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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Fue una época de extenuantes reuniones para el Líder de Amoi, sesiones de largas horas para llegar a diferentes acuerdos de mutuo beneficio con multimillonarias compañías extra planetarias y otras corporaciones, que exigieron de Iason Mink toda su concertación.
Cuando se suscribieron los términos deseados, el evento de celebración requería de toda la riqueza y belleza que podía demostrar Amoi, el lujo en el que vivían y era capaz de desplazar sin problemas.
Se organizó para los nuevos socios una fiesta, nada más que en el ático del Blondie más poderoso de Amoi; tan particular era la situación de reconfirmar la perfección de las creaciones de Júpiter que se abrieron las puertas de su casa con todos los lujos inimaginables para los hombres extranjeros y comunes para sus Élites. No se escatimó en nada, como era de esperar, se escogieron los mejores banquetes con elegantes bebidas, la mejor música y las más exclusivas mascotas para el espectáculo. La buena ejecución de un evento de esa magnitud requería de mucho apoyo, entre seguridad y todo un equipo de organización que se encargó de la comida, decoración, música y demás. Claro que no se prescindió del uso de los jóvenes muebles, esa particular noche sin lunas.
Katze llevaba un poco menos de dos años sirviendo en la casa del Principal Blondie de Amoi. Era un mueble eficiente y aprendió a anticipar las tareas que se requerían de él; para el evento especial se le encargó la tarea de estar cerca a su Amo, todas las demás necesidades de la fiesta serían atendidas por los demás.
Para no romper la sincronía de belleza y lujo de todo el ambiente, el vestuario de los muebles fue cambiado esa noche, cada grupo en diferente color. Sólo el traje de Katze era único, pues era la propiedad del anfitrión.
Un fino leotardo entallado con piernas completas cubriendo hasta el estrecho tobillo, tan ajustado en todo el cuerpo que parecía una obra de arte pintada a mano, sin mangas y exponiendo su delicada piel. El color se pensó en combinarla en ultramar, toques esmeralda y brillantes incrustaciones de pedrería traslucida en el pecho y bajando por su cintura estrecha.
Antes de que empezara la fiesta, Katze había tenido un momento para verse en el espejo, no estaba del todo convencido por el aspecto vistoso que tenía, si tuviera opción, nunca usaría algo como eso… pero nadie podía negar la suavidad de los hilos contra su piel desnuda, la exquisitez de la combinación de los colores; el traje era tan hermoso y delicado, pasó la yema de los dedos por los fríos trozos brillantes de su pecho, como si temiera desprenderlos o ensuciarlos… nada parecido a su práctico uniforme de mueble o las viejas ropas que se vio obligado a usar en Guardián.
Lo que más llamó su atención, fueron las incrustaciones de pedrería. Conocía la belleza natural de tales gemas, pero nunca había tenido una encima, le gustaba admirarlas en algunos artículos de su Amo o bien en la ropa de las mascotas, posando sus ojos en su brillo hechizante y soñador.
Quizá no era suyo por completo, pero lo estaba usando él en ese momento y por un golpe de suerte, Iason estaría tan ocupado después de la fiesta que no importaría si guardaba entre sus vestuarios está pieza… delicada, fina, brillante y hermosa; para él, un pequeño tesoro que podía llamar “mío”. De todas formas, solo la quería para admirar las piedras preciosas. Además, para su Amo esa ropa no significaba nada.
En medio de la noche, las luces de colores salían del escenario, dando sutil belleza a la piel desnuda de las mascotas, que se deleitaban brindando un espectáculo al grupo seleccionado de extranjeros y la Élite de Amoi de mayor rango. Dos machos y una hembra, se contorsionaban entre ellos en un juego previo antes de la esperada escalada al punto más alto de los deseos de su público; se podía sentir en el aire que los invitados halagados con estos placeres de la carne, nuevo para ellos, exudaban de excitación pidiendo ser atendida.
Jadeos y gemidos abiertos en una timidez fingida, atacada por una depravación actuada… las mascotas despertaron las perversiones más oscuras en las mentes de esos hombres.
Iason Mink desde una ubicación privilegiada compartía la velada con los hombres poderosos que eran sus nuevos socios y más atrás, de pie, estaba Katze con la mirada baja, atento a las necesidades de su Amo.
