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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, espero que estén muy bien.  Gracias por seguir apoyando el fic, espero que este cap también les agrade mucho.

 

Sin más, a leer. 

Capítulo 16: Ilustración

 

 

***

 

−      Están tardando, ya casi va a empezar - gruñía Moroha.

 

−      Están cerca, puedo olerlos - dijo Inuyasha para tranquilizarla.  En un instante, vieron como ambos albinos iban ingresando y se acomodaban en los puestos reservados.  Inuyasha vio que su esposo sostenía algo en los brazos y con la mirada lo increpó.

 

−      Son para más tarde, lo comprenderás en un rato.

 

El menor no indagó más, cuando Sesshoumaru quería ser misterioso, vaya que lo conseguía.  Ahora lo que más le preocupaba, es que sus cachorros estaban inquietos, era la primera vez que estaban rodeados de tantas personas en un espacio tan cerrado.

Los arrulló y luego observó cómo las luces de aquel recinto se apagaban y alumbraban únicamente el centro, como una tarima.  Divisó a varias personas sentadas y vestidas de negro y un señor de edad al frente con una pequeña vara en la mano.

 

Cuando el sujeto inició a mover la vara, los que tenían los instrumentos empezaron a sonar. Al inicio sonaron muy imperceptibles, pero en un momento de la presentación, la percusión fue tan sonora, que sus hijos estaban a punto de llorar.  Cuando buscó a Sesshoumaru con la mirada en busca de ayuda, escuchó un violín y eso no solo atrajo su atención, sino también la de los cachorros.  Allí estaba Setsuna, tocando magníficamente el violín y vestida como toda una dama de escenario.  La melodía era tan familiar, que sus cachorros estaban embelesados observándola y escuchándola, al igual que su esposo que miraba con orgullo a su hija. 

Si bien Sesshoumaru ante los demás era estoico y frívolo, su forma de mirar delataba su gran transformación y él, quien siempre estaba a su lado, se había dado cuenta de ello.  Mirar a Sesshoumaru, era sinónimo de mirar al espíritu del gran Inutaisho: fuerte, curioso, justo, hábil, inteligente, estratega y atractivo…

Siguió nuevamente observando a su sobrina, notando cuando terminó de tocar, una cálida sonrisa al ver a toda su familia apoyándola… ahora entendía lo que se había ido hacer en vez de acompañarlos en el recorrido. Siguiendo el ejemplo de los humanos, se pusieron de pie y aplaudieron la presentación que había dado final con el gran solo de la azabache.  Los telones fueron bajados y la gente empezaba a salir, únicamente en el anfiteatro estaban los familiares de los músicos.

Cuando Setsuna bajó a su encuentro, aún se percibía con esa calidez, los cachorros fueron los primeros en hacer sonidos y muecas para acercarse a ella.

 

−      Ryotaki y Yukiyo están feliz de verte, todo el concierto te estuvieron observando - espetó Moroha mientras le daba a cargar a Yukiyo a Setsuna.

 

−      Debe ser porque desde el embarazo te escucharon - sonrió Inuyasha- tocaste muy bien.

 

−      Gra…cias - un poco apenada.

 

−      Concuerdo con Inuyasha, lo hiciste bien, Setsuna- expresó Sesshoumaru con su varonil e influyente voz, para luego ofrecerle el paquete que traía en brazos.  Cuando su sobrina lo destapó, pudo ver un esplendoroso ramo de rosas amarillas, que solo eran opacadas por el semblante iluminado de Setsuna.  Ahora entendía porqué Sesshoumaru y Towa habían tardado, habían ido a conseguir el majestuoso detalle.

 

Al ver que su sobrina lo recibía y estaba como impactada por el presente, pensaba intervenir hasta que escucho unas voces juveniles detrás de la azabache.

 

−      Setsuna, que hermoso ramo de rosas - dijo una de las músicas que traía una flauta-  no sabíamos que tenías novio… - dijo la mujer mirando a Sesshoumaru.

 

−      Es mi padre - dijo saliendo de su estupor y mirando molesta a su compañera.

 

−      ¡¿ Pa… Padre?! - preguntaron sorprendidas, pues no imaginaron que aquel atractivo y joven hombre fuera el padre de su compañera.

 

−      Jum, y él es su esposo - señalando a Inuyasha- y mis hermanos - señalando a Ryotaki y Yukiyo, que estaba en sus brazos.

