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Jóvenes Rebeldes por lyra

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Notas del fanfic:

Basado en la serie Young Royals

Personajes:

*Thomas (Tom) Kaulitz, 17 años
*Bill Trümper, 17 años. Estudiante no residente del internado gracias a una beca.
*Andreas, 19 años. Primo de Thomas y también estudiante del internado.
*Georg y Gustav. 19 años y amigos de Andreas.
*Alexander, 17 años. Amigo y compañero de clase de Bill. Estudiante no residente.
*Clarisse, 21 años. Hermana de Alexander y amiga también de Bill.
*Charles , 17 años. Compañero de clase de Thomas, Bill y Alexander.
*Jörg y Simone Kaulitz, padres de Thomas
*Gordon Trümper, padre de Bill. Viudo.
*David, secretario personal del padre Thomas.

 

 

 

 

—Thomas, el coche ha llegado.

Apoyado en el lavabo Thomas Kaulitz se miró en el espejo maldiciendo por lo bajo. Le habían partido el labio, tenía sangre seca en su mejilla y un ojo morado. Sus nudillos le dolía, no se había quedado quieto y le había partido la cara al grandullón que se la había partido a él. Sólo por no querer parar a hacerse un selfie.

No era culpa ser hijo de quien era, ser tan famoso que no podía dar un paso sin levantar las envidias a su alrededor. Solo había salido a pasar un buen rato con sus amigos, y la noche había terminado de la peor de las maneras. Con una pelea, con él de protagonista.

Y gracias a los móviles de última generación la pelea había sido grabada en video y ya se había viralizado.

Su padre no le iba a perdonar tan fácilmente, le había prometido que al próximo escándalo no iba a ser tan benévolo como su madre. Y ese había sido la gota que había colmado el vaso.

— ¿Thomas?

—Ya salgo, un minuto por favor—pidió tratando de no gritar.

Fuera le esperaba el secretario personal de su padre y persona de confianza. David, como le odiaba...

David le esperaba pacientemente a que saliera del baño de la comisaria en donde se había encerrado. Tras pagar una fianza más que generosa le habían dejado libre y sin cargos, por suerte se libraba de pasar la noche entre rejas.

Y su padre no se había rebajado en ir a buscarle a comisaría. A pesar de que Tom le había insistido que no había empezado la pelea y que todo había sido culpa del otro, Jörg Kaulitz ya no sabía si podía confiar o no en su hijo. No era el primer altercado que provocaba ni tampoco sería el último. Le había rogado una y otra vez que su comportamiento debía ser ejemplar, que el buen nombre de su familia no debía ser manchado pero Thomas fallaba una y otra vez para su decepción y la de su madre.

Y luego estaba la maldita prensa, su altercado ya era noticia de primera plana gracias al maldito video de la pelea que había sido difundido por internet y ya se había viralizado. Y allí estaba metido en el baño para tratar de asearse, en la puerta la prensa le esperaba ávida de conseguir la mejor fotografía del desdichado niño rico que no sabía beber.

Todos creían que la pelea había sido fruto del alcohol, que a pesar de ser menor había conseguido emborracharse y cuando nadie accedió a sus caprichos había estallado con el primero que había pillado. Y era todo lo contrario. Había bebido pero no tanto para descontrolarse, y la pelea la había empezado el otro solo para picarle.

Pero es no importaba, solo que el nombre de su familia había sido una vez más manchado.

Cogió aire y tras echarse un último vistazo en el espejo salió del baño. David hablaba por teléfono y levantó una mano para que le esperara en silencio mientras terminaba de hablar.

—Perfecto, el señor Kaulitz le agradece todo lo que está haciendo por su hijo señor Nolan y le pide disculpas por las horas de la llamada—dijo David despidiéndose de su interlocutor.

David colgó la llamada y se guardó el móvil en el bolsillo interno de la chaqueta de su caro traje de Armani, mirando con desagrado las pintas del joven que tenía delante.

