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Grullas de papel - [Ereri/Riren] por L_inverse

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Notas del capitulo:

Disclaimer: los personajes de esta historia no me pertenecen, son del creador del manga Shingeki no Kyojin, Hajime Isayama.

Grullas de papel


"Levi, ¿recuerdas cómo nos conocimos?


Fingí que no había reparado en tu presencia las veces anteriores, pero lo cierto es que ya te había visto varias veces por el campus y solía, cada vez que me topaba contigo, perderme en la forma en que tu cabello azabache se mecía al compás del viento y tu rítmico andar marcaba tu presencia por donde sea que pasaras. Sí, supongo que no notabas que el resto te miraba... pero yo sí percibía que no era al único al que le habías llamado la atención.


La primera vez que me dirigiste la palabra fue en esa biblioteca que se convirtió en un escondite para ambos; me preguntaste si podías sentarte en la mesa en la que yo estaba estudiando y yo ni siquiera pude armar una frase coherente para responder; ese fue el momento en que conocí tu ceja enarcada y tu mirada de extrañeza, esa que afilaba tus ojos grises y la volvían una fina línea de matices azules que pretendían intimidar al resto, pero que a mí me pareció encantadora.


Después de ese primer encuentro, me vi en la urgencia de pasar más tiempo en esa sala de estudio, sólo con el propósito de generar una coincidencia y poder estar más cerca tuyo de lo que mi valor me lo permitía; y – pese a que algunos días mis propósitos fallaron en encontrarte en esa mesa de madera ubicada junto a la ventana que mostraba el interior del campus universitario – después de la tercera vez que nos topamos, decidí preguntar tu nombre.


«Levi Ackerman», respondiste.


Fue un instante mágico. Sabía que simplemente era tu nombre saliendo por tus labios finos y que con suerte me habías mirado antes de contestar, y yo, sin embargo, me sentí ruborizar hasta las orejas y me tembló la voz cuando preguntaste por el mío; ahí sucedió el segundo milagro de ese día: tus labios – esos hermosos e hipnotizantes labios – se curvaron en una tenue sonrisa que te hizo parecer el ser más hermoso del mundo, como si fueses irreal, como si fueses imposible.


Pensarás que no recuerdo cómo se desenvolvió todo entre nosotros después de esa mísera presentación, pero yo aún recuerdo con claridad los nervios que sentía cuando me atrevía a saludarte en los pasillos, o cuando me sentaba derechamente a tu lado si llegabas antes a la biblioteca o cuando me atrevía a preguntarte por las materias que estudiabas.


Fuiste difícil, o tal vez yo no tenía las habilidades sociales para poder entablar conversaciones coherentes contigo, mucho menos para ligar contigo; no como esos hombres y mujeres que, en reiteradas ocasiones, fui testigo de cómo se acercaban con segundas intenciones a acaparar tu atención, incluso cuando tú no mostrabas más interés que una mirada de soslayo, para luego volver a tus lecturas.


Fuiste difícil, pero yo no me rendí. Probablemente porque me gustabas demasiado y cualquier cosa que me decías o por muy efímera que fuese tu mirada hacia mí, yo lo tomaba como un avance, como una señal de que siguiera tratando de ser más cercanos, de que me estabas instando a seguir conociéndote.


La primera vez que salimos de esos encuentros – no tan casuales – en la biblioteca, fue un día de lluvia. Lo recuerdo perfectamente porque tu cabello mojado se veía mucho más negro de lo usual y la humedad de las gotas de lluvia en tu rostro te sentaban ridículamente bien; creo que nunca había conocido a alguien que se viera tan atractivo empapado por un temporal y tú llegaste a romper esa regla, como muchas otras más se rompieron con el paso del tiempo.


Me dijiste que fuéramos a beber un té cuando nos topamos en el pasillo cerca de la entrada y yo me dejé dominar por la felicidad y te seguí hasta la pequeña cafetería que había en la universidad; pero mientras estábamos allí, el silencio se volvió incómodo, porque yo estaba demasiado nervioso, sin saber qué decirte ahora que tu atención no estaba sobre esos libros que solías llevar a la sala de estudio y yo tampoco tenía mis propios apuntes para usarlos de escudo cuando me sentía intimidado por tu maravillosa presencia; tanta era mi inquietud y nerviosismo, que había caído en ese mal hábito de bajar mi vista hacia la mesa y ponerme a doblar las servilletas.


