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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Notas del capitulo: Estimado lector:
 El capítulo estará dividido por una línea, puedes omitir el contenido de abajo y terminar justo ahí.
 
No es apto para personas sensibles, podrían herir tu susceptibilidad. 
 
 
¿Capítulo 13?  ¡Disfruta Halloween! 
 
 
-¡¡¡Raoul!!!
 
Calló sus gritos de un  golpe en la boca y se quedó mirando por unos segundos a Katze y Cal, tendidos en el balcón.
 
-Iason – logró escuchar su nombre de la modulada voz de su hermano, lento, pronunciado, filoso y mortal. Demostrando en esa única palabra  que su temple no estaba comprometido.  El silencio del precipicio permitía sentir los detalles a pesar de la distancia  – Sin Katze, no hay Riki. 
 
Escuchó a Raoul cerrando  la estructura de su ventana sin usar su fuerza después de esas palabras. Obviamente no iba a quedarse mirando al vacío…. del balcón y de sus manos. 
 
Iason arrugó la frente ante esa amenaza. Con rabia consumiéndose a través de su cuerpo, por lo que acababa de evitar y por la osadía de Raoul de mantenerse estoico en vez de clamar piedad…  el comportamiento equilibrado de Raoul fue despojar de oxígeno a un fuego ardiendo. Terminaría por pagarse sólo. Pero miró a Katze en el suelo, a sus pies, con la cascada roja de sus cabellos rozando sus zapatos y supo de inmediato que Raoul no estaba para nada apartado del horror de lo que vendría. 
 
Podía fingir pero eso no quitaba que él tenía la ventaja. 
 
Terminó de romper a tirones las correas que rodeaban la cintura y piernas de Katze, y las arrojó al vacío sin perder la expresión de horror de su viejo mueble, que no estaba desmayado sólo mareado y debilitado, intentó sacarse sus manos de encima pero de un solo jalón, Iason sujetó  las fibras de la ropa que usaba y las arrancó, Katze cayó otra vez contra el suelo por la inercia de la acción y vio como los restos atravesaban el balcón en una caída llevada por el viento. Estaba aterrorizado ¡Estaba tan cerca de Raoul! Sabía que era inútil pero no dejó de usar su voz para llamarlo, un reflejo o muestra de todo lo que sentía  al estar a merced de Iason Mink. Sintió que era levantado de nuevo y conducido al interior de esa casa. Se revolvió, pataleó e incluso intentó morder a su captor. Parecía un pez salido del agua evitando morir… volver a ese cuarto significaría eso. 
 
-¡RAOUL! – nunca dejó de gritar ese nombre con histeria, con fuerza y sin importar el dolor de su garganta o la rudeza de Iason, que aumentaba por su lucha entre sus brazos –  ¡RAOUL! 
Quizá fueron sus dientes traspasando las capas de su ropa cuando consiguió morder a Iason en un hombro logrando que soltara un poco su agarre,  fue suficiente para que Katze se revolviera en sacudidas desesperadas. Era eso, consumiendo sus últimas fuerzas antes de volver a cruzar esa puerta.
 
Iason harto de la situación, estrelló a Katze contra una mesa baja del rincón de la habitación de la sala de estar, lo lanzó con fuerza. El impacto de un cuerpo adulto contra el concreto de madera fue estrepitoso. Katze cayó de costado, reemplazando sus gritos por aspiraciones roncas. El choque logró derribar la mesa también, su pequeño cajón se abrió y  varios artículos salieron desparramados. Con la respiración esforzada por el flujo de sangre que goteaba de su nariz, Katze intentó alejarse sobre palmas y rodillas,  sin conseguir levantarse del todo. Ciego por todas las emociones que significaban tener a Iason acercándose a él,  tanteó el  suelo queriendo atrapar algún artículo que lo ayudara a defenderse de alguna forma. Un bolígrafo, unas tijeras ¡Lo que sea! Pero lo único que logró agarrar antes que Iason lo tomara del cuello fue algo pequeño que apretó con fuerza en su puño cerrado, era ovalado sin ninguna punta filosa o algo parecido. 
 
Iason volvió con Katze sujeto del cuello por el pasillo hasta la habitación de la que nunca debió salir. Lo mantuvo en alto para evitar otra mordida y aprovechó el recorrido para observarlo a los ojos. A pesar de estar terriblemente asustado, la mirada de Katze destellaba de algo más, era nuevo…. enojo y rabia absoluta. 
 
