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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Estaba de pie, mirando el cuadrado negro sobre el lavamanos. Se apoyaba en el frío mármol con ambas manos para evitar caer. Estar de pié exigía demasiado esfuerzo por parte de sus debilitados músculos. Parecía que sus huesos eran arena envuelta en fría carne flácida. 
Pero no tenía alternativa, estaba haciendo lo único que podía hacer para soportar este encierro. 
Beber agua.
El hambre había dejado de ser una necesidad para transformarse en lo único que podía sentir… y no era más la sensación de sus tripas apretándose entre ellas en calambres ruidosos. El dolor había reemplazado todo el lenguaje de su cuerpo que exigía alimento. 
Dolía.
Se abrazaba el estómago, encogiéndose en la cama, como si pudiera sacarlo desde adentro para que dejara de recordarle su miseria. Para que callara sus exigencias… y  la tos… y el frío…
¿Qué podía hacer?
Nada.
Sólo intentar pensar…
¿Qué mensaje trató de darle Cal? 
Al parecer era uno muy corto… ¿Qué quería decirle?
Entre tantas cosas….
Ni siquiera sabía porqué estaba encerrado. 
No sabía nada…
¿Por cuánto tiempo más tenía que soportar esto? 
¿Era una prueba? 
Katze limpió su boca con su  brazo y dejó caer la cabeza sobre el colchón. Terminaba tan agotado después de un ataque de tos. Con algo de esfuerzo se puso sobre su costado y comenzó con la ya conocida acción de intentar mantener su calor corporal. 
Sus ojos volvieron involuntariamente  en dirección a la puerta. Esperando… 
¿Qué? 
Iason debía entrar en cualquier momento ¿Verdad? Debía darle razones o tal vez no, pero debía ponerle fin a esto. Fin a esto… fin a esto…
Su garganta se apretó en el, también conocido, nudo doloroso que dejaba pasar sus sollozos, recordando… La mirada de aprobación de esos fríos ojos… él la conocía, como hielo calentándose con lentitud cuando algo era lo suficientemente bueno y digno de mención. Tantos momentos de logros cumplidos en su recorrido fuera de las paredes de Eos.
La mueca de satisfacción y el elogio velado. La tenue sonrisa curvándose apenas por un extremo de su boca perfecta.
Ese era su Maestro… 
¿Por qué le haría esto? 
Pensaba que había ganado su lugar, que al menos, no era más un mueble sin identidad. Que había logrado los objetivos de Iason y qué eso significaba algo… algo para el Blondie. 
Al final resultaba que no. Qué no era nada.
Intentaba armar en su mente, los hechos ciertos que tenía. Como las palabras de Cal mencionando que había guardias en la puerta, que no podía comunicarse con ningún dispositivo de la casa y la completa ausencia de Raoul. Todo eso relacionarlo a su encierro y la actitud extraña de Iason. 
 Tenía conjeturas. Pero no tendría una respuesta hasta que Iason decida cruzar la puerta… y…
Katze había tragado su orgullo hace mucho tiempo atrás, ante la imponente presencia de Iason. Era el dueño de su vida, además  le dio un propósito para vivir. Así que no había humillación si tenía que suplicar por mantener lo que en realidad era del Blondie.
Siendo pragmático en su actuar se preparó para lucir decente en cuanto Iason atravesara la puerta. En contra de su propio bienestar se lavaba constantemente la cara para no parecer tan desagradable.
Estaba listo para caer a sus pies y mendigar su perdón. 
Pero cuando la puerta se abrió, no le alcanzaron las fuerzas del cuerpo ni del  alma, para empezar a hablar.
 
Fue a su habitación, tomó el artículo que quería y sin más retrasos fue a la última puerta del pasillo con toda su furia helada palpitando detrás de los ojos, sin embargo sabía muy bien lo que iba a hacer.
La puerta se deslizó a su presencia y entró.
