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Rosas y espinas por BlackPhilip

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Notas del capitulo:

- Respuesta al Quinto Desafío Relámpago, de la página Es de Fanfics (facebook): Viento - Maluma
- Esto supone ser un songfic, y creo que la canción habla de una ruptura, perdonen si me equivoco:(

Su respiración era un blanco vapor que serpenteaba en el aire. Un gélido viento nocturno calaba hasta sus huesos, y el concreto lo abrazaba con fría humedad. El lejano sonido de automóviles, charcos negros de agua acumulada que reflejaban un mundo de ondas y luces, el goteo insistente que caía de las farolas después de la lluvia: su única compañía.

Legosi esperaba paciente, en un viejo puente de la ciudad. Un lugar extraño para encontrarse con su amado ciervo. Lo había pensado, pero, de cualquier forma, había acudido fiel a su llamado. Se recargó en el barandal de uno de los extremos, admirando el oscuro horizonte nocturno. Frente a él, un mar de luces brillaba con belleza artificial. Parecían estrellas que habían caído de los cielos, y brillaban en bronce, como sus ojos.

El sonido de unos pasos atrajo toda su atención, pero incluso antes de tenerlo en frente, sabía que era Louis. Su característico aroma dibujaba rosas en el aire, y el joven lobo se embriagó con su belleza.

Su cola se sacudió suave con inocencia canina, y sintió una sonrisa naciendo en su rostro, como prueba de su repentina felicidad.

Pero en medio del jubilo, el aire se hacía más frío, como el preludio de una tormenta.

Louis permanecía de pie, a un metro de distancia, tan galante como siempre, adornado con un elegante traje que combinaba con su pelaje de seda. Notó su ceño fruncido, que delataba las preocupaciones y angustias que Legosi desconocía. Una pesada sombra se proyectaba sobre él, como un gigante de discordia. Lo hacía ver tan pequeño, tan frágil.

Tomó unos segundos para que por fin lo mirase a los ojos, aquellos iris de miel tan hermosos en los que podía ver amor. Pero esa noche, había algo más en su mirada.

—Legosi... —Empezó, con una voz tan trémula que parecía romperse en el viento.

 

—.—.—.

 

Fue la última vez que lo vio, cerca y real. Y a pesar de la amargura del recuerdo, no podía dejar de pensar en él, en la alegría que lo invadía con sólo verlo. Emociones que ahora parecían tan lejanas como años pasados, imposibles de recuperar.

Louis había decidido que no debían continuar con lo suyo. Ocultarse de la sociedad no era un futuro digno para ninguno de los dos.

Le explicó como su vida debía comprometerse al legado de su padre, el conglomerado de cuernos construido a base de sacrificios cuyos nombres se barrieron con el paso del tiempo. Su prometida sería su apoyo y consuelo, la mujer perfecta para el hombre perfecto.

Ese era su futuro. El destino que habían escrito para él.

Legosi recordaba aún cada palabra de ese brillante y distante discurso, frío como el oro que destellaba en sus ojos, y supo que las tendría en su memoria para siempre. En los fríos crepúsculos las evocaría, sumido en la nostalgia.

Recordaría su último beso.

Louis marcó el final con un último roce, una firma cruel que lejos de consolar su alma sólo la torturó más. Porque, dentro de su hermosura, sabía lo que ese beso significaba.

Era el adiós, acompañado de un "Te amo", que se perdió en el ocaso.

La última rosa.

 

—.—.—.

 

Sabía que el recuerdo de su amado ciervo lo atormentaría para siempre. Le había entregado amor y ahora se disponía a matarlo en soledad. Aun así, hacía lo mejor que podía para continuar con su vida, para buscar ese futuro digno al que Louis se refería.

Pero su mente lo traicionaba a la menor oportunidad, y se encontraba pensando otra vez en sus ojos, siempre con un brillo febril y nocivo.

Se ahogaba en memorias, lo sabía muy bien. Volvía al pasado, a los días en los que parecía que los unía un lazo mucho más fuerte que lo físico o lo emocional, imposible de romper. Sentía que Louis era su destino. Tenía que serlo. Cuando recordaba todos los retorcidos escenarios que vivieron juntos, le parecía insoportable pensar que sus vidas se cruzaron por casualidad.

Las noches eran las más duras, cuando volvía a su departamento vacío y asfixiante, y su mente se llenaba de voces ensordecedoras que le gritaban que volviera a buscarlo porque no aguantaba el amargo sabor de las cenizas.

Le era imposible contar cuántas caricias dejó en su piel, con fragantes dedos que marcaron caminos por todo su cuerpo. Cuántos besos le correspondieron, siempre con un sabor dulzón y adictivo.

Recordaba la primera vez que le enseñó el amor sexual de un amante, lo nervioso que estaba, y la mueca burlona de Louis, libre de crueldad. Lo había guiado hasta el final, paciente y amoroso, y le había dedicado la más dulce de las miradas, una que nunca pensó que sus arrogantes ojos tenían para dar.

Recordaba como siempre parecía estar hastiado de su ingenuidad, con comentarios soeces que perdían seriedad con cada día que pasaban juntos.

Las discusiones acaloradas que terminaban en paz. El aroma que quedaba prendido en el aire siempre que se iba.

Los días en los que Louis llegaba atormentado y cansado, y se convertía su deber confortarlo y alentarlo.

Y lo que terminaba de fundir su corona de melancolía eran viejas promesas que se habían hecho en la calidez de la madrugada, cuando se sintieron a salvo juntos.

En el presente, no podía evitar sentirse como un idiota por su inocencia. Sabía que Louis no había mentido, él tampoco lo había hecho, pero las promesas no tenían importancia al lado del deber y la realidad.

El mundo, con toda su maldad y apatía, vería sus acciones como un triste romance juvenil. Algo banal e inmaduro que debía terminar cuanto antes. Pero Legosi jamás podría verlo de esa manera. Jamás.

En su cuerpo llevaba el peso de viejas heridas, cicatrices de todos los esfuerzos para destruir las antiguas ruedas de la sociedad, que giraban y giraban eternamente en los prejuicios que los separaban. Había perdido tanto de si para cambiar a ese venenoso mundo, para poder vivir en él junto a Louis. Se clavó en la piel miles de espinas, de las cuales nunca dejó de brotar sangre, húmeda y caliente. Siempre punzando como aguijones en sus entrañas. Pero nunca le importó bañarse en lluvias escarlatas, con tal de ver una sonrisa en su rostro. Un atisbo de luz que le daba sentido a sus actos de mártir.

Y de repente se preguntaba si Louis, tan lejos de su lado, se sentiría igual. Ambos se sacrificaron, se destrozaron por el otro, siempre buscando la manera de sobrevivir juntos.

Y las cosas terminaron de aquella manera, el final por el cual lucharon se había perdido. Ahora no quedaba nada, sólo la sombra perfumada de lo que fue.

¿Pero ese era el final bueno, cierto? Louis sería el símbolo de opulencia y poder, dedicando su vida a los grandes negocios, junto a su esposa traería cervatillos al mundo y se convertiría en el ciervo que siempre estuvo destinado a ser.

Él por su lado, tenía todo un mundo por delante. Quería pensar que lo tenía.

Y aunque en su rostro se dibujaría la tristeza de un sueño perdido, aceptó que ya no quedaban rosas, sólo espinas ensangrentadas y pétalos marchitos que terminaban de morir.

Notas finales:

- Confieso que no escuché la canción. No soy fan de Maluma, así  que sólo me basé en una estrofa:)

- ¡Muchas gracias por leer!


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