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Siempre ambos por yaoiana

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Finalmente después de más de un mes, estaban frente a la gran estructura de sus dominios. Todo el linaje inuyokai ingresaba y eran saludados con un gran “BIENVENIDOS AMOS” por parte de la servidumbre y generales. Los rostros más emocionados en verlos eran Jaken, Shippo y Mikado.

 

−      Jaken, llama a Chiyako.

 

−      Si amo.

 

 

−      En una hora, tú, Shippo y el General, pasarán al despacho y nos pondrán al día de todo lo que ha pasado en las tierras.

 

−      Así se hará, lord Sesshoumaru– reverenció el General.

 

Fueron los cachorros quien balbuceando y estirando sus brazos a la mucama, dieron el preámbulo para retomar su instalación.

 

−      Aww, han crecido tanto– dijo la mujer mientras recibía con alegría a los pequeños amos, pues ellos con su olfato la habían reconocido.

 

−      Te han extrañado– sonrió Inuyasha al ver como Ryotaki y Yukiyo palpaban el rostro de la yokai.

 

−      Amos, ¿les preparamos algo para almorzar?

 

−      Si, ¡por favor! Venimos hambrientas– habló Moroha.

 

−      ¡ Moroha! –la riñó Towa.

 

−      Jajaj, no es molestia princesas, ya mismo doy las indicaciones.

 

−      Yo también quiero estar– solicitó Shippo.

 

−      Siempre tan pegajoso, enano– bufó Inuyasha.

 

−      Y tú siempre tan grosero, soy más alto que tú– fingió enojo el menor.

 

−      Mikado, prepara las habitaciones, nuestras hijas se instalaran definitivamente aquí.

 

−      ¡¿Enserio?! –preguntó con un entusiasmo particular Shippo, bastante particular para Inuyasha.

 

−      Si, nos quedaremos– respondió la casi humana.

 

 

−      Hablaremos de todo en el comedor, Inuyasha y yo debemos hacer revisar a Yukiyo y Ryotaki – expresó dando por terminada la charla, mientras era seguido por Inuyasha y los cachorros.

 

−      ¿Pasó algo malo con los cachorros?– preguntó el zorro.

 

−      No diríamos que malo, pero si es mejor revisarlos– argumentó Setsuna.

 

***

En el cuarto, se encontraban los cachorros junto a sus padres; unos 30 minutos después, la curandera hacia aparición.

−      Amos, que bueno verlos– saludó cordial la demonia.

 

−      Es bueno verte, vieja– saludó Inuyasha y Sesshoumaru con un asentamiento de cabeza.

 

−      ¿Para qué solicitan mis servicios?– preguntó curiosa.

 

−      Nuestros hijos han manifestado tempranamente su poder y queremos saber si hay algún riesgo por ello– comentó Sesshoumaru, pero ante la cara dubitativa de la mujer, Inuyasha intervino.

 

−      Se transformaron en perros demonios– añadió.

 

−      Vaya… –sorprendida– es la primera vez que alguien de su linaje se transforma a tan temprana edad.

 

−      ¿Ni si quiera nuestro padre?–  preguntó el mitad bestia.

 

−      No, ni siquiera el gran amo– sonrió– estos cachorros son seres sumamente poderosos.

 

−      Queremos saber si hay algún riesgo– intervino Sesshoumaru.

 

−      Comprendo, los chequearé.

 

En cada chequeo, Inuyasha tuvo que sujetar las manos de ambos bebés. Ryotaki frunció el ceño al sentir los cabellos en su cuerpo y por eso intentaba agarrarlo para quitárselo, mientras que Yukiyo, reía porque al parecer, el cabello le hacía cosquillas. Sus hijos empezaban a mostrar lo diferentes que eran en carácter.

 

−      Los cachorros no presentan ninguna alteración, sin embargo… creo que es necesario que tengan otro tipo de nutrientes en su alimentación. Dejaré con Mikado las recetas y la frecuencia con la cual deben consumirlas. Además de eso, jugar mucho con ellos para que sus sentidos se fortalezcan y mencionarme si ven algo extraño cuando esté la luna llena, que es la época donde más fuertes son sus poderes.

 

Ambos padres acataron las indicaciones. Estaban más tranquilos después de la revisión luego bajaron al desayuno donde las chicas y Shippo los esperaban.

