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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

De antemano pido disculpas por este capítulo donde básicamente no pasa nada but love >.<

 

Gracias por leer y seguir la historia.

 

Capítulos para el seggs: 02

Ya llevaba dos días en la aldea de la Roca merodeando discretamente los lugares donde sabía que era recurrente encontrar a Deidara, al menos donde lo era en el pasado. Tampoco podía estar todo el día persiguiendo su rastro y buscando la ocasión perfecta para hablarle pues no se encontraba ahí por gusto. Como guardia de la Arena lo primordial era procurar a sus líderes.

Y es que sí había visto a Deidara unos minutos y a lo lejos. Solo esa simple coincidencia bastó para aliviar su corazón, se miraba lozano y al menos eso le restaba preocupación. Estaba seguro de que el doncel se percató de su presencia y en una fantasía tonta le hubiera gustado que le sonriese o que le dedicara una mirada pero no hizo nada de eso, no le trató diferente a como lo haría con cualquier otro guardia de la Arena.

También se había encontrado con su hermano, aunque no habían cruzado ni una palabra. En realidad ambos parecían estar preocupados por cosas mucho más importantes que iniciar una pelea, sus lazos cambiaron y ahora ya no se consideraban familia. Todo el mundo de la Roca era diferente y la idea de que algún día podría estar con Deidara cada vez le parecía más lejana.

Por las mañanas y tardes no se le permitía estar cerca de los dirigentes, después de todo él era un simple guardia y no aportaría nada con su presencia; aunado a esto la aldea ya tenía su propia seguridad así que no había un riesgo real para los de la Arena.

No tenía ni idea si realmente el Tsuchikage seguía teniendo sentimientos por él o ya se había resignado a simplemente llevar la vida que le habían obligado con mentiras, tal vez sería inútil seguir insistiendo en verlo con fingida casualidad porque era una posibilidad muy real que Deidara ni siquiera pensara en pararse cerca de esos lugares con tal de evitar encontrarse con él.

Le estrujaba el alma que su querido rubio ya no lo amara. ¿Acaso él ya se había convertido en un intruso no grato para Deidara? Quizá el no aparecerse por esos lares era la forma de darle a entender que ya no quería ningún tipo de relación, ya no eran cuñados mucho menos aliados... se habían convertido en extraños.

¡Claro que no!

Al doblar en el pasillo lo vio de frente, parecía venir corriendo pues su respiración era agitada y sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas. Alejado de las miradas juzgadoras seguía siendo un jovencito inseguro, lo notó en sus manos que apretaban fuertemente el kimono y no pasó desapercibido su gesto de querer hablar a pesar de que las palabras no salieran de sus perfectos labios. Físicamente no era igual a la última vez que se vieron; estaba seguro de que había crecido un poco, su cuerpo si de por sí le parecía hermoso ahora era admirable, tan agraciado que parecía irreal; su pelo que siempre lo había visto rebosante de adornos ahora solo estaba peinado en alto y con un fino Sangtugwan. Pero la joya, el mayor privilegio en ese momento era ver esos preciosísimos ojos azules tan intensos y llenos de sentimiento que le estaban llamando a gritos, ese par de mares le hechizaban a acercarse.

Para Deidara no fue menos intenso el momento, ya iban dos días en que por razones absurdas se le entretenía hasta tarde y le era imposible buscar a Itachi. Jamás se hubiese atrevido a buscarlo directamente en su habitación por la noche, mucho menos llamarlo expresamente ante su presencia pues ya se imaginaba las habladurías de la gente y lo que menos quería en ese momento era otro rumor corriendo alrededor de su familia. Era una probabilidad muy grande que se encontraran más de una vez durante la estancia de los de la Arena –¡quién lo diría! Jamás hubiese imaginado que su reencuentro con Itachi sería en esa ocasión– pero era tan mínima la posibilidad de que se encontraran solos en un pasillo durante el día sin el rigor de un protocolo. Había planeado encerrarse en esa biblioteca toda la tarde de ser necesario para crear la oportunidad de ver al pelinegro, si lo estaba buscando él debía saber que allí lo encontraría; corrió por la torre porque sentía que cada segundo era valioso para coincidir.

