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Juntos y Perfectos (Drarry) por LalaDigon

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Harry cae al piso de rodillas con un grito largo y quebradizo. Le habían dicho que dolería, pero eso no tenía comparación. 

Ron, harto y agotado; con el corazón roto y la furia aún ardiendo en su interior, no puede contenerse. Sus piernas avanzan solas y en pos de su hermano. ¡¿Cómo iban a confiar en el maldito de Malfoy?! ¡¿Cómo?! Casi no se disculpa ese momento de idiotez. ¡Él! ¡Él que sabe mejor que nadie de qué están hechos! ¡¿Cómo pudo dejar que esos dos lo convencieran de confiar en una rata traicionera?!

Quiere avanzar a él, va a arrancarle a Harry de las manos y poner fin aquella locura que le lacera el alma, pero Hermione se interpone y lo rodea con brazos bastantes más firmes de lo que uno pensaría. 

Ron la mira y le cuesta verla, le cuesta reconocer su rostro y sus ojos aguados. Los gritos de Harry son enfermantes. Peor que una cruciatus

—¡No puedes! —le recuerda con la voz tensa. 

—¡Lo está lastimando! —gruñe impotente, incapaz de correrla a la fuerza para pasar. 

Ella niega y pese a la borrosa cortina que generan las lágrimas contenidas en sus propios ojos, ve en su rostro el mismo malestar. Ella tampoco está convencida, pero a diferencia de Ron, aceptó más rápido que Harry y sus motivos ocultos siempre tenían un punto.

Antes de que Hermione pueda decirle nada a Ron, un murmullo general se alza y todos en la sala se acercan corriendo a ellos. De un segundo al otro, su mente aún ligeramente conectada con esa parte que se vuelve salvaje en una guerra, sujeta a su novio e intenta ponerlo a resguardo. 

Se siente ruin al temer a rostros familiares como el de Ginny o a Molly, inclusive McGonagall se le antoja amenazante. Hermione cree que Ron está igual de asustado que ella, igual de alterado por toda aquella locura donde amigos y enemigos se sienten igual cuando tu mejor amigo está en el piso gritando como si lo estuvieran torturando. Ron le aprieta el brazo y la jala para cubrirla con su espalda. Retroceden tan de prisa que casi se tropiezan con Malfoy y Harry. 

Con la mente enloquecida por la trifulca aprieta los ojos y se concentra con todas sus fuerzas en las órdenes que se le dieron. En el favor, le dice una perspicaz voz en su mente. No sabe que pensar al respecto, lo único que le viene a la mente le parece tan irreal e imposible que sencillamente es lo único que tendría lógica y sería compatible con borrar los recuerdos de alguien.

Espera, y no, equivocarse. Lo espera porque no puede ni empezar a imaginarlo, pero también espera no. También espera no estar en un error, porque la urgencia y la necesidad derramada en las pocas palabras hablaban de algo que todos merecían, de algo que se le antojaba familiar. Como el olor a hierva buena que la cubrió cuando Ron la entierra entre sus brazos. 

Sin pensarlo o dudar más, levanta un burbuja protectora sobre los cuatro antes de que nadie pudiera acercarse lo suficiente. 

Ron ve como su madre se lastima las manos intentando atravesar el hechizo y, para su completa incredulidad, nota como esta la mira con resentimiento al entender lo que la joven había hecho.

Un estremecimiento lo recorre cuando Harry suelta un profundo alarido y voltea el rostro olvidando el exterior. 

—Hermione —pide con urgencia volviendo a ver a su amigo. 

Harry tiene la cabeza completamente hacia atrás, las gafas se le ven torcidas y a los costados de sus ojos las venas se le marcan bajando por su cuello. 

Sus gritos llenaban la sala de una forma que cada uno empuja una descarga dolorosa por su cuerpo. Entonces, mientras vuelve a sentir que pierde la cordura, Ron escucha como Hermione hipea, vuelve el rostro y puede ver qué ella mira a Harry con una lágrima acariciando su mejilla. No debería, pero le sorprende notar que sus labios se mueve sosteniendo con convicción y un dolor mudo el hechizo protector. 