 

−      ¿Que tienen los cachorros?– preguntó Towa.

 

−      Ellos están bien, no es nada de qué preocuparse– respondió el lord de esas tierras.

 

−      Las chicas me contaron lo que sucedió, es increíble que tan pequeños se hayan transformado, yo logré transformarme en kitsune muchos años después– comentó Shippo.

 

−      ¡ Ja!, es porque eres un enano debilucho– sonrió con burla Inuyasha.  El hanyou esperaba una respuesta de su amigo pero se sorprendió cuando fue su hija quien levantaba la voz.

 

−      Él no es débil, pa… Shippo es fuerte y por eso el Señor Sesshoumaru le asignó el cargo de tu seguridad, además, de que lo dejó a cargo de las tierras– comentó una molesta Moroha que luego se sonrojó y guardó silencio al ser el centro de atención de todos.

 

Inuyasha y Sesshoumaru se miraron ante la reacción de la menor.  Inuyasha se molestó pero el daiyokai, astuto como siempre, observó algo más que lo dejó con intriga.  Se hizo un silencio incómodo en el comedor, nadie sabía cómo romperlo, pero para fortuna de la familia, fue Jaken quién lo hizo ajeno a lo sucedido.

 

−      Amo Sesshoumaru, amo… Inuyasha, ya todo está preparado en el despacho.

 

−      Bien, ya mismo vamos para allá– expresó el demonio mayor.  Inuyasha y Shippo también se levantaron del comedor para la reunión, sin embargo, Sesshoumaru llamó al zorro y dejó que su esposo se adelantara.

 

−      ¿Si, señor Sesshoumaru?– preguntó curioso Shippo.

 

−      ¿Qué sucede entre tú y mi sobrina?– indagó directo, pues en el comedor, ambos jóvenes se habían sonrojado ante la escena, algo que no pasó desapercibido para él.

 

−      Bueno… – sonrojado– a mí… me gusta Moroha

 

−      ¿Moroha te corresponde?

 

−      Si… – ladeando el rostro apenado.

 

Aquello no se lo esperaba, imaginaba que su esposo estaba totalmente ajeno al romance de su hija, al igual que él.  Suspiró hondamente, no le parecía mal aquello, apreciaba mucho a Moroha y creía que Shippo era alguien de confianza y fuerte para protegerla. 

Se llevó una mano al tabique al imaginar la reacción de Inuyasha, desde que habían tenido a sus cachorros, se comportaba sobreprotectoramente, incluso con Moroha que ya tenía mucha edad.

 

−      Evita que Inuyasha se entere, hablaré con Moroha y luego con él.

 

Vio al menor asentir y luego seguir con el rumbo hasta el despacho. En el lugar, estaba la mesa con todo dispuesto, solo faltaba que él tomara su lugar como cabeza.

 

−      Bien, presentaremos el balance de lo realizado y acontecido en las tierras mientras ustedes no se hallaban, amo Sesshoumaru– expresó Jaken.

 

−      Adelante.

 

−      Amo Sesshoumaru, amo Inuyasha– comenzó el general– toda la violencia ha sido aplacada en las tierras que dominamos de Ranmaru.  No fue tan difícil, porque al parecer, no era un buen dirigente, es más, podría asegurar que la mayoría de la población está a gusto bajo su nuevo mando.

 

−      Comprendo, ¿hubieron bajas?

 

−      Algunas, no una cantidad significativa.  Solo nos enfrentamos contra unos renegados que juraron lealtad a Ranmaru, pero no fue la panacea.

 

−      Comprendo, muy bien General– felicitó.

 

−      Gracias, mi lord– respondió con una inclinación.

 

−      Ahora, quiero tu reporte, Shippo.

 

−      Si señor Sesshoumaru, Inuyasha– dijo el zorro mientras miraba a su amigo– cuando llegué a las tierras como su emisario, tuve que disuadir a varias creaturas porque estaban en conflicto por la escasez de alimentos, sin embargo, junto con unos soldados y ellos mismos, tomamos algunas tierras para la siembra de alimentos y que este tipo de inconvenientes no se sigan presentando.  Lo que me lleva a sugerir, que debemos separar algunas tierras para estos casos y tener almacenamientos de alimentos para que los pobladores no se salgan de control.