Justo cuando lo vio aparecer del pasillo adyacente su mente se quedó en blanco, estaban a pocos metros de distancia, solo bastaban unos pasos para tenerlo de frente pero sus pies parecían enterrados en concreto y cuando intentaba dar un paso ya no podía sentir ni la fuerza de los músculos ni la firmeza de los huesos, sus piernas se volvieron débiles en un suspiro. Solo pudo mirar esos ojos negros puros hermosamente enmarcados por largas pestañas, lucía tal como lo recordaba; el aura que lo rodeaba era tan varonil y embriagante que se sintió desorientado. Dio un par de pasos tan pequeños que se molestó consigo mismo por no poder avanzar más rápido. Pudo salir de su trance y recuperar la compostura regia cuando escuchó voces lejanas, entonces levantó la cabeza, estiró la espalda con un movimiento tan sofisticado que incluso Itachi pudo darse cuenta solo con eso que Deidara había cambiado más allá del físico en todo ese tiempo.

Caminó lento tratando de no caer por los nervios que le provocaba la situación, pasó junto a Itachi rozando su mano para que lo siguiera a la biblioteca, el único lugar que seguía sintiendo como suyo. Abrió la puerta y se adentró seguido del guerrero, cerró la puerta con llave pero no se atrevió a voltear inmediatamente. Sabía que no era correcto estar ahí juntos, no porque sospechara que su esposo tenía algo que ver con ese campesino debía hacer lo mismo. Se aferró al pomo de la puerta sopesando la idea de mejor marcharse; sin embargo, su mente se quedó en blanco y su cuerpo dio un salto de sorpresa al sentir las fuertes manos de Itachi atreviéndose a agarrarlo por los hombros; a otro lo hubiera mandado a castigar por ese comportamiento pero no al pelinegro, ese toque lo derretía por dentro.

- Deidara –el doncel cerró los ojos con fuerza y todo su cuerpo se tensó, no de miedo sino de deseo. Esa voz rasposa le habló bajo pero claro, necesitaba escucharlo de nuevo. Giró sobre su eje para quedar entre la puerta y ese cuerpo alto y musculoso, levantó la cabeza quedando peligrosamente cerca del rosto de Itachi. Su mano se dirigió al rostro del mayor para apenas acariciarlo con la yema de los dedos, aún no podía creer que seguía sintiendo algo por el hombre parado frente a él como si nada hubiese pasado. Diablos, era tan endeble ante las reacciones de su cuerpo y estaba tan necesitado de cariño que seguramente cometería un desliz.

Itachi ya no podía esperar, ¿qué hacía Deidara? ¿Por qué lo tentaba de esa manera? No quería imponerle nada, o al menos eso se repetía todos los días mientras lo buscaba pero de ninguna forma podría resistirse a esa mirada suplicando por algo que él interpretó como amor. Puso su mano sobre la que le tocaba el rostro y en un movimiento que se coordinó perfecto con el del rubio terminaron por entrelazar sus dedos. ¿Sería egoísta de su parte complacerse con esa boca? Ya no podía pensar más, si el rubio rechazaba su contacto que así fuera pero no se despediría de nuevo sin haber hecho lo que deseaba cada día y cada noche desde que se enamoró de él.

Acercó su rostro hasta poder rozar su nariz y compartió de manera intima el mismo aire que Deidara, incluso juraría que el doncel fue quien se impulsó para comenzar a besarlo; todo fue confuso y placentero a partir de ese momento. Ese beso fue la culminación de toda la tensión que llevaban cargando sobre sus hombros por años, se sentía como si cualquier enojo o reclamo quedara saldado; ya nada de lo que otros habían hecho para dañarlos –y lo que ellos mismos habían hecho para dañarse– los podría convencer de que no estaban destinados a amarse.

