Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vuelo 212 por Ultraviolet

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

IMPORTANTE!! Ha habido un ERROR en la enumeración de los capítulos por lo que lo reordenaré (cap 5 y 6), volved a leer los capis 5 y 6, que es el orden correcto, muchas gracias y perdón por el lío

CAP 5

 

Habían pasado varias horas desde que Aria se fue a buscar el botiquín a la parte del avión que se quedó en medio de la isla, justo donde nos secuestraron. Etna hablaba conmigo y jugaba con una muñeca hecha de trapo, la cual tenía varias magulladuras y tenía una pierna casi descosida. Noté como sus ojos se iban cerrando poco a poco, y su respiración comenzaba a disminuir.

-       No te quedes dormida, Etna. Habla conmigo. – Me senté sobre la cama, al lado de la pequeña. - ¿Cuántos años tienes?

-       N-nueve… - Se notaba que le costaba respirar e incluso hablar, pero necesitaba mantenerla despierta para evitar todavía más complicaciones.

-       ¿Sabes? Yo también tengo una hermana pequeña. – Me miró débilmente, tenía los ojos marrones, muy diferentes a los de Aria. Parecía una combinación perfecta de cielo y tierra. – Tiene diez años.

-       ¿Está… aquí?

-       No. – Negué con la cabeza. – Ella está en casa… - Ahogué un pensamiento triste en lo más profundo de mi garganta y evité no pensar en ello. No podía permitírmelo en esta situación. – Con mi abuela.

-       ¿Y tus papás?

-       No tengo. – Dije rápidamente, - Ambos murieron hace años, cielo.

-       Yo tampoco tengo papás… - Se acercó débilmente y se medio-acurrucó en mis piernas. – Pero mi hermanita me cuida muy bien… - Coloqué una mano en su frente para medir su temperatura, estaba ardiendo, no paraba de sudar y un así luchaba por mantenerse despierta. – Parece que es mala pero… es muy buena. – Se acurrucó un poco más. – Me canta antes de dormir…

-       “¿Aria cantando a su hermana antes de dormir? ¡Imposible!!” – Me reí para mis adentros y no sé si la imagen me pareció muy tierna o muy surrealista. No podía imaginarme a la morena de ojos azules siendo tan adorable. Quizás porque tiene a medio avión retenido en las celdas de la aldea y nos retenía en contra de nuestra voluntad. Quizás era por eso porque no podía imaginarme a Aria de aquella manera. Sí, seguramente sería por esa razón.

-           Desde que es la líder… juega menos conmigo. – Sonrió triste. - Mi mamá… - Apoyó su mano con la mía, suspirando débilmente. – Antes de morir… - Tosió, adolorida.

-       Etna, no te fuerces… Te está doliendo mucho.

-       Le dijo a Aria que… - Volvió a toser, esta vez expulsando algo de sangre sobre mi camiseta. – Fuera una líder buena… justa y… - Intentó incorporarse pero desfalleció sobre mí. El peso muerto de su cuerpo cayó de manera abrupta contra mí. Se había desmayado.

-       ¡ETNA! – Me levanté rápidamente y retiré todas las sábanas que la cubrían, la coloqué de lado para que pudiera expulsar la sangre que se había acumulado en su garganta y comprobé sus pupilas, abriendo sus párpados. La puerta se abrió y Aria entró, cargando con varios botiquines en sus brazos, los cuales acabaron tirados por la habitación cuando vio el estado de su hermana.

-       ¿¡Qué le pasa!? – Ignoré el estado nervioso de Aria y coloqué mi oído justo en la nariz de Etna, comprobando si respiraba. Coloqué dos dedos sobre su cuello y noté cómo su pulso estaba muy, muy débil.