 

−      Shippo tiene razón Sesshoumaru, aquí las aldeas todavía implementan mucho el trueque, pero no existen lugares amplios como los mercados que hay en la otra época, allá vas y compras los alimentos que necesites… aquí no están todos a disposición.

 

−      Me agrada la sugerencia, crear mercados en las aldeas, así no habrá insuficiencia de alimentos porque los agricultores estarán en pro de abastecerlos.  ¡Lo haremos! – mencionó a su esposo mientras le daba un beso en el dorso de la mano– muy buena sugerencia, Shippo.

 

−      Gracias amo Sesshoumaru– sonrió.

 

−      Jaken– llamó el daiyokai para darle apertura a su reporte.

 

−      Amo, aquí las cosas estuvieron en relativa calma, por lo cual, nos enfocamos en adelantar la estructura de la Academia.  Quisiera que me acompañaran por favor para que aprecien su avance.

 

Inuyasha y su esposo se miraron y asintieron, querían ver cómo iba la estructura de la Academia.  Siguieron al demonio verde por fuera del palacio, ya que el edificio quedaría un poco retirado para evitar asaltos dentro de la fortaleza de la familia.  Luego de treinta minutos, estuvieron parados contemplando a gusto la majestuosa arquitectura.

 

−      No es cómo la habíamos propuesto al inicio.

 

−      No señor Sesshoumaru– habló Shippo– antes de que partieran, Moroha nos dejó una imagen de referencia, manifestó que usted estaba interesado en este tipo de infraestructura y optamos por hacerla así.

 

−      ¿No es de su agrado, amo bonito?– preguntó preocupado Jaken.

 

−      No te atormentes Jaken, solo está impactado– dijo Inuyasha y luego sonreía, conocía ese brillo en los ojos de su esposo– a mí en particular, me gusta, es una mezcla entre la fuerza yokai y el ingenio humano.

 

−      Concuerdo con Inuyasha, me gusta– comentó mientras observaba con gusto la mitad de la estructura, esta le recordaba un poco a los palacios ingleses donde estuvieron, solo que más pequeña.  Al frente, alcanzaba a ver 66 ventanas, las cuales, hacían referente a un aula, imaginaba que serían muchos más desde la parte trasera.  El color era de un magnánimo gris, un tono característico el más fino mármol.

 

−      ¿En cuánto estará lista?– intentó ocultar su entusiasmo.

 

−      Creo que en unos  cuatro meses, amo– respondió el demonio verde– aunque si me permite amo… es mejor hacer un discurso de apertura, para evitar conflictos con Hyoga.  Me han llegado rumores que están a la defensiva ya que las últimas tierras que le faltan a usted por dominar, son las de ella.

 

−      Debe estar preocupada ante nuestro imperio– comentó Inuyasha.

 

−      Es lo más probable, aprovecharemos en la apertura de la academia para dejarle claro que no lo haremos, a menos que nos ataque– espetó con firmeza– los tres han hecho un gran trabajo, son dignos de su puesto al lado de Inuyasha y el mío, siéntanse orgullosos del lugar que han labrado con su esfuerzo.

 

−      Si señor– respondieron los tres hombres con orgullo.

 

***

Luego de regresar de la vista a la Academia, notó a su esposo cansado y lo acompañó a la recamara para que tomara un descanso.  Aprovechó ese momento para ir al cuarto de Moroha, tocó esperando que le abriese.

 

−      Adelante

 

Cuando entró vio a su sobrina detrás de un gran lienzo.  Suponía que pintaba algo porque la veía mover los pinceles y tomar algo de una paleta. Esperó estoico a que la joven se detuviera para poder hablar con ella y la azabache lo percibió.  Dejó sus cosas a un lado y luego se dispuso a estar a su lado.

 

−      ¿Pasa algo, señor Sesshoumaru?

 

−      Quiero que hablemos

 

−      Ehh… si – dijo algo nerviosa mientras caminaba hasta el pequeño sofá que tenía su cuarto– ¿pasa algo con mi padre?– preguntó preocupada.

 

−      No si lo hablamos– dijo con calma al ver la preocupación de su sobrina– quiero que me cuentes sobre tu amorío con Shippo.

 

−      ¡ Ehh!– sonrojada–¿ cómo se dio cuenta?

