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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Katze siempre ofrecía resistencia al inició y durante la vejación, parecían solo intentos desesperados de escapar de lo inevitable. Como regla general lo hacía, no iba a esperar a la visita con el culo en alto, aunque de todas formas fuera alcanzado. Sabía que luchar era inútil, Guy con su fuerza física, buena salud y la emergencia creada entraba en su habitación no muy diferente a un animal en celo enloquecido por las hormonas que embrutecían todos sus pensamientos. 
 
Previo a que se abriera la puerta siempre recibía una descarga eléctrica e Iason ingresaba con Guy. Mientras el Blondie nunca se acercaba a la cama, dejaba que el mestizo lo haga con esa sed que se abalanzaba por encima de su propia voluntad. Nublado en rojo, sólo con la visión, como túnel, de desahogar su lujuria. 
 
Katze arremetía su puño cerrado o una patada contra Guy, inmediatamente lo tuviera cerca, pero el mestizo no se veía afectado por el intento de alejarlo, lo tomaba por los cabellos o el cuello y encontraba su lugar al ponerlo boca abajo o de lado. 
 
Guy era preciso, rápido y eso era frustrante. Obviamente para asegurar su ventaja y un buen desempeño, no estaba siendo privado de alimento; caso contrario Katze, que era provisto solo con lo necesario para mantenerse un día vivo y rendir un corto enfrentamiento con fines de entretenimiento a Iason que quería esa resistencia por muy patética que sea, sino la prevendría de cualquier forma. Aún sabiendo que Iason esperaba ese espectáculo de ellos, todavía el orgullo de Katze estaba demasiado alto como para pensar en actuar de otra forma, como sumiso o resignado. 
 
Saber que Guy, dueño de todos sus sentidos no haría esto, era de alguna manera reconfortante… así era más fácil continuar conversando con él. No significaba que fueran amigos, Katze sentía el desprecio del orgulloso mestizo y era mutuo. Tampoco pretendía ganarse su amistad, pero las respuestas mordaces y su falta de empatía elevaban a su mente del incierto destino de su Raoul y también de su último propio camino por recorrer. 
 
Cualquier momento podía ser el último, Iason iba a cansarse del inesperado encuentro que armaba de dos mestizos follando, uno en goce y satisfacción y el otro rechinando los dientes, antes de la parada final de sujetarlos con una mano y quebrarles los huesos. A veces esperaba que realmente llegara ese momento, iba a ser doloroso pero sólo unos segundos, minutos a lo máximo, luego nada más. El dolor de morir lentamente era lo peor, por eso continuaba alimentándose con migajas, no quería agonizar de inanición. Era el infierno.
 
-¡Hijo de puta! No lo hagas ¡Joder! – Katze intentó escabullirse del agarre de sus muslos y usar sus manos para empujar a Guy por el pecho. Inútiles, inútiles fuerzas. Antes de clavar sus uñas sobre los ojos de Guy y que lograra aturdirlo, él previno el ataque y lo dominó con un golpe en la cara, así consiguió profundizar sus estocadas al mejorar su acoplamiento – Mierda, mierda, mierda.
 
Como una cacofonía, el rechinar de la cama y la voz de Katze se mezclaron con su impotencia de no poder oponerse más o impedir rotundamente el asalto a su cuerpo. Entre las veces que Iason había arrojado a Guy sobre él, ésta era la primera vez que el mestizo lo ponía boca arriba con la espalda sobre el colchón y era obligado a ver las expresiones de subidón que esto le provocaba ¡No quería saberlo! ¡Mierda! Guy lo tenía muy bien atrapado con el agarre sobre sus caderas y manos, patalear serviría, claro. Pero su pie herido dolía lo suficiente como para desistir de la idea y una sola pierna era igual que nada. 
 
Moviendo la cabeza para escapar de la visón de Guy en plena satisfacción, enfocó sus ojos en dirección a la puerta. Fue un error ya que tenía como regla no enterarse como era la mueca de retribución que tenía Iason en la cara, pero fue una sorpresa para Katze no verlo ahí. Estaba casi detrás de Guy, había una considerable distancia entre ellos pero aún detrás, con la espalda apoyada en la pared. Katze no podía ver qué hacía, pero sí que estaba haciendo algo. Era difícil de creer el movimiento acelerado de las manos de Iason, un movimiento típico, si no fuera por las vocalizaciones exageradas de Guy, podría escuchar sin problemas la respiración profunda del Blondie.
 
Casi olvidando que estaba siendo violado, esforzó su cuello para ver qué hacía Iason ahí… parecía una ubicación bien pensada para que Katze no pudiera verlo.
 