Iason nunca vio algo parecido en la  sumisa mirada de Katze. Determinación subyugada e inteligencia a su favor, pero nunca esto.  Ahora brillaba el fuego ahí… ¡Así que ésta basura tenía espíritu de rebeldía! ¡Qué entretenido! 
 
Lo arrojó sin cuidado. El cuerpo de Katze rodó sobre la superficie de la cama antes de quedarse inerte. 
 
El objeto sin puntas, ni filo que había logrado agarrar antes, salió resbalando de su mano, Katze escuchó el tintineo antes que se perdiera en algún lugar de la habitación. No alcanzó a ver qué era, no podía detenerse a mirar.
 
Lo primero que hizo Katze, a pesar de todo el dolor en cada articulación, fue enfocar su mirada en Iason, ojos dorados como oro ardiendo fundieron a su objetivo, tenía el cabello largo sobre la cara; una vez que tuvo el aliento suficiente no dudó de sus palabras.
 
-¡Monstruo! ¡Me mentiste todo este tiempo! ¡Raoul nunca me abandonó¡ – estaba yendo en contra de sus propios instintos, gritar de esa forma a Iason era sobrepasar todos sus límites. La mueca furiosa de sus labios apretados y ojos estrechos como dagas de hielo querían paralizar a Katze en su sitio y cerrar su boca como dictaban todos los protocolos, pero la acumulación de sentimientos  recorriendo sus venas era más fuerte que él. Podía entender tan claro la situación por la que estaba pasando su Blondie  - ¡Te has vuelto loco, Iason Mink! ¿Todo esto por qué? ¡Raoul era tu amigo! ¡Déjame salir!
 
Fue lo último que logró decir, Iason se acercó a zancadas y lo derribó de otro golpe en el cráneo. Katze no  desmayó, quedó aturdido de bruces con los brazos extendidos a lo largo de la cama y ligeramente torcido de las piernas.
 
Iason quería separarle la cabeza del cuerpo, torcer sus articulaciones hasta que enloqueciera de dolor, pero su mente, que le susurraba con presión, no pudo sacar la voz de Raoul: “Sin Katze, no hay Riki”. Apenas con esas escasas palabras había dejado un punto de claridad en toda su rabia espesa que atronaba sus pensamientos… fue un yunque sobre su pecho recordar que la vida de Katze corría riesgo, ya estaba sangrando de la nariz y entre los dientes,  un poco más de presión o un solo golpe descuidado y lo perdería. Lo más importante era la consecuencia… Riki.
 
 ¡Debía actuar fríamente! Claro que no iba a matarlo. Podía hacer muchas cosas sin matarlo. 
 
Quería castigar a Raoul, quería castigar a Katze… conocía muy bien cuál iba a ser la peor forma para ambos. Como no tenía intenciones de acercarse a ese colchón sucio, tomó a Katze por el hombro y lo levantó, disfrutando ver cómo apretaba los dientes conteniendo su agonía, sin dejar escapar algún sonido que señalara su dolor ¿Así que Katze estaba demostrando algo de orgullo? ¡Qué interesante iba a ser pisotearlo! 
 
Aún tenía tiempo suficiente antes que  su ausencia, en la importante reunión a donde se dirigía, sea algo acusable. Sólo unos minutos más.
 
Unos minutos era todo lo que necesitaba para conducir sin remedio a Katze hasta un sufrimiento inimaginable. 
 
No encendió las luces de la habitación, pero tampoco cerró la única puerta. Iba a hacerlo con la puerta abierta, para que Katze vea su libertad delante de sus ojos burlándose de él. La luz del pasillo, ingresando en destellos pincelados sólo hasta la mitad, dejaba la otra mitad del fondo, donde estaba la cama, en un estado más lúgubre de lo normal.
 
En la distancia entre la cama y la puerta, sujetó a Katze de forma que la espalda frágil quedara contra su pecho amplio, de frente tenían las luces tenues del exterior. Liberó la parte delantera de sus pantalones y lo dobló ligeramente de un empujón sobre la espalda, se colocó muy cerca a la parte baja de su cuerpo. Rozándose. Para terminar con sus patéticos intentos de lucha, sujetó ambas manos detrás de su espalda en un agarre irrompible por las muñecas. Eso lo mantendría en la posición que necesitaba sino quería dislocarse los brazos y aún si lo hacía, no iría a ningún lado.
 
