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Slave por YunaYami

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Abrió los ojos con lentitud en la penumbra de la estancia. Su cabeza dolía horrores y sus muñecas, al igual que su cuello estaban rodeados con argollas de metal sujetas a la pared con una fuerte cadena. En lo primero en lo que su mente se detuvo fue en su desnudez y en cómo la paja que cubría el suelo de la estancia se le clavaba en los muslos. Lo segundo, en el suave vaivén que mecía el lugar donde se encontraba y el penetrante aroma a salitre y humedad. Estaba en un barco. Eso seguro. Pero ¿por qué...? Recordaba vagamente que su tío le había llamado por algo de la fiesta de celebración de su mayoría de edad,cumplía dieciséis. Ambos habían salido de la sala del trono, hablando con tranquilidad hasta que unos hombres los habían atacado. ¿Habían tomado de rehén a su tío también? Ojalá hubiera podido escapar...

Oyó la puerta abrirse de un golpe. Un hombre de negra barba espesa y piel morena, supuso que debido a su trabajo en alta mar, hizo su aparición seguido por otro hombre, alto y desgarbado, cuyo rostro parecía una máscara de cera.

_¿Esto es lo que querías mostrarme? - intervino el alto, acercándose al desnudo muchacho que, intentó por todos los medios protegerse de su lasciva mirada. - Será un delicioso esclavo, quizá para la cama de algún noble. Por esa piel pálida pagarán mucho dinero.

Lo tomó del mentón con sus huesudas manos. El muchacho gruñó antes de golpear con una de sus piernas al hombre.

_¡Mi nombre es Karam Siddhartha! ¡Futuro rey de Aryam y exijo una explicación de porqué me encuentro en este lugar!

El de la barba se adelantó, volviéndole el rostro de un soberano puñetazo que dejó al muchacho viendo las estrellas. Él volvió a levantar el puño, sin embargo el otro hombre le detuvo.

_No jodas la mercancía. Sabes que en Kumaria se da mucha importancia al envoltorio. Aunque, si deberías enseñarle que ya no es futuro rey de nada.

_¿Qué...?

El muchacho intentó hacer alguna pregunta coherente. Su cabeza cada vez dolía más.

_¿Por qué...? ¿Qué hago aquí...? No...

*****

Tuvo la sensación de pasarse inconsciente, o casi, el resto del tiempo que duró el viaje. A su intenso dolor de cabeza se había sumado el de la marca de un hierro a fuego en la zona baja de su espalda, al igual que en su cuello. Karam se temía lo peor. Estaba en un barco de esclavos, incluso puede que hubiera más lugares como en el que él se encontraba. De todas formas, pronto lo sabría.

El barco había detenido su marcha y el hombre de rostro de cera le tendió a Karam lo que parecía ropa, aunque dado el tejido tan transparente estaba casi dudando que lo fuera.

_Póntelo. - ordenó con voz firme.- Has de estar presentable en el mercado.

El chico obedeció sin rechistar. Un mercado de esclavos. Kumaria era famosa por tener el más grande, con esclavos de todas partes del mundo conocido e incluso alguna joya de más allá. Iban a venderlo,como habían dicho anteriormente. En el fondo de su corazón esperaba que su tío irrumpiera allí para salvarle. Siempre habían estado muy unidos, probablemente estaría buscándole como un loco. Se subió aquella especie de pantalón. Sin duda era peor de lo que se imaginaba. La tela opaca en la parte delantera para tapar sus partes era lo único que no dejaba algo a la vista.

Dos fuertes hombres entraron tras el chasquido de dedos del hombre delgado y desengancharon las cadenas de la pared, arrastrándolo al exterior. El muchacho trastabilló por las escaleras de subida a la cubierta y alzó la mano para ocultar sus ojos de la clara e intensa luz del sol. Pudo vislumbrar aquel enorme puerto. Había por lo menos treinta barcos y cientos de personas entraban y salían de ellos, muchos eran esclavos. Los hombres dieron un tirón de la cadena sujeta a su cuello para hacerle caminar. Como había supuesto, al ver la fila de mujeres y hombres que salian de un camarote al otro lado del barco, él no era el único. Todos llevaban aquellas prendas horribles, en el caso de las mujeres se incluía una pieza para el pecho. Aunque Karam lo encontraba absurdo, al fin y al cabo, seguía dejando todo lo que pretendía tapar a la vista. Fueron guiados entre la muchedumbre hasta un edificio de forma redondeada que al muchacho le recordó muchísimo al coliseo donde se entrenaba en la batalla. Traspasaron la puerta principal, donde los recibió un hombre tras una mesa.

_ Taeyar ¿que traes aquí?

_Traigo ciento diez esta vez. Mujeres y hombres jóvenes, ideales para trabajar. Oh, y esto de aquí.

El hombre indicó con la mano que obligaran a Karam a adelantarse. El hombre de la mesa lo observó de arriba a abajo.