Sin embargo, interrumpiendo sus pensamientos sucedió aquello que le hacía casquear los dientes, ¡la rutina sexual de Guy! Siempre los mismos malditos pasos, empezaba a acariciarle los cabellos bajando por su rostro y delineando sus rasgos. Donde antes había manos opresoras y dominantes ahora eran dedos relajados que de alguna forma querían transmitir algo, en la mente pérdida de Guy, al menos un pensamiento debía formarse, nubes sin forma que se agrupaban para intentar dar un mensaje. Katze no quería enterarse de nada, siempre pretendía alejar esa caricia indeseada con sus propias manos y mordiscos al aire. Lo mordería si lo tuviera cerca. Pero era ignorado y la mano de Guy bajaba delineando sus contornos, los músculos debajo de su piel, tocaba un pezón y lo rozaba entre sus dedos, a veces un ligero apretón. Continuaba por la línea de su abdomen hasta sus regiones bajas… aquí empezaba su segunda lucha, para evitar que Guy, que nunca paraba de empujar su cadera, tocara su ingle vacía. 
 
Entre la ansiedad que sobrepasaba a Guy, él nunca reparaba en la totalidad de sus actos, eran pura mecánica de su mente ebria para llegar al orgasmo. Como no encontraba nada para jalar, pasaba a agarrar el hueso marcado de la cadera y continuaba estrellándose con más ahínco. 
 
Después de esas caricias Katze sabía que se acercaba la culminación ¡Por fin! 
 
Esto era demasiado bueno, un paraíso accesible y definido por sus propios deseos entre cuatro paredes. Sólo tenía que entrar y  su mente lo lograba… Iason había cruzado las líneas de comportamiento aceptable entre todos los Blondies en nombre de su mascota; qué placer retorcido le brindaba verlo con los labios pintados en carmín por saborearlos en demasía, por jugar a morderlos y verlo rodear con ellos la circunferencia de su pene. 
 
Labios hinchados y muy rojos. 
 
Había usado a Guy, un número indefinido de veces hasta ese día para que montara a Katze. Lo echaba a la habitación sin remordimientos, mientras él recibiera su parte del contrato. Los otros dos no tenían porqué enterarse del propósito real, inmiscuirlos con esa información podía comprometer su placer y eso era lo último que quería. No le importaba cómo lo hiciera Guy siempre que terminara bien para Iason. Eso significaba que tenía que aparecer Riki. 
 
Con unas últimas vocalizaciones y movimientos marcados, Guy derramó el vestigio de su alivio donde siempre lo hacía. Sin inmutarse de nada, se dejaba caer sobre Katze, ésta vez con la cabeza apoyada sobre su pecho.
 
-¡Muévete! ¡Joder, muévete Guy! 
 
Katze por si sólo no podía sacar a Guy de su encima. Pero sin dejar de intentarlo llegó el esperado momento en que Iason entraba al cuarto de baño para lavarse las manos meticulosamente. Un poco más y por fin ésta parodia se terminaría, fue así. El Blondie regresó sobre sus pasos y levantó a Guy por el collar que rodeaba su cuello. Todavía el mestizo recuperaba el aliento de su último ejercicio. Quedando con las piernas abiertas, Katze intentó moverse sin esforzar sus adoloridos músculos mientras el otro mestizo era jalado fuera de la habitación, ni una mirada o palabra por parte del Blondie. 
 
¿Hasta cuándo? ¿Cuánto duraría todo esto? 
 
Parte de sus actos mecánicos era cojear hasta el baño y limpiar su cuerpo de las señales que dejaba Guy. No lo soportaba porque siempre deseaba que fuera la última de entre tantas, por eso intentaba hacerlo con la mente desprovista de pensamientos, si le prestaba atención a los detalles… a algo debía aferrarse, y era a la suave corazonada en su pecho que todavía era capaz de tener esperanza. Raoul se la pidió…
 
Y como una máscara con dos caras, estaba la misma anémica esperanza que se burlaba de él, moviendo los aturdidos engranajes de su cerebro de cómo hallar la muerte. 
 
 
-¡Eh! Pelirrojo, ¿estás bien? 
 
Katze apretó la mandíbula por la absurda pregunta… ¿Cómo debía responder? ¡Oh! Sí claro, estoy de maravilla, no me jodiste el culo con todas las fuerzas de tu alma.
 
Estaba acostado en la cama, sintiendo esa particular depresión jalándolo hacía abajo, cuándo se filtró la voz de Guy. Suave pero audible por el sostenido silencio en que se mantenían los alrededores. Lástima que Cal no conociera este método de comunicación, hablar con él hubiera sido millones de veces mas agradable que con el mestizo que no era capaz de recordar su nombre ¿O tal vez le daba igual?
 
Pero si Cal hubiera sabido que podían conversar a través de las paredes, no dudaba que Iason llegaría con represalias. En cierto modo era bueno que lo ignorara, así evitó ser castigado. 
 
Cal… sirviendo en la Torre de Júpiter ¿Cómo estaría? ¿Sabría que Raoul fue corregido?
 
-¿Katze? – intentó de nuevo Guy, sonaba muy cerca a la pared – Algo fue diferente esta vez… pude escucharte ¿La mierda del afrodisíaco ya no sirve tan bien como antes? 
 
