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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Nota: hola a todos y todas, me disculpo pero he estado muy mal de salud así que no pude actualizar pronto.   Creería que el próximo es el último cap, mil gracias por acompañarme en esta aventura¡¡

 

Sin más, a leer¡¡

 

 

−       ¡Es genial volver a casa! – exclamaba Moroha bastante animada luego de aterrizar en Japón.

 

−       Concuerdo con Moroha, es bueno regresar- decía una tranquila Setsuna.

 

−       Si bien no es nuestra época, el mismo territorio inspira el mismo olor- añadió Sesshoumaru.

 

 

−       Debe ser por la cantidad de cerezos, son una planta endémica de Japón– argumentaba Towa a su padre.

 

−       Debemos llamar al tío Sota para comentarle que ya regresamos.

 

−       Sí, eso haré– exclamó la albina.   Mientras las chicas se adelantaban a realizar la llamada, ambos youkai estaban atrás pensativos con los gemelos dormidos en sus brazos.

 

−       Sessho, ¿quedaste a gusto con el viaje?– decidió romper el silencio Inuyasha.

 

−       En parte.

 

−       ¿ Estás preocupado por algo? 

 

−       En parte, pero es algo que luego hablaremos, lo importante es que logramos fortalecer nuestros lazos familiares– comentaba el daiyokai mientras observaba como Moroha se guindaba de los brazos de Towa y Setsuna y luego las tres los miraban.

 

−       Algo me dice que andan planeando algo descabellado– suspiró el híbrido al ver la sonrisa traviesa de su hija.

 

−       Es una alta probabilidad- sonriendo tenuemente- disfrutemos nuestra corta estancia, ahora que los cachorros se han transformado, es necesario regresar.

 

−       ¿Por qué?, ¿están en peligro?- preguntó angustiado Inuyasha.

 

−       No, solamente quiero que los revise Chiyako, yo logré transformarme cuando tenía cinco años, pero ellos lo lograron con tan solo meses.

 

−       Fue mi culpa, lo hicieron para protegerme– expresó algo abatido mientras les acariciaba la cabeza a sus pequeños– siento que los obligué a eso.

 

−       No es así Inuyasha, son poderosos youkais y tan solo manifestaron  su fuerza y sé que lo volverían hacer por ti– acariciándole el rostro a su esposo- confía en la fuerza de nuestros hijos.

 

−       Es… está bien– sonrojado por la caricia del mayor, quien lo había tranquilizado con aquellas palabras.  Toda la escena fue observada desde lo lejos por las tres mujeres.

 

−       ¿ Ven?,  por eso les propongo que hagamos del festival algo para que puedan estar juntos, tal vez en la otra época les quede difícil sacar tiempo para ambos- comentaba Moroha.

 

−       ¿Qué sugieres?– indagó Setsuna.

 

−       Mmm… pues lo primero, es que se lleven la sorpresa con los trajes tradicionales, yo vestiré a mi padre y ustedes al señor Sesshoumaru.  Haremos que disfruten el festival, que escriban en los tanzaku y finalmente una noche romántica frente a los juegos artificiales– exclamaba la más joven con ojos iluminados.

 

−       Para mí suena bien– se sumó Towa. 

 

−       Supongo que debo seguirlas en sus locuras– comentó Setsuna.

 

−       Entonces está decidido, ¡festival, allá vamos!

 

***

 

−       ¿Esto era lo que tanto planeabas?– indagó Inuyasha a su hija, quién le ataba el cabello en una coleta y le ayudaba con la yukata para el festival.

 

−       Jajaja, me has descubierto– sonriendo- ¿pero no te da curiosidad cómo se vería el señor, Sesshoumaru?- indagó divertida.

 

−       Grr– gruñó leve al verse descubierto– le tienes bastante apreció y respeto a Sesshoumaru.

 

 

−       Verte con mi madre siempre fue bonito, pero no puedo negarte que te ves muy bien y feliz con el señor Sesshoumaru– dijo con solemnidad.

 

−       Observarte y escucharte siempre me hace sentir orgulloso, te criamos muy bien- acariciándole la cabeza a su hija.

 

***

−       ¿Pueden repetirme el por qué estamos haciendo esto?– indagaba Sesshoumaru por tercera vez.

 

−       Para que tengas un momento a solas con Inuyasha, no sabemos si en la época del Sengoku tendrán más de estos momentos– respondió tranquilamente Towa mientras organizaba la yukata de su padre.

 

−       ¿Ya no les molesta que esté junto a él?– preguntó con duda, pues no habían abordado de nuevo la conversación.

 

−       Hemos aceptado que el destino es caprichoso– exclamó Setsuna mientras peinaba la larga cabellera de su padre– y que somos una familia, es lo único que importa ahora.