_Vaya, vaya... ¿De dónde lo has sacado? Es algo inaudito, un piel pálida en mi mercado.

_He pensado que sería ideal para calentar la cama de alguno de vuestros nobles. Ya sabes, es alto y fornido, bien formado y además, su piel es como la leche. Te lo quitarán de las manos.

_Eso pienso. Lo pondremos en un lote aparte,junto a las mejores piezas.

*****
Esperó durante lo que le parecieron horas junto a mujeres, hombres y niños de todas las edades que se iban llevando lentamente. No oían nada más que los gritos del vendedor. Mil coronas, dos mil, tres mil... Cuando apenas quedaban cinco con él, los hombres vinieron a buscarles. Una de las muchachas intentó resistirse a salir mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas,el guardia alzó el puño dispuesto a pegarle. Sin embargo, Karam no iba a permitir eso. Se adelantó, colocándose frente a la mujer.

_ Creo que aquí se da mucha importancia al estado de un esclavo. ¿Qué crees que dirá tu jefe cuando le partas el labio? ¿Uhm? ¿Estará feliz? Porque yo no lo creo.

_Tu no tienes derecho a hablarme, esclavo.

_Tu tampoco tienes derecho a tocar la mercancía de otros. Es bonita ¿verdad? Pues que siga así.

La muchacha se aferró a Karam y él pudo notar como temblaba como una hoja.

_Vamos... - le susurró con tono tranquilizador. - Todo estará bien.

Subieron las escaleras y siguieron el camino trazado por un par de filas de guardias hasta una especie de escenario elevado donde el hombre de la mesa les esperaba tras un estrado.

_ Llega por lo que llevaban esperando. Las mejores piezas del día. Estoy seguro de que encontrarán a nuestros últimos ejemplares muy exóticos. La joven viene de una isla del sur, pero ¡oh, sus ojos! Son de un color verde extraordinario a pesar de la oscuridad de su piel, se lo puedo asegurar.

Un murmullo comenzó cuando Karam se volvió y recorrió con sus ojos grises tormenta todo el lugar. Sí que había mucha gente, demasiada. Escapar no sería factible. Y menos con tantos guardias. Notó cómo alguien tiraba de la cadena de su cuello para engancharla a una argolla en el suelo. Intentaron hacer lo mismo con la muchacha, pero ella se negaba a soltar al chico. Karam creyó que uno de aquellos tirones le partiría el cuello a la joven así que, hizo lo impensable. Envolvió su brazo en la cadena de ella y la hizo caer hacia delante, antes de propinarle una patada al guardia con todas sus fuerzas. Ella buscó de nuevo sus brazos para refugiarse en ellos. No se había dado cuenta antes, pero ella no debía ser más que una niña.

El hombre del estrado hizo un gesto con la mano para que no los tocaran. Después, la subasta empezó, dejándoles a ellos para el final.

_Tenemos mil coronas por el piel pálida y la sureña. ¿Quién da más?

La cifra fue subiendo y subiendo más y más hasta que sólo quedaron dos pujadores en la subasta: un viejo con mirada de baboso y un muchacho con una argolla de oro en el cuello. ¿Qué hacía un esclavo pujando en un lugar como aquel? Su mirada se dirigió a una de las tribunas y Karam siguió la trayectoria. El hombre de piel como la canela y ojos dorados le observaba a él directamente y, como si supiera que su esclavo estaba mirando, elevó cinco dedos.

_¡Medio millón de coronas!

Aquel precio desorbitado fue suficiente para que el viejo se retirara.

_Medio millón de coronas a la una... A las dos...

El golpe del pequeño mazo resonó por toda la plaza, dando por terminada la subasta.

*****

Les otorgaron unas túnicas de seda y una sandalias antes de salir a la calle, donde les esperaba el esclavo de la argolla de oro. Les dedicó una suave sonrisa antes de pedir a los guardias que los hicieran avanzar tras él. Recorrieron calles empedradas llenas de gente y bullicio,decoradas además con banderines de colores vibrantes. Parecía que estaban en fiestas. Tras unos minutos, llegaron a una plaza. En el centro se erigía una estatua de un hombre portando una espada y a lomos de un enorme caballo.

_Ese es nuestro rey, durante la batalla de las tierras de Jade cuando sólo contaba con dieciséis años.

El chico hablaba de forma apasionada, relatando la gesta del monarca. Tras la muerte de su padre en la batalla, él mismo lideró a los soldados e hizo añicos las defensas de sus enemigos hasta someterlos por completo.

_Además. - añadió - El monarca cuenta con cierto don para las artes mágicas,esto es algo inaudito en Kumaria.

Ah, sí. Karam lo había olvidado. Estaba en un nido de brujería. Magnífico, la cosa solo podía ir a mejor... O empeorar más todavía.

