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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Cinta de embalaje sobre la boca, unas vueltas alrededor de las muñecas para mantenerlas juntas y un sutil apretón en el hombro que anunciaba que lo mejor era mantenerse en silencio si no quería aumentar su agonía.

Pero Cal, de rodillas en el suelo temblaba involuntariamente y no dejaba de sollozar con la mirada baja, llevado al borde de todas las emociones posibles, tanto físicas como mentales, no podía controlarrse. Pasó sus manos unidas por sus mejillas para llevarse la humedad pero hasta ese inofensivo movimiento era doloroso.

Después de intentar entregar ese mensaje a Katze había sido castigado sin contemplaciones. Apenas unos pasos fuera de la habitación, fue lanzado duramente contra la pared cercana del pasillo. Sabía que vendría, pero no pudo callar su dolor mientras varias partes de su cuerpo aleatoriamente chocaban contra el concreto. Tomado por detrás del cuello con dureza, fue levantado y conducido hasta su habitación.

Fue empujado al suelo de nuevo, donde se le ordenó permanecer; no había forma de oponer resistencia. Sabía que sus extremidades estaban siendo forzadas para unir sus manos con sus tobillos detrás de su espalda. Unas vueltas prácticas con una cuerda delgada y resistente y quedó atado en una posición dolorosa.

Dejó caer la cabeza hacia adelante exclamando su dolor cuando fue elevado por la prominente cuerda que lo restringía. Sus brazos siendo jalados detrás de su torso esforzaba más de lo inimaginable sus músculos, lo mismo sucedía con su cadera y la presión que soportaba los huesos de su espalda. Llegó a pensar que todas sus articulaciones estaban siendo destrozadas… era demasiado para él. Sabía que estaba colgando al medio de la habitación, quizá del soporte metálico de la lámpara del techo que nunca pensó que podría ser usado de esa forma. 

Pero su dolor intenso y creciente fue reemplazado por el ardiente y furioso fuselaje del látigo. Golpe tras golpe que cayó en la aleatoriedad de su piel mientras su ropa se desgarraba por el cuero cortando lo que hallaba a su paso. 

Entre muchos, tres golpes fueron lo suficientemente particulares para hacerlo chillar de dolor. Una que cruzó sobre la piel ya lastimada sobre sus costillas formando una "x", otra en la sensibilidad del dorso de la mano y la tercera en la parte interna del muslo. 

 Desmayó a los pocos minutos, sentir que su piel ardía como carbón calentado al fuego lo empujó por el abismo ennegrecido. Despertó después, sin saber si estuvo inconsciente por mucho tiempo o no, estaba boca abajo en el suelo, con la fría presencia de su Amo a unos pasos de su cuerpo.

Ya no estaba atado y yacía lánguido en su propia miseria. Debajo de él había un charco de sus lágrimas y saliva mezclada de sangre que salió de su boca abierta mientras estaba inconsciente. Se quedó sobre eso… ya no importaba.

Era imposible moverse, respirar era doloroso, todos sus pensamientos concentrados en la agonía… no podía seguir viviendo así. Cal lo sabía, si antes ya era horrible para él, ahora sería un infierno.

Iason Mink era el hombre más poderoso del planeta, hijo favorito y creación perfecta de la Super Computadora que gobernaba a todos. Fuera de esa casa todos admiraban y miraban con respeto al hombre cortés, equilibrado e inteligente, muchos siquiera pensarían que era capaz de verse, sentirse y actuar imbuido por emociones humanas como toda esa rabia que lo volvía irascible, con deseos poco Élites de infringir sufrimiento y disfrutarlo sin otra razón que esa.

Iason era tan digno de respeto, con su elegante porte comandando los deseos de Júpiter para su querido Amoi. 

Pero a puerta cerrada… 

¿Nadie mas lo notaba? Su Maestro había dejado de ser él mismo, parecía que sufría dolores de cabeza intensos y apenas lograba un buen descanso, era un sujeto intransigente y explosivo que encontraba fallas en lo más mínimo. Cal había obtenido unos buenos castigos por hacer sonar los cubiertos al colocarlos sobre la mesa, una bebida servida demasiado caliente y por haber cerrado las puertas del balcón sin recibir una orden directa.