Ese es el momento dónde ve lo que el otro Harry quiso decir con la carta. No había manera de que Ron no matara a Malfoy por esto. 

Tiene que hacerlo. Tiene que terminar con eso. Ella no lo hará, era obvio, por eso le dio a la chica que no rompe las letras la misión. Pero él está más allá de eso y Ron siente en las entrañas cuánto perdió ese día y lo poco dispuesto que está a perderlo a él. Un hermano es más de lo que puede soportar, dos está completamente descartado. 

Se intenta sacudir las manos de Hermione, lucha descontroladamente entre sus brazos intentando llegar a Harry. Su mirada esta nublada por la desesperación, pero aún puede distinguir el manchón de rubio, casi blanco y sucio, del pelo de Malfoy y la maraña negra de su amigo. 

—¡Ron! ¡No lo está lastimando! —le grita. 

Una risa cínica se le escaparía. Sabe que no está sorda o ciega y es que eso se necesita estar para no notar lo que está pasando. 

— No me hagas petrificarte...—gime cuando él no puede contener su necesidad de salvar a Harry y avanza arrastrándola con él— Por favor Ron, no me hagas hacerlo. Míralos. ¡Míralos! —reitera interponiendo una de sus piernas entre las de él, consiguiendo que tropezará y fuera de bruces al piso. 

Con los ojos llenos de lágrimas frustradas la mira entre impotente y furioso.

—¡Míralo! —con brusquedad, ella le empuja el mentón y  vuelve la vista a Harry por más que no quiera. 

Entonces lo que ve lo asusta más que nada en el mundo. Ron podría jurar sobre la tumba de George que aquello era obra de su mente quebrada. No real. No era. No podía serlo. 

Harry estaba arrodillado frente a Malfoy. Aferrado a sus caderas y con la cabeza hundida en el abdomen del rubio. Malfoy mira a Harry con un pesar que se asemeja al suyo. Y no era solo el dolor que transmite con su mirada, ese dolor que se contagia y te hace querer voltear la vista porque era imposible no sentir que te inmiscuyes en algo tan íntimo que sobras, era que mientras lo sostenía contra su cuerpo, usaba una de sus manos para  sacarle del rostro crispado los mechones sucios y enredados de pelo.

Ron se da cuenta que sus piernas no van a poder sostenerlo, así que, en lugar de intentar pararse se queda allí sentado con Hermione a su lado. Los brazos de ella lo sujetan con una familiaridad que frente a esos ojos se refleja. Cómo en espejo uno podía ver las similitudes entre la forma firme y llena de compasión con la que su novia lo sostiene y la forma en la que Malfoy coge a Harry impidiendo que se venga abajo. 

Ninguno dice nada. Pero nada de nada. Ron incluso intuye que fuera del hechizo nadie está diciendo nada y es que nada se puede decir. 

La mano del rubio se hunde más en la melena de Harry, la peina con un gesto cotidiano y aprendido a conciencia. Cada segundo mirándolos es un segundo que tú te convences de que aquello es irreal. Malfoy ajusta las gafas, limpia con la manga sucia de su camisa los surcos negros que dejan las lágrimas y casi creerías que lo está arreglando para que el Salvador del mundo mágico no luzca como una chapuza cuando vuelva a alzar el rostro. 

Entre los gritos de Harry, entre sus súplicas, lo único que se escucha en la voz de Malfoy que susurraba palabras de aliento y perdón. 

Está en shock. Sencillamente no puede procesar lo que ve, no puede entenderlo. No hables de aceptar. Ni siquiera hay que pensarlo. 