Deidara disfrutaba ese roce gentil, le provocaba sensaciones tan diferentes a cualquiera que hubiese sentido antes; los labios de Itachi cubrían por completo los suyos, solo con esto bastaba para hacerle sentir un hueco en el estómago y las piernas débiles, pero esto no era suficiente, necesitaban más, mucho más. Itachi tentó la boca de Deidara con su lengua y de inmediato se abrió para recibir ese musculo húmedo en su interior, juguetearon dentro de la boca del rubio con tanto ímpetu que el mayor tuvo que sostenerlo por la cintura para que no cayera al piso. Sus respiraciones se iban agitando cada vez más por esa excitación inconmensurable, en una reacción natural Itachi se fue acomodando entre las piernas de Deidara y este respondió pegando su cuerpo lo más que pudo al otro.

Un gimoteo de placer ahogado entre las bocas por parte del ojiazul los hizo parar, se miraron mientras trataban de regular la respiración. Aunque ninguno de los dos lo dijera ambos sabían que debían hablar antes de dejarse llevar. Itachi besó su frente para darle a entender que todo estaba bien, se separó de él y en cuanto dejó libre a Deidara este prefirió deslizarse por la puerta para quedar sentado en el piso y dejó escapar todo el aire retenido en forma de suspiro, estaba aliviado. Hizo su kimono a un lado para dejar que Itachi se sentara junto a él.

Se quedaron en silencio un momento. El pelinegro por fin hizo un movimiento, le giró el rostro con una mano y le mostró una sonrisa como nunca antes lo había hecho, gesto que también hizo sonreír al Tsuchikage porque estaba seguro de que el guerrero no era de los que se expresarían así con nimiedades. Ambos soltaron una risita cómplice llena de júbilo y se besaron de nuevo. Ninguno de los dos sabía de dónde nacían esas boberías pero eran tan complacientes y orgánicas que no podían detenerse en su juego de sonrisas, besos y palabrerías sin importancia.

En realidad no se habían dicho nada relevante, esa charla había quedado pendiente pues al menos este recuerdo querían conservarlo dentro de una burbuja de perfección.

 

Cada quién partió a sus deberes cuando el sol comenzó a ocultarse, señal inequívoca de que ya habían pasado varias horas en las que desaparecieron para el resto del mundo. Itachi regresó a su puesto como guardia y seguramente sería reprendido por haber abandonado su labor sin avisar. Deidara volvió a su habitación extrañamente silenciosa y miró a través la ventana a su aldea brevemente, pues lo que sus ojos enfocaron mejor fue la sonrisa sincera en su rostro que hace mucho no mostraba y que ahora parecía no querer irse.

 

Esa noche, contraria a su tarde, francamente había sido horrible. Sasuke le reclamó por olvidar a su hijo durante todo el día y aunque no lo mencionó entrelineas le dijo que sabía que era por su hermano; era aún peor porque no le gritaba solo lo miraba con absoluta decepción. Muchas veces ya se había preguntado si tal vez su esposo se había rendido con él, desde que había nacido Boruto tenía más presente ese pensamiento.

Miró en dirección a la cuna de su hijo donde Naruto ya lo había dejado dormido y se acercó. Lo contempló desde arriba, quería cargarlo pero tal vez lo despertaría así que solo acarició su mejilla con el dorso de la mano. Su piel era tan cálida, tan suave, su respiración tranquila y las mejillas sonrojadas lo hacían sentir inexplicablemente feliz. Ese bebé, ese pequeño bebé era el culpable de todo, él era una trampa dolorosa de la que ya no podía zafarse.

Aunque no lo tenía prohibido todo le indicaba que era incorrecto verse con Itachi. Sí, tal vez Sasuke tenía una relación extramarital con Naruto y tal vez debería sentirse enojado por eso; sin embargo lo permitía porque así se sentía menos culpable por no haberle podido dar ni un motivo de verdadera felicidad a su esposo, ahora veía muy claro que le jodió la vida a ambos al aceptar este matrimonio. Ninguno de los dos encontraría la dicha completa siguiendo juntos y ya era demasiado tarde para arrepentirse.