 

−       Así es, una fuerte, extraña y alocada familia– espetó la albina con una risilla.

 

−       Escucharlas hablar, siempre me recordará la nobleza de su madre.

 

***

 

−      ¿Ahora?– preguntó entusiasmada Moroha.

 

−      Si, ahora– respondió risueña Towa.

 

Abrieron al mismo tiempo las puertas y cada una empujó a su padre.  Cuando Inuyasha y Sesshoumaru se toparon, sus expresiones de sorpresa satisficieron a las féminas.

Inuyasha se sonrojó al ver a su amado esposo, cada vez que se convencía que Sesshoumaru no podía ser más atractivo, se equivocaba abismalmente.  El mayor tenía atada a su frente una banda blanca que tapaba su luna, la cual, sostenía una parte de su cabellera en un bollo.  Dos mechones de cabellos plata sobresalían por su frente, como si fuese una cascada de aguas plateadas.  La banda hacia juego su obi blanco y con su yukata negra, la cual, tenía estampados de flores azules en los hombros y parte del cuello. A sus ojos, Sesshoumaru siempre inspiraría ese porte de ser un guerrero elegante, fuerte y de infinita belleza.

 

−       Te… te ves bien– exclamó Inuyasha sonrojado mientras desviaba la mirada.

Por su parte, Sesshoumaru quedó embelesado con la apariencia de su hanyou.  Su cabello estaba atado en una coleta alta, tan similar al peinado de su difunto padre.  Su cuerpo resaltaba con esa blanca yukata, la cual, contaba con bordados dorados al igual que el obi. A diferencia suya, el menor traía una chaqueta roja con grullas doradas, dándole ese toque rebelde que tanto adoraba en su revoltoso esposo. 

Sin importarle que estuvieran las menores allí, inclinó su cabeza y atrapó los labios de Inuyasha en un beso demandante.

 

−       Bu… bueno, nosotras nos vamos a organizar y a los gemelos, nos vemos en un rato– dijo Moroha mientras se llevaba arrastrando a sus primas. 

 

−      To… tonto, las ahuyentaste– mencionó sonrojado el híbrido.

 

−      No puede resistirme, te ves muy bien– expresó mientras acariciaba el rostro de su hermano.

 

Todos estuvieron reunidos en unos cuarenta minutos. Inuyasha y Sesshoumaru se miraron profundamente, casi hablándose con los ojos y es que ambos, concordaban que sus hijas eran hermosas y habían heredado la belleza de sus difuntas madres.  A este punto, ninguno de los dos se sentía abatido con los recuerdos de Rin y Kagome;  era una tranquilidad que había venido de la mano al comprender que se amaban con locura.

Retomando, estaban embelesados por cómo se veían sus hijas en yukata. Si bien aún conservaban sus rasgos juveniles, sus siluetas se veían ceñidas a la indumentaria.  El hermoso cabello largo y azabache atado, resaltaba con el yukata dorado y de flores que vestía Setsuna, sus ojos hacían juego con el obi azul; la otra gemela, modelaba una yukata azul oscuro con estampado de mariposas traslúcidas mezcla del azul y blanco.  Sus ojos resaltaban con el obi cobrizo.  La última de las féminas, tenía una yukata color rojo, con varios estampados de flores entre blancas, doradas y rosas; el obi que traía era de un color beige, haciendo juego con algunas flores de su indumentaria.

Inuyasha se enterneció al ver a sus pequeños gemelos vestir unas yukatas similares a las de él y su esposo, dignos hijos de su linaje.

 

–       Ya podemos partir– comentó Setsuna quien tomaba la delantera en aquel recorrido. Todos asintieron, pero Sesshoumaru tomó del hombro a Moroha y la retuvo unos breves minutos para susurrarle algo.

El hanyou le pareció curioso el gesto, pero no se molestó. Sentía una fuerte sensación de tranquilidad y regocijo al saber que su hija y su esposo tenían un lazo fuerte, es más, comenzaba a creer que Moroha era la favorita de Sesshoumaru.

 

Al llegar, todos los hombres, incluyendo los bebés, quedaron absortos ante tantos sonidos, olores y colores.  Vaya que era una celebración colorida y ostentosa, donde estuvieron de aquí para allá visitando estantes y puestos.  En uno de estos, la familia vivió un vergonzoso pero cómico momento, y es que Inuyasha y Sesshoumaru competían por tomar un pez dorado sin romper la red.

 

–       Tsk, esto es más difícil de lo que creí– comentaba Inuyasha mientras sostenía la red y a Ryotaki.  Ambos habían acordado que sería más difícil, cada uno cargando a los gemelos.