Ignoraba que estaba siendo observado o más bien, su delicada figura lo era. La línea recta de su espalda que terminaba en una curva llamativa y redonda, la tela del leotardo marcaba la delgadez de sus muslos y la elevación prominente de su espalda baja.
Llamativo, vistoso y aún más impactante por su hermoso rostro, en esa mueca de silencio y sumisión, adornado por los cabellos rojizos.
Estos sujetos, invitados de honor, no conocían por completo la cultura de Amoi, sólo sabían que estos jovencitos que atendían las necesidades de la fiesta no eran como las mascotas usadas para el sexo… esa idea, que este niño nunca hubiera sido tocado, los éxito aún más.
En medio del espectáculo que se desarrollaba en el escenario, un grupo de tres hombres se acercó a la mesa de Lord Iason Mink y sus invitados, eran parte de la comitiva que era agasajada. Alagaron al anfitrión con palabras corteses, compartiendo su punto de vista de la fiesta y escuchando atentamente la respuesta mientras se requería más bebida. Katze se acercó con botella en mano para llenar las copas, pendiente en no estorbar la prosecución de la conversación y no derramar el vino sobre nadie, esta última tarea estaba resultando complicada especialmente con el nuevo grupo que se unió a su Maestro. Hablaban ruidosamente moviendo las manos para acompañar su relato, uno levantó su copa para ser llenada, mientras la tarea era cumplida, el otro de su lado exclamó algo, golpeado la mano del pelirrojo que terminó por derramar todo el contenido sobre la mesa y su propio traje.
Obviamente en estas circunstancias, un mueble nunca esperaría que le ofrecieran disculpas; Katze atendió rápidamente las necesidades de los invitados y limpió la mesa. Entendiendo el lenguaje mudo de las frías pupilas de su Amo se dirigió a la cocina. Una vez que estuvo solo dejó escapar una maldición, pensando en alguna solución rápida se encaminó a su habitación donde guardaba, para emergencias, toallitas especiales que quitaban manchas de la ropa, funcionaban muy bien con la tela de su traje habitual de mueble… esperaba que con esta fina tela también.
Katze no esperaba que nadie lo siguiera, ni siquiera en Guardián había tenido ese tipo de temor. Tuvo un estremecimiento en la nuca, parecido a un mal presentimiento; cuando giró rápidamente sobre sus talones, después de abrir la puerta de su habitación, estaban esos tres sujetos ahí, muy cerca de él en medio del desértico pasillo y lo miraban sonriendo.
Su arraigado adiestramiento como mueble lo hizo doblar en una reverencia, después de todo eran invitados de su Maestro y él tenía muy poca opinión para juzgar su presencia ahí. Todo eso no evitó que su cuerpo se tensara por la expresión perversa, sin ocultar, de sus rostros.
Quería indicarles que la fiesta estaba al otro lado del salón y si querían alguna atención podían pedirla, pero que lo mejor era que lo siguieran de vuelta. Katze no pudo pronunciar ninguna palabra…
Su boca fue cubierta por una mano grande y fuerte, mientras era conducido al interior de su habitación. Ingresaron esos tres sujetos y cerraron la puerta por dentro.
La luz se prendió de forma automática pero no había mucho que describir, no había algo que llamara o distrajera su atención al interior de esas paredes, lo que tenían en las manos era mucho más interesante. Además, sabían que disponían de poco tiempo y solo sería una vez para cada uno.
Sin perder tiempo, desgarraron su ropa como si estuviera echa de papel, se lo pasaron de mano en mano en empujones para quedarse cada uno con un girón del traje y cuando llegaron a la entrepierna lo dejaron de pie, en medio de los tres.
Hubo asco y morbo ante la exposición de sus genitales mutilados. Comentaron lo asqueroso que era y lo extraña que era la cultura de Amoi, pero cuando uno tocó, los demás lo siguieron. El llanto de la víctima no importaba, era sólo un ruido de fondo constante que era acallada por la música del salón y sus propias voces maliciosas.
Katze sólo era un jovencito en su dulce juventud, pero nunca un cobarde. El intentar defenderse resultó en vanos esfuerzos en su desigual lucha de tres adultos contra un niño, que inevitablemente se sentía asustado al borde del pánico.