—Merlín… —dice Hermione cuando entiende lo que Ron no podría negar así le entrarán unas ganas loquisimas de hacerlo— Ron… 

Aturdido la mira con los ojos vacíos. Los gritos de Harry lo estaban matando tanto como al mismo Malfoy, pero ahora era aquel maldito duo el que lo tenía casi en catatonia. 

No hacía falta mucho para entenderlo. ¿Una mirada? Y ni siquiera una directa. La forma en la que la quijada dura de Malfoy se marcaba hablaba por sí sola. La forma en la que su mano con la varita tensamente aferrada estaba acariciando la espalda de su amigo podría pasar desapercibida, pero la punta de ésta estaba alzada, estaba lista para atacar entre un parpadeo y el otro. 

Rob podría ser muchas cosas, y entre ellas admitía que a veces algo lento, pero había que ser ciego o idiota para no entender que cualquiera de ellos que intentará acercarse a Harry sufriría algo horrible. 

—Míralos… —insiste ella señalando a Malfoy, ahora con la voz ahogada y queda. 

Antes de que pueda decirle que ya lo hace, un rayo de sol atraviesa el techo destruido del comedor y baña por un segundo al par. A Ron se le pega la lengua al paladar al notar que ahora que Harry empieza a mendigar por piedad, Malfoy llora en silencio mientras le aferraba con fuerza el brazo de Harry y no lo dejaba caer frente a sus pies.

—No puede ser… —dice sin poder negar todo lo que está viendo y sobre qué iban los recuerdos que a Harry le extirparon. 

Mucha gente estaba ahora en torno a la burbuja mirando incrédulos como Malfoy, que lloraba desahuciado —eso sí, insultando a Harry por ser tan idiota— lo sostenía  contra él agachándose hasta quedar de rodillas y a su altura.

Las manos de Harry se aferran a la lacia y sucia cabellera. Draco lo atrapa en un abrazo fuerte que se llena de susurros que ya no logra distinguir. No baja la varita, la mantiene alzada, pero como solo tiene ojos para Harry, Ron no entiende cómo pretende protegerlo. 

El por qué es tan obvio que cuando Hermione se aprieta contra él, Ron solo la abraza en silencio. Se da cuenta con ligeras náuseas que ahora Malfoy y él están parados de una forma muy parecida, sosteniendo entre sus brazos algo más importante que ellos mismos. Por un breve segundo, siente pena de que Draco tuviera que sostener a Harry en ese estado. Luego se da cuenta que es un idiota y se limita a besar la frente de su novia esperando en secreto porque Harry se levante y le de un puñetazo. 

A como estaban las cosas un poco de esperanzas no era mala idea. 

Hermione se aprieta a Ron y piensa lo mismo, pero inverso. Malfoy desprende algo que ella sabe salvará a Harry de lo que viene en su vida ahora que todo terminó. 

 

 

En la mente de Harry, mientras tanto, las cosas eran solo dolor. Sentía como si le estuvieran abriendo la cabeza y metieran cosas a la fuerza, por decir algo vago.

De improviso siente como si alguien le hubiera abierto un grifo en la cabeza y una lluvia de imágenes bailaban frente a sus ojos. Grita cuando la avalancha de imágenes empiezan a sucederse con fuerza brutal y casi pierde la conciencia en poco menos de un segundo. 

Es consciente de que alguien está sujetándolo con fuerza, pero no sabe quién y no es que le importe. Aprieta las manos y se aferra a esa persona con fuerza y desolación. 

Las imágenes lo atacaban con una celeridad que resulta vertiginosa. Por mucho que lo intenta no puede enfocarse en ninguna. Se siente tal cual en el carrito de Gringotts la primera vez que subió. Exactamente igual que si intentará ver a esa velocidad y en esa misma penumbra. 

Se aferra a los borrones claros, distingue entre las imágenes una figura ligeramente familiar y la atrapa sin quitarle los ojos de encima. Tal como hace en el campo de Quuditxh cuando distingue a lo lejos una snitch, Harry se obliga a estirar una mano mental y seguirla hasta cogerla. 