-       Se ha desmayado, de la fiebre. No tiene pulso. – Dije rápidamente y la acosté boca arriba, iba a realizarle un RCP. Incliné ligeramente su cabeza hacia arriba y abrí su boca con mi mano derecha, la respiración boca a boca iba a ayudar a que sus pulmones se expandieran y así, que pudiera volver a circular el oxígeno que necesitaba su cuerpo y así, poder despertar. Aria me miraba atónita desde los pies de la cama. Volví a comprobar su respiración… nada. Seguía sin respirar por sí misma.

-       Vamos Etna, reacciona. – Coloqué mis manos sobre su pecho y le hice un masaje cardiovascular, intentando así volver a reanimarla. - ¡Vamos, Etna, tú puede! – Apliqué más fuerza y más repeticiones sobre su pecho, pero todavía no fue suficiente. Me incliné hacia ella y volví a realizarle los primeros auxilios. Sentí cómo se movía de repente y me aparté justo antes de que comenzara a toser con brusquedad.

-       ¡¡ETNA!! – Aria se acercó de una zancada para abrazar a su hermana y casi hundirla sobre su pecho, la pequeña se quejó, débil. Seguramente le estaría doliendo. – Pensaba que te perdía, joder. – Su voz sonaba rota, estaba aguantando las ganas de llorar. Tragué saliva y esperé a que Aria se separase de ella para así volver a tomarle el pulso y comprobar el estado de la pequeña. Respiraba, pero necesitaba esa puta medicación ya.

-       Aria, ayúdame. – Se levantó rápidamente y pasó una mano por sus ojos, despejándose. No quería que viese ningún signo de flaqueza. – Necesito… joder. – Me puse tan nerviosa que no era ni capaz de memorizar un par de medicinas. Me masajeé las sienes y sentí toda la adrenalina recorrer mi cuerpo mientras intentaba memorizar los dichosos apuntes en los que explicaban el tratamiento de la neumonía. – Penicilina… ampicilina y gentamicina. – Concluí, ante la cara de Aria de no entender nada. – Necesito unas cajitas pequeñas de pastillas que pongan penicilina, ampicilina y gentamicina. ¿Entendido? – Asintió y rápidamente se puso a buscar lo que le había pedido. Comprobé el primero de los botiquines: vacunas contra el sarampión, la gripe, el tétano, la tos ferina, la hepatitis B … numerosas vacunas infantiles que los hacían inmunes a enfermedades que podían matarlos. Había también algunos tubos que contenían insulina y otras vacunas más fuertes que se suministraban a adultos mayores, como la culebrilla.

En otro botiquín había vendas, desinfectantes, antibióticos, antinflamatorios… Pero ni rastro de lo que buscaba.

-       Creo que la tengo, ¿es esto? – Aria acudió rápidamente a mí y asentí con la cabeza de manera efusiva.

-       Perfecto, Aria. – La atrapé de entre sus dedos y me dirigí hacia la cama, donde Etna seguía respirando con dificultad. - ¿Puedes traer agua? – Ni si quiera me respondió, simplemente desapareció y apareció a los dos minutos con un vaso de cerámica lleno de agua.

-       Etna, tienes que tragar estas pastillas, ¿de acuerdo? - La pequeña me miraba, con miedo. Apuesto que en su vida había visto algo así. – Te vas a curar, confía en mí. – Aria miraba atenta, tanto a mí como a su hermana, esperando cualquier momento para intervenir. Etna cogió temblorosa las pastillas de mis dedos y el vaso de agua de las manos de Aria.

-       Trágalas con agua, ¿vale? Tómate el tiempo que necesites.

-       ¿Qué es… esto? – Dijo con miedo, confirmando mi teoría de que nunca había tomado algo parecido. – No me… gusta.

-       Etna. – Aria se acercó, sentándose al otro lado de la cama, justo enfrente de mí. – Yo… confío en Eva. – Me miró y yo la miré. Pero retiró la vista antes de que nuestras miradas pudieran chocarse.

-       Yo también… es buena conmigo. – Dijo de repente, sin esperármelo. Tragó las pastillas de una vez, bebiendo el vaso de agua por completo. Hizo una mueca de asco y sonreí, retirando el vaso de sus manos.