Lo sabía desde hace mucho pero siempre fue débil y no pudo quitarse el velo de los ojos, en este momento ya podía ver claramente que todo lo que se le ofreció fue una vida llena de dicha solo en la superficie y lo aceptó porque de otra forma se quedaría solo. En esos momentos cuando sentía que se ahogaba él único que siempre estuvo para rescatarlo y solucionar sus problemas fue Sasuke, a él le debía todo y si ahora que tenían un hijo lo abandonaba por preferir a Itachi ¿Qué haría él con un niño al que quería mucho pero que se sentía incapaz de criar?

No odiaba a Itachi, no podría jamás en la vida sentir tal sentimiento hacia su persona pero él siempre se alejaba; nunca se quedó a su lado y solo le ofrecía picos de alegría muy gratos aunque demasiado breves.



La siguiente mañana no vio a Itachi, no iba acompañando a los de la Arena. Sabía que pronto se marcharían, esos días que les restaban no serían eternos y después de eso regresaría a la incertidumbre de no saber cuándo lo volvería a ver o si volvería a verlo. Si tuviera el poder de vislumbrar el futuro le gustaría saber qué valdría más la pena en lo sentimental, tristemente no era así y lo único seguro era la vida que a pesar de los tropiezos había construido, no solo para él, también para su aldea. Podía permitirse soñar que huía con Itachi todo lo que quisiera pero eso era imposible, su primer responsabilidad siempre sería estar con los de la Roca, más ahora que todo parecía ir a pedir de boca. Cada día se notaban más los beneficios de haberse unido y tenido descendencia con el líder del clan Uchiha.

Lo estuvo pensando todas esas horas en compañía de sus invitados y sus siempre queridos amigos concejeros, el amor y el deseo no podían guiar de ninguna forma su vida aunque tampoco se negaría ser feliz al menos esos días, anhelaba al menos pasar todo el tiempo posible junto a Itachi.

 

 

A pesar de no haber acordado nada se encontraron de nuevo esa tarde en el mismo lugar. Al estar solos el moreno supo reconocer que las cosas no había ido bien para ninguno de los dos, tal vez fue un poco peor para Deidara; no quería dejarse llevar pero ya le habían presentado la peor de sus adicciones.

Itachi lo atrapó por la cintura y sin preguntar lo besó con tal pasión que le hizo sentir como un ser puramente lascivo, ninguno de los dos podía negar que sus lenguas enrollándose y cubriéndose de fluidos ajenos era una sensación embriagante.

- ¡Basta Itachi! –Tuvo que hacer uso de todo el autocontrol que le quedaba para hablar.

¿Pero qué diablos le estaba pidiendo? Sí, él también se repetía que debían detenerse y lo hubiese podido hacer pero Deidara se lo pidió con un rostro obsceno, sus ojos seguían ardiendo de deseo; lo besó de nuevo solo para aliviar un poco su libido y complacer lo que el lado racional de su rubio le pedía.

- De acuerdo, tomémonos un momento –Deidara asintió y se sentaron en uno de los sillones largos dejando un poco de distancia solo para no caer tan rápido en sus instintos.

- Itachi lo que estamos haciendo no es correcto. –El nombrado lo miró y sabía que esas palabras eran dichas contra su voluntad.

- Lo sé, no es correcto pero tampoco debiéramos arrepentirnos. ¿Quieres que nos detengamos? –Seguía viendo como su rostro se distorsionaba por su batalla interna, todo ese tiempo alejados le había dado la oportunidad de analizar un poco el comportamiento de Deidara; sus ideas se contrariaban con sus acciones porque no podía ligar la idea de lo que era correcto con sus deseos y eso lo destruiría. Su deber era hacerle ver que el mundo no era condescendiente con las buenas personas, ¡al contrario! ¿Cómo es que no se había dado cuenta aún de que todo aquel que pudo se había aprovechado de su bondad?

- ¡Por favor Itachi, antes de continuar necesito saber qué es esto! –Le angustiaba todo, estaba haciendo algo indebido y al menos debía tener la certidumbre de que se acabaría en cuanto se fuera o que seguirían haciéndolo; sea como fuese no se negaría a ninguna tentación desencadenada por el hombre que tenía a su lado.