 

−      Soy algo más astuto que tu padre– sonriendo leve– quiero que se lo cuentes a tu padre, es mejor que lo escuche por tu boca, porque al saberlo, te podré apoyar y saber cómo contengo a Inuyasha.

 

−      E…esta bien– sonrojada– me gusta Shippo, desde antes que madre falleciera.  Nos pudimos acercar desde que vino al palacio, no somos pareja, tan solo estamos hablando y nos hemos dado algunos besos.

 

−      ¿Quisieras formalizar una relación con él?

 

−      Creo… que sí, pero no sé si él quiera.

 

−      Él te corresponde y considero que puede ser bueno para ti– sonrió levemente el mayor.

 

−      Entonces… ¿usted acepta si somos novios?

 

−      Por mi parte sí, pero vamos por tu padre.

 

−      ¡¡Si!!– emocionada– gracias señor Sesshoumaru – abrazándolo.

 

Correspondió el abrazo y la animó para que juntos fueran a charlar con su amor en común. Cuando llegaron, lo vieron sentado en la cama junto con los gemelos.  Inuyasha estaba estaba rodeado de peluches, jugando a que era un monstruo que les hacía cosquillas y los gemelos, reían a carcajadas cuando el peluche se acercaba a sus pancitas.

Se miraron entre sí, ambos estaban de acuerdo en que aquella escena era majestuosa y que Inuyasha siempre sería su pilar.

 

−      ¿Pasa algo?– preguntó Inuyasha al verlos juntos.

 

−      Hay algo que Moroha quiere decirte– animó el daiyokai.

 

−      ¿Así?– dijo Inuyasha levantando una ceja.

 

−      Si pa– nerviosa– es que… me gusta alguien

 

−      ¿Quién?– sorprendido.

 

−      Shippo…– comentó sonrojada

 

−      Tsk, voy a matar a ese enano– dijo molesto mientras se paraba de la cama, pero era detenido por un agarre en su muñeca.

 

−      Inuyasha– comentó Sesshoumaru mientras le sostenía de la muñeca– Moroha vino a hablar y decírtelo, ella está en edad para tener a alguien especial, además, ¿no crees que es el mejor candidato? Tú lo has criado y conoces su corazón.

 

−      Tsk… – gruñó Inuyasha ante lo dicho por su esposo–  luego hablaré con el enano y le pondré los puntos claros– suspirando– yo… supongo que debo dejarte crecer, Moroha– comentó ladeando su rostro.

 

 

−      Entonces… ¿lo aceptas, pa?– emocionada.

 

−      Lo… lo voy a pensar, ¡no me presiones!–  gruñendo.

 

El hanyou vio cómo su hija se lanzaba a abrazarlo a él y a Sesshoumaru, cayendo los tres en la cama.  La azabache reía animadamente, con una felicidad que parecía inagotable. 

Sesshoumaru miró a su esposo  y este le devolvió el gesto, ambos se sentían tranquilos con los lazos que estaban construyendo con su familia.

 

***

−      ¿Puedes decirme que hacemos tan lejos del palacio?– preguntó el mitad bestia a su esposo.  Habían pasado ya casi tres semanas de su regreso, si bien no había sido complicado volver a la rutina, había un hecho que ahora le preocupaba en demasía…  el gateo de sus cachorros. Ryotaki y Yukiyo estaban en la etapa de gateo, pero el que ambos lo hicieran al mismo tiempo, le ponía bastante nervioso. Cuando estaba pendiente de Ryotaki, era Yukiyo quién gateaba en otra dirección y así se la pasaban sus condenados hijos, sino fuese por la ayuda de Mikado, las chicas y Sesshoumaru en algunas ocasiones, juraba que ya se habría vuelto loco.

 

−      Quise que te despejaras un poco y también, tener tiempo a solas contigo– comentó el mayor mientras entrelazaba su mano con su esposo.

 

−      Pero también podíamos tener tiempo a solas en el Castillo– comentó dudoso Inuyasha.

 

−      Quiero mostrarte este lugar

 

−      Está bien…– respondió más tranquilo.

 

Caminaron un poco más, adentrándose en el bosque.  Sus orejas se movieron en dirección del sonido del agua, pero era lo único que percibía ya que la frondosidad de los árboles, oscurecía el lugar.

De pronto, el camino empezó a iluminarse porque había algunos faroles con velas a lado y lado del camino. Le pareció curioso pero no indagó, tan solo se dejaba arrastrar de la mano de Sesshoumaru.

