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Oh, my lord por PinkuBurakku

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Notas del fanfic:

Pareja: Fanfic Tomarry/Harrymort, ya que Voldemort y Tom constituyen lo mismo, solo que uno es un ser renacido del otro.

 

Nota: Diferencia de edad, por obvias razones. Se mantiene la edad de Riddle, pero no su apariencia. Dark! Harry. Relación de codependencia emocional, física y mágica. Contenido gráfico de violencia, tortura mágica y física, contenido  sexualmente explicito. Manipulación.  Las advertencias se irán agregando en cada capitulo. 

 

PD: Los primeros capítulos no son en post de justificar las acciones de Riddle, sin embargo, crean una perspectiva del porque de sus actos.

 

PK. 

Notas del capitulo:

 

Advertencia: Violencia. 

 

Historia guardada en el divan que ha decidio salir, espero les guste. Los personajes no me pertenecen, son propiedad de J.K Rowling y Warner Studios. 

PK. 

 

 

 

 

Prólogo

 

     En el inicio, toda criatura nace en el bando de la luz, llena de la limitada pureza que el mundo pútrido, puede ofrecer a las almas incautas qué osan gobernar el mundo de los vivos; cuando se da el primer parpadeo al mundo lleno de tinieblas se hace con la ignorancia de lo que será su destino. Sin embargo, hay pequeños casos, especialmente oscuros dónde el alma recién nacida, ya viene corrompida desde la placenta; nacida de una turbulenta unión, se crea en medio de la locura, el miedo, la desesperanza o el odio, dicha alma que ha nacido corrompida desde su concepción, se torna negra, dotada de todos los secretos que el mundo oscuro dónde nace le puede regalar, después de todo ha nacido de dicha oscuridad y miseria; la ha visto directamente a los ojos, antes de dar su primer suspiro.

Pero, no todo es malo, a pesar del cruento inicio, a esta alma desprovista de calidez, se le dota de otros componentes; siempre arraigados de locura, pero procurando enaltecer su valor. Se le despoja de humanidad, tibieza, ternura o compasión, pero, a pesar de ser dotado con la ignorancia del sentir, se le regala, un valor que pocos tienen, puede crear su propio destino; ese es el regalo que la muerte da al ceder a uno de los suyos a la vida. Genios innatos, dementes, psicópatas, sociópatas, príncipes de la locura, reyes de la demencia, conocedores de la verdad; todos se han sublevado del destino trazado por la tibia y cómoda vida para ellos, haciendo su propio y turbio sendero. Será su decisión en lo que conviertan, el regalo egoísta que otros han preparado para ellos, y lo que entreguen por conseguir lo que la sociedad enaltece y ellos desconocen. Serán ellos quienes sabiamente, escojan de que alma cálida se alimentarán hasta la eternidad, atrayendo más adeptos a la viciosa oscuridad.

 

31 de Diciembre, 1926.

    Un grito se escucha en los recónditos de aquel viejo orfanato, la piedra cruje mientras en el cielo un rayo estridente atiza todo a su alrededor, iluminando con escalofrío toda la vida bajo su poderoso camino. Una tormenta cómo no se ha visto en mucho tiempo, baña toda Inglaterra haciendo temblar a magos y muggles por igual, mientras los más incautos, se refugian del cielo embravecido; las ventanas chirrían amenazando con romperse, los árboles crujen desde sus raíces y los animales han muerto en la oscura noche. Sin embargo, nada de eso impide que en la sucia ala de un orfanato, abandonado por el tiempo mismo, una delgadísima chica, en medio de alaridos de a luz. Los gritos de la atormentada mujer, rugen al cielo siendo respondidos por rayos, centellas y los rezos de las beatas muggles que a su lado, murmuran a su dios plegarias para salvarle la vida. Le piden abnegadas no rendirse, ya falta poco, le suplican. La mujer, poco a poco va muriendo, el riachuelo de sangre en medio de sus piernas, va construyendo un verdadero mar, consumiendo hasta su núcleo mágico, no soportara la noche y aún así, lucha en contra de la misma tormenta, pujando escandalosamente hasta qué el abdomen tenso, se desgarra otro poco.