Fue golpeado para que aflojara los músculos y permitiera ser atado a la cama sin ofrecer mucha resistencia. Ellos no tenían su tiempo y menos paciencia.
Después de eso, fueron uno, tras otro a apagar al calor de sus entrepiernas en la carne de Katze, que nunca había tenido ningún tipo de experiencia.

Raoul Am fue a sentarse al lado de su hermano, en la privilegiada mesa que compartía con los hombres poderosos; por el gesto conocido para él y completamente ilegible para los demás, en el rostro de Iason se veía la total antipatía. Las respuestas diplomáticas y su presencia sólo para completar el protocolo con los invitados. Iason estaba tan aburrido de las mascotas y los impresionables humanos, que la presencia de Raoul acercándose fue buena, una conversación interesante servía para estos momentos.
Por algunos minutos fluyó una agradable charla de los temas particulares entre ellos. Degustaron del vino y algunos bocadillos sin prestar real atención a los eventos del escenario. Si bien Raoul Am era el desarrollador de las mejores mascotas de Amoi, también había llegado a un punto en donde el espectáculo carecía de emoción.
Cuando su copa no se llenó, Raoul buscó al encargado.
-Me parece que pronto estarás buscando un nuevo mueble ¿Dónde está ese jovencito que te sirve?
Iason percatándose de su prolongada ausencia, simplemente le resto importancia.
-Debe estar buscando la forma de componer su ropa.
Observaron en silencio un poco más a las mascotas; los placeres de la carne estaban dejando sin aliento a los invitados, cuando finalmente llegaron a su punto más alto y la hembra recibió en su cuerpo a ambos machos.
Raoul soltó un suspiro por lo bajo, apartando la mirada imperceptiblemente y dejando su copa vacía a un lado.
-Lo bueno de no ser una cara pública amigo mío, me retiro – Iason sólo movió los ojos para ver a Raoul levantarse mientras se despedía de los nuevos socios comerciales – Estos espectáculos me gustan tanto cómo a ti – le dijo con un último movimiento de cabeza antes de retirarse.
Al llegar a la salida, algo le hizo mirar al interior de la casa; en dirección al largo pasillo que guardaba las habitaciones y pensó en las palabras de Iason, sobre su mueble pelirrojo… tenía un nombre extraño que sólo había escuchado mencionar algunas veces… Katze, claro.
Recordaba haberlo visto irse con la ropa manchada y con un intervalo prudente, detrás de él, al pequeño grupo de invitados que causó el accidente. Fue espectador del percance porque buscaba su oportunidad de conversar con Iason ¿No era demasiado tiempo su ausencia para solucionar un problema menor? Mirando hacia el interior de los ambientes acondicionados para la celebración, no encontró a los ruidosos sujetos que llenaron la fiesta de sus particulares risas.
Decidido a acabar con el misterio, cruzó el recorrido hasta el interior del pasillo dónde estaba la habitación del jovencito pelirrojo. A Raoul Am no le gustaba la holgazanería y menos la falta de sentido del deber, si encontraba a Katze usando esta vana excusa para faltar a sus deberes...
Su primer impulso fue tocar la puerta de la habitación, ésta no era su casa y no tenía las contraseñas para abrirla por su cuenta; pero su audición mejorada le permitió escuchar jadeos y sollozos mezclados con voces maliciosas. Todo indicaba que había muchas personas adentro y la voz de un niño amortiguada y llorando.
Mandó rápidamente un mensaje al comunicador de Iason y esperó sin anunciarse, decidido a sorprender a todos sin ponerlos bajo aviso. De todas formas, Iason Mink no tardó en aproximarse, cualquier excusa era buena para apartarse de la fiesta al menos un momento.
Los sonidos dentro de la habitación de su mueble eran inconfundibles, estaban teniendo sexo. Sin más demoras, con sólo su presencia la puerta se deslizó.
El olor a sexo los golpeó de inmediato, mucho más concentrado que en el salón, ya que ésta habitación no tenía ventanas.
Olor a sudor y semen.
