jiraiya. El largo cabello oscuro le caía sobre los hombros como en una discreta cascada. Sus penetrantes ojos ambarinos se posaron en los de él, esperando alguna reacción a cambio. A Naruto le costó un poco dar por sentada la sexualidad de aquel hombre, lo hizo gracias a sus toscas facciones y a que el maquillaje en su rostro, lejos de aminorar sus rasgos, parecía resaltarlos aun más.

Por instinto, retrocedió, enfrentando esta vez la mirada de Jiraiya, esperando una explicación a cambio, misma que no tardó en llegar.

-El es Orochimaru, un antiguo amigo mío.

-Mucho gusto- siseó el aludido, su voz no denotó enfado a pesar de haber sido ignorado. Naruto se forzó a estrecharle la mano, sintió su piel áspera al tacto, como...

"Como una serpiente"

-He visto tu expediente- espetó Orochimaru, ampliando la sonrisa. Naruto contuvo la respiración al escucharlo, el golpe de absoluta traición a su secreto lo hirió peor que una daga. Inmediatamente se volvió hacia Jiraiya, quien, circunspecto, le sostenía la mirada.

-Se lo dijo- murmuró, apretando los puños. Como si se diera cuenta de su error, Orochimaru borró la sonrisa de sus labios, sustituyéndola por un gesto más formal y distante. –Le dijo de...

-En efecto- sentenció Jiraiya, abriendo la gaveta del escritorio para extraer una carpeta. –Él lo sabe. Pero es un médico, tiene experiencia Naruto, solo quiere ayudarte.

¿Cuántas veces no había oído eso Naruto?, todos querían ayudarlo, supuestamente todos querían. Pero hasta el momento el único que lo estaba ayudando realmente era Itachi.

-Cree que si te administramos cierto tipo de medicamentos, lograremos controlar...

-¡No!- lo interrumpió Naruto, dando un golpe seco sobre el escritorio con el puño, conteniendo la furia en sus facciones. No entendía porque ahora Jiraiya se contradecía a sí mismo de esa manera. Él, que le había pedido no ingerir todos los medicamentos por temor a un recaída, él que le pidió paciencia para que las cosas mejoraran, y al final terminaba entregándolo a un médico más, deslindándose de sus responsabilidades para con él. Como si fuera un...

-¿Estorbo?- preguntó Orochimaru, dando un paso en dirección a la puerta. Jiraiya lo detuvo con un gesto de mano, instándolo a que se quedara en lo que pretendía ser un arrebato meramente emocional del adolescente. Orochimaru accedió, tomando asiento a la distancia, observando fijamente las cálidas lágrimas en las mejillas de Naruto, ansiando poder lamerlas...

Lo cierto era que no se trataba de la primera vez que lo veía. Había estado al pendiente del muchacho desde hacía un mes completo. Siempre oculto tras el oscuro vitral que simulaba parte de uno de los muros, y que en realidad lo era, al encender las luces, pero al apagarlas, se podía vislumbrar claramente la luminiscencia proveniente de la antecámara conectada a ella. El siempre analizaba la conducta de Naruto, sus conversaciones fluidas y cargadas de entusiasmo cuando no ingería píldora alguna. Lo oía hablar sobre sus paseos vespertinos junto a un tal Itachi. Si Orochimaru hubiera sabido de quien se trataba, habría actuado mucho más rápido y sin contemplación alguna. Pero esas cosas llevaban su tiempo, y tal como a él le costó ocultar su reputación como médico, así como los decesos que se le adjudicaban, (empleando algunas intervenciones medicas en su rostro), también le tomó tiempo convencer a Jiraiya de los nuevos fármacos a su alcance, y los cuales, inhibían la presencia de episodios tales como los que presentaba Naruto.