A sus 17 años recién cumplidos Tom no terminaba de entender que había nacido en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia. Debían dar buen ejemplo no solo con sus actos si no también con su aspecto. Y allí estaba, vestido como un payaso con esas ropas anchas y ese pelo que le gustaba llevar largo. Por mucho que sus padres habían insistido en que se lo cortara solo habían logrado que se deshiciera de sus rubias rastas cambiando su color al negro y su peinado a unas trenzas algo más discretas.

—El chófer nos espera en el parking—explicó David mirando seriamente a Tom—La prensa no molestará mucho. Procura no perder los nervios, ya sabes lo pesada que suele con tanta foto.

Tom resopló como respuesta. Se metió las manos en los bolsillos y le siguió en silencio hasta el ascensor. Bajaron al parking de la comisaria y allí estaba aparcada la limusina negra de su padre.

Pero sabía que no estaba dentro, tenía una cena importante esa noche a la que también había acudido David y había sido él el encargado de arrastrarse hasta comisaria para sacarle de allí. Su padre no podía desatender a sus invitados, no por otro escándalo provocado por su díscolo hijo.

Por no hablar de su madre, que nunca se oponía a su marido y aunque sabía que había veces que se excedía callaba para no llevarle la contraria. Se la imaginaba recostada en la cama tomándose un té que relajara los nervios que le provocaba cada uno de sus muchos problemas.

Entró en el coche y se acomodó en el asiento de atrás junto a David. El chófer les cerró la puerta y ocupó su asiento arrancando de inmediato. Cogió sus auriculares inalámbricos y se los puso, tratando así de evadirse del destino que aún no sabía que le esperaba.

El coche recorrió el parking y al salir de el fueron recibidos por una lluvia de flashes. Tom alzó una mano con rabia tratando así de cubrir su maltrecho rostro, absteniéndose de levantar cierto dedo.

Minutos después emprendían camino hasta la gran mansión en la que vivían y que estaba en las afueras de Berlín.

— ¿Me estás escuchando Thomas?

Tom maldijo por lo bajo y se quitó uno de los auriculares.

—Te decía que por órdenes de tu padre ya se ha redactado una nota de prensa que mañana será enviada a todos los periódicos—repitió con calma David.

— ¿Qué nota de prensa?—preguntó Tom sin entender.

—Quiere que pidas disculpas públicamente—explicó David—Debes hacerlo por la familia, lo sabes.

Tom maldijo por lo bajo, no era culpa suya ser parientes lejanos de no sé qué nobleza. Por ello, su comportamiento debía ser ejemplar y rebajarse a actos como ese. Pedir perdón públicamente por algo que no había sido del todo culpa suya.

—Tu padre quiere que leas atentamente el documento que ha redactado—dijo David pasándole un papel.

Tom lo cogió y leyó arrugando la frente al llegar a cierta parte.

"Por eso mis padres y yo hemos decidido mi ingreso inmediato en el prestigioso internado de Hillerska..." ¿Cuándo lo hemos decidido?—inquirió Tom negando con la cabeza.

—Acuérdate de lo que te dijo la última vez, al próximo altercado habría consecuencias—le recordó David procurando no sonreír de satisfacción—Hillerska es el mejor de los internados, tu primo acude a él. ¿Recuerdas a Andreas?

—Es una cárcel—murmuró resoplando Tom.

—Te acostumbrarás, ya lo verás—dijo David quitándole importancia—Yo mismo he hablado con el director, no ha habido ningún problema en admitirte a mitad de curso. Y no estarás solos, los hijos de las mejores familias acuden allí. Estarás entre iguales.

— ¿También sus hijas?—inquirió Tom alzando una ceja.

—Por supuesto que no—contestó muy serio David—Solo serviría de distracción y allí se va a estudiar.

—Genial, encima de encerrado no tendré a nadie que me alegre las vistas—gruñó Tom arrugando el papel en su mano.

David suspiró a su lado, se le estaba haciendo el camino de vuelta demasiado largo. No era trabajo suyo tener que complacer los deseos de un maldito niño mimado.