Mirando al techo pensó en las probabilidades, podía ser. Se suponía que las mascotas estaban contaminadas con manjares como ésos todo el tiempo por su naturaleza sexual, pero a un humano lo afectaban de otra forma. Como un licor que embriagaba el cerebro, que Guy estuviera desarrollando cierta tolerancia o resistencia podía ser posible. 
 
Un sonido particular rompió el silencio. Como un murmullo ahogado acompañado de respiraciones rápidas, luego un golpe en la pared, seguramente fue un puño cerrado.
 
-¡Mierda! ¿Riki pasó por todo esto? – fue la voz indignada de Guy que destelló con amargura plausible – ¿Qué mierda le hizo ese monstruo a Riki? Cuando regresó a Ceres era tan diferente del que solía ser…
 
Hubo algunas palabras más que Katze no pudo entender, se escuchaban atropelladas por sus gimoteos. Esta era la primera vez que Guy se quebraba, o tal vez ya lo había hecho antes y sólo ahora lo estaba demostrando ¿Cómo culparlo? Sí el confinamiento distorsionaba por completo la personalidad y escupía en todas las esperanzas.
 
-No, no fue así. Riki no pasó por esto – Katze se impresionó por sus propios intentos de calmarlo, de su disposición de cruzar la habitación y pegarse a la pared para ser escuchado – Todo fue diferente… 
 
-¡¿Cómo?! Necesito saber. Esta mierda ridícula está durando un culo ¡Basta!  
 
Seguro que el encierro también podía hacer eso, la intolerancia y la impaciencia mezcladas con la total desesperación. 
 
-Calma…
 
-No me digas que hacer, bastardo.
 
Katze suspiró, le dio crédito a Guy. Tampoco quería que le dijeran qué hacer o cómo sentirse y menos con una única palabra tan absurda. 
 
Fue después de unos segundos que la voz más tranquila y compuesta salió de Guy. No ocultó la súplica de lo que deseaba.. 
 
-¿Puedes hablarme de Riki? ¿Desde el primer momento en que se fue? 
 
¿Por qué no? Sí podía. En este fabuloso encierro que Guy había bautizado como “mierda ridícula”, estaba la infinidad del tiempo a su disposición. En vez de dedicarlo a la depresión carcomiendo sus pensamientos y la miserable lista que repasaba buscando las formas de morir, podía continuar hablando de Riki… o hablando de lo que sea. 
 
Con las piernas extendidas para mantener la posición más amable para su pie mal curado y la espalda contra la pared, Katze mojó sus labios para empezar a relatar todo lo relacionado a Riki desde el lejano día en que conoció a Iason Mink… aquellos eventos que desencadenaron toda una fila de fichas cayendo en consecuencia. 
 
Incluido ellos, encerrados en la Torre.
 
Guy también se pegó a la pared. Adhiriendo su cuerpo con el frío concreto, sin importar las molestias por fin podía conocer la verdad que tenía muy bien guardada Riki, que todo salga a la luz, tal vez serviría para comprenderlo mejor, como descifrar el laberinto donde estaba perdido.  
 
Guy escuchó la voz melancólica y sin fuerza, era triste y lenta. Pero no impidió que sus palabras despejen sus dudas, ante sus ojos se formaron algunos contornos de la antigua realidad de su amigo, de su antigua pareja y por quién estuvo dispuesto a morir. No había sido diferente esta vez, no importaban los riesgos que tomó con tal de asesinar a Iason. Si Riki podía quedar libre para siempre.
 
Cuando la voz se apagó, Guy miraba sus manos desnudas, tenía la piel maltratada de los nudillos, estaban reventados por golpear repetidas veces la pared. A pesar de lo extraño que era imaginar a Riki viviendo como lo hizo durante esos tres años, supo que era real. Su compañero había luchado, resistido y al mismo tiempo caído en la confusión de todas las redes en las que estaba atrapado. Que Riki empezara a ver a Iason con aceptación y sin desafío, pero no era porque se quedó sin fuerza o espíritu, sino que conoció un lado de Iason Mink con el que podía convivir.
 
-Entonces… – dijo entre dientes, escupiendo con asco sus palabras –  ¿Riki lo amaba? ¿Eran cómo amantes?  
 
Al otro lado de la pared, Katze se encogió de hombros y se rascó la punta de la nariz.
 
-Todo indica que sí y sí, eran lo más parecido a eso.
 
Katze no tenía nada dentro de él que lo motivara a hablar bien de Iason Mink, pero por lo menos podía decirle la verdad a Guy. Merecía conocerla después de tantos años.
 
Que a pesar de todo lo indigno que era vivir como mascota, Riki fue tratado con respeto, entendimiento y lo más importante, que su voz no fue silenciada.
 
-Si ese bastardo no es un bastardo ¿Qué haces tú ahí? ¿Se cansó de tus mamadas?
 
