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Todo por Riki por Arwen Diosa

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 Grito al cielo.
 
 
Cal no podía dormir, la imagen de Katze lo estaba atormentando. Cuándo fue despedido esa misma noche, que mentalmente la llamaba la peor noche de todas, no supo qué hacer… ir a su habitación y llorar fue un destino inevitable, renegar ante su inutilidad también y empezar una vez más a pensar y escarbar todas las posibilidades que tenían Raoul Am y él de alejar a Katze lo más pronto posible de Iason Mink. 
 
Todas y cada una de las posibilidades que existían de lograr un escape, aún si fuera muy arriesgado, estaban siendo revisadas. No había más tiempo, esperar que Riki se recuperara no era una opción y menos ahora que esa misma noche la rabia de su Maestro se había desatado como una tormenta sobre el cuerpo de su amigo.
 
Sentado sobre la cama con las manos tranquilas posadas en sus muslos mientras su mente era un caos de pasajes y caminos espinosos escuchó que a esas altas horas de la noche alguien llamaba a la puerta. 
 
Confundido pero sin retrasos se aproximó fuera de su habitación, cuando llegó a la entrada de la casa encontró que su Maestro ya la había abierto. Iason vestía su túnica ligera en azul profundo y sólo amarrada en el frente por una cinta aterciopelada, mientras Cal se acercaba distinguió la voz molesta, rotunda  y amenazante de Raoul Am en palabras rápidas.
 
Iason interpuso su cuerpo y un brazo de manera casual en el marco de la pared para evitar una intromisión.
 
-Claro que no te dejaré pasar, querido Raoul – la voz tranquila y cortés del hijo favorito no contradijo su porte elegante y confiado. Iason estaba esperando que Raoul actuara precisamente de esta forma, viniendo a su casa a despotricar sobre el asunto de Katze ¡Era obvio que no iba a quedarse alejado! Pero Iason se sabía superior en fuerza física, si es que era necesario usarla, quería evitar una confrontación directa porque una situación de esa naturaleza era inexcusable ante Júpiter, que llevaría a Raoul a una limpieza mental sin remedio y tendría como consecuencia, el prolongar la recuperación de Riki.
 
-¡Maldito seas! – siseo Raoul agarrando su raciocinio para que no escapara en los golpes que querían salir de sus puños apretados. Estaba furioso, estaba… no había palabras para describir lo destrozado que se sentía, pero también consciente de la difícil posición sin alternativa. Tener a Iason delante de él… – Deja que reciba atención médica. Katze está terriblemente enfermo y herido.
 
Con los Guardias de Júpiter custodiando la puerta, siempre presentes, Iason se aseguraba que lo único que era capaz de hacer Raoul era intentar negociar. 
 
-Veré que puedo hacer. Buenas noches.
 
-¡Iason! –  cerró la puerta sin más, silenciando cualquier otra palabra.
 
Sin demora, Iason caminó en dirección a la última habitación del pasillo. Cal lo siguió a una distancia prudente, con la esperanza de ser convocado para atender la salud de su  amigo, en su interior rezaba que le ordenara poder curar a Katze.
 
Debía hacerlo…
 
Iason miró en la pequeña pantalla por la cual controlaba las funciones de la habitación de Katze y también podía mirar  a través de las cámaras. 
 
Las cámaras equipadas con visión nocturna le permitieron observar que Katze no se había movido de la posición dónde lo dejó. La diferencia era que tenía los ojos cerrados, nada más.
 
Consideró que… bueno… parecía que la sangre no se había detenido al poco tiempo, sino después de dejar demasiado oscura la superficie del colchón debajo de sus muslos. Aunque, rememorando los hechos, desgarró a Katze apenas al introducirse y la herida debía ser superficial, incluso había sido de ayuda para que la intromisión resbalara. Aún así… la pérdida de sangre era una cuestión a tomar en cuenta, otra su enfermedad y también la agonía prolongada por la privación de alimento. 
 
Sin hacer más cavilaciones, Iason dirigió su fría mirada al final del pasillo donde estaba su mueble.
 
-Prepara algo de comer, que sea rápido.
 
Camuflando su alivio mientras inclinaba el cuerpo, Cal se alejó por el otro extremo del pasillo. Había estado esperando por éste bendito momento desde hace días atrás, así que tenía todo lo necesario preparado y listo para hacer una concentrada y nutritiva mezcla de nutrientes y vitaminas sin olvidar las píldoras que había reservado de su propia ración. 
 
Alistó una bandeja y colocó un plato hondo, lo llenó con una sustancia espesa y un poco grumosa pero fácil de comer, en un vaso  una solución bastante concentrada y en ambas mezcló tres píldoras que había triturado previamente. Lo ayudaría a calmar el dolor, favorecería a que sus heridas  sanaran más rápido y evitaría que se infecten.
 
 Al volver al pasillo su Maestro estaba bajo el marco de la puerta. Mirando al interior de la habitación iluminada con una luz tenue parecida a una vela que sólo alumbraba un círculo sobre Katze; al percatarse de la presencia de Cal hizo una señal con su mirada fría para que se acercara a la cama. 
 