Era el olor de Katze, ahora lo entendía Iason ¿Por qué Riki solo aparecía en esa habitación? Los estímulos visuales de su cuerpo desnudo y los auditivos de sus gemidos eran un detonante para su cerebro… pero, desde el primer momento que Katze se reunió con él en su oficina, lo hizo desnudar y le asentó esos golpes… fue ahí que destelló los recuerdos de Riki en sus últimos momentos compartidos,  y lo ató a Katze irremediablemente.
El olor de su cabello a cigarrillos, como humo de fuego  y la sangre de su cuerpo, fresca sangre brotando… esos olores mezclados, fueron los últimos que sintió al lado de Riki, mientras todo Dana Bahn colapsaba a su alrededor y el piso vibraba en anticipación. De fondo el sonido de su corazón contra sus frágiles  costillas.
Y de repente..  su corazón se detuvo, y pensaba que Riki se había ido para siempre, pero el olor continuó y lo acompañó en su memoria. Sangre y humo.
Como Katze.
¿Estaba dormido o desmayado? De lado en la cama, ocultando su rostro bajo sus manos huesudas. El resto de su cuerpo   perdió peso también, en estos días de encierro la comida había sido nula por la tontería del mensaje oculto, al menos tenía suficiente agua para mantenerse con vida mientras padecía.
Había perdido toda disposición emocional invertida en Katze desde que  lo traicionó… ocultarle su relación con Raoul y hacerse esa cirugía equivalía a insultar la confianza ganada. Nunca más… ahora solo le daría la misma finalidad que tenían todos los muebles: servir a sus Maestros 
Ya sabía que Katze estaba enfermo, y eso no podía importarle menos… Su condición desgastada y frágil era un dulce condimento para presionar a Raoul, que lo vea pasar hambre y frío equivalía a tener un pie aplastando su  garganta ¿Entonces no era suficiente para sentirse motivado? ¡¿Qué tal esto?!
Iason agarró a Katze por el brazo, contrario a lo pensado, su piel estaba caliente. Como ardiendo. Por el repentino movimiento separó sus ojos dorados despertando de su sueño.
 La violencia que Iason emanaba podía sentirse sin esfuerzos, tuvo el impulso de gritar, apartarse o lanzarse a sus pies como un cachorro herido, suplicando a su dueño algo de consuelo. Pero un ataque de tos le impidió cualquier cosa que intentara, parecía que tenía algo roto por dentro y cuando tosía lo único que podía hacer era agarrarse el pecho.
 Fue desagradable de ver para Iason, que sin inmutarse de su condición colocó el instrumento de tortura en la carne flácida de sus muslos y se alejó.  
La expulsión brusca y ruidosa del aire de sus pulmones, raspando  su garganta  le impedía que algo entendible saliera de sus labios; no podía moverse con normalidad por las exudaciones de su pecho, pero Katze a pesar de todo eso, sintió que Iason le había puesto un anillo de mascota en su pene. Se cubrió con ambas manos juntando las rodillas queriendo protegerse del dolor que sabía que venía… no funcionó.
Riki convulsionando había sido la imagen más desgarradora que había presenciado jamás. Su amado mestizo prisionero en una cama de hospital, donde sólo el genio atribuido a su cuidado podía sanarlo. Pero en las pupilas de Iason estaba grabada la mueca triste, los labios secos… sin voluntad real en sus movimientos.
Tenía que sacarlo de su mente.
No era así como quería ver a Riki ¡Nunca! Activó el anillo de mascota, uno diferente al que usaba su mestizo, especial comprado para Katze, sin ninguna joya o intrincado adorno, únicamente un aro castigador que lo llevó a las lágrimas en segundos mordedores. 
Gritó, lloró y se retorció. 
 Iason miró a la cámara para conectar sus ojos a los de Raoul, al mismo tiempo  activaba la función en su comunicador que le permitiría escuchar cada sonido dentro de la habitación ¿Estás viendo a tu mestizo sufrir?  Así yo vi al mío. Pensó que podía decirle eso, con la diferencia que Riki no saldría de esa cama hasta que Raoul dedicara en serio su ciencia ¿Acaso no era bastante malo con Katze? También podía dejarlo postrado por días. 
Los llantos pararon abruptamente y dejó de retorcerse. Desmayado.