- Deidara... –No quería decir que eran simples amantes porque eran mucho más que eso aunque tampoco le humillaba tener ese puesto en la vida del rubio. –No te ha quedado claro que esto será lo que tú desees que sea –Se levantó y rodeó el sillón para quedar a su espalda –No le pongas nombre, no te preocupes por nada –Lo tomó por los hombros y se acercó hasta poder hablarle al oído –Solo olvida todo y déjate llevar –Besó su cuello y de inmediato el rubio giró el rostro quedando muy cerca.

- ¿No es injusto para ti?

- Una mayor injusticia es todo el tiempo que ya nos han robado. –Rozó su nariz, le parecían tan hermosos esos ojos, mirarlos de cerca era un deleite. Para él era una pérdida de tiempo el hablar de este tema; quedaba muy claro que hoy Deidara no se separaría de su hermano y él no le obligaría a alterar la vida que ya tenía. Sí, no era lo que hubiese querido para ambos pero esto es todo a lo que podrían aspirar al menos hasta que el rubio se decidiera a cambiar, ¿lo haría en un futuro cercano? Probablemente no, notaba que seguía siendo vulnerable y para revertir todos los eventos pasados necesitaba una fortaleza que estaba muy lejos de poseer a pesar de ser el Tsuchikage.

 

Deidara ya recostado sobre el pecho de Itachi, sintiendo su respiración tranquila después de una intensa sesión de besos, se atrevió a preguntar para saciar su curiosidad sobre lo que había pasado en la vida de este hombre que creyó jamás volvería a ver.

- ¿Por qué ahora eres un guardia de la Arena? –Seguramente el clan y la Hoja le ocultaron un montón de cosas bajo el hecho de que Deidara no era parte de ninguno de los dos, su única relación con esas personas era Sasuke y él jamás le habría dicho nada sobre su destino.

- Un castigo, supongo. –Siguió acariciando su cabello tranquilamente –Después de que me expulsaran del clan... –Deidara se giró a mirarlo con tristeza como si él fuese el culpable.

- ¡Pensé que era solo un rumor!

- Tranquilo, eso ya no importa. –Lo decía de verdad, no tenía relevancia ahora –Después de eso el Hokage decidió enviarme a la Arena para mantener la fiesta en paz con mi padre, se me envió a cuidar a los aliados de la Hoja en esa aldea.

- Ya veo, ¿pero entonces qué haces aquí? ¿Por qué si eres un guardia de la Hoja vienes en una misión oficial de la Arena?

- ¡Por supuesto que fue para verte!... Además hace tiempo que decidí ser un refugiado en la Arena –Lo decía como si nada pero ambos sabían que las consecuencias habían sido que perdiera su rango tan privilegiado como guerrero de primer nivel y que fuera poco menos que un traidor para la su aldea de origen. –En cuanto me enteré que las dos aldeas habían hecho un acuerdo empecé a contar los días para verte. –Deidara notaba como en sus palabras había evitado adrede mencionar su repentino embarazo que retrasó los planes. Se quedaron en silencio.

- ¿No me preguntarás nada? –Se quería justificar por todos sus actos.

- Realmente no es lo que quiero, no necesito saber nada. –A cada palabra de Itachi se le encogía el corazón, necesitaba eximirse. –Deidara, mi querido Deidara. Escúchame bien, algún día podrás decirme todo sin que duela y yo podré escucharte con tranquilidad sabiendo que nada de eso nos lastimará porque será parte del pasado pero no en este momento, es demasiado pronto. ¿Entiendes? –Él asintió mirándolo con ojos vidriosos –Ahora solo quiero estar contigo así, abrazados. –Si Deidara quería saber más de lo que había hecho en esos años se lo contestaría, por su parte no era capaz de escuchar todo lo que se había vivido en la Roca; ya sabía que se molestaría y terminaría por iniciar una pelea con su hermano; peor, se odiaría a sí mismo más de lo que ya lo hacía por no poder haber hecho nada.

