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La obsesión de un Slytherin (Drarry) por LalaDigon

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Era sumamente ridículo, en su opinión, la tontería de los regalos. Llevaban más de dos meses con eso y estaba hasta las muelas de aquellos juegos inútiles, que, obviamente, el descerebrado de Potter no podía entender.

¿Quién más podía permitirse una snitch fabricada por los duendes para regalar? Nadie, pero no le extrañaba que ese grupete de inadaptados no supieran apreciar la verdadera diferencia entre una snitch normal y la joya que Draco le compró. Dudaba mucho que alguno de ellos descubriera que era un relicario con la mugrosa fotografía de sus padres, el animago y el lobo.

Ahora ella tenía que ir por el siguiente regalo pusilánime que Draco marcó en la lista. Vaya uno a saber por qué diantres él pretendía regalarle a Potter un tipo especial de lirio...

Cerró los ojos horrorizada. A veces se preguntaba si no era una Hufflepuff. Claro que la flor de mierda que crecía en el centro del estúpido bosque tenía que ser un condenado lirio.

Tres horas después se sentía sucia, cansada y ligeramente turbada. Entrar en ese bosque no era precisamente un paseo de compras. Solo Merlín la salvó de toparse de lleno con los centauros y sus ancestros velaron porque no se encontrara con algún otro animalejo. Si Potter no descubría quién era el de los regalos después de eso le iba a cruciar tanto su elegido trasero que no iba a poder volver a sentarse por lo que le quedara de vida.

No quería ser injusta, Draco se tomaba la molestia de pensar el regalo, buscarlo y decirle dónde ir a recogerlo, obviamente como ex mortífago no podía ir por ahí libremente, si sacaban de ecuación que el muy infeliz quería que Potter lo reconociera por sus obsequios no por verlo vagando por los pasillos con alguno. A veces él parecía un repugnante y meloso Hufflepuff.

A la mañana siguiente en el desayuno, Blaise se sentó a su derecha y Draco a la izquierda. Los tres esperaban con ansias la llegada de las lechuzas y con eso el nuevo presente. Cuando entraron se dejó de sutilezas y clavó los ojos en Potter. Lo vio abrir con sus patosas manos el paquete y después de cuatro intentos en los que se tuvo que contener de pararse y abrirlo ella misma exasperada, Potter miró la flor ligeramente... ¿Indiferente? ¿Acaso el muy pedante creía que esa planta del carajo se conseguía en cualquier florería?

Blaise, que la conocía como nadie, le sujetó el brazo impidiendo que hiciera alguna idiotez al mejor estilo Gryffindor, y la obligó a mantener la postura. Miró decidida a abofetear a Draco, pero este sonreía burlonamente mirando de reojo al idiota cara rajada. Entrecerrando los ojos miró como el inútil Longbotton hablaba efusivamente señalando la planta y haciendo toda una pantomima francamente gratificante. Por lo menos alguien en esa mesa parecía tener sentido común y casi podía escuchar las alabadoras palabras del chico al referirse a lo difícil que era de conseguir y lo mucho que debía valorar a la persona que arriesgó a encontrarla.

No habían pasado ni dos horas y Draco ya les tenía un nuevo encargo. Pero esta vez era más que suficiente para ella. No iba bajo ningún motivo a meterse en las putas profundidades del lago a sacar una mierda de piedra que Draco pensaba pegar en un anillo. Ni que fuera para ella, joder y podía estar seguro ese narcisista arrogante que no iba a dejar a Blaise meterse a buscarla tampoco. Decidida salió en busca de Blaise para ponerle punto final a eso.

 

 

Era claro para ella que necesitaban un nuevo plan. La obra maestra de Draco se venía a pique. Solo faltaba regalarle un estúpido cartel que dijera «DRACO TE AMA, INÚTIL POTTER». Claro que Draco había dicho que era la peor idea para un regalo que escuchó en su vida así que no dio más opiniones. Hasta ese día. 

Recorrió los terrenos del colegio y no dio con Zabini. A cada paso que daba una nueva idea tomaba forma en su mente y para cuando dio con Blaise, ya de noche en la biblioteca, estaba lívida.

—Espero que estés leyendo ese aburrido libro sobre la vida marina con fines recreativos —chilló al verlo sentado tomando anotaciones—. Porque te juro que te mato si piensas entrar a ese lago.