Katze estaba atado por las manos a la cabecera de la cama con los restos de su ropa, completamente desnudo y recostado sobre su estómago. Otro pedazo de la fina tela la tenía metida en la boca, su rostro surcado de lágrimas y alguna sustancia blanquecina escurriendo por sus mejillas, estas destellaban en rojo como si hubiera recibido algunos golpes recientes.
La fría mirada de Lord Iason Mink, paralizó a todos en la escena, excepto tal vez a Katze, que vio a su Maestro en la entrada con esa aterradora expresión y no pudo evitar aumentar el volumen de su llanto, enterró la cara en la almohada y deseó desaparecer para siempre.
Restar importancia al asunto y actuar con ligereza. Eso intentaron esos tres sujetos, el que todavía estaba encima de la cama detrás de Katze, se bajó, compuso su pantalón, miró con desprecio al joven que lloraba y pensó rápido en cómo volcar está situación a su favor.
-¡Él nos dijo que tenía permitido brindar tales servicios!
-Es un jovencito engañoso que nos atrajo con mentiras.
Iason vio el descaro abierto, buscando su oportunidad de salirse con la suya. Sin importar el rango que tuvieran o su papel en las negociaciones, esta era su casa y como todo dentro de ella, su propiedad se respetaba. A través de su comunicador, llamó a los Guardias que asistían en la puerta y un número considerable de ellos entró.
El movimiento inesperado de los uniformados llamó la atención y varios de los invitados se reunieron por los alrededores para ver qué sucedía en tan impecable morada.
-¡Digo la verdad! – se indignó uno de ellos – Nos invitó a sus habitaciones con una propuesta explícita de sus labios ¡Ser tratado así es degradante! – exclamó cuando eran sacados con custodia.
-¡Mentiroso! Nadie jamás te amará – le dijo el más cercano a Katze, con la voz cargada de despreció, sin estar satisfecho por la expresión desolada y sus llantos, escupió sobre él.
Los tres fueron escoltados hasta la entrada de la casa, donde su gente estaba reunida y los Guardias esperaron órdenes.
Iason miró todo fríamente, una vez comprobado que no estaban hurtando nada, sus actos equivalían a romper alguna pieza de cristalería, más si estaban acusando a su mueble de haberlos seducido… no valía la pena desgastar sus nuevos negocios o retractarse de sus acuerdos. Sin mirar a Katze inspeccionó la habitación comprobando que no hubiera daño y luego cruzó miradas con Raoul.
-Me haré cargo aquí – dijo el Rubio de ojos verdes entendiendo la pesada carga que tenía por delante el favorito de Júpiter – Han sido astutos, culpando a tu mueble no son responsables de sus actos, aquí en Amoi no existe forma que alguien lo defienda. Será la versión de ellos, contra la de él.
- Tu lo has dicho Raoul. Gracias, se que puedo contar contigo.
Raoul esperó un poco, observando desde la distancia. Cerró la puerta por dentro pero sin acercarse.
-Deja de llorar – le dijo, sonando parecido a una orden. Pero fue casi instintivo, un Rubio no sabía cómo sonar diferente ante un mueble.
Mientras Katze aspiraba aire con fuerza para calmarse, Raoul se acercó. Vio el desastre que era el cuerpo del niño, una mirada clínica evaluativa le dio un pronóstico de una expuesta fisura anal, de donde salía un fino hilo de sangre que ya manchaba sus piernas pálidas. Tal vez algunos hematomas más en varias regiones, pero nada serio.
-Estarás bien – la voz de Raoul fue más suave, pero Katze no se dio cuenta, no tenía control sobre sus emociones que lo hacían llorar erráticamente y sobre su cuerpo que temblaba. Una mano enguantada sacó el pedazo de tela de su boca y desató sus muñecas.
Esperaba un comportamiento con más compostura, que se diera cuenta que estaba fuera de peligro y viera la prioridad de recibir atención médica; pero en cambio, Katze se acurrucó contra si mismo y continuó llorando.
Esa imagen y la conciencia que pudo irrumpir en la habitación antes… hicieron querer nacer algo en Raoul: la compasión…
Estiró un poco la mano, en dirección a los cabellos rojos, tal vez a los hombros en una muestra de consuelo, pero se retrajo a tiempo antes de tocarlo. La compasión era un sentimiento inútil. Dio órdenes a través de su comunicador a su propio mueble para atender los pormenores médicos de Katze y salió de la habitación, sin mirarlo dos veces…
Raoul era un Blondie.