Aún con la cabeza gacha, Cal se adentró. A unos pasos de llegar cerca a su amigo fue sujeto por el hombro con firmeza. Iason se inclinó lo suficiente para hablarle cerca a la nuca.
 
-¿Tengo que volver a sellarte la boca? 
 
-No, no Maestro, por favor… no diré nada.
 
-Te encontrarás suplicando más fuerte si me desobedeces esta vez. Te desollaré vivo, Cal.
 
Le dio un leve empujón en la espalda para que terminara de acercarse, convencido que con Katze despierto, Cal no diría nada revelador. Verlo palidecer y sentirlo temblar ante sus amenazas le confirmaban que estaba lo suficientemente asustado para pensar en él mismo. Técnicas indoloras como cubrir su boca y restringir sus manos estaban destinadas a que no olvidara las consecuencias de ir en contra de sus órdenes. Junto al castigo corporal lograba dominar su mente.
 
Controlando su respiración, depositó la bandeja en la superficie plana del colchón, pasando lentamente sus ojos por el cuerpo de Katze, que de lado en la cama mantenía sus ojos cerrados y la respiración profunda. 
 
-Se rápido, Cal.
 
Este era el momento que estaban esperando, Raoul Am y él, por fin podía alimentar a Katze incluso con las píldoras; no podía echarlo a perder. Cal evitó mirar demasiado la sangre del colchón y las partes específicas que estaban manchadas de rojo oscuro. Educó su expresión ante las obvias marcas de manos, sobre los brazos de Katze y los huesos prominentes de su cadera. En unos días serían unos oscuros hematomas. Su rostro… Cal hubiera soltado un sollozo pero lo contuvo en su pecho, Katze tenía la mayor parte de sus facciones embarradas en sangre seca, con el labio reventado e hinchado.
 
Con cuidado, lo tomó del hombro y lo agitó un poco para despertarlo. No hubo respuesta. Intentó de nuevo con el mismo resultado. En su espalda, Iason Mink se cruzó de brazos sobre el pecho amplio y bajó la mirada. 
 
Eso era una señal, tenía poco tiempo.
 
-Katze, Katze. Despierta.
 
Atemorizado de ser arrastrado fuera de la habitación sin lograr su objetivo, Cal fue drástico. Usando dos dedos los presionó en la nariz de Katze como una pinza para impedir el flujo de aire. Apenas unos segundos después obtuvo la reacción que quería. Katze se sobresaltó, despertando y balbuceando algunas palabras incomprensibles.
 
Cal quitó su agarre de inmediato.
 
-Perdona Katze. Tienes que comer, rápido.
 
No estuvo seguro si entendió sus palabras, Cal tomó la cuchara llena de la comida grumosa y se la ofreció después de usar su brazo para levantar parcialmente el torso del pelirrojo.
 
Sabía que iba a ser difícil para sus alteradas emociones pero aún así, no se sentía preparado para ver el estado desesperado por consumir alimentos que demostró Katze. Fue como si no notara a su alrededor y sólo estuviera enfocado en comer, tal vez sólo tenía fuerzas para hacerlo ayudado por Cal. Después de terminar la comida le acercó una pajilla para que sorbiera el jugo; como era de esperar, Katze tomó todo. 
 
Lo dejó recostado sobre la superficie del colchón con suavidad, entristecido por no ser capaz de demostrar toda su angustia o al menos, dejar una caricia sobre su mejilla. Katze agitaba las pestañas sin mucha voluntad, parecía que su conciencia lo estuviera jalando  hacia abajo. Un último parpadeo lo dejó fuera.
 
Cal reunió todos los utensilios usados y retrocedió con la mirada baja. La voz de su Maestro, suave y tranquila llenó la habitación.
 
- Raoul ¿Has visto eso? – hablaba a través de su comunicador, Cal solo logró escuchar la entonación elevada del Blondie de ojos verdes, pero no distinguió las palabras. Iason cerró los ojos y marcó una sonrisa por un extremo de sus labios – Cal, fíjate si continúa sangrando. 
 
El joven mueble, ante la inesperada orden tardó en reaccionar. Colocó la bandeja en el suelo y se acercó a Katze. Hubiera deseado no tener conocimiento sobre dónde revisar, pero por las experiencias con Riki, sabía qué hacer ante una situación como ésta.
 
Moviéndolo con calma de las piernas se hizo espacio. Esa parte del cuerpo de su amigo estaba inflamada y... todo, desde sus nalgas, la parte interna de sus muslos, bajando por el resto de su piel  y la superficie del colchón estaban cubiertas de sangre seca. 
 
-Se detuvo – dijo alejándose y colocando lo más cómodo posible a Katze que no reaccionó de ninguna forma.   
 
-Eso será todo lo que obtendrá, no haré más hasta que tu cumplas con tu parte – Cal evitó mirar directamente mientras se acercaba de nuevo a la salida, quedando lo más cerca posible de su Maestro. Escuchó a Raoul.
 
-…la fiebre y ha perdido sangre ¡Tu locura ha causado esto! ¡Maldición, Iason! Apenas un movimiento descuidado y podría volver a abrirse la herida. Te juro que…
 
-Raoul ¿Cuánto tiempo más crees que sobreviva en estas circunstancias? – preguntó de manera tajante pero dejando que su tono se tiña de condescendencia.
 