 

Inuyasha sonrió al ver la cara sorprendida de las mujeres, siempre era divertido apreciar la cara de sorpresa, susto e impacto en las personas y criaturas que se enteraban de su relación.   Las mujeres dieron una reverencia y se marcharon sin decir más,  Towa y Moroha soltaron la carcajada luego de eso, disfrutarían bastante el viaje familiar.

 

Salieron de la institución y comenzaron a caminar siendo dirigidos por Moroha, luego iban Towa, Setsuna y finalmente los dos varones con los dos bebés.

 

−      Sesshoumaru- susurró.

 

−      ¿Mhm? - preguntó.

 

−      También lo hiciste bien, Setsuna se ve contenta.

 

−      Towa me ayudó.

 

−      Eso significa que quieren mejorar su relación.

 

−      Poco a poco has ido formando la familia que quieres, todo es gracias a ti - mencionó el mayor mientras tomaba el mentón del menor.  Sus orbes doradas se entrecruzaron e Inuyasha no pudo subyugar ese deseo de su instinto por necesitar a Sesshoumaru; con cuidado con los bebés, abrazó a su esposo por el cuello y lo besó con necesidad. Para ambos el espacio, el lugar y el tiempo desaparecieron en ese momento, pero volvieron a la realidad cuando escucharon un “ no hagan eso delante de nosotras, es vergonzoso”.  Dejaron de besarse y vieron a unas sonrojadas y apenadas jóvenes, que se hacían las desentendidas ante las miradas curiosas de la gente. 

 

−      ¿A dónde vamos? - expresó con el mismo tono estoico Sesshoumaru, como si el reclamo no lo hubiese afectado.

 

−      A la librería - dijo Towa aún apenada por el beso entre su padre y su tío.

 

−      Falta poco para llegar - dijo Moroha.

 

Caminaron unos cuantos minutos y sobre una acera, había un gran edificio con un cartel llamado “ LIBRERÍA”, cuando ingresaron, ambos hombres pudieron detallar las extravagantes estanterías llenas de libros de todos los grosores y algunos que otros manuscritos.

 

−      ¡Voy por unos mangas! - expresó Moroha internándose más.

 

−      Yo por unos libros de música - dijo Setsuna.

 

−      Yo quisiera enseñarte algo, padre - convidó Towa a Sesshoumaru, quién miró a su esposo.

 

−      Ve, Sesshoumaru, yo estaré por aquí leyendo algunos- le dijo con tranquilidad al mayor.  Si bien Sesshoumaru era por instinto activo, notaba que se había vuelto dócil al momento de alejarse, tanto, que siempre con su pregunta le transmitía un “ ¿ seguro estarás bien solo?”, que comenzaba a irritarle.

 

***

 

−      Mira esto padre, como he estudiado turismo, me he acercado mucho a la historia de este país y como los humanos la han abordado y mira, aquí aparecen todos los demonios que están en tu época.

 

−      ¿Dice algo de nuestro linaje? - indagó curioso al ver las ilustraciones humanas.

 

−      No específicamente, hablan del linaje Inu, los grandes perros del oeste que eran grandes demonios con forma de perro y también se asocian con los inugami. En los cuentos populares japoneses,  son considerados como seres mágicos. La creencia general dice que para crear un inugami, había que enterrar un perro hasta el cuello y dejarle comida, pero sin que pudiera alcanzarla. Durante el proceso, el amo le dice al perro que su sufrimiento (el del perro) no es más grande que el suyo (el del amo). Cuando el perro muere se le corta el cuello (se transforma en inugami) y se utiliza el cuello del animal como amuleto, y, por tanto, volviendo al espíritu obediente. Otra forma de hacer un inugami es encerrando a varios perros en un lugar sin agua ni comida. Ellos se comerán entre ellos, luego, se espera a que muera el último que sobrevivió y se le corta la cabeza para ser utilizada como amuleto.

 

−      ¿Qué otra criatura hay?- preguntó aún más interesado ante la sonrisa de una cálida Towa.

 

***

 

−      No veo nada interesante- hablaba aburrido Inuyasha- ¿ tú has visto algo interesante, Yukiyo? - le preguntó a su hijo quien bostezaba, compartiendo su sentimiento.  Miró por toda la librería y veía a Moroha emocionada, a Setsuna concentrada en una revista y a Towa y Sesshoumaru mirando unos mapas colgados en una pared, al parecer todos estaban entretenidos menos su cachorro y él.  No obstante, un título grande y rojo le llamó la atención.  Era un libro mediano, al parecer de pasta dura, que titulaba “ El Arte del Eros” .