Esa era otra historia.
 
Katze se incorporó con lentitud del suelo e intentó aliviar las molestias de su espalda haciendo movimientos con los hombros y pasó unas cuentas veces sus manos por sus entumecidos muslos.
 
-Después – respondió simplemente. 
 
-Espera, tengo una pregunta más – Guy bajó la mirada, él tenía un perfil sobre la cruel naturaleza Élite, no era necesario conocer la historia de Katze para comprobar sus sospechas. Iason era un maldito, fin. Pero había algo que necesitaba saber – ¿Por qué hiciste que me pusieran ésta prótesis? 
 
-¿Te gustó? Nunca escuché un gracias.
 
-No lo harás cabrón – Guy tenía muy claro el papel de Katze en relación al mercado negro y las Élites, ninguna de sus acciones tenía el propósito de favorecer a los de su raza – Sé que no querías ayudarme,  fue coincidencia.
 
Hubo silencio del otro lado. Guy apoyó la frente en la pared y cerró los ojos, recordando el sufrimiento de aquéllos días dónde creía que Riki estaba muerto y él sanando ¿Era un mal chiste? Sí pretendía morir para salvarlo. Le dolía el corazón al pensar en eso… más extraño fue recibir la prótesis de un brazo artificial, pensaba que sería destrozado por el leal perro, llamado Katze. 
 
Sin saber que ambos estaban frente con frente, solo con una pared de por medio y las manos igual de cerca, Katze suspiró.
 
-Iason tardaría en recuperarse, y yo quería que te mantengas con vida – admitió el pelirrojo, esa era la verdad de porqué decidió darle a Guy el brazo robótico. Sin eso y sumando sus demás heridas, lo volvían un blanco fácil. 
 
-Para que el bastardo de Mink pudiera vengarse.
 
-Sí.
 
Una risa amarga salió de Guy, seguro que no se estaba divirtiendo. 
 
-Si eras su leal lacayo ¿Qué pasó?
 
Katze parpadeó algunas veces, no quería invocar al olvido de sus recuerdos pero pensar en Raoul lo hacía llorar sin consuelo. Además, tenía que continuar revisando sus ideas de las posibles formas de arrancar su vida de los designios de Iason. Había llegado a conclusiones obvias; era imposible pensar de manera lineal, su mente cansada, estresada y su cerebro derretido por tantas circunstancias, hacían a sus pensamientos pegajosos o a veces resbalosos. Ninguno era lo bastante bueno para empezar a trabajar. 
 
Pero sobre morir… algo sabía. 
 
Debía ser rápido, no importaba si era doloroso pero debía ser rápido sino, se arriesgaba a ser interrumpido por Iason. Asumía que por eso era electrocutado en anteriores oportunidades cuando enrollaba la cadena alrededor de su cuello… asfixiarse con eso no era plausible. Era demasiado lento y tenía que usar fuerzas que no tenía.
 
Iason estaba vigilando que se mantuviera respirando. 
 
Era difícil imaginar que costara tanto morir como seguir con vida, ambos al mismo tiempo. 
Pero…
 
-Guy… – lo llamó – Haz algo por mí. 
 
 
 
Guy miraba la pared y estaba acostado sobre la cama, tenía frío pero no era algo insoportable, él conoció peores condiciones. Sus ojos concentrados en la fina y limpia pintura gris del muro, pero su mente repasaba la dirección del viento que lo trajo aquí. Guy era lo suficientemente inteligente para saber que a unos pocos días, podía acabar su existencia. 
 
Estaba encerrado en la casa de su peor enemigo y era usado para torturar a otra persona. Parecía que su participación en secuestrar a Riki, cortarlo para sacar el anillo de mascota, las explosiones de Dana Bahn y por último, su participación en intentar volarle la cabeza a Iason Mink no tenían ninguna relación con su encierro y follar con la persona de la otra habitación.
 
Ahora entendía que todo eso estaba relacionado. Incluido el Élite que le propuso acabar con el bastardo de Mink. 
 
Sabía que su participación en esta vieja locura se acabaría, había pensando lo suficiente para comprender que no tenía escapatoria ¿Huir? De la maldita Torre Eos, ¿Cómo? Encadenado y marcado con el collar sería electrocutado apenas haga el primer movimiento arriesgado. 
 
Aún asumiendo eso, Guy no se consideraba un mártir, era por eso que continuaba alimentándose con toda la comida que le traían, quería mantenerse fuerte si se presentaba la oportunidad de huir y no iba a dejar de luchar…
 
Cómo luchó Riki, siempre fue a causa de Riki. Y ahora su amigo y antiguo amante estaba enfermo. Consecuencia de Dana Bahn… visto de esta forma ¿Era lo mejor para Riki? Que se quedara inconsciente y ajeno a la realidad que volver a una vida de... mascota. 
 
En su propio paraíso, lejos de la verdadera muestra de la implacable maldad de su Maestro. Sólo bastaba mirar a Katze un minuto para saber que Iason era un maldito. 
 