-¿Me preguntas eso? ¡Cómo te atreves! Esta enfermo y si no recibe atención… por Júpiter. Un hombre saludable que hubiese perdido esa cantidad de sangre podría entrar en estado de shock en cualquier momento. Katze está en el límite de sus fuerzas… podría morir en menos de dos días.
 
- Entiendo. Ahora también sabes cuanto tiempo tienes para entregarme resultados considerables sobre la salud de Riki, caso contrario… 
 
Colgó la llamada. 
 
Cal se sujetó el pecho involuntariamente ¡Iba a dejar morir a Katze! ¡Mierda! ¡Mierda! 
 
Mientras su Maestro salía de la habitación, indicó a  Cal que hiciera lo mismo. Apagó la luz nuevamente y se alejó por un lado del pasillo mientras la puerta se deslizaba.
 
-No te necesitaré más, Cal – fue todo lo que dijo.  
 
Con las piernas temblando y demasiado consternado para pensar en algo más, fue en dirección a la cocina para dejar la bandeja. Quería evitar llorar sino era en su habitación, respiró profundo intentando controlarse.
 
Se asomó al balcón por detrás de las puertas cerradas. Mirando el cielo nocturno acumulado de nubes, demasiado gris…  tan parecido a cómo se sentía. 
 
Mirando el cristal empañado por su respiración sus ojos se perdieron en la vista del precipicio y las pinceladas luces de colores que se filtraban por el vacío y a lo lejos.
 
Parpadeando algunas veces se percató de la posibilidad que existía para terminar con esta pesadilla. Rápidamente tomó su comunicador, tocó algunos comandos y vio que de hecho tenía un mensaje de Raoul Am. “Tengo un plan”. 
 
Tomando precauciones se aseguró de responder “Yo también” y poco a poco enterarse que en realidad, habían tenido la misma idea.
 
 
Lord Iason Mink permaneció en casa el día siguiente a la peor noche de todas. Al parecer algún evento importante se acercaba y  había mucho trabajó por hacer, su Maestro trabajaba encerrado en su oficina y era completamente impredecible el momento que saldría a las habitaciones exteriores. 
 
Su presencia reducía por completo cualquier intervención que Cal pudiera planear. De todas formas era demasiado peligroso y sabía que si lograba abrir la puerta donde estaba encerrado Katze, tendría que ser sólo una vez para sacarlo definitivamente.
 
Las cámaras de la casa grababan cada rincón y era impensable el solo entrar para darle a Katze alguna atención menor. No. Si abría esa puerta debía ser para escapar.
 
Raoul Am lo sabía, claro, él tenía que hacer la otra mitad del trabajo, haciendo desaparecer para siempre a Katze y Cal del radar de Iason Mink. Públicamente el Blondie de Hielo no podía acusar a Raoul de meterse con su propiedad o incluso armar un escándalo ante Júpiter era improbable. Eran sólo muebles y jamás podría comprobar la participación del Segundo al mando. Para que esto funcionara  Cal tenía dos objetivos que cumplir.
 
El primero, lograr reproducir en los ambientes de la casa, incluida la habitación de Katze, los vídeos de seguridad del día anterior. Y sólo esperar que su Maestro este tan ocupado en su reunión que si revisaba las cámaras no se percate, que en realidad, se estaban repitiendo las imágenes. Una hora debía  ser suficiente para abrir la puerta y sacar a Katze de ahí.
 
Ese era su segundo objetivo, abrir la puerta de esa habitación oscura y  llevar a Katze lo más rápido posible a los brazos de Raoul Am.
 
¿Cuándo? Esa era la cuestión más importante. Iason Mink permaneció en casa, donde Cal vivía en el mundo de la taquicardia constante con sus sentidos  alterados siempre. Sabía lo que tenía que hacer, lo repasaba mentalmente como una obsesión, una y otra vez los pasos a seguir y las pantallas que tenían que aparecer se repetían sin descanso. Sus destrozados nervios hacían que temblara de la punta de los dedos y por su espalda, se filtrara un ligero sudor, apenas podía comer o dormir… Lo que aumentaba su angustia, eran los sonidos que lograban filtrarse al exterior de esa puerta que permaneció cerrada todo este tiempo. Escuchaba los ataques de tos desgarrada que sufría Katze, cada vez más constantes y ahogados de una garganta que parecía que sangraba. Casi podía escuchar lo que luchaba por atrapar la siguiente respiración antes que el ataque remitiera, parecía que cada inhalación dolorosa podía ser la última.
 
 
Finalmente, Cal recibió un mensaje de Raoul Am. Le informó fecha y hora exacta del momento que su Maestro dejaría la casa. Al parecer tenía un evento importante al que asistir con unos invitados de otros planetas. Era una oportunidad bastante buena porque aseguraba que Iason estaría ocupado, lejos y por bastantes horas. Debían aprovecharlo.
 
Era su única oportunidad y no podían fallar.
 
Un día más… dos, desde la peor noche de esa casa.
 