Katze era un mueble.
Eso lo definía todo. Pero ya no era como en el pasado, el tiempo había avanzado considerablemente y ellos también.
Una fuerza de inercia los arrastró hasta dónde estaban, sin poder evitarlo, sin poder quererlo…
Raoul Am lamentaba el no haber actuado bajo los impulsos que nacieron cuando vio a Katze sufrir, y cuando sus sentimientos empezaron a ponerse serios, prometió que nunca más sufriría… y aquí estaba Raoul, ahí estaba Katze.
Besándose entre la penumbra de la noche, sobre la cama de colchas negras como el cielo nocturno. Sólo se escuchaban el sonido de besos entregados y devueltos entre sus labios y el resto de su cuerpo.
Katze prestó especial dedicación a besar y succionar hasta dejar brillante la punta turgente del sexo de Raoul, le gustaba sentir temblar de emoción al fuerte hombre, dejándose llevar por el placer regalado. Con los ojos cerrados y suspirando el aire que se escapaba al intentar pronunciar algo.
Flotando entre las caricias de esa lengua, Raoul también estaba presente para no olvidar que el cuerpo que tenía cerca, estaba tibio y necesitado, guió sus manos por la espalda masculina y trabajada hasta llegar a las redondeces de carne que tanto le gustaba apretar y amasar, en su posición sentado recibía la cálida boca de su mestizo, mientras él sin dejar de provocar la entrada a ese cuerpo con un dedo, la acariciaba por encima sin perforarla todavía.
Esa noche era especial, había empezado con una agradable velada preparando la cena juntos. Cuando era imposible pensar que un Blondie supiera algo de cocina, Raoul propone, no ordena y espera paciente una respuesta. Katze no podía rechazar tan deseada compañía; las horas a su lado pasaban cómodas y extendidas. Primero un abrazo sobre sus hombros y los besos iniciaron con naturalidad.
Katze sabía que la propuesta del Blondie de primero explorar sus cuerpos había llegado a la más alta cumbre la anterior cita, no había sitio en su piel que se salvó de ser besado y tocado. Lo siguiente que querían era avanzar a lo máximo que podía ofrecerles el placer de sus cuerpos, profundizando en el interior de Katze y estrechar a Raoul con las paredes internas de su cuerpo.
-Te amo Katze, te amo - esa declaración sonó entre sus cabellos rojos desordenados y su audición, los labios de Raoul cerca, mientras era abrazado como un tesoro contra su pecho. El corazón de Katze destelló una punzada contra sus costillas y pensó que era de felicidad, era la primera vez que le decían eso. Era amado.
Los besos de Raoul se volvieron más exigentes, devorando su boca, mordisqueando sus labios y la piel sensible de su cuello hasta dejar marcas. Empezó a trazar caricias más fuertes y posesivas, ya no eran tiernas manos exploradoras, se habían convertido en unas que apretaban y dominaban.
Raoul sentía que la piel debajo de su tacto temblaba un poco, pero era igual que la respiración de Katze, entrecortada por la emoción.
Como si se tratara de un muñeco, en cuanto sus labios dejaron de ser succionados, con facilidad y rapidez, Raoul giró a Katze boca abajo sin usar mucha fuerza, parecido a un movimiento brusco, pero en realidad no lo fue. Inmediatamente lo montó sentándose sobre sus muslos e inclinándose para besar su espalda.
Esta bien, su Blondie estaba impaciente. Era completamente comprensible por el largo tiempo que habían retrasado este esperado momento… pero esas punzadas en su pecho o el inexplicable vértigo…
Katze tensó la mandíbula cuando notó enroscado en su estómago un sentimiento inesperado…
Los latidos de su corazón se dispararon, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué de pronto, no quería nada de esto…?
Inmediatamente estuvo boca abajo en la cama, atrapó una almohada como si fuera un salvavidas en medio del océano y enterró la cara. Sintió a Raoul acomodándose atrás… ladeando la cabeza, intentó respirar pero el aire se quedaba a la mitad de su cuerpo… pensaba que temblaba de emoción, estaba aferrándose con desesperación a la veracidad de lo que ocurría en su habitación.