Al poco tiempo sus ojos se adaptan ahora que puede centrarse en solo un detalle que se repite en cada imágen pese a la alta velocidad y puede captar retazos de estas.

Malfoy y él caminando por los terrenos de Hogwarts agarrados de las manos.

Malfoy riendo dulcemente pese a tener esa expresión soberbia arrugandole el morro.

Malfoy arrojando una bola de nieve en su dirección, con un brillo perverso en los ojos grises.

Malfoy dándole un chocolate en la boca con los labios ligeramente hinchados y separados.

Malfoy discutiendo con él, pero de una forma menos virulenta y más divertida.

Malfoy acostado sobre una manta, debajo de él, mirándolo embelesado mientras muerde su labio inferior lleno de… de lujuria y malas intenciones.

Malfoy riendo sonrojado con una sonrisa ladina y sensual.

El desconcierto le impide entender qué es lo que ve. Aquello no tenía sentido. Ninguno. Por qué motivo, él, de todas las personas en Hogwarts, estaría en esa situación con Malfoy.

Cuando la avalancha de imágenes sesa de golpe, se queda quieto y sumergido en la penumbra. Mira en todas direcciones, pero no hay nada ni por encima ni por abajo. 

Desconcertado, Harry intenta no desesperar. Antes de que la incertidumbre lo consuma empieza a escuchar un zumbido que quiebra la espesa oscuridad.

Se siente rodeado por la nada, abrumado por la falta de imágenes. Se siente cegado a un nivel primario. El temor lo empieza a rodear todo y de golpe el zumbido va dando paso a unos murmullos. Cientos de murmullos. Retazos de conversaciones que no entiende, voces que no puede distinguir y que son igual de familiares.

Poco a poco Harry puede ser conciente de algunas palabras y al mismo tiempo, de la misma forma que con las imágenes, logra centrarse en una sola voz antes de ser capaz de entender algunas oraciones inconexas.

«Si fueras más inteligente te alejarás de mí» dice Malfoy y el dolor y la tristeza que se derrama en esas palabras es tan real como la locura que experimenta. 

«No me importa lo que ellos puedan pensar, Draco» esta vez es su voz la que se escucha entre el montón y en ella el duro látigo de la firmeza lo deja pasmado. 

«Son mis amigos, podes no insultarlos» se oye a sí mismo y esa charla tendría lógica si no fuera el tinte divertido y cariñoso con el que la entona. 

«Van a morir si no hago algo» la voz de Malfoy suena a lo lejos pero se siente palpable entre sus sílabas el miedo y la resignación. 

«No puedo alejarme de tí Draco, ya no» Harry da un respingo, su voz suena agotada más allá de todo cansancio. Parece cargada de un dolor que le recuerda al que experimentó cuando entendió que jamás vería a Sirius otra vez. 

«No me importaría morir hoy Harry, pero eso no va a ayudarte» la forma cínica de las palabras no lo hace perderse de la tristeza y el cansancio que la bañan. Tampoco se pierde que no hay ni un rastro de broma en esa afirmación. 

«Eres tan malo en Oclumancia que me da hasta vergüenza decir que eres mi novio» No lo insulta, parece, pero escondido entre las palabras el miedo y la urgencia se abren paso.

«¡Tienes que hacerlo Draco! No puedo permitir que se enteré de esto. Si te intentan usar contra mi no me lo perdonaría jamás.» su propia voz se quiebra con urgencia y miedo. Harry hasta en la punta de la lengua puede sentir la angustia que se desgarra en ese pedido. 

¿Novio?

¿Te amo?

¿No me quiero separar de tí?

Una pregunta estúpida se abre pasó por su media conciencia, ¿qué podía significar aquello? Pero el saber qué, no implica que pueda entenderlo, razonarlo o empezar a aceptarlo.