 
 
Cal esperó educadamente a un lado de la puerta de salida, aguardando alguna indicación mientras su Maestro terminaba por ponerse los guantes y se ajustaba la túnica en rojo carmesí. 
 
Se veía bastante en calma, concentrado en sus propios pensamientos y quizá, ajeno; como si en la habitación del fondo alguien no se estuviera muriendo. 
 
Sin decirle palabra a Cal, abandonó la casa. 
 
Apenas la puerta se cerró, Cal fue en dirección a la cocina con calma, como lo haría cualquier otro día. Tomó asiento en una silla de largas patas y depositó    un libro de recetas para postres  sobre el mesón de la cocina. Hacía como si lo estuviera leyendo con atención, cuando recibió el mensaje que estaba esperando de Raoul Am, disimuladamente tocó algunos comandos en su brazalete para reemplazar las imágenes de las cámaras de seguridad sin activar ninguna alarma. 
 
 
 
Silencio.
 
Oscuridad.
 
La realidad se había transformado sobre sus ojos en una sustancia negruzca y fluida, como tinta. 
 
¿Estaba despierto? 
 
Se sentía adormecido y aletargado cuando parecía que estaba despierto, pero era una conciencia errante y fútil que no lograba discernir entre lo que era parte de su cuerpo o más allá de la realidad, ¿O estaba dormido? También era confuso, porque su mente, llena de espejismos crueles viajaba entre espacios altos donde al parecer era alguien, brazos fuertes lo sujetaban con anhelo y una voz le susurraba al oído dulces palabras de consuelo. 
 
Sólo eso. 
 
Pero también estaba la absorción de lo que no era un sueño. Y el dolor que volvía a su cuerpo paulatinamente, era un maldito acompañante que le recordaba cómo fue que tanta agonía llegó sobre él.
 
Iason…
 
Haciendo “eso” con él.
 
 Esta era la primera vez en su encierro que pasaba en penumbra absoluta por horas incontables ¿Cuánto tiempo pasó desde que Iason se fue? Era difícil decirlo con certeza, lo único seguro era que el dolor en cada parte de su cuerpo se había transformado en una constante que se acercó desde las sombras para quedarse. Una línea recta que le hacía divagar entre el paso de las horas, confundiendo su cerebro… tenía un recuerdo delirante de Cal dándole de comer… ¿O no lo fue?
 
Lo peor eran los ataques de tos. Dolía en el pecho, dolía en la espalda y el movimiento esforzado constante le hacía contraer cada músculo del cuerpo, era especialmente doloroso el de sus regiones bajas. Sentía que la herida se abría como estirando la costra formada, tosía y quizá volvía a sangrar.
 
En los pocos y fluctuantes momentos de lucidez que tuvo, no intentó levantarse de la cama, sabía que estaba en un lío pegajoso y mal oliente incrementado por su sudor frío empapando la cama. El solo pensar en esforzar su cadera y sostenerlo con rodillas temblorosas le llenaba de cobardía; sabía que tenía algo herido en la columna baja ¿Era posible que las crudas embestidas de Iason le pudieran deformar la posición normal de las vértebras? Así se sentía… cuando intentaba moverse un dolor sordo lo petrificaba. Sin embargo, con la tos… maldita tos que sacudía todo su cuerpo.
 
Pero en cuanto tuvo la necesidad de utilizar el inodoro apretó los esfínteres hasta hacerse insoportable de ignorar las señales de su cuerpo. El solo imaginarse marinando en sus propios malos olores le dio la fuerza de voluntad para esforzarse a caminar ¿Qué sustancia iba a orinar? ¡Maldición! Ni siquiera estaba consistente cuando había bebido agua por última vez. 
 
Fueron momentos de arduo esfuerzo de cada parte de su cuerpo para lograr quedar en posición vertical sostenido de las paredes y por último del lavamanos. Estaba sudoroso y agitado, la oscuridad era un manto grueso pero la familiaridad de su habitación le permitió reconocer los objetos. Bebió agua por mucho tiempo después de atender sus necesidades. Tuvo el impulso de limpiar sus nalgas, entre ellas y el recorrido de sus piernas de la sangre seca pero el sólo pensar en el agua fría lo detuvo.
 
Además, ¿Para qué se estaría limpiado? ¿Para el disfrute de la siguiente visita de Iason? La sola idea de que algo así se repitiera le provocaba pánico.
 
Pánico…
 
El frío de su mirada como hielo seco y su cruel rostro enmarcado por hilos de oro pálido.
 
Sobre él… y su respiración soplando en su oreja, sus manos separando la carne lastimada. Su gran tamaño abusando también de su mandíbula y garganta.
 
Se abrazó en la oscuridad o era más propio decir que se abrazó a ella. Era extraño… por un lado quería que Iason atravesara la puerta y lo sacara de su miseria, como el dueño inmortal de su efímera vida y todo lo que conocía; y por el otro, no sabía si era capaz de no caer en un ataque de nervios al tenerlo cerca.  
 
Katze prefería morir antes de tener a Iason una vez más, enterrándose dentro de él.
 