Y ahora que también conocía su historia, le pedía “ese” favor.
 
Como era posible que Iason o su mueble se mantuvieran escuchando sus conversaciones o no… ¿Quién pierde el tiempo escuchando a dos sentenciados? Pero Katze, le había pedido ese “último favor” usando esas palabras en particular.
 
No era algo común en Ceres, la mayoría de los mestizos se amaban a sí mismos, pero tampoco le pareció tan inaudito o inusual. Casi podía recordar algunas historias de mestizos haciéndolo por sus amigos, cuando la alternativa más amigable era ejecutar con las manos alrededor del cuello.
 
Sin decidirse aún, pensó en el cuándo. Momentos juntos tendrían, el loco de Iason lo arrojaba sobre Katze muy seguido cuándo su cuerpo se encontraba excitado por los afrodisíacos  y ahora que estaba empezando a tener partículas de lucidez entre el mareo de su mente, Katze le aseguró que tendría oportunidad de hacerlo, Iason no los vigilaba durante el abuso… ¿En serio? ¿Sólo los torturaba? Sin sentirse capaz de comprender las intenciones de un enfermo androide, pensó que sí podía hacerlo, pero… ¿La consecuencia? También morir inmediatamente después. 
 
¿No era mejor eso? Iason era capaz de someterlo a sufrimientos inagotables; pero al menos eso sería mejor que ser tratado como una estúpida mascota que era excitada y usada para follar sin control. Morir como un hombre, en vez de una muñeca sexual. 
 
Y si estaba de suerte nada sería así e Iason Mink le rompería el cuello tan fácilmente cómo rompió y destrozó su brazo. 
 
De pronto, empezó la rutina que Iason había establecido como protocolo para ahorrarse conversaciones innecesarias. Guy siendo electrocutado, una descarga poderosa que lo alejaba de sus fuerzas y transformaba sus músculos en grava. Intentaba alejar esas manos que le vertían por la garganta el líquido que embriagaba su cerebro, su acción era fuerte, no había cómo resistirse; apenas unas gotas en sus labios y terminaba bebiendo obedientemente. 
 
La visón de Guy se volvía roja y ya no había una persona pensante en su cabeza. Sólo lujuria.
 
Iason miraba silencioso, de pie debajo del marco de la puerta, su fría elegancia sin demostrar cuánto le agradaba el conjunto de actos que estaban por suceder. Esperaba mientras Den, su mueble, terminaba de vaciar el afrodisíaco en la garganta de Guy y salía de la habitación. Él ingresaba para tomar al mestizo que demostraba explícitamente la eficiencia de todos los ingredientes circulando en sus venas. 
 
Conducir a Guy sin ningún cuidado, hasta la habitación de Katze, que acababa de recibir otra descarga para tenerlo quieto contra la cama; antes de iniciar sus encuentros siempre comprobaba que Katze estuviera acostado en la cama.
 
Ingresaron y liberó de su agarre al mestizo. Sucedió lo que siempre esperaba de forma sistemática, no podía sorprenderse de lo mismo tantas veces seguidas. Que Katze y Guy tuvieran sexo era un mal necesario mientras él obtuviera su recompensa. 
 
Su Riki…
 
Tan cerca de él.
 
Jamás podría cansarse de buscar estos sanadores encuentros que calmaban todas sus emociones que sufrían a causa de la ausencia de Riki. Toda su soledad… podía llenarla un poco aquí, con ese cuerpo definido y más pequeño que el suyo, fuerte y poderoso dentro de su fragilidad humana que sucumbía al  efímero tiempo debajo de sus dedos; la calidez de sus ojos negros que prometían placer y su sonrisa transportaba a una experiencia inolvidable. 
Iason buscaba el ángulo donde los ocupantes de la cama no pudieran verlo. Se dejaba llevar por las emociones que recorrían su cerebro y perdía noción de los hechos ante la imagen lujuriosa de Riki. Imagen, sensación y olor de su mascota entregando su cuerpo acompañadas de dulces vocalizaciones que demostraban su éxtasis; porque Riki era como un instrumento musical entre sus manos, Iason dedicaba sus artes a robar melódicos gemidos de lo gratificante que era sentir grandes manos en su cuerpo, torciendo, amasando y con lentas caricias en lugares estratégicos. Pegaba a Riki a la pared, ambas piernas como ganchos contra su cadera y el movimiento comenzaba. Riki lo recibía bastante bien, a pesar del apretado músculo, en sus facciones no se pintaba el dolor. Era el paraíso para los dos. 
 
Los ojos profundos, como pozos, lo miraban entre cada sacudida de gozo vertiginoso. Un poco más y alcanzarían la gloria juntos.
 
Algo empezó a salir mal. Fue inmediato, Riki perdió toda muestra de satisfacción en sus facciones y las reemplazó por una mueca enfermiza y la tonalidad pálida en su piel. Automáticamente, Iason se giró reconociendo los sonidos extraños provenientes de los ocupantes de la cama.
 