Un trueno más ilumina las paredes blancas y los pisos de parqué, esta vez junto a los ruegos y los rayos, un grito inunda todo el lugar; es mucho más estruendoso y chillón, casi agónico, mientras es arrastrado lejos de la calidez que hasta hace poco lo envolvía, manteniéndolo ignorante de la tormenta sobre su cabeza, la perpetuidad de la vida misma se alza a la luz de las pálidas velas qué iluminan la habitación, envuelto en carmín; la sangre marca su vida desde el primer respiro. Abraza con los poderosos pulmones la vida, en una tierra que no es la suya, expulsando aire copiosamente, mientras otros más tiran casi penosamente del vital oxígeno, aunque sea un poco, es lo único qué necesita, la conciencia del deber cumplido, por fin le permite rendirse en una vida, que desde el inicio, no quiso vivir y cuya única razón para vivir, llora a lágrima viva frente a sus ojos acuosos.

Pide por su niño, queriendo al menos por unos segundos, dotarlo del único calor que tendrá en la vida; sabe a qué lo ha condenado al traerlo al mundo, peor aún, en un lugar olvidado en el mundo muggle; aún así, el sentimiento egoísta de darle la vida y que encuentre un camino diferente, aunque sean vanas esperanzas, la lleva a las lágrimas; pidiendo en silencio al destino cruel que su niño, pueda obtener algo mejor de lo que se le brindo a ella, algo más que retazos de un amor roto, mucho más qué migajas de calor residual. Lo blinda con lo poco qué le queda de su magia, rogando porque el niño cambie su vida, tal cómo ella no pudo. Apenas son susurros contra la tempestad, pero resuenan en el viejo orfanato. Le da un nombre por parte de una criatura, que no debe ser nombrada y el apellido de un hombre ausente. Riddle resuena contra los truenos sobre sus cabezas. Poco después con la vitalidad aflorando de una vida, otra más se consume. 

 

30 de Diciembre, 1936.

     Desde que tengo conciencia, repetido incansablemente la misma historia, tétrica e inapropiada para un niño de mi edad; una que las cuidadoras del orfanato aman contarme, cuando el peso de sus terribles decisiones las consume y el odio contra sí mismas y el mundo, las impulsa a la crueldad. He aprendido del mundo, de su mano. Es mi culpa, repiten cada que la historia trágica acaba, las lágrimas caen a raudales desde que tengo razonamiento, día con día, repetición con repetición empiezo a creer en sus palabras, es mi culpa que Merope haya muerto, ni siquiera puedo llamarla madre, es demasiado lejano el sentimiento de calor tras esa palabra; con los años y la repetición del relato, las lagriman mueren en algún punto, llorar, resuelve pocas cosas en la vida, lo he aprendido muy rápido. Escondido en el agujero del mundo llamado orfanato, y con la edad andando en mi cabeza más dotada que la media, voy descubriendo que tampoco quiero llamar mamá a Merope; me ha traído al mundo cruel, soltando mi mano con los primeros soplos de aire. No puedo llamar de manera tan reconfortante, al ser egoísta que me ha condenado al escrutinio de unas mujeres resentidas y unos niños idiotas. Una que ni siquiera me ha brindado apellido alguno, al menos eso dicen las cuidadoras, sólo me llamo Tom, antes de morir. ¿Qué es Tom?¿Quién es? ¿Por qué me llamo así? ahora su cuerpo está demasiado frío para poder preguntar. Tan helada cómo mis dedos en invierno. Si es mi culpa su muerte, es su culpa mi realidad