 

−      Estoy por lograrlo– esbozó con una sonrisa de superioridad Sesshoumaru.  No obstante, lo que no se esperaban, es que Yukiyo observaba el rostro triste de su “madre” y para no dejar ganar a su padre, tomó el pez y se lo llevó a la boca.

 

−      ¡Yukiyo¡– exclamó sorprendido el hanyou– hijo, sácate el pez de la boca– pronunció pero el menor se negaba.

 

−      Yukiyo, obedece a tu madre– ordenó Sesshoumaru obteniendo una mirada profunda de su cachorro– no pondré triste a tu madre de nuevo.

 

Las palabras del demonio calaron en el bebé, el cual escupió el pez al agua. Fue Moroha quien tomó la vocería y se disculpó con el encargado de la atracción y luego se marcharon, sin embargo, unos pasos más adelante, las tres mujeres comenzaron a reírse a carcajadas ante la situación.

 

−      No le veo lo chistoso– espetó Inuyasha.

 

−      Jajaja, pa no te enojes… es solo que jajaa… Yukiyo es bien testarudo y apenas es un bebé, no quiero imaginarme las travesuras que harán cuando estén caminando.

 

−      Concuerdo con Moroha– decía una sonriente Towa.

 

 

−      Serán traviesos– añadió Setsuna.

 

−      Cuentan con sus ejemplares hermanas para eso– argumentó el daiyokai sacándoles un sonrojo a las mujeres; no lo expresaban pero se sentían reconocidas e importantes cuando el demonio mayor las alababa y les asignaba roles.

 

−      Así es, cuentan con sus hermanas, pero no por eso  van a seguir así de traviesos, ¿entendieron, Ryotaki, Yukiyo?– les habló Inuyasha a los gemelos quienes lo miraron fijamente.

 

Continuaron con el recorrido, comiendo dangos, observando decoraciones, incluso, se tomaron sus minutos apreciando la obra de teatro donde de la leyenda de los amantes de la Vía Láctea, conocidos como Orihime y Hikoboshi y que representan respectivamente a las estrellas Vega y Altair. Finalmente, llegaron a los árboles de bambú y cada uno con un bolígrafo, escribió su deseo en el tanzaku:

 

Que sigamos unidos como familia– Moroha.

Que cumplamos todos nuestros sueños– Towa.

Que nunca me falte nadie– Setsuna.

Que mi esposo, ni mis hijos e hijas  sufran– Inuyasha.

Que siga aumentando mi fuerza para proteger a mi familia– Sesshoumaru.

 

Luego de pegar sus deseos, Moroha tomó en brazos a sus hermanos ante la mirada extrañada de Inuyasha.

 

−      Se ven agotados, nosotras nos adelantaremos– sonrió– lo olvidaba, faltan los juegos artificiales, sigan por ese sendero y los podrán ver.  Nos veremos en casa.

 

−      Pero…– dudó el híbrido.

 

−      Confía en ellas, saben lo que hacen– tranquilizó Sesshoumaru.

 

Asintió y observó como las chicas se quedaban en otros estantes. Su esposo le tomó de la mano y siguieron el sendero que les habían indicado.  Para el menor, le olía a complot entre su hija y su esposo, vaya a saber con qué intenciones.

Cuando siguieron avanzando, notaron un mantel en el suelo, con una canasta con vino y algunas frutas.  Aquello le extrañó pero al tomar la nota, supo que era un presente de su hija.

 

−      Sí que se han vuelto muy cercanos ustedes dos– comentó con tranquilidad mientras se sentaba en el mantel.

 

−      Ambos queremos lo mismo, darte momentos felices y si nos podemos unir a eso, mucho mejor.

 

−      Ton…to– sonrojado– empiezo a creer que es tu favorita.

 

Vio una sonrisa leve en el mayor y con eso tuvo para confirmar su sospecha.  Su esposo tomó asiento a su lado y comenzó a servir el vino en las copas que yacían en la canasta.

 

–       No sé si en nuestro hogar podamos tener esta experiencia, por eso le dije a Moroha que me ayudara.  Pronto debemos regresar y quería aprovechar al máximo nuestro tiempo a solas.

 

−      Ha sido un buen viaje– acomodándose entre las piernas del mayor– nos fortalecimos como familia, conocimos, vimos que puede pasar si los humanos nos siguen viendo como enemigos, también sus particulares creaciones… que nuestros hijos son sumamente fuertes…

 

−      También lo creo– añadió mientras daba pequeñas mordidas al cuello del hanyou.

 

−      Y también…– giró para sentarse sobre el regazo de su esposo– me confirmó que el destino nos preparó para amarnos y estar juntos.

 

Comenzaron a besarse con lentitud, mientras poco a poco iba subiendo la intensidad.  La ventaja de aquellas yukatas, es que podían acceder fácilmente al contacto con sus pieles, algo que hizo el mayor mientras recorría las piernas de su esposo con sus manos.

