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Circunstancias coloridas por 1827kratSN

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Le tomó un tiempo entender los miedos que acunaba una persona normal ante una cirugía, pues para él era una materia más. Tal vez influía el hecho que su sentido de empatía no se desarrolló demasiado bien en la infancia. Como sea, creyó entender el por qué del terror de Tsuna.

—Si quieres te explico cómo sería esa cirugía.

—¡Por favor no!

Fallo total, era una lástima, creyó que eso podría funcionar.

—Reborn, en serio, deja ese tema de lado, ya suficiente tuve sin poder dormir mientras pensaba en eso.

—Es un proceso seguro.

—Ya basta, por favor, en serio.

—Está bien.

Caminaban despacio, uno junto al otro, sin planes ese día, reunidos por la simple costumbre adquirida en los días viernes. Tsuna cansado por el trabajo y la falta de sueño. Reborn intentando demostrarle a Tsuna que una cirugía no era como un viaje al infierno.

—Reborn… ¿quieres preparar la cena conmigo?

—¿Preparar?

—No quiero comer fuera —suspiró—. Te invito a comer en mi departamento.

—¡Sí!

No pudo controlar su emoción y casi lo gritó.

—Es decir… —carraspeó—. Está bien.

—No te veas tan desesperado —Tsuna rio bajito.

—No lo estoy.

Pero la realidad era otra, porque desde hace mucho que Reborn quería conocer en dónde vivía el castaño. Era curiosidad nata, porque había imaginado que tal vez el hogar de esa persona tendría un aroma dulce y una sensación cálida… al igual que esa sonrisa.

Se dejó guiar entre las calles para comprar ingredientes en un supermercado, ayudó a transportar las tres bolsas y se sentó junto al castaño durante el corto viaje en tren. No hizo nada más, ni siquiera habló, dejó que el castaño siguiera perdido en sus propios pensamientos.

Controló su emoción cuando Tsuna le dijo que estaban cerca, trató de recordar el camino, pero al final dejó de pensarlo tanto cuando le invitaron a pasar. Lo primero que vio fue una fotografía familiar colgada en la pared. Un padre, una madre, y un solo pequeño castaño.

—Eras lindo.

—Me lo dicen a menudo.

—¿En serio?

—No —Tsuna sonrió—. No es como si invitara a mucha gente a conocer mi departamento.

—¿Por qué no?

—No tengo muchos amigos que digamos.

—Lo había notado.

—Siéntete especial, Reborn… Eres de los pocos que entra a mi departamento.

—Si quieres me quedo a vivir contigo.

—Claro que no —rio despacito—. Debes ser un fanático del orden y no combino con eso.

—Pues todo está bastante ordenado y no corresponde a lo que me dices.

—Ah sí, es que evito mover las cosas, sino sería un desastre.

Reborn se deslizó entre la estancia, el pequeño comedor y se dirigió a la cocina. Vio mas cuadros con otras caras, incluso vio a Enma por ahí, eran pocos rostros pero cada uno especial para Tsuna, suponía.

Colocaron un video para amenizar el ambiente, compartieron la pequeña cocina, demostrando que cada quien sabía defenderse en la cocina, hasta compitieron por quien hacía el mejor homelet y terminaron riendo cuando descubrieron un helado empaquetado y con una fecha de expedición de hace dos meses.

—Cocinas bien.

—Lo sé.

—Sé más humilde, Reborn.

Disfrutaron de la cena, un trago, vieron algo en la televisión, y se quedaron sentados uno junto al otro frente al mesón.

Ya era tarde, pero aun así, no dejaban de platicar de alguna cosa sin importancia para conocer mejor de sus vidas.

Hasta que se quedaron sin temas, mirando sus latas de cerveza vacía, escuchando algo en la televisión.

—¿Sabes por qué no quiero pensar o hablar de la cirugía?

—Tienes miedo.

—Perdí a una gran amiga en una cirugía —confesó el castaño—. Le prometí que la invitaría a cenar cuando saliera… pero jamás salió.

—Ya veo.

—Le temo a no salir con vida de la cirugía.

—La probabilidad de que algo salga mal es muy baja.

—Pero hay cierta probabilidad.

—Pero si no aceptas la cirugía, podrías complicarte y…

—Lo sé.

Se quedaron en silencio de nuevo, jugando con sus latas o sus dedos, escuchando un ritmo lento de algún programa tipo show.

Entonces Reborn mandó al diablo todo y sujetó la mano de Tsuna, entrelazó sus dedos, y se pegó a ese cuerpo menudo que poco reaccionó.

—¿Sabes bailar?

—No.

—Te enseño.

—Ay no, Reborn.

Pero no quería negativas. Reborn discutió un poco antes de levantar al castaño de su puesto, jalarlo entre comentarios divertidos, intentando convencer al pequeño terco para aprovechar la música de fondo y el espectáculo que se transmitía.

—Haré el ridículo.

—Solo lo harás conmigo, que no te de pena.

Le tomó de la mano con suavidad, elevándola en el aire un poco. Le sonrió confiado y vio divertido cómo las mejillas del castaño enrojecían un poquito. Le tomó de la cintura antes de enseñarle la teoría de aquel baile lento. Le enseñó los pasos básicos y recibió algunas pisadas.

—Deja que te guíe.

Poco a poco le fue enseñando, siguiendo la música de fondo para después apagar la televisión y colocar alguna melodía en su celular. Dijeron bromas, Reborn se burló de la vergüenza del castaño. Y finalmente terminaron sujetados de la mano moviéndose lentamente, mirándose a los ojos.

—Debes ser popular en los bailes —Tsuna sonrió.

—Lo soy.

—Cuánta humildad.

Entre risitas y comentarios, fue Reborn quien se acercó más y más al cuerpo de Tsuna, para que después de un rato, tuviera aquella mejilla pegada a su pecho, de forma que aprovechara la diferencia de estaturas y controlara la situación. Se aferró a la cintura del castaño, le dejó escuchar sus latidos tranquilos, se movieron de lado a lado en medio de la pequeña sala.

Disfrutaron de la música.

Ni siquiera se dieron cuenta de la hora.

Y cuando Tsuna lo notó, se sentía tan a gusto siendo abrazado por el futuro médico, que no quiso dejarlo ir.

—Ya no hay trenes a esta hora.

—Más te vale invitarme a dormir en tu lindo hogar.

—Hay un problema —Tsuna señaló la habitación—. Es un departamento pequeño, vas a tener que dormir en mi habitación… la única.

—No me quejo.

—Te daré el futón de invitados.

—Me había emocionado en compartir cama contigo.

—No tienes tanta suerte, muchacho.

Reborn logró relajarlo, además, el cansancio hizo lo suyo.

Tsuna terminó profundamente dormido.

Y Reborn tuvo la oportunidad de admirar ese rostro iluminado por la tenue luz que emitía la luna llena.


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