 

Deidara no quería engañar a Sasuke, de verdad no quería pero cualquier contacto con Itachi era excepcional. Lo necesitaba día y noche, quería más, mucho más. Deseaba que él le frenara, que le negara algún contacto para poder detenerse y no era así; le permitía acercarse todo lo que quisiera. Sabía que pronto los besos no serían suficientes, ya estaba llegando a ese límite.

De nuevo estaban en medio de esas horas que se dedicaban exclusivamente el uno al otro, pensó que Itachi no se atrevería a más sin pedírselo primero; era obvio que no estaba enterado de lo mucho que lo enloquecía. No fue solo un roce, no fue un accidente; Itachi estaba masajeando con un ritmo delicioso su trasero y aunque sabía que lo correcto hubiese sido separarse de inmediato y ponerle un alto ese contacto le resultaba endemoniadamente excitante. Gimió entre sus bocas a sabiendas de que eso era una luz verde para que continuara.

Itachi al ser tan fuerte no le costó ni un poco acomodarlo para que quedara con las piernas abiertas sentado sobre su regazo. En esta posición Deidara podía mirar su rostro desde un ángulo nuevo, le gustaba; su Itachi era perfecto por donde se le viera. Le tomó las mejillas con ambas manos y sonriendo se acercó a besarlo de nuevo.

Sentía las manos grandes y toscas acariciando sus muslos de arriba a abajo y a veces acercándose más a sus nalgas. Su cuerpo reaccionaba naturalmente en un vaivén al ritmo que le marcaba el pelinegro, esto más que un acompañamiento era una incitación para el varón.

Itachi debatía en su mente, ¿Sería demasiado atrevimiento si tocaba directamente la piel? Probablemente pero no quería esperar, pronto se iría de la aldea y quién sabe si tendría esta oportunidad de nuevo.

Busco el extremo de la tela y coló sus manos por debajo procurando no mover demasiado el kimono. Bajo esa vestimenta el calor de Deidara yacía encerrado, sus manos disfrutaron el cambio de temperatura y los dedos largos y ásperos se acercaron a tocar las pantorrillas, las delineó desde el tobillo hasta la corva con calma. Su rubio parecía más centrado en la candencia de su boca que en las caricias repartidas. Quería todo de Deidara desde lo sentimental hasta lo carnal. Apretó los dedos sobre esos firmes muslos que se le imaginaban exquisitos a la vista, logró su cometido, hacer que el rubio fuera consciente de las caricias y así fuese capaz de detenerlo a tiempo si lo deseaba.

Lo miró a los ojos, veía la duda en ese par de zafiros. No lo forzaría, solo estaba decidido a llevarlo al límite.

- Cierra los ojos Dei. –Le encantaba su docilidad. Bajó los parpados y escondió la cabeza en su cuello, la dulce respiración de Deidara chocando contra su piel le erizaba todos los vellos del cuerpo.

Subió ambas manos sin llegar más allá de los muslos, la respiración se agitó. Hizo el camino de regreso hacía las pantorrillas y repitió súbitamente la acción de manera ascendente y llegando más arriba hasta encontrarse con su ropa interior, su respuesta fue un jadeo que lo animó a continuar. No quería ir tan deprisa pero tampoco tenían todo el tiempo del mundo, mucho menos la entereza.

Movió su mano diestra al centro para acariciar con sutiliza la hombría del doncel, sintió las manos apretarle los hombros y después relajarse pero no se lo permitiría. Lo acarició de nuevo pero esta vez con más fuerza, no fue solo un roce, apretó el miembro firmemente y arrugando la tela en su palma comenzó a frotarlo de arriba abajo hasta provocar la tensión deseada en Deidara. No paró, continuó hasta que la humedad en la prenda fue evidente, el rubio tal vez inconscientemente no dejaba de ahogar los gemidos en su cuello. Bajó la ropa interior lo más que pudo y toco directamente el pene. ¡Dios! Ese ojiazul lo enloquecía, le excitaba el hecho de brindarle placer; por su mente pasó el sacar su propio miembro para rozarlo con el que tenía entre las manos ¡pero no!, este primer orgasmo quería que fuese solo de Deidara.