 Sentía temblar su piel erizada…
 
Katze podía apretar los dientes para contener cada vocalización dolorosa, pero el esfuerzo de su pecho al respirar y la debilidad de sus rodillas iba más allá de su capacidad para contener el pánico que le provocaba el sólo imaginar lo que iba a suceder a continuación. Sintió otro agarre constrictivo de Iason en los cabellos de su nuca, asegurándose de que mirara en dirección a su libertad justamente en esta circunstancia. Katze cerró lo ojos e intentó respirar hondo…
 
Raoul… Raoul… Raoul…
 
Nada evitaría lo que estaba a punto de suceder, estaba echo desde el instante en que Iason, el favorito de Júpiter, lo decidió. Pero a Katze le quedaba el  poder de controlar cómo actuar a continuación. No iba a llorar como la anterior vez, ni suplicar que parara. Nada haría que su cuerpo se retorciera de dolor. Iba a recibir lo que Iason tenga que darle como una estatua.
 
No sólo era orgullo, era por un instinto superior. Su intelecto logró captar el porqué su Blondie había dicho esas palabras. Apagar el fuego insensato de Iason de una represalia ciega. 
 
Clavó los ojos a la luz del suelo del pasillo, se veía blanco y luminoso; apretó la mandíbula hasta sentir que cada vena de su cuello saltaba. Su rostro se calentó por la acumulación de sangre y la aceleración de sus pulsaciones ante las ráfagas de dolor. Dedos de los pies y manos se apretaron y tragó grueso, pero consiguió mantener su propósito intacto aún cuándo su cuerpo empezó a balancearse en empujones rítmicos.
 
Había soportado esto antes, podía hacerlo de nuevo.
 
La determinación de Katze era una cosa, su resistencia física una muy diferente. Iason no quería correr el riesgo de matarlo por un sangrado rectal y, a causa de eso, quedarse sin su amada mascota mientras durara el resentimiento de Raoul. Si Katze muriera, Raoul tendría que ser corregido por Júpiter y eso conllevaría demasiado tiempo en la recuperación de Riki. Iason, poniendo en prioridad a su mascota por encima de sus ansias de castigar a estos dos, salió sin cuidado del interior maltratado de Katze y lo volvió a arrojar sobre la cama.
 
Respiraciones entrecortadas fueron toda la respuesta que obtuvo, Katze levantó la cabeza de la superficie acolchada y la mirada dorada enfurecida destelló detrás de sus cabellos rojos, mirando intensamente a Iason. Lo enfocó a pesar del mareo que empezaba a aturdirlo por la pérdida de sangre, pero en sus pensamientos muchas piezas encontraron su lugar. Entendiendo que toda su agonía física conllevaba otro significado ahora, definitivamente el que tenía delante no era su adorado Maestro, no. Era el monstruo que estaba provocando un terrible sufrimiento a Raoul. Su Raoul. 
 
Iason sonrió de lado ante la mueca furiosa de Katze.
 
El anillo de mascota rodeando su pene seguramente lo haría desmayar muy rápido e Iason no tenía tiempo que perder esperando que reaccionara. Incluso podía prescindir del anillo a partir de ahora y dejarlo sin el aro castigador. Entendió el propósito de la frialdad de Raoul ante la situación y la poca reacción de Katze. Pero si existía alguien que actuara calculando sus pasos era él ¿No era mejor una represalia exenta de su participación directa y cuidando en el proceso la vida de Katze? 
 
-Volveré con un androide que curará tu cuerpo. Y claro, también me aseguraré de dejarte tal y como siempre debiste quedarte. 
 
Sin dejar su pacífica mirada y la mueca ligera de sus labios curvados, sólo en un extremo, se acercó a Katze. Iason iba a permitirse un solo grito.
 
 Katze no retrocedió a pesar que cada uno de sus débiles músculos se crispara debajo de su piel fría por el sudor ante la inminente cercanía. 
 
Dos movimientos: tomar y girar.
 
Katze se dejó caer de espaldas sujetándose el tobillo torcido que se sintió como si fuera a arrancarle el pie. Apretó los ojos ante el  inaguantable dolor, mientras el calor como fuego líquido le quemaba la pierna, subiendo por su espalda hasta dejar desprovisto de pensamientos a su cerebro. Sólo había dolor. Soltó un grito desgarrado que traspasó todas las paredes.
 