 

−      ¿ Eros?, ¿ qué es eso? - se preguntó y creyó que al leer encontraría la respuesta. Cuando se paró en la primera página, leyó la introducción, la cual invitaba al lector a conocer las distintas formas de mantener el EROS, la pasión, en una relación longeva.   Un tanto tentado, continuó con la segunda página, donde hablaban sobre los temas a tratar: la comunicación, la aventura, la sensualidad y la transmisión.

 

−      ¿Transmisión?... - dijo - “¿habían formas de transmitir amor?”- pensó y curioso como su naturaleza, saltó a buscar esa parte.  Cuando empezó a ojear, sus mejillas se sonrojaron y sus orejas bajo la gorra,  se movieron apenadas.  En la hermosa ilustración china, mostraban todo un itinerario de poses sexuales entre varias parejas, hombre-mujer, mujer-mujer y varón- varón.  A pesar de estar apenado, un morbo extraño en él, le llevó a observarlas y comparar si había realizado algunas con su esposo, en efecto algunas aparecieron y otras no.  Estaba tan absorto reflexionando, que no sintió una presencia tras su espalda.

 

−      Tan interesante está, que tienes la guardia baja… Inuyasha.

 

El menor respingó ante aquella varonil voz y ante la cercanía de la virilidad del otro en su retaguardia.  Maldita manía la de Sesshoumaru de siempre descubrirlo en cosas vergonzosas… el bastardo tenía un radar metido en el culo ante esas situaciones. Sintió la respiración de su esposo en el cuello y pudo percibir un tono algo burlón de su parte.

 

−      Si está tan interesante, lo puedes llevar.

 

−      No lo está - dejándolo en el estante.

 

−      Lo que alcancé a ver, me pareció interesante, podemos practicarlo.

 

−      Estás enfermo- gruñó Inuyasha sonrojado mientras iba donde Moroha, sin ser consciente que el mayor había tomado el libro del estante.  Al verse descubierto le dio mal humor y al parecer su familia seguiría en la librería un poco más mientras hacían la fila para pagar, por ende, salió de la tienda para tomar aire fresco. 

 

−      Idiota Sesshoumaru - gruñó, amaba a su pareja pero a veces lo sacaba de quicio con sus burlas.  No obstante, dejó de pensar cuando vio una silueta bastante conocida, tanto que le quitó el aliento. En un hermoso y apretado traje de oficinista, estaba el cuerpo de una bella mujer de piel armiño, ojos color noche y un largo cabello carbón, su semblante era serio, un rostro de una mujer independiente y astuta.

 

−      ¡¿ Ki… Kikyo?¡ - la llamó Inuyasha anonadado.  La mujer lo miró fijamente, analizándolo.

 

−      ¿Te conozco? - preguntó la mujer.

 

Antes de responder, vio que un hombre alcanzaba a la mujer, la abrazaba y la besaba. Se quedó unos minutos absorto viendo la escena… si bien sintió un estrujón en su corazón, la sensación que sintió luego fue tranquilidad.  Le había dolido recordar que nunca tuvo la manera de hacer feliz a Kikyo, pero sintió paz al ver a su primer amor feliz en otros brazos… el amor que por tanto tiempo había anhelado, lo estaba recibiendo en otra vida.

Ingresó nuevamente a la librería, evitando ser visto nuevamente por la dama.  Cuando la observó de lejos, ella lo buscaba con la vista, pero al no verlo, partió con su pareja tomados de las manos.

 

−      ¿Por qué te escondes? – preguntó el daiyokai. Si bien  había observado todo con detenimiento, quiso que Inuyasha le contara todo de primera mano.

 

−      Vi… vi a Kikyo… - susurró.

 

−      ¿La primera sacerdotisa?

 

−      Sí, aunque me imagino que aquí no lo es… no me reconoció.

 

−      Puede ser una descendiente… ¿sentiste algo cuando la viste? - indagó.

 

−      Si, tranquilidad - suspiró- tranquilidad porque por fin ella pudo ser feliz y pudo tener la vida que deseaba.

 

−      Al igual que nosotros- expresó con firmeza.

 

−      Si, como nosotros - sonrió levemente- creo que es hora de irnos, ya estos pequeños están empezando a fruncir el ceño como tú, deben estar cansados.