Blaise levantó los ojos cansados del libro y sonrió cínicamente.

—Claro encanto, de repente quiero convertirme en tritón y pensé que sería prudente estudiar sobre mi nuevo entorno.

—No te queda tan bien como supones el cinismo querido —replicó molesta, pero con tanta clase y altura como solo una sangre pura podría hacerlo.

Blaise, decidido a no seguir peleando por muy divertido que pudiera ser, se recostó en su asiento 

—¿Qué se te ofrece Pansy? —le preguntó corriendo una silla con el pie invitándola a sentarse.

—Esa no es forma de ofrecerme una silla Zabini —rezongó cruzando los brazos.

—Bien no te sientes —suspiró frotándose las sienes. Ella y Draco estaban jugando con su paciencia y poco le faltaba para explotar— En lo referente al lago, sí, planeo ir. Ahora si me dejaras en paz. En pocos minutos termino y voy.

—No, se acabó —dijo tajante.

—Pansy...

—No, Pansy un carajo —refunfuñó como una nena chiquita—. Estoy harta, cansada, fastidiada, exhausta...

—Celosa —añadió el moreno a la lista de la mujer, ganándose una mirada lacerante.

—Enojada —finalizó—. Este plan es una mierda y no funciona.

La miró durante unos instantes. Ciertamente tenía unas ojeras violetas que hablaban de lo mucho que se esforzaba por ayudar a Draco a tener éxito. Después de todo, casi todos los hijos de los mortífagos le debían la suerte de no llevar marcas. Draco fue la prueba viviente de cuan mal podían ir las cosas si tomabas la marca y no sólo sus padres se opusieron, también ellos mismos dieron marcha atrás con sus estúpidos sueños de ser parte del círculo del Lord. Ahora la lista de Slytherin que se sentían en deuda con él eran bastantes. Si a eso le sumaban la cuantiosa cantidad de alumnos que le rendían casi pleitesía porque se había negado a revelar un solo nombre a costo personal de ir a Azkaban por una temporada la lista de afines a Draco subía y subía.

  Era verdad que Potter estaba lleno de admiradores, pero Draco no se quedaba atrás. Podía ser cierto que los del Elegido preferían profetizar a viva voz su amor por él, mientras que los que le eran leales a Draco se mantenían en las sombras, pero ellos eran Slytherin, no necesitaban una secta de lamentables lameculos, ellos necesitaban eso, contactos en la oscuridad; puertas que tocar en medio de la noche sin llamar la atención, no un séquito de personas gritando a los cuatro vientos que le deben o hicieron un favor. Ellos sabían valorar la discreción sobre todas las cosas y muchos chicos de otras casas le debían mucho a Draco. Sí, los Slytherin le debían por ser claramente reconocidos partidarios del Lord, pero había muchos chicos de Ravenclaw y otros tantos de Hufflepuff cuyos padres, si bien no eran mortífagos, eran seguidores activos del Lord. Fue gracias al silencio de Draco que lograron mantener el velo de la sospecha que pendía sobre ellos y nunca pudieron condenarlos.

—¿Me estás escuchando? —dijo Pansy agitando la mano frente a su cara.

—¿Sí? —murmuró, intentando inútilmente que no sonará a pregunta.

Vio la cara de Pansy deformarse en una mueca desagradable y se levantó de golpe intentando contener el arranque de furia de su amiga, pero ella le arrebató el libro y lo miró con desagrado. 

—Acaso... ¿Blaise Zabini, crees que no soy lo suficientemente digna de tu atención? —masculló enojada.

La miró temeroso. No quería que la bibliotecaria lo corriera de allí, no había terminado de informarse más sobre la dichosa piedra y su amiga iba a lograr que los echaran a los dos.

—Pansy... linda, cálmate —le suplicó levantando las manos rendido.

—Nadie me da órdenes Zabini.

Dicho eso le arrojó el libro que golpeó contra la pared a su espalda cuando lo esquivó por los pelos y resonó al caer al piso.

Cuando la bibliotecaria los echó a los gritos de allí, amenazándolos con no volver a permitir que entrarán arrastró a Pansy lejos, seguro de que ella tenía una o dos cosas que decir sobre quién le da órdenes.