-       No está muy bueno… perdón por no avisarte. – Coloqué unos cuantos mechones tras su oreja, acariciando su mejilla. - ¿Eres muy valiente, sabes? – Sonrió y atrapó mi mano con cariño, dándole un pequeño besito. Me había ganado la confianza de la pequeña. – Ahora intenta dormir, ¿Vale? – Abrazó a su muñeca con fuerza y Aria la arropó, dejando un beso en su frente antes de acariciarle la mejilla. Cogí la muñeca que la pequeña había dejado en una parte de la cama y la guardé en el bolsillo de mi chaqueta, la cual tenía tantas roturas que era difícil identificar qué era.

Me dirigí hacia los botiquines, abriendo los que todavía permanecían cerrados e inspeccionando cada cosa que había dentro. Todo podía servir por ayudar a cualquier herido, ya sea de los supervivientes o de la aldea.

Sentí un ruido justo a mi lado que me sobresaltó, giré el rostro y vi que Aria estaba abriendo los demás botiquines y haciendo los mismo que yo.

-       Yo… no entiendo nada de lo que pone, pero… ayudaré. -  La miré con el ceño alzado y no me pude creer su rostro avergonzado. Tenía la cara pintada casi por completo, pero seguro que bajo esos trazos había una mueca de vergüenza.

 

-       Sabes lo que son las vendas, ¿no?

-       No. No sé lo que son las vendas. – Dijo de manera irónica y se cruzó de brazos.

-       Lo siento… - Reí ligeramente. – Saca todas las vendas que veas y colócalas en columnas, por favor.

 

Estuvo callada haciendo lo que le había pedido, mientras yo revisaba las vacunas y demás antibióticos, clasificando cada uno de ellos. De repente, se paró en seco, dejó de realizar cualquier movimiento y me quedé mirándola, expectante.

 

-       Etna… ¿Se pondrá bien? – Lo dijo de una manera casi inaudible, con dolor en su voz.

-       Sí. – Realmente no estaba segura 100% de la recuperación de la pequeña, pero debía mostrar seguridad. – Se pondrá bien.

-       ¿Estás… segura? – Sonreí de lado y la miré.

-       Confiabas en mí, ¿no? – Entonces ella me miró, conectando sus ojos azules con los míos. – Es lo que le has dicho a Etna antes… - Tragué saliva. – Que confiabas en mí.

-       Es lo que he dicho. – Afirmó.

-       Entonces hazlo. – Me giré hacia una pequeña mesita que había en la habitación y comencé a colocar algunas medicinas, hasta que sentí una respiración en mi nuca. Sentí una mano en mi cintura, que me hizo girar bruscamente, haciendo que la parte baja de mi espalda chocase con la mesa.

-       No intentes engañarme. – Me miró directamente, sin mover ni un milímetro absolutamente los ojos de los míos.

-       La enfermedad está muy avanzada. – Suspiré y noté la alerta en los ojos de Aria. – Pero ya tenemos las medicinas, ahora sólo queda esperar a que hagan efecto y que el cuerpo de Etna lo aguante.

-       ¿Cuánto tiempo?

-       En su caso… unos diez-catorce días. – Bajó la mirada y pasó su mano por su pelo, peinándolo hacia atrás. Parecía una manía de la morena cuando estaba nerviosa.

-       Me quedaré con ella hasta que se recupere… - Intenté tranquilizarla, colocando una mano sobre su hombro, o al menos intentándolo, ya que se zafó de mí con un movimiento brusco.

-       No… puedo… - Se calló de repente y se mantuvo de espaldas a mí. – Perderla.

-       No le pasará nada malo, te lo prometo. – Soné tan firme que ella se giró lentamente, mirándome con sus ojos azules tristes. – Y no es tu culpa nada de esto. Es imposible que pudieras saber… lo que pasaría. – Mi voz se fue apagando conforme ella rompía el contacto entre nuestras miradas, dirigía su vista hacia la puerta y su gesto se endureció.