 

 

 

 

Al día siguiente Tom desayunó con la pelea suya en primera plana de cada periódico. Además de la nota de prensa donde se rebajaba a pedir perdón públicamente y aceptar su castigo en Hillerska. Fue imposible tratar de hacer cambiar de opinión a su padre, por más que prometió no volver a salir de fiesta en los próximos meses Jörg Kaulitz fue inflexivo y Simone no abrió la boca para decir nada.

No había más que hablar, siguieron desayunando en silencio y una vez terminado tuvo el tiempo necesario de preparar una maleta con sus pertenencias. Entraría en Hillerska esa misma tarde.

Sentado en la cama veía a la doncella de su madre doblarle bien la ropa para que no se le arrugase.

—Vestiré uniforme, no sé para que necesito llevarme tanta ropa—gruñó Tom.

—No tendrás que llevarlo todo el día cariño—dijo Simone sonriendo a su hijo.

Sin su padre delante Simone era más cariñosa y protectora con su hijo, como si volviera a ser su niño pequeño al que tanto iba a echar de menos.

—Después de las clases y en tu tiempo libre puedes vestir cómodamente—siguió diciendo Simone.

Se sentó a su lado en la cama, cogiendo su mano entre las suyas y estrechándosela con cariño. Tom sintió que su enfado se disipaba por unos segundos, en momentos así era cuando más necesitaba el consuelo de su madre ya fuera con un abrazo o que le cogiera de la mano infundiéndole valor.

Valor. Lo que le faltaba para abrir su corazón...sabía que había algo que contar pero el miedo le impedía a hablar. Estaba confuso, había días en que se obligaba a decirse que eso que sentía estaba mal, que era mentira y solo tenía que concentrarse en olvidar.

Suspiró y desvió la mirada de su madre, parecía que con solo mirarle podía leerle la mente y no lo quería en esos momentos.

— ¿En serio tengo que ir?—preguntó por enésima vez.

—Sabes que si, no insistas por favor—pidió Simone con calma—Tu padre siempre te ha pedido que tu comportamiento fuera ejemplar y en más de una ocasión ha tenido que pasarlo por alto. Pero lo de anoche ha salido en toda la prensa, por no hablar del video. El honor de la familia ha sido manchado.

—Os he pedido perdón, ¿Qué más tengo que hacer?—suplicó Tom.

—Obedecer a tu padre asistiendo a Hillerska—respondió con firmeza Simone—Y allí debes comportarte mejor que nunca, no te pasarán ni una. Saben como castigar a los jóvenes rebeldes, y tus notas deben ser excelentes.

—Siempre lo han sido—apuntó Tom.

En eso no podían tener queja alguna, era muy aplicado en sus estudios aunque su comportamiento dejara mucho que desear.

—Claro que si, cariño—dijo Simone muy seria—Pero en Hillerska el nivel es muy alto y debes mantener sobresaliente de nota media. En todas las asignaturas, es lo que se espera de ti.

Tom se cruzó de brazos resoplando, vivía solo para sacar buenas notas. Le exigían demasiado y él siempre tenía que obedecer sin poner objeción alguna.

 

 

 


Nada más terminar de comer partió para Hillerska, se despidió de sus padres y entró en la limusina. Haría el viaje solo, su padre tenía una reunión importante y su madre había quedado para tomar el té con sus mejores amigas, la mayoría de las cuales tenían a sus hijos estudiando en Hillerska.

El viaje no fue muy largo, casi 1 hora que pasó escuchando música y dormitando. Cuando el chófer paró el coche y le abrió la puerta se ajustó al cuello la corbata a rayas que era parte del uniforme y salió del coche.

Ante él se levantaba Hillerska, un gran edificio que más bien parecía sacado de una película de terror. Era un antiguo castillo reformado, de piedra gris y amplios ventanales que le daban un aspecto más lúgubre. Solo faltaba que en esos momentos cayera un relámpago que iluminara el edificio, así su bienvenida sería perfecta.