No dudó de sus acciones. 
 
Guy estaba estrangulado a Katze. Ojos blancos por la falta de oxígeno, labios azules.
 
En cuanto derribó a Guy de un golpe en la cabeza, salió volando de la cama hasta desplomarse en mitad de la habitación. Katze obedeciendo a instintos naturales empezó a toser e inhalar oxígeno aún si era algo que no quería. 
 
Riki también empezó a respirar mejor. Pero no era suficiente para Iason. No dejaría que esos dos cuadrúpedos se salieran con la suya.
 
Alzó a Guy hasta tener su rostro cerca, se sorprendió al encontrar lucidez en sus ojos que tantas veces vio nublados debajo del velo del afrodisíaco. 
 
-Jódete – Guy  le escupió en la cara – Tal vez muera Iason Mink, pero Riki nunca será tuyo.
 
Limpiando con el dorso de su mano el rastro sucio de saliva, Iason no permitió otra palabra al lanzar a Guy contra la puerta cerrada. Sin darle tiempo para recomponerse lo agarró del cráneo y lo sacó de la habitación. 
 
Katze continuó tosiendo con las manos sobre su cuello incapaz de controlarse. Estuvo cerca… ¡estúpida suerte! Hubiera necesitado unos segundos más… sólo eso. 
 
Tal vez Guy tendría más suerte e Iason por fin lo mataría. Cuando lo escuchó gritar, Katze en verdad deseó, que todo  el esfuerzo de sus pulmones para demostrar, sacar, lidiar y vivir el dolor obtuvieran su ansiada recompensa y merecido descanso. La muerte era un destino amable después de pasar por tanto. 
 
Agitado por los gritos ajenos sintió como si hormigas, millones de hormigas subieran por sus piernas y pellizcaban su piel, lo estaban mordiendo. Sus aguijones pinchando y marchando se extendieron hasta la nuca. 
 
Katze empezó a golpearse los muslos, con las palmas abiertas, se sacudió la burla de su mente al ser sobrecogido repentinamente por el miedo extremo. Pero no sé dio cuenta de lo que hacía, sus manos subieron por su cuerpo en golpes respondiendo a la necesidad de hacer algo, lo que sea para exteriorizar la impotencia de sus acciones.
 
Se pegó a un extremo, sentado sobre la cama con la espalda en la pared y  sujetando sus rodillas. Con vista a la puerta ¡Mierda! Iason entraría en cualquier momento. 
 
Sudor frío.
 
Náuseas.
 
¿Se detuvo?
 
Silencio en la otra habitación, pero parecía frágil, podía empezar a gritar de nuevo, tan rápido como terminó. Nada.
 
¿Seguía él?
 
Nada. Nada. Nada.
 
Pero el pánico se fue batiendo solo, como las olas del mar, que exaltado descansaba después de una tormenta. La incertidumbre residual se fue disolviendo de su cuerpo dejándolo cansado y tembloroso. Nunca dejaría de tener miedo y era espantoso vivir así. 
 
Escuchó pasos en el pasillo pero no eran las pisadas marcadas y fuertes de Iason, estos eran más como un pequeño tambor. Ligeros y rápidos. El mueble se acercó a la habitación de Guy y por mucho tiempo hizo algo ahí. 
 
Katze no se perdió sonidos. 
 
Se acercaría al muro y preguntaría por Guy, pero hacer eso sería muy estúpido por distintas razones y en distintos niveles. Una de ellas era que no quería involucrar a otro niño como Cal en esta situación, sólo que haga lo que su Maestro le ordene. Sin inmiscuirse en la mierda ajena.
 
El mueble salió de la habitación de Guy y nada más se movió.
 
Ese día Katze no recibió alimento. La sombra de lo que se avecinaba hacía que se mordiera nerviosamente las manos, comerse las uñas, chupar algún mechón de cabello largo. No iba a matarlo de hambre ¿Verdad? ¡¿Verdad?! Cómo odiaba pasar hambre.
 
Sin dejar de pensar en Guy, temeroso de la respuesta definitiva se acercó apoyándose en su pie bueno al muro que los dividía. Pegar la oreja no sirvió, no habían sonidos en la otra habitación.
 
-¿Guy? – voz áspera, lastimada, apenas entendible – ¿Me escuchas? 
 
Apoyado contra la pared, se dejó caer hasta sentarse. 
 
Su mente era una batidora de pensamientos. Pequeños remolinos que se llevaban todo. Tenía muchas cosas en la cabeza pero ninguna en su lugar.
 
Horas así.
 
-¿Pelirrojo? – tenía la voz esforzada, adolorida y lastimada –  ¿E… Estás ahí? – dijo casi en pedacitos. Había sido una idea terrible que acabó mal, pero no estaba molesto con el saco de huesos, que era su vecino. Como con todo, conocía los riesgos.
 