En algún momento desmayó sobre la cama otra vez y tuvo la conciencia para saber que estaba despertando horas después. Estaba  terriblemente agotado,  llevado al límite de todas sus fuerzas… el hambre con esa acepción ya no existía, ahora era como si tuviera una mano estrujando sus entrañas desde adentro, jalando sus vísceras de la garganta seca y maltratada. Nauseoso y mareado cayó de nuevo en el vacío.
 
¿Ojos abiertos o cerrados?
 
¿Era un sueño o una burla de sus deseos? 
 
Una voz conocida que le decía con amor palabras al oído. Manos sobre sus cabellos en caricias y no con intenciones de arrancárselos. 
 
Pero sólo era el delirio confuso de su mente que lo arrojaba con crueldad a las manos de Raoul… ¿Raoul? Pensar en él era doloroso, porqué Raoul lo abandonó, Iason tenía razón ¡Nunca importó nada para el Blondie! Recordaba demasiado bien las palabras crueles de Iason “Si esto te sucede es porque Raoul no te ama".
 
¿A qué se refería? Katze sabía cómo explicarlo, en su estado deplorable y agonizante su mente lo engañó como un laberinto enredado y tramposo mostrándole una única verdad irrefutable. La realidad aplastante podía más que la esperanza vacía.
 
Por atreverse a soñar y desear sostener con la punta de los dedos la oportunidad de ser amado y corresponder estaba siendo castigado. Sólo Iason Mink era su Maestro, su dueño y tenía posesión incluso de su alma. Aceptar la individualidad de sus sentimientos por Raoul y querer formar algo… era su pecado. 
 
Con tanta tristeza sin encontrar un cálido consuelo, en su corazón se enraizó la incertidumbre y la desolación ¡Nunca significaste nada para nadie! ¡Nadie jamás te amará Katze! Y tenían razón, hubiera sido mejor nunca conocer el sentimiento a… ser pisoteado sin compasión.
 
Por ambos Blondies.
 
Sólo quería enterrar su cabeza en los pies de Iason y exclamarle que aprendió la lección ¡Nunca más!
 
Se preguntó, mientras su mente era un desastre engorroso, si era posible qué algo en los ojos se quebrara, parecía que tenía algo funcionando mal. Estos últimos días no había podido detener la humedad de sus ojos, las lágrimas se asomaban y resbalaban fuera de su voluntad… o quizá sólo significaba que estaba roto por dentro. Inservible.
 
La oscuridad era como un manto negro y espeso que impedía que su mirada dibujara al menos algún contorno desde la cama, excepto que podía ver sus propias manos delante de su mirada, recién se percató porqué le dolían tanto los dedos. Algunas uñas las tenía ligeramente separadas de la carne, las heridas sensibilizaban toda la zona hinchada y manchada con sangre; quizá se las provocó al intentar alejar a Iason de su cuerpo o tal vez al arañar el colchón en su desesperación. 
 
Pensó en algo tonto que le hizo sonreír entre dientes ¿O era la fiebre? Se llevó el dedo cubierto de sangre seca a la boca y lo humedeció ligeramente, luego trazó algunas líneas en la pared cercana. 
 
Por mucho tiempo dibujó sin ver exactamente qué, con la sangre de su cuerpo.
 
 
Antes que terminará de deslizarse la puerta, Cal ingresó en la habitación. Corriendo. Se detuvo a medio camino antes de llegar a la cama… sabía que podía ser terriblemente malo pero ¡¿Tanto?! El olor a sangre era evidente pero la imagen exaltó sus sentidos. Ya sabía que Katze estaba sobre una enorme mancha roja demasiado oscura que teñía el colchón, pero era hasta ahora que los hematomas se marcaban dejando un mapa de daño sobre su piel, parecía tan frágil… como un muñeco roto. Katze en la cama, desparramado. Demasiado quieto ¿Desmayado o dormido? ¿Y si nunca más despertaba?
 
Tragando el nudo de su garganta, Cal se acercó rápidamente pensando en el poco tiempo que tenían. Lo tomó por los hombros sintiendo el calor que despedía su piel por la fiebre.
 
-¡Katze! Despierta por favor – cuando moverlo por los hombros no funcionó, empezó a perder la calma – ¡Katze!  
 
Su respiración se hizo irregular y movió la cabeza, levantando su mejilla del colchón. Despegando los párpados, ojos confundidos y desenfocados miraron a Cal. 
 
Estaba a punto de explicarle la situación, de hacerle entender que había abierto la puerta y debían salir sin más retrasos, pero el pelirrojo se reclinó contra él mismo y empezó a sollozar.
 
-¡No! Por favor…
 
No me reconoce, pensó Cal entendiendo su actitud inmediatamente. 
 
-¡Katze! Soy Cal, soy Cal ¡Mírame! Tenemos que salir rápido ¡Rápido! – lo tomó por los hombros para que lo mirara – Raoul nos está esperando.
 
Quizá fue el nombre indicado que logró que Katze por fin lo escuchara.
 
-¿Cal? ¿Dónde está Raoul? – dijo con la voz muy rasposa y mirando a su entorno, acostumbrando sus ojos a la luz que se filtraba por la puerta abierta.
 