-       Sigues siendo nuestra cautiva. – Soltó, de repente. – Trátame con respeto, mantén las distancias, obedéceme. – Alcé el ceño y me crucé de brazos.

-       ¿A ti qué coño te ha picado de repente? – Tanto su mandíbula como su cuerpo se tensaron, lo que transmitían sus ojos no se correspondía con la postura que acababa de adoptar, siguió mirando hacia la puerta hasta que ésta se abrió tras un par de golpes y sus labios se tensaron en un gesto serio.

-       No te he dicho que pases. – Dijo mordazmente dirigiéndose a Darren, el cual acababa de entrar.

-       Los pueblerinos la vieron salir sola hacia la selva y…quería preguntar si había pasado algo que debamos saber. – Darren la miró, pero Aria permanecía impasible, parecía una persona muy diferente a la que había tratado hace apenas unos minutos. - ¿Qué es todo esto? – Dirigió su vista hacia los botiquines y las medicinas.

-       Son para el pueblo. – Dije rápidamente al ver que Aria no contestaba. – Para… curar a la gente herida. – El tipo me miró con el ceño alzado.

-       ¿Quién te ha dado permiso para hablar? – Volvió a dirigir su vista hacia Aria y yo vi cómo apretaba sus puños. – Líder, ¿Qué es todo esto?

-       Son medicinas para nuestro pueblo. – Dijo secamente. – Sabes que hay últimamente mucha enfermedad, y la pérdida de nuestro sanador sólo ha empeorado las cosas.

-       ¿No te fiarás de esta basura, verdad Líder? – Se dirigió a mí de manera brusca e iba a responderle hasta que Aria dio un paso hacia delante.

-       Hará todo lo que le digamos, porque no querrá ver a sus amigos muertos, ¿Verdad? – Sus ojos azules me miraban con fiereza, casi obligándome simplemente a que asintiera y no armase ningún escándalo. Me límite a hacerlo, bastante nerviosa a decir la verdad. El cambio tan notorio de Aria solo me provocaba inquietud. – Está totalmente a nuestra merced. – Ignoré eso último, o iba a provocar una pelea de la que iba a salir muy mal parada.

-       La llevaré de vuelta a la celda, líder. – Se acercó a mí con intención de agarrar unos de mis brazos, pero Aria se adelantó.

-       Nada de celdas, Darren. – Interceptó su brazo y lo retiró. – La necesitamos en las mejores condiciones. – El hombre miró a Aria con el ceño fruncido, pero finalmente asintió. - ¿Dónde quiere que la lleve?

-       Lo haré yo. – Dijo tajantemente. – Puedes retirarte.

-       Pero líder…

-       He dicho que puedes retirarte. – Lo miró mordazmente. - ¿O quieres ser procesado por delito de rebelión? – Agachó la cabeza después de mirarme con una mezcla de asco y odio, y se marchó. Suspiré, soltando todo el aire que había estado aguantando por culpa de la tensión que se había formado en el ambiente. Aria empezó a cargar con todos los botiquines sobre sus brazos, la miré sin moverme del sitio.

-       Ayúdame a cargar esto. – Dijo de manera brusca y alcé el ceño. – Por favor. – Me dio la espalda y trató de coger un par de cosas más. Comencé a hacer lo mismo y me limité a seguirla.

-       Espera, ¿Vamos a salir? – Asintió y me miró con extrañeza al pararme de golpe.  

-       ¿Qué pasa?

-       No… quiero hacerlo. – Tragué saliva fuertemente.

-       No te harán daño. – Me dijo, bastante segura.

-       Pero… - Volvió a mirar hacia delante y atrapó el pomo de la puerta entre sus dedos.