—Bienvenido a Hillerska.

Esbozó la mejor de sus sonrisa y estrechó la mano del hombre que le había hablado.

—Soy el director James Nolan, cualquier cosa que necesite estoy a su disposición.

—Gracias...señor—saludó Tom, recordando que debía ser de lo más respetuoso.

— ¡Thomas!

Se volvió y sonrió al encontrarse con una cara conocida. Su primo Andreas había ido a saludarle en persona.

— ¡Cuánto tiempo sin vernos!—saludó Andreas con un abrazo.

Tras él había dos chicos más vestidos también de uniforme. Americana granate con el escudo del internado bordado en la solapa, pantalones gris oscuro y corbata a rayas granate y negras.

—Te presentaré, son mis mejores amigos—dijo Andreas con educación—Georg Listing y Gustav Schafer. Sus padres y los nuestros son amigos de toda la vida y tienen negocios en común.

—Un placer conocerte Thomas—saludó Gustav tendiéndole la mano.

—Lo mismo digo, pero llamadme Tom—pidió Tom estrechando su mano.

—Tom es un nombre vulgar Thomas—apuntó Andreas—Aquí en Hillerska tu nombre tiene que resonar.

—Haz caso a tu primo, es quien mejor sabe lo que te conviene en Hillerska—dijo Georg tras estrechar también su mano.

— ¿Y por qué vais de uniforme a estas horas?—quiso saber Tom.

El se lo había puesto por complacer a su madre que quería verle con el puesto. Pero no entendía que a esas horas que ya no había clase se tuviera que llevar, había entendido que en sus horas libres podía respirar llevando su propia ropa.

—El director ha querido recibirte como te mereces, y en ocasiones así debemos llevarlo—explicó por encima Andreas—Vamos, nos esperan en la capilla.

Tom fue tras sus nuevos amigos, dejando sus maletas en manos del chófer.

 

 

 


Tal y como había dicho Andreas entraron en la pequeña capilla que había al lado del internado. Allí el resto de los alumnos ya le estaban esperando y se pusieron en pie. Tom recorrió el largo pasillo sintiéndose incómodo con todas las miradas fijas en el. Parecía que acababa de entrar alguien de la realeza, solo había faltado que hubieran extendido una alfombra roja y le hicieran una reverencia.

Tomó asiento en los primeros bancos entre Andreas y el director.

—El coro de Hillerska te va a dar la bienvenida—explicó muy orgulloso Nolan.

—Gracias...pero no era necesario—murmuró Tom.

—Por supuesto que lo es, tenemos las mejores voces en nuestras filas—insistió Nolan—Presta atención, no quedarás defraudado.

Al momento un grupo de chicos hizo acto de presencia y colocándose delante de todos comenzaron a cantar. Tom no les prestaba mucha atención, la música no era una de sus pasiones.

Entonces una dulce voz resonó entre todas, alzó la mirada y la clavó en un chico que cantaba un solo con una fuerza maravillosa. No había reparado en el, era distinto a los demás. Era...especial...

Parecía que le cantaba solo a él, su mirada estaba fija en la suya y Tom sintió que se encogía en su asiento. Nunca antes se había sentido así, o al menos no había sido provocado por la mirada de ningún otro chico.

Pero ese era distinto, y destacaba entre los demás. Tenía una belleza imposible de olvidar, sus rasgos eran algo afeminados como su cabello que lo llevaba largo hasta los hombros de un color negro azabache que brillaba a la luz de las velas que le rodeaban.

Tom sonrió sin poder dejar de estudiar su rostro, descubriendo que el chico le devolvía tímidamente la sonrisa y entonces lo supo. Acudir a Hillerska al final no había sido tan mala idea....

Notas finales:

Después de años sin publicar nada nuevo, pero no sin seguir escribiendo, la vieja lyra ha regresado. ¿Quién me manda engancharme a una serie tan buena? Estaba claro que le iba a escribir un fic si o si.


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