El que estaba entregando su pasión era Raoul Am, además de ser increíblemente hermoso, lo respetaba, cuidaba, era tierno y ahora decía que lo amaba.
¡Esa era la verdad Katze! ¡¿De dónde viene este temor?!
Aferrándose a las mantas y la mullida almohada; con el rostro tenso, desprovisto de cualquier señal de satisfacción que tuvo antes, cómo su cálido rubor de las mejillas altas, había sido reemplazado por el más pálido color.
Sintió las fuertes manos de Raoul en caricias suaves sobre la piel de sus nalgas, y las separaba.
Katze apretó los dientes y cerró los ojos, no, mejor abiertos para no olvidar que está en su habitación, que ahora es un adulto y no más un niño solo y asustado. Que quiere y desea los avances eróticos de la lengua de Raoul rodeando toda la piel sensible de donde iba a adentrarse.
Y quiso dejarse llevar por las sensaciones, como se suponía debería suceder, pero su mente nunca se detuvo, ¿Si no le gustaba a Raoul? ¿Si no era suficiente? ¿O le terminaba desagradando? Pero calló todas sus inseguridades y permaneció dócil ante la humedad de la pasión.
No dolió, ¿como podría? Seguramente era sólo un dedo perforando el apretado músculo, pero se tensó como una cuerda a punto de romperse, impidiendo cualquier avance y el avance retrocedió para dejar pasar la lengua de Raoul con besos destinados a relajarlo.
En sus anteriores citas, la atenta boca de su Blondie había echo maravillas en su ingle, ayudó a conocer y descubrir que le gustaba a Katze y como llegar a un estado de excitación insuperable.
Lo habían hablado después de eso, recostados en la cama. Se suponía, que podría tener un orgasmo a través de la penetración, que esa parte de completa vulnerabilidad de recibir a alguien en su cuerpo sería placentero no sólo para Raoul; muy dentro de su intimidad, con la dedicación amable, encontrarían el ángulo para estimular su próstata… debería ser igual de satisfactorio y culminante también para él. Pero sólo sintió otro dedo entrando que lo lastimaba y dolía… Katze no quería más, quería parar, pero no se atrevió a decirlo ¿Raoul se molestaría? ¿Cuánto tiempo habían retrasado esto? Ya era lo suficientemente malo que esté incapacitado y deforme, como para detenerse ahora…
-¿Katze? – el tono teñido de preocupación sonó cerca a su cabeza y tomado por los hombros fue girado de espaldas sobre la cama. Raoul vio que su pelirrojo tenía el labio atrapado entre sus dientes y los ojos conteniendo lágrimas.
Apenas tuvo la mirada de Raoul interrogante sobre él, salió de la cama rápidamente chocando con un hombro del Blondie, que por reflejo se apartó un poco.
Fue al extremo de la habitación, cerca a la ventana. Tomó su paquete de cigarrillos e intentó encender uno; todo con manos temblorosas. Fue al segundo intento que logró acercar el palito a la llama, e inhalar al mismo tiempo.
Cerró los ojos… con un sentimiento de derrota. No podía encenderlo adecuadamente, por todas las emociones que se estaba obligando a tragar junto con el humo. Se estaba conteniendo de tal manera, que sentía que podía explotar en cualquier momento.
Aplastó con más fuerza de la necesaria el cigarrillo y giró para ver a Raoul. Tenía miedo de lo que iba a encontrar… ¿Reclamos? ¿Un adiós?
El Blondie continuaba en la misma posición que lo dejó en la cama, parecía que en todo éste tiempo sólo lo había observado en silencio. Se sostuvieron la mirada, los ojos verdes esmeraldas con notas de preocupación se veían expresivos e interrogantes, también tenían rastros evidentes de culpabilidad.
Raoul Am se sentía así, como si hubiera estado forzando a Katze…
¿Qué pasó? Nunca había sucedido algo como esto.
Katze se sintió bastante tonto cuando reconoció que lo había estropeado todo. Quiso inventar excusas para restarle importancia al asunto, tomar sus medicinas para el dolor de cabeza, fumarse apropiadamente un cigarrillo, terminarlo junto a una copa de alguna bebida fuerte y permitir ser jodido a los deseos de Raoul.