 

Regresaron caminando y mientras lo hacían, compraron un ramen familiar.  Cuando llegaron, sirvieron la cena e Inuyasha jamás había sentido un calor de hogar como éste.  Setsuna servía los tazones, Moroha los acomodaba en la mesa, Towa alimentaba a los gemelos junto a Sesshoumaru y también le enseñaba a manejar los palillos…  esta era su familia ahora y pelearía por ella. 

 

−      Uff, fue un día agotador - mencionaba el hanyou mientras se acomodaba en la cama.

 

−      Fue un día con muchas sorpresas- expresó el mayor mientras acariciaba la cabeza de sus cachorros dormidos y se dirigía a la cama- y puede seguir así….

 

Inuyasha miró fijamente al mayor, tanto, que entrecerró sus cejas para observarlo bien.  Sesshoumaru sonreía coqueto y con picardía, eso significaba que quería hacer algo no muy puro.

 

−      ¿Qué planeas, idiota? - gruñendo.

 

−      Nada, realmente tú fuiste el de la idea.

 

−      ¿ Yo? - dubitativo- que sepa, no he hecho nada.

 

−      ¿Y esto? - preguntó mientras sacaba algo de la mesita de noche.

 

−      ¡ Ahh! - sonrojado- ¿cómo te atreviste a comprarlo? - gruñó avergonzado al ver el libro que había descubierto por “accidente”.

 

−      También llamó mi atención, así que lo compré- detallándolo mejor- podríamos ensayar algunas poses.

 

−      ¿Ahora? - preguntó desviando el rostro.

 

−      ¿Quieres ahora? - sonrió ante el sonrojo de su esposo.

 

−      Tsk… al mal paso, darle prisa- mintió, desde que se habían besado en la calle, su instinto de naturaleza pasiva estaba enfebrecido… se sentía en ese momento como cuando sintió su celo y solo tenía sus hormonas pidiendo a gritos el contacto con su yokai.

 

 

Sesshoumaru supo que era una aceptación, sonrió levemente y se situó en la cama, acomodando a Inuyasha sobre su pecho mientras miraban el libro.  El mayor iba pasando, observando las ilustraciones y también como el menor movía sus orejas.

 

−      Esta parece interesante, ¿ qué dice? - indagó el daiyokai.

 

−      ¿En serio quieres que lea, pervertido? - sonrojado y mirándolo- con la imagen tienes.

 

−      Si hay una explicación es por algo.

 

−      Tsk… a ver… Mantequilla - leyendo- “Cómo entra: Un flujo extra de sangre a la cabeza de tu pareja para aumentar su éxtasis. Tendrás que tener cuidado de no eyacular antes de lo previsto. Haz que tu pareja se tumbe de espaldas con las piernas levantadas por encima de la cabeza. Esta no es una posición sencilla. Ponte en cuclillas sobre tu amante y mete y saca tu pene. Ten mucho cuidado de empujar suavemente para no estresar su cuello”...  desgraciado, no voy a leer más, es vergonzoso.

 

−      Esa suena interesante, podemos ensayar.

 

−      ¿Estás loco, Sesshoumaru?, los niños están aquí y las chicas arriba - expresó en forma de excusa.

 

−      Por los cachorros no hay problema, los dormiré con mi yoki y ellas no lo sabrán si eres cuidadoso.

−       

−      ¿Cuidadoso? - dubitativo.

 

−      Si, si eres cuidadoso de no gemir fuerte, no se enterarán.

 

−      Estás enfermo Sesshoumaru - gruñó entre quejas mientras era recostado en la cama- no… uses tu yoki en mí, bastardo- se quejó al sentir ese abrumador aroma excitarlo.  Observó la cuna y vio a sus cachorros completamente dormidos… si bien la apreciación de Sesshoumaru había cambiado a sus ojos por ser su pareja, no debía olvidar que era un demonio aterrador y formidable.

 

Intentaba pelear contra sus instintos pero era una batalla perdida, el mayor siempre que lo tentaba, lograba arrastrarlo a ese inmenso placer que solo él le sabía ofrecer.  Es por tal motivo, que se dejó llevar cuando sus labios eran devorados por su esposo. Enredaron sus lenguas mientras las manos de ambos iban retirando la ropa que les limitaba su encuentro.  Ninguno de los dos sabía en qué momento exacto, se habían vuelto tan compactos en sus encuentros íntimos, pero consideraban que todo había surgido a raíz de la exposición de sus sentimientos y considerar el sexo más allá de procrear.