Su mano ya estaba totalmente mojada por liquido pre seminal, el rubio le marcaba con la cadera el ritmo que quería seguir; lo frenó varias veces al bajar la velocidad e impedir con el pulgar que expulsara su esencia.

- Por favor Itachi –Le dijo al oído con desesperación, esa voz era un afrodisíaco. Quería escucharlo de nuevo así de erótico, se le haría un vicio. Acarició los testículos con la otra mano para mortificarlo un poco más. –¡Itachi! –Chilló no soportando más el placer, por fin lo había liberado todo; quitó su dedo solo para sentir la mano bañada en semen caliente. Su respiración se fue calmando al igual que el cuerpo.

Deidara en un gesto de profundo amor lo abrazo por un largo rato. Esto fue inesperado para el pelinegro, durante mucho tiempo se imaginó el encuentro con su primer y único amor; después de enterarse de que tendría un hijo con su hermano supo que todo rastro de castidad e ingenuidad se habrían ido, que muy probablemente si lograba seducir a Deidara este le demostraría que hace mucho había madurado en todo sentido; ese pensamiento siempre le molestó. Sin embargo, estando aquí con el verdadero Deidara y no con un invento de su cabeza se daba cuenta que todo era diametralmente opuesto, sentía la inexperiencia del rubio. Tal vez era un consuelo mental pero de verdad sentía que era el primer hombre en su vida, por supuesto, eso era imposible.

No podría odiarlo ni molestarse con él aunque pusiera todo su esfuerzo en ello. Deidara era un pequeño egoísta que ni siquiera se percató de que bajo su pantalón quedaba atrapada una dolorosa erección, lo ignoró por completo y se bajó de sus piernas para arreglarse la ropa y ofrecerle unos pañuelos para que limpiara sus manos. Lo perdonó porque no podía ni mirarlo del pudor, hasta sus orejas se enrojecieron.

No perdía de vista la espalda de Deidara mientras se limpiaba, quería arrojársele encima y desvestirlo, y al mismo tiempo solo quería abrazarlo y decirle lo mucho que lo amaba.

- Mañana te irás, ¿no es así? –tenía razón, esa tarde sería la última que pasarían juntos. Ya sabía la respuesta así que no esperó a que se lo confirmara. –Hablé con el Kazekage. No tengo ninguna razón para retenerte aquí –vio sus puños apretarse, también le dolía que no pudiesen hacer mucho –aunque acordé con él que visitaría la Arena en unos meses, tal vez en un año para ver cómo van las cosas.

Entonces lo entendió, Deidara también estaba buscando con todos sus medios la manera de estar juntos. Le enterneció y llenó de júbilo, estaba seguro que aunque ninguno de los dos lo pudiera decir aún estaban perdidamente enamorados.

- No te aflijas Deidara. –Se levantó a abrazarlo por atrás –Eso es mucho más de lo que yo podría hacer, mucho más de lo que alguna vez soñé. Solo con saber que nos volveremos a ver puedo esperar lo necesario, me llena todo el cuerpo de energía.

- Espero poder soportarlo, no había sido así de feliz desde hace mucho. –Se giró para ver a Itachi, podía más su deseo de tenerlo de frente que su vergüenza por lo que acababan de hacer; las piernas le temblaban y todavía no se sentía capaz de respirar con tranquilidad. Le tocó el rostro y se paró en la punta de los pies para poder besarlo. El pelinegro no dudo en corresponder y lo tomó con ambas manos de la cintura para acercarlo.

Deidara por fin fue consiente a pesar de su kimono de la potente erección que se rozaba en su muslo. Él estaba tan perdido en su propia satisfacción que no se preocupó por el otro e Itachi era tan bueno que jamás le obligaría ni le pediría nada.

¿Sería indecente atreverse a tocar al hombre que amaba? Jamás lo había hecho, nunca había sentido la necesidad de tocar a ningún varón como deseaba hacerlo en este momento. ¿Y si a Itachi no le gustaba?

- ¿Qué pasa? –Le preguntó contra sus labios –Pareces estar pensando en algo.