-Si Katze. Soy yo, Cal. Tenemos que salir de aquí ¡Vamos rápido! El Maestro Raoul está esperando.
 
El acelerado corazón de Katze se agitó más ante la rapidez de sus pensamientos y la intrincada respiración de Cal, su mente debilitada por sus condiciones físicas no lograba armar muy bien el escenario. Pero “salir” era una buena palabra, así cómo “Raoul".
 
-¿Raoul? – preguntó parpadeando, pero Cal no podía tolerar más retrasos, ayudó con todas sus fuerzas a Katze a sentarse en la cama.
 
-¡Toma esto, por favor! – le puso una botella de un jugo tibio en los labios que tenía otras tres píldoras disueltas y le ayudó a beber. Era uno especialmente preparado para él, con ingredientes que serían de fácil absorción para su organismo debilitado. Le darían energía instantánea además de mantenerlo consciente.  
 
El sabor dulce primero quemó sus papilas gustativas pero abrió camino por el delgado espacio de su esófago donde parecía que se pegaban sus paredes. Y bebió… bebió… por fin algo que no era agua fría. En ese estado enfermizo su mente había perdido el recuerdo de haber sido alimentado días anteriores. 
 
Cal esperó con impaciencia que terminara hasta la última gota con hambre desesperada… pero maldición, no tenían tiempo. 
 
Asegurándose que no se volvería a desplomar sobre el colchón, Cal le colocó sin retrasos unos calcetines gruesos y un suéter de Iason, el más grande que encontró para que lograra cubrir hasta los muslos. Vio los huesos del pecho, se notaban a través de la piel y cada respiración esforzada marcaba las costillas hasta lograr contarlas, en su cadera sobresalían los huesos puntiagudos.
 
Mientras terminaba de deslizar la prenda, también vio el anillo de mascota rodeando la circunferencia de su pene… Raoul le había advertido que esa era una razón para acelerar su huida, debían aprovechar cada minuto para que una vez Katze esté en las seguras manos de Raoul, se tomaran medidas para sacarlo.
 
-¡Camina! ¡Vamos por favor! Tenemos que hacerlo rápido – Cal lo sostuvo por la cintura para alentarlo a ponerse de pie y fue un alivio que Katze se impulsara usando sus manos. 
 
Con los pensamientos un poco más lineales, con esfuerzo se apoyó en Cal para lograr ponerse en posición vertical. Pero todavía mareado y sin  entender que era demasiado alto y aún pesado para el jovencito que lo sostenía, pero de otra forma no lo lograría. Cal tenía que usar todas sus fuerzas.
 
Mientras ayudaba a Katze a mantenerse sobre sus rodillas, como un bastón viviente, Cal vio mejor el rostro de su amigo. Estaba consumido por el encierro y la enfermedad, las líneas estaban mas marcadas en los pómulos, sus ojos hundidos y los labios agrietados. Su cabello había crecido y estaba opaco y grasoso. Era difícil reconocer al joven elegante y tenaz que era. Incluso, Cal trató de no mirar los extraños dibujos hechos con trazos rojizos en la pared cercana.
 
-Vamos Katze – dijo el más joven empezado a moverse hacia la salida con los dientes apretados. Él también requería usar todas sus energías, sus heridas habían sanado pero estaba maltratado y adolorido – Por fin… tu encierro se acaba aquí ¡Vamos! Hay que hacerlo rápido. 
 
Katze no comprendía muchas cosas, la debilidad de su enfermedad y la pérdida de sangre ralentizaban todos sus procesos cognitivos volviéndolos una masa espesa y viscosa de parpadeos rápidos ¡Sólo sabía que estaba siguiendo a Cal! Y eso era bueno… muy bueno… Caminar por el pasillo… dichoso pasillo que no es una habitación cerrada. Todo duele y no puede respirar. Vino un ataque de tos.
 
Cal le frotó la espalda, ambos apoyándose en la pared, esperando que la tos remitiera. 
 
 - ¡Vamos Katze!
 
Algunos pasos esforzados y la voz rasposa sonó.
 
-¿Raoul? 
 
-Si, Raoul Am nunca te abandonó, Iason te está usando para presionarlo y que logre curar a Riki – explicó Cal, mirando a su amigo a los ojos – Raoul ha estado desesperado todo este tiempo, Katze. Te ama y eso lo sabe Iason.
 
Por fin Katze sabía la verdad.
 
Repasó mentalmente esas palabras mientras caminaban hacia su libertad.
 
-¿Dónde está Raoul?
 
-Vamos a él.
 
 
Iason Mink se alejó de su morada en la pequeña y cómoda cabina que descendía hasta el primer piso. Las paredes de  cristal le permitieron una vista agradable de su ordenado mundo funcional, los poderosos Élites seguidos por la obediencia subordinada de los muebles y acompañados por la seductora presencia de sus mascotas, marcando su irrefutable estatus social. 
 
Pero aún cuándo las cosas a su alrededor funcionaban como deberían, para él no era así. 
 