Pero no podía ignorar esa avalancha aplastante que lo hizo actuar así. Ahora estaba enterrado en el dolor de sus recuerdos… y sonaba estúpido considerando el tiempo transcurrido… Katze… ¡eres un tonto! No dejaba de repetirse.
Confundido y agobiado, Raoul salió de la cama con lentitud, no quería perturbar más a Katze con preguntas o su cercanía, pero no podía callar cuando lo tenía tan inestable delante de él.
-¿Amor? ¿Qué sucede?
Su voz fue cautelosa sin notas de desaire o presión. Buscaba su mirada para intentar entenderlo y al mismo tiempo, darle confianza.
Katze miró al increíblemente hermoso hombre delante de él. Raoul se veía preocupado… y triste… esto también lo estaba afectando.
Katze ya no podía negarlo… con todo ese dolor consumiendo sus pensamientos era imposible negarlo más. Con la respiración atropellada terminó de acercarse a Raoul, lo abrazó y lloró.
Raoul lo recibió en su pecho y lo rodeó con sus brazos… condujo el abrazo hasta que estuvieron ambos sentados en la cama. Pasó sus manos por la espalda, por sus cabellos, analizando mentalmente todas las circunstancias.
Por la forma en que Katze lloraba, fue inevitable recordar al niño que vio en la cama completamente desolado y entendió lo que había salido mal ¡Claro! Pasaron sus buenos años, pero Katze nunca había podido sacarlo de su corazón, permaneciendo enterrado y oculto hasta de él mismo, pero latente y esperando…. hasta afectarlo en una edad adulta. “Nunca nadie te amarâ” recordó que se lo decían y ahora se sabía amado, ¿Fue su declaración que detonó sus recuerdos? Tal vez, la mente humana era un misterio… resultaba hasta irónico que un acto de odio no dejara desarrollarse al amor. Pero lo más probable era, que fue todo el conjunto de situaciones que impidió a Katze disfrutar del momento.
Alterando su respiración, Katze encontró aire para hablar a través de toda la bruma de su mente.
-…me violaron, Raoul – dijo en un susurro.
El Rubio lo ciñó a su pecho; pero no dijo nada, sabía que si interrumpía este momento era probable que Katze lo volviera a enterrar en el fondo, tenía que aguardar en silencio esta triste confesión. Sabía que había sucedido, pero hablarlo era diferente. Su pelirrojo lo necesitaba.
-Tardé tanto en darme cuenta que no era mi culpa – continuó con la mejor entereza que podía reunir. Sus recuerdos de esa noche estaban ahí, en su mente, pero apagados, esperando el momento de salir y ahora que salieron dolían otra vez – Ellos dijeron, que yo los había invitado a mi habitación y durante mucho tiempo repasé en mi mente esa noche ¿Dije algo extraño en la entrada a la fiesta? ¿Acaso los miré de una forma diferente? ¿Al servir la bebida hice algo inapropiado? No… después comprendí… que… existen personas malvadas – Katze logró suspirar al segundo intento, había hablado lo mejor que pudo controlar esa presión aplastante en su pecho – Perdón Raoul… en verdad quería, pero no pude… no pude…
Esas palabras salieron de manera ahogada por las lágrimas que no dejaron de brotar de sus ojos dorados, se sentía de nuevo como un niño, sin poder controlar el ritmo entrecortado de su respiración. Raoul lo sostenía y pasaba protectoramente sus manos por su espalda.
-Te amo Katze. Te amo – declaró entendiendo que abrazaba y consolaba al hombre y al mismo tiempo al niño que ese día tuvo delante – Perdóname por no haber echo algo más ese día.
-Para mi fue mejor que me dejaran solo – confesó recordando la fría mirada de Iason al irrumpir en su habitación – Sólo quería desaparecer para siempre.
Besando sus cabellos rojos lamentó no haberse dejado llevar por sus impulsos, Katze era un niño que sufría y no eran nada parecido a lo que hoy sentían, sin embargo, a partir de ahora Raoul podía hacer algo.