–       Es aquí– dijo finalmente el Daiyokai.

 

Inuyasha se asombró ante el mágico lugar.  Había dos cascadas que se entrelazaban en el camino y caían juntas en un maravilloso lago.  Este estaba rodeado por una gran variedad de flores, pero dentro, tenían una gran cantidad de aguapé florecida. Las podía apreciar sin problema, gracias al brillo del gran número de luciérnagas que volaban por el lugar.

 

–       Quise traerte por dos motivos, el primero, es que el aguapé regala una hermosa y una única flor, que nace siempre por la noche y es muy perfumada.

 

−      Tienes razón, el lago huele muy bien– comentó mientras aspiraba el aroma y se relajaba aún más.

 

−      Y el segundo motivo, es este – sacando de su ropa una pequeña caja– vi el ritual en algunas ocasiones cuando estuvimos en el mundo humano y no quise dejarlo pasar – abrió la caja y sacó una argolla de oro con tallados, los cuales en ciertas distancias, eran decorados con pequeñas piedras de jade.  Tomó la derecha de su esposo y ante la mirada atónita de Inuyasha, deslizó el anillo en su dedo anular– si bien a conocimiento de todos somos conyugues, quería algo que a simple vista reflejara nuestra unión.

 

−      No te gusta quedarte atrás en nada, ¿verdad?– preguntó a su egocéntrico esposo.

 

−      Ya lo sabes muy bien– sonrió mientras le besaba el dedo con el anillo puesto.

 

−      Ven aquí, idiota– exclamó el híbrido mientras jalaba a su esposo a su cuerpo y comenzaba a besarlo con necesidad.

 

Ante la sorpresa del jalón, el mayor tuvo que sostenerse con una mano del tronco de un árbol y con la otra, sostuvo de la cintura a Inuyasha para no caerle encima.  Si bien su esposo lo besaba con ímpetu, lentamente lo fue obligando a que el ritmo fuera lento, con besos sutiles y tranquilos como aquel paisaje.

 

−      Quiero que me hagas el amor, Sesshoumaru– susurró el hanyou sobre los labios de su hermano.

 

−      Aunque no lo pidieras, te lo iba hacer– susurró para luego acariciar con cariño la mejilla izquierda de su amor.

 

Se deslizaron abrazados por el tronco del árbol, mientras se besaban e iban deslizando la ropa de sus hombros.  El albino mayor recorrió con cándidos besos el cuello y el hombro derecho de su hanyou, luego regresó por ese mismo camino hasta posarse en una de las particulares orejas de su pareja.

 

−      Con un mismo principio, con mil finales junto a ti, una existencia para recorrer y mil momentos para compartir y un solo destino que vivir… Inuyasha.

 

−      I… idiota, no digas cosas vergonzosas– exclama sonrojado para luego pasar sus brazos por el cuello del mayor– solamente quiero estar contigo, ahora y siempre, Sesshoumaru.

 

Volvieron a unirse en un ósculo lento, acompasado, acariciando sus lenguas de forma serena; transmitiendo que esa paz y calma era la que siempre los invadía cuando se sabían dueño del otro.

Inuyasha deslizó su cabeza hacia atrás, recostándola en el árbol, dejando expuesto su cuello y pecho para que fuese consentido por su demonio.

Sesshoumaru notó ese gesto de sumisión y acató la orden silenciosa; deslizó su lengua por un costado del cuello y esta fue descendiendo por la clavícula y tórax del menor.  Quitó la parte superior de la indumentaria de su híbrido para poder enfocarse en atormentar aquellos botones rosa.

 

El hanyou exclamó de gozo al sentir sus pezones ser abatidos por la experta boca.  Su esposo succionaba, lamía, mordía y apretaba con el fin de verlo sucumbido ante el placer. Tomó la hermosa y fina cabellera platinada y con delicadeza lo direccionó a su vientre, quería que el demonio no dejara ni una sola parte de su cuerpo sin ser marcada.

 

–       Ayúdame con la ropa, Inuyasha– susurró con su voz cargada de deseo.  Necesitaba que su piel estuviera en contacto con la de su pareja, ardía en deseo por volver a poseerlo y sabía en el fondo de su ser, que ese fuego solo se extinguiría el día que dejara de respirar.