Después de unos minutos que me parecieron eternos, rompiste el silencio y me dijiste que era la peor grulla de papel que habías visto en tu vida y, sin poder siquiera evitarlo, yo levanté la vista al instante, topándome con tus ojos azul grisáceos, tan claros como el agua de un estanque, tan hermosos como una joya y tan brillantes como la luna llena; me mirabas con curiosidad y, para mi sorpresa, decidiste tomar una servilleta también, doblándola de manera perfecta hasta formar la grulla que había intentado hacer durante todo ese rato.


En ese preciso instante, todo cambió entre ambos, pues me lancé a reír con ganas, botando todos mis nervios y comenzando a actuar con más naturalidad contigo.


No mientas, porque tú también comenzaste a ceder; tanto así que solías guardarme un puesto en la sala de estudios cuando llegabas antes que yo o buscabas un pretexto para que fuésemos a beber un té o café; así como también te acercabas a saludarme en los pasillos e, incluso, comenzamos a almorzar juntos algunos días, sobre todo los jueves, porque ambos teníamos la tarde libre y podíamos extendernos más en nuestras conversaciones y guerras de miradas en las que yo siempre perdía.


Me tomó un semestre completo y ese mes de vacaciones de verano para reunir el valor de invitarte a salir... y me dijiste que no.


Fuiste cruel, Levi, admítelo. Nunca quisiste decir que fue sólo para torturarme, pues, tras unos segundos en los que quise que la tierra me tragara, arruinando por completo mi salud mental con tu respuesta, finalmente me dijiste que no podías salir conmigo el día que te propuse, pero me pediste mi número para coordinar otra fecha.


Sonrojado, avergonzado y nervioso como siempre fui, te di mi número y tuviste que preguntar con descaro si quería el tuyo de vuelta. Siempre te gustó verme avergonzado, me lo dijiste una y otra vez y, pese a saberlo, yo caí en cada una de tus provocaciones; quizá porque se volvió parte de nuestro ritual de coqueteo, ya que cuando yo me ofuscaba por tu forma mordaz de responder, tú salías con algún comentario que hacía mis mejillas arder y que me derritiera por dentro, usándolo como excusa para reducir la distancia entre nosotros y tomar mi mano, dejar una caricia en mi mejilla, jalar un mechón de mi cabello o abrazarme con fuerza contra tu pecho.


De un momento a otro, pasaba tanto tiempo a tu lado que ya ni siquiera te tenía que llamar para saber si nos juntaríamos a almorzar al día siguiente, ni tampoco tenía que mandarte un mensaje para saber si nos veríamos en la biblioteca; después de un tiempo, sabía que estarías ahí, esperándome pues siempre fuiste de los que llegaban temprano, siempre estabas ahí aguardando mi arribo. Impaciente, pero jamás te marchaste y me dejaste plantado. Jamás.


Debiste suponer que yo no daría el gran paso de confesar que me gustabas más que como un simple amigo, que nunca confesaría que quería ir más allá contigo pese a que era demasiado obvio por todos los sonrojos que me robabas, por todas las veces en que nuestras miradas se besaron antes que nuestras bocas, por cada vez que nos desnudamos el alma en conversaciones de madrugada por teléfono... ya que un hermoso día de primavera, te acercaste a mí y me besaste de una manera que aún recuerdo como si tus labios todavía estuviesen sobre los míos; tan suaves, tan tibios, tan finos y perfectos.


Me besaste y no me dejaste de besar pese a que estábamos en pleno parque, a medio día, con el tránsito sonando a nuestras espaldas y las miradas de la gente sobre nosotros.


Rompiste cada una de mis barreras, me hiciste salir de mi vergüenza cuando me obligabas a actuar como novios, pese a que ni yo me creía que podía tenerte a mi lado, como pareja; me enseñaste a confiar no sólo en ti, sino también en mí; me apoyaste en mis decisiones, cuando nos graduamos de la universidad, cuando nos fuimos a vivir juntos, cuando no encontraba trabajo y tú debiste mantenerme; estuviste conmigo las noches frías de invierno y me besaste las tardes de primavera, de la misma forma en que nos dimos nuestro primer beso; esos besos que saben igual de mágicos como la primera vez, esos que seguían teniendo una cuota de timidez pese a todos los años que llevábamos juntos; esos que carecían de vergüenza cuando consumábamos nuestro amor de manera pasional y me sometías a tus caricias, a tu dulzura y a tu lujuria desbordada.