Una vez que supo que no importaba lo que hiciera, con los nervios de punta, como los tenía ¡siempre se equivocaría! Dentro de él sabía muy bien, que todas estas eran represalias por su notable angustia al saber torturado a su amigo. 

Había algo más en todo esto… Cal se dio cuenta del extraño comportamiento; cuando estaba en la habitación de Katze, parecía que confundía la realidad ¿Se estaba volviendo loco? Con su mirada intensa puesta en un extremo vacío, era la única explicación que encontraba ¿Acaso alguien razonable le ordenaría quemarse los dedos? Su Maestro lo hizo, lo obligó a meterlos en agua caliente cuando descubrió que la comida que llevaba a Katze estaba recién calentada, era comida en mal estado, porquería sacada de su casa ubicada en Aphaty, que durante mucho tiempo estuvo deshabitada; pero aún Katze podía calentarse un poco las manos con el cuenco. 

Cal solo podía recordar mejores épocas, cuándo vivía el Maestro Riki bajo el mismo techo lujoso y parecía que el buen humor del Maestro Iason, efecto de esa cercanía, hacia todo mas fácil en su vida diaria. Sin embargo, Riki se fue de pronto y cada vez todo era más silencioso hasta que un día, nadie volvió.

 Cuando sucedió el accidente de Dana Bahn, Cal empezó a servir en la casa de Lord Raoul Am y fue ahí que empezó a interactuar con Katze. Lo conocía. Todos los muebles en Eos lo conocían por su papel de reclutador en Guardián. Pero nunca antes lo vio como un amigo, él pasaba mucho tiempo en la casa de su nuevo Maestro. Entendió también la naturaleza de su relación, parecida a la que compartía Lord Mink con Riki… pero con notables diferencias, era más igualitaria en su trato, menos compleja pues Katze tenía su propia agenda de trabajo al igual que el Blondie y, además su relación era muy romántica.

Aunque había una constante entre ambos Rubios, su forma posesiva de besar en los labios… cada vez que Katze ingresaba a la casa de Raoul Am, era recibido por los fuertes brazos de su Maestro en un abrazo cariñoso y un beso arrollador sin importar si existían espectadores. Katze notablemente evitaba derretirse como mantequilla sobre un pan caliente y alejaba después a su rubio con un leve empujón sobre sus hombros. Cal siempre fingía que no miraba pero era imposible no hacerlo por el rabillo del ojo, como su amigo pelirrojo perdía el dominio de sus facciones duras para entregarse a las atenciones de Raoul Am. 

Una noche en particular, Cal recordaba que mientras cocinaba la cena, Katze llegó al departamento y después de ese beso arrebatado de bienvenida, se acercaba a él.

-Hoy vine especialmente para enseñarte Cal. Deja de cocinar ¡Ven! Lamentablemente no tengo mucho tiempo esta noche para esperar a después de cenar. 

La duda en Cal fue evidente. No podía simplemente dejar la cocina a medio hacer, tenía el horno encendido y algunos ingredientes a medio preparar. Katze vio su debate interno y fue drástico con la solución.

-¿Raoul te molestaría…?

-Ve Cal - dijo Raoul que estaba detrás de Katze observando el breve intercambio de palabras - Me haré cargo desde aquí.

Seguramente fue algo divertido de ver, su expresión con la boca abierta mientras su Maestro tomaba el control de los instrumentos de cocina, Katze se rio entre dientes y lo llevó, conducido por un brazo sobre sus hombros, a los sofás de la sala.

Tomaron asiento el más cercano con respecto a la cocina. Katze sacó de un maletín su computadora portátil, mientras la encendía comenzó a hablar sobre las bases de sus lecciones a aprender, la mente de Cal estaba en la voz paciente y explicativa de su amigo que señalaba algunas pantallas concretas. Pero de vez en cuando no podía evitar girar un poco la cabeza para ver a su Maestro en la cocina, con el aura pacífica y confiada haciéndose cargo de la preparación de la cena ¡Sabía que era algo que nunca más vería!   