-Así no te moverás.
 
La puerta se cerró tras la espalda de Iason Mink cuándo la cruzó, no miró nunca atrás mientras se alejaba por el pasillo.
 
Tenía en mente a alguien que si podía hacer gritar hasta cansarse. Incluso no era mala idea meterlo en la habitación de Katze y torcerlo delante de él. Sería tiempo muy bien invertido asegurándose de usar su sufrimiento para aplastar las esperanzas de Raoul, la rebeldía de Katze y la vida de Cal. 
 
Este espectáculo tendría que reservarlo para su regreso. Hasta entonces, ya que tanto le gustaban las escenas que se desarrollaban en el balcón, iba a dejar a Cal amarrado ahí. Colgando de los brazos sin nada más que el precipicio debajo de sus pies. 
 
 
 
El aire frío sobre sus mejillas fue lo que  hizo despertar a Cal. Agitó las pestañas algunas veces antes de enfocar sus pensamientos de cómo llegó a estar caído boca arriba en el balcón.
 
Cal no pudo evitar trastabillar antes de ponerse de pie y logró mantenerse firme gracias al apoyo de la baranda bajo sus codos. Tenía un punzante dolor de cabeza producto del golpe que recibió y lo hizo desmayar. Cerca a donde estaba desplomado habían restos de la cuerda y los instrumentos que cayeron del techo, pero no los cinturones que ató en Katze, no había rastros de él.
 
Una vista desde su posición al interior de la sala de estar, le mostró la mesa del fondo volcada con varios objetos esparcidos. 
 
Sólo eso…
 
Y luego, nada.
 
Había demasiado silencio en la casa  ¿Katze…? Acaso Iason…
 
¿Había logrado llegar a Raoul? Rogaba que si… y el Maestro Iason podría haber derribado la mesa en una muestra de su frustración mientras salía.
 
¿Entonces, él fue dejado atrás? 
 
Su corazón se encogió al recordar la voz helada de Iason Mink susurrando cerca a su audición: “Si me desobedeces, te desollaré vivo”.
 
Agarrándose el pecho, inquieto y  casi entregándose al pavor  de sus conjeturas se adentró a la casa. El pasillo, engañosamente silencioso, parecía más largo y estrecho que nunca. Lo recorrió paso a paso con rodillas temblorosas al ver la puerta de la habitación de Katze abierta. Estaba seguro que él la cerró después de salir, cada minuto contaba en su huida y eso incluía que Iason no sospechara nada hasta el final.
 
Una respiración esforzada llegó a sus oídos, atravesaba la luz como una súplica desde el interior oscuro.
 
Conteniendo las lágrimas de su evidente fracaso, se acercó lo necesario para  ver qué sucedía ahí.
 
Se cubrió la boca para evitar que su pérdida de aliento se escuchara y salió corriendo por el mismo camino de  donde llegó. La imagen de su Maestro detrás de Katze… Cal sintió literalmente que algo se quebraba en su cabeza, una frágil muralla o un simple hilo. Su cordura se rompió en miles de partículas rebotando desde el fondo, hasta caer en un pozo negro y pastoso. 
 
Ver la sangre que goteaba al suelo emergiendo entre los muslos de Katze que tenía  los gestos distorsionados por el dolor… y la fría mirada de su Maestro disfrutando la agonía que ejercía… ¡Iba a matarlo! Katze iba a morir, sin escapatoria y eso no sería todo  ¡Los torturaría a los dos!
 
Por siempre. 
 
Tropezando en la cocina cayó lastimando sus rodillas y manos. En este punto, Cal era un manojo nervioso que no resistió el filo de lo que estaba por venir. El pasado y el futuro atravesaron su piel en punzantes latidos. 
 
Todo el silencio se desgarró con el grito como trueno que cayó en la casa. Duró demasiado, hasta quedarse el eco retumbando contra sus sienes, vibró como si nunca acabara, réplica tras réplica. Sabía que venía de la habitación del fondo y era la voz de Katze aullando de dolor. 
 
Soy el siguiente, pensó Cal. Decidiendo inmediatamente qué hacer a continuación.
 