Levi, yo recuerdo exactamente cómo nos conocimos.


Recuerdo exactamente cada encuentro entre ambos. Cómo lucía tu cabello, de qué color eran tus sweaters, qué clima había en la ciudad; recuerdo cómo aumentaban los segundos en los que tu mirada se mantenía fija en mí conforme más frecuentábamos, recuerdo también la cantidad de sonrisas que me dedicadas todos los días, incluso recuerdo tus palabras como si las hubiese escrito en mi piel... pero, en realidad, están escritas en mi corazón, en mi alma.


Dime, Levi, ¿tú lo recuerdas?"


Eren dejó el lápiz de lado y masajeó su adolorida mano que se resentía después de haber estado redactando esa carta. Admiró el papel cubierto con tinta y su letra que siempre consideró ordenada y simétrica, dándole un aspecto mucho más bello a aquel trozo de papel amarillento.


La leyó un par de veces, derramando una lágrima en cada una de ellas. Podría seguir describiendo cada uno de los hitos más trascendentales de su relación con Levi, podría seguir por horas y llenar un libro completo con los capítulos de su vida juntos, desde el momento en que se conocieron y cómo se fue formando su preciada y maravillosa relación; pero con esa página era suficiente... suficiente por hoy para decirle a Levi lo que sentía.


Procedió a soltar un suspiro antes de ponerse a doblar el papel. Se puso de pie y, justo en ese momento, la puerta de su cuarto es abierta y se muestra su rubio amigo ante él. Armin le sonrió con cariño y se acercó mientras metía las manos a los bolsillos de sus pantalones negros, que contrastaban con la bata blanca de médico que le sentaba tan bien a su tez clara y alto porte.


— ¿Qué escribiste? — le preguntó con curiosidad, todavía mirándolo con sus ojos azules llenos de calidez y luego dirigiendo su atención al papel doblado entre sus manos.


— Una carta para Levi. — respondió el moreno, sonriéndole mientras amarraba la carta con el hilo grueso que tenía junto al escritorio.


— Vaya, ¿y qué le escribiste esta vez? — siguió preguntando con calma, ayudándolo a sujetar el hilo.


— La historia de cómo nos conocimos. — Eren se sonrojó mientras rascaba su nuca distraídamente, desordenando sus largos cabellos castaños que se sujetaban en una coleta descuidada. Se había avergonzado por decir aquello en voz alta y de sólo imaginar nuevamente las palabras escritas en la carta.


Entonces, Armin endulzó aún más su semblante, regalándole otra sonrisa antes de ayudarle a colgar la carta de uno de los ganchos del techo.


— ¿Y cómo se conocieron esta vez? — preguntó Armin.


— En la universidad. — respondió Eren con una carcajada una vez que se alejó un paso y admiró esa nueva carta que colgaba en su habitación, con las alas de la grulla moviéndose débilmente todavía por el impulso que le dieron al colgarla.


— Bueno, nunca superará a la historia de cómo se conocieron siendo soldados dentro de unas murallas. — mencionó el rubio, clavando su vista en la grulla que se mimetizaba con el resto que había en el cuarto.


— Sí, esa fue bastante creativa. —


Eren sonrió, moviendo otra de las grullas de papel que colgaban del techo, admirándolas como si fuesen una bandada de aves blancas con manchas de tinta; tatuadas con las palabras que conformaban un montón de historias, todas ellas relatando las mil maneras en que podía conocer a Levi Ackerman.


— ¿Tienes hambre? — preguntó de pronto el doctor. — Están sirviendo el té en el salón. —


— A Levi le gusta el té. — mencionó el moreno, distraído todavía mientras apreciaba las cartas que había escrito para el hombre de cabellos azabaches y ojos color tormenta.


— Sí, es verdad. Me lo habías comentado. — dijo el rubio con una carcajada. — Vamos, te perderás las galletas de vainilla. —


Eren soltó un largo suspiro y, tras darle una corta sonrisa a Armin, comenzó a seguirlo para marcharse de la habitación; sin embargo, algo en su interior lo hizo detenerse justo cuando estuvo a punto de salir al pasillo y se obligó a voltear para mirar a sus queridas grullas de papel que guardaban sus palabras para Levi.


