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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

—Flower—

El aire luchaba para ingresar a sus pulmones. Sólo estaba siendo cuidadoso, controlando al máximo su respiración para ocultar la tristeza e ira albergada en ese momento en sus ojos. Acariciaba su espalda aún, con lentitud en contraste con las gotas de lluvia que golpeaban agresivas los ventanales de la habitación. De noche no se oía el ruido de la ciudad, sólo un par de sirenas a lo lejos y el golpeteo de cada gota cayendo. Las lágrimas también caían lentas y en silencio de sus mejillas, a pesar de que Do estaba tan calmado y continuaba hablando sin mostrar ningún tipo de expresión, lo que no significaba que el sufrimiento impreso en sus palabras no lo llevara dentro. Respiraba profundo intentando no alterarse al imaginar al pequeño niño del relato.


Mientras Do hablaba, cada pequeña pieza faltante en el rompecabezas dentro de la mente de Kim encontraba su lugar. Quién iba a imaginar que el jovencito serio, de grandes ojos y tan indiferente del mundo, al punto de parecer egoísta, albergaba secretos tan oscuros, ocultaba moretones debajo de aquel suéter negro y emociones tan arraigadas en su pecho sin poder expresar. La angustia en el corazón de Kim era inmensa, no tenía un inicio claro y menos un fin. Nacía desde todos los recuerdos que tenía de la primera vez conociéndolo, profundizándose con su pasado, acrecentándose con el calor que emanaba su cuerpo, consumiéndolo de forma tan amarga que sólo podía dejar caer aquellas lágrimas, expresando lo que Do no podía hacer.


Una criatura tan dócil, tan auténtica, un pequeño corazón latiendo y su sonrisa brillante frente a un anciano que ni lo recordaba, ¿cómo era posible que hubiese sobrevivido a esa tormenta de maldad que se germinaba siempre a su alrededor?


El recuerdo de Do sonriendo la primera vez que le había abierto las puertas de su corazón se difuminaba en contraste con todo lo que escuchaba. Kim tuvo una vida relativamente fácil. Nada afortunado, pero tampoco trágico, no había tenido oportunidades de oro, aunque tampoco nada difícil que atravesar solo y, aun así, en ocasiones sentía que sus días perdían sentido y muchas veces en su pasado pensó en abandonar todo, sobre todo al descubrir su atracción por hombres, algo que no era para nada aceptado ni en su país, ni en su familia. Pero ahora estaba allí, cuestionándose absolutamente todos los pensamientos que lo componían, sintiéndose débil ante la inmensa entereza demostrada por Do.


Suspiró, deteniendo por vez primera el relato del chico, quien lo observó algo turbado al darse cuenta de que Kim tenía las mejillas húmedas. Lo atrajo en un abrazo sincero, acariciando su cabello, como si fuese Do quien estuviera consolando al mayor. Kim rodeó su cuerpo con tanta fuerza que le apretó el pecho en contra de su respiración, contenido y al mismo tiempo aliviado.


Menos mal que ahora KyungSoo estaba en sus brazos, lejos de la perversidad de las personas, siendo sólo suyo y protegido de todo mal.


—   Te amo.


Una confesión sincera interrumpiendo aquella triste historia.


Por deseo de Do, que tenía la mente completamente activa, pasando de un pensamiento a otro y a otro y a otro, como si no tuviese fin, es que salieron de la cama, reemplazando las sábanas por una fina capa de agua fría y azul, que se meneaba muy lento, de un lado a otro, mostrando la noche a través del reflejo oscuro de la luna en la superficie. El chico era un excelente nadador, era una de las actividades que con mayor frecuencia realizó de niño, realzando el contorno de su espalda y confinándole un aspecto más maduro a su pequeña figura. Aun así, en esa circunstancia, poseía un menudo cuerpo y caderas flacas en las que apenas se sujetaba la ropa interior. Le brillaban los ojos a causa del reflejo del agua, que ondeaba en círculos a su alrededor.


A Kim se le comprimía el pecho al verlo sumergirse con tanto afán, con miedo de que no pudiese salir más. Frente a todo lo nuevo que conocía del pasado de Do, temía hasta por el más ínfimo y ridículo riesgo al que pudiera estar expuesto.


Se mantuvo observándolo simplemente, sentado en uno de los bordes de la piscina, con el pantalón arremangado al igual que la camisa. Lo vio ir y venir de un lado a otro y se preguntaba de dónde había conseguido tanta energía, o es que acaso su mente era tan poderosa como para hacerle olvidar la debilidad de sus músculos, empujándolo una y otra vez contra la densidad del agua.


Do le insistió un par de veces que nadara junto a él, pero Kim prefería sólo ver, apreciarlo como un pequeño pececillo que se movía con tanta gracia, casi asegurando presenciar la forma en que sus pensamientos se diluían en cada brazada.