—Mira lo que hiciste por tus caprichos Pansy —la reprendió Blaise enojado.

—Yo no soy caprichosa, mierda —masculló obligándolo a soltarla.

No soy caprichosa —murmuró él, imitando su tono de voz—. Como no. Déjame hacer lo del lago y ya. ¿Por qué tienes que ponerte difícil? —le inquirió con fastidio.

Bien que se ofendiera si quería. Ella tenía un plan que sabía no iba a fallar. El estúpido de Potter era tan predecible que hasta podría darle lástima, si no le envidiara tanto el hecho de tener a su Draco suspirando día tras día por él.

—No seas injusto —le reprochó, golpeándole el pecho con su dedo anular—. Hago todo lo que me pide. Solo que estoy cansada.

—Somos dos, pero es lo que él quiere. Nos pidió ayuda, no podemos dejarlo solo porque nos cansamos.

—No digo eso —dijo frustrada. Ella no pensaba abandonar a Draco, jamás—. Es solo que estoy a un regalo de plantarme frente a él y decirle quién es —gruñó desesperada. 

Que Draco estuviera tan perdido por un idiota semejante era algo que frustraba a cualquiera. 

—Draco nos dice qué hacer, con eso lo ayudamos —le dijo intentando convencerla—. Ese fue el trato.

—Veras... —respondió una vez fuera de la Biblioteca—. En realidad, él nos pidió nuestra ayuda. Y en lo que a mí respecta, eso me da libre poder de acción.

—Pansy... —le dijo Blaise con una sonrisa ladina—. Acabas de poner tu cara de problemas. ¿Exactamente que te viene a la mente?

—No te preocupes, ya vas a ver. Primero tenemos que encontrar al mierdecilla de Nott. Es hora de cobrarle un favor que me debe. 

—Genial —dijo su amigo guiándola en dirección a la sala común de su casa.

 

 

— ¡Silencio! —gritó Pansy cuando todos estuvieron acomodados casi unos encima de otros en la abarrotada sala común—. Bien, ahora quiero que todos presten atención porque no tengo paciencia para explicar nada dos veces.

Todos los estudiantes de su año sonrieron ante su actitud agresiva mientras que los más chicos la miraron con distintos grados de temor y curiosidad. Buscó a Blaise con la mirada y lo vio recostado en una de las butacas con alguna quinceañera en el regazo. Era tan básico que rodó los ojos con fastidio. 

—Blaise, disculpa que te moleste —le dijo tan dulcemente que alguien su izquierda soltó una carcajada—. Pero ¿está Nott con Draco?

Su amigo le enseñó el dedo medio mientras se bajaba a la chica de las piernas y se paraba, caminó riéndose de ella en todo momento y se frenó a su lado frente a todos sus compañeros de casa.

—Sí —asintió firme.

—¿Y estas seguro que ese bueno para nada va a poder retener a Draco el tiempo suficiente?

—Si empezaras con esta reunión de una vez y dejaras de cuestionar sus habilidades puedo asegurarte que sí, tesoro.

Esta vez fue ella la que le enseñó su dedo del medio. Se aclaró la garganta y volvió a repasar el plan mentalmente. No es que le agradara, pero era la única forma. 

—Draco necesita un favor —empezó—. Y quiero que todos hagan lo que yo les voy a decir.

Comentó el plan y después de asegurarse de que nadie fuera a cuestionar los despachó a sus cuartos. Se dejó caer en el sillón y Astoria la miró preocupada. No eran precisamente amigas, pero tenía que reconocerle que se había mantenido firme en aceptar a Draco como esposo cuando todo aquello terminó y eso le daba crédito ante sus ojos. 

—Sé que dijiste que no podemos preguntar —empezó preocupada por la reacción de la morocha—. Pero de verdad no puedo hacerle eso a Draco si no tengo una mínima, ínfima idea del por qué —agregó viendo el peligro en los fríos ojos azules.

—Astoria, solo hazlo. Yo nunca molestaría a Draco gratuitamente.

—Lo sé —admitió con desagrado—. Pero eso que nos pediste es como una tortura para él y no veo cómo pediría eso.

—Bien —aceptó la morocha con hastío—. Draco quiere algo, pero no lo va a conseguir de la forma en que lo está intentando.

—Hablamos de Potter, claro —puntualizó ella.