— Me gustaría que las leyera... — dijo en voz baja, manifestando ese deseo no con el propósito de hacérselo saber al rubio, sino como si, al verbalizarlo, este se pudiese hacer realidad.


En seguida, la mano de Armin se posó suavemente sobre su hombro, tan firme y cálida como siempre. El alto moreno se sentía sumamente en confianza con el joven doctor, pues habían conectado desde el momento en que se conocieron, hace varios años atrás. Por lo mismo, había sido al único al que le comentaba sobre esas cartas que le escribía a Levi y cómo le gustaba que volaran como pequeñas aves blancas alrededor de él, confortándolo por las noches cuando el recuerdo del azabache lo abordaba.


— Eren, podemos hablar de ello en la sesión de mañana, ¿te parece? —


El moreno dirigió sus ojos verdes por última vez a las grullas, que se veían como meras sombras cuando el rubio apagó la luz de su habitación y procedió a conducirlo por esos blanquecinos pasillos hacia el salón.


Quería que Levi leyera sus cartas, cada una de ellas. Deseaba que supiera todos los detalles que recordaba de él, todos los colores que adornaban su imagen en la mente del moreno, los olores asociados a su persona, la temperatura del viento que danzaba entre ellos cuando compartían charlas infinitas en cualquier lugar del mundo.


Quería que conociera a cada una de sus versiones; desde las que lo mostraban como el soldado más fuerte de la humanidad, un detective famoso, el dueño de una humilde cafetería en un pueblo rural o un simple y fascinante estudiante universitario.


Quería que Levi fuese cada uno de esos personajes, con todas y cada una de sus misteriosas y peculiares personalidades; pero, sobre todo, que en todas y cada una de esas historias pudiesen amarse con plena libertad, como si ese amor fuesen las aves que surcan los cielos en cada estación del año, aquellas que podía apreciar desde la pequeña ventana de su reducida habitación en ese edificio.


Pero Levi jamás leería sus cartas ¿no?


Pues Levi Ackerman... realmente no existía. 


 

Notas finales:

 

— Esta historia está participando del concurso #EreRirenAngstContest en Wattpad.

— Organizado por las juezas: 

vefania

brokenlevi_

— Su extensión es de: 2516 palabras.

— Ship: Ereri/Riren.

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Notas de la autora

En primer lugar, quisiera partir agradeciendo la maravillosa oportunidad que me han otorgado las juezas del concurso al haber aceptado mi historia.  Nunca he escrito de este género porque soy muy llorona y me afectan un montón los finales no felices — y los finales en general , pero como el reto era dejar salir sentimientos profundos, muchos de ellos no alegres, me atreví a participar, así que espero que esta historia haya sido de su agrado.

En segundo lugar, quisiera agradecer infinitamente a dos personitas que fueron mi impulso para publicar esto, que es mi hermana y una querida amiga — quien hizo la hermosa portada de esta historia, por lo demás. Si les gusta la portada, no duden en hablarme para ponerles en contacto con ella ; fueron mis betas, por así decirlo, y me dieron la motivación para dar este paso y mostrarles esta entrega. Muchas gracias a ambas, no se imaginan lo importante que fue para mí compartir esto con ustedes y recibir su apoyo.

Por otra parte, también agradecer a quienes le hayan dado una oportunidad a mi OS. Espero de todo corazón que les haya gustado, porque le puse bastante cariño y mucha emoción a estas palabras. Me vi en la disyuntiva de qué historia siempre es más bonita de contar cuando se trata de este ship y no supe decidirme, por lo que fue una de las tantas motivaciones para darle ese giro a la historia. 

A modo de comentario, cuando describo todas las posibles historias que pueden escribirse sobre Eren y Levi, hago mención a personajes como el que llevan en la misma serie de Shingeki no Kyojin, así como también menciono algunos de los que he creado para mis otras historias siempre es más fácil escribir de lo que se sabe  .

Bueno, no tengo más que agregar, sólo reiterar mis agradecimientos y lo feliz que me siento de participar de esta iniciativa.  

Espero nos encontremos en otra oportunidad.


¡Nos estamos leyendo!

 


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