Entonces, de repente, se le ocurre. Aquello que tenía metido en la maldita mente que buscaba enferma de odio a Draco Malfoy, no era más que una parte guardad de él que sabía que tenía que destruirlo. Era eso. Quien sabe cómo, lo había hechizado. ¿Poción de amor? ¿Tónicos que alguien tan malo como él en pociones no puede ni empezar a conocer? Teniendo en cuenta que Snape cuidaba de Draco… 

Snape… Harry sintió como se le cortaba la respiración. Las voces, ¡¿Cómo no se dio cuenta?! Sonaba como cuando estaba en un pensadero y no como cuando Dumbledore lo llevó por los recuerdos de aquel pobre hombre que los Gaunt habían hechizado o los de Horace, donde se notaba a leguas que había algo alterado en ellos. Las voces, pese a todo, sonaban claras, precisas. Y… y la voz de Harry podría estar teñida de algo que fuera el efecto dopante de una poderosa pócima, pero Malfoy… él no podía haber tomado de la misma y menos porque Harry se la proporcionó. Asi que… siendo francos, al menos Malfoy sí tenía que… tenía que... 

Pero… pero… no había forma… no podía… ¡Harry no sería capaz de enamorarse de alguien como Malfoy! ¡Y mucho menos ese arrogante se enamoraría de alguien como Harry! ¡Se pasó años despreciandolo! 

Y entonces, Harry, volvió a recordar a Snape. Y como él hubiera podido aseverar sin dudas, o contemplaciones, que Severus Snape no tenía idea de que diablos era el amor. Y Harry sabía bien que ese había sido su mayor error. Severus Snape entendía de una forma que él quizás no el amor. 

Harry no se veía muy proclive a ser tan paciente o resignado. No le costaba mucho recordar los sentimientos de celos que le despertaba Cedric con Cho, o aquel raro momento donde ver a Ginny con otros chicos le hacía querer patear algo o soltar algun indiscreto maleficio. ¿Y Ron y Hermione en el bosque? Harry se avergonzaba de sí mismo, pero se había sentido tan celoso… Tan celoso cuando los veía en Grimmauld Place... Y solo era verlos el uno con el otro, la sola idea de tener a alguien así para él lo había hecho sentir la ligera certeza de que actuaria como Ron. 

La mirada verde de Ron había traslucido celos y odio de que Harry estuviera con Hermione hablando de cosas que no le decían. Ron lo miró con desprecio y Harry no solo se sintió dolido porque lo creyera capaz, Harry también se sintió celoso. Celoso porque él no tenía a nadie que le despertara esos sentimientos posesivos, a nadie que le hiciera querer golpear a su mejor amigo. Y quizás el guardapelo era una mala influencia general entre ellos. Quizás solo era cosa de esa magia oscura y retorcida que lo hacía pensar así, pero Harry se podía identificar con Ron. Nunca habían tenido nada. Nada que fuera de ellos. Nada que les perteneciera y nadie hubiera tocado antes. Jamás. Obviamente que él no intentaba tener un momento con Hermione que Ron no pudiera eclipsar, pero estaba a rabiar de odio. La nota, la idea que esta implantaba en él, la lucha por recordar, el confuso sentimiento de vacío, la dolorosa realidad de que algo pasó y hasta que no consiguiera descubrir como acabar a Voldemort no podría ver que… 

¡Pero no se esperó aquello! No era justo que tanto tiempo, tanta locura contenida…

Y, sin embargo, lo tenía. Tenía una pizca de sentido. Y entonces se asustó. Muchísimo. Porque si tenía sentido, podía ser verdad y si era verdad...

Harry no pudo preocuparse por eso ya que volvió a experimentar la negrura absoluta. Esta vez estaba un poco más preparado, pero la sensación de estar flotando en la nada seguía siendo estremecedora.

Cuando la negrura se empezó a esfumar, fue consciente de secuencias. Podía ver como las imágenes cobraban movimiento y sonido. Pero, pese a todo lo que se esforzará, no podía ver nada nítidamente. Parecía como si intentara ver detrás de un tanque de agua. Esforzaba la vista todo lo que podía, agobiado por entender que pasaba frente a sus ojos.