Los primeros años fueron pestañeos inconclusos, en un rollo interminable de lagunas sin sentido; gritos, llantos, quejidos, llamados en silencio, soledad y mucho más llanto. Nadie enseña a los niños desprovistos de humanidad, a vivir entre paredes blancas y pisos de parqué. Aprendí eso con rapidez, apenas recuerdo la comedia llena de cielos azules, sonrisas y diversión, misma que debía componer mi vida los primeros años, no recuerdo los veranos húmedos bajo el sol, ni los inviernos tibios debajo de una buena manta, no recuerdo la felicidad que demuestran, las viejas películas que nos obligaban a ver en días festivos. Mi mundo ha sido gris desde el inicio, aunque tengo la fuerte creencia, que esto desde el inicio es así,  por los lentes que veo las cosas, dichos pedazos de vidrio,  son oscuros y turbados; aunque las cuidadoras expresan  en cada oportunidad que todo es debido a mi nacimiento, en un día dónde todos están felices, yo robe la felicidad de la vida de Merope, dicen audazmente que este es mi pecado, vivir sin amor o calidez, sólo por haber nacido. Estoy condenando a los gritos, la sangre, la estricta disciplina, la frialdad, el hambre y los niños, demasiados de ellos. Ni siquiera los quehaceres obligados son tan desesperantes cómo los niños.

Los quehaceres son lo más fácil, me ayudan a pensar en silencio, mientras ignoró todo a mí alrededor, incluyendo a los niños más pequeños que se caen contra el suelo o empeoran el trabajo; con cada suspiro lejos de esos idiotas, puedo encontrarme con mi mismo, con la voz al fondo de la cabeza, misma que me recuerda con cada pasada del estropajo que soy diferente. Miro las manos llenas de jabón, apenas tengo pensamientos cuerdos para mi edad, no me interesa ahondar en banalidades cómo las sonrisas, las películas y los juegos de pelota, prefiero los libros, ellos exhortan mi alma y me ayudan con nuevo vocabulario, seré un gran hombre algún día, poderoso y orgulloso, para ello necesitó esforzarme el triple que todos esos niños, no seré un tonto iletrado y podre salir de la miseria que me consume. Exprimiendo el trapero por quinta vez, la voz adormecida en el fondo de la cabeza me convence, no nací para esto; para ser un tonto huérfano imitando la verborrea que las cuidadoras, nos obligan a aprender cuando llega un hombre desesperado, por formar una familia con su esposa que seguramente, le fallara alguna cosa en el sistema. De no ser por eso, nadie nos vería, de no ser por sus falencias, nadie vería a un montón de huérfanos ansiando una familia. Esa es la oscura verdad en la que me he blindado todos estos años. 

Al terminar con los quehaceres de ese día, me recuesto en el camastro que cruje bajo mi peso, a pesar de ser víspera de año nuevo, prefiero alejarme de todo ese escandalo, ahondando en la certeza de que soy un niño bueno. Mi propio modelo de niño bueno. Busco el libro de ese día, lleno de rayones y páginas roídas, pero es lo mejor que tengo, recuesto la espalda contra la cabecera de la cama leyendo despacio, aprovechó la poca claridad que me puede brindar la ventana alta abierta, aunque está un poco nublado por la nieve y la posible tormenta que el clima sublevado amenaza con soltar, me regala la suficiente luz para leer por lo menos un par de horas. Me consumo por largo rato, hasta que siento el estruendo, mismo que nada tiene qué ver con los rayos que ya ha empezado a soltar el cielo. Reconozco el sonido, pero lo ignoró inclinando mucho más el cuello contra las hojas del libro; no es mi problema. Sin embargo, después del primer estruendo, le siguió otro y otro, hasta que es un verdadero coro de puñetazos, alguien se ha ganado una paliza, me repito que no es mi problema, pero entonces los murmullos lejanos se vuelven jadeos agónicos y llorosos, tan estruendosos cómo los rayos sobre mi cabeza. No es mi problema, pero debo hacer algo, sus chillidos pidiendo ayuda me impiden leer. 