Seguramente se perdió en esas ideas, despertó de su ensoñación cuando Katze había empezado a chasquear los dedos delante de sus ojos.

-¡California!

-Perdón - se disculpó avergonzado.

-Descuida, el Blondie sabe lo que hace. No puedes ser un mueble para siempre Cal. Tienes que concentrarte, te enseñaré.

Creyó en sus palabras, porque vinieron con hechos. Katze era inteligente pero no egoísta o austero; lo ayudó a comprender qué habilidades se requerían tener para salir de las puertas sagradas de Eos y trabajar con él. Cal como un niño emocionado, en su corta edad soñó que podría lograrlo si trabajaba duro, que detrás de todo esfuerzo existía una recompensa.

Pasó mucho tiempo trabajando para conseguir ser por lo menos, la mitad de bueno que era Katze frente a una computadora, no tenía ese instinto natural pero comprendió las bases y su amigo pelirrojo siempre fue paciente.

Quien diría que estaba cultivando las habilidades que un día las usaría en su beneficio. 

Porque desde que el Maestro Iason despertó, Cal volvió a estar de servicio en el último piso de la Torre Eos, viviendo con miedo. Su maestro no era él mismo, al principio sólo una sombra en esa casa que había ordenado vaciar la habitación disponible que solía ocupar un mueble, le había ordenado pasar pintura negra sobre un espejo empotrado del baño y dejar sin cobijas la cama. 

Katze llegó sin poder enterarse de nada, pero Cal sabía que algo malo estaba pasando y lo peor pasó.

Su amigo encerrado en un cuarto frío y oscuro, estaba herido y seguramente hambriento, como lo temía había enfermado y a Iason Mink no le importaba ni un poco.

Para poder mantenerse con vida y con la mayor entereza posible sabía que tenía que cumplir órdenes. Cumplió drogando a Katze con la inyección en el cuello, también con las órdenes de carácter sexual, le sirvió comida en mal estado, mantenía prendida la luz siempre y apagados los calefones.

Todo eso le pesaba demasiado, Iason podía aplastarlo sin consideraciones y conseguir un nuevo mueble sin rodeos, pero Cal no entendía cómo es que podía llegar tan lejos.

De alguna forma debía ayudar a Katze. Al parecer nadie más podía.

No tardó en entender el chantaje que su encierro significaba. Poniendo en riesgo su vida empezó a comunicarse con Raoul Am, desbloqueando su brazalete de mueble. No dijeron mucho, había poco que Cal pudiera hacer de todas formas.

Y aquí está Cal, después de ser descubierto el pequeño papel en el plato de comida. Estaba tendido en el suelo sobre su estómago, tenía una cantidad considerable de heridas abiertas por el golpe del látigo que cortó su piel como navajas ardiendo, además del dolor de sus músculos al sufrir por una posición incómoda.

La voz molesta de su Maestro sonaba como trueno en la habitación disminuyendo todos los demás sonidos, pero Cal no tenía raciocinio suficiente para entender sus palabras, el dolor de su cuerpo presionaba su cabeza, no podía oír, hablar y el solo respirar le hacía desear la muerte.

Después de cerrarle la boca y unir sus manos con cinta de embalaje, Cal sabía que estaba siendo trasladado, quizás arrastrado, no tenía conciencia suficiente para entender qué le sucedía. Tal vez estaba siendo llevado a eliminación. Quizá y nunca antes esa idea le pareció mejor.

-¡Por Júpiter! ¿Qué haces en mi casa Iason? ¡Lárgate! - un tono demasiado enojado de una voz conocida.

-No dejaré a mi mueble en la enfermería para que cause problemas y mantenerlo sirviendo en mi casa es mejor castigo que la eliminación ¿Ves lo que le hice? Se lo ganó por intentar mandar un mensaje a Katze.

Raoul volvió rendijas sus ojos y retiró el mechón de cabello sobre su rostro, claro que sabía lo que había sucedido.