La primera secuencia en la que pudo centrar su cabeza era en el invernadero, o eso parecía. Se aferró como pudo a la imagen, como si sumergiera más de la mitad del cuerpo dentro del pensadero. 

Miró en todas direcciones, jurando por dentro el borroso escenario. No lograba percibir del todo si hacía calor o no. La luz entraba por las ventanas, peró era demasiado amarillenta para poder determinar si era el crepúsculo o las velas. 

Había alguien en la sala, y por el ligero aleteo que su pecho experimentó, diría que era eso exacto lo que esperaba. Se miró las manos y al menos las veía con cierta nitidez. Caminó a su lado y pese a que su rostro se veía ligeramente desdibujado, alcanzó a ver la pequeña sonrisa que se extendía por sus labios. Escrutó con ojo crítico esa mueca. No es que pareciera muy feliz, más bien Harry se dijo así mismo que parecía  apunto de hacer algo estúpido. Estaba convencido que esa misma cara traía cuando montaba una escoba. 

La túnica larga del chico frente a él podría haber sido la de cualquiera, pero Harry vio la bufanda que caía con elegancia y sospechó que no tenía sentido pensar que era cualquier otro Slytherin y no Draco. 

Draco estaba parado mirando una de las plantas y Harry, el del recuerdo,  aparecía desde atrás de él y lo envolvía con los brazos.

No consiguió cerrar la mandíbula y se limitó a mirar shockeado como los hombros rígidos y el mentón altivo se venían abajo. Con más impresión que buen criterio, Harry se plantó frente a Draco, o al menos lo intentó. No pudo, dado que no estaba viendo eso cuando estaban allí, no alcanzó a moverse como si hubiera podido en un maldito pensadero. Una barrera invisible lo empujo y solo se pudo quedar al lado de su recuerdo, mirando como este apretaba el agarre sobre Draco y lo enterraba en su pecho. 

Harry empezó a debatirse sobre qué era más inverosímil a) que Draco se dejara abrazar por él b) que no lo hechizara y aceptará el beso en su cuello c) que Harry lo besara. 

Harry volvió a gruñir, quería verle el rostro al maldito. No había forma de que él se viera tan satisfecho y no pudiera ver la cara de Malfoy. ¿Habría unsa sonrisa socarrona? ¿Una mueca arrogante? ¿Le había dado una pócima para poder burlarse de él, de tenerlo así, en ese… ese que no sabía cómo llamar?

—¿Qué pasa, Malfoy? —le preguntó dulcemente mientras deposita otro beso en su esbelto cuello.

El rubio se acurruco más contra él y suspiró. Harry vio que no  parecía sorprenderlo la forma en la que ese Harry pronunció su apellido. Y es que, en los años que llevaba siseando; en los años que hacía que lo pasaba entre sus dientes con asco y desprecio, jamas, ni una vez, se le ocurrió que el apellido del rubio pudiera salir de entre sus labios como un murmullo ronco y suave. 

¿Qué, bendito Merlín, qué pasaba con él? Se sintió violento al oír la forma íntima en la que el apellido se perdió entre las hebras rubias de Draco. Quiso correr el rostro, pero aquello era como ver un accidente, imposible de quitarle los ojos de encima. 

Nada, solo estaba pensando —dijo distraídamente mientras inclinaba la cabeza para darle a Harry más acceso a su cremosa piel.

Harry dio un respingo. Ese era le Draco que masomenos recordaba. Pues, ahora que lo pensaba, no abundaban en su mente recuerdos de Draco. Frunció un poco el ceño, pero rápidamente dejó eso de lado, pues la cara de Darco al fin estaba a su dispocisión y Harry sintió que sus rodillas temblaban un poco. 