Dejó el libro de lado y subido sobre el camastro, busco a las cuidadoras fuera de la venta, a pesar del ventarrón, las veo en el patio reunidas riendo entre ellas, llenas de nueve e intentando que el coro del orfanato, entone un nivel respetable para todos los padres desesperados, mismos que a ultima hora van a buscar un heredero, la amenaza de tormenta, parece no perturbarlas. Su alegría me hace remover el estómago, no deberían ser tan felices, podrían encontrar el cadáver de uno de nosotros sí no se dan prisa a volver. No parecen querer hacerlo en todo caso, parecen felices en su burbuja de niños desafinados. Chasqueo la lengua con un nuevo jadeo y una súplica de ayuda mermando todo el raciocinio, me preguntó cuantos son para semejante golpiza, sobre todo, que hizo para merecerla. Un nuevo chillado y se que tengo que intervenir, sólo tengo diez, pero sin duda seré más útil que las viejas cuidadoras riendo afuera. Respiro profundo al caminar hacia la puerta, es poco común que decida ayudar a alguno, ni siquiera hablo demasiado para ser notado, pero hoy, embriagado en los recuerdos que en realidad no recuerdo, peor, que sólo son meras historias de tortura, me siento un poco diferente, casi empático. Al salir al pasillo, lo veo, el desastre de sangre, ropa rota y tres chicos, de los grandes, nuestros guardas, peleando contra un único niño, casi de mi edad, quizás un poco más pequeño, el mismo que llora a lágrima viva con el rostro lleno de sangre. Frunzo el ceño, es mucha sangre. No le temo, es sólo plasma, agua, sales y proteínas; aún así me echo hacia atrás por instinto, es demasiada sangre

Las piernas tambalean un poco a la mitad del pasillo, aunque quiero parecer seguro, la verdad es que con cada azote del puño al chico desnudo, todo el cuerpo se deshace en un escalofrío; no entiendo del todo la situación pero me hago una idea, una muy escabrosa idea. Soy apenas miedoso, cosas cómo la oscuridad, los rayos, los bichos o la sangre misma no representan nada en mi alma, sin embargo, a mitad del pasillo echó a andar a la dirección contraria, debo ir por las cuidadoras; soy inteligente, no puedo resolver esto. Sin embargo al andar a paso furioso, se percatan de mi presencia. En primer lugar, soy el único que se ha atrevido a salir de la habitación para echar un vistazo, segundo lugar, los zapatos contra el piso de parqué, es al parecer muy ruidoso. Los tres chicos se acercan despacio, dejando su presa de lado; reconozco el gesto, el mismo que componen antes de reducir a una persona a golpes. Busco ayuda en el moribundo niño, mismo que sale corriendo al verse libre; estoy completamente sólo, no se pelear sí quiera, pero les hago frente, nunca he peleado, pero no debe ser difícil.

Qué injurio más grande he cometido, lo aprendo de mala manera. Los primeros golpes apenas los puedo desviar, sintiendo cómo los huesos crujen al ser impactados, no he sabido lo que es el dolor hasta ahora y no quiero sentirlo, aunque suene estúpido; duele, duele mucho. A mitad de la golpiza me rindo, ni siquiera me rebajo a pedir ayuda, nadie acudiera a mí, estoy completamente sólo. La ropa es desgarrada mientras me pasan de un lado a otro, pero no lloro, sólo los miro en silencio, grabando sus rostros a fuego en la pupila, siento bullir algo en el interior, creo qué es fuego quemando las entrañas. No se pelear, pero lo intento al ver que tiran del pantalón. Pateo en la entrepierna al primero qué se acerca, no me replanteo la mala idea. El cuerpo es levantado del suelo dónde fui a dar después de tantos golpes, tiran de la piel blanca hasta colorearla, entre los tres se reparten mis miembros cómo si de un puzzle se tratase, a pesar de removerme, soy llevado hasta el ventanal abierto al fondo del pasillo, el miedo me recorre en un pestañeo. Me remuevo maldiciendo, jadeando cómo un cervatillo a punto de morir, poco o nada les importa. Empujan la mitad del cuerpo fuera, el helado viento me acaricia las costillas adoloridas, mientras la nieve me besa por completo el cuerpo; los rayos son los únicos testigos de nuestro encuentro. Quiero gritar, pero la garganta se ha cerrado evitando sí quiera un murmuro. 

