—Necesito salir de aquí, por favor—suplicó Remus a Dumbledore.
La angustia de Remus era verdadera, se habían quedado a solas Lucius y él, y el mes de noviembre se le estaba haciendo cuesta arriba.
Tonks había vuelto pero se había ido a los pocos días, había estado tan extraña que no le sorprendió cuando le pidió un tiempo. Un tiempo separados, un tiempo para pensar sobre su relación. Aunque lo esperara, la noticia le cayó como un jarro de agua fría. Por no haber podido hacer nada, y sobre todo por no lamentarlo como debiera.
Notaba que lo que sentía por Malfoy era del todo obsesivo, perturbador, y mientras más tiempo pasaba en la casa con él, peor se sentía. De verdad necesitaba salir de allí, distanciarse de Lucius, dejar de estar pendiente de él día y noche. Por amor a Merlín, estaban en noviembre, hacía un frío horrible y el rubio cada día iba más ligero de ropa.
Era casi imposible pensar con claridad, y solo gracias a su autocontrol, no le había saltado encima ya.
Pero la luna estaba tan cerca, tan malditamente cerca que se sabía cada vez menos controlado. Las camisas abiertas, los pantalones que llevaba bajo la túnica de la que había comenzado a prescindir Lucius. Solo estando desnudo estaría más desnudo para Remus.
Y era tan malditamente atractivo que dolía, sabía que mucho de aquel atractivo se los daba su parte veela. Incluso tenía claro que Lucius le estaba provocando creando situaciones comprometidas entre ambos.
—Remus, te necesitamos ahí, te necesitamos trabajando con Malfoy.
Remus solo clavó su barbilla en su pecho, resignado.
Se arrepentía cada día de la estupidez que le había dicho a Tonks, que él esperaría ese tiempo. ¿Cómo demonios iba a esperar a nada si solo pensaba en meterse en los pantalones del rubio? En lamerlo de pies a cabeza y volver a bajar hasta engullirlo por completo.
Remus había tenido pocas parejas sexuales, y sin duda la más duradera había sido Tonks. Salvo aquel intenso romance a finales de séptimo cuando Sirius y él tuvieron la relación más corta de la historia, nunca había deseado tanto a un hombre.
El cuerpo se le irguió de ese modo tan conocido. Iba a acabar resfriado con tanta ducha fría.
o0o
Lucius ya no sabía qué más hacer, lo único que le restaba era aparecer completamente desnudo y abierto de piernas sobre la cama del lobo.
No es que no lo hubiera pensado y le sirviera como fantasía recurrente, pero él tenía dignidad, o al menos le quedaba algo. Con lo que ya no podía era con su veela que iba siempre de y extremo a otro, del celo más desesperado a la depresión más aguda.
Lo sentía arañar aquellos muñones inservibles, llorar, patalear, no sabía si era por el tiempo que había pasado desde que había estado en la escuela con Remus, que no recordaba a su veela tan desesperado. Aunque para muestra su ausencia de alas tras verlo besarse con Sirius Black después de un partido de Quidditch. Una parte de él estaba un poco asustada de las decisiones que podría hacerle tomar su veela. Pero a ese punto iba a acabar enfermando, y estaban en mitad de una puñetera guerra.
Había escuchado a Remus subir las escaleras después de verlo en la biblioteca y hacer su consabido ritual de apareamiento, y se iba, el muy maldito se iba.
El veela ya estaba lloriqueando y él tomó una decisión, sería ese día o no sería. Entró abriendo la puerta de la habitación de Remus con violencia, para encontrar que no había nadie, salvo que escuchaba el ruido de la ducha. Sonrió, ese sí sería un buen escenario.
Se quitó las pocas prendas que aún llevaba, iba a morir resfriado en pleno invierno.
Entró al baño contiguo esperando recibir un bofetón de vaho cálido procedente del agua caliente, en su defecto los dientes le castañearon, y el frío no estaba favoreciendo para nada a su anatomía masculina.
Sin embargo, en cuanto Remus le vio, se le olvidó el frío, el calor y todo. Los ojos de Remus estaban fijos en él, tan fijos que asustaban. Y por primera vez pensó sino estaba cometiendo un tremendo error y se estaba ofreciendo a sí mismo como un sacrificio animal.