Su rostro era el mismo de siempre, pese a que se viera algo borroso. Mentón alzado y ojos arrogantes. Pero había una cosa juguetona en sus labios y algo menos despectivo en como sus párpados caían con aire… Merlín le disculpe, sensual. 

Hum, eso nunca es bueno —dijo Harry contra la piel de Malfoy. Y sonrió satisfecho cuando el rubio se estremeció de placer entre sus brazos.

Si claro.. eso lo dices porque no estas acostumbrado a pensar, Potter—dijo con la altanería de siempre y Harry lo mordió suavemente para castigarlo.

Harry se alejo. Y diría se alejó corriendo, si es que le pedían que fuera más específico. Huyó de ellos. Pero no alcanzó hacerlo lo demasiado rápido. El corazon le palpitaba con violencia en el pecho, pero ni ese zumbido logró tapar las palabras que lo persiguieron en su camino de rápido retroceso. 

Yo sí pienso. —Dijo Harry mientras giraba a Draco fácilmente entre sus brazos— Por ejemplo, en este momento pienso en que te ves absolutamente comestible con esa bufanda tuya de Slytherin, derritiendote en los brazos de este Gryffindor. —se burló depositando un suave beso en la punta de la nariz de Malfoy.

Harry sintió que eso era más de lo que podía tener, asi que cuando sus pies fallaron y la gravedad lo tiró al piso sobre sus rodillas, le pareció correcto. Desde el suelo duro de piedra miró atentamente como su yo alzaba el mentón de Malfoy y le miraba directamente a los ojos para decir aquello. Vio como agarraba la bufanda y la tiraba sobre las pobres plantas y vio con los ojos desorbitados como el maldito Slytherin sonría con demasiada suficiencia. 

Estúpido —le dijo Malfoy con una sonrisa encantada en el rostro cuando la boca de Harry se perdió en su cuello y poco le faltó para empezar a soltar maleficios para acabar aquella locura. 

Poco. Casi tan poco como le faltó a Draco para ponerse a llorar. La mirada de Harry se fijó en el rostro crispado, casi adolorido de Draco cuando las manos de Harry, a las que él ya no les quería prestar atención, empezaron a surcar su cuerpo. Por un segundo intentó convencerse de que era porque odiaba que lo tocara. Lo hizo. Quiso creer que Draco estaba soportando aquello con un fin muy diabólico, pero ni siquiera pudo aferrarse a eso. Harry vio como la mano de Draco vaciló antes de apretarse a su cabello. Vio como ladeaba el rostro, lleno de un dolor horrible que lo crispaba y un sentimiento tan doloroso como cuando Harry vio en los recuerdos de Snape que ella lo dejaba plantado en  la puerta y lo rechazaba. 

No tenía sentido. Harry no estaba, vaya que ponerse a decirlo era increíble, rechazandolo. Estaba exactamente, contra lo que él quisiera decir, haciendo lo contrario. ¿Por qué sufría como si lo estuvieran partiendo el corazón? 

Y lo supo. Harry lo supo porque Draco negó una vez, no intentó alejarse, pero se había quedado lo suficientemente rígido como para ese Harry hubiera tenido que empujarlo más contra él. Negó otra vez  y solo enredó los dedos en su cabello cuando fue evidente que no iba a poder escaparse. 

Harry por un segundo se quedo allí, viendo como luego de su lucha silenciosa se rendía y giraba para verle la cara, le alzaba el rostro y le devolvía el beso con fiereza. 

Por suerte Harry salió despedido de ese recuerdo antes de tener que terminar de ver cosas que no le correspondían. Porque de algún manera eso sentía. Sentía que no le correspondía ver a Draco… 

Entonces, mientras las imágenes giraban y daban vueltas, Harry notó lo evidente. Él dolor que había sentido en su pecho, ese sentimiento triste que de golpe lo cubrió no era de él, de él, era del Harry del recuerdo. Ese Harry había visto la lucha de Draco, o si no, él no hubiera podido verlo. 