-¡Maldito seas! - Raoul tomó el cuerpo flácido de Cal de las manos de Iason. Intentando no tocar las marcas rojizas de su espalda mientras el jovencito gimoteaba en un delirio de dolor - Lo curaré, ¡ahora vete!

- Claro que no, Raoul. Lo harás delante de mí, por supuesto que no los dejaría solos. 

El agarre que sintió Cal sobre su cuerpo claramente fue diferente, más suave y menos opresivo, con cuidado era depositado boca abajo en una superficie mullida, algún piquete más y el dolor al fin se fue.

Su mano herida fue lo primero en ser atendida, después de despegar la cinta de embalaje que las unía. Sin decirle una palabra, Raoul le entregó algunos pañuelos de papel mientras duraba el resto de la curación; los usó para secarse la cara y la nariz sin prestar mucho ahínco en el asunto. Raoul le retiró la cinta de embalaje de los labios para hacerlo beber una sustancia que sabía a medicamentos, tal vez no era necesario hablando clínicamente, pero era una buena excusa para liberar su boca.

 Tendido ahí, con el cuerpo adormecido y la mente despejada, esperó con un sentimiento parecido a la desolación en el pecho, que todo esto terminara. Además sabía que el cuerpo humano continuaría funcionando a pesar de todas las heridas, tanto físicas como del alma.

De un momento a otro, después de algún tiempo, Raoul lo ayudó a sentarse con los pies colgando y puso en sus manos una frasco de píldoras, estaba lleno. Le dio la primera junto a otro vaso de agua.

-No sólo es para el dolor, sanarás más rápido y evitará que las heridas se infecten. Una cada seis horas por toda la semana y estarás bien.

-Dámelas a mi - Iason se levantó de su cómodo asiento de un extremo de la habitación desde donde observaba la interacción de ambos y quitó de las manos de Cal el frasco de plástico de color marrón.

-¿Y para que lo traes? ¡Haces que pierda mi tiempo! Déjalo morir en todo caso - se indignó Raoul dejando a un lado con demasiada fuerza los instrumentos que había utilizado.

-Exageras como siempre Raoul - Iason tomó a Cal de los brazos y lo obligó a bajar de la camilla. Si bien las heridas no eran profundas y pocas habían cortado la piel severamente, para el mueble de la casa Mink, nunca había tenido tanto dolor, sintió que sus rodillas apenas lo sostenían ¿O era su espíritu el que se estaba rindiendo? - Yo le daré las píldoras y me aseguraré que las tome, no quiero ningún percance parecido al de esta noche. 

-¡Maldito! - siseó Raoul apretando los puños, un poco más y destrozaría todo lo que había a su alrededor. Si eso incluiría a Iason estaría perfecto - Dale de comer a Katze ¡Está muriendo de hambre! Faltan sólo tres días para que tu mestizo despierte, deja ésta locura.

-Tú lo has dicho, sólo tres días más.

Tres días… que poco sonaba eso para Lord Iason. Cal, en medio de dos gigantes en conflicto se preguntó cómo harían para no destrozarse mutuamente mientras dejaban irreconocible al resto, seguro que él sólo era un mueble pero estaba temblando de miedo por las consecuencias de sus acciones en un escenario donde no significaba nada… distraído por sus pensamientos miró a Raoul desde abajo…

¿Las élites pueden ocultar sus emociones? Seguro que la salud de Riki no era tan alentadora… sin embargo, Iason Mink no se veía ni la mitad de afectado como Raoul. Los verdes esmeraldas destellaban de pena guardada y acumulada por la situación de Katze, y los ojos zafiro de Iason eran impenetrables. No revelaban nada.

