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Broken por Sh1m1

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Ser un veela no era algo fácil, no cuando en ningún sitio decía que existieran hombres veelas, cuando se suponía que tu familia tenía la sangre más pura de todas las islas inglesas , y encontrabas a tu pareja destinada en la persona menos destinada a ti.


Ser Lucius Malfoy nunca fue fácil.


Como heredero y único hijo de los Malfoy, Lucius siempre había tenido claro su sitio en el mundo. Y este siempre había sido estar en la cima más alta.

Cuando entró en Hogwarts las cosas pasaron como debían hacerlo, entró en Slytherin, rápidamente se convirtió en el líder de los de su año. Algo completamente natural.

Lo que un Malfoy decía, se hacía.

O casi siempre.

James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Petegrew eran cuatro mierdecillas de Gryffindor que vivían para provocar el caos.


Pero todo buen líder tenía que tener un buen rival. Lucius lo tenía, y en cierto modo, disfrutaba aplastándolos cada vez que podía.

Salvo que cuando esos cuatro se dieron cuenta de que nunca podrían con él, atacaron al miembro más débil de su grupo. Algo que él comprendía. Pero aunque Severus no era lo que uno debería tener en su círculo social era un mago brillante, gris y hosco, introvertido y retorcido. Y sobre todo era una de las serpientes. Sus serpientes. Y a sus serpientes nadie las tocaba.


Todo se fue, como suele decirse vulgarmente, a la mierda cuando Lucius cumplió 17 años.

Ese verano comenzó a sentir ciertas cosas extrañas, más extrañas de lo habitual. Raras, rarísimas.

Acabó usando todos los troncos de los árboles de los jardines de la Mansión para frotarse la espalda. Muy poco digno, muy poco sangre pura.

El día que le salieron las alas entró en pánico, y ese día fue el que su querido y nada sangre pura padre le explicó su ascendencia veela, sus inmensas alas y el secreto más secreto de la familia Malfoy.

Lucius no durmió en dos días. ¡Eso no se escondía de ese modo! Su padre solo se excusó diciendo que había generaciones en las que se saltaba y como el año anterior no se le presentó alabó al sagrado Salazar por darle un hijo sin sangre de criatura.

A Lucius le pareció una negligencia descomunal, ¿y si eso le hubiera ocurrido en Hogwarts? ¿O en una de sus tantísimas reuniones sociales? ¿O con el mismísimo Lord Voldemort?

Se lo hubieran comido vivo, como a un pollo frito. A Lucius le dolieron sus preciosas alas solo de pensarlo.

Su padre le dio un cursillo acelerado de Veela-Malfoy Malfoy-Veela. Mucha información, demasiada.

—¿Madre lo sabe?—preguntó finalmente.

—¿Por qué tendría que hacerlo?—Miró a su padre atónito, aún era un hombre apuesto aunque el cabello que una vez fue tan rubio y tan claro como el de Lucius ahora era completamente blanco, como las alas a juego. Pero Lucius pensó en Narcisa, su prometida, la chica más hermosa de todo Hogwarts.

Cuando pasaron al tema de las parejas destinadas a Lucius le picaban las alas, su madre no fue la destinada de su padre, y las posibilidades de que fuera Narcisa eran poco probables.

—Pero no imposible, hijo.

Cuando Lucius inició su séptimo y último curso en Hogwarts ese septiembre, lo hizo cargado de dudas, secretos y el miedo a encontrar a su verdadera pareja destinada y que no fuera Narcisa Black.

Cuando no solo las alas quisieron salir sino que estas quisieron destrozar a Sirius Black se dio cuenta que estaba en problemas. Unos muy altos, muy masculinos y muy pobres.

Su pareja destinada era del todo equivocada.

🔸🔸🔸

Lucius despertó por la gran explosión que hubo en Azkaban, cuando vio a un grupo de aterradores dementores flotar sobre el hueco abierto en la piedra de su celda pensó que venían a darle el beso definitivo.

Pero no, esos mismos dementores los sacaron, a él y al resto de mortífagos, de sus celdas para transportarlos en un fantasmagórico viaje hasta la orilla más cercana.

Podía escuchar las alarmas en la prisión y como las garras de esa criatura le hacían sentir todos los horrores de su vida.

Hasta que no posó los pies en el suelo no pudo deshacerse de la sensación opresiva en su pecho.

Una ristra de pellejos cubiertos de tela con los colores de Azkaban eran sus compañeros rescatados. Y al fondo, un grupo de mortífagos.

A sus espaldas ya escuchaban a los aurores gritar y lanzar hechizos para retenerlos pero estaban demasiado lejos.

Lucius corrió, pero la mayoría de sus compañeros necesitaban ayuda para mantenerse en pie. Cuando vio aparecer a Greyback pensó que ayudaría a los más débiles, sin embargo le agarró a él.

Hasta a él que había estado preso en Azkaban era capaz de percibir el nauseabundo olor de la bestia.

—Tú y yo vamos a hacer otro viajecito.

Lucius miró al resto, y a los aurores detrás. No tenía opciones, aunque nunca se había fiado mucho de Fenrir, le siguió.

El lobo los desapareció, y para su gusto sus manos estaban demasiado bajas cuando le agarró. Pero el viaje fue rápido, y delante de él estaba la última persona que esperaba encontrar esperándolos a ellos.

Un miembro de la Orden del Fénix y su pareja destinada: Remus Lupin.

El estúpido veela que vivía en su interior comenzó a brillar como el imbécil que sabía podía ser.

 

 

Notas finales:

El secreto de que era Remus ha durado bien poco.

Esta historia nació en mi mente desde que acabé Beauty, pero hasta ahora no me he animado a retomarla.

Espero que os guste y os vea aquí estos días.

Hasta mañana.

Besitos

Shimi





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