¿Por qué no frenó? ¿Por qué si vio su rostro contraido por el dolor, no frenó? 

A Harry se le ocurrió la terrible idea de que su rostro en ese recuerdo tambien estaba comprimido por el dolor que alcanzó a sentir. 

La siguiente secuencia por lo poco que Harry se estrelló contra él antes de que sus divagues dieran una respuesta más certera a sus dudas y terminó sentado en el piso, frente a un nuevo Draco y un nuevo Harry. 

Miró en todas direcciones, intentando entender donde estaban, pero solo pudo distinguir era en una habitación grande. Con paredes de piedra, sí, pero había algo raro en ello. No pudo reconocer la habitación por más que la escudriñó al detalle. 

Estaban Malfoy y él sentados en un sillón rojo con almohadones verdes y frente a ellos, tras su espalda, había una chimenea. Harry arrugó un poco el morro y es que los colores tan dispares se veían francamente horribles. No combinaban de nada, pero a la vez, había un cierto aire que… que se le antojó cómodo. 

Se intentó parar, pero esta vez, una sacudida en el cuerpo lo empujó hasta casi caer de bruces contra el sillón. Y fue ahí que la cosa más extraña del mundo pasó. Esa vez, a diferencia de la anterior, Harry perdió la noción del espacio y su cuerpo. Entre un parpadeo y el siguiente, dejó de verse y estaba mirando la chimenea. Estaba sentado. 

Sin saber como, supo que ahora estaba encerrado en el cuerpo del recuerdo. Su conciencia se tambaleó entre el saber que era un espectador y el protagonista de esas memorias. Fue un momento de confusión que luego no sabría explicar. Pero miró su mano, aquella que Draco sostenía mientras deslizaba la punta de los dedos por los suyos. La tercer gran diferencia surgió cuando pudo sentirlo. Fue un ligero y muy leve rose. Como si hubiera una manta entre ellos, pero no la había. Sentía el peso de Draco, pero de una forma demasiado liviana, incongruente con el tenerlo sobre sí. Como era obvio dado que Draco había recargado la mirad de su cuerpo contra su pecho. 

Empieza a sentirse agobiado. El dolor de cabeza no remitía, pero realmente, cuando su cuerpo se unió al del recuerdo, a falta de un mejor término, sí que era verdad que remitió. Pero no lo suficiente, la verdad sea dicha. No tanto como para que no intentara, sin poder lograrlo en absoluto, mover la mano para masajear su frente. 

Miro la mano que Draco aun sostenía y se esforzó por sentirla. Se esforzó en sentir el calor de la hoguera que crujía  a pocos pasos. Pero no había algo que pudiera hacer. Lo único que podía percibir era un ambiente extraño, entre tenso y melancólico. Quizá esto se debiera a que el rostro ladeado de Draco, con la vista en el crepitar de los troncos destilaba tristeza. 

Harry... —dijo Malfoy, sacandolo de cualquiera de sus más remotas cavilaciones con la fuerza de un puñetazo a la forma cuidadosa, casi veraneante, en la que lo nombró— ¿Qué vamos a hacer?

Sintiendo un extraño entumecimiento, como si su mente se partiera literalmente en dos, sintió un horrible pensamiento liquidar su conciencia. Si hubiera estado en dominio de sí, Harry hubiera vomitado, porque ni la influencia de la más debilitante imperius hubiera logrado doblegar así su mente.

Voldemort una vez tocó su mente, Voldemort una vez le puso bajo su influencia y ni en ese momento Harry sintió como perdía la noción de todo y se volvía una marioneta en la que metían pensamientos ajenos, no tan ajenos. Digamos a riesgo de equivocarse que Harry conocía bien su mente y por eso, en vez de ver un recuerdo, cuando la última gota de su cordura se diluía, se dio cuenta de que iba a vivir ese recuerdo. 

Y solo Dios lo podría librar de lo que de allí saldría.


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