Si, el chico parecía sano, pero no lo estaba. Jiraiya se lo había dicho en una de sus tantas conversaciones pasadas. Naruto solía alterarse durante el sueño, en veces despertaba a los pacientes de los cuartos aledaños, parecía perder el sentido de la realidad llegada cierta hora en específico. Entonces su segunda personalidad salía a la luz. Era cuando lo ataban de pies y manos a la cama para contener cualquier intento de ataque. Hasta ese momento, él no había presenciado ningún cuadro psicótico ni de cualquier otra índole. Pero sabía que tarde o temprano sucedería, tenía que acelerar un poco las cosas. Cuando lo hiciera, la segunda personalidad de Naruto saldría nuevamente a la luz.

Eran ese tipo de pacientes los que le interesaban a Orochimaru. Los que parecían mas vulnerables, pero ocultaban en su interior un poder fuera de la comprensión médica, un poder con el que quería experimentar, uno que lo cautivaba y del cual añoraba tener más conocimiento.

Esperó paciente desde su lugar, vislumbrando el altercado que se estaba llevando a cabo. Naruto espetaba algo referente a un secreto que no existía más, mientras que Jiraiya sostenía que lo había hecho por su bienestar. Realmente, a Orochimaru no le importaba de qué iba la discusión.

Extrajo la diminuta caja metálica de su pantalón y golpeó un par de veces el líquido dentro de la ampolleta. Lo sorbió con ayuda de una jeringa, no más de tres milímetros, se cercioró de que fuera la cantidad apropiada, la buena dosis de adrenalina que necesitaba el alter ego de Naruto.

Se encaminó hacia él con movimientos metódicos. Jiraiya asintió detrás del escritorio, sin prever el engaño, sin estar consciente de que el medicamento ni siquiera tenía patente, de que solo se trataba de un experimento más en su repertorio. Enfrascado en la conversación, Naruto no vio llegar el pinchazo hasta que la aguja le perforó la piel del hombro.

Sintió el líquido traspasando la dermis, acompañado de un ardor que lo inmovilizó por varios segundos. Jiraiya se levantó sumamente exaltado, perplejo al ver como el cuerpo de Naruto caía de bruces sobre el escritorio, inerte y después presentando ligeros movimientos esporádicos.

-¡¿Qué hiciste?!- exclamó alterado, arrebatándole a Orochimaru la jeringa de las manos. Miró a Naruto y se llevó las manos al rostro, suponiendo lo peor.

- ¡¿Qué diablos has hecho?!

-Qué extraño- musitó Orochimaru, mas para sí mismo que para Jiraiya, esperaba cualquier reacción menos esa. Creyó que algún arrebato de ira se apoderaría de Naruto. Pero los sucesos no transcurrieron así.

Fue hasta que Jiraiya se disponía a efectuar una llamada, que Naruto volvió en sí. Lo hizo lentamente y con la mirada pérdida, costaba creer que estuviera despierto, sus irises estaban ligeramente contraídos y los labios fuertemente apretados, sus caninos sobresalían un poco mas debido al exceso de fuerza aplicada en las comisuras de sus labios. Parecían diminutos colmillos, como los de un lobo, o algún otro animal salvaje.

"Un zorro"- pensó Orochimaru después de reparar en el movimiento astuto de Naruto para tomar el abrecartas del escritorio. Inmediatamente, Orochimaru se refugió en el interior de la antecámara, presenciando poco después como el filoso objeto se introducía de un solo golpe en la garganta del viejo, abriendo una firme herida horizontal. La sangre se esparció sobre el pecho de Jiraiya, a través de suaves gorgoteos. Se tambaleó aun con el teléfono en las manos, los ojos fijos en el techo y una expresión de clara incertidumbre por el inesperado suceso. Tras un par de convulsiones, palabras inarticuladas y un sutil gorjeo, el cuerpo de Jiraiya dejó de moverse. La bocina del teléfono cayó con un golpe sordo. Del otro lado de la línea, una voz aguda preguntó.

-Seguridad, ¿en qué puedo ayudarle?

Orochimaru se relamió los labios, sintiendo la emoción correr por su sangre. Vio a Naruto empuñar de nueva cuenta el abrecartas, sus ojos empezaban a desprenderse de aquella bruma a la que había sido inducido, aun así el chico no logró hablar, sintió un poderoso mareo momentos antes de desplomarse junto al cadáver.