Iason cerró los ojos sintiendo el peso de la ausencia de Riki, el dolor que lo acompañaba cada mañana al  despertar profundizaba su anhelo de compartir una vida juntos… ¿Qué sucedería si el inicio de esa felicidad no llegaba? Si Riki… nunca se recuperaba.
 
Cada día que pasaba lejos… Riki en esa cama, prisionero del silencio en que había caído profundizaba su soledad que oscurecía y sumía en dolor cada momento alejado de él.
 
¿Debía considerar que su mestizo podría morir? Que aún en su tecnológico mundo, bajo determinados escenarios no había nada por hacer.
 
 ¿Cómo debía interpretar el silencio inesperado de Raoul? Lo último que  escuchó de él fue la conversación que tuvieron mientras Cal alimentaba a Katze. También había recibido el informe sobre la condición de Riki… era básicamente un resumen de las pruebas realizadas, resultados de sus exámenes y diferentes pronósticos. Incluida la noticia de que Riki había sido introducido dentro de un tanque amniótico con soporte vital para asegurar que todas sus funciones se mantuvieran atendidas.
 
No había una fecha exacta sobre cuando esperar que Riki mostrara una mejoría evidente. Pero no hubo más noticias de Raoul, este silencio también podía interpretarse como el cumplimiento de sus expectativas. Caso contrario tendría que subir la apuesta ¿Y si mataba a Katze antes de ver a Riki recuperado? La salud deteriorada de su mueble podía quitarle la ventaja si  moría.  
 
Debía admitir que estaba siendo intolerante a las necesidades básicas de un ser humano. Pensando un poco más, recordó el sentimiento que tenía cuando se trataba de Katze… no era de sorprender que Cal quisiera ayudarlo. Su viejo mueble era ese tipo de persona. 
 
Katze.
 
Que tuvo su confianza como único humano que podía llamarse poseedor de ella. Pero se burló de su don al elegir a Raoul Am por encima de su Maestro y sus prioridades.  
 
Aún así, debía cambiar de estrategia.
 
Las puertas del ascensor se abrieron interrumpiendo sus pensamientos y caminó en dirección a la salida principal de la Torre, donde lo esperaba su trasporte para llevarlo al elegante salón de reuniones en Phartea. Hizo el recorrido mientras devolvía algunos saludos corteses.
 
Se subió al vehículo que se elevó por los aires con calma y sonidos reducidos, filtrándose poco a poco entré los demás coches.  
 
Un poco más alejado de lo que quisiera recordó que había preparado un presente para su más importante invitado,  lamentablemente lo olvidó en su oficina en casa. Seguramente este retraso era consecuencia de lo estresado que se sentía por la condición de su amado mestizo y la situación a la que fue empujado por Raoul. 
 
Como no podía contar con Cal para que lo trajera, tuvo que volver él mismo. 
 
Un percance tedioso la verdad.
 
 
-No Katze, por aquí, por aquí – dijo Cal conduciendo el camino hacia el exterior de la casa, por el balcón – La puerta principal tiene guardias.
 
Agitado y sudoroso, Katze se apoyó sobre un mueble de la cocina, respirando con dificultad casi se desplomó sobre el mesón.
 
-¿Por el balcón? ¿Cómo…?
 
Ayudado por Cal, continuó su camino hasta traspasar las puertas de cristal. El aire frío del atardecer golpeó sus cuerpos y desordenó sus cabellos, pero no había tiempo para notar nada. Cal lo condujo hasta el extremo donde tenía armada toda una estructura pensada y diseñada para esta difícil situación. Después de reemplazar las imágenes de las cámaras, inmediatamente había deslizado una sábana amarrada al balcón hasta una ventana de la casa de Raoul. El Blondie sujetó en el extremo colgante una caja con materiales listos para que Cal los instalara. Primero un puntiagudo gancho para perforar el techo del balcón que tendría una polea instalada y una cuerda larga. 
 
Sin dar instrucciones de ningún tipo, Cal comenzó a pasar cinturones y fajas en la cintura de Katze y entre las piernas, era un arnés de escalada que se sujetaría a la cuerda haciendo segura y fácil la tarea de bajar. 
 
Si Katze estaría en la totalidad de sus fuerzas y toda su entereza mental, no miraría completamente alterado a Cal que estaba concentrado en su labor de conectar todos los extremos del arnés. Pero el pelirrojo estaba cansado y enfermo, bastante asustado como para afrontar con determinación lo que se esperaba de él.
 
-¿Dónde está Raoul? – preguntó de nuevo, cuando Cal terminó y lo acercó a la orilla. 
 
-Abajo, abajo en su casa, Katze – Cal vio la desesperación en su mirada intentado ordenar sus pensamientos – Escucha, bajarás por el balcón directo a una ventana de la casa de Raoul – Cal se aseguró de hablar haciendo pausas y entonando cada palabra mientras tenía los ojos dorados muy grandes en su encima – La cuerda y el arnés no te dejarán caer, Raoul te bajará lentamente hasta tenerte cerca. Una vez a su alcance te tomará y meterá a su casa. Luego bajaré yo, te estaré ayudando desde aquí ¿Comprendes, Katze? 
 
Un asentimiento lleno de incertidumbre.
 