Raoul sabía que Cal lo estaba mirando con algo parecido a la súplica en sus ojos, expresivos y llorosos. Pero no se atrevió a mirarlo ni una sola vez en respuesta; un movimiento descuidado y podría levantar sospechas que mantenían una línea de comunicación. Continuó mandando improperios a su igual Blondie mientras dejaba su casa con su herido mueble detrás de él. Sintió lástima por Cal, era un aliado inesperado en esta desigual batalla…

De todas formas, Raoul no dejó pasar esta oportunidad de poder mandarle a Katze esas píldoras. Una dosis completa de vitaminas y nutrientes que lo fortalecerían significativamente. Si Cal tenía la oportunidad debía aprovechar y guardar algunas de su propia ración.

Iason estaba tan seguro del poder que ejercía en ellos que no imaginaba el plan que se estaba tejiendo entre las sombras, que iba más allá de estas píldoras. 

Si Riki tenía un progreso truncado en su recuperación, Cal debía lograrlo. Abrir la puerta de la habitación donde estaba encerrado Katze.

 

 

El sonido de pasos fuertes ingresando a la casa.

El joven rubio cenizo dejó lo que hacía en la cocina, caminó lo más rápido que pudo con su rodilla mal herida y la espalda adolorida al recibidor de la casa. Dejó una distancia considerable y saludó doblando su cuerpo.

Su Amo pasó cerca de él sin notarlo, eso era bueno para Cal. Pero no pudo dejar de notar su caminar furioso y el paso acelerado que imprimía en cada pie. 

 ¿Qué sucedió? Sabía que era el día que Riki debía despertar ¿Salió algo mal? 

La idea de que Riki hubiera empeorado en vez de mejorar, hacia que su estómago se contrajera, todas sus emociones alteradas llevando a su mente las crudas consecuencias para Katze. 

Sólo podía temer por Katze.

Y no estaba equivocado.

Gritos en la casa.

Pero eran tan fuertes y desgarradores como nunca escuchó entre esas paredes ¡Quería que pararan! ¡Basta! ¿Acaso lo iba a matar? Cal lo imaginaba con horror, cuando su Maestro saliera de esa habitación y sea su turno de entrar y sacar el cadáver de Katze. Ni siquiera en esas circunstancias iba a ser de ayuda. Lo único que sería capaz de hacer, era ponerlo dentro de una bolsa plástica y subir el zíper. 

¡Esto era todo! Y nunca fue capaz de ayudar a Katze de ninguna forma. Había logrado reunir una cantidad de seis píldoras sin tragarlas durante estos días. Iason siempre le hacía abrir la boca para estar seguro que consumió el medicamento, pero había practicado, con un trozo de comida cómo ocultar rápidamente algo en la boca.  

Pero eso fue todo lo que pudo hacer y ahora escuchaba la garganta ronca de Katze, desgarrada y retumbando contra el vacío de esa casa. 

Raoul Am le persuadió, en sus cortos mensajes, que practicara las habilidades que Katze le había enseñado. Eran escasas, eran limitadas pero debían ser suficientes para poder abrir la puerta de la habitación donde estaba encerrado su amigo.

¡Era la única alternativa!

En contra de todo lo que su cuerpo y su integridad mental le pedían, Cal permaneció cerca de la habitación de donde provenían los gritos. Esperaba con atisbos de esperanza que su Maestro saliera pronto y le permitiera ingresar para curar ese cuerpo…

Los sonidos eran inconfundibles, le recordaba el sufrimiento de Riki que en ocasiones se extendían por tantas horas como ahora, mezcladas con la respiración profunda de su Maestro Iason.

Lo estaba violando.

Cal esperaba que se repita las circunstancias como con Riki y le ordenara ingresar para hacerse cargo de las heridas dejadas a lo largo de su piel, y como emprendimiento propio, dejar un poco de consuelo en su alma. 

De un momento a otro, los gritos pararon y sonaron gemidos ahogados, como si la boca de Katze estuviera siendo cubierta y no permitiera el paso de su voz. Después de un momento el silencio aplastó toda la casa. 

Silencio.

¿Lo mató?

La puerta se deslizó delante de Cal, que se aseguró de estar fuera del camino pero dispuesto a recibir órdenes doblado en una reverencia. No vio mucho de su Maestro, sólo sabía que varias zonas de su cuerpo como las manos y partes de su ropa, las tenía ensangrentadas. La garganta de Cal se apretó para no dejar salir ningún sonido… entre un gemido lloroso o balbucear palabras… ¡Sangre! ¡¿Qué le hizo a Katze ?!