Era demasiado dolor para alguien en su condición deteriorada.
Pero Iason no tenía suficiente, todo su cuerpo estaba conteniendo su enojo y frustración, mucha rabia para un solo cuerpo que buscaba la forma de salir y liberarse. Debía aplastar, debía romper y ejercer el mismo dolor que sentía al responsable de esto. Raoul iba a lamentarlo. 
 Los oídos le zumbaban como el chirriante sonido del electrocardiograma detenido, igual al corazón de Riki. Un pitido agudo e infinito que exaltaba toda su irritación.  
¡Claro que no tenía suficiente con verlo desmayado por el anillo!
Sabía cómo sacar todo lo que sentía, castigar de la peor forma a Raoul y al mismo tiempo, reemplazar la desgarradora imagen de su mestizo sufriendo…
Se despojó de lo necesario, sin ceremonias de ningún tipo, pensando en que quería detonar los estímulos para ver a su mestizo en la habitación. Sacar la imagen triste de su mente y que sus pupilas se graben de una diferente a la mueca enferma donde parecía que rodeaba la muerte.
Sujetó a Katze por los hombros y lo sacudió sin compasión.
Intentó decir algo, apenas sus pestañas se agitaron, entre el miedo y la desolación con lágrimas contenidas lo miró a los ojos. Colocó sus manos con las dos palmas unidas, ante el pecho, con los dedos extendidos apuntando hacia arriba. Pero le cerró la boca de un golpe, reemplazando cualquier palabra por un gemido doloroso, que hizo brotar los primeros rastros de sangre. 
Después de ese día que alucinó con  Riki  follando a Katze, había evitado ésta habitación. Controlar sus celos y disfrutar del espectáculo funcionaron una vez, pero en verdad no quería matar a Katze por algo como eso, entrar de nuevo sería ponerse a prueba.  Esto era diferente, él iba a tomar el control ¿Cómo sería la aparición de Riki en ésta ocasión? Quería verlo y sentirlo, que esté vivaz, feliz, disfrutando de los placeres y no en esa cama de hospital.
Katze había caído de lado y apenas podía sacudir la cabeza para sacarse el mareo que lo aturdía. Fue tomado con  dureza e intransigencia  por los hombros y  colocado boca arriba. Percibió el tacto de Iason bajando por su abdomen hasta llegar a su cadera, lo apretó con dedos de acero acercándolo a su cuerpo, haciendo que resbalara por el colchón como un objeto inanimado y esas mismas manos sin guantes separaron sus piernas para hacerse espacio entre ellas.
Grandes ojos dorados miraron con horror cuando comprendió lo que en realidad Iason quería hacerle. 
Katze hubiera ofrecido su vida por él, e irónicamente Iason estaba tomando lo único que nunca imaginó que podría darle. 
No quería.
Su corazón se disparó por el terror de lo impensado mientras sentía que por todo su cuerpo recorría la pesadilla de revivir sus temores… a manos de este hombre.
Katze estaba luchando contra su agarre, apenas Iason lo sujetó contra la cama, colocándose sobre él. Lloraba con el labio ensangrentado e intentaba sacárselo de encima, decía algunas cosas, balbuceaba entre el pánico y la voz rasposa muy maltratada. Pero su fuerza, ni en su mejor forma física podía compararse a la suya.
-¡Maestro! – fue un grito que salió desde su pecho, entendible solo por el tono  de súplica –  ¡Por favor! No…
 Excitado ante lo que venía,  tomó sus tobillos con agarres poderosos y los puso sobre sus hombros, al inclinarse sobre Katze, escuchó las vértebras crujiendo por la posición esforzada. Lo agarró por detrás de las rodillas y lo dobló más, hasta que pudiera besar sus propios muslos. 
No prestó atención a los lamentos y tampoco a sus esfuerzos por escapar, era inútil que se moviera parecido a un insecto atrapado en una telaraña. Estaba irremediablemente sometido a sus deseos y más ahora, cuando vio la entrada a su cuerpo, ese pasaje apretado y cálido. 