 

Sus ojos se enfocaron en su Inuyasha terminando de desvestirse y arrojando la ropa a un costado del árbol.  Luego su pareja se acercaba para comenzar a retirarle la prenda superior y ensimismarse con su pecho.

 

–       Eres tan perfecto, Sesshoumaru– soltó maravillado, aún y a pesar de tener a sus cachorros y saberse esposo del mayor; le costaba en algunas ocasiones creer que ese majestuoso e imponente ser, era únicamente suyo.  No era tonto, con frecuencia escuchaba rumores y comentarios ponzoñosos donde fácilmente se creería que su esposo tendría líos de faldas; pero al ver esos ojos dorados brillar de amor, su grácil tacto y atenciones, despejaban cualquier nube de humo en el camino.

 

Miró fijamente a Inuyasha, se había quedado sumido en sus pensamientos mientras admiraba su cuerpo.  Sonrió y le acarició el rostro, dándole a entender que siguiera.  Su esposo pareció entender y continuó con las caricias, ahora las manos de Inuyasha estaban desatando su cinturón y retirando su ropaje inferior.

Mordió sus labios y gruñó leve al sentir las manos frotarse por su virilidad.  Se embelesó al ver como Inuyasha olfateaba y frotaba su mejilla contra esa parte. Agarró con cuidado la cabeza de su pareja y la direccionó a su pene necesitado de atención.  Sus ojos se entremezclaron con los del hanyou y este tan solo sonrió entendiendo que quería.  Lo divisó abriendo su boca, la cual, estaba escondiendo parte de su miembro dentro.

Dejó salir un gruñido placentero, que rica la sensación húmeda y caliente de la boca de Inuyasha y no solo eso, aquella lengua se envolvía tal cual lo haría una serpiente a su presa.

 

−      Inu…yasha– exclamó pesadamente al sentir su extremidad creciendo dentro de esa boca.  Su demonio interior le dictaba que embistiera con ferocidad contra esa entrada, pero hizo todo de sí para autocontrolarse, no quería que esta vez fuese lujuriosa… quería realmente que tuviera la connotación “hacer el amor”.  Apartó con delicadeza a su híbrido ante la mirada interrogativa.

 

−      No quiero venirme todavía, quiero hacerte mío– expresó e Inuyasha comprendió.  Al parecer, su esposo también compartía su sentimiento de necesidad.

 

−      Dame tu mano, Sesshoumaru.

 

Extendió su mano la cual fue tomada para ser besada.  Se sorprendió ante el acto de su hanyou pero guardó silencio para apreciar la otra acción.  Su esposo pasaba la lengua por sus dedos índice, del medio y anular, lubricándolos con su elixir.  Toda esta escena era el preámbulo para la función mayor.  Dejó continuar su hanyou mientras le acariciaba el cabello y las orejas peludas, amaba cada parte de su cuerpo.  Muchas veces debía combatir contra su yoki, pues este le dictaba encerrar a Inuyasha y no dejarlo salir nunca; esa posesión para que no se lo arrebataran era tan ensordecedora, que solo se aplacaba cuando Inuyasha le decía que lo amaba.  Era el demonio más poderoso, pero ante los temas emocionales, era más frágil que un humano.

 

Retiró los dedos de su boca, apreciando como Sesshoumaru lo embelesaba con la mirada y tembló ante esto.  Su esposo podía ser tan absorbente que podía darle su alma sin vacilar, si se la pedía. 

Respingó al sentir como era recostado contra la corteza del árbol.  Sus ojos pasaron atentos al ver como su demonio se llevaba a la boca los dedos que ya había lubricado.  El saber que sus salivas se entremezclaban en esa varonil boca, le brindó un deseo impredecible… no sabía que podía calentarse con eso, pero quién en su sano juicio no se excitaría con ese sensual semental al frente.

Tan concentrado estaba, que solo es espabiló cuando sintió la humedad en su abertura.  Su esposo tanteaba su entrada con los dedos mojados, esperando poder entrar.  Cerró sus ojos y asintió, enredando sus brazos por el cuello de Sesshoumaru.

Dolió un poco la primera intromisión, la segunda fue más pasajera y la tercera, fue un deleite. Sentía a su hermano mover los dedos dentro de su carne, abriéndola, explorándola, estirándola… preparándola para la siguiente obra.