Inuyasha estaba absorto en los labios del daiyokai, mientras sus manos se entrelazaban en esa hermosa cabellera lacia y platinada.  Respingó al sentir las manos de Sesshoumaru sobre su retaguardia, la cual, era apretada con algo de fuerza y posesión.

 

−      Mío…– susurró Sesshoumaru sobre los labios de Inuyasha.

 

−      Por siempre…– respondió jadeante.  El mayor lo giró con lentitud, acomodándolo en cuatro mientras iba deslizando por los hombros la vestimenta.  Bañó con varios besos los hombros y espalda de su otouto, a la par que se sacaba el miembro y lo restregaba contra el trasero del menor.

 

Inuyasha sintió la presión del pene de su esposo en su entrada, pero aún no sentía ser profanado, por el contrario, tembló al percibir una sustancia fría y viscosa alrededor de sus paredes.  No dudó que fuese otro “obsequio” de su hija, pero lo disfrutó puesto que de una sola estocada, Sesshoumaru estaba por completo adentro.

 

−      No… no te muevas– gruñó mezcla del placer y dolor.  Si bien no había sido tan doloroso, el miembro de su esposo siempre hacía estragos en su cuerpo.

 

−      Mira el cielo, Inuyasha… han empezado…

 

El hanyou sintió como su demonio lo tomaba del mentón y lo hacía observar y es que la oscura noche se empezaba a iluminar de hermosas luces de colores.  Sus ojos se blanquearon al sentir como el mayor salía e ingresaba con fuerza en su interior… Sesshoumaru lo desquiciaba.

 

−      Te lo meteré cada vez que tiren un fuego artificial.

 

Iba a expresar lo desalmado que era, pero una explosión en el cielo estuvo de la mano con una embestida. Nuevamente el firmamento se iluminó y su interior fue llenado. 

Sus ojos estaban cristalizados del placer al ver y escuchar las explosiones en el cielo y sentirlas también en su interior.   Había logrado ver el color verde, rojo, azul, magenta, plata…  y eso significaba que Sesshoumaru lo penetraba en cada color. Tuvo que cerrar sus ojos para concentrarse en el placer, ahora solo escuchaba la explosión y la empalada de su esposo… fuego-penetración, fuego-embestida, fuego-empalada…

 

−      Más…– susurró con su voz frágil.

 

−      No escucho Inuyasha, ¿qué deseas?– le ordenó el daiyokai mientras lo tomaba con fuerza y delicadeza de la coleta en su cabeza.

 

−      Quiero más… enloquéceme Sesshoumaru… libérate dentro…

 

El señor del Oeste atendió sus suplicas, lo agarró con más ímpetu de la cintura y aquel fue el perfecto punto de equilibrio y balance para arremeter con velocidad.  Agarró el césped con fuerza, intentando que la fuerza de las embestidas no lo arrojaran al suelo. 

Un gruñido intenso por parte de ambos, fue la muestra de que el clímax los había invadido.  Las piernas de Inuyasha temblaron agotadas y cayó al suelo, poseído por el placer.  Sesshoumaru sin salir, se acomodó y lo abrazó por la espalda, observando las migas de luces que manchaban el cielo… los fuegos habían terminado.

 

−      Sessho…

 

−      ¿Mhm?

 

−      Quiero que tengamos otro cachorro.

−      Cuando regresemos a casa lo hablaremos– expresó mientras le acariciaba el rostro.

 

Se quedaron un rato más disfrutando de la noche; la quietud, la brisa y sus pieles en contacto, los llevaron a consumar nuevamente su amor.

Cuando llegaron, sus hijos e hijas yacían dormidos en un gran futón en el suelo.  Se tomaron las manos y se sonrieron, aquel era el fruto de su amor por otras personas y el amor entre ellos… esos seres por los cuales lucharían hasta perder su vidas.

 

***

−       Gracias por todo, tío Souta– expresó Moroha mientras abrazaba al hombre.

 

−       Espero que regresen pronto– respondió el hombre con algo de nostalgia mientras se despedía de las chicas– espero verles pronto, Inuyasha, Sesshoumaru.

 

−       Intentaremos regresar– respondió el hanyou y escuchó el balbuceo de sus gemelos.

 

−       A ustedes también los espero– rio Souta al escuchar a los bebés.

 

Frente al pozo, el primero en saltar fue Sesshoumaru, seguido por las gemelas, Moroha y finalmente Inuyasha, el viaje había concluido y debían nuevamente retomar como los gobernantes de las vastas tierras del Norte, Este y Oeste… un gran reto que le esperaba al linaje perro-demonio.


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