- Cierra los ojos –Ahora él le pedía ese favor. Así lo hizo aunque a diferencia de Deidara en cuanto sintió que rozaban su miembro no pudo evitar abrirlos de nuevo, por suerte el doncel miraba hacia abajo y no hacia su rostro de lo contrario estaba seguro de que se abría cohibido y tal vez detenido.

Se dejaría hacer cualquier cosa por esas suaves manos. Le tocaban con una calma que le desesperaba, notaba su inseguridad y una genuina curiosidad; quería hacerle entender que estaba bien que lo tocara de la misma forma en que él lo había hecho, mucho más que eso, lo deseaba, lo necesitaba.

Bajó las manos a su pantalón para desabrocharlo él mismo.

- Tócame Dei –el rubio asintió totalmente sonrojado.

Se supone que él era quien proporcionaría el placer ahora pero esa voz ronca en su oído le excitó, debía controlarse o de nuevo tendría una erección. Tragó el excedente de saliva y coló una de sus manos por debajo no solo del pantalón sino también de la ropa interior, estaba tan duro y caliente, no solo era largo sino que grueso y se le antojó moviéndose en sus entrañas; solo ese pensamiento le hizo recuperar su dureza.

Echó su cuerpo hacia enfrente para pegarse al pelinegro, se frotaría un poco contra él para aliviar el cosquilleo en sus partes bajas. Apretó su mano en el miembro de Itachi, ya que no sabía qué hacer solo imitaría lo que le había hecho. Le respiraban en el cuello a cada movimiento.

- Lo siento Deidara pero estas matándome –No supo que significaban esas palabras. Todo fue tan rápido que no se le dio la oportunidad de preguntar si lo decía porque estaba haciendo las cosas mal.

Itachi le levantó la parte delantera del kimono hasta el pecho, lo sostenía con una mano mientras la otra liberaba ambas erecciones. Lo pegó tanto a su pecho que ya no fue necesario mantener su ropa arriba con la mano, sus cuerpos unidos se ocupaban de eso mientras ellos se dedicaban a masturbarse mutuamente.

- Hazlo con más fuerza Dei –Le animó

Apretó con más firmeza y lo agitaba con frenesí pero tampoco podía coordinarse, no podía mantenerse cuerdo y concentrado en esa tarea tan simple cuando estaba siendo tocado con tanta maestría. Qué Itachi lo perdonara por ser tan débil pero ya no era capaz de resistir, se dejó caer al suelo respirando agitadamente.

Itachi no pararía, ya estaba fuera de sí. También se dejó caer y tumbó al rubio, dejándolo totalmente expuesto y vulnerable; se acomodó entre las largas piernas y de nuevo se pegó a Deidara, comenzó a frotar los penes; ambos estaban sudados y perdidos en el placer.

- ¡No, espera! ¡No! –Le gritó al sentir un dedo introducirse en él. Se sentó en el suelo evitando que continuara. Había arruinado el momento; Itachi estaba molesto, lo notaba en su rostro. Ambos respiraban agitadamente. –Lo siento –No sabía qué más decir, había entrado en pánico y no esperó que de verdad se detuviese; Sasuke no lo había hecho nunca cuando se lo pedía.

- No, yo lo siento Deidara. No debí precipitarme. –Estaba a punto de levantarse pero sintió que lo tomaban de la mano.

Itachi entendió sin necesidad de escuchar palabras que su rubio quería continuar, no le permitiría penetrarlo aunque sí todo lo demás. ¿Eso le ponía contento? No realmente pero aceptaría cualquier cosa que le ofreciera con tal de no ser rechazado.

Ya habían perdido el ritmo tan descontrolado, se tocaron con calma hasta llegar al orgasmo. Todo fue romántico, encerrados en su burbuja donde solo existían ellos dos sin pasado ni futuro; solo viviendo el momento.

Cuando la noche comenzó a caer supieron que llegaba el momento de decir adiós.

 

 

 

 

 

 

 

Besties, disculpen tanto sentimentalismo - cursilería.

Principalmente va el amor pero si Itachi y Deidara no tienen una relación descontrolada y pasional entonces vvlv.

 


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