 

−      Voy a entrar, Inuyasha– expresó mientras tomaba su glande y lo dirigía a la entrada de su híbrido. Ante la cercanía de sus rostros, ambos escuchaban los gemidos de placer ante la unión que se estaba dando. 

 

La presión sobre su órgano era asfixiante, el menor siempre era tan cálido y adictivo, como algo que te agrada mucho y no puedes dejar de consumirlo. Las garras de su hermano menor se enterraron en sus hombros, soportando la intromisión, la cual, al embestir con lentitud, por fin se logró.

Comenzaron a besarse mientras ambos cuerpos terminaban de acoplarse. El menor estaba recostado contra el árbol y sentado sobre la pelvis del demonio. Para Sesshoumaru, hacer el amor con Inuyasha implicaba lentitud, aprecio, detalle y observación, por eso buscó la forma de estar frente a frente con el rostro de su amado conyugue.  Quería que el cuerpo, la boca y los ojos de su hanyou le hablaran en un idioma silencioso, que le transmitiera cuánto lo amaba, ya que él haría lo mismo.

Juntaron sus frentes al sentir que ya era el momento indicado.  Sesshoumaru se movía dentro de su hermano, sin salir un solo instante de su interior.  Su mirada no se retiraba de esos posos color miel, esperaba transmitirle a Inuyasha que lo amaba, que lo adoraba, que vivía y moriría por él de ser necesario.

 

−      Te amo, Sesshoumaru– suspiró Inuyasha al sentir esa mirada y como era sostenido de la cintura por esas fuertes manos.  Quería fundirse con él y quedar tan unidos, que no hubiese ni un principio ni final cuando los mirasen.

Aquel momento era tan íntimo y magnánimo, que todos sus sentidos estaban atentos a cualquier estimulo… sus ojos, su boca, su olfato, su oído, su tacto… todo le pertenecía en aquel instante a su demonio.

 

−      Ahg… mmm… Sesshoumaru– gimió al sentir que su esposo había llegado al límite de su cuerpo y había tocado su punto erógeno.  Se tuvo que aferrar fuertemente de aquellos hombros, cuando el mayor empezó a sacudir y penetrar varias veces en ese mismo punto.

 

El mayor sin dejar de sostener la cintura del híbrido, irrumpió con parsimonia dentro de su cuerpo.  Aquella posición permitía que su virilidad fuera succionada por completo, que la carne caliente y mojada de ese recto, lo estrujaran hasta sacarle el último deje de consciencia.

Fue así, que poco a poco fue introduciéndose más. Su pene ser perdía en esa estrechez, su oído se perdía en las exclamaciones de amor  y pasión de Inuyasha y su vista en los hermosos gestos de su esposo como: sus ojos fuertemente cerrados, sus labios entre-mordidos, sus mejillas sonrojadas y la inhalación fuerte por su nariz. Si no fuese tan celoso y posesivo, juraba que habría mandado a retratar esas sublimes expresiones.

 

−      Sesshoumaru… amor… voy a venirme… – gimió Inuyasha.

 

Aquella expresión, tal vez dicha de forma involuntaria por su rebelde mitad bestia, hizo que una avasalladora calidez se instalara en su pecho. Era el amor de Inuyasha e Inuyasha era su amor y era pleno saberlo.

Llevó sus labios a la boca del menor y entre un beso mezclado de necesidad y dicha, fue que ambos lograron llegar a la cúspide. Separaron sus bocas para respirar e intentar mitigar los espasmos, pero sus ojos tan iguales, transmitían que aquella había sido la muestra máxima de su unión y amor.

 

−      Sesshoumaru…¿ siempre ambos?– susurró el menor mientras acariciaba el rostro de su demonio.

 

−      Siempre ambos, Inuyasha…– volvió a besarlo, pactando con ese beso, aquel juramento infinito.

Notas finales:

Nota: hola a todos y todas, mil gracias por la paciencia para este capítulo.  Este es el final, sin embargo, tendrá un epílogo ( que está en proceso) que espero publicar pronto. 

Para este cap me inspiré en la siguiente imagen y en el sountrack de Inuyasha, tal vez por eso la parte del lemon quedó dan carismática.

Nuevamente mil gracias por acompañarme en esta historia, espero su apoyo para unas futuras.

 

Les quiere, yaoiana.


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