Ésta casa se había transformado en una jaula que se cerraba sobre él, desde el día que su Maestro empezó está locura con Katze. Era su amigo el atrapado,  pero también era una tortura para él.  Un infierno que rompió toda su armadura que lo protegía de él mismo y los demás en su diaria vida de servilismo y obediencia. Nadie podía vivir así… con tanto miedo y seguir sintiendo que valía la pena vivir.
 
Nada bueno esperaba por él.  
 
Al menos por una vez, por ésta vez Cal iba a decidir y con un retorcido placer sintió que le quitaba el derecho a Iason Mink de decidir sobre él. 
 
Sólo por esta vez.
 
Y sería libre para siempre.
 
Lamentaba el destino de Katze que no tenía esta opción. Cal sentía que donde la amistad y el amor fracasaron, el poder aplastante ganaba, él no podría ser de ayuda nunca más y Raoul no atravesaría la puerta para salvar a nadie, fue desesperanzador entender que aún con todo el alcance de su rango, estaba imposibilitado y acorralado de tantas formas. 
 
Salió al balcón donde el viento secó sus lágrimas. Alzando un extremo de cuerda que encontró botada la enrolló en una parte específica y vital de su cuerpo con rapidez pero precisión para estar seguro de no cometer fallas, un buen nudo para que sea instantáneo… la otra parte en la baranda, que irónicamente protegía a alguien de caer. 
 
Dedicó un último pensamiento de consuelo a Katze y una disculpa por no significar más a Raoul Am, mientras saltaba al vacío, abrazándose a sí mismo. 
 
 
De todas formas llegaría tarde a su reunión. Con los brazos cruzados, sobre el pecho amplio, vigiló en silencio mientras los androides terminaban de sacar el cadáver de Cal. 
 
Que frustrante era quedarse con las ganas de aplastar algo o alguien.
 
 
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Iason miró la expresión de Cal, tenía los ojos entreabiertos, se veían  opacos y a pesar de no tener la tesura, ni el brillo característico pudo encontrar la transparencia que siempre  había en la personalidad de su joven mueble. Suicidarse lo alejó de los deseos de su Maestro, de cumplir con la finalidad de su existencia. ¡Bien! Eso pensaba Cal. Iason aún podía disfrutar de esto.
 
Dio órdenes precisas a los androides, está oportunidad no la dejaría pasar. Ellos actuaron según lo indicado, no tenían en su programación el  cuestionar a los Élites; en su parada final entregaron a Cal a los encargados y se procedió con el tratamiento que todos los cuerpos de seres humanos  seguían en la granja de órganos de Tanagura. Raoul Am no estaba por las instalaciones, así que los subordinados continuaron sin hacer preguntas de ningún tipo, órdenes son órdenes. 
 
Después de pasar por la recicladora se  reservó y guardó lo que Iason Mink pidió y lo mandaron a su departamento. Un nuevo mueble debería recibir la entrega, en la lista siempre había candidatos disponibles para el favorito, nunca existían inconvenientes de ese tipo. 
 
Más tarde, cuándo por fin se aproximó a su casa se sentía vigorizado por las buenas reuniones y tratados a su  favor cuidando siempre los intereses de Júpiter. Como esperaba encontró el paquete que le mandaron, una caja conservadora  con el contenido refrigerado.  Dio órdenes a su anónimo  mueble y aguardó el tiempo necesario. 
 
Después, solo en su oficina con música instrumental de fondo y las pantallas encendidas, veía a través de ellas el interior de la habitación de Katze.
 
El pelirrojo había salido de su inconsciencia recientemente. Con reacciones lentas se percató que a una distancia prudente de su cabeza tenía un plato hondo lleno de comida. Espesa, tenía que comer con los dedos pues no le dejó una cuchara. 
 
Sorbo de vino tinto y dulce entre sus labios, Iason acariciaba su copa  observando con el sentimiento de satisfacción en su pecho que una retribución ingeniosa le producía. Con esto, ni el intento de salvación había llegado a Cal, Katze se sacaría las entrañas cuando lo supiera y Raoul, una vez más quedaba claro que no era capaz de hacer nada ¡Nunca!   
 
Mientras Katze hambriento y dispuesto, sumergía sus dedos en la mezcla y los chupaba. Raoul… Raoul debía estar entrando en histeria al ver a su amado pelirrojo alimentándose, sin poder advertirle de ninguna forma, de la comida preparada con los restos de Cal.
 

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