Fueron cuidadosos, empero de todas maneras se dibujó un camino húmedo hasta el ascensor y por el largo pasillo del piso quince que recorrían hasta su departamento. El edificio entero le parecía inhóspito, tan alejado del ambiente que Do creaba a su alrededor.


Recorrieron el largo trayecto casi a oscuras, con una de las lámparas parpadeando y un ligero chillido lejano que hacía eco tras sus pasos. Los hombros de Do temblaban ligeramente, contrastando el calor interno que empezaba a disiparse a través de su piel. Kim no dejó que atravesaran la puerta siquiera antes de envolver sus hombros temblorosos en un abrazo, atrapando sus labios en un beso dulce. Aquella noche Do sintió el cielo caer a su piel y todos aquellos pensamientos negativos, cada recuerdo que albergaba en los lugares más oscuros de su mente se deshicieron en las caricias tranquilas, pero intensas que repartió Kim en el cuerpo del chiquillo. Por primera vez el pequeño niño que siempre había sido ultrajado, al cual le habían arrebatado incluso los más inocentes momentos de su infancia, apartándolo incluso de la persona a la que el más adoraba, aun cuando nació con un pequeño problema que no debió significar pérdida alguna para su vida, siendo arrastrado a través de un camino que inicialmente jamás hubiese aceptado, a pesar de todo ello, a pesar de ser alguien con una mente brillante con la capacidad de vengarse de todas aquellas personas que le hicieron mal, aún con todo eso sentía por primera vez el amor cálido y desinteresado que le entregaba aquel hombre. Parecía un cruel juego del destino o de la vida, o de algo muy superior a él, sin embargo, en el presente, justo en ese momento en el que un tierno beso caía sobre su frente, sobre su rostro agotado de placer, justo ahí parecía que todo había valido la pena. Eran esas dulces manos, esas dulces palabras, la mirada tierna y casi temblorosa que le ofrecía, una fina sonrisa afligida pero sincera, lo que le hizo derramar un par de lágrimas y que inicio un largo camino de perdón a sí mismo por todos aquellos pecados que nunca había cometido, pero por lo que había sido culpado.


Esa vez fue la primera en la que el sexo se convirtió en un acto que trascendía a lo físico, más bien les permitió alcanzar los miedos que tenían cada uno, las cicatrices, los propios defectos que fueron definiéndolos como personas imperfectas, todas aquellas cosas humanas que les guiaron justo en ese momento en donde podían mirar sus ojos sinceramente y jurarse a sí mismos que ahora, que se habían encontrado, cuidarían y protegerían sus preciados lazos el uno con el otro.


Además, también era la primera vez que Do experimentaba más que solo placer a través de su cuerpo, lo cual por segundos lo turbó, aunque fue el mismo JongIn el que se encargó de hacerlo sentir cómodo y demostrarle que aquello significa realmente estar enamorado de otra persona. Nunca había sido tímido antes como en aquella ocasión. A pesar de haber experimentado distintas situaciones a lo largo de sus cortos veintidós años, esta seguiría siguiendo siempre la primera vez en que su inexperiencia con los sentimientos lo llevaría a ser dominado absolutamente por su inocencia. Cada abrazo, cada vez beso, cada ligera caricia, cada mirada, cada palabra susurrada producía en él distintas emociones que nunca había experimentado.


Sus mejillas se mantuvieron sonrojadas mientras permaneció en los brazos de Kim y aquella actitud tan oculta le derritió profundamente el corazón. Por vez primera lo apreciaba por completo como el chiquillo tan indefenso que siempre le había parecido, tan dulce, tan puro. Y aunque toda esa apreciación proviniera de un hombre, de un cuerpo masculino, tosco y al mismo tiempo atractivo, solo acrecentaba el deseo creciente en el interior de Kim. Le era completamente inexplicable que durante toda su vida sus inclinaciones sexuales apuntaban hacia lo femenino, a mujeres tan completas como lo es SooJung. Si así había sido durante toda su vida, entonces, ¿qué era lo que lo atraía magnéticamente de una forma tan intensa cómo lo hacían KyungSoo? Porque no acababa de entenderlo y empezaba a sospechar que no lo entendería nunca. Solo se dejaba llevar y dominar por la exquisita presencia de aquel chico. Se dejaba seducir por aquella figura débil, pero más por el carácter tan duro que a cada segundo se iba ablandando en sus manos.


Miles de susurros, miles de confesiones se incrustaron en sus labios, en la piel de su cuello, justo en el centro de su pecho. Y en ese momento tan íntimo, entre los pequeños espacios que quedaron bajo sus dedos entrelazados se formó la verdadera unión entre estos dos hombres que amaban por primera vez como nunca lo habían hecho antes.


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