Por la forma de la estructura de la Torre Eos, el balcón del último piso daba en dirección a donde se ponía el sol, permitiendo una agradable vista de los últimos atisbos de luz muriendo a lo lejos. Caso contrario era el penúltimo piso, la casa de Raoul tenía la ubicación de su balcón en dirección a donde nacía el nuevo día.
 
Si fueran todos los balcones en la misma dirección, resultaría más sencillo  guiar a Katze en una bajada directa y esperar que Raoul lo tomara. Pero no era el caso, debía descender con cuidado y más si Katze no era de gran colaboración por su evidente debilidad física.
 
-Todo saldrá bien – dijo Cal tomando las manos de Katze y entregándole la cuerda para que la agarrara. El otro extremo la dejó caer al abismo, algunos segundos después la cuerda se tensó. 
 
Katze no había dejado de temblar desde que Cal lo encontró, pero ahora eran, mucho más evidente los nervios llevados al límite, del hombre estoico que siempre fue. Sumando el ataque de tos que lo hacía doblarse dolorosamente contra su estómago, Cal también estaba arañando los restos de su cordura. Esperó con calma a que terminara, calma sólo exterior, por dentro estaba a punto de quebrarse la totalidad de sus hilos que lo aferraban antes de dejarlo sumido en la locura. 
 
-¡No te asustes! Raoul está controlando tu descenso – le dijo, cuando lo vio palidecer un tono más ante la inesperada fuerza que lo  elevó del suelo por la unión de su cuerpo al arnés, cuerda y polea funcionando juntos. 
 
 Katze afirmó chasqueando los dientes y con el corazón a punto de detenerse vio que era empujado ligeramente por Cal, en dirección al abismo, traspasando las murallas del barandal. 
 
-Sólo no mires abajo. Pronto tendrás a Raoul delante de  ti – Cal le sonrió ante esa declaración y Katze se vio imitando una respuesta facial parecida. Sentía como el vacío ejercía fuerza sobre su cuerpo y con las ridículas fuerzas que tenia en las manos se aferró a la cuerda mientras descendía.
 
-Gracias Cal.
 
Raoul Am miraba a lo lejos el cielo pintándose de los primeros colores de la noche. Su mirada verde centrada y enfocada como águila en vuelo, nada podía distraerlo. Imaginaba con precisión cómo se estarían desarrollando los eventos entre Katze y Cal. Calculando el tiempo, trasladaba sus ojos a lo alto del balcón del último piso del edificio,  esperando actuar según sus planes trazados.
 
Todo había empezado con él resguardando la partida de Iason para estar seguros que  su vehículo se perdía en el camino a su reunión. Avisó a Cal inmediatamente para que procediera como debía.
 
Depender de un mueble para algo tan importante… pero Raoul estaba convencido que eran, los muebles, sumisos y obedientes, dueños silenciosos de un poder que hasta ellos desconocían. Su obvia asociación con Katze le confirmaba que no podía estar equivocado.
 
Su Katze…  
 
Claro que sabía cómo estaba, Iason nunca apagó la conexión a ese cuarto sucio, es más, ahora le permitía tener acceso al audio y escuchaba impotente, cada sacudida de sus pulmones enfermos y la lastimera voz quejándose de sus innumerables molestias… teniendo pesadillas, sufriendo y muriendo…
 
Con el corazón dando un brinco, vio la cuerda que había preparado, colgaba del balcón superior hacia su dirección. La alcanzó y la tensó.  Katze estaba al otro extremo de la cuerda… sólo debía levantarlo ligeramente hasta que traspasara el barandal y luego descenderlo con cuidado. Una vez con su corazón resguardado entre sus brazos, tenía que repetir la acción para ayudar a Cal. 
 
Apenas unos segundos marcados y  lo primero que vio de su amor fue  la palidez de sus piernas cubiertas por hilos de sangre seca… Raoul lo vio,  tan cerca de él, descendiendo con marcadas respiraciones que delataban el gran esfuerzo físico que esto significaba.
 
-¡Katze! – Raoul no pudo evitar llamarlo, sintiendo que por fin estaba a punto de tocar y poner en resguardo a su pelirrojo. 
 
-¡Raoul!  - escuchar su nombre de esa voz le dio fuerzas para entender lo que sucedía, su Raoul, su Blondie… estaba terminando con esta pesadilla ¡Mierda, le dolía todo! Pero nada se comparaba con el regocijo de su corazón al imaginarse entre sus brazos.
 
-¡Vamos Katze! – lo alentó Cal controlando que ningún instrumento instalado fallara – Lo estas haciendo muy…
 
Elevó la mirada en dirección a Cal que había callado abruptamente, sintió que subía en vez de bajar y…
 
-¡Nooooo! 
 
Soltó un grito que desgarró hasta el cielo.
 
La fuerte mano de Iason Mink sujetó la cuerda reventando el aparato construido en el techo de su balcón de un solo jalón. Impidió que Raoul tuviera potestad en la cuerda y la subió hasta que tuvo a Katze de nuevo a su alcance. Lo estrujó primero por el cuello y luego por cualquier parte del cuerpo. De un solo tirón lo devolvió al balcón.
 

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