-¡Guy! – respondió ronco y escupiendo algunos cabellos de su boca – ¿Estás bien?
 
-No seas pendejo – escuchó con ese particular tono irónico y burlón a pesar de su esfuerzo – El monstruo me destrozó el mismo brazo que la anterior vez, no puedo moverlo. Duele como una mierda, pero es diferente porque no son huesos reales… 
 
Claro, al ser una prótesis robótica conectada por sensores la percepción de su cerebro al dolor era distinta. Eso no restaba el hecho que Iason le rompió otra vez el brazo.
 
-Si te sirve de consuelo, a mi me cortó nuevamente el pene – dijo Katze, sin más motivación que la impresa en esa oración. 
 
-Está bien, tú ganas – hizo una pausa donde parecía que pensaba en sus palabras – Espera, ¿follabas seguido?
 
-No, en realidad no.
 
-Entonces yo gano, usaba este brazo para todo, incluso para follar.
 
Negando con la cabeza se preguntó cómo sería la siguiente vez que suceda. Estaba claro que Iason se dio cuenta que Guy era más tolerante al afrodisíaco y no dudaría en aumentar la dosis.
 
-Sobre follar… cuando vuelvas aquí, no lo hagas tan fuerte.
 
-Ojalá pueda controlarlo. 
 
Con el transcurso de las horas sobre sus ojos adormecidos, Katze se percató que Guy estaba recibiendo atención del mueble Den, silencioso y eficaz. En cambió, su habitación era ignorada. 
 
Sus tripas se apretaban entre ellas haciéndose nudos por la falta de alimento. Gruñían, se retorcían y provocaban que chocara la cabeza contra la pared. Primero con intervalos, luego sin ellos. 
 
Fuerte como podía y suave para… no lo sabía.
 
-¿Estás martillando algo? ¡Para! – renegó Guy, estrellando el puño de piel y huesos humanos contra la pared, el dolor de su brazo artificial lo atormetaba terriblemente – Estoy intentando dormir.
 
Katze tardó mucho en contestar… se distrajo al ver el rastro de sangre de su sien lastimada sobre la pintura gris. 
 
-Tengo hambre.
 
Guy posó sus ojos sobre el cuenco metálico vacío que estaba sobre su cama. A él no le traían precisamente manjares pero eran porciones suficientes para hartarse. Tal vez… sólo tal vez, podía pensar en algo. Su moralidad o algo así, le impedía no actuar cuando existían aún posibilidades. Se percató que su vecino estaba siendo privado de alimentos y no era problema suyo, pero… ¿Por qué darle el gusto al monstruo de Mink y no hacer algo al respecto? 
 
Sí, era por eso, no por otro motivo.
 
Ya no impidió que Katze continuara martillando la pared cuando el sonido contundente se reanudó.
 
 
Interrumpiendo entre golpes, la puerta de su habitación se deslizó silenciosamente. Katze no se percató que Iason había ingresado y lo observaba en la distancia. 
 
Iason continuó esperando que su viejo mueble se girara solo y se percatara de su presencia. No era ajeno a la situación mental y anímica que había reducido a su elegante y temerario porte, conocía la fortaleza de la que Raoul se jactaba, y si pudiera le mostraría a su hermano el resultado de cualquiera que se pondría en su contra. Aquí estaba el resiliente Katze, Líder del Mercado Negro. 
 
¿Fue bueno ponerlo al conocimiento del borrado mental de Raoul? Sabía que Katze buscaría su muerte, pero él podía evitarlo. Su nuevo mueble tenía la tarea de vigilarlo para intervenir cualquier acción estúpida.  Él también miraba constantemente, pues Katze era como un preciado juguete.
 
A su voluntad no se escapaba nada, incluso los murmullos molestos de Katze y Guy a través de la pared. Den había sido castigado por no prestar atención y prevenir el plan que tramaron. Por lo demás que llegaran a parlotear no le interesaba, ninguno iría a salir de aquí con vida.  
 
Con toda esperanza destrozada y despojado de su dignidad no quedaba ninguna barrera para que Katze entregara voluntariamente su alma por  un último toque de bondad.
 
Se acercó a Katze que no reaccionó. Con manos enguantadas lo tomó por los hombros y lo puso de pie. El simple contacto y la fuerza mínima que usó  hicieron que todo el cuerpo de Katze se crispara. Su rostro se congeló en un grito que no salió de su garanta. Brazos caídos, temblando sin control.
 
No era necesario ser cruel para atestiguar el miedo en sus pupilas dilatadas. Iason, en una caricia lenta, lo sujetó por el cuello que tenía marcas amoratadas por las manos de Guy, sus dedos recorrieron el mentón y rozaron sus cabellos, vio la herida de su sien, un hilo de sangre bajaba lentamente. Su agarre terminó sujetando por debajo de la nuca. La otra mano, una mejilla. 
 