Dicen que al ver la muerte frente a los ojos, la vida pasa cómo un viejo rollo de películas; lo único que puedo ver entonces, es la nada misma, una completa y aturdidora oscuridad. Me consume cómo una segunda piel, detrás de la ligera capa de nieve. No cierro los ojos, admirando la belleza de la muerte respirando cerca del cuello, todo ha perdido sentido; las risas abajo han muerto, las respiraciones de los verdugos, la sangre y el dolor, todo parece estéril ante la frialdad que me consume, siento el toque de la muerte, su beso en la piel. Admiro el cielo ennegrecido desde la precaria posición, en un parpadeo, la oscuridad me consume; los truenos retoman su retumbar furioso, escupiendo por fin la tormenta que ha contenido por mucho, no sólo la nieve, la lluvia me cubre por completo, encuentro la calma perdida en su beso helado y el estallido del cielo, el cual resplandece ante los gritos de todos los seres que me rodean, no sólo las cuidadoras abajo huyendo de la tormenta, mis captores tiemblan ante el poder del cielo embravecido, lo siento internarse debajo de la piel; cómo sí los rayos vinieran de mi interior, me tambaleo hacia atrás cuando soy regresado dentro, todos escapan de la lluvia. 

El cuerpo da contra el suelo húmedo, mientras los verdugos deciden qué hacer conmigo, estoy titilando tanto por la nieve y la lluvia que poco alcanzo a erguirme, antes de ser expulsado contra el suelo de nuevo. El hueso roto me conecta todos los sistemas, rendidos ante el dolor de la nieve lacerando los músculos agarrotados. Muerdo los labios para aguantar el dolor, aunque los ojos se llenen de lágrimas y el rostro de sangre, nunca he sangrado tan copiosamente, sin embargo, el líquido es lo único que me entibia; miro sin pestañear a los verdugos que han decidido que el dolor será mi sentencia, el mismo rayo que resuena contra el cielo quebrándose, irrumpe dentro del orfanato, la tormenta es expulsada desde mi interior, misma que incinera toda luz reinante, dejando la perpetua oscuridad gobernar; la algarabía de hacía poco, es tragada por el mordido silencio. Sólo las escuetas respiraciones laboriosas se escuchan en la inmensa penumbra, pero no siento miedo, no siento nada.

Los captores han salido corriendo, después de un breve vistazo a los ojos que arden en la perpetua penumbra, no se que han visto en ellos, pero ha funcionado para hacerlos correr. Los dejo escapar con los sentidos adormecidos por el dolor y la sangre aún goteando, no me molesto en limpiarla, sintiendo aún más rayos explotar contra el cuerpo, ahora son un mero zumbido debajo de la piel, pero aún me acarician. Es extraño, cómo si pudiera dominar todo el lugar. Un escalofrío me tensa las entrañas, una nueva sensación nace hormigueando la punta de los dedos, poder. Que raro suena contra los labios llenos de sangre. Tiemblo al arrastrarme hasta el camastro, sintiendo todo el cuerpo demasiado frío, aún embriagado por la sensación casi mágica, cierro los ojos por fin. Estoy completamente sólo, tanto que se siente bien. Todo chillido ha muerto, al igual que toda la luz, ahora, me puedo arrullar por la oscuridad mientras duermo. La lectura, ha menguado por el día. En un rato, me despertaran para torturarme con la vieja historia de Merope muerta, ese es mi regalo de cumpleaños año con año.  Feliz año nuevo a mi.  Algún día, les hare tragarse la historia y el recuerdo de Merope con ella. No lo necesito, soy Tom, solo Tom. 

Notas finales:

Gracias por leer. 

PK. 


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