—¿Cómo mierda lo sabes? —exclamó Pansy, enderezándose de golpe.

—Siempre lo supe. Creo que, si no hubiera existido esta guerra, jamás lo hubiera aceptado, pero después de ver todo lo que él vio. ¿Por qué no se animaría a intentarlo?

  —Bien, correcto —dijo Pansy tan sorprendida que Astoria se sintió insultada.

—No soy una estúpida Parkinson —le dijo pausadamente.

—Ya lo veo —admitió la morocha todavía impresionada

—Y solo para que sepas, Potter es un enfermo de los celos. Escuché a la mosca muerta de la Weasley comentarlo en el baño, yo le pediría a alguno de sus amigos que intente llamar la atención de Draco frente a Potter. —Se giró para irse cuando la voz de Blaise la frenó.

—Tendrías que ser tú —comentó

—¿Y eso? —Preguntó Pansy desconcertada.

—Creo que Potter sabe que es Draco.

—Imposible —dijeron Pansy y ella al unísono.

—No. El otro día Draco perdió un poco los papeles en el campo de Quidditch y yo le pasé el brazo por los hombros. Cuando lo solté, vi de lejos como Potter apretaba la mandíbula mirando la espalda de Draco.

— Ese bastardo hijo de una asquerosa...

—¡Ni se te ocurra terminar ese insulto Parkinson! —le gritó  una sorprendentemente enfurecida Astoria.

Los dos alumnos de octavo clavaron sus ojos en la generalmente tranquila chica sin saber qué decir.

—Es una aberración y esa mierda de pensamiento costó vidas.

—Bueno, yo decía —cortó Blaise la discusión antes que las dos se empezasen a tirar hechizos por la cabeza—. Creo que, si como lo sospecho, Potter lo sabe, más le va a molestar creer que Draco juega un doble papel de enamorado suyo y futuro marido de Astoria.

—Lo siento, pero no —dijo la castaña—. No voy a participar. Pero espero que Draco encuentre lo que está buscando.

Pansy se quedó mirando el punto donde Astoria había desaparecido masticando su coraje.

—Nunca hubiera sido una buena Malfoy.

—Creo que por eso Draco la hubiera aceptado —le dijo él, sentándose a su lado.

—Seguramente —admitió a su pesar.

—¿Estás segura de hacerlo Pans?

—Creo que esta es la mejor forma de obligar a Potter a dar un paso en la dirección que Draco quiere. 

—No pregunte eso —le retrucó su amigo.

Dejó caer la cabeza contra el respaldo y suspiro pesadamente.

—Si Blaise, estoy segura. —Volvió la vista al moreno antes de agregar un Pero no voy a disfrutarlo.

Blaise aceptó sus palabras en silencio y los dos se quedaron mirando al vacío un rato más.

 

 

Entrada la medianoche Draco los encontró y por más que se enojó cuando le explicaron que ninguno fue por la piedra, aceptó su consejo de que podría atraer la atención de Potter haciéndolo creer que no iba a recibir más obsequios

Antes de subir a su cuarto Blaise la frenó sujetándola del brazo.

—Pansy, eres buena amiga, no lo dudes.

Ella lo miró largamente antes de decir con la voz ligeramente ronca.

— Recuérdamelo cuando mi mejor amigo esté en el piso suplicando que dejen de torturarlo Blaise.

—No te preocupes, lo voy a hacer —le prometió y se despidieron en silencio.

Ese día en el desayuno, Pansy no se sentía bien. Su estómago se negaba a cooperar y por la mirada turbada de Blaise era evidente que él no estaba mejor. Fingió desayunar tranquilamente y sonrió de lado cuando Draco les dijo que su estrategia dio resultado al ver la cara de pobre que puso Potter al notar que ese día su admirador secreto no le había hecho llegar nada.

Un alumno de sexto año entró por las puertas del comedor. Draco en ese momento se paraba para ir a su primera clase, tan feliz se regodeaba en su victoria que no notó cuando ella sacó su varita, tampoco notó que el mismo chico imitaba su acción. No fue consciente de los como los ojos de ella se llenaban de lágrimas y solo fue consciente de cómo una mano lo aferraba por detrás de él. Pansy tragó saliva y lanzó un hechizo protector de silencio cubriendo al chico antes de que Draco pudiera reaccionar.


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