-No importa lo que suceda, nunca dejaré de amarte. Sin importar lo que haya pasado o pase en el futuro – prometió, sintiendo que ante sus palabras Katze lloraba más – No permitiré que vuelvas a sufrir.

No permitiré que vuelvas a sufrir…
Raoul Am no estaba mirando la pantalla que lo conectaba al cuarto oscuro, su corazón no le permitiría soportar ni un minuto.
Mandó un solo mensaje más a Iason.
Volvió a la habitación de Riki. Rápido.
Debía llegar tan lejos como Iason Mink.
Cerró la puerta una vez que ordenó a su equipo que se retirara. Su tono tenso no dio lugar a preguntas u objeciones. Vio al mestizo sobre la cama, lánguido y completamente ajeno a lo que ocurría por su causa. Sin embargo, no lo salvaba de ser el objeto de obsesión de Iason.
Si esto era así, Iason debía creerlo capaz de dañar en la misma magnitud que podía herir él a Katze.
Ojo por ojo.
Sólo que del lado del tablero del hijo favorito, estaba la máxima fuerza de todas las reservas.
Júpiter.
“Raoul”.
El Rubio de ojos verdes apretó los dientes, la intrusión a su mente fue un golpe inesperado.
“El mestizo está fuera de riesgo. Ven a mi”.
Raoul no respondió, intentó controlar sus pensamientos y emociones deteniéndose en la acción de conectarse a la habitación de Katze y alertar a Iason de sus actos ¡Sólo quería tener al mestizo un minuto entre sus manos! Demostrarle a Iason que podía jugar su mismo juego.
Iason debía detenerse, o Riki también pagaría.
“Raoul, hay tantas emociones negativas en ti; deja al mestizo por ahora, está fuera de riesgo. Ven a mi, hijo”.
“¡Y que hay de Iason!”.
Júpiter guardó silencio ante la emotiva reacción que sonó a un reclamo.
“Iason está angustiado por su mestizo. Guarda la calma, Raoul. No te angusties por tu hermano. Por tercera vez, ven a mi”.
Raoul fortificó su mente, e impidió que otra vez Júpiter lo interrumpiera.
Júpiter… apenas empezaría a agredir a Riki, él sería detenido e Iason se encargaría de hacerle limpiar la mente… dejando a Katze irremediablemente en su poder.
Katze…
Si no podía apretar el cuello de Riki delante de las cámaras…
Salió de la habitación y caminó presuroso y enfocado en su objetivo. Katze estaba sufriendo y eso atravesaba hasta el último de sus huesos de Blondie, pero no podía dejar que los desgarradores sucesos de esa habitación abrumen su mente, tenía que mantenerse estoico, capaz y frío.
Por Katze.
Sabía que se estaba volviendo paranoico, pero no confiaba en ninguno de sus hermanos desde que Iason los arrastró junto a su locura; esperó a que nadie lo estuviera observando en los ambientes de su laboratorio y se aproximó a una recámara reservada para su exclusivo uso. Ingresó el patrón de comandados de su contraseña e ingresó.
Las luces del techo se fueron encendiendo a medida que avanzaba revelando su recorrido. Muchos seres en cónicos envases transparentes, algunos conectados, otros sólo flotando. Fue hasta el último espécimen. Por algunos segundos observó concentrado los detalles de las lecturas de la criatura que habitaba dentro del líquido aceitoso de la cónica estructura que tenía delante. Depositó con fuerza los papeles que tenía en las manos sobre una mesa metálica cercana ¡Maldición! Necesitaba tiempo… tiempo que nunca tuvo.
Nadie, nunca está preparado para afrontar las consecuencias de la pérdida de la razón de su propio hermano… confiaba en que curaría a Riki ese mismo día ¡Mierda!
En esta guerra, él empezó perdiendo…
Había trazado este plan para salvar a Katze desde que previno que el mestizo podría dar un mal paso.
Si desarrolló pulmones para Riki a partir de su código genético, podía crear un nuevo y saludable Riki.
Era eso, o…
Tenía otro plan en mente… tan arriesgado como cualquier otro, la participación de un ayudante era fundamental en este y era de ejecución inmediata. Si funcionaba tendría a Katze en sus brazos.

Notas finales:

Gracias por leer! 

Los comentarios son combustible.


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