Debía reconocer que el castillo era impresionante, de piedra blanca y detalles dorados, le llamó fuertemente la atención pero, no tuvo demasiado tiempo para observarlo. Los metieron en el interior y fueron guiados por los ricos pasillos adornados con recipientes dorados llenos de flores que Karam no había visto en la vida. Bajaron unas escaleras y recibió un empujón, haciéndolo caer al suelo a través de una puerta. Se volvió al oír un grito de la niña, sin embargo lo único que vio fue la puerta cerrarse de un golpe.

Los ojos del muchacho recorrieron la estancia de forma redondeada. El suelo estaba recubierto de baldosas doradas, contrastando con el negro de las paredes y las telas prendidas por doquier. En el centro de la estancia, una bañera de la misma forma que la sala. El sonido de la puerta de nuevo. Se levantó de golpe dispuesto a pelear. Los guardias que entraron primero le arrastraron hasta la bañera y engancharon sus muñecas a ella. Tras ellos, dos mujeres vestidas con vaporosa túnicas se acercaron a él. Una de ellas sacó unas tijeras y rasgó la tela blanca y los cordones de las sandalias antes de tirar los restos a un lado.

Dejó que le lavaran, sin quejarse por el agua helada, aunque dado el calor que hacía casi era un alivio, del fuerte olor de las esencias o de lo dura que era la más mayor frotando su piel. Por como se dirigían a él por gestos, supuso que no sabían que hablaba su idioma. Mejor. Cuando la gente pensaba que no les entendía solían hablar más de la cuenta.

_ Nunca había visto unos ojos como los suyos.

_En esta tierra no abundan los ojos claros. Debe de venir de algún reino del norte.

La mujer le dio un tirón al largo cabello del muchacho. Estaba enredado, pero tampoco hacía falta que le arrancara un mechón.

_Tiene enredos por todas partes. ¿Esto de aquí abajo es sangre?

Karam hizo un gesto de dolor cuando la mujer buscó en la parte trasera de su cabeza,encontrando una pequeña brecha, casi cerrada por completo.

_Una herida antigua.

Sintió como apretaba con los dedos sobre la costra,como si intentara averiguar algo de aquella manera.

_No parece infectada. Mejor para nosotras. La última vez que un esclavo llegó con una herida curada la infección estaba debajo. Treinta mil coronas a tomar viento. Mi vieja espalda no soportaría otra serie de latigazos como los de aquella vez.

_Nana, eso pasó hace veinte años.

_No importan los años, si no el castigo.

La más joven le tendió a la otra un frasco de lo que parecía una especie de gel, Karam fue incapaz de deducir a que olía exactamente. Ella se lo frotó enérgicamente por la cabeza mientras el chico apretaba los dientes. Si aquellas mujeres eran tan delicadas con todo el mundo, compadecía a sus hijos.

_¿Voy llamando al tatuador?

_Necesita una marca. Hazlo.

¿Tatuador? Vio como la mujer pasaba entre los guardias y volvía al cabo de un rato con un hombre de piel curtida con múltiples símbolos dibujados en su rostro. Se acercó a la bañera y, tras colocar en una pequeña bandeja lo que parecían muchas agujas juntas y un extraño líquido negro, tomó al chico del brazo.

_Vosotros,sujetadle.

Se encontró empotrado contra el borde de la bañera y con el brazo derecho fuera del agua y bien sujeto. Vio como el individuo mojaba una de las agujas de madera o algo así en la tinta y comenzó a clavarla en su brazo una y otra vez, trazando un dibujo. Karam no pudo reprimir el ahogado gemido de dolor e intentó buscar un punto de apoyo con las piernas en las paredes de la bañera para poder resistirse a aquella tortura. Maldijo a todos y cada uno de los familiares de aquel hombre, tanto vivos como muertos.

Tras lo que le parecieron minutos interminables, el hombre dio por concluido su trabajo. En su brazo había dibujado una especie de sol junto a la luna y un número. Karam recordaba que la luna y el sol aparecían en la bandera de Kumaria.

La mujer más joven le sumergió el brazo en el agua, limpiándole los restos de tinta y sangre. Después, descolgó una de las telas de las paredes y le indicó que saliera,para envolverlo en ella.

_Deberíamos llevarlo directamente al harén. Les estarán sirviendo la comida ¿no, nana?

_No. Nuestro señor querrá verlo primero.

Le vistieron con una especie de túnica de media manga de lino azul con ribetes dorados en el cuello y un pantalón blanco, fruncido a la altura de sus tobillos. Le calzaron otras sandalias, esta vez más elaboradas de piel, adornando luego sus muñecas con pulseras de piedras y le cambiaron el grillete del cuello por uno de oro,como el del esclavo del mercado. Peinaron sus cabellos, recogiendo su melena rubia en una trenza y perforaron los lóbulos de sus orejas para colocar unos pendientes dorados con piedras azules. El joven se planteaba cuanto más iba a sufrir hasta que dieron por finalizados los preparativos y lo guiaron por los pasillos hasta una enorme puerta.

 


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