Una vez desnudos y con sus virilidades al máximo tope, Sesshoumaru tomó la vocería para realizar la pose.  Tumbó a Inuyasha  de espaldas con las piernas levantadas por encima de la cabeza y luego se  acomodó flexionando un poco sus rodillas.  Desde esa posición podía someter a voluntad al menor, sensación que le dio cierto morbo pues su esposo era alguien demasiado rebelde.   Cuando iba a ingresar su pene en el cuerpo del otro, Inuyasha lo detuvo.

 

−      Se…Sesshoumaru… el preservativo - mencionó con dificultad ante lo afiebrado de su cuerpo por la pasión.

 

−      No lo usaré, no me vendré dentro- sentenció, pues en su mente rondaba otra idea.

 

Ante el asentimiento de su hanyou, ingresó con parsimonia en el ser que amaba.  Si bien no era muy expresivo, había aprendido a amar sin límites al híbrido que creyó por siempre odiar.  No le narró a Inuyasha, que la mayoría de las noches tenía pesadillas con aquel fatídico encuentro dónde lo habían sellado por tercera vez en el Árbol Sagrado… revivirlo en su mente siempre le promovía un instinto de protección desmedido que no creía poder borrar.

 

Finalmente ingresó en el cuerpo del menor, sintiendo como su entrada lo absorbía y apretaba avasalladoramente; gruñó ante el placer y se movió en círculos para adecuar aquella entrada a lo que acontecería después.   Sonrió ante las expresiones y la indefensión de Inuyasha, pues en aquella pose, tan solo se podía dejar hacer y aguantar.  Un tanto aventurado, sacó su miembro y lo metió nuevamente con cautela, evitando lastimar a Inuyasha, pero este solo jadeaba preso del deseo.

Continuó sacando y metiendo con lentitud, sino tuviera resistencia, aquella pose sería casi imposible de realizar, pues requería fuerza en sus piernas y en las manos para poder sostener a su pareja.   Si bien el vaivén de sus caderas era lento, lograba entrar a la perfección en el punto erógeno y más profundo de su híbrido, sintiendo que en breve, llegaría al éxtasis; fue así, como luego de unas penetraciones más, sacó su pene antes de venirse y terminó expulsando su semilla en el rostro sorprendido de Inuyasha.

Disfrutó en silencio ante el rostro deformado por el enojo pero empapado por su semen, tanto morbo le dio, que su pene nuevamente estaba erecto.   Sin darle riendas a Inuyasha para que lo insultara, lo giró en la cama y lo puso en cuatro, entrando nuevamente, pero esta vez, con un poco de rudeza.

 

−      Ammm… Se…sshoumaru bastardo- gemía entre excitado y molesto.

 

−      No… puedo controlar mis instintos contigo… - expresó mientras enterraba sus uñas y sujetaba con más fuerza la cintura de su esposo.

 

−      Ahh… Se…Sesshoumaru… más despacio… - gimió fuerte.

 

−      Muerde la almohada, estás gimiendo fuerte y no quieres que las chicas se enteren, ¿verdad? - preguntó con sorna.

 

−      Mhmm… - se quejó pero tuvo que acceder a morder la almohada ya que  su mente empezaba a quedarse en blanco.  Estaba a punto de venirse por esas fuertes embestidas que el mayor le propinaba… tan absorto estaba, que había olvidado que tenía la cara embetunada de semen.   Concluyó en la cama, cuando su esposo le tocó en lo más profundo, su cuerpo se comprimió y escuchó al mayor gruñir.  Sesshoumaru sacó su pene y se había venido en su espalda baja, pues sentía un líquido caliente en esa zona.

 

−      Eres… un idiota… estoy empapado - se quejó algo cansado el hanyou.

 

La próxima usamos el preservativo, es muy difícil intentar no venirme dentro - se excusó mientras lo acomodaba en su pecho- te ves bien así - aduló- quédate así por esta noche.

 

−      Solo porque tengo sueño - comentó mientras se acomodaba agotado en el pecho de su esposo-  y te recuerdo, que eres un enfermo.

 

Sonrió ante lo dicho por Inuyasha, le acarició las hebras plata pensando que el menor tenía razón, toda su existencia había sido caracterizada por su brutalidad, sadismo y poca piedad, había estado enfermo por mucho tiempo hasta que pudo quitarse la venda de los ojos y darse cuenta que la medicina siempre había estado a su alcance… Inuyasha había llegado para curarlo.


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