-       Eva. – Alcé la cabeza y miré el perfil de su rostro. – Confía en mí. – Mantuvo su gesto serio. – Nadie te hará daño. – Asentí todavía con miedo y caminé un par de pasos tras ella.

La gente se giraba bruscamente hacia nosotras. Muchos me miraban como si quisieran matarme ahí mismo, otros, no sabían ni qué hacía todavía respirando. Había otros, que me miraban con cierta lástima. Ninguno parecía feliz de que yo estuviese allí. Y para qué mentirnos, yo tampoco quería estar ahí. Observé a varias personas tosiendo con fuerza, con malas caras, apostaría que estaban enfermas y no sabían qué hacer para parar aquello. Había una decena de niños correteando, que pararon de hacerlo cuando nos vieron pasar. Era todo muy tenso.

Casi choqué contra Aria cuando ésta paró en seco frente a una de las casas del pueblo. Era un poquito más grande y oscura que las demás, y había una extraña inscripción en la puerta que no supe leer. Sacó una llave del cinturón que portaba, en una especie de bolsita de tela al lado de una navaja.

-       Es aquí. – Dio un fuerte empujón y la puerta se abrió, arrastrando polvo junto a ella. Parecía que llevaba tiempo sin abrirse. Parecía más amplia que las demás casas, una de las paredes estaba cubierta por estanterías llenas de libros. Al lado de éstas, había una mesa de madera con algunas sillas. En frente de las estanterías, había armarios repletos de hierbas, setas, partes de animales… parecía la casa de un alquimista. Dejó los botiquines encima de la mesa y me hizo un gesto para que los dejase.

 

La seguí hasta el otro lado de la casa, la cual estaba tras las estanterías. Había una pequeña obertura que daba paso hacia esta parte. Había una habitación con una cama y una mesita, que tenía una lamparita que parecía encenderse gracias a la energía solar. Una pequeña zona que parecía una especie de baño y un par de alacenas y armarios que parecían almacenar comida.  

 

-       Es la casa donde vivía el sanador. – Se apoyó en una de las paredes y me miró. – Por eso los libros, los materiales y demás… - Cerró los ojos y me acerqué un poco. - ¿Te gusta? – Los abrió y se sobresaltó ligeramente al ver mi cercanía.

-       Es bonita. – Dije sinceramente. No era ningún palacio, era una casa sencilla y hecha para tratar a las personas, así como elaborar medicinas.

-       Me alegro. – Dijo sin más. – Porque es aquí donde te quedarás. – Pasó de largo, empujándome levemente en el acto y me quedé mirándola con el ceño alzado. - ¿O prefieres la celda? – Dijo, con arrogancia. Molestándome.

-       No hace falta ser tan gilipollas, ¿Sabes? – Alcé la voz. – He sobrevivido a un puto accidente de avión, me habéis secuestrado y para colmo, no me dejáis ver a ninguno de los supervivientes que, por cierto, los tenéis en esas putas celdas como si fueran animales en un matadero. – Me acerqué más de lo que pretendía desde un principio y noté cómo mi respiración agitada chocaba con su cara. Colocó una mano sobre mi pecho y me empujó, haciéndome chocar con una estantería. Se colocó delante de mí, acorralándome.

-       Yo que tú me quedaría calladita. – Me miró ferozmente. – Eres intocable ante mi tribu porque así lo he mandado. Pero eso no significa que lo seas para mí, ¿Me oyes? – Sus ojos no se apartaron de los míos ni por un segundo.

-       Escúchame bien. – Me acerqué más a ella, casi chocando nuestras frentes. – No me tocarás ni un solo pelo de la cabeza, ¿Me oyes? – Repetí con arrogancia.

-       Yo no estaría tan segura. – Se mantuvo ahí, sin alejarse.

-       Lo estoy. – Dije con una sonrisa. - ¿Y sabes por qué? – La vi tragar saliva y me miraba con mucha menos arrogancia que antes. – No me harás nada… porque la vida de tu hermana depende de mí.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).