El placer de un abrazo que ofrecía resistencia…
El calor que recorrió a Iason, como un golpe de lujuria, exigía adentrarse y moverse en estocadas descontroladas, hasta destrozarlo por completo.  
En está posición iba a ser como sentarse sobre su agujero mientras lo atravesaba.
La primera vez que tomó a Riki, no se preocupó por prepararlo o usar lubricación ¡Que placer poder repetir la experiencia! Y esta vez, no se refrenaría de ninguna forma, sus mismos sentimientos amorosos lo moderaban para ir despacio y respetando los límites de Riki, llevándolo tan lejos como aguantara. Aunque el mestizo no se diera cuenta, Iason sólo usaba la fuerza que soportaría cada vez en sus encuentros ¡Esta vez no sería así! Además, la preocupación por atender el placer de su mascota era muy importante para Iason, Riki tenía que disfrutar de su unión sexual… Katze no, clara muestra era su pene colgando muerto contra su muslo. 
Sin más retrasos, con una mano agarró su miembro hinchado y lo frotó con el estrecho portal. Hizo un recorrido de toda su longitud frotándose por esa piel suave. Katze no dejaba de retorcerse y llorar súplicas pidiéndole que parara, ante este acto subió el volumen de su voz rasposa. 
-Maestro… ¡¿por… qué…?!
Iason agarró con más fuerza los tobillos de Katze y los separó hasta dejar cada rodilla en la superficie del colchón.  Katze tenía las mejillas rojas por la fiebre de su enfermedad, el resto de él estaba desprovisto de color, pálido como la muerte, incluidos sus labios parcialmente pintados de sangre. 
Esperó hasta que abriera los ojos dejando escapar más lágrimas, mostrando sus pupilas negras completamente dilatadas. Conectaron miradas y el hielo de la suya calló sus llantos.
Un silencio parecido a la desolación cayó en la habitación; duró unos segundos.
Así que Katze le estaba preguntando por qué… podía darle una explicación, claro. 
-Si esto te sucede, es porque Raoul no te ama.
Punzada en el corazón y labios separándose… pero el movimiento de la cadera de Iason hacia adelante le despojó de los pocos pensamientos difuminados que lograban armarse.
Katze creía que tanto dolor lo haría desmayar de nuevo, pero no sucedió. Sintió la invasión cada centímetro dentro de su cuerpo que desgarró su garganta en gritos. La agonía le hizo apretar los puños sobre los brazos de Iason, intentó alejarlo pero lo que sentía se llevó toda su fuerza,  dejándole solo la conciencia suficiente para sufrir. 
Pensaba que conocía ésta agonía…  Error. Resultaba que siempre podía ser peor.
Y cuando por fin Iason estuvo por completo dentro de él, pensó que era suficiente para morir, un poco más y le destrozaría las entrañas. Esperaba  que se detuviera un instante, para que dejaran de  temblarle  las piernas y arder el vientre bajando hasta las rodillas, toda la espalda parecía que le quemaba como vara de acero calentada al fuego. 
-Detente… por… favor…
Sentía que la  delicada piel de su ano se estiraba tanto qué, ¡Oh! Iason no se detuvo simplemente porque Katze se lo rogara.  Sus estocadas se hicieron resbaladizas de pronto.
La sangre brotó entre sus nalgas y a Iason no le importó.
Katze sólo tuvo un pensamiento coherente entre todo el caos de su mente, entre todo el dolor llevándolo al abismo ¿Por qué Iason Mink le hacia esto? 
Encerrado, desnudo, castigado con latigazos, afrodisíaco,  cortarle la espalda y luego dejarlo sufrir en el silencio, con hambre y  frío.
¿Por qué?
De pronto interrumpe la tortura para cambiarla por una peor… las mordeduras de un anillo de mascota para el pene. Y ahora esto… ¿Cómo podía explicarse esto? ¿Con qué palabras?
Si Iason Mink era su admirado Maestro.  
 Y él, había sido leal a este hombre durante tantos años de su vida.
Sin explicación… el mundo se estaba cayendo y no podía hacer nada para evitarlo.