Iason se quedó cerca a la puerta un momento, mientras tocaba algunos comandos en la pantalla que daba hacia el pasillo y controlaba las funciones de la habitación, Cal movió rápidamente y con temor su mirada al interior antes que la puerta se deslizara, pero alcanzó a ver a Katze unos segundos que se quedaron grabados en su retina.

Estaba de lado sobre la cama, con manchas de sangre en varias zonas de su cuerpo desnudo, Cal distinguió el surco que dejaron los dedos de Iason, pintando de rojo el pecho, la cara y sus piernas. Katze tenía la vista en dirección a la única salida, sus ojos a media hasta mientras parecía que lo miraba le daban a su rostro una expresión desolada, no había vida ahí, sólo cuencas como un pozo de agua estancada. Ojos hundidos y pómulos salientes, sin color real en los labios… demacrado, casi marchito. Pensó que estaba muerto, pero sus costillas que empezaban a sobresalir se movían al ritmo de una respiración forzada.

 Iason apagó la luz y se alejó por el pasillo en dirección a su habitación, su paso era medido y con aire altivo.

Lo último que vio Cal, en esa oscuridad pesada que cayó sobre Katze, antes que la puerta se sellara silenciosamente, fue el brillo imperceptible de una lágrima rodando por su mejilla.

 


Raoul mantuvo la cabeza baja, acostumbrado a la textura del aire y los sonidos afectados por la presencia de Júpiter. Su expresión, libre de cualquier emoción estaba al igual que su mente. Despejada y sin los terribles sentimientos y pensamientos abrumadores. Usó mucha de su energía en concentrar su comportamiento Blondie para presentarse finalmente ante su creadora. 

Debía hacerse ilegible y digno de la aprobación estandarizada de la súper computadora que había plasmado a sus perfectas creaciones inalcanzables de sentimientos. 

Raoul acudió a la reunión con Júpiter después de realizar las diferentes pruebas vinculadas a la salud de Riki, necesarias para dar un informe en esta reunión y mandar el mismo a Iason. Ese era su trabajo y debía ser impecable. 

En esta reunión Júpiter fue inquisitiva sobre la actitud esquiva de su hijo. Hurgó en su mente una vez que su vínculo se estableció, asombrada por las diferentes barreras que bloqueaban el camino a la privacidad de sus pensamientos. Confiada en la perfección de su Segundo hijo predilecto rompió la comunión que los enlazaba pues no encontró motivos para preocuparse más allá de esa ofensa de no acudir a su llamado inmediatamente.

-Me desobedeciste - habló Júpiter dentro su mente, en ese dialecto reservado para sus creaciones.

-Debía atender la salud del mestizo de Iason. Era prioritario. 

Júpiter, que estaba a unos pocos pasos de él, entrecerró sus cuencas dándole un aspecto contemplativo a sus palabras.

-Entiendo. 

-En todo caso, debo disculparme - Raoul hizo una leve reverencia con la cabeza - no volverá a suceder Júpiter. 

-Eres exactamente como estas destinado a ser, la dedicación a tus funciones y trabajo dan sentido a tu existencia. Por esta vez, te perdonaré. 

-Gracias madre.

Raoul inclinó una vez más la cabeza, está vez en despedida. Mientras Júpiter se alejaba, él le dio la espalda y caminó en dirección a la salida. Mantuvo todas sus emociones controladas aún sabiendo en lo profundo de su corazón la horrible desgracia que estaba soportando Katze.

Pasara lo que pasara en esta situación, las noticias de la salud de Riki siempre debían ser alentadoras y positivas, aún si fueran mentiras. Esa era una premisa que Raoul se la sabía de memoria, y debía usar cualquier método para demostrarlo, sin importar las consecuencias de la gran osadía que significaba engañar a Júpiter

Notas finales:

Déjame saber lo que piensas.

Los comentarios son combustible!


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