-Ero...Sennin- jadeó entrecortado, las lágrimasas le corrían libremente por el rostro. En ese momento, oyó un sonido junto al escritorio. Orochimaru colgó de vuelta la bocina en su lugar, rodeó el cuerpo inerte de Jiraiya como si se tratara de basura. Sacó la soga que reposaba detrás de su cinto y se aseguró de atar bien a Naruto para evitar exponerse demasiado en caso de que Naruto sufriera otro episodio de esa índole.

Horas más tarde, Naruto despertaría en el interior de un vehículo en movimiento, su mente bloquearía los acontecimientos y cuando el vehículo se detuviera, él no repararía en las cuerdas que mantenían sus muñecas y piernas fijas, tampoco distinguiría el rostro viperino de quien abriera la portezuela trasera del vehículo. Tan solo lo vería a él, a Jiraiya, recitándole palabras de aliento como solía hacer. Repitiéndole incesantemente que todo estaría bien, que solo permanecería algunos días alojado en la casa de un amigo.

Naruto sonreía para apaciguar el dolor incomprensible, giraba sobre su propio eje, con los brazos extendidos, diciéndose que pronto esa sensación de libertad le pertenecería para...siempre.

-¡Naruto-kun!

Naruto dejó de temblar al oír el llamado. Se apoyó contra el árbol y descendió el cuerpo hasta los arbustos, esperando quedar oculto a la vista de Orochimaru. Lo oía cerca, demasiado. El crujir de las hojas evidenciaban su ubicación exacta. Naruto sollozó contra su palma, se miró el pie herido, agradeciendo ese hecho en particular. De no haber sido por la espina que se había incrustado esa misma mañana en que no tomó la merienda, no habría podido salir de la ensoñación que los fármacos le producían. Habría continuado viviendo una falacia, cual ignorante. El dolor lo había hecho despertar en aquel cuarto (donde había estado encerrado todo este tiempo) se había visto a si mismo en la cama, y había conseguido escapar.

No temió mirar sus muñecas esta vez. Y tal como lo supuso, no había cortes en ellas, pero si marcas de las cuerdas. Se acarició la curvatura del hombro, suponiendo que Orochimaru se había limitado a esa parte de su cuerpo para las inyecciones. Había elegido esa zona en específico porque sabía que Naruto no repararía en los diminutos puntos rojizos, prueba fehaciente de la introducción de calmantes.

-Itachi- Naruto apretó con fuerza los párpados, deseando por primera vez estar en el hospital, al menos allí tenía a Itachi, él lo protegía.

-¿Te gusta, Naruto?- aun podía recordar con nitidez la sonrisa leve en los labios del mayor al anudarle el dije. Naruto había sonreído al acariciar el genuino brillo procedente de la imagen de un cuervo de plata. Itachi le había comentado una vez lo mucho que le gustaban los cuervos. Por eso lo había estado vinculando con uno todo el tiempo, por eso...

"Por eso creí haberlo visto"

Pero entonces surgió otra duda. Una que lo inmovilizó en el momento exacto en que una mano le apretó el hombro para llamar su atención. Naruto se petrificó, palideció al instante, sabiendo que no podría correr más, lo había estado haciendo por más de una hora, aun con el pie herido, la maleza lo ocultaba pero a la vez le revelaba secretos que había ignorado hasta ese momento.

No hubo grito, en su lugar, Naruto sintió un reconfortante alivio al verlo a él ahí, justamente en él estaba pensando.

Alzó la mirada hacia el rostro de Kakashi, pero este último, de cuclillas junto a él, le hizo una muda seña con el dedo para que guardara silencio. Naruto pestañeó confundido al verlo usando aquel pulcro uniforme que nada tenía que ver con los atuendos casuales que vestía Kakashi anteriormente.

Vio la brillante placa pendiendo de su pecho. Entonces lo comprendió.

Kakashi era un oficial.


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