-Katze – susurró cerca a su rostro. Algunas respiraciones entrecortadas fueron la respuesta – ¿Has olvidado quién es tu maestro?
 
Primero negó muchísimas veces con la cabeza, luego salió la voz temblorosa de sus labios.
 
-N… no.
 
-Tu vida me pertenece y tú, no podrás despojarme de mi derecho a elegir sobre ti. Soy dueño hasta del último de tus latidos. No intentes quitarte la vida será mi última orden  – con caricias ligeras, bajó a sus hombros, hizo intervalos desde la espalda huesuda hasta subir al cuello y acariciar sus mejillas. Iason estaba valorando la reacción de Katze a su toque lento, suave. Esta iba a ser la primera y última muestra de ternura que estaba dispuesto a entregarle al hombre que trabajó a su lado y un día fue importante para él – Te haré una concesión. Debes saber que tu utilidad se resume a ser follado por Guy, nada más me interesa. Un día me cansaré y no te necesitaré más. Cuándo eso ocurra no te llevaré a eliminación. No.
 
Los ojos de Katze se llenaron de lágrimas.
 
¿Entonces qué? ¿Entonces qué? 
 
-Yo mismo te estrangularé. Veré como la vida abandona tu cuerpo bajo mis deseos, que sea rápido o lento será mi voluntad ¿Entiendes?
 
-Sí… 
 
-Antes de eso. Maximizaré tu propósito de mueble y me servirás para sacar toda la rabia que tengo por los inútiles problemas que has causado. Quiero decir, es aquí la única oportunidad que te daré a elegir cómo lo harás. 
 
Hizo una pausa mientras estudiaba la poca cordura restante en los ojos dorados. Reducida perspicacia y un montón de pensamientos confusos sin capacidad de concentración. Aún así podía darle las opciones y esperar que lo sorprenda.
 
-Te entregarás a mí y permitirás que te use en el sexo a mi complacencia por última vez; puedes elegir eso o, tengo una nueva mascota, una quimera del tipo sexual, en realidad lo conoces, es el macho de diez falos como tentáculos experto en provocar dolor, te someterás a lo que quiera hacerte; y la última alternativa, te arrancaré yo mismo alguna parte de tu cuerpo, no estoy seguro de que sea una simplemente. 
 
Acarició el hombro como delineando un futuro corte y bajó por la cintura desnutrida hasta llegar al muslo, también imaginado que lo separaba de su cuerpo.
 
Las lágrimas que contenían sus ojos descendieron sin control, su errante compostura se alteró por su respiración alterada. Sólo hubo una palabra que salió de su boca.
 
-¿Raoul?
 
-No está más, fue corregido y ahora vive según la ley de Júpiter – fue claro y conciso, aún así Katze lo miró sin creerle – No miento, Raoul sí. Cómo mi mueble me servirás según mis deseos, como siempre fue con todos mis muebles sin excepción, incluido Cal. Raoul te contó una historia falsa de que lo vendí y él está bien. No es así. Esa misma noche que fracasó tu estúpida huida por el balcón, Cal se suicidó por causa tuya. Luego yo lo usé para que comprendieras que mi voluntad es superior, incluso en la muerte, al servirte a Cal en un plato de sopa que engulliste chupando tus dedos ¿Recuerdas eso?
 
Presenció el vertiginoso cambio en su tono de piel, más lágrimas entrelazadas con murmullos suplicantes. Ni una palabra coherente. 
 
-Elige.
 
Katze tuvo la osadía de sujetar a Iason por los brazos, apretando las capas de su ropa para lograr acercarse, también podía entenderse que buscaba no caer ante la inesperada debilidad. Alterado, confundido y sin saber cómo reaccionar, con pupilas veladas detrás de sus lágrimas y tomando aire, se decidió a hablar.
 
-Llévate mis ojos y corta mi lengua. Por desear algo que era imposible y que mis palabras actuaran en consecuencia. 
 
-Que así sea. Cuando llegue el momento lo sabrás. Hasta entonces, seguiré usándote con Guy.
 
-Sí, Maestro.
 
Iason se alejó un paso sabiendo que sería soltado. Antes que abandonara la habitación, Katze había caído de rodillas en el suelo, lloraba descontrolado encogido sobre sus muslos.
 
 
Iason se alejó por el pasillo mientras su mueble se acercaba a paso medido. Con una reverencia anunció a un invitado.
 
En la entrada de la casa estaba Raoul, hermoso y pulcro en su ropa Élite.
 
Observando sus ojos verdes… Iason sonrió.
 
-Querido amigo, me alegra que te tomaras un tiempo para compartir la cena. 
 
El eterno segundo al mando correspondió el saludo y siguió a Iason al interior de la casa, por alguna razón giró la mirada hacía el largo pasillo.
 
-¿Sucede algo?
 
Había algo que tenía que hacer en esa dirección… ¿O no? 
 
-Nada.
 
Respondió y era la verdad.
 

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