Desde que Remus había llevado a Lucius con la manada algunas cosas habían cambiado, principalmente su relación con Fenrir.
Fenrir era el alfa de la manada, su figura paterna y estaba hecho una furia.
—Secreto, Remus, secreto—le gruñó enfadado—¿Qué no entiendes de secreto?
Remus le mantuvo la mirada, él era su beta con demasiados despuntes de alfa. Aunque normalmente no se enfrentaba con Fenrir. Los temas de la manada eran demasiado para Remus, siempre lo habían sido. Fenrir ya se lo había pedido, que fuera el líder blanco de todos ellos, el actual alfa siempre tendría que estar oculto por sus implicaciones con los mortífagos, pero Remus le había convencido de que él sería más valioso fuera que dentro.
En realidad era la excusa para no responsabilizarse de todas esas personas, no se sentía preparado, no se sentía suficiente.
—Le traje con los ojos vendados, no sabe donde está y jamás lo encontraría—se defendió Remus.
—¿Y eso que mierda importa? Nuestra manada es secreta, y nuestros miembros dependen de nosotros. No los exponemos y tú te traes a tu amante a darse una vueltecita.
—No es mi amante.
—Apestas a él, cachorro. Al menos esperaba que te estuviera dando buen sexo para que hubieras cometido tal estupidez.
Remus apretó los dientes, reconocía que pensaba demasiado en Lucius últimamente. Le miraba, le vigilaba y le había llevado con los suyos y se había sentido demasiado bien verlo allí.
—Que yo sepa no has traído a tu prometida nunca y traes a un mortífago, al menos átalo a ti, hombre.
Nunca había llevado a Tonks y esa verdad le cayó como un jarro de agua fría, la relación con la auror le resultaba complicada. En el fondo sentía que lo único que había hecho con ella era dejarse llevar, quizás tan lejos que solo hacía unos meses ella le había propuesto matrimonio y él no lo había rechazado.
Desde que los Malfoy habían llegado a Grimmauld, aunque quizás mejor dicho desde que había llegado Lucius, le costaba más atender las demandas de Tonks, y eso no era justo ni siquiera apropiado. Se descubría mirando al rubio, vigilándolo, pendiente de cualquier detalle, de todos sus gestos.
Y encima le había llevado a la manada sin pensárselo.
Sintió la mano grande de su padre adoptivo.
—Aclara tus prioridades, Remus. Se acercan momentos realmente oscuros y uno debe proteger a los suyos, elige bien quienes son esos.
Su manada, Harry, ¿Tonks? El orden era significativo, muy significativo.
Volvió a Grimmauld place y no pudo evitar comprobar donde estaba Lucius, lo encontró en la biblioteca, solo, sin su esposa que había retomado la relación con su hermana.
Ambos se miraron, ¿porque sentía ese tirón desde su obligo cada vez que cruzaban las miradas? ¿Por qué con él y no con Tonks?
Sin darse cuenta ya se estaba encaminando hacia él cuando escuchó la voz de las mujeres saliendo de la chimenea.
Cantarinas, alegres, ajenas.
¿Fue decepción lo que también vio en sus ojos, o es que el discurso de Fenrir le había sacado las cosas de quicio?