Como no pudo evitar que Iason hundiera el colchón debajo de él cuando empezó a moverse. Chirriando toda la cama, todos sus huesos… destrozando su alma.
 Cuándo pensó que detuvo el movimiento de su cadera y salió de su interior, Katze quería que volviera a dejarlo solo, era mejor el frío y el hambre a tener cerca a Iason. Prefería que cerrara la puerta por fuera para empezar a lamentarse, para que llorar no sea tan vergonzoso y sus súplicas se quedaran para él y la pared, porque si Iason las escuchaba era humillante ser ignorado, era repulsivo que sus lágrimas lo exciten, de lo contrario lo callaría ¿No?
 Extrañamente era más doloroso asumir que su admirado Maestro Iason Mink había cambiado lo suficiente para decir, que ya no era el que adoraba. 
Qué ese ya no existía. 
Iason no se retiró de la cama sólo porque estaba ensangrentada; movió a  Katze sujetándolo por las piernas, sin reparos de ningún tipo.  
-Maestro, ma… maestro… Ia… son, por favor… por favor ¡Pare! 
Su lengua no entendía que lo mejor era quedarse quieta, que sus ojos estuvieran secos, imposible. Cuando Iason lo volteó dejándolo boca abajo y lo penetró de nuevo, suplicar y llorar dejó de parecer vergonzoso e inútil, se convirtió en lo único que podía hacer.
Iason hundió la nariz en el espacio entre el cuello y el hombro, aspirando con los ojos cerrados el olor metálico de la sangre brotando. Había un olor salado más, de sudor seco, como el que sintió de Riki en su último abrazo. Cerró los ojos y dejó a su cuerpo fluir en ondulaciones poderosas a través de sus estocadas, chocando con esa curva que lo recibía temblando.
Cuando volvió a abrir los ojos,  vio la larga espalda presa del movimiento rítmico que imprimía contra su cadera.  Lo que su majestuoso miembro había provocado… Iason se deleitó con la imagen del músculo estirado y sangrando. Incluso parecía que palpitaba como un corazón vivo.
Sin embrago, a pesar de toda la excitación que acumulaba en su entrepierna y rugía a lo largo de su columna, la imagen de Riki no cambió. Su mestizo estaba apoyado contra la pared de enfrente, vestía su habitual ropa de Ceres, tenía la mirada baja y las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta desgastada. De un momento a otro, resbaló lentamente al suelo cayendo sentado, con las rodillas flexionadas y miraba al piso entre sus pies separados.
Ajeno y triste…
¿Era porque sabía que el verdadero Riki tenía que despertar ese día? Y estaría entre los muslos de su amada mascota, disfrutando su calor y no de este triste desahogo inútil y lleno de cicatrices. 
Recordar eso lo enfureció más.
Folló a Katze hasta terminar.
Y no fue una, no dos.
Al final, la carga acumulada y potencia sexual que tenía Iason, bajo los efectos de la adrenalina y el enojo, se multiplicaron. Llegó a extenderse por horas. Hasta que realmente sintió que lo sacaba de su sistema. Hasta asimilar que tendría que esperar más tiempo para poder abrazar a su Riki. 
Katze llorando, suplicando y torciendo su cuerpo intentando escapar, ayudó mucho.
Sin remedio, por la constante y repetida fricción, ahí abajo dejó de sentirse agradable… el lío pegajoso y ensangrentado solo fue bueno al inicio, ya que por los fluidos el apretado músculo estaba demasiado ablandado. Incluso un cambio brusco de posición no sirvió.
Decidió tomarlo por la boca, con la amenaza real de que perdería los dientes si se atrevía a rozarlo con alguno en lo más mínimo. Sólo tuvo compasión de Katze esa vez, cuando lo obligó a  tragarse su semen, era eso lo que tendría en su estómago las siguientes horas, tal vez días, cuando por fin pueda levantarse de la cama por su cuenta y llegar al baño para beber agua… nadie iba a ayudarlo en nada.
 
Notas finales:

Déjame saber lo que piensas.


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